OBJETIVO RONDA. LA COLUMNA DE ANTEQUERA

 

Grupo de Voluntarios de Policía Montada de Sevilla entrando en Campillos

Como ya describí en mi Crónica anterior, «OBJETIVO RONDA. LA COLUMNA DE EL SAUCEJO», el sábado 12 de septiembre a las 10,30 de la mañana, tras la ocupación por las tropas del general José E. Varela de la comarca cordobesa de Cerro Muriano y alrededores, éste partió de Córdoba con su ayudante y escolta en dirección a Sevilla para conferenciar con el general Queipo de Llano. El motivo de la reunión era la operación que se iniciaría al día siguiente para la conquista de Campillos y Ronda. A las 20,45 del mismo día, ya estaba de regreso en Córdoba.

Ese mismo día 12 de septiembre, Varela se había desplazado a Sevilla desde Córdoba para entrevistarse con Queipo de Llano y proponerle su idea de maniobra para la ocupación de Ronda que fue aceptada, dictándose seguidamente la Orden de Operaciones, que implicó en primer lugar poner también bajo el mando del general gaditano la columna "sevillana" del comandante Luis Redondo, y que hasta entonces lo estaba directamente de Queipo de Llano, quien se encargó de dar cuenta del nuevo plan y situación al general Franco.

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2024/10/objetivo-ronda-la-columna-de-el-saucejo.html

Tras la entrevista de los dos generales, el Estado Mayor del “Ejército de Operaciones del Sur”, dictó la correspondiente "Orden de Operaciones" que tenía por objeto la ocupación de Cañete la Real, Campillos, Peñarrubia, Teba, Cuevas del Becerro, y finalmente Ronda.

La ofensiva debía iniciarse, como ya vimos, por tres columnas distintas. Dos de ellas confluirían en la carretera de Campillos a Ronda. La primera que correspondía a la columna del comandante Luis Redondo García, llamada “Columna de El Saucejo”, había partido de Osuna el 4 de septiembre hacía El Saucejo, y una vez sometida esta población, se había ocupado de Los Corrales, Martín de la Jara, Villanueva de San Juan y Algámitas, para continuar después hasta Almargen, pueblo que ocuparía el 13 de septiembre.

Esta columna debía proceder a ocupar el día 14 de septiembre Cañete la Real, en donde pernoctaría, para a la mañana siguiente efectuar por un lado un reconocimiento ofensivo por la carretera que unía dicha población con el cruce de la de Ronda, regresando a pernoctar a Cañete, y por otro lado lanzar, al día siguiente, un segundo reconocimiento ofensivo en dirección a Teba con el fin de ayudar a la "Columna de Antequera" a la ocupación de dicho pueblo.

La segunda columna llamada "Columna de Antequera" saldría desde esta ciudad, en poder de los sublevados desde el 12 de agosto, bajo el mando del comandante Rafael Corrales Romero, ocupando Campillos, Peñarrubia y Teba, para unirse posteriormente con la primera columna, en la carretera de Campillos a Ronda, en el cruce de Cañete. Para ello, previamente, la "Columna de El Saucejo", tras la conquista de Cañete la Real, esperaría el paso de la columna de Antequera en la confluencia de ambas carreteras, operando ya a partir de entonces de forma conjunta para ocupar Cuevas del Becerro y Ronda el 16 de septiembre.

Finalmente, la tercera columna, denominada "Columna de Cádiz", avanzaría desde los pueblos gaditanos de Arcos de la Frontera y Ubrique, debiendo ocupar el 13 de septiembre Grazalema, el 14 El Gastor y Alcalá del Valle, ubicadas en la sierra gaditana y todavía en manos gubernamentales. Al día siguiente, debía proceder a efectuar un reconocimiento ofensivo sobre Setenil de las Bodegas, y si el jefe de la columna lo consideraba factible con los medios de que disponía, y si la resistencia del adversario no fuese fuerte, la ocuparía, dejándola en tal caso fuertemente guarnecida para evitar que pudiera ser reconquistada por el adversario. Por último, el 16 de septiembre debían ocupar el puerto de Montejaque, en la carretera malagueña de Ronda y ejercer tal presión sobre el enemigo que le obligara a su desplazamiento hacia dicha ciudad. Esta última columna la dirigiría el comandante de Caballería Salvador Arizón Mejías, que había encabezado la sublevación en Jerez.

En la "Orden de Operaciones", se decía que en Almargen y Cañete la Real debía quedar de guarnición una centuria de Falange, la cual saldría de Sevilla el día 13 de septiembre, así como fuerzas de la Guardia Civil destacadas en las localidades sevillanas de Morón de la Frontera y Osuna.

En Campillos se debía dejar de guarnición una sección de la Guardia Civil y fuerzas de Falange. En Teba debía quedar guarnecida también por fuerzas de la Guardia Civil y de Falange de la columna que la había ocupado, mientras que Peñarrubia lo estaría por una compañía de Infantería de Marina, una batería de Artillería de 75 mm y por fuerzas de la Guardia Civil y de Falange.

Por otra parte los puestos de la Guardia Civil de Campillos, Peñarrubia, Teba y Ronda debían ser guarnecidos por las fuerzas de Antequera, mientras que los de la zona de El Saucejo, Almargen y Cañete la Real, lo serían por fuerzas de la Comandancia de la Guardia Civil de Sevilla.

Por un informe, emitido el día 15 de septiembre por el comandante de Infantería Francisco Mejide Gurrea, jefe militar de las fuerzas defensoras de Ronda, dirigido al coronel inspector de los sectores gubernamentales de Málaga destacados en Álora, se sabe que el total de efectivos con que contaban en la zona era de 885 hombres, de los que 232 pertenecían a Carabineros, 94 al Ejército y el resto a voluntarios y milicias del Frente Popular.



Gracias a este informe, sabemos que en Campillos había 101 Carabineros pertenecientes a la 1ª y 2ª compañía, además de 47 milicianos. En Peñarrubia, había 26 milicianos. En Almargen, 60 miembros de las milicias de Ronda. En Cañete la Real había 56 miembros de los confederados de Ronda.

Aunque en general, todos disponían de fusil o mosquetón, las armas escaseaban, y cuando se producía un relevo, los entrantes no traían armas y utilizaban las mismas que soltaban los relevados, que abandonaban el puesto desarmados.

LAS FUERZAS DESTACADAS EN CAMPILLOS
Hemos recibido una cariñosa misiva de los heroicos Carabineros de servicio en Campillos, en la que nos ruegan aclaremos que las fuerzas que guarnecen el pueblo de referencia son: Una compañía del citado Cuerpo, cuyo heroísmo y lealtad al régimen legalmente constituido patentizan a diario, y milicianos.
El comunicado termina con Vivas al Frente Popular, pueblo de Málaga, fuerzas leales y milicianos.
19360905 003 Julio

Los Carabineros que se encontraban en Campillos, tenían como alojamiento y cuartel general, la Ermita de San Benito.



13 DE SEPTIEMBRE

ALMARGEN

A las tres de la noche del domingo 13 de septiembre, se tocó diana a los componentes de la columna del comandante Luis Redondo, que salió de El Saucejo en dirección Almargen. Así lo cuenta el periódico sevillano “La Unión”:

Carretera adelante, limpio y tibio el amanecer, pasamos por el cortijo de “La Lebrona”, que días atrás habían pisado los requetés, venciendo al enemigo en el combate que oportunamente referimos. Allí bifurca la carretera: hacia el Este, la que va a Campillos; hacia el Sudeste, la que viene a Almargen.
Hasta aquel momento, el comandante Redondo, prudente siempre, no nos reveló el objetivo. Nosotros creíamos que íbamos a Campillos, para tapar ese boquete, y luego venir hacia Almargen, después de dejar limpia la espalda de enemigos, y asegurado también El Saucejo de un posible ataque, aprovechándose de nuestra ausencia. Pero el comandante nos dijo que aquella tarde, las tropas del general Varela tomarían Campillos, y, entretanto, además de quedar El Saucejo guarnecido, había dispuesto que en el cruce de los citados caminos quedara fuerza suficiente para contener cualquier eventual sorpresa. Y torció nuestra columna hacia Almargen, como una flecha, cortando el aire sutil de la mañana.
Al fondo, la cadena de altas lomas pedregosas con que se prolonga la sierra del Tablón, y, como última pieza, el promontorio de Algámitas. Corre la columna motorizada, y nos lleva un ansia de caridad, un celo de redención. Nos han dicho que, después de haber asesinado la canalla del frente popular a más de sesenta hombres, tienen, ¡cobardes!, presos a las mujeres y los niños almargeños de aquellas primeras víctimas. Hay prisa por llegar.
Un poste de hierro sostiene el signo de división de las dos provincias. Poco habíamos andado de la tierra malagueña cuando sonaron los primeros tiros. Ya los profanos sabemos nuestra obligación en estos casos. Enrique Valdenebro, ingeniero civil, militarizado con su persona y su "Chrysler" al servicio de la Patria, con el Requeté, como tradicionalista de abolengo, hace prodigios sobre el borde de la cuneta para dejar paso a los camiones de las ametralladoras y piezas artilleras, que se adelantan de su formación en retaguardia, con objeto de emplazarse y apoyar el avance. Pasan las moles, saltan los "boinas rojas" de sus coches y comienza la operación. No se encuentra lugar dominante pare el emplazamiento de la artillería. Ya actuarán, con la brillantez de siempre, a la hora de perseguir al enemigo.
Estamos metidos en un combate serio, muy serio, sin duda el de mayor envergadura en que ha intervenido esta columna. Porque vamos en busca de las llaves de Ronda, y, como después hemos sabido, el mando, o lo que sea, que en Málaga quiere coordinar lo incoordinable, ha prevenido a sus huestes de la imperiosa necesidad de vencer, o de resistir con el mayor tesón, para que Almargen y Cañete la Real no sean expugnadas.

El fuego duró dos horas, desde las seis y media hasta las ocho y media de la mañana. A esa hora, los Requetés y las fuerzas de Caballería hacían su entrada en Almargen, apoderándose de la población. También se apoderaron de un automóvil ligero, lleno de bombas de mano y dinamita.

