LAS ELECCIONES GENERALES DEL 16 DE FEBRERO DE 1936 EN CAMPILLOS

 

Tras la proclamación de la Segunda República, y después de gobernar los republicanos y los socialistas durante dos años (1931-1933), la situación política en España, era aún peor que cuando llegó la misma. El gobierno había fracasado en sus grandes proyectos, como la reforma agraria o el impulso a la educación, en parte por su intento de liquidación de la enseñanza católica, además de haber hecho una mala gestión de la economía nacional.

Es cierto, que la precaria situación económica y financiera del país, era debida no sólo a conflictos internos, sino también a la crisis mundial, que había producido un gran paro y una extrema pobreza en las ciudades y los campos. Muchos obreros y campesinos, en muchas partes de España, apenas tenían algo que llevarse a la boca para comer. El descontento generado, hacía que la gestión administrativa fuera más difícil de lo que hubiera sido en otras circunstancias.

La situación de la economía malagueña, tras dos años de República, apenas había variado, principalmente debido al hundimiento que le produjo la crisis mundial de 1929, ya que la misma dependía de un comercio exterior que había quedado totalmente quebrantado. Por un lado, la exportación de aceite de oliva había decaído, hecho achacable a la mala cosecha del año 1932 que apenas llegó a la tercera parte de la de 1931. También cayó la exportación del vino de Málaga y de la pasa moscatel

Las condiciones de vida y salarios de los obreros agrícolas, seguían siendo muy malas. La situación apenas había cambiado en el campo malagueño, como lo demuestra el hecho que el último semestre de 1933, Málaga se encontraba entre las provincias con un paro agrícola más grande.

Este proceso socavó el inicial entusiasmo a favor de la República, especialmente entre los trabajadores defraudados por su gestión, los cuales veían empeorar significativamente sus condiciones de vida y trabajo por la crisis y el desempleo, y a quienes los agitadores constantemente les decían que la revolución republicana había sido secuestrada por burgueses egoístas, y que era necesario hacer otra nueva. Estas clases obreras, estaban más abiertas a atender los mensajes salvadores del anarquismo, del comunismo o de la izquierda socialista de Francisco Largo Caballero.

Durante esos años se había producido la radicalización de una izquierda revolucionaria formada, no sólo por los anarquistas y comunistas, sino también por el PSOE, que pasaba por un proceso de «bolchevización». Éste periodo se caracterizó por la anulación dentro del partido, de los partidarios de una política reformista y parlamentaria, como Julián Besteiro, y el triunfo de aquellos que propugnaban la revolución violenta que apartara a la República e instaurara la dictadura del proletariado, como anhelaba Largo Caballero.

Por el contrario, las derechas habían optado por integrarse en el sistema republicano, y, a diferencia de las izquierdas, aceptaron las reglas del juego parlamentario. Se produjo así, desde la derecha, la creación de una alternativa política a las fuerzas que habían traído la Segunda República en abril de 1931.

A primeros de marzo de 1933, tuvo lugar la fundación de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), una coalición de fuerzas de derechas y católicas, que desde el mismo momento de su constitución, se presentó como la alternativa de derechas y de orden al Gobierno y a la coalición republicano-socialista. Se definía a sí misma como la «afirmación y defensa de los principios de la civilización cristiana», defensora de la religión, la familia y la propiedad. Su líder era José María Gil-Robles.

Manuel Azaña Díaz, el líder de Acción Republicana, que gobernaba el país desde diciembre de 1931, había empezado su declive en enero de 1933, sometido a la presión tanto de la derecha como de la izquierda, entre otras cosas, por la represión sangrienta con la que el gobierno respondió a la revuelta anarquista de Casas Viejas, entonces una pedanía de Medina Sidonia en la provincia de Cádiz. Un intento de levantamiento campesino contra el cuartel de la Guardia civil, que dio por resultado veintiocho campesinos, dos guardias civiles y uno de asalto muertos.

La brutal represión realizada en este pequeño pueblo andaluz por el capitán de guardias de Asalto, Manuel Rojas, que dijo obedecer las órdenes dadas por Gobernación, y tal vez transmitidas por el gobernador civil, rebasó cualquier medida. La violencia empleada contra los jornaleros gaditanos, conmocionó a toda la sociedad española, y abrió una enorme crisis política en el gobierno de Manuel Azaña, que perdió numerosos apoyos políticos, y lo puso en una situación cada vez más insostenible.

La autoridad primitiva de Azaña, había quedado totalmente quebrantada, y después de sucesivas formaciones y remodelaciones, cayó el gobierno republicano-socialista. Manuel Azaña dimite el 12 de septiembre de 1933, y Alcalá-Zamora encarga a Alejandro Lerroux, líder del partido Radical, la formación de un nuevo gabinete.

Ese mismo día, Lerroux presenta un gobierno de concentración republicana, con exclusión de los socialistas. Pero este gobierno duraría apenas tres semanas, ya que el 3 de octubre caería víctima de una moción de confianza presentada por el PSOE, lo cual lleva a Alejandro Lerroux a presentar su dimisión el día siguiente.

El presidente de la República, Alcalá-Zamora, encarga ahora formar gobierno al también miembro del partido Radical, Diego Martínez Barrio, con el deseo presidencial de convocar nuevas elecciones, y que gobierne durante la transición, hasta la existencia de un nuevo parlamento.

El 9 de octubre, Alcalá-Zamora entregó a Martínez Barrio el decreto de disolución de las Cortes, y en virtud de ese decreto se hizo la convocatoria de elecciones generales para el día 19 de noviembre de 1933.

LA LEY ELECTORAL

Es importante entender como era el mecanismo electoral con que se dotó la Segunda República, para la renovación de las Cortes en las tres convocatorias que hubo durante su existencia. En mi opinión, una de las razones fundamentales, entre otras, del fracaso de la República fue el sistema electoral elegido.

Dicho sistema electoral se configuró, en la mayoría de sus detalles, por el Decreto del ministerio de la Gobernación del 8 de mayo de 1931, que reguló las elecciones a Cortes constituyentes de junio de 1931. Este Decreto, obra de Miguel Maura, era fruto de la necesidad de reformar la Ley Electoral de 1907, que tanto había hecho por asegurar la supervivencia del caciquismo, y también del resultado de la urgencia de aquellos días. En vez de establecer un nuevo sistema electoral, se limitaron a modificar algunos de los puntos de aquella ley de 1907.

En particular, se eliminó el famoso artículo 29 que determinaba que en aquellos distritos unipersonales, si no había más que un candidato, este se proclamaba, antes de las elecciones, como ganador directo. El artículo 29 había sido usado y abusado por los gobiernos monárquicos de turno, para colocar a sus amigos mediante la intimidación de los posibles competidores.

Se eliminaba también, los distritos unipersonales y se pasaba a un sistema donde la circunscripción era la provincia, excepto en Madrid y Barcelona, donde la capital era una circunscripción, y el resto de la provincia otra. El número de diputados de cada circunscripción era de uno por cada 50.000 habitantes o fracción.

Se adoptó el sistema de lista con voto restringido, en el que cada elector debía escoger a un número de candidatos algo inferior al de escaños elegibles, de forma que un elector solo podía votar a entre un 75 y un 80% del número total de diputados que correspondía a elegir en cada circunscripción. Esto permitía reservar un 20-25% para la «minoría» más importante. En otras palabras donde hubiera que elegir 15 diputados, cada elector podrá votar a 12 candidatos; donde 10 a 8; donde 9 a 7; donde 5 a 4; donde 4 a 3…

Esto producía una gran volatilidad en los resultados. Pequeñas diferencias de un puñado votos, le podían a un partido o coalición, en una circunscripción con 15 diputados, hacer pasar de 12 diputados (mayorías) a 3 (minorías). Esto fue lo que pasó tanto en 1933 como en 1936, especialmente en éstas últimas.

Ese reparto desproporcionado de escaños, generaba según Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García, autores del libro «1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular», "la consecuencia perversa de crear la ilusión de que los vencedores recibían un mandato aplastante a favor de su programa"

Otra de las exigencias para que un diputado fuese elegido, era que debía obtener, al menos, el 20% de los votos emitidos (hoy día basta con un 3 o 5%). De no ser así, la elección era declarada nula, y se efectuaría una segunda vuelta dos semanas después; también con voto restringido, pero solo ajustado al número de diputados que no hubieran sido elegidos en primera vuelta.

El requisito de que solo podría ser declarado diputado el candidato que obtuviese el 20% de los votos, hacía aún más desproporcionada la representación parlamentaria. Si los diputados de la «minoría» no alcanzaban ese umbral, se debía celebrar una segunda vuelta para decidir esos escaños. Como era casi seguro que los votantes que habían elegido a la «mayoría» votarían a otros candidatos suyos afines, la «minoría» volvía a ser derrotada en esa segunda vuelta.

