BALTASAR PEÑA HINOJOSA. ARTE Y LITERATURA

 

Cuadro del pintor malagueño Virgilio Galán Román (1978)

BALTASAR, SUS PRIMEROS POEMAS

Baltasar Peña, como su primo José María Hinojosa Lasarte, sintió desde muy joven la llamada de la poesía y el arte. En la «Revista del Ateneo» de Jerez de la Frontera, en julio de 1927, aparece un poema suyo “Y el río…”, dedicado a Pedro Pérez-Clotet (1902-1966), compañero de Bachillerato en el colegio de los Jesuitas del Puerto de Santa María, y de la Universidad de Sevilla estudiando Derecho.



Cuando solo tenía veintiún años, en octubre de 1927, se publica el primer libro de poesía de Baltasar Peña, «Miniaturas», que se imprime en la «Imprenta Sur». Dos meses más tarde, tendría lugar el considerado acto fundacional de la «Generación del 27»: la reunión de escritores que se produjo en el Ateneo de Sevilla con motivo del tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora.

Como él mismo manifiesta: “Mis aficiones literarias no han tenido, desgraciadamente para mí y para mi obra, una continuidad ni un rumbo definitivo”.

Empecé a escribir versos, bastante malos por cierto, en mis años de bachillerato en el Colegio de Villasís, se acentuaron mis aficiones en las clases de Pedro Salinas en la universidad sevillana, y cuajé mi primera obra en verso en el año 1927 en un volumen llamado “Miniaturas”, publicado y editado en la Imprenta Sur, arrastrado por la corriente poética de aquellos años, por mi primo José María Hinojosa y Luis Cernuda compañero en Sevilla de Universidad, y mis contactos con casi todos los poetas de aquella época, que hoy constituyen, nada más y nada menos, que la gloriosa generación poética del 27.

Recibió mi libro algunos comentarios elogiosos, de los que me acuerdo de uno publicado en “El Sol” y en otros periódicos de Madrid, pero los años siguientes deje la musa ociosa, por lo menos para poesías dignas de publicación, si bien siempre cultivé el verso de ocasión, con sus correspondientes ripios, y más bien de tono burlesco.

El artículo en el periódico “El Sol” al que se refiere Baltasar, estaba escrito por el periodista malagueño Esteban Salazar y Chapela, el cual dice del libro:

Su verso es claro, sencillo, adolescente. Su libro es confundible—desde lejos—con algunos otros libros de versos andaluces. La misma voz, diríamos. Los mismos tonos, motivos y recursos. El verso andaluz, comunicativo, oriental, recamado de nombres, giros y alusiones populares.

De lejos, otro libro, un libro más.

De cerca, un libro nuevo. Con su visión propia, con sus nuevas, exclusivas posibilidades. Con su mundo lírico intransferible.

19280308 02 El Sol



Hubo más comentarios literarios al libro en otras revistas especializadas, como fue en “La Gaceta Literaria”, y también en el semanario rondeño “X-46”, en el que su amigo Pedro Pérez-Clotet dice:

En «Miniaturas» encontramos junto a formas rígidas—sonetos y décimas —otras formas populares, sueltas y caprichosas. En estas últimas se nota una mayor firmeza y seguridad. Las composiciones con tendencia erudita, adolecen de cierto barroquismo confuso. No se dibujan en ellas claramente las ideas. A veces notamos algo que da la sensación de estar allí por exigencia de la rima. Pero no siempre sucede esto. Véase, por ejemplo, un acierto de expresión, con que comienza la poesía titulada «Magnolia»:

«El nombre mismo de tu flor perfuma,

cálido respirar que se derrama;

mariposa de flor, de olores llama

avivada al susurro de la bruma.»

Más, repetimos, se encuentra en las composiciones de motivos populares una más lograda perfección. Escúchese esta bella «Miniatura», que tiene toda la fragancia de la musa del pueblo:

«Por un atajo subí,

dejé el camino real:

¡qué trabajito me cuesta

por donde subí, bajar!»

O ésta, altamente sugeridora, en su vaguedad:

«Yo quisiera descifrar

el lenguaje de las nubes

cuando, van hacia la mar»

Podrían multiplicarse los ejemplos que acreditasen el mérito de este libro. Más no es ocasión ahora. Vaya el lector anheloso de bellezas a él, que no quedará insatisfecho.

Nosotros, después de haberlo leído con gran complacencia, nos permitimos animar al querido amigo Peña Hinojosa, a proseguir—con más entusiasmo y mayor atención cada día—el periplo poético, tan felizmente iniciado con «Miniaturas»

P. PÉREZ-CLOTET

Madrid, Diciembre 1927.

Reproduzco también el artículo aparecido en el periódico “La Libertad”, escrito por Juan Chabás Martí, crítico literario:

He aquí que apenas crecido un primer tronco, casi tallo aún de poesía, ya se le desprende una rama. José María Hinojosa, tan joven, ya tiene a su lado, discípulo de su devoción, a un primo suyo, el autor de estas “Miniaturas”. De pequeñez liliputiense, a veces. Buen día el que hay que señalar el nacimiento editorial de un poeta nuevo. Día de pareceres contrarios, de aquilatamientos, de inquietudes y perplejidades. Se desearía siempre acertar: “He aquí un nuevo poeta indudable” y no equivocarse. Pero es difícil.

Peña, por vientos del Sur empujado, llega a la poesía revuelta aún la mirada, con atolondramiento juvenil, sin pausa ni certeza. Vacilante, infantil. Al agitar las manos temblorosas de versos, se le caen bellezas presentidas, recoge imágenes o conceptos voladizos y no sabe dónde retiene un buen principio de tesoro. Su primo le ha inspirado la complacencia que por ciertos acrobatismos metafóricos todavía le estremece. Mas al propio tiempo, seducido por otras voces—influencias imponderadas, sin asimilar aún—, intenta, junto a una poesía popular, inmediato el culto molde de las décimas y los sonetos, molde donde él da forma a una lírica más fría, de concepto perseguido sin itinerario alguno.

Ante este inicial libro de sus vacilaciones, es difícil determinar cual habrá de ser su camino cierto. No tan costoso en cambio, es afirmar con certeza que será catalogado pronto entre los más jóvenes líricos de hoy: Prados, Altolaguirre, Cernuda, ya en los primeros pasos firmes.

Nosotros quisiéramos, sin embargo, antes, un largo aprendizaje. La poesía es difícil y hay que vencer los caminos costosamente. Un primer libro, significa poco y hay que perdonarlo siempre. Pero el segundo, cuando ya el paisaje actual de nuestra lírica halló avenidas de luz segura, ha de ser árbol recién plantado.

19271203 07 La Libertad

Años más tarde, en “Reencuentros conmigo mismo”, Baltasar Peña vuelve a hablar sobre sus raíces de poeta, y sobre su primer libro “Miniaturas”

Yo tuve la suerte de escuchar recién cortadas las más exquisitas décimas de Cernuda en los años 20. Cernuda y Clotet, cuando llevaron sus primeros versos para que se los publicaran la Sociedad Limitada Prados - Altolaguirre en la imprenta Sur, demostraron precisamente con décimas su indudable valía literaria.
No es extraño por tanto que cuando yo aparecí con mi modesto ramo de versos en 1927 para que la imprenta Sur me publicara, por libre, mi primer libro “Miniaturas”, también recogiera algunas décimas cortadas por la misma tijeras que las anteriores, aunque desgraciadamente menos inspiradas.

