OCTUBRE DE 1934. PARTE PRIMERA. LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA EN TEBA Y EN LOS PUEBLOS DE SU ENTORNO


La portada que presento en el encabezamiento de ésta Crónica, corresponde al periódico “LA PRENSA”, publicado en Nueva York el 21 de febrero de 1936, cinco días después del triunfo electoral del Frente Popular. En él se publica una entrevista realizada al líder socialista Francisco Largo Caballero, por el corresponsal en España, H. Edward Knoblaugh, en la que el presidente del PSOE y secretario general de la UGT manifiesta: «Habrá soviet en España cuando caiga Azaña». Aunque las declaraciones son posteriores a octubre de 1934, pone muy en claro cuál era el fin último del movimiento insurreccional que los socialistas realizaron en aquella fecha.

Knoblaugh, publicó en el otoño de 1937 el libro “Corresponsal en España”, en el que cuenta lo que presenció en el primer año de guerra en el Madrid del Frente Popular. Sus artículos no gustaban a las autoridades, motivo por lo que fue expulsado de España por el Gobierno. Recomiendo la lectura de ese libro, aunque está descatalogado y es muy difícil de encontrar.

LA GÉNESIS DEL MOVIMIENTO INSURRECCIONAL

Los socialistas, que habían participado en la fundación de la República y habían formado parte del gobierno hasta un año antes, el 4 de octubre de 1934 se alzaron en armas contra las instituciones republicanas. Quisieron romper con la legalidad, que ellos mismos habían contribuido a construir en abril de 1931, e intentar la conquista del poder por la vía revolucionaria.

La causa de esta insurrección, revolución, huelga general y hasta golpe de estado, como se ha llamado a los sucesos que se produjeron en España, o en algunos lugares de España, desde la media tarde de ese 4 de octubre, fue la formación de un nuevo gobierno republicano en el que participaban tres miembros de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), que lideraba José María Gil Robles.

En esta primera parte, me voy a centrar en los hechos ocurridos, tanto en los principales focos revolucionarios que hubo en España, así como en lo acontecido en Málaga y en el interior de la provincia, con especial importancia en Teba, y en los pueblos de su proximidad. En la próxima Crónica, describiré las consecuencias que tuvieron en Málaga y su provincia esos hechos: detenciones de personas, registros domiciliarios, localización de armas y explosivos, destitución de ayuntamientos, creación de Comisiones gestoras, sumarios, consejos de guerra, juicios, condenas, etc., y por último, los indultos por el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. 

LOS SOCIALISTAS SALEN DEL GOBIERNO

Para analizar con un cierto conocimiento estos sucesos, hay que remontarse a un año antes, al 8 de septiembre de 1933, cuando dimite el gobierno de Manuel Azaña, debido al fracaso de las elecciones municipales del 23 de abril de 1933, y por la derrota en la elección del 4 y 5 de septiembre de los vocales del Tribunal de Garantías Constitucionales, antecedente del Tribunal Constitucional actual, en la que se impusieron los candidatos de derecha y los del partido radical.

El 12 de septiembre, Alejandro Lerroux formó un nuevo gobierno de concentración, formado por partidos republicanos de distintas tendencias, y en el que no participaron los socialistas, los cuales se sintieron traicionados. Para los socialistas, representaba un retroceso respecto a la coalición republicano-socialista que había venido gobernando desde el 14 de abril de 1931, y este de Lerroux, era por tanto un gobierno inaceptable.

Los socialistas, se sentían preocupados ante la perspectiva de que una política derechista pudiera anular las reformas conseguidas en los dos años y medio de existencia de la República. Pensaban que cualquier intento de volver atrás, es decir de anular la obra realizada por los ministros socialistas, representaría una inaceptable traición de los republicanos.

El PSOE sintió el abandono del poder en 1933 como una especie de despojo insultante, y empezó a esgrimir un lenguaje revolucionario que alimentaba la radicalización de sus masas. Habían llegado a la convicción de que la democracia, era una forma de gobierno que sólo beneficiaba a la burguesía.

A partir de ese momento, abogó por el abandono de la «vía parlamentaria» en favor de la «vía revolucionaria» para alcanzar el socialismo. Sólo cabía la opción de dar un paso adelante, la conquista del poder, ya fuera por la vía electoral, como se intentó sin éxito, ya fuera por la vía insurreccional. Para el PSOE, la república de abril representaba solo un primer paso revolucionario, al que habría de seguir el paso definitivo de la revolución socialista.

El diario El Socialista, periódico oficial del PSOE, constituye una fuente imprescindible para reconstruir la línea de pensamiento predominante entre los socialistas durante los meses en que se gestó la insurrección de octubre de 1934. Es de sumo interés recordar sus editoriales, para de esa forma conocer lo que estaban preparando contra la Segunda República. Un simple repaso a su hemeroteca, revela una retórica radicalmente antidemocrática y abiertamente golpista.

En el verano de 1933, antes de la salida de los socialistas del gobierno, cuando Francisco Largo Caballero aún era ministro de Trabajo en el gobierno de Manuel Azaña, y desde donde puso en marcha importantes reformas sociales y laborales, como la Ley de Contratos de Trabajo, los decretos de laboreo forzoso y de términos municipales, la jornada de 40 horas semanales y la creación de jurados mixtos para resolver las controversias laborales, radicalizó sus planteamientos y adoptó una línea revolucionaria, lo que hizo que se ganara entre algunos el apodo de «el Lenin español»

El domingo 23 de julio de 1933, se celebró un mitin del PSOE en el cine Pardiñas de Madrid. Dos días más tarde, el martes 25, “El Socialista” publicaba una amplia crónica del acto, incluyendo un titular a siete columnas del discurso del presidente del PSOE, Largo Caballero, apoyando una dictadura socialista. La transcripción del discurso hecha por periódico, demuestra que su objetivo básico era apoderarse definitivamente de los resortes del poder, y las medidas socializadoras se irían implantando más adelante, a medida que las circunstancias lo permitieran.

«Y decimos más. No es que queramos nosotros implantar la dictadura nuestra caprichosamente, sino que si hay quien tiene el mal pensamiento de intentar implantar en España una dictadura o el fascismo, entre la dictadura burguesa o el fascismo, nosotros preferimos la dictadura socialista.

[…]

Que conste bien: el Partido Socialista va a la conquista del Poder, y va a la conquista, como digo, legalmente si puede ser. Nosotros deseamos que pueda ser legalmente, con arreglo a la Constitución, y si no, como podamos. Y, cuando eso ocurra, se gobernará como las circunstancias y las condiciones del país lo permitan».

En su discurso en la escuela de verano de agosto de 1933, Largo Caballero hizo un elogio de los procedimientos revolucionarios rusos en política interior, y respecto a España observó que las circunstancias la iban conduciendo a una situación muy parecida, «Hoy estoy convencido de que realizar una obra socialista dentro de una democracia burguesa es imposible. Una cosa son las reformas sociales dentro de una democracia burguesa y otra la obra socialista». El Socialista, 13 de agosto de 1933.

Una semana más tarde de la formación del nuevo gobierno de Lerroux, el 19 de septiembre, se produjo una crucial reunión del Comité Nacional del PSOE, en la que se discutió, en palabras de Largo Caballero, «si era conveniente que el Partido Socialista pudiera tener armas e implantar la República social, sin ayuda de nadie», algo que él mismo no veía posible, por el momento. Quien más se opuso a esa posibilidad fue Indalecio Prieto. Por catorce votos contra tres, el Comité acordó proclamar la resuelta decisión del partido «de defender a la República de toda agresión reaccionaria», y la necesidad «de conquistar el Poder político como medio indispensable para implantar el socialismo».

El domingo día 24 de septiembre de 1933, “El Socialista” reproducía unas declaraciones de Largo Caballero al semanario “Renovación” de las Juventudes Socialistas. En ella, el presidente del PSOE, en una entrevista realizada por un joven Santiago Carrillo, decía a los jóvenes del partido:

«A través de la democracia burguesa la clase obrera no puede hacer más que ponerse en relativas condiciones para el triunfo. Pero, ¿llegar al Socialismo dentro de la democracia burguesa? ¡Eso es imposible! ¿Es que la democracia burguesa va a acabar con la lucha de clases? ¿Va a socializar los medios de producción y de cambio?... ¡Cómo vamos a soñar tal cosa! El capitalismo acudirá a la violencia máxima para mantener sus posiciones, y el Socialismo tendrá que llegar también a la violencia máxima para desplazarle.

Yo no sé cómo hay quien tiene tanto horror a la dictadura del proletariado, a una posible violencia obrera. ¿No es mil veces preferible la violencia obrera al fascismo? En un último extremo, ¿no es la democracia burguesa un sistema de opresión y de violencia?»

Estos principios eran los de la doctrina marxista, de acuerdo con la cual el tránsito desde una «República burguesa», como la española de 1931, hasta el socialismo, exigía una etapa de dictadura proletaria, a la que no se llegaría sin violencia. Esta tesis clásica, nunca abandonada en las etapas en que la práctica de las organizaciones socialistas era estrictamente reformista y respetuosa del marco legal, fue defendida en público por Largo Caballero en varias ocasiones durante el período que precedió a la insurrección de octubre de 1934. Defendía que en el momento que las circunstancias les sean propicias, había que establecer la “República Socialista Federal”.

LAS ELECCIONES GENERALES DE NOVIEMBRE DE 1933

La crisis política planteada por la ruptura de la coalición de Gobierno republicano-socialista durante el primer bienio de la República, llevó a que se formara el 9 de octubre de 1933, un nuevo Gobierno, presidido esta vez por Diego Martínez Barrio, que nada más tomar posesión, propuso al presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, la disolución del Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones generales para el 19 de noviembre de 1933

Serían las primeras generales, en las que las mujeres ejercerían su derecho al voto, lo cual provocaba temor entre la izquierda, convencida de que las mujeres apoyarían a la derecha. Recordemos que Margarita Nelken, diputada del PSOE, había afirmado el 4 de diciembre de 1931:

“Poner un voto en manos de la mujer es hoy, en España, realizar uno de los mayores anhelos del elemento reaccionario”.

La República tal como había quedado instituida en la Constitución de 1931, no tenía el menor atractivo para los socialistas, porque no era más que un régimen burgués. De ahí la decisión tomada, en la mayoría de las circunscripciones, de no formar coalición con los republicanos de izquierda en dichas elecciones, a pesar de que ello iba a dificultar, sin duda, la continuación de la política reformista iniciada en el primer bienio republicano.

El camino emprendido era el de la Revolución Social y para ello los republicanos sobraban. Podían aceptar en cambio la colaboración de las otras fuerzas revolucionarias, como los comunistas y los anarcosindicalistas, con los cuales los socialistas estaban dispuestos a constituir «alianzas obreras», aunque no a compartir la dirección del movimiento.

Días antes de los comicios, el miércoles 8 de noviembre, Largo Caballero, pronunció un discurso incendiario en Don Benito (Badajoz). Al día siguiente, “El Socialista” publicaba en su página 6 una crónica del mismo:

«Se nos ataca porque vamos contra la propiedad. Efectivamente. No ocultamos nuestro pensamiento. Vamos a echar abajo el régimen de propiedad privada. (…) Tardaremos más o menos, pero no ocultamos que vamos hacia la revolución social. ¿Cómo? (Una voz del público: ¡Como en Rusia!). No nos asusta eso. Vamos, repito, hacía la revolución social. Y yo digo que la burguesía no aceptará una expropiación legal. Habrá que expropiarla por la violencia. (…) Vamos legalmente hacia la evolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente. (Gran ovación) Esto, dirán los enemigos, es excitar a la guerra civil. Pongámonos en la realidad. Hay una guerra civil. ¿Qué es si no la lucha que se desarrolla todos los días entre patronos y obreros? Estamos en plena guerra civil. No nos ceguemos, camaradas. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar. (…) Tenemos que luchar como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee, no una bandera tricolor de una República burguesa, sino le bandera roja de la Revolución socialista».