A medida que avanzamos crece el fragor del combate. El enemigo defiende el terreno palmo a palmo, pegado a las líneas sucesivas y escalonadas de sus ventajosas posiciones, una serie de lomas que cubren el escondido valle en que Almargen está. Y detrás, cerrando también el horizonte como un muro ya, la cordillera anunciada. Dijérase que estamos bajo el fenómeno de una tormenta estival, vibrante y seca. Rezonga la onda de fuego de los fusiles y mosquetones en la anfractuosa red de barranquillos, y el paredón de los montes del fondo, descarnado por las erosiones, devuelve el eco de aquel estrépito. No se ve el pueblo; no se verá hasta que se nos muestre casi al alcance de la mano. A la izquierda despeja el flanco la Caballería cívica del comandante Alfredo Erquicia. Por la derecha avanzan los jinetes de Taxdirt, y el Requeté se ha desplegado y adelanta, bajo un chaparrón de balas.
[…] El enemigo se daba por vencido, pero cobrando cara su retirada, porque no cesaba de disparar, desesperadamente. Se le veía trepar por las alturas de la cordillera fronteriza. Se le veía perfectamente, porque ya hemos dicho que se trata de uno montes, y, como es, además de difícil, expuesto a serio peligro el andar por aquellos lugares arriscados, tenían los fugitivos que aprovechar los remansos de la seca hierba, y sobre ese fondo más claro, las siluetas se destacaban perfectamente. Eran muchos; era una fuerte concentración. Puedo asegurarlo, porque ya en Cañete […] he confirmado con testimonios fidedignos, la composición de la columna enemiga alcanzaba la cifra cuatrocientos hombres, de estos, muy cerca del centenar de guardias civiles, de los cuales bastantes eran veteranos, y, por ende, bien aguerridos y buenos tiradores.
Expulsados del pueblo por el empuje arrollador del Requeté, corriéronse a la estación, y, como decirnos, disponíanse a acribillar a los nuestros, en un repliegue paso a paso, montaña arriba. Pero entra aquí oportunamente la artillería, en cuanto los huidos trataban de ganar la cumbre, y la pericia del capitán (Edmundo) Wesolouski y del teniente (Félix) García Layaristi les produjo bastantes bajas, las cuales hemos podido también confirmar en Cañete, por donde pasaron los heridos camino de Málaga. […]
Entramos en Almargen con los primeros ocupantes. En la tragedia griega no hay una sola jornada que alcance la magnitud de emoción como la que inspira este pueblo, deshabitado en su suburbio, lleno más de espectros que de personas en sus calles y plazas principales. Salen a nuestro encuentro las mujeres, como en una procesión de fantasmas. Todas vestidas de negro, entrelazados los brazos, en grupos, como asistiéndose y ayudándose mutuamente en el transporte sobre sus débiles hombros de la cruz de sus dolores. Quien lleva el luto por nueve o diez personas de su familia; cual otra queda en el mayor desamparo. Tienen los ojos enrojecidos de tanto llorar. Corren de un lado para otro, como enajenadas, traídas y llevadas por el espanto. […] Madres, hijas, viudas, hermanas, el desfile alocado nos prende el ánimo compadecido y a la vez respetuoso. Y todas interrogan: — ¿Por qué no habéis venido antes?—Ven en el centro de la plaza flamear la bandera, y corren hacia ella y la besan, como si quisieran ofrecerle el holocausto de sus almas, con supremo sacrificio.
Los criminales que han asolado este pueblo, teniéndolo en suplicio durante cincuenta días, han producido la muerte a sesenta y cuatro personas, sin compasión, con crueldad sádica y monstruosa. En la sala de armas del cuartel de la Guardia Civil, las paredes, hasta el techo, están salpicadas de sangre. La iglesia está, como las que hemos anteriormente visto, destrozada.
19360916 12 y 13 La Unión

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2023/08/almargen-verano-del-36.html

Tomada la población, algunas fuerzas del Requeté y de Caballería salieron de Almargen para hacer un reconocimiento ofensivo por unas lomas de los alrededores, las cuales quedaron limpias de enemigos. Sobre el campo quedaron diecisiete muertos; aunque pensaban que las bajas debieron ser mucho más elevadas. Entre los nacionales, no pasaron de diez heridos.

CAMPILLOS

Ese mismo día, a las nueve de la mañana, después de oír misa en la iglesia de San Andrés de Córdoba, el general José E. Varela se trasladó hacia Antequera. Le acompañaban su ayudante y escolta. Ya debía ser conocedor de la conquista de Almargen. Al llegar a Montilla le informaron de que dos aparatos “rojos” habían bombardeado dicha población, causando cinco paisanos muertos y ocho heridos.

A las nueve y media de la mañana, se puso en marcha la “Columna de Antequera” en dirección a Campillos. La marcha era lenta, pues la carretera no está en muy buenas condiciones. Estaba mandada por el comandante de Infantería Rafael Corrales Romero (Ronda, 1897), y estaba compuesta por una compañía del primer Tabor de Regulares nº 3 de Ceuta; dos compañías de Infantería de Marina procedentes de la localidad gaditana de San Fernando; una compañía de fusiles así como otra de ametralladoras y una sección de morteros del Regimiento de Infantería "Granada" nº 9 de Sevilla; dos centurias de Falange de Sevilla; dos baterías de artillería de 75 mm; una sección de Zapadores también procedente de Sevilla, una sección de la columna de municiones, una ambulancia y un tanque de gasolina. Desde muy temprano, dos aviones de bombardeo Breguet XIX, de la base de Tablada, llegaron a Antequera para cooperar a las operaciones.

Las dos compañías de Infantería de Marina que iban en la columna, habían salido de la localidad gaditana de San Fernando para Antequera, el 9 de septiembre para incorporarse a la columna del comandante Corrales. Constituían el Primer Batallón Expedicionario de Infantería de Marina, al mando del comandante Fernando García Bohórquez, y el de las dos compañías que lo integraban a los capitanes Pedro Curiel Palazuelos y Antonio Ristori Fernández.



Así cuenta la salida de la columna de Antequera, el corresponsal del periódico «ABC», Gil Gómez Bajuelo, en su libro «MÁLAGA BAJO EL DOMINIO ROJO», en las página 23:

A Campillos nos vamos. Todos llevamos mosquetón, porque dicen que la carretera es peligrosa. En el camino, vemos los cadáveres de tres ciclistas, cerca de un destacamento. Venían de Sierra Yeguas, con sus armas.

A tres kilómetros del pueblo, tras media hora de marcha, se ordena alto a la columna. Está el enemigo a la vista. Ocupa dos trincheras y un parapeto de sacos terreros. Silban las primeras balas, mientras los Regulares, apoyados por la artillería, se abren en guerrilla y atacan, envueltos en polvo y entonando sus gritos característicos.

Truena el cañón. Ellos también tienen, pero tiran muy mal. Avanzan los nuestros. Más trincheras y parapetos, que pronto son desalojados.
19360918 13 La Unión

Ante el avance de las tropas nacionales, los defensores sostuvieron un pequeño tiroteo, pero no resistieron mucho y se replegaron hacia el pueblo. Desde la torre parroquial, que se asoma tras de una loma, los vigilantes han observado el resultado de la refriega. En ese momento, comenzaron a salir camiones por la carretera en dirección a Málaga.

Ya estamos a la entrada del pueblo. Nuestra artillería bate la carretera, por donde huyen seis camiones de rojos. Minutos después la bandera roja y gualda ondea en el Ayuntamiento. Hemos tenido cinco heridos. Ellos dejaron cuarenta muertos, entre ellos un teniente de la Guardia civil y un alférez de Carabineros.
La gente se ha lanzado a la calle vitoreando a España y al Ejército. Las mujeres lloran, Cuarenta familias han puesto de luto los asesinos que huyeron a nuestro empuje.
19360918 13 La Unión

En el pueblo había soldados de Málaga y milicianos. Pero todos huyeron veloces. En la huida dejaron apartada, en la Casa del Pueblo, comida para mil personas, que aprovecharon las tropas. Capotes de soldados, una guerrera de teniente de Carabineros con brazalete rojo; telegramas muy interesantes, libros de memorias…
Vimos el de un rojo, que había empezado a escribirlo el 11 de septiembre. Y solo tenía escritos unos renglones, diciendo que habían venido de Peñarrubia el día anterior, y que se habían instalado en el Grupo Escolar. ¡Pronto tuvo que mudarse!
Cuando la vanguardia mora entró en Campillos, el primero que cayó tenía aún un brazalete rojo, con las iniciales UHP.
19360917 004 ABC

UHP, eran las siglas de “Uníos Hermanos Proletarios”, una consigna que simbolizaba la alianza obrera suscrita por los revolucionarios de Asturias en octubre de 1934.

Por su parte, Baltasar Peña Hinojosa, en su libro, «PEQUEÑA HISTORIA DE LA VILLA DE CAMPILLOS», en las páginas 165 y 166, escribe:

El día 13 por la mañana se reciben noticias de que ha comenzado el ataque nacional. A las pocas horas los milicianos que se encuentran de vigías en la torre, anuncian que las tropas vienen hacia Campillos. El pueblo, sugestionado por los anuncios de los rojos que atribuían a los nacionales fusilamientos y desmanes en los pueblos que ocupaban, inicia hacia Málaga su huida en un triste éxodo de miseria y desesperación. Por la carretera de Málaga hacia Peñarrubia y por la de Teba marchan milicianos, mujeres y niños sin saber por qué huyen y por qué abandonan su pueblo y su hogar.
A las once y medía ocupa el pueblo la vanguardia de la columna del comandante Corrales. A las pocas horas llega por el camino de Almargen la caballería de la policía montada (de Sevilla), mandada por el comandante (Alfredo) Erquicia.
Las calles están desiertas: las personas de orden que aún subsisten acobardados y escondidos en los últimos rincones de sus casas esperando el momento de la liberación, casi no se dieron cuenta de ella. Los pocos rojos que se quedaron tratan de ocultarse a la vista de los que llegan.
Al ocupar el ejército la Plaza, desde la posada de Antonio Romero suena un disparo que hiere a un soldado. Sus compañeros avanzan hacia la misma en busca del agresor y el miliciano que disparara huye por la parte trasera hacia el campo. Este desgraciado suceso cuesta la vida a algunas personas de derechas que ya creían llegado su momento de salvación.
El espectáculo del pueblo es desolador. La mayoría de las casas abandonadas, muchas puertas abiertas, algunos cadáveres en plena calle, los animales sueltos en ellas y un silencio medroso.
Comienzan a salir las personas perseguidas hasta entonces, todas ellas con el espanto reflejado en su cara ya que era rara la familia que no contaba con alguna víctima. Familiares que no se habían visto en los dos meses trágicos se abrazaban emocionados. Aún se sentían disparos hacía el camino de Málaga.