Yo he tenido un pecado capital con la poesía, y precisamente por lo que me ha atraído siempre la poesía, lo poco en serio que la he tomado también, siempre.
Yo sentía dentro de mí unos evidentes efluvios líricos, pero nunca he tenido el suficiente valor o constancia, para expresarlos de una manera lírica y espontánea. Siempre me he dejado influir por los libros que he tenido más cerca, como acertadamente intuía mi crítico, sin pausa ni certeza.
Si la poesía hubiera arraigado fuertemente en mi, sobrepasando ese mero entretenimiento que ha sido mi única ruta, yo creo sin jactancia alguna, que mi nombre, aunque modestamente, estaría como aseguraba Chabás, con el de los jóvenes líricos de mi tiempo y a la par buenos amigos míos, Cernuda, Altolaguirre o Prados.
Pero mi primer libro, como ya creo haberlo dicho antes, no obedeció más que a un lógico deseo de imitar a mi primo José María que por aquellas fechas ya había dado a luz su “Poema del Campo”.
Y las circunstancias de los años treinta, me llevaron por derroteros distintos al olvidar y no practicar esa afición, más que en momentos o en circunstancias de comentar cualquier suceso aprovechando unas malas rimas.

En marzo de 1928, se imprime en la «Imprenta Sur» el cuarto libro de poesías de José María Hinojosa, "Orillas de la luz" que contiene unos bellos dibujos de Benjamín Palencia. El libro se lo dedicó al pintor Hernando Viñes, a Benjamín Palencia y a su primo Baltasar Peña. Fue la obra que más eco tuvo entre las publicadas por José María Hinojosa, con un lenguaje más elaborado, y donde se encuentran sus poemas más conseguidos.

Sobre su amistad con el poeta Luis Cernuda, escribe Baltasar en “Reencuentros conmigo mismo”:

Recuerdo una estancia de mi primo, Cernuda, creo que Buñuel y otros poetas (Emilio Prados y Manuel Altolaguirre) en Campillos, invitados por Hinojosa. Unos cuantos devinieron a dormir a mi casa y entre ellos Cernuda.

Cuando ya estábamos todos acostados y en el primer sueño, Cernuda que dormía en una habitación frente a la mía, se levantó sigilosamente y puso con delicadez en mi almohada un ejemplar de su primer libro de décimas, impreso en Litoral, para que al despertar tuviera yo noticia de tan delicado presente.

Aunque aquel gesto lo tomamos a broma, hoy lo valoro, por su exquisita sensibilidad, que creo derivó también después por caminos ambiguos, aunque siempre poéticos.

Esa visita fue en septiembre de 1928, dos meses después de la muerte de la madre de Cernuda, y el libro que depositó en la almohada de Baltasar era “Perfil del aire”, su primer libro lírico publicado en abril de 1927, como suplemento de la revista malagueña “Litoral”

La amistad de Baltasar Peña con Pedro Pérez-Clotet queda patente, cuando en abril de 1928, éste le dedica a Baltasar el poema “Versos”, que fue publicado en el número 45 de la Revista del Ateneo, de Jerez de la Frontera, al cual respondería Baltasar Peña con otro publicado en el número 47 de la misma revista, correspondiente el mes de agosto de 1928, que se titulaba “Romance de la Albuqueira. El Agua”.



RUTAS ÍNTIMAS

No será hasta después de la Guerra Civil cuando Baltasar Peña publique la gran mayoría de sus obras, tanto en forma de libros, como en artículos

En 1950 publica su segundo libro de poesías «Rutas Íntimas». Consta de tres partes “Caminos de la Fe” con poemas de temática religiosa, “Veredas de Amor” más íntimos y familiares, dedicados a la familia y “Senderos de Gloria”, de exaltación patriótica. Habían pasado veintitrés años de cuando vio la luz su primer libro de poemas Miniaturas”.

Liberada Málaga y por contacto con José Luís Estrada, Souvirón y otros más, comenzó mi musa a hacer nuevos pinitos, si bien en esta época derivada hacia versos familiares, religiosos o patrióticos que los avatares pasados me inspiraban, y las circunstancias de entonces, imponían.

Y en el año 1950 publiqué mi segundo libro Rutas Íntimas. De corte clásico y de íntimo acento. Fue una edición que no llevé a las librerías, sino que repartí entre mis amistades, como un íntimo desahogo de mis sentimientos de aquellos momentos.



Mi segundo libro, “Rutas Intimas”, publicado años después de la terminación de la guerra, no fue otra cosa, sino una mera colección de impresiones, familiares, patrióticas o religiosas, algunas íntimas o sentidas, y otras, las más como decía antes, de mera actualidad y circunstancia.

Su amigo Carlos Arias Navarro, que se encontraba por esas fechas de notario en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) al recibir un ejemplar del libro en su casa de Madrid, le escribe una carta a Baltasar diciéndole:

Para mí Rutas Íntimas y su lectura, vino a ser como una esponja que borrara estos quince años que tan velozmente se nos han pasado. Me sentía otra vez en tu casa, contemplando como enjaretabas un soneto a María, a tu Madre, o te entregabas a las peligrosas diabluras de verificar el último incidente de la vida malagueña o la semblanza de cualquier mortal que despertase tu musa.



REVISTA «CARACOLA»

En noviembre de 1952 nació en Málaga la revista de poesía “Caracola”, un empeño personal de José Luis Estrada Segalerva, íntimo amigo de Baltasar Peña, el cual colaboró con él en el Consejo de dirección de la revista, además de otros poetas y escritores como José Antonio Muñoz Rojas, Alfonso Canales y Santiago Souvirón.

Esta revista trascendió el ámbito provincial, llegando a ser una de las mejores revistas españolas de poesía. Acogió en sus páginas los versos de poetas españoles contemporáneos de las más diversas tendencias, generaciones y estilos. Entre ellos estuvieron escritores de la talla de Jacinto Benavente, Carmen Conde, Manuel Altolaguirre, Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Emilio Prados, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, José María Pemán, Gerardo Diego, Pablo García Baena, entre otros.

Caracola tuvo una existencia de 23 años. Estrada, cansado, pensó que la revista perdurase sólo hasta la fecha de su jubilación como funcionario de la Administración del Estado, prevista para julio de 1976, pero por sólo unos meses no pudo llevarse a cabo la realización de su deseo. José Luis moría el 23 de febrero del mismo año a las puertas de una primavera que ya no pudo sentir, ni cantar... Y Caracola, 278 meses después de su nacimiento, terminaba su andadura en diciembre de 1975. Ese número fechado dos meses antes de la muerte de su fundador, no se imprimió hasta un año después, por lo que terminaría siendo una entrega póstuma. 1976 fue el último año de la vida de una revista al servicio de una lírica con resonancias marinas. En abril de 1980 apareció el nº 279, lo que sería la última entrega de la revista que, como homenaje póstumo a su creador y director, le rindieron algunos de sus amigos y colaboradores. 

 

Con Jorge Guillén

El 2 de abril de 1955, Baltasar Peña abandona la Presidencia de la Diputación, siendo sustituido por Antonio Pérez de la Cruz González. También deja por esas fechas la presidencia de la «Caja de Ahorros Provincial de Málaga», y el de «Procurador en Cortes» por Málaga. Queda atrás una década, quizás la época más intensa y relevante de su vida política e institucional.

Su ocupación principal en ese momento está en la Delegación del Instituto Provincial de la Vivienda. Continúa como Consejero de la Caja de Ahorros Provincial, puesto en el que estuvo durante veinticinco años, así como en la presidencia de la «Sociedad Económica Amigos del País», y como académico de número de la «Real Academia de Bellas Artes de San Telmo»

PEQUEÑA HISTORIA DE LA VILLA DE CAMPILLOS

En 1960 publicó «Pequeña historia de la villa de Campillos», prologada por Julio Caro Baroja, y editada por la Caja de Ahorros Provincial. Para escribir el libro, Baltasar Peña realizó un intenso trabajo de investigación y de compilación, que ponía al día los escasos documentos que sobre la historia de Campillos se habían escrito en los siglos XVIII y XIX. Entre ellos la única historia de Campillos impresa hasta ese momento, el libro «Apuntes históricos de la villa de Campillos», escrito en el año 1890 por Antonio Aguilar y Cano, que había sido desde 1874 hasta 1881 Registrador de la Propiedad en Campillos.