Esa transformación exigiría violencia, y Largo Caballero no lo ocultó. En plena campaña electoral, en otro discurso que pronunció en la localidad de Azuaga (Badajoz), dijo que:

«En abril, los socialistas hubiéramos podido realizar una represalia justa contra quienes nos habían venido maltratando hasta entonces. Sin embargo, respetamos la vida y la hacienda de ciertos elementos que hoy cooperan contra la República. Ya dije yo anoche que aquello fue un error; pero que al mismo tiempo nos había servido de lección, y que no deberá extrañar a nadie que cuando los hechos se repitan no tengamos las mismas generosidades que antaño supimos tener. (Aplausos) Y no tendremos esa generosidad por espíritu de venganza, sino porque hemos adquirido el convencimiento de que en las luchas políticas la generosidad no es buena arma. A veces son necesarios hechos que al principio repugnan, pero que luego la Historia justifica como precisos para la consolidación de un régimen». El Socialista, 10-11-1933

En otro acto electoral, esta vez en Albacete, el día 13 de noviembre, en el que Largo Caballero fue recibido como el Lenin español, dijo lo siguiente:

«El jefe de Acción Popular decía en un discurso a los católicos, que, por cierto, vitoreaban a Cristo rey —y luego dicen esos elementos que no tienen libertad en la República…— que los socialistas admiten la democracia cuando les conviene; pero cuando no les conviene, toman por el camino más corto. Pues bien, yo tengo que decir con franqueza que es verdad. Si la legalidad no nos sirve, si impide nuestro avance, daremos de lado la democracia burguesa e iremos a la conquista revolucionaria del poder». El Socialista, 14-11-1933

Federico Manzano Sancho, cuenta en sus "Memorias" (página 93) que: «en la propaganda de esas elecciones se celebró en Campillos un mitin de derechas en el Sindicato, lo que indignó a los socialistas, y como se me ocurriera dar un paseo antes por la calle Real con mi cuñado Emilio, al pasar por la esquina de calle Guzmanes, de un grupo que había en la esquina del campo me tiraron una piedra por un experto, que me dio en la oreja izquierda, herida que me duró bastantes días y que llegó a tener eco hasta en Madrid. Lo perdoné.

Efectivamente, la noticia la he encontrado en el periódico catalán “La Vanguardia”, del 16 de noviembre de 1933

En el pueblo de Campillos fueron apedreados los concurrentes a un mitin de derechas. Las piedras eran lanzadas con honda y resultó herido en la cabeza el maestro nacional don Federico Manzano. La Guardia Civil calmó los ánimos.

En el mismo pueblo fue apedreado el automóvil de los candidatos señores Ramos (Acosta) y Baeza Medina (primer alcalde de Málaga durante la Segunda República, del Partido Radical Socialista), cuando abandonaban el pueblo, sin lograr celebrar el mitin anunciado.

La Guardia Civil detuvo a los agresores.

Los comicios se celebraron en primera vuelta el 19 de noviembre y en segunda el 3 de diciembre. Por primera vez las mujeres ejercieron su derecho al voto, por lo que las convierte en las primeras verdaderamente democráticas en la historia de España. Votaron 8,7 millones de electores, un 67,45% del censo electoral, venciendo ampliamente las fuerzas de la derecha católica (Gil Robles) y del centro (republicanos radicales de Lerroux), con una estrepitosa derrota de los republicanos y los socialistas.

  • CEDA                                     115 Diputados
  • Republicanos Radicales        102 Diputados
  • PSOE                                     59 Diputados
  • Monárquicos                          35 Diputados
  • Partido Agrario                       30 Diputados

El 63% de los ciudadanos votaron a partidos que habían defendido de manera explícita un giro a la derecha respecto a la política del primer bienio. Pero las izquierdas no aceptaron esos resultados que amenazaban la laicidad del Estado, las reformas militares y las sociales que realizaron en el anterior bienio.

Tan inesperado resultado electoral, dio lugar a sorprendentes reacciones por parte de los políticos que habían traído la República. Manuel Azaña, que solo consiguió cinco diputados, pidió a al presidente de Gobierno, Martínez Barrio, que suspendiera la constitución de las nuevas Cortes, que formara un nuevo gobierno integrado por todos los partidos de la izquierda, y que convocara de nuevo elecciones. Martínez Barrio rechazó la propuesta respondiendo que «saber perder era nuestra obligación inmediata». Unos días más tarde recibió una carta firmada por el propio Azaña junto con Marcelino Domingo y Casares Quiroga, en la que le pedían la formación de un nuevo gobierno contrario a la nueva mayoría parlamentaria. Argumentaban que el sistema electoral, que ellos mismos habían implantado, perjudicaba a las minorías. Martínez Barrio se negó de nuevo. También el socialista Juan Negrín, pidió al presidente que nombrase otro gobierno netamente republicano, elaborase una nueva ley electoral que asegurase el triunfo de la izquierda, y convocase nuevas elecciones. Alcalá-Zamora calificó todas estas demandas como «intentos de golpes de Estado».

Los republicanos y los socialistas, no concebían la democracia parlamentaria y constitucional dentro de la lógica del pluralismo político y de valores. En palabras de Fernando Claudín, del PCE, “la derrota electoral de noviembre de 1933 no fue vista por la izquierda obrera y republicana (...) como una alternancia política normal dentro del juego democrático. La vio como el primer paso hacia la pérdida de la República y hacia la instauración del fascismo”.

ALEJANDRO LERROUX, FORMA UN GOBIERNO SIN LA CEDA

Con los resultados a la vista, el encargado por el presidente de la República para la formación de gabinete ministerial volvió a ser Alejandro Lerroux. Ese mismo día, Gil Robles le ofreció su apoyo desde el Parlamento “siempre que diera satisfacción a las demandas mínimas de las fuerzas de derecha que sirvieron de base a la propaganda común durante el período electoral”.

El gobierno estuvo formado por miembros del partido Radical y por republicanos de centro. Lerroux se vio así obligado a iniciar lo que los grupos de derecha reclamaban, una política de rectificación de las reformas de la legislación aprobada por los gobiernos de Azaña del bienio anterior.

El 20 de diciembre, el gobierno nombra a Alberto Insúa Escobar, gobernador civil de Málaga. Escritor y periodista español, nacido en La Habana en 1883. Estaba afiliado al partido Radical de Alejandro Lerroux.

Bajando a la arena de la política local malagueña, no faltaron los choques entre el gobernador Insúa y los alcaldes de localidades controladas por partidos obreros y centrales sindicales. Las fuerzas obreras acusaban al gobernador de ejercer un republicanismo timorato y colaboracionista con los intereses patronales

EL PARTIDO SOCIALISTA APUESTA POR LA REVOLUCIÓN

El día 11 de diciembre, se produce una reunión conjunta en Madrid de las ejecutivas del PSOE y de la UGT, «para tratar definitivamente de ordenar el movimiento que se ha de realizar, si la acción de los elementos derechistas obliga a defender violentamente las conquistas logradas dentro del régimen republicano y para que a la vez se diga, con una concreción que no deje lugar a dudas, el alcance y desarrollo que ha de tener el citado movimiento».

Las divergencias de los dirigentes son muchas y graves. Julián Besteiro, secretario general de la UGT, se oponía a la radicalización del partido socialista: «Si se trataba de un movimiento de las derechas para implantar la dictadura fascista, la Unión General iría con el Partido a donde fuera necesario, pero si lo que se deseaba era realizar un movimiento para destruir lo actuado e implantar la dictadura de los trabajadores, entonces ellos pensaban que debía meditarse mucho lo que se hacía y puntualizar bien el pro y el contra de un movimiento de esta naturaleza».

Después de esta reunión, se vio que sería casi imposible que se entendieran las dos ejecutivas: «De hecho la ruptura se había realizado. No hubo manera de entenderse con los representantes de la UGT (…). Virtualmente, las conversaciones entre las dos ejecutivas quedaron suspendidas sin saberse la fecha en que pudieran reanudarse»

El 20 de diciembre Indalecio Prieto, desde la tribuna del Parlamento, fija la posición oficial del partido socialista: «nosotros sentimos que se ha roto fundamentalmente el compromiso revolucionario que adquirimos con vosotros el año 1930 (Grandes rumores). Decimos más, Sr. Lerroux: decimos que creemos que esas declaraciones han abierto de hecho un período revolucionario; decimos que sentimos la obligación de defender, por todos los medios, los compromisos que dejamos incrustados, como postulados esenciales de la República, en la Constitución, y decimos que frente al golpe de Estado se hallará la revolución (Grandes protestas en las derechas y aplausos en los socialistas). Decimos, Sr. Lerroux y Sres. Diputados, desde aquí, al país entero, que públicamente contrae el partido socialista el compromiso de desencadenar, en ese caso, la revolución… » (Exclamaciones y protestas en las derechas, que impiden oír el final de la frase. Aplausos en los socialistas. Varios diputados pronuncian palabras que no se perciben por los grandes rumores que hay en la Cámara. La presidencia reclama orden)”.DIARIO DE SESIONES DEL 20 DE DICIEMBRE DE 1933 (Página 125)

Como podemos ver, en diciembre de 1933 el PSOE ya había decidido preparar un movimiento revolucionario o golpe de estado, para la conquista del poder, aunque sin fijar fecha para el mismo.   

El 3 de enero de 1934, El Socialista, y con el título: “No puede haber concordia. ¡Atención al disco rojo!”, hacía público de forma oficial el proyecto revolucionario. Respondía a una lamentación del diario El Debate, portavoz de la CEDA de José Mª Gil Robles, sobre la imposibilidad de que hubiera concordia en la política catalana con Companys en la presidencia de la Generalidad. Escribía El Socialista: «Y ahora piden concordia. Es decir, una tregua en la pelea, una aproximación de los partidos, un cese de hostilidades. Eso antes, cuando el Poder presentaba todas las ejecutorias de la legitimidad. Pero en estos momentos en que la República se halla indefensa, ¿qué quiere decir? (…) ¿Concordia? No. ¡Guerra de clases! Odio a muerte a la burguesía criminal. ¿Concordia? Sí, pero entre los proletarios de todas las ideas que quieran salvarse y librar a España del ludibrio. Pase lo que pase, ¡atención al disco rojo!»

Ese mismo día 3 de enero, se reúne la Comisión Nacional de la UGT presidida por Julián Besteiro, y mediante una votación, rechaza una proposición para “la inmediata y urgente organización, de acuerdo con el partido socialista, de un movimiento nacional revolucionario para conquistar el poder político íntegramente para la clase obrera, aceptando la colaboración de todas aquellas fuerzas que quieran contribuir al movimiento, y sean una garantía para nuestros intereses y propósitos”

Francisco Largo Caballero considera que para organizar con éxito cualquier “acción enérgica” en confluencia con la UGT, era preciso desplazar a Besteiro de la ejecutiva del sindicato.

El 27 de enero de 1934, muy presionada por cierta disidencia interna y por los socialistas, dimitió toda la comisión ejecutiva de la UGT, encabezada por Julián Besteiro. El 29 de enero se designó una nueva comisión, en la que el Secretario General pasó a ser el mismo Largo Caballero. Tras ello nadie en las filas socialistas, volvió a oponerse a la nueva estrategia del partido, que implicaba una ruptura con la democracia republicana.

La idea defendida por Besteiro fue derrotada, y este lanzó una durísima advertencia a los compañeros que conducían a la organización al borde mismo del comunismo: “Por ese camino de locura decimos a los trabajadores que se les lleva al desastre, a la ruina y en último caso al deshonor, porque una clase trabajadora, que se deja embaucar de esa manera, acaba por deshonrarse”.

El programa revolucionario con el que se gobernaría España, cuando triunfara la revolución, fue redactado por Indalecio Prieto. La ejecutiva del PSOE la aprobó el 13 de enero de 1934 y la nueva ejecutiva de la UGT la aceptó dos semanas después. En ella se preveía algunas medidas muy radicales. “Todas las tierras se declararían propiedad del Estado”, se permitiría a los propietarios minifundistas seguir cultivándolas “mediante el pago de un canon”, mientras que en las áreas latifundistas se “establecerían explotaciones colectivas”, lo que implicaba, aunque no se mencionara expresamente, el recurso a la expropiación sin indemnización, posibilidad que el artículo 44 de la Constitución condicionaba a la aprobación de una ley en las Cortes por mayoría absoluta. Serían “disueltas todas las órdenes religiosas y la incautación de sus bienes”, medida que el artículo 26 de la Constitución sólo autorizaba en el caso de aquellas que representaran «un peligro para la seguridad del Estado». “Todos los órganos de la administración pública serían modificados sustancialmente”. El Ejército y la Guardia Civil serían disueltos. Las nuevas fuerzas de seguridad, tendrían como núcleo principal “unas milicias reclutadas exclusiva o preponderantemente entre los afiliados a las organizaciones que realizaran las transformaciones apuntadas en este programa”. Finalmente, “…estimando que este programa revolucionario no tendría el asentimiento de quien ahora desempeña la presidencia de la República, procedería a la cesación de este en sus funciones”. F. LARGO CABALLERO, “Escritos de la República”, 70-72.