Baltasar Peña, cuando dice “Este desgraciado suceso cuesta la vida a algunas personas de derechas”, se refiere a Antonio Romero Romero, un joven de 15 años, que murió accidentalmente en la puerta de la posada de sus padres, por una bala perdida.


También falleció en ese momento, en las mismas circunstancias, Antonio Romero Lozano, que pienso era hermano de la madre del primero, aunque este dato no lo tengo confirmado.

Esta información me la dio Francisco Guerrero Berdún, hermano de mi suegro Salvador Guerrero, en una de las largas charlas que tuve con él sobre estos temas. El tío Frasco, que además de familia era un gran amigo, tenía 13 años cuando comenzó la guerra civil. Poseía una memoria increíble, y te contaba aquellos sucesos como si los acabara de vivir, con nombres y apellidos. Muchos de esos relatos, he podido verificar su veracidad posteriormente por otras fuentes.

Otra de las cosas que me contó el tío Frasco, fue que los milicianos del pueblo habían hecho una gran zanja, donde había una alcantarilla, para cortar la carretera de Antequera, y dificultar que pasaran las tropas nacionales, pero la sección de Zapadores que venía con la columna colocó unas vigas con unos tablones, de tal forma pudieron pasar los equipos pesados.

También me contó, que a la entrada de Campillos por dicha carretera, a la izquierda, en el cerro de “Enmedio”, donde están ahora las antenas de la telefonía, pusieron un mortero desde el que dispararon contra el pueblo.

Así relata la entrada a Campillos, Enrique Tello Mazzariego, que venía con la columna del comandante Corrales, en el periódico “La Unión”

Cuando el vigía, que, como en otros pueblos, tenían apostados en la torre de la iglesia—la iglesia profanada, mutilada por manos viles—anunció la llegada de nuestra columna, se inició la desbandada, siendo los jefes los primeros en poner por medio la mayor cantidad de terreno posible. El ataque y la oportunidad para realizarlo, constituyó para ellos la mayor sorpresa. En la casa en que se alojaba el “estado mayor" quedaron abandonados documentos, prensa, roja desde luego, y otras cosas pertenecientes a jefes y oficiales; en el cuartel, el rancho, carne con tomate, que tenían preparada para su yantar de medio día; en la iglesia, albergue de la “masa", los colchones repartidos por el suelo en todo su amplio espacio, prendas de vestir, restos de comidas.
La nota emocional estaba junto a uno de los pilares del templo. Sobre un colchón doblado, apilado sobre otros enseres modestos, un perrillo observaba con ojos vigilantes y desconfiado el ir y venir de los soldados, y enseñaba los dientes a cuantos se acercaban al ajuar del amo que huyó, abandonándole. Bella imagen de la fidelidad, de la lealtad, del afecto, que su amo no supo observar para con su Patria ni para con él. A veces los animales dan ejemplares lecciones a las personas.
La resistencia a nuestras tropas la hicieron los rezagados con fuego de fusilería. El grueso de las fuerzas rojas no se atrevió a defender la posesión del pueblo. Fue emocionante el despliegue en guerrilla de los Regulares, previa preparación la Artillería, bien apoyado su flanco por la Infantería y la Falange. Los nuestros se batieron con valor, con empuje, y Campillos quedo reconquistado para la causa nacional.
19360916 08 La Unión



Las autoridades municipales, y los miembros del Comité, huyeron al aproximarse las fuerzas nacionales llevándose fondos de la Caja Municipal por diferentes conceptos en cantidad de 21.540,63 pesetas.

El alcalde socialista, Pedro Velasco Olmo, que fue detenido al acabar la guerra, en el puerto de Alicante cuando quería salir de España, declaró en la Causa 6113 que se le abrió:

Que siete u ocho días antes de la entrada de las tropas nacionales en Campillos, fue depositada en un banco de Málaga una cantidad aproximadamente de veinte mil pesetas, pero hace constar que dicho dinero lo entregó al Comité de refugiados de Campillos que se constituyó en Málaga, con el fin de que se repartiese y socorriese a aquellos.

Sobre este particular, Federico Manzano Sancho declaró en dicha Causa, sobre la actuación del alcalde:

Que con respecto a la moralidad pública, es de todo punto intachable, relatando que al huir de Campillos por ser ocupada por las tropas Nacionales, se llevó del Ayuntamiento una cantidad de dinero, teniendo referencias que las repartió entre los refugiados vecinos de Campillos; añade igualmente que al huir de la capital de Málaga, substrajo los fondos de la Diputación de Málaga, y que según ha oído, la cantidad que se llevó la entregó íntegramente al Gobierno rojo. Que deja a salvo la responsabilidad que le cupiera por haber sido el dirigente político máximo durante la dominación marxista en Campillos, y que no supo, no pudo, o no quiso oponerse a los desmanes que se perpetraron.

El general José E. Varela conversando con el comandante Rafael Corrales

Alfonso Ruiz Padilla en su libro «CAMPILLOS, 1936», en la página 64, cuenta como “los moros de la Compañía de Regulares, ordenan ponerse en fila, en dirección al cementerio, a aquellos que tenían un brazalete con las iniciales UHP o que fueran señalados marxistas. Al llegar a la calle Carmen, algunos fueron salvados de ser fusilados por interceder algún falangista ante el pelotón de ejecución. No existen datos sobre las personas que fueron ejecutadas”

El tío Frasco me contó que en el “callejón de los Tristes”, pegado a la sacristía, entre la plaza de abastos y la esquina que da a la calle Santa Ana, había una fila entera de muertos. Y en la calle Santa Ana, a la altura de los números 7 y 8, había diez o doce muertos más.

Oficialmente, la conquista de Campillos por la columna del comandante Corrales, se produjo a las 13,45 de ese día. Así se indica en el «DIARIO DE OPERACIONES», del general José E. Varela

A las 18 salió S.E. de Antequera con su cuartel general y escolta para Campillos, que se había tomado por la columna mandada por el comandante Corrales a las 13,45.

En el mismo Diario del general Varela, se manifiesta, que en el bando republicano ese día hubo veinticinco muertos y veintitrés prisioneros.

Al enemigo se le castigó duramente dejando en nuestro poder 25 muertos, numeroso armamento y 23 prisioneros, entre ellos tres milicianas. S.E. pernoctó en Antequera sin novedad.

Sobre esas tres milicianas, Gil Gómez Bajuelo nos habla en las páginas 24 y 25, de su libro «MÁLAGA BAJO EL DOMINIO ROJO»

—En el cuartel de la Guardia civil—nos dijeron—hay detenidas tres milicianas rojas.
Y fuimos al cuartel. En una habitación, sobre dos camas, había tres muchachas, de dieciocho a veinte años. Vestían unos monos caqui y lloraban amargamente.
Fueron detenidas en una casa comunista, donde residían “Los hijos de la noche”.
El cura del pueblo (¿? los dos curas habían sido asesinados) intercedió por ellas, afirmando que eran inocentes. Una comisión de mujeres de Campillos abogó también por ellas.
No tenían calzado. Y bajo los monos tenían unas camisas de hombre. Dos eran de Coín, pero una era de Sevilla. Interrumpí su llanto:
— ¿Cómo te llamas, muchacha?
— Eloísa Jurado.
— ¿Eres de Sevilla?
— Sí, señor.
— ¿Dónde vives en Sevilla?
— En la calle Valparaíso, en el numero 8. Yo soy peluquera, ¿sabe usted?, y estuve colocada en una peluquería de la calle Álvarez Quintero. Ahora, estaba en Alcalá de Guadaira.
— ¿Y como estas aquí, con ese mono?
— Porque yo vine a Coín, antes de los sucesos, a reponerme. Y ayer, en la carretera, nos cogieron los rojos, nos desnudaron y nos dejaron cerca de aquí, en la carretera. Llegamos a este pueblo esta mañana, y en una casa pudimos refugiarnos y vestirnos con esto.
— ¿Y en esa casa...?
— En esa casa nos han detenido, como si fuéramos de malas ideas.
Al terminar su relate Eloísa vuelve a llorar. Y las otras dos le acompañan.
El centinela que guarda la puerta de la habitación, pasea indiferente...