Nuestro deseo de hoy no es otro sino completar la historia referida, actualizándola con los datos que hemos podido recoger de última hora, y enriquecerla con la trascripción completa de algunos documentos fundamentales, de los cuales aún se conservan originales o copias, imposible de reproducir más adelante si una mano cuidadosa no los recopila y conserva.
Las pérdidas sufridas durante la dominación roja, —la más importante la destrucción completa de todo el Archivo parroquial— nos priva hoy de una fuente importantísima que compulsar.
Aun cuando la historia se imprime en 1890, apenas si recoge noticias relativas a los siglos XVIII y XIX. Tampoco nos ha sido posible a nosotros cegar por completo estas lagunas con materiales propios. Las Actas Capitulares que se conservan en el Municipio arrancan de 1868.
No se achaquen sus deficiencias a falta de voluntad del que la escribe. La falta de antecedentes ha frenado nuestros mejores deseos.
Una satisfacción nos ha producido este pequeño trabajo, que creemos nadie nos regateará: haber contribuido como buenos hijos a conservar y divulgar las ejecutorias de nuestra patria chica.

En la «Pequeña historia…» se encuentran cientos de datos curiosos, amenos, interesantes, no solo en lo que se refiere al paisaje y la geografía e historia del pueblo, sino en sus pleitos, en su genealogía, en sus instituciones y en sus efemérides.



DESDE 1964 HASTA SU JUBILACIÓN EN 1976

Posterior a este libro, escribiría unos quince libros más, sobre todo de poesía y arte, además de bastante artículos en prensa y revistas especializadas.

1964: Como presidente del Instituto de Estudios Malagueños escribe «La Sociedad Económica de Amigos del País. Bosquejo biográfico»

Publicación de la Librería Anticuaria “El Guadalhorce”, formato 26,5 x 19 cm., 78 páginas. Tirada de 200 ejemplares numerados.


1964: «Los pintores malagueños del siglo XIX». Un conjunto de biografías de pintores malagueños y foráneos del último tercio del siglo XIX

Imprenta “Dardo”, antigua Imprenta Sur. Publicado por la Diputación Provincial de Málaga, formato 22 x 15 cm, compuesto de 132 páginas y 80 láminas en blanco y negro. Portada y contraportada es la pintura de José Denis Belgrano “Después de la corrida”, que se encuentra en la actualidad en el Museo de la Aduana de Málaga.

Enrique Lafuente Ferrari, historiador del arte, crítico, archivero y museólogo, escribió en el Prólogo del libro:

Me conmueve el amor con que Peña ha recogido cuadros y noticias de los pintores, sus paisanos. Y me conmueve no sólo por la piadosa atención con que el autor de este libro trata de salvar ante la historia los nombres y las obras de artistas de Málaga, modestos en su mayor parte, pero que mantuvieron en la maravillosa ciudad el culto por el arte en épocas difíciles y oscuras, sino por lo que esta evocación nos hace adivinar y reflexionar.

[…] Peña ha rebuscado en papelotes, olvidados catálogos, en la prensa local, en las tradiciones orales de su ciudad. Y nos presenta ese número crecido de artistas que nacieron, muchos de ellos, y alentaron y pelearon todos por la vida en la Málaga ochocentista. […]

Ahora, con el libro de Baltasar, estos pintores, entre los que está el padre del propio Picasso, se salvan del olvido y parecen aliviar la oscuridad en que vivieron muchos bajo el sol maravilloso de Málaga, y encuentran el sol de la historia. Pintores de potencia indudable y aliento poderoso como Muñoz Degrain, maestros capaces como Ferrándiz, valencianos los dos, […] con otras vidas derrochadas, como Martínez de la Vega, el que bautizó como pintor al joven Picasso con una copa de vino —¿con qué había de ser?—, artistas que se hicieron su rincón estético para lograr en la vida un pasar, vocaciones frustradas o fracasadas, pintores que hubieran podido llegar y no llegaron... […] ¡Cuánta vida española y cuántos entresijos de nuestra casta y nuestra nación veo y adivino en este trabajo de Baltasar Peña, honrado, entusiasta y meritorio! Yo, que cada vez siento más el tirón de mis antepasados malagueños, comprendo, me hago cargo, estimo el trabajo de Peña y siento la nostalgia, la melancolía de no poder hacer tertulia con él, con mis amigos de la calle de Larios o de la Caleta, recordando cosas pasadas, charlando de arte y dejando deslizarse suavemente el tiempo, en el dulce ambiente de la ciudad de la luz, mientras llega la hora de que vayamos al polvo terrenal, como se fueron las ilusiones, los triunfos modestos o los fracasos sin escándalo de esos artistas cuyas existencias aquí se recuerdan…


"Después de la corrida" - José Denis Belgrano 

1966: «VII Poemas».
 
Publicación de la Librería Anticuaria “El Guadalhorce”, dentro de la colección “Cuadernos de María José”, formato 15,5 × 10,5 cm., 17 páginas. Edición de 200 ejemplares numerados.


Sus aficiones poéticas las expone en una nota a la edición de “VII poemas”:

Mi afición literaria se ha manifestado en los libros de versos públicos con un intervalo de veintitrés años. “Miniaturas” en 1927 y “Rutas Íntimas” en 1950. El tercero por tanto debería corresponder a 1973, fecha arriesgada para hacer proyectos, siendo “quinto” del 27. La benevolencia de Caffarena me da ocasión de anticipar este minúsculo “nietecillo” y me hace recordar aquellos dorados años veinte en los que comencé mis pinitos literarios de la mano del profesor (Pedro) Salinas, y bajo amistad de (Alejandro) Collantes, (Luis) Cernuda y de (Joaquín) Romero Murube en Sevilla; de Aleixandre, de Altolaguirre, de Prados y de mi primo José Mª Hinojosa en Málaga; de Alberti, de Pérez Clotet y de Guillermo de Torre en Madrid, y de otros tantos incorporados a la historia de la literatura, mientras yo me quedaba de mero administrador, en el gustoso deleite de una modesta afición, tan morosamente practicada.

1967: «José Gartner»

Editado por la Obra Cultural de la Caja de Ahorros Provincial de Málaga, formato 22 x 14,5 cm., 30 páginas, con una caricatura del artista y varias ilustraciones intercaladas.

 


José Gartner de la Peña, nació en Gibraltar en 1866, y murió en Madrid en 1918. Formado en la Escuela de Bellas Artes de Málaga. El mar siempre fue el protagonista de sus cuadros, y los bergantines y carabelas, tan frecuentes en los mismos, no dejan de ser elementos secundarios, incluso en su obra más elogiada, “La Invencible”, calificada en algunos catálogos como de histórica.


Las marinas de Gartner son poéticas, idealizadas, ya en aguas inmóviles, envueltas en una bruma, ya con encrespadas olas que amenazan a los navíos. Según Baltasar Peña, "es el pintor malagueño que ha conservado una mayor igualdad de calidades en cuanto pintaba".


1968: «Fortuny y Ferrándiz. El genio y la amistad»

Obra Cultural de la Caja de Ahorros Provincial de Málaga. 60 páginas + 28 láminas. 22 cm

 


Baltasar Peña se encontró, documentándose para su libro «Los pintores malagueños del siglo XIX», con varios legajos conteniendo papeles íntimos y familiares de Bernardo Ferrándiz (1835-1885), pintor valenciano que en el último tercio del siglo XIX se afincó en Málaga, propiciando con otros maestros lo que luego había de ser la Escuela Malagueña de Pintura, estudiada también por Baltasar Pena en su obra antes mencionada.

Entre estos papeles había tres manuscritos, de puño y letra de Ferrándiz, totalizando unos 40 folios, que constituían el material inédito preparado para escribir una historia de Mariano Fortuny (1838-1874) que nunca llegó a editarse. En esos apuntes, queda evidente la rendida admiración de Ferrándiz por Fortuny.