Largo Caballero no le dio importancia alguna a este programa, elaborado por Prieto. Para él, era necesario tomar el poder, y tras ello ya se vería qué podía hacerse. Sin embargo, sí consideraba factible la creación de un ejército revolucionario, integrado por militantes socialistas, que fuera capaz de enfrentarse al ejército profesional. Así lo dijo en abril de 1934 en su intervención en el acto de clausura del V Congreso de la Federación de Juventudes Socialistas: «Yo recuerdo—añade Largo Caballero— que en nuestro campo, cuando se planteó la organización de las milicias socialistas, hubo quien se echó las manos a la cabeza. Sin embargo, yo creo que hay que organizar estas milicias. Hay que crear un ejército revolucionario que poder enfrentar con nuestros enemigos. Y es preciso organizado militarmente, de manera que los hombres que compongan dicha organización hagan promesa de obediencia, porque de esta forma es como está organizado el ejército enemigo. Yo no tengo escrúpulos en decir ante vosotros que hay que organizar nuestro ejército. (Muy bien). Ya veis lo de El Escorial. No irán a desfilar con fusiles. Pero están preparados para manejarlos en cuanto estimen conveniente. Los compañeros que se oponen a que nos militaricemos hacen un servicio al enemigo. Es preciso esa militarización para defendernos, primero, y luego para conquistar el Poder». El Socialista, 21-4-1934

Las Juventudes Socialistas, por su parte, sí que tenían claros sus objetivos. La ponencia política que aprobaron en ese V Congreso, en su punto segundo, afirmaba: «Su firme creencia en los principios de la revolución proletaria y en que los momentos actuales no permiten otra salida que la insurrección armada de la clase trabajadora para adueñarse del Poder político íntegramente, instaurando la dictadura del proletariado». También solicitaba al partido socialista que: «…ha cumplido su misión en las actuales Cortes, y de que es más útil para los intereses de la Revolución social la retirada urgente del Parlamento, a fin de dedicarse con plenitud a los trabajos revolucionarios». El Socialista, 21-4-1934

“Lo de El Escorial” que menciona Largo Caballero, era un acto de Acción Popular que se iba a celebrar el 22 de abril, unos días después del V Congreso de las Juventudes Socialistas. Para evitar dicho acto, milicias de izquierda volcaron en Aranjuez dos camionetas que llevaban afiliados de Valencia y Murcia; tirotearon en Ciempozuelos (Madrid) un tren especial de congresistas, hiriendo a dos viajeros muy graves; en Ávila estalló una bomba en la vía férrea; en Madrid se convocó un paro y se disparó contra algunos coches que se dirigían a El Escorial, hiriendo a cuatro miembros de las Juventudes de Acción Popular, JAP). "El Socialista" había escrito sobre dicho mitin "No se celebrará. ..... Además, somos millares y millares los que iremos de toda España a impedir ese crimen contra la clase obrera. Y si el Gobierno lo autoriza, habrá un día de luto en El Escorial”.

CONSTITUCIÓN DE UNA COMISIÓN MIXTA PARA DIRIGIR LA REVOLUCIÓN

Para organizar el movimiento revolucionario, el 3 de febrero de 1934, se constituyó una Comisión mixta, presidida por Largo Caballero, con dos representantes de cada una de las organizaciones: UGT, PSOE y Juventudes Socialistas. Por el PSOE fueron nombrados Juan-Simeón Vidarte y Enrique de Francisco. Por la UGT, Pascual Tomás y José Díaz Alor, y por las Juventudes, Carlos Hernández Zancajo y Santiago Carrillo.

“Lo primero que hizo fue llamar a representaciones de los tres organismos anteriores de todas las provincias, a fin de explorar el estado de ánimo de los compañeros y darles instrucciones verbales y escritas sobre la constitución de comités revolucionarios; organización de la correspondencia; contraseñas, etc.” F. LARGO CABALLERO, “Escritos de la República”, página 86.

Se decidió que se organizasen Comités revolucionarios en cada provincia, los cuales debían adquirir todas las armas que les fuera posible, y que debían dar unas señas de correo secretas, para enviar la correspondencia que se debía mantener con el Comisión mixta nacional.

A tal fin, en los primeros días de marzo, llegó a Málaga para asistir a un Congreso provincial, el diputado socialista Ramón Lamoneda. La finalidad principal del viaje, era cumplir el encargo de constituir ese Comité provincial revolucionario, que debía estar formado por dos o tres individuos, y para el que fueron nombrados José López-Rosas González y Juan Ponce Lepe. Ambos viajaron a Madrid para recibir instrucciones de los socialistas miembros de la Comisión mixta.

JUAN PONCE LEPE (Carratraca 10/02/1895)

Corredor de comercio. Miembro de la UGT y afiliado a la Agrupación Socialista de Málaga. Directivo de la Federación Provincial Socialista de Málaga, a la que representó en el XIII Congreso del PSOE en 1932. Participó en el Congreso Provincial de la UGT celebrado en abril de 1934. Perteneció al Comité Revolucionario de Málaga durante la revolución de octubre de 1934, por lo que fue detenido y condenado a cinco años de prisión. Finalizada la guerra civil se exilió en Francia, siendo detenido por los alemanes en Angoulême (Charente) en 1940. El 24 de agosto de ese año llegó deportado a Mauthausen (Austria) y el 24 de enero de 1941, fue trasladado al campo anexo de Gusen, en el que falleció el 6 de diciembre de ese año.

JOSÉ LOPÉZ-ROSAS GONZÁLEZ

Dependiente. Miembro de la UGT y afiliado a la Agrupación Socialista de Málaga, por la que fue delegado al XIII Congreso del PSOE en 1932. Fue candidato del PSOE por Málaga-provincia en las elecciones generales de 1933, sin resultar elegido. Después de la guerra civil residió en Madrid donde tenía una tienda de muebles metálicos en la calle Infantas. Perteneció a la organización socialista clandestina de Madrid. Su tienda sirvió como lugar de reunión de los representantes de la organización socialista de Málaga que visitaban Madrid para contactar y recoger la propaganda editada por las Comisiones Ejecutivas del PSOE, la UGT y las JSE.

La correspondencia desde provincias, se recibía en Madrid en casa de personas de confianza. Cada capital de provincia tenía una dirección a la que mandar las cartas, distinta a las demás. En el caso concreto de Málaga, los delegados de Málaga debían enviarlas a “María Capa, calle del Piamonte, 7 bajo derecha”. Los distintos destinatarios, después las entregaban a la Comisión mixta de Madrid. Las cartas, no debían venir firmadas por un remitente, sino con un número que correspondía al asignado a cada población. En el caso de Málaga era el número 22.

Las que enviaba la Comisión mixta madrileña a Málaga, iban a la dirección de “Antonio Roca Gómez, calle Ramón Franquelo, nº 2”, que las entregaba a Juan Ponce Lepe. Venían firmadas con un anagrama de tres números “(1 (3 (8”, formando los vértices de triangulo invertido.

Las instrucciones que llegaban a los Comités revolucionarios provinciales por dicho conducto, tenían la obligación de transmitirlas posteriormente a los pueblos, de una forma verbal.

Durante el tiempo que transcurrió hasta el momento de poner en ejecución sus planes revolucionarios, mantuvieron una constante relación con Madrid.

Para la insurrección, se dieron unas instrucciones preliminares con un total de 73 puntos: “La Junta de la provincia, se encargaría de constituir juntas locales en cada uno de los pueblos, con personas de absoluta confianza”. “Si no existieran esas personas, no se formaría juntas en esa localidad”. Los miembros de los comités locales, no debían ser más de cinco en las capitales y tres en los pueblos, y su primera atención se dedicará a “organizar sus fuerzas, estudiar bien la situación del pueblo, fuerzas enemigas, planes de incautación, de ataque y de defensa, y procurarse medios”  Las consignas eran contundentes: “Cada pueblo tenía que ser un firme sostén de la insurrección, sin ocuparse de lo que ocurra en otros lugares”. “Los grupos de acción han de convertirse en guerrillas dispuestas a desarrollar la máxima potencia. En esta acción nos lo jugamos todo, debemos hallarnos dispuestos a vencer o morir”. F. LARGO CABALLERO, “Escritos de la República”, 93 – 100

Cuando el Comisión mixta nacional decidiera iniciar el levantamiento, la persona designada en cada Comité provincial recibiría un telegrama con un texto secreto acordado. Tan pronto como se reciba, en cualquier fecha este telegrama, que es distinto para cada una de las localidades, el Comité transmitirá rápidamente el aviso a los Comités locales, “para que en la madrugada siguiente realicen el movimiento con toda decisión”.

Más adelante se detallaría algo más: “…el hecho de recibir la señal convenida, equivale a deciros que el movimiento debe alcanzar la máxima intensidad y extensión, y debe comenzar a partir de las doce de la noche del día en que hayáis recibido nuestra orden”.

Los telegramas que se mandarían a Málaga, para iniciar la revolución, irían dirigidos a determinadas personas, y con un texto muy concreto:

  • Antonio Román Reina; Cerrojo, 1: Puede emprender viaje.- Rolan
  • Humberto Herrero Lesace (Nerja); Estrella, 9 y 11:Remito aparato seis lámparas.- Antonio

Antonio Román Reina, militante socialista, llegó a ser Presidente de la Diputación de Málaga. Fue asesinado el 11 de junio de 1936, por represalias, en una lucha de sindicatos de izquierdas.

Humberto Herrero, militante socialista, era agente de venta de aparatos de radio.

También, desde Madrid, se mandó a las provincia, un cuestionario que debían contestar tanto desde las capitales, como desde los pueblos donde se hubieran constituido los Comités locales.

En la primera decena del mes de abril, a través de este cuestionario, se recibieron datos de cómo estaba la organización del movimiento revolucionario. Según palabras de Largo Caballero, “…no eran para entusiasmarse. (…) Por los resultados, parece que no hicieron mucho caso de lo que se les decía, pues para la mayor parte de los individuos era inevitable la revolución, pero la temían y confiaban en que cualquier gestión o incidente la evitase y por eso no desplegaron gran actividad en prepararla, pero tampoco querían aparecer como adversarios de ella”.

En F. LARGO CABALLERO, “Escritos de la República”, página 124, podemos ver la respuesta a la encuesta que se dio desde Málaga:

  • COMITÉ REVOLUCIONARIO: Juan Ponce Lepe, Francisco Román (Díaz) y Juan Infante Ríos. (Aquí falta José López-Rosas)
  • CORRESPONSALES: Antonio Roca Gómez y Juan Ponce Lepe.
  • ORGANIZACIÓN: Espíritu: Completa compenetración. Fondo para comprar armas: nada todavía. Afiliados con que se puede contar: unos 100 en la capital; no puede precisarse número en los pueblos. Camaradas comprometidos y encuadrados: solo unos 50 de cuarta clase. Armas y municiones: algunas.
  • RELACIONES: Cordiales con comunistas y sindicalistas; nada con los republicanos.
  • MOVIMIENTO SINDICAL: Lo mismo que en la capital que en los pueblos, dominan los sindicalistas, que controlan muchos sindicatos importantes, entre ellos ferroviarios.
  • OBSERVACIONES: Hay bastante fuerza republicana y de Acción Popular.

Juan-Simeón Vidarte, que era miembro de la Comisión mixta y vicesecretario general del PSOE del 1932 al 1939, en su libro “EL BIENIO NEGRO Y LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS”, en su página 209, opina sobre el Comité de Málaga, en una charla que mantiene con Largo Caballero:

Seguidamente, Caballero me preguntó a cuántas Comisiones había recibido. Le informé de que únicamente a la de Málaga, de uno de cuyos integrantes saqué muy buena impresión; otro, por el contrario, me pareció un muchacho ligero e irresponsable. (…), y que el presidente de la comisión me había preguntado si, llegado el caso, contaríamos con ayudas militares, a lo que hube de responderle que ellos se limitasen a cumplir con su deber y a tener confianza en el Partido y en sus dirigentes.

