FRANCISCO ROMERO ROBLEDO Y EL CACIQUISMO

 


Quiero hacer en ésta Crónica un escueto repaso a la historia de España de los años comprendidos entre 1862 y 1905, usando como hilo conductor la vida del antequerano Francisco Romero Robledo, cuya influencia política sobre el devenir del país y especialmente de Málaga y su provincia fue enorme.

En esos más de cuarenta años, más o menos los mismos que llevamos en la actualidad de democracia, por la historia de España, discurrieron el final del reinado de Isabel II; la revolución de septiembre de 1868, “La Gloriosa”, que derrocó a la reina; la Constitución de 1869; el asesinato del general Prim; el reinado de Amadeo I de Saboya; la primera República; la Restauración borbónica en la figura de Alfonso XII: la Constitución de 1876; la regencia de María Cristina de Habsburgo; el asesinato de Cánovas del Castillo; la pérdida en 1898 de las últimas colonias, Cuba, Puerto Rico y Filipinas; y el inicio del reinado de Alfonso XIII. Y sobre todo ello sobrevolando el casiquísmo y la manipulación de la elecciones parlamentarias. Como vemos un periodo muy convulso y cambiante en el que se pusieron las bases de la historia del siglo XX con sus dictaduras, democracias y sus guerras.

Ya son varias las Crónicas que he escrito sobre ésta época: la llegada del tren a Campillos, la hambruna de 1905, etc. y son varias más las que tengo en mente escribir. Hay que recordar que en esos años, se produjo la génesis de los grandes movimientos y asociaciones obreras, a nivel local y nacional, con la fundación de partidos históricos como fue el socialista, sindicatos obreros como la UGT, o el desarrollo de movimientos ideológicos muy potentes como el anarquismo y el marxismo.

Francisco de Paula Romero Robledo (Antequera, 8 de marzo de 1838 - Madrid, 3 de marzo de 1906). Sus padres era don Matías Romero Montilla (1810-1878) y doña Teresa Robledo Checa (1814-1840), una familia de ricos y hacendados labradores. Su madre murió con 26 años, en 1840, al dar a luz a su hermana Concepción, y cuando Francisco Romero contaba solamente dos años de edad. Tuvo dos hermanos:

  • Antonio Romero Robledo 1836, que murió párvulo.
  • Concepción Romero Robledo 1840, casada con José María Bores Casero (1835-1895)

Su infancia la vivió en la casa de sus abuelos maternos, don Vicente Robledo Castilla y doña María de los Remedios Checa Ruiz. Los primeros estudios los cursó en centros educativos de prestigio de Antequera, Archidona y Málaga. Su mejor amigo, a pesar de la diferencia de edad, fue su tío materno don Vicente Robledo Checa (1810-1884), quien se constituyó desde su niñez en su mentor y guía, fomentando y proporcionándole su iniciación política. Vicente Robledo, poseía cerca de dos mil fanegas de tierra, y había fundado en 1837 la fábrica de hilado y tisaje «El Henchidero». Era un rico terrateniente, y tenía una gran influencia económica y política en la comarca de Antequera y en otras localidades de la provincia.

En 1853, con quince años, se marcha a Madrid, acompañado de su tío Vicente, matriculándose en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Central. El tío Vicente vive con él, le costea los estudios, a la par que lo vigila, alienta y administra.

En su juventud, fue muy aficionado a la poesía. Las cartas que desde Madrid enviaba a su familia, casi siempre las acompañaba con un poema. Baltasar Peña, escribió sobre esta faceta de Romero Robledo en el número 5 de la Revista Jábega:

Ninguno de ellos va a pasar a las antologías, y quizás no merecieran ni un comentario, si no hubieran sido escritos por una persona cuya vida debe ser conocida desde sus inicios, por su trascendencia histórica.
Versos sencillos, de colegial, incorrectos, pero que ya van revelando dentro de su ingenuidad, un carácter y una tendencia decidida a lo que luego será meta segura de su vida y razón de sus éxitos públicos, la lealtad y consecuencia de sus afectos, con sus familiares, con sus amigos, con sus correligionarios, con quienes le rodearon.