Baltasar Peña, al coordinar aquellos documentos que llegaron a sus manos, consigue biografiar acertadamente a Fortuny y Ferrándiz. En el libro han sido reproducidos algunos cuadros de Fortuny y unos dibujos de Ferrándiz, que son el complemento de la obra.

1970: «Poemas de la Semana Mayor Malagueña», en colaboración con su amigo José Luis Estrada Segalerva. Conjunto de poemas y fotografías.

Publicaciones del Instituto de Cultura de la Excma. Diputación Provincia de Málaga. Formato 25 x 18 cm. 32 páginas.


1971: «Ricardo Verdugo Landi».

Editado por la Obra Cultural de la Caja de Ahorros Provincial de Málaga, 30 páginas. 11 láminas.

 


Al malagueño Ricardo Verdugo Landi (1871-1930), sus aficiones artísticas pronto lo llevaron a inscribirse en la Escuela de Bellas Artes de Málaga con solo quince años. “En sus obras destaca la identificación del mar como protagonista absoluto de la composición, haciendo de estas escenas estudios de su variabilidad: oleajes, puestas de sol, mar embravecido, en calma, mostrando todo un sentido narrativo con la profusión de olas y rompientes, en los que se acerca a una pincelada de tipo impresionista”.

Vista de Málaga desde el puerto

1971: «Barros malagueños».

Obra Cultural de la Caja de Ahorros Provincial de Málaga, formato 22 x 15 cm., 31 páginas + láminas en color.


Las esculturas de barro fueron muy demandadas por los extranjeros que visitaban Málaga en el siglo XIX. Son obras de pequeño tamaño que representan a personajes populares con su peculiar indumentaria y con una expresiva policromía. Adornaban muchas casas de la burguesía malagueña.

Un coleccionista inglés, Peter Winckworth, era propietario de una colección de ochenta y tres barros malagueños, que al tener que mudarse de su domicilio londinense, se vio en la necesidad de desprenderse de la mayoría de ellos. Los ofreció al Museo de Bellas Artes de Málaga en 1970.

Para el futuro Museo de Artes Populares, pudimos adquirir en Londres, una magnífica colección de barros malagueños de los Gutiérrez de León, Vílchez y Cubero, que aunque conocíamos por referencia y algunas fotografías, nos dejaron estupefactos al llegar a nuestras manos.
Constituyen un tesoro evidente de nuestra artesanía desconocida. Más de ochenta piezas de toreros, bandoleros, majas, bailarinas, tocaores, contrabandistas, pescadores etc., es decir, la más completa colección que pudimos soñar y que nos dio nuevos alientos para proseguir en la inmediata tarea de encajarlas en un futuro Museo, aunque para su conservación adecuada, y lucimiento se llevaron con toda dignidad, a la Casa del Consulado, marco también adecuado para las mismas.

1972: «José Nogales».

Obra Cultural de la Caja de Ahorros Provincial de Málaga, formato 21,2 x14,6 cm., unas 40 páginas, sin numerar. Láminas en blanco y negro.

 


Biografía del pintor malagueño José Nogales Sevilla (1860-1939), perteneciente a la Escuela malagueña de pintura, especializado en temas de bodegones y paisajes, con un retrato realizado por el pintor José Ponce Puente.

1973: «Siete pintores y un tema».

Obra Cultural de la Caja de Ahorros Provincial de Málaga 22 x 15 cm., 24 páginas con texto + 11 láminas en color. Libro dedicado a la figura del cenachero malagueño


1974: Obras completas de José María Hinojosa


En febrero de 1974, aprovechando sus buenas relaciones con la Diputación Provincial de Málaga, cuyo presidente era Francisco de la Torre, promovió la publicación de la primera edición de las «Obras Completas» (1.000 ejemplares) de su primo José María Hinojosa Lasarte. En dicha obra se reunieron los seis libros que publicó José María entre 1926 y 1931. El libro contenía una Nota previa de Baltasar, y un Prólogo del poeta Alfonso Canales Pérez-Bryan.

En la “Nota previa”, dice Baltasar Peña:

Yo he de confesar, que a pesar de ser primo suyo, de haber compartido sus inquietudes literarias, de haber convivido íntimamente con él hasta semanas antes de su muerte, tampoco concedí extraordinario interés y menos permanencia a su producción poética. […]
Si se hubiera tratado de un poeta exiliado. O caído en zona diferente, no es aventurado afirmar que otro gallo le cantaría a su recuerdo literario. [...]
El Hinojosa liberal, incluso comunistoide, más tarde agrario y tradicionalista, no significan un zigzagueo por un dirección averiada, sino un lógico patinar sobre el suelo resbaladizo que le tocó vivir. Variaba su geografía y con ella sus amistades, sus costumbres, su manera de ver la vida.

Y siguiendo con su primo José María, a principios de 1976, un grupo de escritores malagueños, entre los que estaban Baltasar Peña y Ángel Caffarena, constituyeron una comisión para organizar un homenaje a José María Hinojosa Lasarte. Abrieron una suscripción para recaudar fondos con los que costear un monumento en su honor. El bronce que habría de perpetuar la memoria del poeta se encargó al escultor antequerano Jesús Martínez Labrador, y aunque este acabó su obra, la misma no fue erigida en sitio alguno.

SU JUBILACIÓN EN MARZO DE 1976

Baltasar Peña, el 21 de febrero de 1976, dos semanas antes de su jubilación como funcionario, la cual se produjo el 5 de marzo al cumplir los 70 años de edad, empezó a escribir unas memorias a las que llamó “Reencuentros conmigo mismo”. Se proponía dedicar:

…“todos los días algunos minutos para recoger en unas modestas memorias el quehacer diario, entremezclándolas con algunos recuerdos de mi vida pasada. […] Con la seguridad de que me ha de servir de recreo para mí mismo, y para distraer los forzados ocios de un mañana sin obligaciones perentorias, ni quehaceres urgentes”.

Mi condición de jubilado me concede desde ahora días y días, y Dios quiera que años, para ir volcando en estas memorias mis impresiones, mis ansiedades, mis alegrías, mis penas y mis recuerdos, que tal vez no vayan a servir para nada el día de mañana, pero que al fin y al cabo, me sirven en estos momentos en que los escribo para una íntima satisfacción con el pasado, con el presente incluso, con el porvenir que me aguarde.

Dichas memorias las tuvo que comenzar con un réquiem por su íntimo amigo José Luis Estrada Segalerva, que falleció dos días más tarde, el 23 de febrero.

Una amistad de cincuenta años, fraternal, afectuosa, casi familiar. […] Cincuenta años con casi idénticas aficiones artísticas, literarias, políticas… y sin embargo, con unos temperamentos esencialmente distintos.

José Luis Estrada Segalerva (1906-1976) había sido alcalde de Málaga entre enero de 1947 y enero de 1952. En el momento de su muerte era el presidente de la «Real Academia de Bellas Artes de San Telmo», cargo que ocupó durante veinte años.


José Luis Estrada y Baltasar Peña

Como su sustituto al frente de la Academia, el Ministerio de Educación y Ciencia designó a Baltasar Peña, el cual fue presidente de la misma desde finales de marzo de 1976 hasta 1986. Posteriormente, hasta su muerte en 1992, ocuparía la presidencia honorífica.

El proyecto de escribir su diario y sus memorias, a pesar de sus buenas intenciones iniciales, fue efímero ya que al año de comenzarlas las dio por acabadas:

Empecé a escribir este modesto diario de un jubilado el 21 de febrero de 1976, semanas antes de cumplir los setenta años y poder por tanto ostentar con rigor este título. Tenía la intención de ir eslabonando poco a poco mis impresiones diarias de los días que aun tuviera Dios la bondad de concederme, mezclando con ellas recuerdos, anécdotas, sucedidos, etc. Pero al tener ya cercano el primer aniversario de esta iniciativa me encuentro con un cúmulo de cuartillas escritas, deshilvanadas muchas de ellas, poco interesantes las más y sobre todo, un poco cansado de la carga que yo mismo me impuse. Y como todo tiene solución en este mundo, también las van a tener estas memorias haciendo punto final cuando se cumpla el año de su iniciación.