Por esa causa, los candidatos solían presentarse agrupados en listas, y aunque era un sistema de listas abiertas, el votante podía votar a candidatos de distintas listas, pero lo habitual era votar a los de una de ellas. Por tanto, en la práctica, los votantes lo convertían en elecciones de listas cerradas.

El sistema electoral de listas abiertas causó a la vez la fragmentación de los partidos, y su agrupación en coaliciones heterogéneas, pero solo de cara a las elecciones, ya que después en las Cortes, esas coaliciones resultaban volátiles y sin una única dirección política.

El sistema fue ligeramente modificado por el gobierno de Manuel Azaña, en la Ley Electoral del 27 de julio de 1933, que generalizaba la circunscripción separada a todas las ciudades con al menos 150.000 habitantes (Barcelona, Madrid, Valencia, Sevilla, Málaga, Zaragoza, Bilbao y Murcia). Por tanto, Málaga pasaba a tener dos circunscripciones: Málaga capital que elegía a cuatro diputados (tres para la candidatura mayoritaria y una para la minoritaria) y Málaga provincia que elegía a ocho diputados (seis y dos respectivamente)

En esta modificación de la ley, se introdujo que para dar por válida una elección, al menos uno de los candidatos debía haber obtenido el 40% de los votos escrutados. En ese caso, el resto de los candidatos serían proclamados diputados, solo con que hubiesen obtenido más del 20% de los votos. Si ningún candidato llegase al 40%, la votación se declaraba nula, y dos semanas después debía efectuarse una segunda vuelta. Las listas de la segunda vuelta podrían modificarse, incluso presentar distintos candidatos.

Otro defecto de la ley electoral era que apartaba al Tribunal Supremo del proceso de validación de las actas. La decisión sobre la validez de la elección de un diputado o grupo de diputados, pasó ser tomada en el parlamento por el resto de los diputados electos, a través de una «Comisión de Actas». Esto tuvo consecuencias muy indeseables, pues vino a primar «los criterios políticos sobre los de índole jurídica, con lo que la admisión de un diputado de la oposición dependería, en exclusiva, de la aquiescencia u hostilidad de la mayoría parlamentaria».

Así se explica que las impugnaciones a las actas de los diputados llevadas con éxito casi siempre fueran las de miembros de los partidos de la oposición. Especialmente en las elecciones de 1936, en las que, por ejemplo, la CEDA pasó de 101 diputados electos a 88 tras el proceso de revisión y anulación de algunas candidaturas y elecciones provinciales.

LAS ELECCIONES DE NOVIEMBRE DE 1933

Como ya dije con anterioridad, el 9 de octubre de 1933, se firmó el decreto de disolución de las Cortes, y en virtud de ese decreto se hizo la convocatoria de elecciones generales para el 19 de noviembre de ese año.

Los socialistas consideraron roto el pacto con los republicanos, y buscaron alcanzar el poder en solitario. El resultado de presentarse en solitario en casi todas las circunscripciones, fue que el grupo parlamentario socialista pasó de los 115 representantes obtenidos en las elecciones de 1931, generalmente en coalición con los republicanos, a 59 en las elecciones de 1933.

Los comicios se celebraron en primera vuelta el 19 de noviembre, y en segunda el 3 de diciembre. Por primera vez en la historia de España, las mujeres ejercieron su derecho al voto, por lo que las convierte en las primeras elecciones verdaderamente democráticas.

José María Gil-Robles

Votaron 8,7 millones de electores, un 67,45% del censo electoral, venciendo ampliamente las fuerzas de la derecha católica (Gil-Robles) y del centro republicano (radicales de Lerroux), con una estrepitosa derrota de los republicanos de izquierdas y de los socialistas.

CEDA                                     115 Diputados

Republicanos Radicales        102 Diputados

PSOE                                     59 Diputados

Monárquicos                          35 Diputados

Partido Agrario                       30 Diputados

En Málaga capital, y en la provincia, ningún candidato alcanzó el 40% de los votos válidos, por lo que las elecciones hubieron de repetirse en una segunda vuelta el 3 de diciembre. En las listas provinciales de esa primera vuelta, iban como candidatos los campilleros Benito Luna Anoría por el PSOE, que obtuvo 37.831 votos, y José María Hinojosa Lasarte, por el Partido Agrario, que obtuvo 34.711 votos.

Para ir juntos en una sola lista a la segunda vuelta de las elecciones malagueñas, el día 30 de noviembre, se dio a conocer el acuerdo del Partido Radical con las fuerzas derechistas de Acción Popular y del Partido Agrario. En esta segunda vuelta, no se presentó como candidato José María Hinojosa.

Por su parte, la izquierda, el día 1 de diciembre firmaron un acuerdo el PSOE, PCE y Partido Radical Socialista, para ir juntos a las elecciones malagueñas en esa segunda vuelta. Fue un anticipo de lo que sería el Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936.

En la capital (cuatro diputados) ganó el bloque de izquierdas, que se repartieron cada uno de los tres partidos (PSOE, PCE y PRS) que conformaban el mismo, los tres diputados que le correspondía, mientras que el cuarto diputado fue para el partido Radical.

En la circunscripción provincial (ocho diputados), ganó el bloque de la derecha que se repartió lo seis diputados que le correspondían entre los seis más votados, cuatro del partido Radical, uno de Acción Popular y uno del partido Agrario. Los dos diputados de la minoría, fueron para el PSOE, uno de ellos fue para Benito Luna Anoría, que obtuvo 41.845 votos.

A nivel nacional, el 63% de los ciudadanos votaron a partidos que habían defendido de manera explícita un giro a la derecha respecto a la política del primer bienio realizada por republicanos de izquierdas y socialistas. Pero una gran parte de las izquierdas, no llegaron a aceptar democráticamente esos resultados que, según ellos, amenazaban la laicidad del Estado, las reformas militares y las sociales que habían realizado en el anterior bienio.

Tan inesperado resultado electoral, dio lugar a sorprendentes reacciones por parte de los políticos que habían traído la República. El partido de Manuel Azaña, que solo consiguió cinco diputados, pidió al presidente de Gobierno, Martínez Barrio, que suspendiera la constitución de las nuevas Cortes, que formara un nuevo gobierno integrado por todos los partidos de la izquierda, y que convocara de nuevo elecciones. Martínez Barrio rechazó la propuesta respondiendo que «saber perder era nuestra obligación inmediata».

Unos días más tarde recibió una carta firmada por el propio Azaña junto con Marcelino Domingo y Casares Quiroga, en la que le pedían la formación de un nuevo gobierno contrario a la nueva mayoría parlamentaria. Argumentaban que el sistema electoral, que ellos mismos habían implantado, perjudicaba a las minorías. Martínez Barrio se negó de nuevo.

Cuenta en sus «Memorias» (página 301), Niceto Alcalá-Zamora:

«Al plantearse la crisis surgió la tercera propuesta de golpe de Estado, ya a cargo de la minoría socialista. Al acudir a consulta, no en nombre de ésta y sí en el suyo propio como ex presidente de las Cortes, tras expresar su juicio personal con la ecuanimidad de siempre, me dijo Besteiro riendo, que me preparase para oír alguna locura muy grande, sin precedente. Llegó el portavoz de ella, Negrín, aconsejándome un gobierno de extrema izquierda con disolución de las nuevas Cortes, pero aplazada mientras se elaboraba otra ley electoral que asegurase el triunfo de aquellos partidos».

El presidente de la República, Alcalá-Zamora, calificó todas estas demandas como «intentos de golpes de Estado».

La sorpresa de las izquierdas ante la victoria electoral de las derechas en noviembre de 1933, era lógica consecuencia de su incapacidad para ver el grado de desafección creado entre esos sectores obrero-jornaleros y de pequeños propietarios, y de su compartido hartazgo ante el fracaso del primer bienio para revertir la crisis o paliar sus efectos sobre sus intereses materiales.

Los republicanos y los socialistas, no concebían la democracia parlamentaria y constitucional dentro de la lógica del pluralismo político y de valores democráticos. En palabras de Fernando Claudín, del partido Comunista.

«La derrota electoral de noviembre de 1933 no fue vista por la izquierda obrera y republicana (...) como una alternancia política normal dentro del juego democrático. La vio como el primer paso hacia la pérdida de la República y hacia la instauración del fascismo».

ALEJANDRO LERROUX, FORMA UN GOBIERNO SIN LA CEDA

A la vista de los resultados, el encargado por el presidente de la República para la formación de gabinete ministerial volvió a ser Alejandro Lerroux. Ese mismo día, Gil-Robles, el ganador de las elecciones, le ofreció su apoyo desde el Parlamento “siempre que diera satisfacción a las demandas mínimas de las fuerzas de derecha que sirvieron de base a la propaganda común durante el período electoral”.