El Madrid de mediados del siglo XIX, fue el escenario de la vida alegre y bulliciosa de Romero Robledo, que vivió soltero, despreocupado y sin compromiso hasta bien avanzada edad (se casó a los treinta y siete años). Le gustaba vivir bien, galantear a las damas e ir a los toros (fue amigo de Frascuelo y de Lagartijo). Como tipo eminentemente sociable, era habitual en él la asistencia a algunas reuniones de las más aristocráticas de Madrid. Su juventud, su elegancia, su simpatía, su cabello rubio (decían de él que parecía un Apolo de barba de oro y semblante pálido), le proporcionaron el apodo que le acompañó toda su vida: «El pollo de Antequera», según la acepción que esta palabra «pollo» tenía por entonces.

En el siglo XIX era muy corriente llamar a los muchachos jóvenes con el apelativo de «pollo». Mote actualmente en desuso, aunque se puede ver en los sainetes y las comedias, de los hermanos Álvarez Quintero, Muñoz Seca o Arniches entre otros. También en las zarzuelas se emplea esta palabra con bastante asiduidad.

Con 24 años obtuvo el título de abogado (1862). No ejerció su carrera nada más que una vez, para defender a un reo de muerte, que resultó absuelto.

Tras haberse dado de alta en el Colegio de Abogados y en la Academia de Jurisprudencia de Madrid, inició su vida política, con una fuerte vocación. Conocía bien los resortes de la capital madrileña. Gracias a su familia, vivió despreocupado de cualquier servidumbre profesional, y con las manos libres para dedicarse a la carrera política, la cual fue meteórica.

En ese momento reinaba en España Isabel II, y era el presidente del gobierno el general Leopoldo O’Donnell.

ROMERO ROBLEDO DIPUTADO CON 25 AÑOS

Cuando aún no tenía edad legal para ello, había que tener 25 años cumplidos, es elegido diputado en las elecciones parciales del 13 de Abril de 1862, a las que se presentó por el partido Unión Liberal del general O’Donnell, representando a Antequera. Para poder presentarse, falsificó su partida de nacimiento.

Una vez cumplidos los veinticinco años, presentó su acta en el Congreso, que fue objeto de larga discusión. Desde la tribuna del Congreso, tuvo que defender él mismo su derecho a tener su acta de Diputado, y lo hizo con tal habilidad y elocuencia, que se captó las simpatías de todos, siendo aprobada la misma. Juró el cargo el 22 de Abril del 1863. En la crónica de El Clamor Publico del 21 de abril de 1863, el periodista describe el acto:

El candidato, señor Romero Robledo, hizo después su propia defensa. Confesamos ingenuamente que sea o no al fin diputado ese joven, se ha hecho lugar entre los oradores. Habla bien, con corrección y cierta elegancia; y por más que nos pareciese difuso, no por ello dejamos de reconocer en él buenas dotes. El Congreso le escuchó con complacencia largo tiempo, y muchos diputados fueron después a felicitarle.

La circunscripción de Antequera, desde hacía años, estaba dominada por la familia Márquez Navarro, por lo que su tío Vicente, tuvo que ejercer toda su influencia política y realizar cuantiosos gastos, hasta el punto de hipotecar algunas tierras, para que su sobrino saliera elegido diputado. Entre los que lo apoyó, estaba el malagueño Antonio Cánovas del Castillo, íntimo amigo de su tío, que se alegró de «librar a esa culta ciudad de la tiranía de los Márquez».

Romero Robledo, inmediatamente destacó en la Parlamento como un buen orador. Escasamente estudiaba los asuntos, pero era capaz de estar hablando horas enteras de un tema que apenas entendía. Su don de gentes y su locuacidad desarmaban a los contrarios.

El personaje más destacado del gobierno de O'Donnell, de 1860 a 1863, era José de Posada Herrera, que ocupó el ministerio de Gobernación. Esos años, constituyeron la etapa de mayor estabilidad política del reinado de Isabel II. Durante ese gobierno, José de Posada fue denominado el «Gran Elector», dada la habilidad que tenía para manipular las elecciones y que se mantuviera un control gubernamental de los resultados de las mismas. Para ello, movilizaba todo el aparato político y funcionarial del Estado, poniendo a su servicio todos los recursos legales y coactivos, y estableciendo una tupida red de relaciones clientelares, a favor de su partido. Posada Herrera fue otra de las influencias en la que se apoyó Romero Robledo para conseguir su acta de diputado.