Creo que ya está bien con lo conseguido, y que ahora debo dedicar algunos meses a ponerlas en limpio, corregirlas, y hasta hacerlas legibles ya que por haber sido escritas a vuela máquina, se impone lógicamente su corrección y su legibilidad.

Aunque no me he atrevido a contarlas, seguramente son más de mil las cuartillas emborronadas, suficientes y sobradas si algún día expurgándolas de la paja abundante de mi prosa, quisiera reducirlas a un modesto libro de memorias.

Ese libro de memorias nunca llegó a publicarse. Son cinco tomos de tamaño folio, con un total de novecientas cuarenta páginas. Yo, gracias a su hijo Baltasar, he tenido el privilegio de poderlas leer, cosa que he hecho con mucho placer y fruición, y han sido una base muy importante de lo que he podido escribir en estas Crónicas sobre su persona.

1978: Ese año pronunció el «Pregón de la Semana Santa de Antequera», en la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios

SUS “DÉCIMAS”

Una décima o espinela, en poesía, es una estrofa constituida por diez versos octosílabos. Baltasar Peña manejando esta estrofa, fue un consumado maestro.

Mi afición de componer décimas me viene de antiguo, desde mis años universitarios en Sevilla y tal vez por mi amistad y mi admiración hacia un compañero de Derecho, Luis Cernuda, amistad forjada en aquella clase de Pedro Salinas que animó nuestras primeras aficiones literarias […].
A los jóvenes poetas, y perdonad que me incluya en ellos, nos gustaba por aquellos años mucho la décima. Otro compañero mío, anterior a Cernuda, pues lo conocí en el colegio de los Jesuitas del Puerto de Santa María estudiando el Bachillerato, Pedro Pérez Clotet, también fue un celoso cultivador de décimas.

Unos años antes de su jubilación, como un entrenamiento, emprende la composición de décimas en un sentido jocoso, en cualquier situación y momento: dedicadas a viajes que ha realizado, noticias llamativas que ha encontrado en la prensa, algunas dedicadas a los políticos de su época, como contestación a algunas palabras realizadas por un amigo en una comida, en cualquier acto de homenaje, etc.

Le gustaba mucho recortar en los periódicos noticias interesantes o de doble sentido, y de ellas componer unas décimas las cuales guardaba en un grueso volumen cada día más abultado. Empezó haciéndolo sólo de noticias políticas, “pero pronto me di cuenta que también lo merecían algunas noticias de prensa, sobre todos las de carácter erótico o atrevido”.

En estos últimos tres años mi afición literaria se ha derivado por un nuevo camino, si no muy poético, si lo suficientemente entretenido para mi, para cultivarlo con asiduidad y gusto. Escribir décimas humorísticas de circunstancias o políticas, de circunstancias porque las primeras las inspiraron las incidencias de dos viajes, uno a Tierra Santa y otro al Japón y que destiné exclusivamente a los compañeros de uno y otro viaje.
Cuando fue encargado Carrero Blanco de formar Gobierno me llamó aquella tarde José Luis Estrada para darme el anticipo de la futura lista ministerial que un buen amigo suyo, Barrera de Irimo, futuro ministro de Hacienda le anticipara indiscretamente por teléfono.
Aquella misma noche enjareté en diez décimas de carácter festivo los titulares de cada una de las carteras, que leí a algunos amigos por la mañana, y que me llamaron sorprendidos por la tarde cuando la radio dio la lista del nuevo Gobierno, que era sin ningún error el reflejado en mis décimas.
Ello me incitó a comentar en décimas algunas noticias periodísticas curiosas que se prestaban a adobar con algunas notas de humor sus consonantes.
Llegó más tarde el nombramiento de Presidente del Gobierno de un fraternal amigo mío, Carlos Arias, y me propuse ir recogiendo, a través de su gestión, sus más importantes actuaciones públicas en décimas, encabezándolas con la oportuna información gráfica que los periódicos del día me proporcionaran, y como mejor y más verídica ambientación para los futuros lectores. […]
Como ya sobrepasan los dos centenares las compuestas, no excluyo la posibilidad, si Dios me da constancia y consonantes de convertirlas en un verdadero libro cuando acabe su mandato.
He leído algunas a los amigos, quienes me insisten en el interés que tendría publicarlas a medida que las hago, pero tengo el temor de que puedan molestar a alguien y ni mi circunstancias ni mi edad, me invitan a tomar parte alguna en la revuelta política que vivimos y menos en la que vamos a vivir.
El último discurso de Arias, lo he resumido en treinta décimas, todas ellas en serio porque lo requiere la seriedad y trascendencia del tema, aunque con un final irónico.

Solo hago de cada una de ellas tres ejemplares por el temor a la difusión de las fotocopias. Uno para Carlos y dos para mí, y por si todas ellas se perdieran el día de mañana, y estos renglones no se pierden y hay algún curioso que los ojee, dejaré alguna constancia de las mismas.

Carlos Arias Navarro desde los tiempos de estudiante, era uno de sus mejores amigos. Siempre mantuvieron una cordial correspondencia.

El último es la colección de décimas compuestas durante el mandato político de Carlos Arias que he recogido en un tomo de folios fotocopiados, con su correspondiente noticia periodística que las ilustran y del cual he hecho tan solo unos ejemplares para mi familia.

Este sí creo que de haberse publicado en su momento hubiera podido tener cierto interés y difusión, pues se trata de décimas políticas llenas de humor que de haber sido publicadas en periódicos o recogidas en un libro hubieran sido aceptadas con éxito.

Versos de sabor quevedesco que tengo en carpetas muy bien ordenadas. Se trata de las décimas políticas con las que apostillo las noticias periodísticas que me las inspiran, la mayoría de ellas referentes a las actividades de Arias, y algunas de las cuales he dado a leer.
Las tengo fotocopiadas en cinco ejemplares, pues deseo que no se pierdan el día de mañana, por el valor que puedan tener como notas de humor.
Hace unas semanas tuve el valor de componer más de treinta décimas con el último discurso de Arias en las Cortes, procurando tomarlo en su esencia, e incluso con frases propias aprovechando para ello la acotación literal de aquellas frases octosílabas que lograba entretejer. En este caso, dada la seriedad del discurso y su transcendencia, reduje el humor a una última décima que resumía mis impresiones.

El discurso que dio Carlos Arias Navarro en las Cortes franquistas el día 28 de abril de 1976, lo inicia con estas dos décimas Baltasar Peña:

Me toca en este momento
político, excepcional,
abrir el cauce normal
de un futuro planeamiento.
Sé que es difícil mi intento,
para evitar disonancias
o inútiles discrepancias,
pero no olvido ni ignoro
la importancia de este foro
de profundas resonancias.

Cuento con vuestro calor
y con vuestra confianza
a fin de que esta mudanza
se ejecute con rigor.
Más será nuestra labor
de vasos comunicantes,
ya que se trata de instantes
entre dos tiempos distintos,
pero con cambios sucintos
por no ser tiempos distantes.

Y Baltasar remata el final del discurso con este Estrambote propio:

A estas palabras sinceras
y a estos conceptos austeros
le han sobrado algunos peros,
y faltado algunas peras.
Enarboló sus banderas,
mas se marchó por las ramas,
y algunas de sus proclamas
al ofrecer concesiones
las expresó en ocasiones
en forma de crucigramas.