Alejandro Lerroux García

Niceto Alcalá-Zamora, a pesar de su evidente conservadurismo, recelaba de la CEDA porque consideraba que no era una formación política completamente leal a la República, que sólo había aceptado el juego político desde una calculada ambigüedad.

El gobierno estuvo formado por miembros del partido Radical y por republicanos de centro. Lerroux se vio así obligado a iniciar lo que los grupos de derecha en el parlamento reclamaban: una política de rectificación de las reformas de la legislación aprobada por los gobiernos de Azaña en el bienio anterior.

El socialismo en ningún momento hizo un secreto de sus propósitos subversivos. “El Socialista”, su órgano oficial, defendía el "odio a muerte a la burguesía criminal", mientras que había dirigentes que declaraban que la democracia republicana ya no les servía.

Difícilmente el gobierno republicano de Alejandro Lerroux, podía poner en duda los propósitos de un partido, el socialista, que pedía "atención al disco rojo" y que, en el mes de septiembre de 1934, afirmaba que el siguiente "puede ser nuestro octubre", refiriéndose al octubre de 1917 de la Revolución Bolchevique. Tal afán declarativo y verbal, contrastaba con la mala preparación del movimiento insurreccional que ya estaba en marcha.

ALEJANDRO LERROUX FORMA GOBIERNO CON TRES MINISTROS DE LA CEDA

Los dirigentes socialistas no quisieron ir a una insurrección directa, y optaron por lanzarla como respuesta a una provocación previa de la derecha, lo que equivalía a dejar la iniciativa revolucionaria a una decisión ajena, y esa provocación la vieron en la entrada en el gobierno de tres ministros de la CEDA.

La CEDA era el partido que había sido el más votado en las elecciones de noviembre de1933, y por tanto el que tenía más diputados dentro de las Cortes.

En 1934, para la derecha católica resultaba evidente, que no se habían conseguido las promesas realizadas en las elecciones del año anterior. A Gil-Robles su propio partido, y también las masas que acudían a sus mítines, le pedían una actuación gubernamental más decidida. Hasta este momento solo había tratado de influir todo lo posible en el gobierno, pero desde fuera. Resultaba lógico que pretendieran una participación más directa en las responsabilidades ministeriales, para que su actuación fuera más de acuerdo con su ideario. La necesidad de realizar una política más hacia la derecha, era requerida por amplios sectores de la vida nacional.

Al declarar en las Cortes que era precisa una rectificación de la tarea gubernamental, que en aquel momento, el presidente del gobierno, Ricardo Samper del partido Radical, no parecía dispuesto a emprender, Gil-Robles provocó una crisis de gobierno. Que la crisis desembocara en un movimiento insurreccional, el de octubre de 1934, estaba muy lejos de sus propósitos y fue responsabilidad exclusiva de una parte de la izquierda.

El 1 de octubre de 1934, al reanudarse las sesiones del Congreso, tras las vacaciones de verano, Gil-Robles manifestó que retiraba su confianza al gobierno del partido Radical, presidido por Samper, exigiendo la participación de la CEDA en el que se formara a continuación, a lo que tenía pleno derecho por ser el primer partido en escaños del Congreso y por controlar, con sus aliados, la mayoría parlamentaria.

Al atardecer del 2 de octubre de 1934, el Presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, encargó de nuevo a Lerroux la formación de un nuevo Gobierno. Estaba dispuesto a la entrada de la CEDA, siempre que no pudiera haber la menor duda respecto a quienes iban a desempeñar las carteras ministeriales.

Alcalá Zamora, estaba obsesionado por centrar el régimen republicano, lo que le llevó a interferir de forma continua en la labor de los sucesivos gobiernos constituidos durante su mandato, presionando de uno u otro modo a los políticos a los que él mismo había encargado la formación de gobierno. 

La tarde del día 3 de octubre, Alejandro Lerroux formaba un nuevo gobierno en el que entraban por primera vez tres ministros de la CEDA, ministros, por otra parte, de una impecable ejecutoria republicana. Las carteras eran Trabajo, Agricultura y Justicia. En sus memorias, Alcalá-Zamora, afirmó que los ministros de la CEDA fueron "elegidos entre los menos sospechosos".

Ni el número de carteras concedidas a la CEDA, ni cuáles fueran esos puestos ministeriales, ni las personas que iban a ocuparlos, podían hacer pensar remotamente en la eventualidad de un Estado dictatorial de derechas. No había el menor indicio de que la entrada de tres ministros de la CEDA en el gobierno, fuera a conducir al establecimiento de una dictadura fascista. Lejos de haber un interés en provocar a las izquierdas, por parte de los gestores de la crisis, se daba una voluntad exactamente contraria.

Rápidamente los ministros se posesionaron de sus cargos, pues la situación política, no permitía demoras ni pausas. La noche del 3 al 4 de octubre, la noticia del nuevo Gobierno ya estaba en la calle.

Es entonces cuando los partidos socialistas, comunistas, nacionalistas y anarquistas, ponen el grito en el cielo y advierten, por vía del puro chantaje político, que esa entrada plenamente legal y democrática de la CEDA en el Gobierno, equivaldría a la ruptura de la República, al hundimiento de la democracia y a una declaración de guerra a la que los verdaderos republicanos tendrían que responder con las armas. Y desde ese momento, toda España esperaba, como respuesta inevitable de la izquierda, la tan anunciada revolución.

Sobre lo que ocurrió a principios del mes octubre de 1934, en toda España y en la comarca de Guadalteba en particular, ya escribí la Crónica “OCTUBRE DE 1934. LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA EN TEBA Y EN LOS PUEBLOS DE SU ENTORNO”

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2022/10/octubre-de-1934-parte-primera-la.html

Pasados los sucesos de octubre de 1934, José María Gil-Robles ya pedía abiertamente la presidencia del gobierno, pero el presidente Alcalá-Zamora, como dije con anterioridad, recelaba de la CEDA porque consideraba que no era una formación política completamente leal a la República.

En la tarde del 11 de noviembre de 1935, Niceto Alcalá-Zamora, llamó a consulta al Palacio Presidencial en la plaza de Oriente de Madrid, a Gil-Robles. Durante la entrevista, éste le pidió que le entregara el gobierno del país, a lo que se negó Alcalá-Zamora. Así lo cuenta Gil-Robles en su libro “No fue posible la paz”, página 361 a 364

«La última parte de nuestra conversación fue durísima, violenta. Como pretendiéndose, por ejemplo, el señor Alcalá-Zamora justificar su negativa a entregarme la confianza para formar gobierno en el hecho de que yo no había votado la Constitución de 1931, hube de recordarle incisivamente: “Es cierto, pero tampoco juré, como otros la Constitución de la Monarquía”. (Alcalá-Zamora había sido ministro con Alfonso XIII). Hasta el despacho donde se encontraban de servicio, incluso hasta la sala donde esperaban las visitas, llegaba mi voz, vibrante de indignación. La fantasía de las gentes no dudó en atribuirme el intento, por lo menos, de otro género de violencia.

Aunque me despidiera don Niceto deshaciéndose en excusas y afirmaciones de amistad, salí de su despacho convencido de que no tardaría en entregar el decreto de disolución al señor Portela. Marché al Ministerio con el corazón oprimido. El presidente desencadenaba la catástrofe sobre el país».

Unos días después, el presidente de la República, el 14 de diciembre, decidió encargar la responsabilidad de formar gobierno a Manuel Portela Valladares, un político que había sido ministro de Fomento durante el reinado de Alfonso XIII.

El gobierno de Manuel Portela Valladares


Tras los sucesos de octubre de 1934, Alejandro Lerroux lo había nombrado Gobernador general de Cataluña, cargo que dependía directamente del presidente Lerroux, y que venía a asumir las competencias de la Presidencia de la Generalitat tras la suspensión del Estatuto de Cataluña por aquellos sucesos de octubre del año anterior, cuando Luis Companys proclamó el Estado Catalán. Posteriormente, fue ministro de la Gobernación también en el gobierno de Lerroux. Era una figura relevante de la masonería, que gozaba de la confianza y aprecio del presidente de la República. Así lo vio Gil-Robles:

«Contra todo principio constitucional y parlamentario, con desprecio evidente de una gran fuerza política llena de afán patriótico y nutrida de espíritu constructivo, se preparaba la entrega del poder a un personaje siniestro, vinculado a todos los extremismos disolventes por los lazos ocultos de las sociedades secretas, nada menos que para presidir una consulta en las urnas. La decisión presidencial equivalía a dejar al país indefenso, a merced de los embates revolucionarios».

José María Gil-Robles – “No fue posible la paz”, página 364

En el gobierno que formó Portela Valladares, no figuraban miembros de la CEDA, ni del partido Radical de Alejandro Lerroux, los dos partidos triunfadores en las elecciones de noviembre de 1933. Era una solución de gobierno fracasada de antemano, porque la CEDA no iba apoyar al nuevo ejecutivo, faltándole, por tanto, la imprescindible confianza parlamentaria.