Una vez organizado el Comité provincial, fueron citadas por dicho Comité distintas comisiones de toda la provincia para poner en su conocimiento las instrucciones que habían recibido de Madrid, y a su vez ponerse de acuerdo respecto de la contraseña que había de servir para la iniciación del movimiento revolucionario. Con respecto a Teba, sería un telegrama con el texto: «Urge conocer expediente. Ponce», dirigido a Cristóbal Moreno Verdugo (a) El de la Zorrita. El de Cañete, era «Expediente obreros Cañete terminado». El de Campillos, «Juicio verbal mañana. Pérez»

Tomada la decisión insurreccional, los dirigentes socialistas trataron de preservar sus fuerzas para el enfrentamiento final, evitando que se malgastaran en conflictos parciales, aunque no pudieron impedir que la poderosa Federación de Trabajadores de la Tierra se lanzara a una huelga general en junio de 1934, en contra del criterio de la UGT, que concluyó en un rotundo fracaso, en gran medida por la absoluta falta de colaboración del sindicalismo urbano. Esta derrota, hizo imposible una mejor participación campesina en la insurrección de octubre.

Al sobrevenir la crisis que acabó con la caída del Gobierno de Lerroux, Ricardo Samper fue encargado por Niceto Alcalá Zamora de formar un nuevo gobierno capaz de salvar la crisis, el cual fue formado en tan sólo veinticuatro horas, el 28 de abril del año 1934, en el que contó con el apoyo exterior de la CEDA.

Por situarlo cronológicamente, en este punto quiero recordar el asesinato que se produjo el 10 de junio de 1934 en el monte de El Pardo, del joven de 18 años, Juan Cuellar Campos, nacido en Campillos, y que ya relaté en una Crónica de este Blog.

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2022/07/la-tragedia-de-una-familia-de-campillos.html

LA CONSECUCIÓN DE ARMAS PARA LA INSURRECCIÓN

En definitiva, los preparativos fueron del todo insuficientes para la magnitud de la empresa que se preparaba. Se adquirieron algunas armas, pero varios depósitos fueron descubiertos con relativa facilidad por la policía, uno de ellos en la Casa del Pueblo de Madrid o incluso en los domicilios de diputados socialistas, a uno de los cuales se le incautaron cincuenta pistolas, y el principal alijo, el que el buque «Turquesa» pretendía desembarcar en Asturias, parte de la cual no llegó a su destino al ser interceptada la operación.

La segunda decena de dicho mes (septiembre) fue catastrófica para nosotros. Con fondos de algunos sindicatos se había adquirido una cantidad muy importante de armas para la insurrección. Iban a desembarcarse en San Esteban de Pravia, adonde arribó un barco de ciento ochenta toneladas, el «Turquesa», y empezó el transbordo a varias lanchas, que las descargaron en tres camiones que aguardaban allí. Dos de ellos, una vez cargados, pudieron salir a su destino, pero el tercero sufrió una avería y los carabineros descubrieron el alijo que transportaba: 116 000 cartuchos y una importante cantidad de revólveres y pistolas, muy poco, ciertamente, para lo que el barco llevaba.

La primera contrariedad fue que el barco echó el ancla en una playa distinta de aquella en que lo esperaban los encargados de recibir las armas: Amador Fernández y Teodomiro Menéndez, diputados socialistas por Oviedo.

Juan-Simeón Vidarte – “EL BIENIO NEGRO Y LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS - Testimonio del que fue vicesecretario y secretario del PSOE”. Pág. 214

Para ver todo lo relacionado con la adquisición de armas para el movimiento revolucionario, se puede ver el libro de Amaro del Rosal, que participó activamente en la preparación del mismo: “1934: EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO DE OCTUBRE”: Páginas 233-249. También en el libro de Francisco Largo Caballero “ESCRITOS DE LA REPÚBLICA”, Páginas 143-149.

El día 14 de septiembre, la policía registra la Casa del Pueblo socialista de Madrid y descubre un fortín que contenía docenas de fusiles, revólveres, ametralladoras, cargadores de munición, cuchillos, dinamita, explosivos, bombas, 37 cajas de proyectiles, etc. Se detiene entre otros a Wenceslao Carrillo (padre de Santiago Carrillo).

La noche de ese mismo día 14 de septiembre, se produce un acto socialista y comunista con más de cincuenta mil personas, en el estadio Metropolitano de Madrid, con un desfile de formaciones paramilitares uniformadas del PSOE y del PCE. Santiago Carrillo afirma en su discurso que están preparando una insurrección contra el fascismo.

AHORA 16.09.1934 página 23

El día 19, una pareja de la Guardia Civil descubre en la Ciudad Universitaria a unos estudiantes de la FUE que descargaban numerosa mercancías de un camión, las cuales contenían 54 cajas de dos cargadores para pistola ametralladora, 60 cajas de 15 cartuchos para fusil, 300 cargadores de cinco disparos para fusil Mauser, 34 peines para ametralladora, cinco aparatos lanzallamas y tres fusiles, calibre 14, contra blindaje. Además se les encontró documentos con órdenes para la realización de un “golpe de estado”



AHORA 20.09.1934 página 07


AHORA 20.09.1934 página 08

También se descubre en el chalet "Villa Florencia" que tiene en la Ciudad Lineal de Madrid el ex-diputado socialista Gabriel Morón Díaz, un laboratorio para hacer bombas y 50 Kg. de dinamita. En otros chalés de Chamartín se encuentran 24 granadas de fusil, dos morteros, una pistola ametralladora, gases asfixiantes, fusiles, armamento vario, explosivos.


El Heraldo de Madrid 20.09.1934 página 02 

Hubo también contactos con elementos del Ejército, la Guardia Civil y la Guardia de Asalto, pero con escaso resultado. Parece ser, que tan sólo un coronel y unos pocos comandantes parecieron dispuestos a colaborar con la insurrección socialista. “1934: EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO DE OCTUBRE”: Páginas 212-229.

Juan-Simeón Vidarte, en su libro “EL BIENIO NEGRO Y LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS” (pág. 210), dice que Largo Caballero, habría encomendado a “militares republicanos”, la detención del Presidente de la República y del presidente de las Cortes. Otros militares, sin graduación, debían abrir las puertas de los cuarteles para facilitar la entrada de las milicias socialistas.

Y él, después de reflexionar, me preguntó a quema ropa: «¿Se fiaría usted de Fernando de Rosa?» Pensé un momento y seguidamente le contesté:

—Según para lo que fuera. Lo considero un joven leal, de arraigadas convicciones socialistas, audaz e inteligente. Por otra parte, he podido observar que tiene una gran devoción por usted. —Me alegra que su opinión coincida con la mía. Algunos compañeros no se fían de él porque es extranjero. Olvidan que las ideas socialistas son universales... Fernando de Rosa es para mí muy importante. Es el encargado de llevar a cabo la detención del presidente de la República.

Debí poner una gran cara de asombro, pues Caballero continuó:

—Claro está que no actuará solo. Irá con guardias civiles, que no serán guardias civiles, sino gente de nuestra más absoluta confianza. Si las cosas no cambian, tendremos ayudas importantes en la propia guardia presidencial. Un militar republicano, también de absoluta confianza, efectuará la detención; pero a Fernando de Rosa lo he hecho personalmente responsable de la vida de don Niceto y él me ha dicho que responde de ella con la suya. (…) Otros militares se encargarán de la detención del presidente de las Cortes (constitucionalmente, Santiago Alba debería sustituir al presidente de la República). Otros más, ocuparán telégrafos, teléfonos, la radio, el Ministerio de la Gobernación y el de la Guerra. Y confiamos plenamente en la actuación de todos ellos...

Fernando de Rosa Lenccini, había nacido en Milán en 1908. Era un estudiante de Derecho

A mediados de septiembre se sumó el Partido Comunista de España a la alianza revolucionaria.

Tras la victoria electoral del centro-derecha, los derechistas de la CEDA tardaron meses en poder acceder al gobierno ante las repetidas amenazas de la izquierda. Cuando por fin el gobierno se dispuso a incorporar varios ministros del partido de Gil-Robles, el PSOE anunció sin rodeos una “guerra” que calificó de “bendita”. Lo hizo en un artículo titulado “Unas palabras a los republicanos”, aparecido en la primera página de “El Socialista” del 25 de septiembre de 1934.

“Abandonen sus esperanzas los hombres que aún fían la solución del gran problema político español a las normas de la convivencia, tal como las entienden los demócratas burgueses. (…). Renuncie todo el mundo a la revolución pacífica, que es una utopía. En período revolucionario no hay país que no esté en guerra. Bendita la guerra contra los causantes de la ruina de España. Si los republicanos que se preparan a tomar el Poder, esto es, la clase media y la pequeña burguesía, no se encuentran en condiciones de abatir al coloso feudal, quédense en casa. Preferimos que se dé el poder a Gil Robles. Con los monárquicos nos batimos mejor sin intermediarios. No queremos estorbos en nuestro camino”.

El 27 de septiembre de 1934, el editorial de El SocialistaOrganización en todos los frentes”, es concreto y terminante:

Las nubes van cargadas camino de octubre. ¿Qué va a ocurrir? La verdad es que nadie lo sabe. Los trabajadores deben siempre estar advertidos para todo, como si cualquier día, a cualquier hora, hubieran de ser convocado. Repetimos lo que dijimos hace unos meses: ¡atención al disco rojo! El mes próximo puede ser nuestro octubre. Que las maniobras de la reacción no cojan a nadie desprevenido en el campo proletario. Tomar toda suerte de medidas, atar cabos sueltos, laborar por la causa son labores urgentes en estos momentos. Nuestras cosas, en los días que corren, deben estar a punto en cualquier instante. El ejército obrero de las ciudades y los campos ha de considerarse movilizado, de manera que ante la ocasión de peligro cada cual conozca su puesto y su misión y lo ocupe y la desarrolle sin titubeos ni dudas. (…) Nos aguardan días de prueba, jornadas duras. (…) En marcha los motores. Todo dispuesto para salir victoriosos (…) Tenemos nuestro ejército, a la espera de ser movilizado. Y nuestra política internacional. Y nuestros planes de socialización. Y nuestra idea de la Escuela y la Universidad. Y nuestra visión de la Banca. Tenemos, además, las masas, las que todo lo producen. Sólo nos falta el Poder. Hay, pues, que conquistarlo. (…) Con la bandera de la democracia no se puede ir más lejos de lo que se fue en el bienio. Hay que dar un salto mayor.”

El socialismo en ningún momento hizo un secreto de sus propósitos subversivos. “El Socialista”, su órgano oficial, defendía el "odio a muerte a la burguesía criminal", mientras que había dirigentes que declaraban que la democracia republicana ya no les servía. Difícilmente el gobierno republicano de Alejandro Lerroux, podía poner en duda los propósitos de un partido que pedía "atención al disco rojo" y que, en el mes de septiembre de 1934, afirmaba que el siguiente "puede ser nuestro octubre". Tal afán declarativo y verbal, contrastaba con la mala preparación del movimiento insurreccional. En realidad los socialistas, más que organizar la revolución, hablaban de ella.

ALEJANDRO LERROUX FORMA GOBIERNO CON TRES MINISTROS DE LA CEDA

Los dirigentes socialistas habían optado por lanzar su insurrección como respuesta a una provocación previa de la derecha, lo que equivalía a dejar la iniciativa revolucionaria a una decisión ajena, y vieron una provocación en la entrada en el gobierno de tres ministros de la CEDA.

La CEDA era el partido que había sido el más votado en las elecciones de 1933, y por tanto el que tenía más diputados dentro de las Cortes.

Para la derecha católica resultaba evidente, que no se habían conseguido las promesas realizadas en las elecciones del año anterior. A Gil Robles su propio partido, y también las masas que acudían a sus mítines, le pedían una actuación gubernamental más decidida. Hasta este momento solo había tratado de influir todo lo posible en el Gobierno, pero desde fuera. Resultaba lógico que pretendieran una participación más directa en las responsabilidades ministeriales, para que su actuación fuera más de acuerdo con su ideario. En última instancia, la necesidad de realizar una política más hacia la derecha, era requerida por amplios sectores de la vida nacional, incluso el Presidente de la República, así lo creía.