Después de leer un libro de poesía de su amigo Alfonso Canales Pérez-Bryan (1923-2010), “El año sabático” que publicó en 1976, impresionado por la calidad de la obra, Baltasar Peña, tomó la decisión de “yo me voy a reducir a ser poeta de mis décimas, que para mí siguen teniendo su mijilla de regusto poético y humorístico”. “Desde ahora entrego a mi amigo Alfonso, el centro de la poesía malagueña y yo me quedo, muy gustosamente de coplero popular”

El 3 de marzo de de 1977, en un rápido viaje de ida y vuelta, que realizó Baltasar Peña a Madrid, aprovechó para llevarle a su antiguo amigo Carlos Arias Navarro “unas docenas de décimas, compuestas durante su mandato presidencial, y todas ellas alusivas a sus incidencias políticas”
 

Siempre ha sido uno de mis mejores amigos, y con el que he conservado a través de estos cincuenta años últimos, trato o correspondencia. Precisamente el lapso de tiempo en que he estado más alejado de él, empezó en su época de Alcalde de Madrid, para agudizarse al llegar a Ministro y quedar reducido a simples cartas de secretario particular en los momentos Ministeriales o Presidenciales.

Pero tenía que ser así. Solo una vez he ido a visitarle siendo ministro, porque yo sabía bien que entonces le sobraban las visitas.

Carlos Arias Navarro, dos años más joven que Baltasar Peña, había dejado de ser presidente del gobierno el 2 de julio de 1976. Ese mismo día, el rey Juan Carlos I le otorgó el título de marqués de Arias Navarro. En las primeras elecciones democráticas de junio de 1977 se presentó como candidato al Senado por Madrid, dentro de las listas de Alianza Popular, pero no resultó elegido. Tras este fracaso no volvió a ocupar ningún otro papel relevante en la política española.

Estuvo un gran rato ojeando el libro de décimas que le llevé y creo que le servirán de satisfacción e incluso de sosiego, pues todas destilan algo de humor sano, y el humor es el mejor lenitivo de nuestros propios malos humores. Me pareció sin embargo que en la actualidad no está en condiciones para saber catar la inocente salsa con la que yo las he adobado.
Le advertí que aun cuando todo el libro rezuma afecto para el amigo, desde la primera décima que así lo anuncia, hasta la que lo cierra con un piropo al flamante marqués, en algunas personales no había tenido más remedio que adobarla con la sal y la pimienta oportuna.
En el libro no aparece el nombre del autor por ningún lado. Tan sólo para que los que lo deseen indaguen su autor, he incluido una décima y un retrato mío publicado en “Sol de España” con motivo de mi jubilación.
No me gustaría que este libro se divulgase para no herir susceptibilidades, aunque mi humor siempre es limpio y de buena fe, pero por otro lado tampoco quería dejarlo sin entregárselo a quien sirvió de inspiración y para el que fue hecho.
Le he pedido que no lo deje copiar a nadie, si acaso que personalmente se lo lea a quien quiera, prometiéndole que no me he atrevido a publicarlo en primer lugar porque en algunas de ellas pudiera algún político amigo sentirse ofendido, y en segundo porque a mis años no me parecía lógico enrolarme públicamente en una literatura de exclusivo humor.
Si cuando yo falte, surgiera la oportunidad de que le interesaran a alguien e incluso se decidieran publicarlas, que lo hagan. Tampoco ninguna de las décimas tiene la dosis suficiente de mala intención para hacerlas impublicables.

Y ya a mi vejez he tomado un nuevo camino, que es que yo creo ha sido, el más acertado y congruente con mis posibilidades, mi manera de ser actual. Camino precisamente diametralmente opuesto a la vena lírica que me vaticinaban. Una serie de décimas políticas, todas ellas de humor, iniciadas precisamente durante el mandato de Carlos Arias e inspiradas y mantenidas por la amistad entrañable que con él siempre he tenido.
Va a ser una obra que se quedará inédita pues sólo he hecho unos ejemplares en fotocopias. En todas ellas se reproduce la fotografía o la noticia periodística que da lugar a las décimas. Algunas tan pesadas como los propios discursos del Presidente en décimas, utilizando incluso sus mismos párrafos. Pero en conjunto estoy contento de lo conseguido, y creo que si se publicaran hoy tendrían una gran aceptación, pero no me atrevo por lo que en ella pueda haber de molestia para cualquiera de los aludidos, muchos de ellos buenos amigos míos.

Al inicio de la década de los años ochenta, compuso tres pequeñas obras en décimas, que tuvieron comentarios elogiosos a nivel nacional, y que al ser tiradas muy cortas, fueron muy buscadas por los interesados en la temática. Los títulos son:

1980: «La Constitución rimada, para ayuda de olvidadizos y socorro de desmemoriados».


Se compone de 169 décimas, una para cada artículo de la Constitución, más “Una justificación que nadie me pide”, a modo de prólogo, en la que escribe:

Cuando nos trajo la prensa una separata con el texto completo de la Constitución española, sentí, no sé por qué, el deseo de versificarla. Corno este deseo surgió en mí antes de la lectura, no puedo atribuirlo a las bellezas literarias del articulado que se ofrecía ante mis ojos.
Al principio, estimé tal deseo como una tentación, y procuré rechazarla, no tanto por las dificultades que podía suponer el empeño, sino por la inutilidad del mismo. Sin embargo, por puro juego, inicié el trabajo (si es que se le puede llamar así), encerrando en cuatro o cinco décimas los primeros artículos constitucionales. He de confesar que, como la labor no me costó mucho esfuerzo, volví a pensar esta vez más en serio, en la posibilidad de acceder a mi primer impulso.
En menos de una semana, me encontré con la Constitución rimada en 169 décimas, número igual al de sus artículos, pues tomé, desde el principio, la determinación de encerrar cada uno de ellos en una espinela, a pesar de la desigual longitud de sus textos; el más corto tiene apenas renglón y medio, y el más largo cuenta con 183 renglones y 32 apartados. No he creído necesario versificar también las disposiciones adicionales, transitorias y derogatorias, ni la disposición final.

1981: «Articulado de la ley del Divorcio, corregido, aumentado y rimado, para guía de los que la necesiten y recreo de los que no les haga falta».



Aun cuando la reincidencia está considerada como una circunstancia agravante de la responsabilidad penal, yo me permito invocarla en este caso como atenuante cualificada. Cuando hace meses publiqué La Constitución Rimada, una fortuita emisión de radio, a la que debo expresar mi agradecimiento más sincero, me sirvió de espontánea y eficaz propaganda, para la venta de una gran parte de la edición.

Ello, como es lógico, me impulsa a repetir la experiencia con la llamada Ley del Divorcio.

Si la Constitución significa la suprema ordenación política de los españoles, la Ley del Divorcio puede significar nuestra no menos difícil ordenación familiar. Creo, por tanto, en su importancia.

Se compone de 68 décimas, más prólogo y epílogo. En el prólogo escribe:

Si te quieres divorciar

esto te puede servir,

igual para sonreír

que para hacerte pensar.

A nadie ha de molestar

lo que este libro refleja,

pues esta ley tan compleja

para todo tiene excusa,

aquel que la quiere, la usa

y el que no quiere la deja.

Y en el epílogo:

La ley ofrece la opción

del divorcio o nulidad,

 o a quedarte en la mitad

sin más que separación.

Hay que tener precaución

en asuntos del querer,

pues debemos preveer

de que es mejor un marido

malo, pero conocido,

que bueno, por conocer.

1982: «Estatuto de Autonomía para Andalucía, para iniciar a los sorprendidos y sorprender a los iniciados».



Se compone de 75 décimas o espinelas, una para cada artículo del Estatuto de Autonomía de 1981 (Ley Orgánica 6/1981), más una última décima sobre las disposiciones adicionales, transitorias y final.

No he creído justo, después de haber puesto en letra y rima la Constitución española y la llamada Ley del Divorcio, dejar huérfano de este adorno al Estatuto de Andalucía.
A este nuevo intento me mueve, en primer lugar, el hecho de ser andaluz y, en segundo, el de ser malagueño, pues ahora que nos estamos enterando de la historia de Andalucía, he venido a saber que fue en Antequera donde, en 1883, los federales redactaron la primera Constitución para los Cantones Andaluces; que el 22 de julio del mismo año comenzó en Málaga la insurrección cantonal; y que en 1918, al amparo de la Constitución antequerana, se fijó y desarrolló en Ronda la ideología andalucista y se creó el escudo y la bandera de la Región. […]
El Estatuto no es una panacea (qué duda cabe) sino un proyecto que hemos acariciado los andaluces. Sirva de algún modo esta labor mía al empeño de transformar ese proyecto en una gozosa realidad.