También lo hace Enrique Tello Mazzariego, para el periódico “La Unión”:

También en el Sur hay milicianas rojas. Por primera vez han sido vistas en Campillos, y tres de ellas, abandonadas por sus compañeros como el rancho, como las prendas, como las armas que estorbaban para huir, fueron hechas prisioneras.
Las sorprendieron en una casa del pueblo, donde se habían escondido al entrar nuestras tropas, vistiendo todavía su uniforme, el “mono” caqui, y quitándose el correaje de que también van provistas, y que forma parte del mismo. Son jovencitas, 17 o 18 años a lo más, y, al verse sorprendidas, lloran amargamente. Los nuestros, caballeros, y ellas mujeres al fin, se limitan a detenerlas y entregarlas al comandante jefe de la columna para que disponga de ellas. Una rubita, agraciada, dice que es de Sevilla, que vivía en la calle Enladrillada y que estuvo de sirvienta en el barrio del Porvenir; otra, la más joven, morena, chatilla, según ella, es de Coín; la otra es malagueña, perchelera, por lo que manifiesta.
Las tres, entre lágrimas, hacen las mismas protestas de inocencia. En la flor de la vida, temen a la muerte. Con la uniformidad de sus vestidos, los cabellos cortos, despeinados, y el rostro pálido por la angustia en nada nos recuerdan a las mocitas de barrio, jaraneras, con la cara limpia y sonrosada, y la flor en el pelo colocada con ese arte especial que tienen las mujeres de Andalucía.
Ellas han querido ver la guerra de cerca, o es verdad que las han obligado, como dicen, y ahora añoran con toda su corazón la casa de vecindad, su trabajo, sus tiestos flores cuidados con tanto esmero, que en mala hora cambiaron por el fusil y este deambular por los campos y los pueblos de Dios, siempre huyendo, siempre con el temor de que llegará el momento terrible de ahora, caer «prisioneras, o, lo que es peor, la muerte.
Ellas, que han visto matar a tantos inocentes, por el placer de matar, no se explican que todavía no les hayan aplicado la misma ley. En sus ojos se lee el horror y la esperanza.
— Nos trajeron a la fuerza.
— Nos quitaron toda la ropa y nos obligaron a ponernos el mono.
— Casi no nos daban de comer.
Así siguen clamando, deshechas, aniquiladas, sin atender las frases de consuelo.
¡Pobrecillas!
19360916 08 y 09 La Unión


En la prensa nacionalista, se recogió así la noticia de la caída de Campillos.

En el frente de Antequera, las tropas nacionales tomaron el pueblo de Campillos. Hicieron a los rojos muchas bajas. Entre los muertos había un alférez de la Guardia civil y un teniente de Carabineros. El pueblo ha sido fortificado y los elementos de orden armados convenientemente.
19360914 005 La Voz

Las bajas de nuestra columna fueron cinco heridos de ellos tres leves y uno de pronóstico reservado […]. Se presentó un cabo de la guardia civil con armamento completo, al grito de ¡Viva España! Venía de Málaga. Después se procedió a recoger el armamento abandonado en el campo. Una vez ocupado Campillos, se restablecieron las comunicaciones telefónicas con dicho pueblo. Se ocupó un coche Citroën con dinamita. La columna recogió también el cadáver de un alférez de Carabineros.
19360914 011 La Voz

Alguna persona de las que me está leyendo, se preguntará por qué no doy también la versión de lo ocurrido estos días, dada por los medios y autoridades republicanas, y no lo hago porque no existe dicha información. He buscado en muchísima documentación, y lo único que he encontrado es este Parte oficial, radiado a las diez de la noche del día 14 de septiembre, desde el Ministerio de la Guerra, y que fue recogido al día siguiente por mucha prensa, entre ellos el ABC madrileño y La Vanguardia catalana

FRENTE DEL SUR—En Campillos (Málaga) se ha infligido al enemigo una seria derrota, obligándole a dejar en nuestro poder tres cañones, una ambulancia con heridos y un camión de municiones. La aviación colaboró activamente en esta acción.
19360915 011 La Vanguardia
19360915 013 ABC

En todos los municipios pertenecientes a la 2ª División Militar, que eran ocupados por las tropas nacionales, el comandante militar que venía al frente de dichas tropas, tenía la orden de nombrar una Comisión Gestora Municipal que se hiciera cargo de la gestión del pueblo. El comandante Rafael Corrales, nombra ese día a Tomás Palop Campos, labrador, que vivía en la calle San Benito, nº 24, a Alfonso Berdún Romero (1897), comerciante en calle Guzmanes, nº 12, a Francisco Barrón Ramírez (1883), industrial, en calle Santa Ana, nº 9, y a Enrique Castillo, gestores municipales del Ayuntamiento de Campillos.

Tomás Palop Campos, sería designado presidente de dicha Gestora Municipal.

Tomás Palop Campos (1908), hijo de Antonio Palop Casasola y de Mercedes Campos Pérez, estaba casado con Carlota Durán Molina (1908). Tomás fue una de las dos personas que pudieron escapar del asesinato de las veinte personas el día 15 de agosto de 1936, cerca de “El Arquillo”. Volvió a Campillos el 13 de septiembre con las tropas nacionales del comandante Rafael Corrales, siendo nombrado, ese mismo día, presidente de la Comisión Gestora que gobernaría Campillos durante esas primeras semanas, hasta el 20 de octubre de 1936.

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2023/05/campillos-ocho-semanas-de-terror-en-el_14.html

Tomás Palop Campos

Según Baltasar Peña, desde la Gestora, “se nombran diversas comisiones para tratar de normalizar la vida ciudadana: retirada de cadáveres, limpieza de las calles, cierre de casas abandonadas, recogida de ganados y granos, desarrollo de los servicios de correos, y administración de la cárcel”.

Volviendo a mis conversaciones con el tío Frasco, ese mismo día o al día siguiente, en un camión recogieron a los muertos que había en las calles. En la explanada que hay en la puerta del cementerio, quemaron unos treinta o cuarenta cadáveres. En ese lugar, en la esquina de la calle del Carmen con la carretera, había un pilar de unos seis metros de largo, con una fuente para que bebieran los mulos. Al lado de ese pilar, entre el mismo y la carretera, arrimaron un carro de leña, la pusieron debajo y encima los muertos. Le echaron unas latas de gasolina, y les prendieron fuego. Durante toda la noche ardieron, teniendo los vecinos que cerrar las puertas y ventanas de sus casas por el gran hedor que se desprendía. Los militares no dejaron a nadie ir por allí esa noche. A los que mataron posteriormente, los enterraban en una fosa común.

Gran parte de la población había huido atemorizada por las carreteras de Peñarrubia y Teba, muriendo algunos en el tiroteo, entre ellos estaba el ex alcalde de Campillos, Juan Durán Molina.

Juan Durán Molina era abogado, y tenía 25 años. Vivía en la calle San Benito, 9. Era hijo de Diego Durán Cuellar, que tenía una administración de Lotería. Había sido alcalde desde el 30 de marzo de 1935 hasta el 8 de enero de 1936. Era cuñado de Tomás Palop Campos, ya que éste estaba casado con su hermana, Carlota Durán Molina. Ese día se dio la circunstancia, que los mismos que hacen alcalde al marido de Carlota, matan a su hermano.

Unas semanas más tarde, encontramos en la prensa malagueña un aviso de sus familiares que habían huido a Málaga, preguntando por él.

AVISOS FAMILIARES
Se ruega a quien sepa el paradero del miliciano de Campillos Juan Durán Molina, lo comunique a la Administración de este periódico.
19361008 002 El Popular

Otra persona que murió ese día, aunque ignoro las circunstancias de su fallecimiento, fue Rafael Luna Anoria, hermano de Benito Luna Anoria.

Gil Gómez Bajuelo, que iba con la columna que entró en Campillos, escribe en su libro «MÁLAGA BAJO EL DOMINIO ROJO» sobre ese día:

Antes de irnos del pueblo (vuelta a Antequera), tenemos la visita de tres aparatos rojos de bombardeo y uno de caza. Traen los discos rojos bajo el ala superior. En el ala baja, las bombas. A nosotros nos cogen en las afueras del pueblo, junto a las baterías del capitán (Rafael) Esquivias y del teniente (Alonso) Alarcón, No es buen sitio si vienen buscando las piezas. Nos corremos a la esquina de una casa en el momento en que pasan los aparatos en la vertical. Es cosa de una inquietud de segundos. Al fin, pasan, y en el centro del pueblo aligeran el peso, arrojando las bombas. Afortunadamente, no hay víctimas. Pero han quedado destrozados tres coches de turismo y un camión de Sanidad. Las bombas cayeron en la calle principal del pueblo.

Esa tarde llegó a Campillos, procedente de Almargen, en cuya ocupación tomaron parte, el Escuadrón de Voluntarios de Policía Montada de Sevilla, al mando del comandante de Infantería Alfredo Erquicia Aranda (1897)

El comandante Erquicia, era uno de los muchos militares, que tras participar en la guerra de África, donde consiguió alcanzar el empleo de comandante por méritos de guerra, pasaría a la reserva como consecuencia de la reforma militar emprendida por Manuel Azaña, al frente del Ministerio de la Guerra, durante los primeros meses de la Segunda República. Tras el estallido de la Guerra civil se unió al bando sublevado.

El “Grupo Voluntario de Policía Montada de Sevilla”, se creó a principios de agosto de 1936 en el cortijo del Cuarto, donde estuvo la ganadería de Miura, a cuatro kilómetros de Sevilla. En el Grupo, por el que pasaron más de trescientos voluntarios, convivieron miembros de la aristocracia y ricos propietarios, con obreros, capataces, etc. Eran en su mayoría labradores y ganaderos que habían cambiado la garrocha por el mosquetón. Vestían mono beige claro y se tocaban con sombreros de palma o de ala ancha con la escarapela rojigualda.

Según declaró el comandante Alfredo Erquicia en una entrevista: “Nuestros principales fines, dentro siempre de la disciplina militar y de su Código de Justicia, son: el auxilio a la Guardia civil, la persecución de los marxistas que han huido al campo, el desarme total de caseríos y pueblos, y la organización en éstos de milicias idénticas a la nuestra”. En enero de 1937 se disolvió el Grupo, y se integró en los dos escuadrones de Caballería de la Falange de Andalucía.

Esa noche, los militares de la columna de más alta graduación se hospedaron en los domicilios de algunas personas de derechas. El tío Frasco, me contó que en casa de su abuelo materno, Salvador Berdún Franco, se alojó uno de los mandos que venía al frente de las dos compañías de Infantería de Marina que componían la columna. Se trataba de Salvador García Franco y resultó ser que eran parientes. Los dos tenían ascendientes en Cañete. Allí en la casa del abuelo estuvo tres o cuatro días.

Salvador García Franco, sería posteriormente coronel astrónomo de la Real Armada Española. Había nacido en San Fernando en 1884 y murió en Madrid en 1961. Tiene una calle dedicada en San Fernando (Cádiz). Publicó varios libros sobre náutica y astronomía.