Al declarar en las Cortes que era precisa una rectificación de la tarea gubernamental que Ricardo Samper no parecía dispuesto a emprender, Gil Robles provocó una crisis trascendental. Que la crisis desembocara en un movimiento insurreccional, estaba muy lejos de sus propósitos y fue responsabilidad exclusiva de una parte de la izquierda.

El 1 de octubre de 1934, al reanudarse las sesiones del Congreso, tras las vacaciones de verano, la CEDA manifestó que retiraba su confianza al gobierno del Partido Republicano Radical, presidido por Samper, exigiendo la participación en el que se formara a continuación, a lo que tenía pleno derecho por ser el primer partido en escaños del Congreso y por controlar, con sus aliados, la mayoría parlamentaria.

Unos días antes, el 23 de septiembre, el gobierno de Ricardo Samper, publicaba en la Gaceta de Madrid un decreto, proclamando en todo el territorio nacional el "Estado de Alarma". Según la Ley de Orden Público, artículos 34 al 47, podía ser declarado por el Gobierno «para mantener el orden público, cuando así lo exija la seguridad del Estado, en casos de notoria e inminente gravedad». Facultaba a las autoridades gubernativas para prohibir la formación de grupos de todas clases, establecer la censura previa en prensa y publicaciones, practicar registros de domicilios, detenciones preventivas, prohibir actos públicos y disolver asociaciones consideradas peligrosas, etc. 

Al atardecer del 2 de octubre de 1934, el Presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, encargó a Lerroux la formación de un nuevo Gobierno.

Alcalá Zamora estaba dispuesto a la entrada de la CEDA, siempre que no pudiera haber la menor duda respecto a quienes iban a desempeñar las carteras ministeriales. En sus memorias afirma que los ministros de la CEDA fueron "elegidos entre los menos sospechosos".

La tarde del día 3 de octubre, Alejandro Lerroux formaba un nuevo gobierno en el que entraban por primera vez tres ministros de la CEDA, ministros, por otra parte, de una impecable ejecutoria republicana. Las carteras eran Trabajo, Agricultura y Justicia.

Ni el número de carteras concedidas a la CEDA, ni cuáles fueran esos puestos ministeriales, ni las personas que iban a ocuparlos, podían hacer pensar remotamente en la eventualidad de un Estado dictatorial de derechas. No había el menor indicio de que la entrada de tres ministros de la CEDA en el gobierno, fuera a conducir al establecimiento de una dictadura. Lejos de haber un interés en provocar a las izquierdas, por parte de los gestores de la crisis, se daba una voluntad exactamente contraria.

Rápidamente los ministros se posesionaron de sus cargos, pues la situación no permitía demoras ni pausas. La noche del 3 al 4 de octubre, la noticia del nuevo Gobierno ya estaba en la calle.

Es entonces cuando los partidos socialistas, comunistas, nacionalistas y anarquistas, ponen el grito en el cielo y advierten, por vía del puro chantaje político, que esa entrada plenamente legal y democrática de la CEDA en el Gobierno, equivaldría a la ruptura de la República, al hundimiento de la democracia y a una declaración de guerra a la que los verdaderos republicanos tendrían que responder con las armas. Desde ese momento, toda España esperaba, como respuesta inevitable de la izquierda, la tan anunciada revolución.

EL GOLPE DE ESTADO DE OCTUBRE DE 1934

Inmediatamente los socialistas declaraban, para el día siguiente (5), una huelga general revolucionaria en toda España. El gobierno de Lerroux respondió proclamando el 6 de octubre el “Estado de Guerra” en todo el territorio nacional. (Gaceta de Madrid núm. 280, de 07/10/1934, página 194)Al declarar el gobierno el Estado de Guerra, se suspendieron las garantías constitucionales y el Ejército se hizo cargo del orden público. En esta situación, la autoridad militar asume el mando supremo y está autorizada por la Ley a adoptar las medidas necesarias para «dominar en breve término la agitación y restablecer el orden». Para ello, si era necesario, se sacaban las tropas a la calle.

Se produjeron los incidentes propios de las huelgas revolucionarias, en casi todas las provincias españolas, con algún que otro muerto, pero fueron sofocadas por las fuerzas de Orden Público, que en algunos casos hubieron de emplearse con contundencia.

La orden de movilización del ejército revolucionario se difundió por toda la península. Según Largo Caballero, «dicha orden fue transmitida a todas las Comisiones y corresponsales, por los telegramas convenidos. Cada telegrama tenía una redacción diferente. (En Málaga ya hemos visto que eran: “Puede emprender viaje.- Rolan” y “Remito aparato seis lámparas.- Antonio”). La noche del cuatro al cinco, todos los telegramas fueron expedidos, siendo depositados por distintos compañeros en las diferentes estafetas postales de la capital»

Se trató de un movimiento sin posibilidad de triunfo, una revolución «basada en una deplorable organización armada, sin objetivos políticos precisos, con la abstención de un numeroso sector de la clase obrera, proyectada como mezcla de conspiración de militares presuntamente adictos y de huelga general, frente a un Estado que mantenía intacta su capacidad de respuesta, no tenía ninguna posibilidad de triunfar»

La excepción estuvo constituida por los graves acontecimientos de Cataluña y Asturias, y en menor medida en el País Vasco.

En Madrid capital, la huelga se inició en la madrugada del cinco de octubre y a pesar de que el paro fue general, la revolución fue un fracaso absoluto. La mayoría de las acciones insurreccionales no tuvieran éxito por las limitaciones de la organización y los deficientes preparativos socialistas, como la escasez de armas, los escasos conocimientos militares de los miembros de las milicias, su escaso número frente a las fuerzas del orden público, el escaso número de miembros de estas fuerzas comprometidos con la acción revolucionaria, y la rapidez y eficacia de la acción del Gobierno, que se había preparado con tiempo suficiente contra la revolución, que habían anunciado los socialistas desde todas la tribunas posibles.

BARCELONA

El 5 de octubre, los sindicatos de izquierda de Cataluña declararon la huelga general, sin el apoyo de la CNT, a pesar de lo cual Barcelona quedó paralizada.

La dirección del movimiento fue asumida por el nacionalismo burgués, enfrentado desde tiempo atrás con el gobierno conservador de Madrid.

El 6 de octubre de 1934 tuvo lugar en Barcelona la proclamación del Estado Catalán dentro de la «República Federal Española» por parte del presidente de la Generalidad de Cataluña, Lluís Companys. Al atardecer de ese día, a las veinte horas, salió al balcón de la plaza de San Jaime, acompañado de sus consejeros, y leyó un documento declarando que al encontrarse en gravísimo peligro la República y sus postulados democráticos, la Generalidad rompía toda relación con las instituciones, y que su gobierno asumía todas las facultades del poder en Cataluña, y proclamaba el «Estado Catalán dentro de la República Federal española».

Inmediatamente después, Companys requirió telefónicamente al general Domingo Batet, jefe de la IV División Orgánica, para que se pusiera a sus órdenes como “general de Cataluña”.

El general Batet, militar republicano, que no tuvo la menor duda acerca de donde estaba la legalidad, se comunicó con el ministro de la Guerra, recibiendo el general la orden de declarar sin demora el Estado de Guerra. Redactó un bando y ordenó que la Compañía nº 34, acompañada de una banda de música lo distribuyese por la ciudad. El bando decía así:

“Ordeno y mando:

“Los reos de delito de rebelión serán juzgados en juicio sumarísimo si a ello hubiera lugar y castigados con la pena de muerte o con la reclusión perpetua a muerte, según lo establecido en el Código de Justicia Militar”. (…) Como catalán, como español y como hombre que solo mira y aspira al bien de la humanidad, lamento este momento y espero de la cordura de todos, que no se dará lugar al derramamiento de sangre”.

El plan diseñado por el general Batet para la ocupación de los edificios claves de la Generalidad, se desarrolló de forma disciplinada y culminó con éxito aunque con algunas bajas.

Batet mandó atacar al palacio de la Generalidad, donde estaba Companys rodeado de miembros de su gobierno y unos trescientos Mossos de Escuadra. Hubo un tiroteo, pero bastaron dos docenas de cañonazos contra el edificio, para que Companys se rindiera a las fuerza militares, con lo que se dio por acabada la revuelta.

Acto seguido Companys, junto con todos los consejeros de su gobierno, se entregaron al jefe de la fuerza militar, siendo conducidos al edificio de la Capitanía General. A continuación, fueron llevados al barco-prisión “Uruguay”, a la espera de declarar ante el juez militar. La rebelión en Barcelona duró solo diez horas.

Lo que hizo Companys, fue más un gesto político que una sublevación, y bastó la presencia de las tropas en la calle y algunos actos de fuerza para que la insurrección fuera derrotada.

 A este respecto, Federico Manzano Sancho, en sus Memorias, página  94, dice: “Por radio oí el fracaso en Barcelona de ésta intentona que nos dejó sin dormir aquella noche en previsión de lo que pudiera ocurrir y con las armas preparadas”.

Fracasado el levantamiento en Cataluña, la Generalidad y el Estatuto quedaron en suspenso. Companys fue condenado a 30 años de prisión.

PAIS VASCO

En el País Vasco, el movimiento tuvo un marcado carácter de revolución social, al igual que Asturias, y sin ningún componente nacionalista, a diferencia de Cataluña.

En Vizcaya y Guipúzcoa, prácticamente en todas las localidades, la revolución tuvo el carácter de una huelga insurreccional, que duró entre los días 5 y 12 de octubre. Finalizó cuando la UGT dio la orden de volver al trabajo, si bien desde el día 8 se percibió ya una tendencia clara hacia el retorno a la normalidad, a pesar de que en algunos puntos, en concreto, en la zona minera de Vizcaya y en Éibar, el paro se prolongara hasta el lunes 15 de octubre.

En Guipúzcoa se registró un mayor grado de tensión social en puntos como Pasajes, y especialmente en Éibar, en donde la presencia de los trabajadores de las fábricas de armas, les permitió el abastecimiento temporal de municiones, y en Mondragón, en donde procedieron a la ocupación de fábricas. En esta localidad, asesinaron a una personalidad de la relevancia de Marcelino Oreja Elósegui, diputado por Vizcaya en 1931 y 1933, y destacado militante tradicionalista. La actuación del Ejército redujo a los insurrectos en Éibar y Mondragón.

En Vizcaya, no hubo sucesos tan graves como los de estas dos localidades guipuzcoanas. Se trató de una ocupación sin resistencia en la zona minera, donde las fuerzas de orden público, desbordadas por los huelguistas, optaron por retirarse para evitar enfrentamientos y concentrarse en Bilbao. La zona quedó prácticamente en manos de los mineros, unos 3 000 hombres, que se limitaron a patrullar por ella realizando labores de vigilancia, sin que se registrase una sola víctima. Finalmente los mineros depusieron su actitud. Cuando el movimiento había concluido, las fuerzas del orden regresaron.

En cambio, Álava, se caracterizó por la ausencia total de huelgas.

En total, la revolución dejó en el País Vasco un saldo de 40 víctimas mortales, centenares de heridos y no menos de 1 500 encarcelados y procesados.

ASTURIAS

Sometidos los grupos revolucionarios del País Vasco, y rendidos en Barcelona los que se hacían fuertes en el palacio de la Generalidad, únicamente Asturias quedó alzada contra la República.

En la mayor parte de España, el golpe de estado socialista, fue un fracaso, pero en Asturias dio lugar a una pequeña guerra civil, que se prolongó durante dos semanas, del 5 al 19 de octubre.

Asturias era una región en que la gran mayoría de los trabajadores estaban sindicados, siendo las dos fuerzas más importantes la UGT y la CNT. Desde marzo habían formado una alianza revolucionaria, que les llevaría a participar juntos en la insurrección. La revolución fue preparada, respaldada y desarrollada por el Sindicato Minero de mayoría socialista, aunque existió una estrecha colaboración entre todas las fuerzas obreras de izquierda, y, a diferencia del resto de España, se pusieron los medios organizativos imprescindibles para que pudiera triunfar el golpe.