Para hacernos una idea de cómo era la práctica electoral, durante la época isabelina, podemos ver lo que escribe el malagueño don Andrés Borrego Moreno, (1802-1891) hablando de las elecciones que hubo en España desde 1850, en la Revista de España nº 46 de septiembre de 1875 (página 307). El artículo se titula Las Elecciones:

«Falsear las listas, incluir en ellas a los muertos, y también a los vivos sin derecho a figurar en ellas; hacer que apareciesen como votantes los que jamás se presentaron en los Colegios; leer los escrutadores otros nombres que los escritos en las papeletas que sacaban de las urnas; anular indebidamente los votos de Secciones enteras para cambiar el resultado de los escrutinios, han sido pecados veniales en no pocas de las actas aprobadas por mayorías de partido.

En la época en que más legalidad hubo y menos fraudes se cometieron, rigiendo la ley de 1837, se estableció la cómoda costumbre de procurar ganar las Mesas a todo trance, dejar correr la votación sin tropiezos, hacer los escrutinios pro forma, reservándose el Presidente y los escrutadores que habían vencido en la constitución de las Mesas, llevar las actas en blanco a la cabeza del distrito, para allí, en unión con sus correligionarios de los demás distritos, llenar las actas según lo exigiera el preconvenido propósito de que los candidatos del partido apareciesen con mayoría, aunque no la hubiesen obtenido.
Otro medio, frecuentemente usado para ganar las Mesas, era el de hacer entrar por una puerta falsa, antes de la hora señalada para dar principio a la constitución de aquéllas, a los electores amigos, en suficiente número para llenar el local, de suerte que al sonar la hora y abrirse las puertas, no hubiese sitio para los que no habían tomado parte en el complot. Siendo únicamente una hora el tiempo señalado para votar las Mesas, los ocupantes del salón estaban seguros de que no podría llegar el turno de votar a los contrarios, y el milagro quedaba hecho y consumado.»

Después de gobernar de nuevo, desde junio de 1865 a julio de 1866, al abandonar O'Donnell el poder, los hombres de su partido, la Unión Liberal, se posicionaron en una actitud hostil al trono de Isabel II. Romero Robledo firmó un manifiesto dirigido a la reina, protestando por las leyes del nuevo gobierno del general Ramón María Narváez, dadas sin haber contado con las Cortes. Sufrió persecución por dicho manifiesto, lo que le obligó a exiliarse, durante una corta temporada, al sur de Francia para evitar la cárcel. El general O’Donnell marchó a Biarritz, donde falleció en el 5 de noviembre de 1867, a los 58 años. Se hizo cargo de la jefatura del partido el general Francisco Serrano.

LA REVOLUCIÓN DE SEPTIEMBRE DE 1868 – «LA GLORIOSA»

La reacción contra el autoritarismo del general Narváez, conocido como el «Espadón de Loja», y contra el régimen de Isabel II, no se hizo esperar. El general Prim, desde el exilio de Londres, encabezó una conspiración, que fue apoyada por personalidades desde el interior de España. El pronunciamiento se inició día 18 de septiembre de 1868 en Cádiz, protagonizado por la flota naval allí amarrada, que fue sublevada por el almirante Topete. Romero Robledo, tomó parte activa en dicha conspiración, contribuyendo al éxito de la Revolución de septiembre del 68, llamada «La Gloriosa», que destronaría a la reina Isabel II, gracias a la decisiva victoria militar del general Francisco Serrano, en la batalla de Alcolea, el 28 de septiembre de ese año.

A medida que la revolución triunfaba en las ciudades, se iban constituyendo Juntas Revolucionarias en muchas localidades, a modo de autoridades provisionales, muchas de ellas elegidas por sufragio universal y en las que predominaban los progresistas y los demócratas, siendo sostenidas por milicianos, llamados los «Voluntarios de la Libertad».

En la Gaceta de Madrid, del 3 de octubre de 1868, apareció un manifiesto de la Junta Provisional Revolucionaria de Madrid, formada, entre otros, por Francisco Romero Robledo, que finalizaba con las exclamaciones: ¡Viva el sufragio universal! ¡Viva el pueblo soberano! ¡Viva el Ejército! ¡Viva la Marina!