Con posterioridad, en la pared del antiguo ayuntamiento, en la esquina de la calle Santa Ana, se colocó una placa conmemorativa de la entrada de las tropas del general Varela en Campillos.


Esa placa, fue retirada a principios del año 1976, por don César Rodríguez Docampo, a los pocos días de ser nombrado alcalde de Campillos. Fue una de las primeras decisiones que tomó.

El cerco sobre Ronda se estaba cerrando. Las columnas de “El Saucejo” y la de “Antequera”, habían ocupado ese día 13 de septiembre, las poblaciones de Almargen y Campillos, según estaba planificado. La tercera columna, la de “Cádiz”, ese día pudo entrar la vanguardia en Grazalema, pero encontró una gran resistencia, y no fue hasta el día siguiente cuando pudo tomar la localidad. Pero de esto hablaré en la próxima Crónica.

14 DE SEPTIEMBRE

CAÑETE LA REAL

Siguiendo la Orden de Operaciones del Estado Mayor del “Ejército de Operaciones del Sur”, las fuerzas del comandante Luis Redondo, pernoctaron en Almargen y salieron el 14 de septiembre para la toma de Cañete la Real. El pueblo ocupa una posición casi inexpugnable, siendo el camino más accidentado y peligroso que el del día anterior, que les llevó de El Saucejo a Almargen.

Se formaron dos columnas de Requetés con unos objetivos señalados de antemano: una motorizada que marcharía por la carretera que va escalando la altura de la montaña, y la otra columna a pie, mandada por el capitán Enrique Barrau Salado, que tenía como objetivo trepar, campo a través, por las pedregosas lomas, y descolgarse luego a la otra vertiente, por el suave declive en que se asienta Cañete la Real, para coincidir con el grueso de la columna motorizada, kilómetro y medio antes de llegar al pueblo.

Capitán Enrique Barrau

Casi de noche todavía, los piquetes de “boinas rojas” a las órdenes de Barrau emprendieron la marcha. Hicieron una maniobra envolvente, flanqueando las alturas de la izquierda, que realizaron con rapidez y acierto, y muy de mañana sorprendieron a los defensores del pueblo, con los que se sostuvo, a la entrada del pueblo, tiroteos de alguna intensidad. Estos, huyeron antes de verse envueltos, cuando apareciera el grueso de la columna. A la entrada del pueblo, habían construido unos paredones para defender la población, con muchas piedras y sacos terreros.

La columna motorizada se entretuvo más, al tener que detenerse con frecuencia para desactivar artefactos explosivos, y para reconstruir un puente, al que le habían destruido todo el arco con una gran carga de dinamita. Cuando llegaron los coches y camiones a la población, ya estaban las tropas de a pie andando por las calles solitarias de Cañete. Sobre el campo los defensores dejaron once muertos.

La aviación republicana, procedente de Málaga, se presentó entrada la mañana. El capitán de Artillería, Edmundo Wesolouski, les disparó con la batería de 75 mm, alcanzando a uno de los aviones que se retiró maltrecho.

La columna del comandante Redondo pernoctó esa noche y la siguiente en Cañete, a la espera del encuentro con la columna del comandante Rafael Corrales, que se produciría el día 16 en el cruce de la carretera de Cañete con la de Ronda.

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2023/12/canete-la-real-verano-del-36.html

CONTRAATAQUE SOBRE CAMPILLOS

En este día, 14 de septiembre, los milicianos con el apoyo de fuerzas llegadas de Málaga, intentan recuperar Campillos desde el cortijo “El Arquillo” donde instalan un cañón y, amparados por los eucaliptos que había en la carretera, se aproximan bastante al pueblo protegidos por el cauce del arroyo Rincón, pero el fuego graneado del ejército les hace desistir, después de dejar bastantes muertos en el llano.

Hoy lunes, día siguiente a la toma de Campillos, el enemigo ha pretendido reconquistar el pueblo. A favor del terreno, se han aproximado bastante. Han hecho fuego de cañón y de fusilería. Primero, se advirtió la presencia de unos grupos. Luego se les vio desplegarse en guerrilla, magníficamente. Los disparos de cañón cayeron a diez metros de nuestra artillería. Nuestras piezas redujeron al silencio al enemigo y avanzaron, dominando unas alturas. Al ataque de nuestros infantes, respondió el enemigo batiéndose en retirada.
Por la tarde, volvieron los aparatos rojos, descargando su metralla. Tampoco hubo víctimas. Y esta vez los autos no sufrieron desperfectos. Solo un tejado de la iglesia sufrió escaso deterioro.
GIL GÓMEZ BAJUELO – MÁLAGA BAJO EL DOMINIO ROJO (página 26)

Fuerzas rojas, procedentes de Málaga y otros pueblos, inició un ataque contra Campillos, sobre el que comenzó a hacer fuego de fusilería y cañón.
Inmediatamente las tropas de la columna del comandante Corrales, que guarnecen el pueblo, dieron la réplica adecuada y contestaron al fuego que se les hacía, adelantando sobre las posiciones en que se resguardaba el enemigo, protegidas por la artillería, cuyos disparos fueron eficacísimos, haciendo callar la contraria.
Los cañones de las baterías de los capitanes (Rafael) Esquivias y Lafuente, batieron admirablemente a los grupos de milicianos rojos, ya en franca huida, para no caer en el movimiento envolvente que hicieron los Regulares, flanqueados por las fuerzas del Escuadrón de Voluntarios de Sevilla, que llegó a Campillos en la tarde del domingo, procedente de Almargen, en cuya ocupación tomaron parte, y con la infantería a retaguardia, que también realizaron una magnífica labor de protección.
Los rojos dejaron sobre el campo varios muertos, y a los que huían se les vio conducir a hombros los heridas hasta los camiones en que llegaron, y en los que consiguieron abandonar el campo de batalla. Fracasó el loco intento.
En nuestras fuerzas no hubo ninguna baja, ni tan sólo un herido, reinando en ellas el mayor entusiasmo por el triunfo alcanzado, que fue celebrado con vivas y otras manifestaciones de entusiasmo.
Más tarde el general Varela visitó las fuerzas de Campillos, regresando después a Antequera.
ENRIQUE TELLO MAZZARIEGO - 19360916 09 LA UNIÓN

SIERRA DE YEGUAS

En la "Orden de Operaciones" que tenía por objeto la ocupación de Campillos, Peñarrubia, Teba, Cuevas del Becerro y finalmente Ronda, que había dictado el Estado Mayor del “Ejército de Operaciones del Sur”, estaba previsto que al día siguiente de la toma de Campillos, se debía de tomar la población de Peñarrubia.

Sin embargo la toma de Peñarrubia no se realizó el día 14 tal y como estaba previsto. Una de las causas fue ese ataque que había sufrido Campillos con dos piezas de artillería, que se situaron a unos tres kilómetros en la carretera de Málaga, así como por la aviación republicana que protegía mediante el fuego y bombardeo a las fuerzas que intentaban avanzar hacia Campillos.

Otro de los motivos fue que el pueblo de Sierra de Yeguas quedaba en retaguardia y las fuerzas republicanas establecidas, podían avanzar sobre Campillos si quedaba desguarnecido. Además, no había dado tiempo a organizar y armar a los paisanos "de orden" de Campillos, y que la guarnición inicialmente prevista que habría de dejar en el pueblo, era aún reducida.

Es por lo que a las 12,45 horas, salió el general Varela con su Estado Mayor, ayudante y escolta de Antequera en dirección a Campillos, donde tras entrevistarse con el comandante Rafael Corrales, marcha de nuevo a Antequera a las 14,30, desde donde informa al general Queipo de Llano sobre las razones por las cuales no consideraba conveniente avanzar hacia Peñarrubia tal y como estaba ordenado.

Después de hablar con Queipo de Llano, el general Varela dispuso que se ocupase primeramente Sierra de Yeguas por el Escuadrón de caballería de Voluntarios de Sevilla recién incorporado al mando del comandante Alfredo Erquicia, una compañía de Infantería de Marina, mandada por el capitán Antonio Ristori Fernández, y una sección de ametralladoras pertenecientes a la columna del comandante Corrales, protegidas por la aviación propia.



Así lo cuenta Gil Gómez Bajuelo en su libro.

Después del bombardeo, han formado en la plaza los jinetes y han marchado a la conquista de Sierra Yeguas. Van Romualdo Jiménez Carlés, Pepe el Algabeño, Curro Durán, Guillermo Eizaguirre y muchos más, hasta ciento cincuenta. Toreros, futbolistas y muchos señoritos andaluces, de los que el ABC de Madrid, dice que han huido a Gibraltar, ante el empuje marxista.
En Sierra Yeguas, entró el escuadrón de la Policía Montada, de Sevilla. Los señoritos sevillanos, jaraneros y marchosos, que huyeron a Gibraltar ante el empuje marxista, según la prensa madrileña, subieron bravamente sobre sus corceles, por las lomas de Sierra Yeguas... Diestros, ágiles, acometedores, fueron cercando al pueblo. Y cuando el sol en su agonía, amarilleaba el blanco caserío, entraron los jinetes con sus anchos sombreros, ceñidos los barbuquejos, como una vieja estampa de Flandes.
Un motivo muy español para la película guerrera. El comandante Erquicia, que mandaba el escuadrón entró aclamado por el pueblo. Un pueblo más, incorporado a España por la acción de los caballistas andaluces.
GIL GÓMEZ BAJUELO – MÁLAGA BAJO EL DOMINIO ROJO (páginas 26 y 27)

Sobre las seis de la tarde, ocupaban Sierra de Yeguas, causando a las fuerzas republicanas que la defendían cinco muertos y capturando diverso armamento, munición, dos camiones, tres vehículos ligeros y haciendo numerosos prisioneros.

Por su parte, la columna del comandante Erquicia tuvo un guardia civil, un soldado del Cuerpo de Regulares de Ceuta, un cabo de Infantería de Marina, un soldado de Ingenieros, tres hombres de la Policía Montada y un falangista heridos.