La preparación material del movimiento se vio facilitada por la presencia de dos importantes fábricas de armas en Asturias: una de fusiles y ametralladoras en Oviedo, y otra de cañones en Trubia, aparte de las posibilidades del empleo de la dinamita por parte de los mineros, y del armamento que pudo ser salvado del alijo del vapor «Turquesa», tras el desembarco de este en la ría de Pravia.

Se calcula que llegaron a formar un pequeño ejército de unos treinta mil milicianos. El jefe de la revuelta era Ramón González Peña, que había presidido la Diputación de Asturias. Su segundo era Belarmino Tomás, antiguo presidente del Sindicato Minero.

En Oviedo había una guarnición de unos 1.650 hombres al mando del coronel Alfredo Navarro Serrano, jefe del Regimiento de Infantería nº 3, a los que habría que sumar otros 2.250 hombres pertenecientes a la fuerzas de Orden Público de la República (Guardias civiles, Guardias de Asalto, Carabineros y de Seguridad)

La sublevación comenzó la noche del 4 al 5 de octubre, consiguiendo apoderarse rápidamente de la cuenca minera, dejando también, de modo inmediato, sitiado a la ciudad de Oviedo. En las zonas que ocuparon, se proclamó la “revolución proletaria” e instalaron un régimen de terror revolucionario, realizando actos de vandalismo, saqueos y destrucción. La represión fue muy dura donde los revolucionarios encontraron algo de resistencia.

Se atacaron a los puestos de la Guardia Civil, las iglesias, los ayuntamientos, etc., estando a los tres días de iniciada la revolución, en manos de las milicias, las fábricas de armas de Trubia y de La Vega. Llegaron a controlar aproximadamente un tercio de la provincia y el 80 por 100 de su población.

En Oviedo, las milicias locales, apoyadas por dinamiteros llegados de Mieres y de Sama, principalmente, ocuparon puntos importantes en las afueras de la capital y en el interior de la misma. Por su parte, las fuerzas militares y de Orden Público existentes en Oviedo, ocuparon los lugares estratégicos de la ciudad, pero ante el empuje de las milicias, se fueron replegando poco a poco, hasta quedar, sobre el día 11 de octubre, encerrados y defendiendo únicamente los cuarteles militares.

Buena parte de la ciudad quedó asolada, resultando incendiados, entre otros edificios, la Universidad, cuya biblioteca guardaba fondos bibliográficos de extraordinario valor que no se pudieron recuperar, o el teatro Campoamor. También fue dinamitada “La Cámara Santa” en la Catedral, donde desaparecieron importantes reliquias llevadas a Oviedo, cuando era corte, desde el Sur de España.

Desde el gobierno consideraron que la revuelta era una guerra civil en toda regla. El ministro de Guerra, Diego Hidalgo Durán llama al general Franco, que ostentaba el mando de la Comandancia General de Baleares, y le entrega, sin más nombramiento que el de asesor especial del ministro, la jefatura del Estado Mayor Central, desde la cual Franco organiza, los movimientos militares para sofocar la intentona de socialistas, comunistas y anarquistas en Asturias, y también la rebelión de la Generalidad de Cataluña.

Franco, que conoce a la perfección el terreno asturiano, organiza desde el Estado Mayor de Madrid, cuatro columnas que desde distintos lugares, y en distintos días se dirigirán sobre Oviedo, realizando una auténtica ocupación de la provincia a través de una serie de operaciones militares.

Para ello, fue necesario recurrir al envío de unos 11.000 soldados, entre ellos varias banderas de la Legión y tabores de Regulares, procedentes de Marruecos, que a bordo del crucero “Cervantes” desembarcaron en Gijón.

Se designó para mandar a las fuerzas militares, al general Eduardo López Ochoa, que el día 7 de octubre, en Ribadeo, se puso al frente de una pequeña columna de 350 hombres del Regimiento nº 12, que había salido de Lugo, dirigiéndose a Oviedo, dando un rodeo, vía Grado, Pravia y Avilés. El día 10 estaba a las puertas de la capital.

EL GENERAL LÓPEZ OCHOA Y EDIFICIOS DESTRUIDOS EN OVIEDO

Otra columna, la del general Carlos Bosch, salió por el sur desde León el día 5, pero fue detenida en Vega del Rey por las milicias, encajonada en el escarpado valle del rio Lena. El día 15 el general Bosch es relevado en el mando por el general Balmes, siendo reforzada la columna por una bandera de la Legión y un tabor de Regulares.

Franco pone el día 10 de octubre, al teniente coronel Juan Yagüe Blanco al frente de la columna africana que había desembarcado en Gijón. Avanza hacia Oviedo, y toma contacto con la columna del general López Ochoa el día 11 en Lugones, el cual con una pequeña columna entra en Oviedo y toma contacto con los defensores de la ciudad, expulsando a los revolucionarios de Oviedo, que se repliegan a las cuencas mineras.

El papel de la aviación fue de gran importancia en la lucha para sofocar la rebelión, sobre todo en el aspecto moral en el que causó un efecto demoledor entre los revoltosos.

«Comité Revolucionario de Alianza Obrera y Campesina de Asturias»

Camaradas: Ha llegado el momento de hablar claro ante la magnitud de nuestro movimiento, que ha triunfado en toda España. Sólo os recomendamos un último esfuerzo, nada más que quedan pequeños focos de enemigos que se esfuerzan en resistir inútilmente.

Las arrolladoras fuerzas de la revolución se apoderaron de Cataluña, que está en poder de nuestros camaradas.

En Madrid, Valencia y Zaragoza, Andalucía, Extremadura, Galicia, Vizcaya y el resto de España, sólo quedan pequeños focos de enemigos, como os acabamos de decir. El cañonero Dato y otros buques de guerra se han puesto al servicio de la revolución, y para terminar de una vez con esta situación, en lo que respecta a Oviedo, debemos dar el último empujón contra los defensores del capital moribundo. No hacer caso en absoluto de los pasquines que arrojen los aeroplanos, ni de las falsas noticias de nuestros enemigos.- El Comité Revolucionario.

JOAQUÍN ARRARÁS, HISTORIA DE LA SEGUNDA REPÚBLICA – TOMO II – EDITORA NACIONAL.)

Una cuarta columna, la del coronel José Solchaga sale de Bilbao el día 12 de octubre y llega a Llanes el día 13 por la tarde.

El jueves día 18 de octubre, se produce el ataque general a la cuenca minera sobre la que confluyen las tres columnas (Balmes, Solchaga y Yagüe). El líder socialista Belarmino Tomás pacta con el general López Ochoa la rendición de los revolucionarios.

Finaliza la rebelión asturiana con más de 1.300 muertos, 3.000 heridos y cerca de 13.000 detenidos. Largo Caballero es encarcelado y Prieto huye a París.

El balance de muertes y heridos, lo podemos ver en el documento AH-70-42 existente en el Archivo Documental de la Fundación Pablo Iglesias del PSOE. En total 1.377 muertos, 2.954 heridos y 7 desaparecidos.

http://archivo.fpabloiglesias.es/index.php?r=unidad

Al general López Ochoa la izquierda le consideró el responsable de la represión en Asturias, recordándole como el “carnicero de Asturias”, lo que hizo que, tras las elecciones de febrero de 1936, que llevaron al poder al Frente Popular, fuese procesado y encarcelado. En julio de 1936, el general López Ochoa, que se encontraba en la cárcel y por tanto no participaba en la conspiración, se encontraba en el Hospital Militar de Carabanchel, recuperándose de una operación. El 17 de agosto, una turba acudió al hospital, extrayendo de allí al militar, asesinándole y cortándole la cabeza al cadáver. La cabeza fue ensartada en la bayoneta de un fusil y exhibida por las calles en el techo de un automóvil.

MALAGA

El periódico La Unión Mercantil del 9 de noviembre de 1934, un mes después de los sucesos de octubre, en su página 3, publicaba la declaración de un individuo forastero, Emilio Gutiérrez Fernández de 30 años, soltero, que había sido detenido por la Guardia civil, y que era conocedor de los implicados en el movimiento revolucionario de Málaga.

Había llegado a Málaga en los últimos días de septiembre, procedente de Ceuta. Como se hallara falto de recursos, recurrió a las Agrupación Socialista, a la que se hallaba afiliado, para que le socorrieran.

Uno de los dirigentes de la Agrupación, le puso en contacto con otro de aquellos elementos, para utilizarlo en el movimiento revolucionario.

Durante varios días, estuvieron reuniéndose en una taberna casi todos los elementos del Comité Revolucionario: añadiendo que, en el establecimiento conoció a (José) López-Rosas y a (Juan) Ponce Lepe, ambos detenidos por la Guardia civil, y que eran del Comité de relaciones con la provincia; a otro individuo de la Federación Provincial; al Presidente de la Juventud Socialista y a otro sujeto que, según él, era agente de enlace del Comité revolucionario.

Todos estos individuos se reunían en una de las habitaciones de la taberna, y en ella trazaban sus planes.

Dijo también, que el viernes día cinco, recibieron órdenes de Madrid para el principio del movimiento (…); que ante el temor en ellos producido por las numerosas detenciones que se realizaban, lo aplazaron para la noche siguiente; añadiendo que la táctica a seguir era procurar la desorientación y el cansancio de la fuerza pública; colocar explosivos y cometer agresiones aisladas; procurando que toda la Guardia civil se concentrase en la capital, y no pudiera auxiliar a los pueblos, donde el movimiento se desarrollaría; una vez triunfantes, las masas acudirían a la capital, donde darían el golpe definitivo.

19341109 003 La Unión Mercantil

Como vemos, el plan previsto para Málaga y su provincia, consistía en realizar una acción fuerte y contundente en la capital, de tal forma que las fuerzas de orden público, se vieran sobrepasadas por el número y la extrema gravedad de los altercados que se produjeran, y no pudieran acudir a atender a las necesidades de los pueblos. En paralelo, en los pueblos, la acción de las masas rurales, en superioridad numérica con las escasas dotaciones existentes en los cuarteles de la Guardia civil, pronto se harían con el control de la población, acudiendo con posterioridad a la capital “donde darían el golpe definitivo”.

Uno de los detenidos a los que se refiere Emilio Gutiérrez era José López-Rosas, que por orden del gobernador civil lo detuvieron la noche del domingo 30 de septiembre, aunque después de tomarle declaración, fue puesto en libertad al día siguiente. López-Rosas era un destacado dirigente socialista malagueño, y uno de los responsables de la realización del movimiento revolucionario en Málaga. Otro detenido ese día fue el capitán Frías, del PCE, que quedó ingresado en la Prisión Provincial.

El gobernador Insúa, también dio “las órdenes necesarias a la Policía y Guardia civil, al objeto de que se procediera a la clausura de los distintos centros obreros de la capital, afectos a la CNT, UGT y PCE”. (19341002 El Popular)

La orden de movilización se difundió por toda la península el día 4 de octubre. Según Largo Caballero, «dicha orden fue transmitida a todas las Comisiones y corresponsales, por telegramas convenidos. Cada telegrama tenía una redacción diferente. Todos los que iban dirigidos a las provincias, fueron expedidos ese mismo día en que se acordó dar la orden de movilización, siendo depositados por distintos compañeros en las diferentes estafetas postales de la capital». En Málaga ya hemos visto que el texto era: “Puede emprender viaje.- Rolan” y “Remito aparato seis lámparas.- Antonio”.

Como he comentado anteriormente, “…el hecho de recibir la señal convenida, equivale a deciros que el movimiento debe alcanzar la máxima intensidad y extensión, y debe comenzar a partir de las doce de la noche del día en que hayáis recibido nuestra orden”. Es decir a las doce de la noche del día 4 de octubre.

Por lo que declara Emilio Gutiérrez, la orden de Madrid para dar orden al movimiento, llegó a Málaga el viernes día 5. Pienso que es un error de alguien que no era actor principal de la revolución, y que debió llegar, como en toda España, el día 4, y de hecho inmediatamente se debió transmitir la orden a los pueblos, porque en Teba la noche del 4 al 5 ya se reunieron los revolucionarios para iniciar el movimiento.