La Junta Provisional Revolucionaria de Madrid, presidida por Pascual Madoz, encargó ese mismo día 3 de octubre, la formación de un Gobierno Provisional al general Francisco Serrano, sin haberlo consultado con el resto de las Juntas locales. Serrano aceptó, quedando constituido el gobierno el 8 de octubre de 1868. Una de las primeras decisiones que tomó el Gobierno Provisional fue la disolución de todas las Juntas que se habían formado por todo el país.

Para impulsar los compromisos de la Revolución de 1868, la Junta de Madrid publicó en la Gaceta del 9 de octubre de 1868, una «DECLARACIÓN DE DERECHOS» en que el sufragio universal encabezaba la lista y seguía con: «Libertad de cultos, libertad de enseñanza, libertad de reunión y asociación pacífica, libertad de imprenta sin legislación especial, descentralización administrativa que devuelva la autorización a los Municipios y a las provincias, juicio por Jurados en materia criminal,... »

El triunfo de la Revolución del 68, dio paso al llamado «sexenio revolucionario» (1868 a 1874), que representó la apertura de la sociedad española a un nuevo sistema político en el que tendrían cabida, como consecuencia de la ampliación de su base sociológica, los más diversos derechos individuales, tales como el sufragio universal para los varones mayores de 25 años, edad que se rebajará a los 21 durante la Primera República, libertad de conciencia y culto, derechos de reunión y asociación, etc.

En la Gaceta de Madrid del 10 de noviembre de 1868, el Gobierno Provisional del general Serrano, publicó el Decreto por el que se establecía el sufragio universal.

Artículo 1°—Son electores todos los españoles mayores de 25 años, inscritos en el padrón de vecindad.

Artículo 3º —El derecho electoral, y su ejercicio por sufragio universal, se extiende a las elecciones municipales, provinciales y de Cortes.

Ese artículo del sufragio universal se reprodujo, con apenas modificaciones, en la ley de 26 de junio de 1890, y asimismo en la de 8 de agosto de 1907.

LA CONSTITUCIÓN DE 1869

El sufragio universal ya estaba en la Constitución de Cádiz de 1812, pero su alumbramiento no se efectuó hasta la Constitución de 1869. Hasta ese momento, según las leyes electorales de 1837, de 1846 o de 1865, el sufragio era restringido. El poder ser elector, se determinaba por la contribución económica que se pagase al Tesoro, renta que se percibiera, cargo que se desempeñara o profesión que se ejerciese.

A pesar de lo que decía el manifiesto del 3 de octubre, en el inicio de las Cortes Constituyentes, Romero Robledo, como portavoz de la Unión Liberal, pronto impugnó el primer principio de la revolución: el sufragio universal. Alegó que cuando se publicó por la Junta el Manifiesto, él no estaba en Madrid sino en Andalucía, y que su nombre aparecía porque había un acuerdo del Comité revolucionario, que todo documento que se publicara, al pie de página debía aparecer el nombre de todos sus miembros.

En junio de 1876, Romero Robledo, se volvió a mostrar en contra del sufragio universal, en un discurso parlamentario:

«En las Cortes Constituyentes yo siempre combatí el sufragio universal. El único individuo de la mayoría que se levantó a impugnar el sufragio universal es el que en este momento tiene la honra de dirigir la palabra al Congreso.

Combatí yo entonces el sufragio universal, como le combato ahora, como le combatiré siempre, como le combatiré toda mi vida, aparte de otras razones, porque le considero instrumento de tiranía y enemigo de la libertad; porque el sufragio universal, que no es un derecho individual, y en esto parece que la opinión va siendo unánime, es una función política que exige condiciones de capacidad, que no tienen ciertamente aquellos que al depositar una papeleta en la urna no saben lo que hacen, no se han ocupado nunca de la vida política, no tienen la cultura de vida ni de inteligencia suficiente para ocuparse de los intereses públicos, ni para comprender la conveniencia de que los negocios del Estado lleven esta o la otra dirección.»
Diario de las Sesiones de Cortes, núm. 94 de 26 de junio de 1876, p. 2414

El gobierno provisional del general Serrano, convocó elecciones a Cortes Constituyentes (Gaceta del 7 de diciembre de 1868), que se celebraron del 15 al 18 de enero de 1869, las primeras por sufragio universal (masculino), lo que dio el derecho al voto a casi cuatro millones de varones mayores de 25 años, de los cuales más de la mitad eran analfabetos.