Los miembros de la columna, una vez alcanzado el objetivo, volvieron a Campillos, siendo relevados en Sierra de Yeguas por una compañía de La Roda de Andalucía, motorizada a tal efecto, y disminuida en 30 hombres que se habían quedado guarneciendo La Roda.

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2024/01/sierra-de-yeguas-verano-del-36.html

15 DE SEPTIEMBRE

PEÑARRUBIA

La columna del comandante Corrales, salió de Campillos al amanecer en dirección a Peñarrubia. En Campillos quedó de guarnición, como comandante militar un sargento de la Guardia Civil, con una bandera de Falange.

La salida de Campillos se hace, yendo los coches por la carretera, a doscientos metros unos de otros. Vamos en dirección a Peñarrubia.
A unos trescientos metros vemos en la cuneta el cadáver de un teniente de Carabineros. Pocos pasos más hay otro cadáver, también de Carabineros. Estos fueron muertos ayer por los Regulares, cuando intentaban un ataque a Campillos.
En pleno camino hacemos una parada al divisar un aparato. Pero es nuestro y seguimos adelante.
En la curva de la carretera antes de entrar en el pueblo, había veintisiete minas.
GIL GOMEZ BAJUELO
19360919 003 y 004 ABC

A las ocho de la mañana entraron en Peñarrubia, en vanguardia los Regulares del primer tabor de Ceuta al mando del capitán Fernando Gómez (López). Defendían al pueblo dos secciones de Infantería del Regimiento Vitoria nº 8 de Málaga, que a los primeros disparos salieron huyendo. Los Regulares y la Policía Montada de Sevilla, salieron en su persecución. Hubo bastantes bajas entre los defensores.

En su huida dejaron en poder de las fuerzas ocupantes dos carros de artillería con municiones, dos ametralladoras, ocho fusiles y numerosas escopetas, además de cuatro camiones y dos coches ligeros.

Pero no todos los hombres huyeron. En estos pueblos andaluces el tipo de hombre como el "Seisdedos" de Casas Viejas, suele darse con frecuencia. Fanáticos anarquistas del campo andaluz, que como españoles tienen al fin y al cabo, algunas virtudes de la raza.
Era un hombre de estatura media, moreno, de unos cuarenta y cinco años de edad. Estaba solo en su casa, en las afueras del pueblo. Y subido en lo alto de la cama, se echó la escopeta a la cara, dispuesto a no rendirse.
Le rodearon los nuestros:
— ¡Ríndete!
— ¡Nunca!—fue la contestación.
Y se entabló un tiroteo. Cayó un moro. A su lado otro, resulto también herido. Entonces se emplearon bombas de mano. A la que hizo el número nueve, se terminó el episodio. El hombre que inútilmente se defendía en el interior de su casa, cayó para siempre.
Fue entonces, cuando aquel gran corazón y noble adversario que se llamó Joselito García (El Algabeño), me dijo entusiasmado:
— ¡He visto morir a un valiente!
GIL GÓMEZ BAJUELO – MÁLAGA BAJO EL DOMINIO ROJO (28 y 29)

A poco de entrar las fuerzas nacionales en el pueblo, por el camino de Teba, entró un coche con matrícula de Málaga que traía una bandera tricolor y las iniciales C.N.T. y U.G.T. Del coche descendió un brigada. Dijo que se había escapado con el chofer, de los “rojos” de Teba.

Además del brigada, se pasaron a las filas nacionales el capitán de Infantería José Vidal Pérez, el alférez de Infantería Salvador Balsalobre López, dos sargentos, cinco cabos, ocho soldados y un guardia civil.

Tanto el capitán de Infantería José Vidal, como el alférez Salvador Balsalobre, cuando se inició la guerra civil, estaban destinados en el Regimiento de Infantería Tarifa nº 11 de Alicante, y habían sido enviados a Málaga para reforzar la guarnición allí existente. El capitán tras superar satisfactoriamente el correspondiente procedimiento de investigación sobre su conducta desde el inicio de la sublevación, pasó a prestar servicio en las filas nacionales. En 1947 alcanzó el empleo de coronel.

Todos los que se entregaron del bando republicano, queriendo pasarse al nacional, debieron pasar por el negociado del alférez José Gallego Pérez, jefe de información a las órdenes del general Varela, quien dispuso que todos fueran detenidos y llevados a Antequera.

La columna del comandante Corrales a su entrada en Peñarrubia

Una vez conocida la toma de Peñarrubia, a las 9 de la mañana, salió de Antequera el general Varela, con su Estado Mayor, ayudante y escolta con objeto de dirigir la operación para la toma de Teba. Una hora más tarde, el general pasaba por Campillos.

Un breve alto en Campillos para comunicar el general telefónicamente con Sevilla. Y al reanudar la marcha, la campana parroquial lanza al aire su aviso de bronce de que llegan aviones rojos. Nos lanzan cuatro bombas, de las que no llegan a estallar más que una, y sin consecuencia.
Salimos de Campillos, guardando los autos las distancias procedentes, para el caso de una nueva agresión aérea. Al borde de la carretera, gran parte de ella bordeada de eucaliptos gigantes que tejen un compacto dosel, vamos viendo cadáveres contraídos, ennegrecidos. Los dejaron los rojos en la huida, al ser batidos por nuestros cañones.
No tardan mucho en oírse los primeros tiros de fusilería y cañones. Nuestra columna está atacando en aquel momento, con la cooperación de nuestra aviación, tres "Breguet (XIX)", uno de los cuales vuela muy bajo, asaeteando el espacio. Nos arroja un parte, que cae con la bengala de aviso muy cerca de la carretera, sobre la que ahora nuestros pies se achicharran.
Adelante. Nuestra columna ya está dentro de Peñarrubia. La artillería ha enmudecido; pero no así las ametralladoras y los fusiles, que baten las lomas y los cerros por donde han huido los rojos, unos hacia Ardales y otros hacia Teba. […]
19360917 14 La Unión

En Peñarrubia, después de su ocupación, varios aviones republicanos lanzaron cuatro bombas sobre la artillería de los sublevados causando la muerte del teniente de Artillería Luis González de la Vega y de dos artilleros, así como otros doce artilleros más heridos de diversa consideración.

Aviones enemigos a la vista, son tres trimotores y un caza. Nos lo anuncia uno nuestro, que rápidamente se eleva, enfiladas sus ametralladoras. Nos tiramos al suelo, buscando un trozo protector de sombra. Silban las primeras bombas y tabletean las ametralladoras. Han tirado desde muy alto y no han causado más víctimas que un artillero, que cuando lo recogen las ambulancias viene gritando: ¡Viva España!
[…] Nosotros no almorzamos, ni sesteamos. Teba tiene que estar también en nuestro poder antes que caiga la tarde.
Recorrimos el pueblo. Llantos y vivas por todas partes. También hubo asesinatos de derechistas. En casi todas las casas hay luto. La mayoría de los hogares están saqueados, y la iglesia—una iglesia chiquita, que más parece ermita—convertida en almacén. Los altares los quemaron. El comandante García de la Vega recoge tres o cuatro pedazos de un pequeño Cristo tallado en madera, en el que se ensañó la horda salvaje.
19360917 14 La Unión

A cinco metros de donde yo estaba cayó el teniente de Artillería González de la Vega, Ya estamos dentro de Peñarrubia. Los regulares del capitán González y la Infantería de Marina batían todavía las lomas erizadas de olivos con la promesa de un buen año.
Aquel día, la táctica proverbial de los -rojos—consistente en bombardear con aviones las posiciones y los pueblos que no tuvieron el valor de defender—nos produjo la pérdida de ese amigo, que tan buenos ratos nos hiciera pasar con su gracejo de sevillano.
Hacía un calor sofocante. Las suelas de los zapatos se nos pegaban al asfalto de la carretera que atraviesa el pueblecito blanco, con sus techos de tejas. Varela, a través de los cristales de sus gemelos de campaña, oteaba las lejanías inciertas, cara a Ardales, todavía por redimir.
Yo fui el primero que advertí al general:
—Por la derecha vienen cuatro aviones.
Y él me respondió con esa sequedad que lo caracteriza cuando
—Ya los he visto.
Y continúa erguido, impertérrito. Los de su Estado Mayor, detrás de él—yo lo confieso por mi parte—sentimos la necesidad de componer la figura en el “bello gesto” de lo indiferente, en la elegancia del "no importa”.
Un "Breguet" nuestro atronó el espacio con el tableteo de su ametralladora, e inició—consciente de la manifiesta inferioridad—una discreta retirada. Ya estaban encima los cuatro pájaros rojos, dirigidos—más tarde lo supimos—por franceses y rusos. Silbó la primera bomba.
Guardando los gemelos en su funda, con ademán tranquilo, el general ordenó bravamente:
—Tú, allí... Tú, a aquella batería
—A cinco metros de donde me mandaron cayó el teniente González de la Vega, del Tercero Ligero, Un chófer tuvo la culpa, al no detener el camión que conducía con municiones. El silbido de la bomba mortífera que segó aquella vida en flor, yo la sentí en mi nuca y recorrer después mi médula.
19361031 32 La Unión

Así se recogía en el periódico «ABC» de Sevilla, el sepelio del teniente de Artillería:

Ayer tarde (16), desde el Hospital Militar, donde fue instalada la capilla ardiente, se verificó el traslado al cementerio de San Fernando de los restos mortales del teniente de Artillería don Luis González de la Vega, perteneciente a la oficilialidad del Regimiento Ligero número 3 de Sevilla, muerto en Peñarrubia.
Era un bravo militar, queridísimo de sus jefes y compañeros, y que tanto en los sucesos del 10 de agosto de 1932, como en los que iniciaron el actual movimiento, dio pruebas de su intenso españolismo.
Murió el día 15 de Septiembre. Tenía 35 años.
19360917 011 ABC


TEBA

A poco de haber entrado las tropas en Peñarrubia llegó el general Varela, quien, después de cambiar impresiones con el jefe de le columna, comandante Corrales, mandó iniciar las maniobras para la ocupación de Teba, quedando de protección durante ese tiempo en la primera población, la compañía de Infantería de Marina mandada por el capitán Antonio Ristori Fernández y el teniente Antonio Martín Giorla.