El viernes 5 se declaró la huelga general en toda España, y el Gobierno, que ya estaba esperando un golpe muy publicitado, respondió decretando el día 6 de octubre, el “Estado de guerra en todo el territorio de la República Española”, (Gaceta de Madrid del 7 de octubre de 1934)

También dice Emilio Gutiérrez, “que ante el temor en ellos producido por las numerosas detenciones que se realizaban, lo aplazaron para la noche siguiente”. Ese retraso de un día fue fatal para las consecuencias de la revolución en Málaga.

La huelga en Málaga se inició el sábado día 6, un día después que en toda España, y cuando desde el gobierno civil y la comandancia militar, sabedores de lo que se había iniciado en el resto del país, estaban con todas las armas preparadas, que el estado de derecho y la legalidad pone en sus manos.

La primera acción del gobernador Alberto Insúa, es la publicación de un Bando:

UN BANDO DEL GOBERNADOR

El gobernador publicó ayer el siguiente bando;

Hago saber:

Que turbado el sosiego de esta población por la incalificable conducta de los que, de una manera a todas luces ilegal, han declarado la huelga, este Gobierno está resuelto de todas maneras a restablecerlo, por dolorosos y graves que sean los medios que haya que emplear para llegar a este fin.

Antes de ponerlos en práctica, siempre dentro de la ley de Orden Pública, y muy especialmente de su artículo 17, quiero apelar por única vez al patriotismo de todos e invitarlos a que depongan su actitud rebelde, en evitación de hechos que pueden ser irremediables. Si en toda la tarde de hoy los que están en huelga no se han reintegrado al trabajo y los servicios no se han restablecido, la Autoridad, que tiene todas las medidas tomadas y en sus manos todos los resortes, procederá con las máximas energía y severidad, por fuertes que sean las resoluciones que haya que tomar.

Espera el gobernador no tener necesidad de llegar a ellas y tiene la confianza de que se impondrá en todos los perturbadores de este momento el instinto de su tranquilidad y de la población y su amor a Málaga.

Málaga 6 de octubre de 1934.

El gobernador, Alberto Insúa.

19341007 002 La Unión Mercantil

Poco después de las nueve de la noche, se recibió en el Gobierno civil, la noticia de la proclamación en toda España del Estado de Guerra, y en seguida, el gobernador Insúa se pone en contacto con el comandante militar de Málaga, el general Juan Urbano Palma, declinando en él el mando de la provincia.

El Excmo. Sr. General de la Segunda División, en telegrama de hoy me dice:

Por decreto, hoy queda declarado Estado de Guerra en todo el territorio de la República. Publique bando correspondiente y hágase cargo inmediatamente, dándome cuenta.

Lo comunico a V.E. para que acto seguido se haga cargo del mando de esa provincia; comuníquelo autoridad civil. Publique acuerdo de Gobierno en bando. A la mayor brevedad le remitiré bando complementario para que lo publique en esa provincia. Dé cuenta de su cumplimiento.

En su consecuencia queda declarado el Estado de Guerra en esta plaza y su provincia.

Málaga 6 de octubre de 1934

El General Comandante Militar de la plaza

Juan Urbano Palma,

19341007 010 La Unión Mercantil

El día 7 de octubre, a las 10 de la mañana, el general Juan Urbano Palma, publica el Banco completo, tal como anuncia en el comunicado del día anterior (19341008 003 La Unión Mercantil)

En paralelo, el gobernador civil, establece la previa censura de prensa. Impuso una multa de 1.000 pesetas al semanario «El Defensor» por la publicación de una portada considerarla injuriosa y que no fue visada por la censura.

El sábado día 6, se inicia la huelga general en Málaga, que inicialmente es pacífica y solo parcial. Pararon los tranviarios y los conductores de autobuses y los taxistas. Algunos tranvías y autobuses circularon conducidos por oficiales de complemento y por personal voluntario ajeno a la empresa. Los obreros de la Compañía de Ferrocarriles fueron a la huelga. Estos últimos, por orden del comandante militar, fueron militarizados, amenazando que quien no se incorporara a su trabajo iría a prisión.

En el puerto se siguió trabajando. Todo el comercio permaneció abierto. También los camareros fueron a la huelga. Sin embargo casi todos bares abrieron, pero atendidos por los familiares de los propietarios.

La noche del día 6, comienzan los revolucionarios a poner en práctica acciones más violentas en las calles del centro de la capital y en los barrios populares: En el Pasillo de Santa Isabel, fue tiroteada una camioneta. Desde varios lugares, se realizaron disparos contra las fuerzas de orden público que estaban de vigilancia. Robaron su pistola a un Carabinero cuando se dirigía a su casa en el barrio del Perchel. Se lanzaron algunas botellas de líquido inflamable al interior de algunos establecimientos. También en el Perchel, hubo un fallecido por el disparo de un guardia de Seguridad, al que intentaron arrebatarle la pistola. En la calle de Gómez Cañete, un grupo atentó contra un chofer de la guardia de Asalto, arrojándole a los pies un paquete de balas explosivas. En el Ejido se encontró una bomba que estaba a punto de estallar. Se produjeron incendios de taxis que no secundaron la huelga. En la calle Mármoles, fue tiroteado un autobús urbano, y resultó gravemente herido el viajero Manuel Madera, dependiente de comercio, que falleció al día siguiente.

Por parte de las fuerzas de orden público, comenzaron las detenciones de sospechosos y elementos “coaccionadores”. Las autoridades militares, ordenaron la clausura de las sedes de los partidos de Izquierda Republicana, Unión Republicana, Radical Demócrata, socialista, comunista y sindicalista. Así, como el de la Sociedad Económica del País, que presidía el diputado Emilio Baeza Medina, a la que el gobernador acusaba de propalar rumores alarmistas y tendenciosos. Hubo muchos obreros detenidos, y el gobernador aseguró, que no pondría en libertad a ninguno de los detenidos con carácter preventivo, hasta que todo el mundo se hubiera reintegrado al trabajo. El comandante militar, advirtió a los propietarios de casas, que en el término de 48 horas, deberían desaparecer de sus fachadas, las pintadas con alusiones, subversivas. Se ordenó a los establecimientos de bebidas, que debían cerrar, hasta nueva disposición, a las doce de la noche.

Pero todos estos incidentes, no tuvieron la intensidad suficiente como para que la Guardia Civil debiera mantener todos sus efectivos en la ciudad.

Es muy interesante leer el artículo que publicó José María Hinojosa Lasarte, el 7 de octubre en La Unión Mercantil. Lo titula “Serenidad y energía”:

Durante mucho tiempo han venido amenazando los socialistas y los elementos de izquierdas con perturbar el orden público en el caso de constituirse un Gobierno como el actual. Esto es repetido hasta la saciedad y es preciso que aunque quieran intentar llevarlo a la práctica, para apoderarse por violencia del Poder en contra de la voluntad de la mayoría de los españoles, se les haga abortar sus propósitos.

Los que se llaman defensores de la libertad quieren privarnos de ella empleando todo género de amenazas, coacciones; quieren sumir en una Dictadura a España; quieren aquellos que fueron repudiados por la opinión, - y los siguen estando, - imponerse por el terror a la mayoría de los ciudadanos.

Para evitarlo es necesario que la autoridad ponga toda la energía de su parte; pero esto no basta. No es posible vencer una situación revolucionaria solo con la fuerza pública; es preciso que los españoles nos pongamos al lado de la Autoridad en caso de alteración del orden para cumplir con nuestro deber de ciudadanos. Que todos los españoles cumplan con su deber; que todos se pongan a disposición de la Autoridad para que esta se encuentre asistida.

Cuando esto suceda, no será posible que triunfe perturbación alguna, porque, ante el valor ciudadano, se retira la agresión a las libertades patrias.

Si todos los españoles defensores del orden secundan enérgicamente, con serenidad, la acción de las autoridades, no podrán socavarse los cimientos de la actual civilización.

Que los españoles sepan ser ciudadanos y sabrán salvar a España; que todos estemos dispuestos a cooperar en la medida de nuestras fuerzas, dando el pecho, y entonces tendremos la satisfacción de haber cumplido con nuestro deber como ciudadanos y como españoles.

José María Hinojosa

La huelga general revolucionaria se prolongó durante los días 8, 9 y 10, y aunque el día 10, la huelga parecía remitir, la Comandancia Militar hizo público un aviso dirigido a los patronos y gerentes de todas las fábricas y talleres, con el fin de que denunciaran las coacciones que hicieran los huelguistas.

La normalidad llegaba a la ciudad el día 12, el gobernador civil, el señor Insúa, en declaraciones a la prensa local, anunciaba para Málaga: «Un nuevo régimen de justicia y equidad, la Ley se ha de cumplir estrictamente». Da libertad a todas las empresas para admitir a sus obreros que han estado en huelga, pero alega que tanto él, como el gobernador militar están dispuestos a proteger a todos los patronos que amparándose en la Ley, se nieguen a admitir el personal rebelde.

LOS SUCESOS DE TEBA Y SU COMARCA

La ratificación a la orden de sublevación que había llegado por telegrama a los pueblos de la zona de Teba, la daría la no llegada a la localidad del tren expreso. Este sólo pasaba por los pueblos de Campillos, Teba y Almargen. Esa sería una señal de que en Málaga la huelga revolucionaria se había iniciado, y que los trenes no habían salido hacia su destino. En Peñarrubia y Sierra Yeguas, por los que no pasaba el tren, esperaban la señal de confirmación, con el apagado de las luces de Campillos, cuyo resplandor en el horizonte era visible desde ambos pueblos.

En Teba y su zona, el tren que no tenía que pasar, la noche del 4 al 5 de octubre, pasó. Señal inequívoca de que en la capital, todo había fracasado. En realidad, como vimos anteriormente, lo que ocurrió no fue otra cosa que el aplazamiento de todo el plan previsto por un día. Ese hecho, que ellos no esperaban, desanimó grandemente a todos los que estaban preparados para iniciar la insurrección.

En Campillos, los dirigentes de la revuelta, desistieron de iniciar cualquier movimiento, y quedaron a la espera de nuevos acontecimientos. En Sierra de Yeguas y Peñarrubia, pasó igual. En cuanto a Cañete la Real y en Almargen, se produjeron algunos disturbios, pero son aislados y apenas producen problemas a las fuerzas de seguridad a la hora de reprimirlos.

Sin embargo, en Teba ante esta nueva situación, los elementos de izquierdas se reunieron en la Casa del Pueblo para ver qué dirección tomar, y tras un largo día de discusiones decidieron seguir con los planes previstos.

Los hechos se iniciaron el viernes 5 de octubre, cuando sobre las nueve de la noche, se reunieron en el castillo de Teba, conocido en el pueblo como “Las Torres”, más de un centenar de individuos liderados por Antonio García Pérez, Antonio Cordón Madrigal y Cristóbal Moreno Verdugo. Iban armados de escopetas, útiles de labor y otras armas. Se organizaron en una serie de grupos, con sus respectivos jefes, y a cada uno de ellos, se le asignó una misión concreta.

Una vez establecidos y fijados los lugares en que debía de actuar cada uno de los grupos, fueron distribuyéndose por el pueblo, situándose en los lugares estratégicos previamente acordados.

Una de las primeras acciones que realizaron fue cortar la línea telefónica con Campillos. Otros grupos se pusieron a controlar las carreteras de acceso al pueblo.

Rápidamente se apoderaron del edificio del Ayuntamiento, lo que realizaron sin dificultad, ya que el alguacil del mismo, Francisco Salguero Castillo, les facilitó la entrada. Dentro de él se apoderaron de varias carabinas que se encontraban allí depositadas. Los asaltantes no realizaron ningún destrozo en el edificio municipal, no apoderándose del dinero guardado, ni rompieron ningún tipo de documentación.

El comandante del puesto de la Guardia civil de Teba, cabo José González Herrera, al comprobar que no tenía línea con Campillos, salió por la parte posterior del cuartel, acompañado de un guardia, recibiendo en aquellos momentos una descarga desde la calle de los Frailes, a consecuencia de la cual resultó herido en un brazo.

Al mismo tiempo, por la puerta principal del cuartel salieron los guardias José Perea y Julián Torres, regresando momentos después al observar las posiciones ofensivas de los rebeldes. Desde fuera, se entabló un tiroteo contra el cuartel, y los guardias se defendieron desde el interior.

A Campillos llegaron noticias de que algo anormal estaba ocurriendo en Teba. Desde el cuartel de la guardia civil, se llamó por teléfono, y al no obtener contestación por estar cortada la línea, temiéndose lo peor, salieron fuerzas en dirección a Teba.