El día anterior a las elecciones, el 14 de enero, fue nombrado alcalde de Campillos don Pedro Asiego Casasola. El anterior había sido don Francisco Hinojosa Casasola.

Con el sufragio universal irrumpió en el terreno de la política una imponente masa, por cuya apropiación iban los partidos a incrementar su lucha. Surgieron las grandes masas electorales; y con ellas, nuevas formas de coacción y soborno. El sufragio universal, no saneó los resultados electorales, simplemente los encareció.

Dichas elecciones se realizaron mediante la ley electoral de julio de 1865, por la que la circunscripción era la provincia, dividiendo aquellas en distritos y secciones. La provincia Málaga se dividía en tres distritos, Málaga capital, Antequera y Ronda, correspondiendo a cada uno dos, cuatro y cuatro diputados, respectivamente. La sección de Campillos estaba incluida en el distrito de Ronda.

Práxedes Mateo Sagasta que fue el primero que, como ministro de la Gobernación tras la Revolución de 1868, tuvo que enfrentarse con la nueva problemática que planteaba el acceso de grandes masas electorales a las urnas, se vio obligado, para obtener un inestable equilibrio entre la minoría de electores que detentaba el poder y el empuje de la gran masa electoral, a poner en práctica nuevas formas de coacción y soborno que hicieran inclinar la balanza del lado requerido. Para ello utilizó la maquinaria ya montada por progresistas, demócratas y unionistas, para obtener los resultados previstos. La oposición, por varias razones, no presentó grandes batallas, y como los partidos integrantes de la mayoría de gobierno, no tenían interés en reñir prematuramente, la discusión de actas no dio lugar sino a vulgares escaramuzas.

Tras la promulgación de la Constitución de 1869, que decía en su artículo 33, que «la forma de gobierno de la Nación Española es la Monarquía», las Cortes Constituyentes invistieron el 18 de junio de 1869 al general Francisco Serrano con el cargo de «Regente del Reino», hasta la llegada de un nuevo monarca, que tras muchas discusiones y barajar varios candidatos, resulto ser Amadeo I de Saboya, que llegó a España el 2 de enero de 1871. Amadeo era hijo del rey de Italia, Victor Manuel II de Saboya. Su hermano Humberto, llegaría a ser el rey Humberto I de Italia.

El 29 de junio (1869) el ayuntamiento de Campillos, presidido por Pedro Asiego (Casasola), convoca a todas las personalidades del pueblo para prestar juramento a la Constitución de la Monarquía Española, asistiendo alcaldes, concejales, empleados, guardas, médicos, voz pública, maestros, alcaides de la cárcel, administrador de rentas estancadas y de las estafetas, estanqueros, peatones de Bobadilla, Teba y Cañete, y por si ello fuera poco, todos los individuos que cobraban por clases pasivas. (Baltasar Peña Hinojosa «Pequeña Historia de la Villa de Campillos», página 102)

Don Pedro Asiego Casasola, alcalde de Campillos
14/01/1869 al 16/07/1871

ROMERO ROBLEDO DURANTE EL REINADO DE AMADEO I DE SABOYA Y LA PRIMERA REPÚBLICA

Romero Robledo fue nombrado en octubre de 1868 subsecretario del Ministerio de Ultramar, del que era titular Adelardo López de Ayala, y en el período que se inicia con el reinado de Amadeo I, en 1871, subsecretario de Gobernación bajo el mando de Práxedes Mateo Sagasta.

Desde este puesto, en el ministerio de la Gobernación, aprendió y puso en práctica, bajo la supervisión de Mateo Sagasta, todas las martingalas habidas y por haber para controlar las elecciones. Pero donde realmente acabaría de perfeccionar sus tristemente célebres conocimientos electorales, fue ya durante la época de la Restauración borbónica, como veremos más adelante.