La otra compañía de Infantería de Marina, que mandaba el capitán Pedro Curiel Palazuelos, junto con los Regulares, iría en vanguardia, con la mirada puesta en Teba.

Se toca marcha, una vez dejado el pueblo con suficiente vigilancia y arrancados de las calles los nombres antiespañoles. Esto es tarea que se han impuesto los moros, que se saben de memoria los nombres fatídicos del Frente popular, que ya está casi barrido.
A pocos kilómetros de Peñarrubia se bifurca la carretera de Málaga y Teba. Bien se han batido los muchachos estos de San Fernando. No tenían más remedio que hacer honor a sus uniformes y a sus mandos.
Otra vez nos visitan los aparatos rojos, que nos dejan caer unas bombas más, cinco o seis. Como de costumbre, no causan daño, y eso que el blanco que ofrece nuestra columna, a lo largo de la carretera parda, a pleno sol, es magnífico.
Un alto, mientras la columna avanza lentamente, acechando las lomas y los cerros. Un caserío limpio y fresco nos ofrece cobijo. Agua fresca. También un trozo de pan con queso.
19360917 14 La Unión

Así cuenta la ocupación de Teba, Gil Gómez Bajuelo en su libro:

Cuando vamos por la carretera, aparecen en el azul, dos aparatos enemigos. Dejamos los coches y nos ponemos a cubierto de la agresión.
Poco después llegamos al cruce de la carretera, que está en las proximidades de Teba. El general Varela hace un alto en un caserío que hay en el cruce.
Llegamos a él. Las primeras calles están desiertas, cerradas las casas. Más adentro, al paso de los blancos turbantes mogrebinos, aparecen unos hombres con banderas blancas. Y enseguida, grupos de mujeres, como fuera de sí, despeinadas, semivestidas, vitoreando frenéticamente a España...
Imposible pasar adelante. Besan nuestras medallas, nuestras manos, y gritan, gritan como jamás lo vimos en parte alguna. A la luz declinante de la hora vespertina, la bandera bicolor desplegada al aire, cruza las calles del pueblo. Y la gente de Teba se lanza a besarla con un ansia que eriza los vellos.
Todo el pueblo es un griterío ensordecedor. Y las mujeres van gritando por los hombres que los rojos asesinaron. Y de los gritos y de los llantos, pasan a estados de alegrías. Hay una señorita con los ojos desorbitados, fijos en un punto, inmóviles, que grita y se retuerce y se encorva, dominándolos a todos:
— ¡Asesinos, criminales, me los mataron a todos!
Y vomita imprecaciones sin cesar. Parece que ha perdido la razón. Va tras los moros, que pugnan por abrir las casas fuertemente cerradas de los marxistas. No ceden las puertas. Y entonces los golpes de hacha resuenan impresionantes, en la última hora de la tarde.
A otras calles, van saliendo los hombres que estuvieron ocultos. Ex hombres, espectros del terror, pálidos y barbudos, que apenas pueden levantar los brazos para estrechar a los parientes y amigos del pueblo. Se suceden las escenas conmovedoras en las calles. Escenas de alegría por la liberación, y de pésame, por los que no pudieron presenciar la entrada de las tropas españolas en el pueblo.
Los rojos se marcharon por la mañana.
GIL GÓMEZ BAJUELO – MÁLAGA BAJO EL DOMINIO ROJO (30 – 33)

Entrada de las tropas en Teba

Hasta diez minutos después de entrar las tropas en Teba, no vieron las primeras señales de vida. Parecía un pueblo muerto, una ciudad petrificada. Así lo cuenta el periodista Diego Berraquero Miril, en el periódico sevillano “La Unión”

Tiros, aunque no muchos. Los Regulares, con la Infantería de Marina, baten ya las lomas de Teba. El general Varela, en coche descubierto, se cuela el primero, con el Estado Mayor. El pueblo parece un cementerio. Todas las casas aparecen cerradas.
Al fin, una voz tímida de mujer, desde una ventana, lanza un ¡Viva Cristo Rey! Y a partir de entonces suenan otros. Las puertas de las casas se van abriendo. Las mujeres lloran. Todas han perdido a alguien.
Mientras, por las lomas y por los cerros siguen silbando las balas. El enemigo está en franca, en desordenada y vergonzosa fuga hacia Ronda, que cuando esta crónica se publique ya estará tomada.
19360917 14 La Unión

A las dos y media de la tarde, las fuerzas nacionales estaban dentro de Teba, que no ofreció la menor resistencia; pese a que, por su posición estratégica, situada en una altura y rodeada de montañas escarpadas, está en magnificas condiciones para ser defendida. De lo precipitado de su fuga da idea el que se dejaran abandonados un camión, un automóvil, fusiles y escopetas, municiones y prendas de uniforme en abundancia. El general José E. Varela, una vez ocupado Teba, se comunica telefónicamente con Sevilla, y a las 18,30 regresa a Antequera.

Cuando las fuerzas penetran en el pueblo se desarrolla una escena emocionantísima. A su encuentro sólo salen mujeres, con lágrimas en los ojos, enrojecidos de tanto llorar. Unas les abrazan, otras besan emocionadas los detentes y medallas con imágenes sagradas que llevan sujetas al pecho. Dan vivas, gritan, ríen, lloran, agitan los brazos. Son las madres, las hijas, las esposas, las hermanas de los asesinados. Hay una que le han matado seis hombres de la familia; otra, con 16 años, que le asesinaron a su padre y sus dos hermanos mayores, no quedándole más que otro hermanito más pequeño; la anciana que perdió los dos hijos. Pero, sobre todo, la que más impresione es una mujer joven, con los ojos fijos, la voz ronca, que no llora, para su desgracia; es la hermana de uno de los médicos y del juez, que también perecieron, y no cesa de gritar: "¡Matadlos, matadlos! ¡Hay que matarlos a todos!" La pobre ha enloquecido de dolor.
19360921 07 La Unión

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2023/10/teba-verano-de-36.html

A la caída de la tarde entra también en el pueblo por la carretera de Almargen, parte de la columna Requeté del comandante Luis Redondo, que el día anterior había ocupado Cañete la Real. Tras una breve toma de contacto, volvieron a Cañete a pernoctar con el resto de la columna.

Pasa la magnífica bandera española, poniendo escalofríos de emoción en el público. Se reproducen los aplausos y los vítores. Con la columna va la artillería del capitán (Edmundo) Wesolouski, que en El Saucejo derribo un aparato enemigo, resultando herido en un brazo el piloto.

Las autoridades republicanas de Teba, la mañana de ese día, viendo desde las alturas de la población cómo avanzaban sobre Peñarrubia las tropas del comandante Rafael Corrales, y antes de quedar totalmente cercados en el pueblo, ya que Almargen, Cañete y Campillos ya estaban en poder de los nacionales, decidieron huir en los vehículos disponibles en dirección a Ardales, única vía de escape, en dirección a Málaga. Con ellos se llevaron la caja de caudales con el dinero que había depositado en el Ayuntamiento:

ENTREGA DE UNA CAJA DE CAUDALES
Ayer, estuvieron en el Gobierno civil el depositario de fondos municipales de Teba, acompañado de la señorita Rosario García Chamorro, ambos pertenecientes al partido de Unión Republicana, los cuales, juntamente con el alcalde de la mencionada localidad, Cristóbal Moreno Verdugo, socialista, han hecho entrega en el Gobierno civil de la caja de caudales del Ayuntamiento, que contenía 4.911 pesetas y varias alhajas que en ella había depositadas, procedentes de incautaciones hechas por el cabo Navas en los pueblos de los contornos.
La actuación de esta bella y activa republicana, así como la de los restantes camaradas, es digna de la mayor alabanza y gratitud, ya que han puesto en todo momento su entusiasmo y su inteligencia al servicio de la causa.
19360920 002 El Popular

La falta de comunicaciones entre las autoridades provinciales y locales republicanas, dio lugar a un hecho muy grave que ocurrió ese 15 de septiembre, cuando el comandante militar de Málaga, el coronel de Infantería Rafael Sánchez-Paredes demostró su ineptitud. Ese día, tras la ocupación de Peñarrubia por los nacionalistas y creyendo que éstos habían tomado también Ardales, defendido por fuerzas republicanas, “confundiendo esta tropa con las nacionalistas, dio orden Sánchez-Paredes de que la aviación bombardease Ardales, resultando que ellos mismos bombardearon a sus milicianos. Esta equivocación motivó su destitución fulminante”.

Para reemplazarle, el 18 de septiembre, llegó a Málaga en avión procedente de Madrid, el nuevo comandante militar teniente coronel Luis Romero Bazart, perteneciente al Cuerpo de Aviación. Según la prensa malagueña se trataba de un jefe de máximo prestigio y de la plena confianza del Gobierno.

El teniente coronel Luis Romero Bazart, sintonizó espléndidamente con el ambiente malagueño. En su nuevo puesto manifestó sus simpatías hacia el anarco-sindicalismo y puso todo su entusiasmo al servicio de los ensayos libertarios con notable descuido de sus deberes militares. El coronel Sánchez-Paredes abandonó Málaga el día 27 de septiembre, por vía aérea.

Fue por estas fechas, cuando comenzaron a formarse en Málaga los Batallones de milicias, compuestos de voluntarios, tanto malagueños como refugiados llegados a la capital desde las localidades ocupadas. Dichos Batallones, estuvieron mal armados y peor adiestrados, siendo pocos los milicianos que tenían alguna experiencia militar.

Los reveses militares que había sufrido el gobierno republicano de José Giral en las primeras semanas de la guerra y el caos de la retaguardia, llevaron el 4 de septiembre a la formación de un nuevo Gobierno en Madrid, en el que Largo Caballero asumió la presidencia y el Ministerio de la Guerra, nombrando como ministros socialistas a Indalecio Prieto (Marina y Aire), Juan Negrín (Hacienda), Anastasio de Gracia (Industria y Comercio), Ángel Galarza (Gobernación) y Julio Álvarez del Vayo (Estado). El resto lo formaban representantes de los grupos y organizaciones pertenecientes al Frente Popular.