La estrategia de Portela, de acuerdo con el presidente de la República, era convocar a medio plazo unas nuevas elecciones generales. Pero antes pretendían promover desde el poder, un nuevo partido político republicano moderado que ocupara el espacio del centro político. Ese espacio, ya estaba ocupado por el partido Radical de Alejandro Lerroux.

A Alcalá-Zamora, no le importó torpedear, sin misericordia, al partido y la obra de Alejandro Lerroux, el representante del centro político, que intentaba alcanzar su mismo objetivo, y tan solo porque pretendía hacerlo en compañía de José María Gil-Robles, de cuyas intenciones hacia la República desconfiaba el presidente. No evitó, pudiendo hacerlo, que se produjera la tormenta política que, inducida por los asuntos del estraperlo y Nombela, condujo a la destrucción definitiva del partido Radical, que cuando llegó el momento de las elecciones, ya era un partido prácticamente muerto.

El objetivo de Portela y Alcalá-Zamora, era obtener un número de diputados suficiente para atemperar la polarización creciente del régimen republicano, ejerciendo de contrapeso entre las fuerzas derechistas articuladas en torno al partido del catolicismo político dirigido por José María Gil-Robles, la CEDA, y las fuerzas aglutinadas en torno a la Izquierda Republicana liderada por Manuel Azaña, con el apoyo del movimiento socialista organizado por el PSOE y la UGT. Para ello, no tuvo reparo alguno en valerse de los mecanismos caciquiles más característicos de la vieja política.

Con esta finalidad, Portela Valladares provocó el 21 de diciembre un relevo, prácticamente general, en los gobiernos civiles provinciales de todo el territorio nacional. En los poco más de dos meses de su mandato, nombró a un total de ochenta y ocho gobernadores civiles para un total de cuarenta y siete provincias. Algunas de ellas llegaron a tener tres e incluso cuatro gobernadores diferentes en esos dos meses.

El papel de los gobernadores civiles en España fue fundamental durante los años de la Segunda República. Su nombramiento, desde 1932, era competencia directa de la Presidencia del Gobierno. Eran el hilo directo entre el poder central y el local. Intermediarios encargados de controlar a los ayuntamientos y gestoras municipales. Eran la correa de transmisión de las inclinaciones políticas del Gobierno de Madrid.

De esa forma, el 21 de diciembre era nombrado gobernador civil de Málaga Valeriano del Castillo Sáenz de Tejada. Era teniente coronel auditor del Cuerpo Jurídico de la Armada. Había nacido en Alcalá la Real (Jaén), y era muy joven, debía tener en torno a los 30 años. Tenía una buena amistad con Niceto Alcalá-Zamora, el presidente de la República.

Valeriano del Castillo

Era hermano del teniente de Asalto José del Castillo, que sería asesinado en Madrid el 12 de julio de 1936, y cuya muerte acarrearía, al día siguiente, la de José Calvo Sotelo, líder de la oposición. Durante su breve mandato de gobernador en Málaga, su hermano José del Castillo, junto a otros militares, estaba siendo sometido a un Consejo de Guerra en Madrid por su actuación en la revolución de octubre de 1934.

En general, los nuevos gobernadores civiles no dispusieron de mucho tiempo para entender la realidad de la provincia que pasaban a controlar. Intentaron establecer las bases para favorecer la candidatura de centro que quería impulsar el presidente de la República, para lo cual hicieron los cambios oportunos en los poderes locales (ayuntamientos o gestoras municipales y provinciales, juzgados, delegados gubernativos...).

Una de las órdenes que cursó, fue que en los mítines políticos o reuniones públicas, iba a nombrar a un delegado que debía estar presente en dicho acto, y debía vigilar el desarrollo del mismo, para que los intervinientes se atuvieran a una serie de normas, y si “algún orador incurre en la prohibición que taxativamente se precisa, procederá a suspender el acto, desalojando el local y a la detención del orador para los efectos consiguientes”. La circular telegráfica que mandó el gobernador de Málaga a todos los ayuntamientos, dice así:

TELEGRAMA DEL EXCMO. SR. GOBERNADOR CIVIL DE LA PROVINCIA FECHA 3 DE ENERO DE 1936

El Excmo. Sr. Ministro de la Gobernación en circular telegráfica nº 1 me dice lo siguiente: El máximo respeto a la libre emisión del pensamiento exige el máximo cumplimiento de las leyes fundamentales del Estado, y en su virtud y al objeto de que instruya a los delegados de su autoridad en cuanto al cumplimiento de su misión en las reuniones públicas, habrá de tener en cuenta las siguientes prohibiciones.

Primera.- Ataques a naciones extranjeras que puedan producir conflictos internacionales (Art º 134 del Código Penal de 27 de octubre de 1932)

Segunda.- Amenazas e injurias al Jefe del Estado (Art º 149 del mismo Código)

Tercero.- Ataques a las Cortes mientras no estén disueltas (Art º 161 ídem)

Cuarto.- Injurias e insultos a Ministros o Autoridades Civiles o Militares en el ejercicio de sus funciones (Art º 264 ídem)

Quinto.- Expresiones subversivas contra el Régimen, con vivos ademanes o gritos capaces de provocar exclamaciones encaminadas a tal fin (Art º 168 ídem)

Sexto.- Los que tiendan a escarnecer dogmas o ceremonias de cualquier religión que tenga prosélitos en nuestro país (Art º 232 ídem)

Séptimo.- Los que conduzcan a la rebelión, sedición o atentado personal (Art º 239, 236 y 258)

Octavo.- La exhibición de distintivos, banderines y emblemas de significación política oficial o prendas de vestir que signifiquen la formación de milicias o masas uniformadas (Decreto 28 22 Junio de 1935, Gaceta 18 Julio)

Noveno.- Ataques a institutos armados y al Ejército como colectividad.

El delegado de la autoridad antes de comenzar los actos, hará saber el contenido de ésta circular a los que han de tomar parte en él; y si no obstante algún orador incurre en la prohibición que taxativamente se precisa, procederá a suspender el acto, desalojando el local y a la detención del orador para los efectos consiguientes.

Lo que traslado a V. a fin de que haga saber a los delegados que nombre, cumplan exactamente estas prescripciones en toda clase de actos públicos que se celebren (en) esa localidad y dándome cuenta telégrafo urgente, infracciones de esta circular que pudieran cometerse.

Una de las misiones principales de los nuevos gobernadores era lidiar con los elementos destacados de la política local. Y si era posible, llegar a entendimientos con ellos. La táctica a seguir, era la negociación y el intento de influir en la elaboración de las listas, intentando adaptar las intenciones del Gobierno a los equilibrios de poder locales.

Las maniobras de Portela en las semanas previas a las elecciones, planteando abiertamente el uso partidista de la administración, fue enérgicamente denunciada por las restantes fuerzas políticas. Manuel Azaña tuvo que advertir en público de que el «intento de centro» de Portela iba a consistir en «adulterar el sufragio, en sobornarlo, en corromperlo, en imponerle la fuerza pública, en falsificar actas, en obtenerlas en blanco a través de los gobernadores»

Las expectativas esperanzadas de Portela Valladares poco a poco se fueron desinflando, dejando atrás los optimistas ciento cincuenta diputados a los que aspiraba en un primer momento, pero dando por seguro todavía el centenar.

Anticipándose a la campaña electoral que ya se venía venir, el domingo 22 de diciembre, a las dos de la tarde, se celebró en Campillos, en el teatro Apolo, un mitin de Acción Popular, el partido de José María Gil-Robles, que estaba integrado en la CEDA. Los oradores del mismo fueron Ramón Ruiz Alonso, diputado por Granada, Bernardo Laude Álvarez, diputado por Málaga, y Emilio Hermida Rodríguez, secretario provincial de propaganda de dicho partido.



Llama la atención el uso del gentilicio «CAMPILLENSES», pero no es de extrañar, ya que ese término era usado antiguamente. El siguiente recorte corresponde al Anuario Zambrana de 1903.

Uno de los oradores, Ramón Ruiz Alonso (Salamanca 1903), diputado por Granada de la CEDA en las elecciones de 1933 y 1936, estuvo implicado en la detención y posterior asesinato del poeta Federico García Lorca.


SE CONVOCAN ELECCIONES GENERALES PARA EL 16 DE FEBRERO DE 1936

Finalmente el 7 de enero de 1936, Niceto Alcalá-Zamora, firma el decreto de disolución de las Cortes. Era la segunda vez durante su mandato que las disolvía, lo que implicaba una violación de la Constitución republicana. Recordemos que ya que hubo una disolución anterior, que permitió la celebración de las elecciones de noviembre de 1933.