Al llegar los guardias a las afueras de Teba, sobre las once de la noche, fueron recibidas a tiros desde las alturas del pueblo, entablándose un breve tiroteo, del que resultaron heridos el jefe de la Línea de Campillos, subteniente Juan Campos Gutiérrez y dos de los guardias que le acompañaban, José Mansilla Navas y Antonio Báez Martin. Otro guardia, Antonio Martín Palomo resultó ileso. También resultaron heridos dos paisanos del pueblo.

Al día siguiente, sábado 6, a las seis y media de la mañana, los guardias José Pendón Pastor, Antonio Molina Martín y Jerónimo Ruiz Lugo, efectuaron una nueva salida del cuartel, entablándose en aquel momento un tiroteo de gran intensidad, y al llegar al establecimiento denominado “La Llave”, desde el tejado y ventanas de la casa números 5 y 7 de la calle de Albarrada, les hicieron una descarga, resultando herido de gravedad por herida de bala en el vientre, el guardia Antonio Molina, el cual falleció al día siguiente. El guardia José Pendón resultó asimismo con heridas por perdigonadas en la cara y en un brazo, y en cuanto al guardia Jerónimo Ruiz, resultó ileso.

Ante la superioridad numérica de los revoltosos, los guardias civiles, se replegaron al cuartel, y en él se hicieron fuertes, hasta que llegaran refuerzos. La Guardia civil desde dentro del cuartel, y los sediciosos desde fuera, se cruzaron numerosos disparos. En este suceso, resultó herido otro paisano.

Esa mima mañana del sábado, el sargento primero de la sección móvil de Málaga, José Palacios Pérez, que estaba en Peñarrubia, cuando tuvo conocimiento de lo que sucedía, acudió con varios números a Teba, en donde sostuvo un tiroteo con los revoltosos que tenían tomadas las entradas del pueblo, y cuando consiguió llegar al cuartel, encontró al cabo y a dos guardias heridos.

Desde Campillos, se avisó a Álora, donde se encontraba la sede de la 1ª Compañía de la que dependía la línea de Campillos, de la situación en la que se encontraba la zona.

Al tener noticias de lo que ocurría en Teba, salió de Álora el capitán de la 1ª Compañía Guillermo Candón Calatayud, jefe de la demarcación, con un guardia en una moto, y al llegar a Teba también fueron tiroteados, siendo herido el capitán. Dentro del cuartel, donde se encontraban varios guardias heridos, quedaban sólo cinco hombres ilesos, pero faltos de municiones para continuar la defensa del edificio.

Enterado el primer Jefe de la Comandancia de Málaga, teniente coronel Aquilino Porras Rodríguez de la difícil situación del puesto de Teba, ordenó que el capitán Cristóbal Román Durán, al frente de un fuerte grupo constituido por el teniente José Morazo Morazo, por los cabos Juan Peláez Medina, Manuel Gómez Rueda y Antonio Guzmán Ordóñez, y con veintitrés guardias en un camión de Asalto, le acompañaran a aquella población para levantar el cerco del cuartel y restablecer el orden.

Cuando salieron de Málaga este grupo de guardias civiles, en la capital aún no se había producido ningún altercado importante, los cuales se iniciaron de una forma muy dispersa esa noche del sábado, y cuando las autoridades civiles y militares ya sabían lo que estaba ocurriendo en Teba.

Sobre las 19:30 del sábado 6 de octubre, llegaron los guardias a las inmediaciones de Teba. Pararon el camión a las afueras del pueblo, entraron en el mismo, encontrando las calles en completa oscuridad. Fue necesario distribuir inmediatamente a la fuerza en varios grupos para aproximarse por sorpresa a la casa-cuartel, al cual lograron llegar, después de haber hecho numerosos disparos, no obstante las continuas agresiones de que fueron objeto, pues desde los balcones, ventanas y tejados, les arrojaron piedras y les disparaban armas de fuego.

Una vez liberado, organizaron el ataque a los rebeldes que ocupaban el Ayuntamiento, los cuales desde las habitaciones altas del edificio, tiroteaban a las fuerzas gubernamentales. Encontraron una gran resistencia por parte de los defensores. Finalmente, en la mañana del día 7, el capitán Cristóbal Román Durán, con el cabo Juan Peláez y varios guardias, lograron apoderarse del edificio con todos los hombres que lo tenían ocupado. Al entrar recogieron muchas armas, y hallaron un muerto y un hombre herido. En dicha operación cayó herido el suboficial José Palacios Pérez.

A la ocupación por la guardia civil del pueblo, le siguió la huida al campo de muchos de los que habían participado en los sucesos, conscientes del fracaso del intento revolucionario.

En este punto hay que decir, que hubo dos guardias municipales de Teba, que colaboraron con las fuerzas de la Guardia Civil en la sofocación del movimiento revolucionario.

El gobernador dedicó grandes elogios a la conducta de los guardias municipales de aquel ayuntamiento, que se condujeron con verdadero heroísmo y se batieron al lado de la Guardia Civil. Son dos muchachos jóvenes, uno de poco más de 30 años, y otro de 22 años, que aspiran a ingresar en los Cuerpos de Seguridad y de la Guardia Civil. El gobernador se propone apoyar sus escritos para que vean logradas sus aspiraciones (La Unión Mercantil 19341020 002).

El guardia civil Antonio Molina, que fue el que resultó herido de más gravedad, fue trasladado con toda urgencia a Málaga, llegando a las diez de la noche al Hospital Militar, falleciendo en las primeras horas del domingo.

Posteriormente fueron trasladados a Málaga el oficial y los guardias que habían resultado heridos, siendo ingresados también en el mismo Hospital.

La Guardia Civil practicó más de un centenar de detenciones, entre ellos algunos de los promotores de la insurrección, y recogido una gran cantidad de armas de fuego y municiones.

Según declaraciones del gobernador a la prensa, el cabecilla del movimiento había sido Cristóbal Moreno Verdugo, alcalde de Teba desde el mes de abril de 1934, y uno de los principales dirigentes del PSOE.

En el Hospital Militar de Málaga, ingresaron heridos cuatro guardias civiles víctimas de los sucesos ocurridos en el pueblo de Teba.

  • El guardia José Mancilla Navas (Campillos), herido de perdigonada en ambos brazos.
  • El guardia Antonio Báez Martín (Campillos), con dos heridas de bala en el muslo izquierdo, pronóstico grave.
  • El guardia Antonio Molina Martín (Teba), resultó herido gravísimo en el vientre, de bala, falleciendo en el hospital.
  • El guardia José Pendón Pastor (Teba), herido de perdigones en la cara, que le afectaba a un ojo, y brazo derecho. Este guardia civil, una vez repuesto de las heridas, fue destinado al pueblo de Alameda (Málaga), e intervino, tres meses después de los sucesos de octubre de 1934, en la captura de Antonio Fernández del Pozo, “El Almirez”, encontrando la muerte en dicha acción. Este hecho ya lo desarrollé en una Crónica anterior.

Los nombres de los heridos leves son los siguientes

  • El capitán de la Guardia Civil don Guillermo Candón Calatayud (Álora), en un brazo.
  • El subteniente don Juan Campos Gutiérrez (Campillos), jefe de la línea, de una perdigonada en la cara.
  • También resultaron heridos el conductor de uno de los «autos» que condujeron a los guardias, llamado Salvador Cantos y su ayudante Cristóbal Aranda.
  • El sargento José Palacios Pérez (Móvil), una herida en la ceja izquierda y erosiones en la cara al caer al suelo.
  • El cabo del puesto de Teba, José González Herrera, herido en un brazo.

El balance de víctimas fue el siguiente: Un guardia civil muerto, diez heridos entre clases y guardias, un paisano muerto y cinco o seis heridos, de estos, los tres más graves, fueron hospitalizados en la capital. Se desconoce el nombre de esta persona muerta y de los tres heridos graves, por no aparecer su nombre en ningún documento de los que he podido consultar.

A las once de la mañana del lunes (8) se realizó en el Cementerio de San Miguel el acto de dar sepultura al cadáver del guardia Antonio Molina Martin de 21 años, perteneciente a la Comandancia de Málaga, muerto en los sucesos de Teba. A la ceremonia acudieron innumerables personas y todas las autoridades. Su padre, Juan Molina, también era Guardia civil en Granada.

OTROS FOCOS: CAÑETE LA REAL Y ALMARGEN

En Cañete, se recibió un telegrama desde Málaga que decía: «Expediente obreros Cañete terminado», firmado por el presidente de la Federación Provincial Socialista malagueña, Vicente Sarmiento, que era la señal para que elementos de la Sociedad Obrera iniciaran la insurrección, pero al igual que en Teba, el que pasara esa noche el tren expreso les hizo dudar.

Los sucesos más señalados ocurridos en Cañete, aparte de los cortes de carretera que se hicieron, fueron la agresión por parte de los revolucionarios a una pareja de la guardia civil, y el intento de volar con dinamita el puente existente entre los pueblos de Cañete y Almargen.

En la mañana del domingo día 7, varias personas asaltaron al portador del correo y le arrebataron la correspondencia. Leyeron la prensa, y al informarse de que el movimiento no habla triunfado, decidieron cesar en el mismo.

En Almargen, al enterarse del fracaso del movimiento revolucionario, desistieron del acto de sabotaje que iban a realizar con la voladura con dinamita del puente que va desde Cañete a Almargen.

Ese mismo día, una vez que dejó controlada la situación en Teba, el teniente coronel de la guardia civil, Aquilino Porras con un grupo de guardias, marchó a Cañete y Almargen para sofocar, según él, el último foco de rebelión.

Se nos informó ayer de que la situación en los pueblos de Almargen, Cañete la Real, Campillos y Teba es muy satisfactoria, ya que no se ha vuelto a registrar el menor incidente.
19341011 011 La Unión Mercantil

CONCLUSIÓN

La revolución de octubre de 1934 fue una de las páginas más negras en la historia del socialismo español, reconocido por el propio Indalecio Prieto Tura, diputado socialista por Vizcaya, que en un discurso que pronunció en México en 1942, confiesa: “Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en el movimiento revolucionario de 1934. Lo declaro como culpa, como pecado; no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento; pero la tengo plena en su preparación y desarrollo”. De su libro «Discursos en América. Con el pensamiento puesto en España».

Ramón Lamoneda, que fue Secretario General del PSOE desde 1936, recordaba que inmediatamente después de octubre, oyó decir desde “voces socialistas” que el movimiento “ha sido un crimen, ha sido llevar a la clase trabajadora al matadero, ha sido un error, (….) hemos hundido para siempre al Partido y a la UGT”. Conferencia pronunciada en México el 7 de junio de 1942, que se recoge en el libro «El Partido Socialista en la República Española».

Salvador de Madariaga, ingeniero, diplomático, escritor, ministro de la Segunda República, de pensamiento liberal y europeísta, fue un activo militante en contra del comunismo soviético, así como un opositor de la dictadura franquista. Al estallar la guerra civil salió de España para reintegrarse a su cátedra de Literatura española en la Universidad de Oxford, y solo retornó tras la muerte de Franco.

Madariaga condenó la revolución de octubre. De su libro «España», son estos contundentes juicios sobre la subversión de 1934 y la postura del Gobierno de Lerroux frente a ella:

«El alzamiento de 1934 es imperdonable. La decisión presidencial de llamar al poder a la CEDA era inatacable, inevitable y hasta debida desde hacía ya tiempo. El argumento de que el señor Gil Robles intentaba destruir la Constitución para instaurar el fascismo era a la vez hipócrita y falso. Hipócrita, porque todo el mundo sabía que los socialistas del señor Largo Caballero estaban arrastrando a los demás a una rebelión contra la Constitución de 1931, sin consideración alguna para lo que se proponía o no el señor Gil Robles; y, por otra, a la vista está que el señor Companys y la Generalidad entera violaron también la Constitución. Falso, porque si el señor Gil Robles hubiera tenido la intención de destruir la Constitución del 31 por la violencia, ¿qué ocasión mejor que la que le proporcionaron sus adversarios alzándose contra la misma Constitución en octubre de 1934, precisamente cuando él, desde el poder, pudo, como reacción, haber proclamado una dictadura? (…) Con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936».


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