Además de la sustitución del Comandante militar de Málaga, el nuevo gobierno, pocos días después, rebasado por las circunstancias y la falta de autoridad, decide cesar también al gobernador civil José Antonio Fernández-Vega, el cual trató en Madrid de visitar al nuevo ministro de Gobernación, el socialista Ángel Galarza, quien ante los rumores que circulaban de “apropiarse de fondos”, no lo recibe.

Sería sustituido en el gobierno civil por el socialista Francisco Rodríguez Rodríguez. Su nombramiento no se publicó en la Gaceta de la República hasta el 11 de octubre.

NUEVO GOBERNADOR CIVIL
En virtud de telegrama de la Superioridad, salió en automóvil para Madrid, el gobernador civil de Málaga, don José A. Fernández-Vega, y en virtud también, de otra orden telegráfica, pasó a ocupar dicho alto puesto, el prestigioso elemento de la Agrupación Socialista de Málaga, don Francisco Rodríguez Rodríguez, maestro nacional.
El señor Rodríguez Rodríguez se posesionó del cargo, cruzándose entre el gobernador expedicionario y el entrante, frases de cariñoso afecto y de encendido entusiasmo y adhesión hacia la República.
Seguidamente el nuevo gobernador civil comenzó a actuar, adoptando diversas determinaciones, así como poniéndose en contacto con las autoridades malagueñas y Comités representativos, que tuvieron para el señor Rodríguez frases y promesas de colaboración y ayuda tan entusiastas como sinceras, al igual que la han venido prestando.
Por la tarde, el señor Rodríguez nombró una comisión del partido socialista, integrada por los compañeros (Miguel) Retamero, (Francisco) Román Díaz y (Enrique) Mowbray, para que le auxiliaran, en calidad de secretarios en el desenvolvimiento de la difícil e importante labor que se le había confiado por el Gobierno de la República.
19360918 002 El Popular

En Campillos, un par de días después de la entrada de las tropas nacionales, comenzaba a normalizarse la vida ciudadana. En el libro «DE LA GESTA ESPAÑOLA. BREVIARIO DE LA CONQUISTA DE RONDA», escrito por el doctor Salvador Fernández Álvarez y el abogado José María Gutiérrez Ballesteros, conde de Colombí, cuentan su paso por Campillos camino a Ronda

En Campillos, escuchamos las primeras voces de guerra; la amplia carretera elevada a la aristocracia de calle principal del pueblo, por obra de unos edificios perfectamente alineados se había convertido en un ferial. Los vecinos, sacudido el horror de las visiones pasadas, eran en la calle cuerpos rectos, enjutos por el sufrimiento, pero decididos a gozar, a vivir y a luchar; al filo de la acera, esperaban muchos en línea interminable, la justificación de su personalidad; otros, conseguida su cédula de "buena persona", departían a las puertas de los cafés o entre los muros de los grandes zaguanes blanqueados; nosotros, pacientemente esperábamos el arreglo de una avería en el motor de nuestro inestimable ocho caballos.
"La Vaca, la Vaca", oímos decir con voces enérgicas y avisadoras a la vez que la esquila de la iglesia, destruida, lanzaba sones pausados, que por momentos se convertían en volteo agitado. Las tertulias en los zaguanes se hicieron más confidenciales, entre los muros interiores de los edificios; los hombres que esperaban en fila junto a la acera, se replegaron a la pared con fuerza incontenible; nosotros, espectadores curiosos, desconocedores del peligro, mirábamos a un lado y otro de la calle en desconcierto nervioso: en la tierra nada había, y, en nuestra confusión miramos al cielo, y... sobre el horizonte de azul inmaculado andaluz, unos puntitos negros anunciaban la presencia de los "traidores en el aire". Eran "La Vaca, la Vaca". El hueco de una calle lateral, nos sirvió de "burladero" y desde el fondo de una casa, nos llamo con angustia un hombre del pueblo, poniendo en su voz toda la energía que la hemiplejia de su lado izquierdo no podía lucir. "Entren ustedes, señores, y busquen el resguardo que yo les puedo dar".
"Las Vacas" pasaron una vez y otra, por el perímetro del pueblo; aquel día no encontraron presa adecuada: no estaba la calle repleta de mujeres y niños indefensos como el día anterior; volando, volando en rectas y curvas inesperadas, desaparecieron. Nuestro adiós efusivo, parecía un abrazo de amigo, y nuestro brazo en alto era despedida en deseo de que fuese eterna 
DE LA GESTA ESPAÑOLA 11 – 12


16 DE SEPTIEMBRE

Poco antes del amanecer, salía de Cañete la Real la columna del comandante Luis Redondo en dirección a la carretera de Campillos a Ronda. El día anterior, habían efectuado un reconocimiento ofensivo por dicha carretera, para asegurarse que no había problemas en la misma. A las seis estaban en el cruce con la carretera general.

Estaba compuesta la columna por seis piquetes de Requetés, una batería de 75 mm, un escuadrón pie a tierra del Regimiento de Caballería Taxdirt, una sección de Ingenieros, una compañía de ametralladoras, una sección con cuatro morteros, un quirófano y una ambulancia.

Así cuenta Domingo Tejera de Quesada, director del periódico "La Unión", que escribía con el pseudónimo de R. Schneider, y que acompañaba a la columna Requeté, como se ocupó Serrato:

A la izquierda y al pie de ese promontorio dormía a aquella hora el pueblecito de Serrato. Momentos más tarde, lucían en sus tejadillos banderas blancas. Quedó virtualmente tomado, y, cosa de gracia, corrían que se las pelaban, ladera arriba, unos muletos y un potro de la mejor estampa, hasta penetrar en nuestras líneas, rindiéndonos, a su modo, pleito homenaje.
19360922 15 La Unión

Casi a la misma hora, salía de Teba otra columna mandada por el comandante Rafael Corrales y que estaba compuesta por los mismos elementos que el día anterior habían ocupado Peñarrubia y Teba. La conjunción de ambas columnas se produjo en el cruce de la carretera de Ronda y Cañete, cuando ya había sido ocupado Serrato.

Unión de las dos columnas en el cruce de Cañete

CUEVAS DEL BECERRO

Las dos columnas, ya reunidas, ocuparon Cuevas del Becerro con escasa resistencia. Así lo relata Gil Gómez Bajuelo:

Antes de llegar a Ronda un nuevo pueblo se conquista: Cuevas del Becerro.
Es un pueblo pequeño. Se ha quedado casi vacío. Algunas familias de la calle principal reflejan la alegría en sus rostros. Hablan en los portales con los moros. Yo les escucho:
—Por cara—dice el morito—conocer si es derecha o izquierda. Me abrazan, derecha; serios, izquierda.
En el pueblo no ha habido resistencia. En una peña cercana, sí. Cuatro guardias civiles disparaban contra las fuerzas. Un moro que les vio los redujo al silencio con bombas de mano. Seguimos la marcha.
GIL GÓMEZ BAJUELO (página 33)


Por su parte el padre jesuita Bernabé Copado, que venía como capellán en la columna del comandante Redondo, en su libro «CON LA COLUMNA REDONDO», lo describe así:

En el camino de Ronda se halla el pueblo de Cuevas del Becerro. Al llegar a él encontramos resistencia: se venció y entramos por sus calles que estaban desiertas: las casas vacías y saqueadas, y la iglesia convertida en almacén de comestibles.
Requisé dos jamones que habían dejado en la iglesia, y se los di a unos requetés que estaban desfallecidos, después de haber andado muchos kilómetros por aquellas montañas luchando con la chusma que nos hostigaba. Dieron cuenta de ellos en un abrir y cerrar de ojos.
Los aviones enemigos nos visitaron dos veces: dejaron caer bastante metralla, pero providencialmente no nos hicieron bajas.


Y en el periódico sevillano “La Unión”, así lo cuenta Enrique Tello Mazzariego, que venía con el general Varela

Mientras tanto, los Regulares, seguidos del Requeté, han entrado en Cuevas del Becerro, pequeño pueblecito que se aparta al lado izquierdo del camino que ha de seguir la columna en dirección a Ronda. Todo fue coser y cantar. Los rojos se fueron en la madrugada anterior y los que se rezagaron ofrecieron escasa resistencia. Un grupo de ocho Guardias civiles y carabineros, quisieron hacer frente a los moros. Uno de éstos, con una bomba de manos, recogió cuatro fusiles, y sobre el terreno quedaron sus dueños, que, como sus compañeros, pagaron cara su osadía. En poder de los Regulares queda también "el becerro de Cuevas", o por lo menos al que los fugados habían dado muerte para comérselo y dejaron abandonado.
19390919 08 La Unión

Juntas las columnas, al mando del comandante Corrales, y de segundo el comandante Redondo, llegaron esa tarde a las proximidades de Ronda, donde se les unió el general José E. Varela, que había salido a las 8,50 de Antequera, y que llegaba con su Estado Mayor para tomar, en el lugar previsto, el mando de ambas columnas convertidas ya en una sola.

Salimos de Antequera siguiendo al general Varela, al punto donde se han unido las columnas de los comandantes Redondo y Corrales, que hoy han de operar conjuntamente bajo el mando personal del general. Cruzamos sin detenernos por Campillos y Peñarrubia, y dejamos a la derecha a Teba, con su castillo vigilante sobre las alturas y la fértil vega que se extiende a lo largo de la ribera. De los caseríos, de las huertas y cortijos se acercan al borde de la carretera para saludar al general y al resto de la caravana.
19390919 08 La Unión

De lo que ocurrió esa tarde del día 16 de septiembre, que se ocupó Ronda, y de lo que ocurrió los días posteriores, hablaré en la próxima Crónica.

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LA CONQUISTA DE RONDA

  El general Varela entrando a pie en Ronda. A su derecha el comandante Redondo y a su izquierda el comandante Corrales En las dos anteriore...