La Constitución permitía hacerlo al jefe del Estado, aunque solamente dos veces en su mandato. En el segundo caso, las nuevas Cortes debían examinar si la segunda disolución había sido adecuada. Esta disolución fue aprovechada por la izquierda para destituir en la primavera de 1936 a Alcalá-Zamora como presidente de la República, gracias a su mayoría parlamentaria.

Artículo 81.- […] En el caso de segunda disolución, el primer acto de las nuevas Cortes será examinar y resolver la necesidad del decreto de disolución de las anteriores. El voto desfavorable de la mayoría absoluta de las Cortes llevará aneja la destitución del Presidente.

Con el Decreto de disolución, se puso en marcha la maquinaria electoral, con la clara pretensión de controlarla desde el gobierno, favoreciendo sus intereses de formar un centro político. Se estableció el siguiente calendario:

·         9 de febrero, domingo, proclamación por la Junta Provincial del Censo Electoral, de los candidatos.

·         13 de febrero, jueves, constitución de las mesas electorales, compuesta por el presidente y dos adjuntos.

·         16 de febrero, domingo, celebración de elecciones en primera vuelta.

·         20 de febrero, jueves, escrutinio general.

·         1 de marzo, domingo, celebración de las elecciones en segunda vuelta.

·         5 de marzo, jueves, escrutinio general.


El miércoles 8 de enero de 1936, un día después de la disolución de las Cortes, y tras la orden recibida desde el Gobierno civil de Málaga, se procede a la disolución de la Comisión gestora municipal de Campillos, presidida por Juan Durán Molina (25 años, abogado), y su sustitución por otra encabezada por José Galeote Moreno, de 56 años, labrador. Esta Comisión gestora se mantendría al frente del ayuntamiento, hasta después de celebradas las elecciones generales del 16 de febrero, que dieron el triunfo a los partidos del Frente Popular.

Así ocurriría con la mayoría de los ayuntamientos de la provincia. En Málaga capital, ese mismo día, el gobernador nombra alcalde a Benito Ortega Muñoz, que ya lo había sido con anterioridad desde octubre de 1934 a junio de 1935. Fue asesinado por las milicias del Frente Popular en la saca que hicieron en la prisión Provincial de Málaga, el 30 de agosto de 1936.

Una semana más tarde de estos nombramientos, en Málaga se celebró una reunión en la Casa del Pueblo, a la que asistieron representantes de los partidos Socialista, Unión Republicana, Izquierda Republicana y partido Comunista, para elevar una protesta al gobernador civil por el nombramiento de las nuevas gestoras municipales de Málaga y provincia “todas ellas compuestas, en su mayor parte, de elementos monárquicos y caciquiles, que solo han sido exaltados a sus cargos con vistas a la lucha electoral”. (19360118 12 El Popular)

Pocos días después de la convocatoria de elecciones, el 11 y 12 de enero, se celebró en Málaga el segundo Congreso ordinario de la Federación Provincial de Agrupaciones Socialistas. El mismo fue abierto por Vicente Sarmiento Ruiz, presidente de la Comisión Ejecutiva, acompañado por los diputados socialistas Antonio Acuña Carballar y Benito Luna Anoría. (19360112 012 El Popular)

La izquierda comprendió, aunque desde distintas interpretaciones, que debía tender a la unión si quería volver al poder. En ese tiempo se fue gestando, no sin grandes dificultades, el “Frente Popular”, que se dio a conocer el 15 de enero de 1936. Era una alianza de fuerzas obreras y burguesas de izquierdas, cuyos principios y fines, no sólo no eran semejantes sino que, en algunos casos, resultaban incompatibles.

Dieciocho partidos de izquierda se integraron en dicha coalición, entre ellos Izquierda Republicana, Esquerra Republicana, PSOE con la UGT y las Juventudes Socialistas, PCE, POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), Unión Socialista de Catalunya, Unión Republicana, Partido Nacionalista Catalán, Partido Galleguista, Esquerra Valenciana y Partido Sindicalista.

A pesar de las complejidades de las negociaciones para sumar en una misma lista, y en torno a un mismo programa a todos estos partidos, al final el Frente Popular fue una realidad. Aunque las divisiones en su seno fueran hondas y estratégicas, es indudable que se logró encauzar en una coalición unida y cohesionada al nacionalismo catalán, al centro-izquierda republicano y a la izquierda obrera.

El pacto, estaba estructurado en ocho bases de un carácter fundamentalmente moderado. Lo más destacado y radical en sus planteamientos era la amnistía de los detenidos y condenados por la insurrección de octubre de 1934. En esto basaron una parte importante de la campaña electoral, con la finalidad clara de atraerse el voto de los anarquistas, voto del que carecieron, al abstenerse, en las elecciones de 1933. Son muchos los que piensan, yo entre ellos, que el Frente Popular triunfó en las elecciones de 1936, gracias al voto anarquista.

El programa era principalmente el de los republicanos de izquierda, y en el mismo se mencionaban las aspiraciones del partido socialista con las que los republicanos de izquierda no estaban de acuerdo, bajo la fórmula “no aceptan los partidos republicanos”: No aceptaban el principio de nacionalización de la tierra y su entrega gratuita a los campesinos, ni las medidas de nacionalización de la banca, ni el control obrero, ni el subsidio de paro, que solicitaban los delegados del partido Socialista.

Sin embargo en el centro y la derecha, las discrepancias a la hora de presentar unas listas unificadas, fue la nota dominante. La CEDA de Gil-Robles, optó por conseguir alianzas a varias bandas para crear un frente de derechas que fuera la suma de «uniones circunstanciales en las distintas provincias, con arreglo a las características que cada una de ellas tuviera»

El presidente del gobierno, Manuel Portela presentó candidatos en treinta y seis de las sesenta circunscripciones.

El partido Radical de Lerroux, había concluido su etapa gubernamental en un profundo estado de descomposición. Por una parte la escisión de su ala izquierda, encabezada por Diego Martínez Barrio, y por otra, el descrédito ocasionado por las denuncias parlamentarias de corrupción contra destacados miembros del partido.

Finalmente, el partido Radical se descolgó del acuerdo de las derechas, y presentó una lista propia en las elecciones. Esto supuso, como le ocurrió al PSOE en 1933, el hundimiento de dicho partido, que de ser hegemónico en las anteriores elecciones, pasó en estas a sacar un escaso 1,3% de los votos.

Desde un primer momento el Frente Popular desplegó una intensa campaña electoral por toda la provincia malagueña, en la que en todos los mítines programados los oradores representaban a los partidos integrantes de la coalición.

En la candidatura del bloque de la derecha en la circunscripción provincial de Málaga, iba representando al partido Agrario, José María Hinojosa Lasarte, que intentaba por segunda vez ser diputado a Cortes.

En Campillos, la Agrupación Socialista local, al frente del cual estaba como presidente Pedro Velasco Olmo, y como secretario Diego Gómez González, desarrolló una gran actividad durante la campaña electoral, distribuyendo abundante hojas de propaganda en diferentes días, para lo cual informaba previamente a la alcaldía, debido a que así estaba preceptuado en la ley de Imprenta.

El 4 de febrero distribuyeron en el pueblo la siguiente hoja dirigida a los obreros:

El 8 de febrero volvieron a sacar otra hoja de propaganda electoral, esta vez dirigida a los comerciantes del pueblo:

La del 10 de febrero estaba dirigido a las mujeres proletarias de Campillos:


El mismo día 10 de febrero, a la siete y media de la tarde, se celebró un mitin de propaganda electoral del partido socialista en el teatro Apolo, presidido por Cristóbal Barquero Reina, y en el que participaron miembros de la Agrupación Socialista de Campillos, Blas Olmo Escobar y Benito Luna Anoría, dos candidatos del Frente Popular por la provincia, Vicente Sarmiento (PSOE) y Emilio Baeza (Izquierda Republicana), y Francisco Román Díaz, un joven de 22 años de las Juventudes Socialistas malagueñas, que en 1977 sería diputado por Málaga en las Cortes constituyentes, y posteriormente senador desde 1979 a 1982. 

Al mitin acudieron unas setecientas personas y duro unas tres horas. Los oradores “versaron en términos adecuados sus propaganda político dentro de la más completa corrección, invitando a los concurrentes votaran a los partidos de Izquierdas”. Con el permiso del delegado gubernativo, también participó una señorita llamada Estrella Morales, que no he podido identificar.