En enero de 1871 se echan a vuelo las campanas y se ilumina el Ayuntamiento y las casas particulares festejando.la llegada al trono de Amadeo de Saboya. Pocos meses después dimite el Ayuntamiento en pleno, tal vez porque se acuerda de las luminarias encendidas en honor del Rey Amadeo que pronto iba a marchar camino de su Patria.
El 16 de julio se posesiona de la Alcaldía Don Juan de Campos Durán, aun cuando desde el primer momento muestra una fecunda actividad renovadora, anunciando que ha de crear una guardería rural, y modificar el arbitrio de pesas y medidas, no tiene tiempo de desenvolver tales iniciativas ya que el 31 de agosto toma posesión un nuevo Ayuntamiento, elegido por sufragio universal, presidido accidentalmente por Don Juan Avilés Toledano, y que no era otro sino el Ayuntamiento suspendido el 13 de enero de 1869 (el presidido por Francisco Hinojosa Casasola). 
Baltasar Peña Hinojosa «Pequeña Historia de la Villa de Campillos», página 104 y 105 

En 1871, al partido Unión Liberal, se unieron los miembros más moderados del partido Progresista, que había sufrido una escisión tras el asesinato del general Prim (diciembre de 1870), formando un nuevo partido el Constitucional, bajo la jefatura del general Serrano y de Mateo Sagasta. Romero Robledo, pasó a militar en este partido, con el que concurriría en las elecciones de 1872, volviendo a obtener escaño de diputado por el distrito de Antequera.

Cuando a finales de 1871, fue nombrado Mateo Sagasta, por primera vez Presidente del Consejo de Ministros, nombró ministro de Fomento a Francisco Romero Robledo, desempeñando el cargo solo tres meses, entre el 20 de febrero y el 26 de mayo de 1872. Tenía entonces treinta y cuatro años.

Con la proclamación, el 11 de febrero de 1873, de la Primera República, vuelve a ser elegido diputado en esta ocasión por León, situándose entre los detractores del régimen republicano, acercándose políticamente a Cánovas del Castillo, y a su idea de lograr la restauración borbónica, en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II.

El fin de la República, se produjo con el pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos en Sagunto, en diciembre de 1874, marcando el comienzo de una nueva época en España. Se iniciaba la Restauración borbónica (1875–1923), en la figura del rey Alfonso XII.

LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA

Alfonso XII, que se encontraba en el exilio, llegó a España en enero de 1875, y fue proclamado rey ante las Cortes Españolas. Tenía diecisiete años. Por real decreto de 9 de enero de 1875 el rey nombró presidente del Consejo de Ministros a Antonio Cánovas del Castillo, y confirmó en su puesto al resto de ministros.

Las condiciones necesarias para el mantenimiento de la monarquía borbónica durante casi medio siglo (1875-1923), fue obra de Cánovas del Castillo, creador de un sistema político que funcionó sin variaciones durante toda la época de la Restauración. Romero Robledo, que se unió a Cánovas, se convertiría en su lugarteniente durante la última cuarta parte del siglo XIX. Durante esa época, continuaría siendo elegido diputado hasta las elecciones de 1898.

Francisco Romero, será ministro de Gobernación durante el reinado de Alfonso XII en tres ocasiones: entre el 31 de diciembre de 1874 y el 7 de marzo de 1879 en los gobiernos que presidirían sucesivamente Antonio Cánovas y Joaquín Jovellar Soler; entre el 9 de diciembre de 1879 y el 8 de febrero de 1881, y entre el 18 de enero de 1884 y el 13 de julio de 1885 en sendos gabinetes que nuevamente presidiría Antonio Cánovas del Castillo.

Tenía un gran patrimonio, pero la verdadera fortuna la consiguió casándose con doña Josefa Zulueta y Samá (1850-1896), hija de don Julián Zulueta y Amondo, marqués de Álava (1814–1878), y de su primera esposa Francisca Samá Mota (1825-1857), hija de los marqueses de Marianao, natural de Badajoz. De resultas del matrimonio, multiplicó por diez su fortuna.

JULIÁN ZULUETA AMONDO Y SU HIJA JOSEFA ZULUETA SAMÁ

Se casaron en Madrid el 8 de diciembre de 1875. El era ministro de Gobernación, tenía 37 años y ella 25 años. Tuvieron cinco hijas Josefa (1878), Francisca (1880), María del Carmen (1881), María Teresa (1884) y María Manuela Romero-Robledo Zulueta (1887), y ningún hijo varón. Tenían como primer apellido los dos de su padre, Romero-Robledo.