El epílogo de este librito es antológico:

Tras de la Constitución,
el Divorcio y Estatuto;
aquí se termina el fruto
de mi pobre inspiración.
Os debo pedir perdón
por renglones tan triviales
tal vez poco originales,
pero por doscientas “pelas”
os salen las espinelas
a menos de diez reales.

En sus memorias “Reencuentros conmigo mismo”, dice Baltasar Peña

Tal vez el tiempo que todo lo decanta, pueda incluso concederle como a los vulgares mostos, nuevos y atractivos sabores, y algún estudioso de mañana, cuando yo ya no sea ni recuerdo de los que vivan, recoja en una futura tesis o tesina, quizá esto último, porque no, me siento hombre de tesis, estas expansiones humorísticas, al menos, como extraña flor de unos años en los que el humor se ha hecho tan negro y tan enrevesado. Porque el mío, ciertamente no es ni negro ni complicado, sino sonriente, humor de juegos de palabras y de ligeras impresiones de un andaluz que a pesar de todo, no se siente ni se ha sentido nunca ni trágico, ni pesimista.

Y que Dios me conserve esta manera de ser y de pensar... y qué mejor que esto para acabar este día en el que hasta la lluvia ha venido a alegrar mis pajarillas de labrador y de futuro cosechero de unas gordas y relucientes aceitunas.

El 30 de octubre de 1980, fallece su hijo Carlos Peña Álvarez con treinta y ocho años de edad, a causa de un cáncer linfático. Estaba casado con Pilar Díaz Rivas, tenía un hijo y una hija.

Un año más parte, en septiembre de 1981 Baltasar escribió, dedicado a su hijo fallecido, «Cinco sonetos para una misma pena. Carlos», que recogió en un pequeño librito de poco más de veinte páginas.



1983: «Vivencias. Artículos periodísticos publicados desde 1933 a 1936».

Publicación de la Librería Anticuaria “El Guadalhorce”, 108 páginas, formato 22 x 16 cm.

 


Como indica el subtítulo, es un compendio de más de cincuenta artículos periodísticos publicados por Baltasar Peña durante la Segunda República, cuando aún no había cumplido los treinta años de edad. El libro adolece de no datar cada artículo, ni decir en qué medio se publicó, datos importantes para poder analizar y comprender en su contexto cada uno de ellos.

En los años 33 al 36 publiqué en la prensa de Málaga algunos artículos que conservé, sin saber donde, y que por una agradable casualidad he logrado encontrar últimamente, y otros, muy pocos de fecha posterior.

Son en su mayoría artículos políticos, en unos momentos difíciles y comprometidos, y otros de carácter local o literarios.

Su lectura me ha producido una agradable sorpresa, ponerme de manifiesto mi pensamiento en aquellos años, y poder observar por el tiempo pasado algunas modestas cualidades de profeta o de soñador.

También me han servicio para recordar ese dicho tan manoseado de que la historia se repite, aun cuando para nosotros, su repetición nos ha cogido siempre por diferentes flancos.

Muchas de las cosas que glosé hace diez lustros están volviendo a pasar y a tener actualidad: muchas de las afirmaciones o negaciones tenemos que seguir afirmándolas o negándolas en el día de hoy, aunque cuando también en otras, tengamos que lamentar nuestra poca vista.


1990: «Decimas y destemplanzas».

Edición propia. 112 páginas, formato 24 x 17 cm.

En la portada aparece una imagen del rondeño Vicente Espinel (1550-1624), sacerdote, escritor y músico del Siglo de Oro, que transformó la estructura de la “Décima”, estrofa también conocida como “Espinela”. También aparece el clásico termómetro de mercurio, por aquello de las “décimas y destemplanzas”.


Son un conjunto de unas 368 décimas escritas a lo largo de sus últimos años, dedicadas a diversos temas: homenajes, cumpleaños, recuerdos de viajes, dedicados a la Virgen, a sus hijos y sus nietos, al Teléfono de la Esperanza del cual fue colaborador, comidas y tertulias con amigos y compañeros, semblanzas, etc.

Aclaremos que lo que yo he deseado en él es recoger unos pequeños recuerdos, íntimos y personales, sin complicaciones en la rima, sencilla y fácil, sin rebuscada complicación.

Aquí creo haber dejado afectos, intimidades, humor, lágrimas, tristezas, esperanzas y alegrías, y sobre todo, recuerdos, algo mío que no sé ni lo que es.

El escritor malagueño Juan Cepas González, miembro de la “Real Academia de Bellas Artes de San Telmo”, dice en el Prólogo del libro:

Este libro es, ni más ni menos, el mejor homenaje que la poesía malagueña puede rendir al poeta rondeño Vicente Espinel con la variedad rítmica de esas décimas o espinelas perfectas salidas de su pluma a borbotones como lección de ser andaluz y mediterráneo.

En sus “Reencuentros conmigo mismo”, dice Baltasar Peña sobre su obra literaria:

Uno, por no decir el más fundamental mérito y defecto a su vez de mis aficiones literarias es el de escribir siempre con prisa, sin corregir nada, lo mismo en prosa que en verso y la consecuencia natural es el abuso inevitable de los ripios en la poesía y de las disquisiciones en la prosa. Pero como así he sido siempre, a casi mis setenta y un años no voy a cambiar de táctica, ni a emprender nuevos rumbos.

Escritos he dejado varios libros en prosa y verso. Unos malos, otros peores y algunos aceptables.

ARTÍCULOS ESCRITOS

Ya he hablado del conjunto de artículos que publicó durante la Segunda República y que fueron recogidos en su libro “Vivencias”. Hubo muchos más artículos escritos posteriormente, pero están diseminados en diversos periódicos y son difícil de rastrear.

Entre los más significativos de los aparecidos en revistas especializadas, podemos señalar:

En la revista Gibralfaro, editada por el Instituto de Estudios Malagueños:

  • La Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga, en el nº 8 (1958), pp. 77–89.
  • La pintura malagueña en las Exposiciones nacionales, en el nº 10 (1959), pp. 3–5.
  • José Vallejo, reportero gráfico de la guerra de África, en el nº 12 (1961), pp. 37–42.
  • A la Cueva de Nerja (poesía), en el nº 12 (1961), p. 62.
  • El Colegio de Abogados de Málaga, en el nº 14 (1962), pp. 67-69.
  • El Jardín de la Abadía, en el nº 18 (1966), p. 5–10.
  • Importaciones en desuso, en el nº 21 (1969), pp. 21–23.
  • Cartas de Salvador Rueda, en el nº 23 (1971), pp. 87–98.
  • El Liceo: medio siglo de vida cultural malagueña, en el nº 24 (1972), pp. 163-180.

En la revista Jábega, de la Diputación Provincial de Málaga:

  • También las flores tienen historia, en el nº 2 (1973), pp. 10–11.
  • El Polígono de los cien años, en el nº 3 (1973), pp. 22–23.
  • Don Francisco Romero Robledo, poeta antequerano, en el nº 5 (1974), pp. 96–99.
  • XXV aniversario de la Caja de Ahorros Provincial, en el nº 6 (1974), pp. 6–7.
  • Bodas de Plata, en el nº 8 (1974), pp. 6-8.
  • En otras revistas:

Itinerario por la Málaga decimonónica, en Arquitectura: Revista del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), en el nº 187–188 (1974) pp. 4–15.

Aproximación a la pintura malagueña del siglo XIX, en el Boletín del Museo Diocesano de Arte Sacro, en el nº 1-2 (1981) pp. 137–145.

BALTASAR PEÑA Y PABLO PICASSO

Baltasar Peña era un gran coleccionista de arte, principalmente de pintores malagueños del siglo XIX. Tenía afinidades con pintores, literatos y críticos de arte. Incluso él había hecho algunas críticas de arte y presentaciones en exposiciones de pintores.