VIOLENCIA DURANTE LA CAMPAÑA ELECTORAL

Manuel Álvarez Tardío y Alberto Villa García, en su libro «1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular», páginas 255 y 256, cuentan que desde la disolución de las Cortes hasta la jornada electoral, hubo muchísima violencia en las calles, puesto que en apenas un mes y medio, se registraron un total de cuarenta y una víctimas mortales, y ochenta heridos atribuibles a distintos episodios de violencia política: reyertas callejeras entre grupos de ideologías rivales (once muertos y veintinueve heridos); choques de grupos de extremistas con las fuerzas de orden público (trece muertos y cuatro heridos); agresiones físicas con armas de fuego o navajas (tres muertos y treinta y cuatro heridos), etc. “Casi una tercera parte de esas víctimas, lo fueron durante la jornada electoral, lo que refleja un elevado grado de violencia premeditada durante la recta final de la campaña”.

Según los autores del libro, la violencia fue en las dos direcciones. De las 121 víctimas habidas (41 muertos y 80 heridos), se han podido filiar a 86, de las cuales 43 pertenecían a partidos de izquierdas, 36 eran de derechas y 7 eran pertenecientes a las fuerzas de orden público. La filiación de los fallecidos, no prejuzga su condición, sin más, de agredidos, sino que pudieron ser agresores. Esto se ve claramente en los casos de fallecidos por enfrentamientos con las fuerzas de orden público.

Más difícil es averiguar la ideología de los agresores. Así, 47 de las víctimas son atribuibles a individuos de izquierdas (socialistas, comunistas y anarquistas) y 29 a elementos de derechas (falangistas). A las fuerzas de orden público, se le pueden atribuir 8 muertos y 4 heridos.

En Málaga, el 28 de enero por la mañana, un joven falangista había sido herido de gravedad por un grupo de izquierdas. Falange Española tenía su sede en Málaga en la calle Granada nº 104. Los falangistas, había colocado unos pasquines de propaganda en la fachada de su local. Esa mañana, unos elementos de izquierdas que pasaban por la calle, los arrancaron. Desde el interior del local, al verlos, salieron al encuentro unos falangistas, produciéndose un enfrentamiento. En la refriega que se produjo, sonaron tres disparos. Los izquierdistas se dieron a la fuga, cayendo uno de los falangistas herido de gravedad. Se trataba de Manuel Morales Sánchez de 23 años, chófer, natural de Mijas. Presentaba una herida por arma de fuego en la parte posterior del muslo izquierdo, habiéndose quedado incrustado el proyectil en la región inguinal. En una clínica se le extrajo el proyectil, siendo diagnosticado su pronóstico de grave.

La policía, dio una batida por los alrededores, efectuando cacheos y procediendo a detener a dos jóvenes. El presunto autor de los disparos, que había sido reconocido por el herido, era un tal Juan García Llamas (a) “León” de 24 años.

Ese mismo día 28 de enero, próximo a la media noche, en La Coracha, un antiguo barrio de Málaga, hoy desaparecido, que estaba pegado a la Alcazaba, en su lado sur, cayó un joven mortalmente herido por heridas de bala. Fue trasladado a la casa de socorro del hospital Noble, donde no pudieron hacer nada por su vida. La herida era por arma de fuego, con orificio de entrada por la región costal izquierda, al nivel de la undécima costilla, mortal de necesidad.

Se trataba de Francisco Olalla Ramos de 24 años, soltero. Era vendedor de periódicos. Los agresores fueron dos individuos, bien trajeados, con abrigos color marrón y boinas, uno delgado y otro más grueso, que se dieron a la fuga.

Quiero hacer aquí un aparte, para indicar que por esas fechas, se estaba celebrando en Málaga el Consejo de Guerra contra los vecinos de Cañete la Real que habían participado en los hechos revolucionarios de octubre de 1934. De este Consejo de guerra y de los que se celebraron contra los vecinos de otros pueblos de la comarca de Guadalteba, ya me ocupé en la Crónica «OCTUBRE DE 1934. SEGUNDA PARTE. LOS CONSEJOS DE GUERRA»

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2022/11/octubre-de-1934-segunda-parte-los.html

Por esta causa, en el pueblo de Cañete estaba el ambiente muy alterado. La Casa del Pueblo llevaba cerrada, por orden gubernativa, desde los sucesos de octubre de 1934.

LA CASA DEL PUEBLO EN CAÑETE LA REAL, CLAUSURADA NUEVAMENTE

Nos comunican que en Cañete la Real, donde gobierna el Municipio una Comisión gestora compuesta de cedistas y monárquicos alfonsinos, ha sido clausurada por la Guardia civil, veinticinco minutos después de ser abierta, la Casa del Pueblo.

El cabo jefe de las fuerzas, que iba acompañado de dos parejas, amenazó con detener a las personas que se encontraban en el local, todas ellas pertenecientes a la Comisión electoral, si no desalojaban rápidamente, lo que efectuaron ante el temor de ser detenidos.

El mismo día fueron detenidos infinidad de ciudadanos por ir leyendo unas cuartillas de propaganda electoral autorizadas por la autoridad.

19360128 09 El Popular

Como hemos visto, la violencia política tuvo una significativa presencia en la campaña electoral. Y si no fue mayor, se debió a las medidas preventivas del gobierno. Hubo cientos de actos electorales por todo el país sin que hubiera incidentes. Los candidatos pudieron, en general, dirigirse a los electores sin disturbios, aunque a veces tuvieron que soportar abucheos y amenazas verbales.

Pero también abundaron los mítines reventados. Fue una de las principales manifestaciones de la violencia durante el periodo electoral, buen indicador del grado e intensidad de las coacciones para impedir la movilización del adversario. Según Tardío y Villa (página 268) más de medio centenar de mítines no pudieron llevarse a cabo o se vieron alterados de forma significativa. En este caso más del 80% de los mítines estaban organizados por grupos de derechas, y fueron reventados por individuos de izquierdas. 

En esos mítines, hubo algunos oradores que no ayudaron a que fuera una campaña electoral tranquila y pacífica.

Discurso de Largo Caballero en el cine Europa de Madrid el 12 de enero de 1936:

Un recuerdo para todas las víctimas ocasionadas por la represión brutal de octubre… y que prometemos que hemos de vengarlas… No vengo aquí arrepentido de nada… Yo declaro... que, antes de la República, nuestra obligación es traer al socialismo... Hablo de socialismo marxista... socialismo revolucionario... somos socialistas pero socialistas marxistas revolucionarios… Sépanlo bien nuestros amigos y enemigos: la clase trabajadora no renuncia de ninguna manera a la conquista de poder… de la manera que pueda…

La República… no es una institución que nosotros tengamos que arraigar de tal manera que haga imposible el logro de nuestras aspiraciones… Nuestra aspiración es la conquista del poder... ¿Procedimiento? ¡El que podamos emplear!… Parece natural que se aprovechase ahora la ocasión para inutilizar a la clase reaccionaria, para que no pudiera ya levantar cabeza”.

19360114 03 El Socialista

Largo Caballero en el teatro San Ildefonso de Linares en otro mitin socialista, el 20 de enero de 1936:

... la clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución”.

193601221 05 El Liberal, de Bilbao

En un mitin socialista celebrado en el Salón Monumental de Alicante el 27 de enero de 1936, el líder socialista había proclamado:

"Quiero decirles a las derechas que si triunfamos colaboraremos con nuestros aliados; pero si triunfan las derechas, nuestra labor habrá de ser doble, porque con nuestros aliados podremos laborar dentro de la legalidad, y ganando las derechas tendremos que ir a la guerra civil declarada. Y esto no es una amenaza, es una advertencia. Y que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas: que nosotros las realizamos".

19360128 04 El Socialista

Declaraciones de Gil-Robles

Si la autoridad se inhibe, entonces la sociedad no sólo tiene el derecho de defenderse, sino que debe hacerlo. Quien desata vientos de arbitrariedad recoge tempestades de sangre. Quien nos busque, nos encontrará”.

Declaraciones de José Calvo Sotelo

“Se predica por algunos la obediencia a la legalidad republicana; mas cuando la legalidad se emplea contra la Patria y es conculcada en las alturas, no es que sobre la obediencia, es que se impone la desobediencia, conforme a nuestra doctrina católica, desde Santo Tomás al Padre Mariana. No faltará quien sorprenda en estas palabras una invocación indirecta a la fuerza. Pues bien. Sí, la hay... Una gran parte del pueblo español, desdichadamente una grandísima parte, piensa en la fuerza para implantar el imperio de la barbarie y de la anarquía. Su fe y su ilusión es la fuerza proletaria, primero, y la dictadura, después. Pues bien: para que la sociedad realice una defensa eficaz, necesita apelar también a la fuerza. ¿A cuál? A la orgánica: a la fuerza militar puesta al servicio del Estado”.


LAS ELECCIONES DEL 16 DE FEBRERO

El domingo 16 de febrero de 1936, entre las ocho de la mañana y las cuatro de la tarde, después de una campaña muy intensa y polarizada, se celebraron las terceras y últimas elecciones generales de la Segunda República.