Julián Zulueta, era natural de la provincia de Álava. Hijo del labrador Domingo Zulueta y de Manuela Estefanía de Amondo. Después de recibir una educación elemental en Vitoria, se trasladó a Cuba, en 1832, en búsqueda de prosperidad económica. En la isla contaba con un tío, Tiburcio Zulueta y Salcedo, comerciante y propietario de dos plantaciones de café en Matanzas. A su muerte, en 1841, Julián fue nombrado albacea tenedor de sus bienes. Fue fundador del partido españolista de Cuba, y uno de los máximos exponentes del capitalismo en Cuba, posición que alcanzó como almacenista de víveres, tratante de esclavos negros y culíes chinos, con ingenios de azúcar y acciones en ferrocarriles.

Voy a citar lo que escribe el historiador Hugh Thomas en su libro «La trata de esclavos». Le dedica a Julián Zulueta, las primeras palabras de la obra.

«Me interesó especialmente un vasco, Julián Zulueta, el último gran negrero de Cuba –si se me permite el adjetivo-, y por tanto de las Américas, un hombre que comenzó desde muy abajo, comerciando con toda clase de mercancías en La Habana de los años 1830, y que a finales de la década siguiente era un hombre maldito en la mente y en los diarios de a bordo de las patrullas navales británicas que intentaban impedir la trata, pues Zulueta poseía en Cuba sus propias plantaciones de caña de azúcar, a las que llevaba, en rápidos clipers, a menudo construidos en Baltimore, cuatrocientos o quinientos esclavos, directamente desde Cabinda, en la orilla septentrional del río Congo.

Como era hombre moderno, Zulueta solía hacer vacunar a sus esclavos antes de que emprendieran el viaje a través del Atlántico, y en la década de 1850 empezó a emplear vapores que podían transportar hasta mil cautivos. Como era católico, hacía bautizar a sus esclavos antes de que abandonaran África. Me preguntaba qué clase de hombre podía ser el que se dedicaba a la trata en una colonia cristiana cuatro siglos después de que un papa, Pío II, hubiese condenado la costumbre de esclavizar a africanos bautizados. ¿Y cómo podía Zulueta insertar su insaciable demanda de esclavos casi un siglo después de que Adam Smith hubiera insistido fríamente en que estos eran menos eficientes que los hombres libres? ¿Por qué el gobierno español le hizo marqués?

Cánovas del Castillo secundado por Mateo Sagasta, en política exterior, defendían los intereses de la nobleza latifundista y, en general, la de los caciques caribeños, que se basaba en dos ideas principales, colonialismo y esclavitud. Cánovas no apoyaba el deseo de independencia de los pueblos caribeños. Esta política, que caminaba en sentido opuesto al progreso y a las libertades, acabó con el «Desastre de 1898».

El eslabón de unión entre Cánovas y Sagasta y los caciques caribeños, con su esclavitud y sus negocios, fue Francisco Romero Robledo, que había sido subsecretario de Ultramar entre octubre de 1868 y julio 1869. Romero Robledo se enriqueció muy rápidamente. Su presencia en el Caribe, su actuación e intereses económicos, chocaron con la filosofía de los criollos, que deseaban una Cámara autonómica y órganos descentralizadores. Actuó desde 1870 como portavoz de los conservadores antillanos en las Cortes españolas, terciando a favor de los españoles residentes en Cuba, actitud que le valió el título de «Voluntario honorario». Más tarde, en 1891 fue nombrado ministro de Ultramar, máxima autoridad en política colonial, bajo la presidencia de Cánovas del Castillo.

EL ENCASILLADO Y LOS CACIQUES

La Restauración tuvo en el turno de partidos, el conservador y el liberal, y en el caciquismo, dos de sus características más esenciales.

Cánovas diseñó un sistema bipartidista, entre conservadores y progresistas, que se alternaran en el poder, un modelo similar al británico. Para ello, él mismo formó un partido Conservador a partir de la extinta Unión Liberal. Buscó también, la persona más adecuada para conseguir la unidad de las dispersas fuerzas liberales, encontrándola en Mateo Sagasta, que aceptó la legitimidad del sistema político, y a partir de su partido Constitucionalista, fue logrando la unidad de los demás líderes liberales y progresistas no republicanos, que se unieron en el partido Liberal.