No le gustaba gastar grandes cantidades de dinero en cuadros. Realizaba compras en anticuarios donde buscaba una ganga, en el Rastro de Madrid, en muy buenas condiciones económicas o en colecciones particulares. A veces conseguía auténticas joyas de la pintura por poco dinero. Algunos de los que poseía eran regalos de pintores o amigos. Recordaba con claridad la fecha en la que compró los cuadros, lo que le costaron y un poco de su historia.

Creo que fue en el mes de agosto de 1953. Vino a mi despacho Juan Temboury, acompañado del secretario de Picasso, Jaime Sabartés, a ver unos cuadros de palomas (una blanca y otra negra) que yo tenía del padre del famoso pintor, José Ruiz Blasco.
Le encantaron a Sabartés y me indicó que Pablo tenía grandes deseos de tener un cuadro de su padre, ya que no conservaba ninguno.
Le ofrecí la paloma negra que tenía, y me pidió también una fotografía de la blanca que yo iba a conservar, anticipándole que se la entregara a nuestro paisano, ya que yo tenía mucho gusto en ofrecérsela generosamente.

Paloma blanca

Tres meses más tarde, a primeros de diciembre, Baltasar Peña recibió carta de Paris, del secretario de Picasso, diciéndole:

La PALOMITA pintada por D. José Ruiz Blasco, que tuvo a bien confiarme llegó a Paris perfectamente. Tuve la suerte de poderla entregar inmediatamente a su destinatario. Picasso quedó encantado del obsequio, agradeciéndolo infinitamente. Me encargó que se lo diga de su parte. […]
Picasso me encarga que le pregunte si estaría dispuesto a venderle la PALOMA BLANCA, única que le queda, después de haberse desprendido tan generosamente de la otra.


Le contesté a los pocos días comunicándole que me alegraba sobremanera le hubiera sido tan grata a Picasso recibir la palomita que le envié, y con respecto a la blanca, le advertí me enviara la negra, y que con gusto la cambiaría por la blanca, pues no quería desprender de las dos, por ser coleccionista de cuadros de pintores malagueños del siglo XIX, y no tenía más cuadros de su padre.
Nada me contestó a ello, ni nada más se volvió a hablar sobre las palomas.


En diciembre de 1960, Baltasar Peña escribe una carta a Jaime Sabartés, secretario de Pablo Picasso, la cual iba acompañada de dos fotos realizadas a dos cuadros pintados por el padre del gran artista malagueño.


En octubre de 1961, con motivo del ochenta cumpleaños de Pablo Picasso, Baltasar Peña se desplazó a Niza junto a Juan Temboury, Enrique Lafuente, los arquitectos Salas y Fernando Chueca, y el pintor Antonio Saura.

Francia entera se encontraba movilizada por los actos organizados en honor del artista. Entre los homenajes que se le dieron, uno de los momentos clave se produjo en el Gran Palacio de las Exposiciones de Niza, donde se celebró un festival con actuaciones de artistas de más de nueve países diferentes, en el que la parte final estuvo a cargo de artistas españoles como Aurora Bautista, Paco Rabal, la cantante Nati Mistral, y el bailarín Antonio. La celebración tuvo su punto culminante en una novillada en Vallauris, población donde había vivido Picasso durante ocho años, situada en los Alpes marítimos, a cargo de Luis Miguel Dominguín y Domingo Ortega.

A pesar de las grandes colas de coches para acceder al Palacio de Exposiciones, y el gentío que rodeaba al pintor que impedía a cualquier invitado poder acercarse a intercambiar unas palabras con el mismo, Baltasar Peña y sus compañeros de viaje pudieron saludarlo personalmente.

Parece ser que entre toda la multitud, Juan Temboury alzó la voz y exclamó: “¡Maestro, aquí estamos unos malagueños que hemos venido a acompañarlo!”. Entonces, Picasso se paró en seco y preguntó: “¿Quién ha dicho eso?”. Picasso les acabó invitando a una comida que celebró al día siguiente en Mougins, uno de los pueblos más bonitos de Francia, junto a los artistas españoles que el día anterior habían participado en su homenaje, además de Rafael Alberti y María Tersa León.


Diez años más tarde, el 15 de octubre de 1971, cuando Picasso iba a cumplir los noventa años, Baltasar Peña envió otra carta, esta vez directamente a él, ya que Sabartés había fallecido, en la que le refiere la última visita que realizó Pablo Picasso a Málaga en enero de 1901, cuando solo tenía diecinueve años.

A mediados de octubre de 1891, la familia Ruiz Blasco abandonó Málaga con rumbo a La Coruña, donde el padre habría de tomar posesión de una plaza de catedrático de Dibujo. Desde 1904, Picasso residió en Francia, donde falleció en 1973. En setenta y dos años no volvió a su Málaga natal.

Volviendo a la carta de Baltasar Peña, en ella le refiere que en esos días que estuvo en Málaga, hizo amistad con un muy joven pintor malagueño, Francisco Boigas Aguilar, tres años más joven que Picasso. Boigas, con solo diecisiete años, participó en diversas exposiciones, como la Provincial de 1901 en la que obtuvo medalla de oro, la Nacional de Bellas Artes de ese mismo año y la General de Granada. Sus obras son muy escasas, porque desgraciadamente falleció muy joven, con tan solo 18 años, en 1902.

En la carta, Baltasar Peña le enviaba un dibujo realizado por Boigas, “y he creído le proporcionará un grato recuerdo de su tierra, al verlo, conservándolo y rememorar su autor”. Tampoco hay noticias que Picasso contestase a la carta.


El despacho de Baltasar Peña situado en la planta baja de su domicilio en Málaga, era un auténtico santuario, rodeado de libros, revistas, fotografías y cuadros, casi en su totalidad adquiridos por él.

Mi despacho mide más de cuarenta metros cuadrados, rodeado de libros y carpetas, y totalmente cubiertas las paredes de cuadros, la mayoría pintores malagueños del siglo XIX. Creo que tengo colgados en él más de noventa.

Frente a mí el retrato a lápiz que me hizo Félix Revello de Toro, no hace muchos años y al que le correspondí con un cuadrito de Joaquín Martínez de la Vega al óleo, que el pintor deseaba tener. Encima el retrato que me hizo (George O. Wynne) Apperley con ocasión de una exposición que le organicé en la Económica (Sociedad Económica de Amigos del País) hace más de veinte años, con la colaboración de Pérez Serrabona. Retrato en que aun estoy más joven y gordo, y que en vez de recordarme a mí, me trae a la memoria a Juan Jáuregui cuando le conocí hace más de treinta años. A la derecha otro retrato de Hernández (Díaz), este al óleo, pintado en sus primeros años de pintor en mi despacho de la calle del Cister, valiente de ejecución, ajustado de color, cuadro que me gustaría regalárselo a la Diputación para que lo conservara, ya que siempre, si no por el retratado, podría interesar por el magnífico pintor que lo hizo. […]
De Julio Caro, tengo a mi izquierda un grupo de casas pintadas a la manera de su tío Ricardo, y más allá, un pequeño dibujo en papel cuadriculado del glorioso Ricardo Baroja, que me regaló el sobrino. […]
A mi izquierda también un pequeño dibujo firmado por Eugenio Lucas, que compré precisamente en el rastro de Madrid, con ocasión de un viaje a Madrid recién liberado, en el primer desfile de la Victoria.
Otro cuadro interesante es el retrato del Niño de la Palma del pintor rondeño y gran amigo, Joaquín Peinado. […] Este cuadro lo envié al Museo de Málaga para que se exhibiera en una exposición de sus obras, y realmente comparado con los expuestos, el mío me pareció mejor y más interesante que los demás.

Muchos de esos cuadros son permanentes recuerdos de amistades, pasadas en el tiempo pero presentes siempre en mi afecto y en mi recuerdo.

 

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