En esas elecciones tenían derecho de voto todos los españoles, hombres y mujeres, que hubieran cumplido los veintitrés años antes del mes de enero de 1936, un total de 13.578.056 personas, según el censo. Debían elegir un Congreso unicameral de 473 escaños, distribuidos en sesenta circunscripciones, entre grandes capitales y provincias.

La jornada electoral estuvo deslucida por el mal tiempo reinante, pero a pesar de ello hubo una participación realmente notable, acudiendo a votar 9.687.108 personas, el 71,3% del censo, un 3,9% más que en las elecciones de 1933. En muchos colegios, se formaron largas colas de personas con paraguas, para protegerse de una lluvia pertinaz.

Para asegurarse la tranquilidad de la jornada, el gobierno montó en las grandes capitales, un gran dispositivo policial de seguridad, con órdenes taxativas de intervenir de manera severísima para reprimir cualquier intento de perturbación. En Málaga, en concreto, estuvieron circulando camiones de la Guardia de Asalto con ametralladoras durante todo el día.

En líneas generales, fue una jornada electoral tranquila, salpicada a lo largo de la mañana, de algunos actos violentos realizados por grupos de diferentes ideologías.

Las medidas adoptadas por las autoridades permitieron que la constitución de las mesas y la movilización de los millones de electores, se hiciera con normalidad. De hecho, en una rara muestra de unanimidad, al cierre de los colegios, los dirigentes de los diversos partidos reconocieron que, en general, la votación se había celebrado correctamente.

En sus “Memorias”, el presidente Manuel Portela Valladares comenta: “Al regresar al Ministerio después de la una, me llama al teléfono el gobernador de Cádiz para decirme que las buenas esperanzas que teníamos allí se desvanecían, pues acababa de saber que la F.A.I. y la C.N.T. acudían en masas compactas a los colegios para votar, naturalmente, por las izquierdas. […] De extenderse a otras provincias, como era de recelar, aquella participación que el gobernador de Cádiz me anunciaba, grandes manchas del mapa electoral sufrirían total cambio en los resultados. Poco tardaron en confirmarse los malos augurios […] Y de otras provincias comenzaron a fluir noticias, si no oficiales, oficiosas, muy comprobadas, de la intervención “cenetista” en las elecciones, y de la ventaja arrolladora que esto suponía para las izquierdas”.

Pero cuando a las cuatro de la tarde, se cerraron las urnas y comenzó el recuento, la cosa cambió como veremos en la próxima Crónica. Los desórdenes comenzaron a producirse, con un claro desbordamiento por parte de las izquierdas.

EL ESCRUTINIO

El escrutinio electoral, iniciado nada más cerradas las mesas electorales a las cuatro de la tarde de aquel domingo, era un proceso lento y moroso.

El gobernador civil de Málaga, había mandado el viernes 14 de febrero, dos días antes de las elecciones, un telegrama con unas directrices a los ayuntamientos, para que inmediatamente que se supieran los resultados electorales en el pueblo, se remitieran urgentemente al Gobierno civil.

SECRETARÍA DEL AYUNTAMIENTO DE CAMPILLOS. Entrada día 14 de febrero de 1936

MÁLAGA núm. 613, palabras 250, depositado el 13 a las 15:30 horas

Gobernador Civil a = nº 177 = Con el fin poder cumplimentar Circular número 8, Ministro de Gobernación y enviar a Madrid con la mayor rapidez y exactitud los datos de las elecciones se celebraran día 16 actual. Sírvase atenerse íntegramente sin la menor variación a las instrucciones siguientes: inmediatamente conocer el resultado de la votación en ese pueblo, comunicará a este Gobierno por telegrama urgentísimo o en su defecto por teléfono o valiéndose de los medios auxiliares de más pronta comunicación, el resultado de las mismas ateniéndose al siguiente modelo. Alcalde a Gobernador Civil, urgentísimo. Datos totales elección, Don (nombres y apellidos) Centro tantos (en letra) votos (punto), nombre y apellidos progresista tantos (en letra) votos (punto); inmediatamente después de los Centro y progresistas, los candidatos de los demás partidos que vayan con aquellos en coalición electoral, a continuación los de Izquierda Republicana y Unión Republicana, y seguidamente sus aliados electorales (punto) y por último los candidatos de los demás partidos (punto); encarezco a V. la mayor exactitud en el cumplimiento de este servicio ordenado por la superioridad, pues es interés del Gobierno conocer noticias concretas y exactas del resultado.

Las primeras noticias sobre resultados comenzaron a llegar al Ministerio de la Gobernación, desde los diversos gobiernos civiles, la misma noche del 16 de febrero, y no pararon de llegar hasta el mediodía del miércoles 19, cuando se recibió la documentación de las mesas situadas en pueblos y villas más alejadas de las capitales provinciales, en razón de las propias dificultades de comunicación y circulación de algunas zonas muy atrasadas.

Por supuesto, esos primeros datos remitidos por los Gobiernos Civiles desde la noche del 16 de febrero eran «oficiosos» y de ningún modo sustituían al de las Juntas Provinciales del Censo, únicas instancias que podían dar datos oficiales a partir del 20 de febrero, fecha del escrutinio general.

Lo primero que sorprende en estas elecciones, es que no hubo nunca una proclamación oficial de los resultados, y que ni los especialistas ni los políticos se han puesto nunca de acuerdo en el recuento exacto de los votos.

Según Manuel Álvarez Tardío y Alberto Villa García, en su libro «1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular» (páginas 420 y 421), en base a los datos obtenidos del fondo electoral custodiado en el archivo del Congreso de los Diputados, hubo una victoria del Frente Popular en la primera vuelta, que se plasmó en la obtención de 4.434.381 votos (el 46,3% de los sufragios), lo que supuso conseguir 259 escaños parlamentarios, una mayoría holgada del 54,7% de los 473 escaños. Sus adversarios de las candidaturas derechistas coaligadas en torno a la CEDA, recibieron 4.402.811 votos (el 46% sufragios), pero sólo consiguieron sumar 189 escaños.

Vemos el gran desequilibrio que provocaba la ley electoral, con una diferencia de 31.500 votos, equivalente a un 0,3%, el bloque de la izquierda obtenía 70 escaños más que el de la derecha.

La clave fue que el Frente Popular, aprovechó mejor las ventajas del sistema electoral, al triunfar en trece de las diecisiete circunscripciones con diez o más escaños, las más pobladas y donde la prima al vencedor era mayor. Las circunscripciones en las que ganó, sumaban la mayoría del censo, el 69%, y de los diputados en disputa, el 68,5%. Por el contrario, el bloque de la derecha, logró más victorias en las circunscripciones con menos electores, que presentaban un menor desequilibrio de escaños entre mayorías y minorías.

Hubo otros 738.557 votos (7,7% de los sufragios) que fueron a parar a otras candidaturas de derechas o de centro (Falange, Monárquicos, PNV, partido Radical, al nuevo partido de Portela y Alcalá-Zamora), que fueron en candidaturas aisladas del bloque que se creó alrededor de la CEDA. Solo obtuvieron dos escaños (PNV) en esa primera vuelta. 

Esta división de la derecha, supuso su derrota electoral, ya que si esos partidos se hubieran unido al bloque de derechas, estos hubieran ganado las elecciones. Según demuestran Álvarez Tardío y Villa García, hubo más votos para las candidaturas de derechas y centro derecha (5.141.368), que para los de izquierdas y centro izquierda (4.402.811).

Quedaban aún por dilucidar 23 escaños, del total de sesenta, que se habrían de resolver en la segunda vuelta que se celebraría el domingo 1 de marzo. Esos escaños, eran los de cinco circunscripciones (Álava, Castellón, Guipúzcoa, Soria y Vizcaya provincia), donde ninguna candidatura había superado el 40% de sufragios totales.

Realizada el 1 de marzo, sus resultados reforzaron la situación creada en la primera vuelta: el Frente Popular obtuvo ocho escaños; el PNV consiguió siete y las derechas lograron cinco. En consecuencia, tras pequeños ajustes, el Frente Popular pasó a tener 267 escaños, en tanto que las restantes minorías sumaron 206.

En treinta y cinco circunscripciones, más de la mitad del total, por distintos motivos fueron protestadas las actas, siendo sometidas a la consideración de la futura Comisión de Actas del nuevo Congreso, que habría de dictaminar sobre esas protestas y resolver el destino de los escaños en discusión. Sobre estas actas protestadas en muchas circunscripciones, hablaré también en la próxima Crónica.

EL RESULTADO ELECTORAL EN MÁLAGA CAPITAL

En Málaga capital, a pesar de las inclemencias meteorológicas, la ciudadanía se lanzó a votar con entusiasmo, ya que lo hicieron 75.986 electores sobre un censo de 100.288, lo que supone un 75,8% de participación, muy superior al 51,8 de 1933.


De los 178 colegios electorales, quedaron sin constituir 57, el 32%, por lo que en esos Colegios no se pudo votar ese día. De los 57 colegios, 43 no lo hicieron porque las urnas donde se debía depositar el voto, no llegaron a los mismos. 

Según el periódico El Popular (19360217 01), una camioneta las recogió en el Ayuntamiento a las seis de la mañana, y la misma desapareció con ellas, en una clara intención de alterar el proceso electoral. Otros colegios, no se constituyeron por no presentarse alguno de los miembros de las Mesas, que era un presidente y dos adjuntos.

En algunos colegios donde no se presentó algún miembro de los que formaban la Mesa, fueron sustituidos por vecinos, sin autorización de la Junta del Censo local, la cual, junto con la Provincial, tuvo que resolver la validez de los votos depositados en esos Colegios constituidos ilegalmente. En un Colegio de la calle Trinidad, se suplantó la urna por un tarro de caramelos.

No se produjeron incidentes importantes, en parte, como ya he dicho, gracias a que las fuerzas de orden público, fuerzas de Asalto, Guardia civil y Policía, en diversos automóviles, patrullaron constantemente por la ciudad. También se establecieron retenes en algunos lugares estratégicos.

En algunos distritos de la capital (sexto y octavo), jóvenes de izquierdas, llevaban hojas con la candidatura del Frente Popular que iban entregando a la gente por la calle.

Cuando un sacerdote pasaba por la calle Alderete, con dirección a un Colegio electoral, al objeto de emitir sus sufragio, un grupo de individuos intentó hacerle volver, consiguiéndolo a viva fuerza al ser blanco de pedradas.

También por el Molinillo, un grupo de monjas que se dirigía a depositar sus votos, fue objeto de insultos. Una vez las monjas en el Colegio, la Mesa se opuso a registrar sus votos. Unos agentes de Policía, enterados de lo que ocurría, se personaron en el local, procediendo a defender a las monjas de las injurias de que eran objeto, las cuales se quedaron sin emitir el voto. (19360217 04 Diario de Málaga)

En la provincia, el tiempo fue el protagonista de la jornada, ya que llovió con mucha intensidad, esto ocasionó una más baja participación, pues lo hicieron 135.803 votantes sobre un censo de 226.744, con una participación del 60%, muy inferior al porcentaje de la circunscripción de la capital, pero superior al 50,6% de 1933. En unas cuarenta secciones no se pudo votar.

En definitiva el triunfo del Frente Popular se hace manifiesto tanto en el marco de la capital donde saca cuatro diputados, como en la provincia donde obtiene seis, por dos la coalición de centro-derecha. No fue necesario ir a una segunda vuelta en ninguna de las dos circunscripciones. José María Hinojosa no consiguió obtener el acta de diputado.

En los 57 colegios de la capital y en los aproximadamente cuarenta de la provincia, donde no se pudo votar, la Junta del Censo provincial, determinó que las elecciones se celebraran el siguiente jueves 20 de febrero. Sobre las elecciones que se celebraron ese jueves, y sobre los cuatro diputados que consiguió el Frente Popular, más concretamente el partido socialista, en Málaga capital, también hablaré en la próxima Crónica.

EL RESULTADO ELECTORAL EN CAMPILLOS

En Campillos había 3.836 electores y votaron 3.027 personas (78,9% participación). Los candidatos del Frente Popular obtuvieron un 61,8% de los votos, y los de la Candidatura de Derechas el 38,2%. Para la votación, la población se dividía en tres distritos, y cada distrito en tres secciones. Los resultados en cada uno de ellos fue el siguiente:

PRIMER DISTRITO

La primera sección del primer distrito votaba en el Grupo Escolar, planta baja. En el Aula nº 1. Comprendía las calles Lavados, Plaza y Puerta Teba

FP: 240     CD: 189

La segunda sección del primer distrito votaba en el Grupo Escolar, planta baja. En el despacho del Director. Comprendía las calles Carmen, Molinos y Cruz Blanca.

FP: 227     CD: 101

La tercera sección del primer distrito votaba en el Grupo escolar. En el vestíbulo de la Graduada de niñas. Comprendía la calle San Sebastián.

FP: 219     CD: 95

SEGUNDO DISTRITO

La primera sección del segundo distrito votaba en el edificio de la Clínica de urgencia (Santa Ana, 36). Comprendía las calles Guzmanes y Santa Ana.

FP: 200     CD: 212

La segunda sección del segundo distrito votaba en casa de D. Manuel Márquez (San Benito, nº 28). Comprendía las calles San Benito y Extramuros

FP: 197     CD: 72

La tercera sección del segundo distrito votaba en el edificio de la Cárcel. Comprendía la calle Real.

FP: 148     CD: 162

TERCER DISTRITO

La primera sección del tercer distrito votaba en casa de D. Juan Padilla Bacas (Alta, 33). Comprendía la calle Alta.

FP: 253     CD: 79

La segunda sección del tercer distrito votaba en casa de D. Antonio Romero (Salguero, 37). Comprendía las calles Salguero y Vallejos

FP: 238     CD: 104

La tercera sección del tercer distrito votaba en casa de D. Benito Moreno (Silla, 33). Comprendía la calle Silla y el campo.

FP: 147     CD: 139

La cantidad de votos que obtuvo cada candidato en Campillos, fue la siguiente

FRENTE POPULAR (61,8%)

Eduardo Frápolli Ruiz de la Herrán               UR                  1871

Vicente Sarmiento Ruiz                                 PSOE             1871

Federico Alva Varela                                     UR                  1869

Emilio Baeza Medina                                     IR                   1868

Federico Casamayor Toscano                       IR                   1868

Antonio Acuña Carballar                               PSOE             1868

CENTRO-DERECHA (38,2%)

José María Hinojosa Lasarte                         AGRARIO      1157

Ángel Fernández Ruano                               CEDA             1155

Bernardo Laude Álvarez                               CEDA             1155

José Mª Roldán Sánchez de la Fuente         PRP.               1153

Luis Armiñán Pérez                                       IND.                1153

José Estrada y Estrada                                 IND.                1144

PARTIDO RADICAL

Pedro Armasa Briales                                                           2

Francisco Burgos Díaz                                                          0

Salvador González Anaya                                                     1



Podemos ver el acta del escrutinio en Campillos, con la firma del alcalde José Galeote Moreno

Los seis candidatos del Frente Popular resultaron elegidos en la circunscripción provincial, además de los dos candidatos que he subrayado de la candidatura de derechas. 

José Mª. Hinojosa, se vio relegado al quinto puesto de esa candidatura de centro-derecha, obteniendo 46.478 votos en toda la provincia. Le faltaron 2.400 votos para poder ser elegido. Fracasó en su segundo intento por alcanzar un acta de diputado, a pesar de lo mucho que trabajó para ello.

Como hecho significativo, hay que decir que el líder de Falange Española, José A. Primo de Rivera, a pesar de no presentarse por Málaga, recibió en Campillos siete votos. Como es natural, los votos fueron declarados nulos. Esa era la fuerza que tenía Falange en Campillos. Dicho partido había decidido presentarse a las elecciones en solitario: José Antonio Primo de Rivera se presentó por Cádiz y no salió elegido.

En la próxima Crónica, «LA VICTORIA DEL FRENTE POPULAR EN MÁLAGA», escribiré sobre lo sucedido a partir del cierre, la tarde del 16 de febrero de 1936, de las mesas electorales. De cómo, lo que había sido una jornada electoral, en líneas generales tranquila, esa misma noche se transformó radicalmente.

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2024/03/la-victoria-del-frente-popular-en-malaga.html

Esa noche del 16 de febrero, cuando se empezaron a recibir las primeras noticias que apuntaban al triunfo del Frente Popular en las dos circunscripciones madrileñas, así como en más de veinte circunscripciones nacionales, lo que fue confirmado por las autoridades gubernativas, desató la euforia de la izquierda que se empezaron a movilizar, saliendo a las calles para reivindicar el triunfo electoral. Una movilización mitad pacífica y festiva, y mitad reivindicativa con brotes de violencia muy notables en distintos lugares, que los partidos de izquierda republicana quisieron atajar, mientras que los anarquistas y los partidos obreros los aprovechaban y alentaban.

Pedían imponer de inmediato la adopción de su programa político: proceder a amnistiar a los presos políticos encarcelados por su participación en la revolución de octubre de 1934, reponer en sus cargos a los alcaldes y ayuntamientos dominados por las izquierdas y anulados como resultado de su actuación en 1934, exigir la readmisión de los trabajadores despedidos por secundar aquella huelga general, etc.

Fue una situación parecida a la del 14 de abril de 1931, es decir, reclamando una victoria que todavía no existía y provocando la caída del gobierno de Portela Valladares, impotente ante el movimiento subversivo.


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