ANTONIO CÁNOVAS DEL CASTILLO Y PRÁXEDES MATEO SAGASTA

El turno de partidos, consistía en que los dos grupos políticos mayoritarios, se turnarían ordenadamente en el poder, actuando alternativamente y de manera pactada como gobierno y oposición. Entre estos partidos había escasas diferencias, ambos eran monárquicos y defendían el capital. El rey encargaba alternativamente la formación de gobierno a los dos partidos, que convocaban elecciones y las ganaban, relevándose en el gobierno. De esa manera, ninguno de los dos partidos quedaba excluido del poder, por lo que no recurrieron al apoyo del Ejército o a golpes de Estado.

Para garantizar el falseamiento de las elecciones, el partido en el gobierno elaboraba, pactándolo con el partido en la oposición, la lista de los distritos electorales, situando en la misma el nombre del diputado que debía salir para ganar las elecciones. Esta práctica se llamaba el «encasillado». Fue una falsificación permanente, una manipulación continua de los resultados electorales, cuyo objetivo era impedir que los partidos obreros y republicanos alcanzaran el poder.

Para asegurar el resultado, era imprescindible el papel de los caciques, individuos muy poderosos e influyentes en la vida local, que controlaban las elecciones en los pueblos, garantizando los resultados fraudulentos. Los caciques, tanto liberales como conservadores, utilizaban distintos procedimientos para controlar las elecciones en su localidad, contando con la complicidad de funcionarios del estado, tales como jueces o la misma Guardia Civil. 

MAPA DEL CACIQUISMO - ALMANAQUE GEDEÓN 1897

Era fundamental controlar la composición de las mesas electorales y la actuación de los interventores que colaboraban con la falsificación o duplicidad de actas. Pero la intervención del Gobierno en el proceso electoral no se limitaba a la formación de las mesas electorales, sino que se concretaba, en ocasiones, en el envío de delegados gubernativos, que favorecían con su actuación al candidato oficial o de la Guardia Civil, en teoría destinada a mantener el orden, pero que evitaba con su presencia la protesta en caso de fraude.

Era frecuente la coacción de quienes, por su relevancia económica, tenían como personas dependientes a un número elevado de electores, a los que cambiaban votos por favores, tales como dar trabajo, bajar impuestos, etc. También era frecuente la existencia de «embolados» o «micos», personas que sustituían a los electores, algunos de ellos fallecidos. Si era necesario, se utilizaba la violencia y las amenazas sobre los votantes. La compra del voto rural, fue un fenómeno más tardío y excepcional, y practicado en muchas ocasiones por candidatos que no estaban «encasillados».

En Benaoján, perteneciente al distrito de Ronda, hubo unas elecciones en que se abrieron las urnas, se recogieron las papeletas sin contarlas y sin leer los nombres, y después de esta sencillísima operación, se dijo: «Resultado del escrutinio de hoy», dando a continuación nombres y cifras de votos. (M. Fernández Almagro - Las Cortes del siglo XIX)

Las primeras elecciones generales del reinado de Alfonso XII, 20 de enero de 1876, tuvieron carácter constituyente, y dieron lugar a la Constitución de 1876, que fue promulgada el 30 de junio. En lo fundamental, suponía un retorno a la Constitución de 1845. Es hasta ahora, la Constitución de más larga vigencia en la historia española, cuarenta y siete años. 

Dichas elecciones, se efectuaron todavía con arreglo al sistema electoral que había establecido la Revolución de septiembre del 1868 (Ley electoral española de 1870), y de acuerdo con las mismas disposiciones, bajo las cuales se verificaron también las elecciones de las últimas Cortes de Amadeo I. Podían votar los varones mayores de 25 años, siendo el número de votantes para estas elecciones de unos cuatro millones. En las restringidas anteriores fueron unos ochocientos mil.

En ellas, Romero Robledo, que era ministro de Gobernación, «manufacturó una representación nacional a la medida, acreditando un extraordinario virtuosismo en el uso de todos los instrumentos electorales, y haciendo culminar, para la máxima eficacia del encasillamiento, no pocas veces en peligro, el expeditivo procedimiento del pucherazo: vuelco del puchero o urna en favor de un solo candidato». Así se procedió, en los colegios electorales donde fue necesario.

Se ganó la escandalosa, peyorativa y proverbial popularidad que le emparejara con José de Posada Herrera, el «Gran Elector», con la diferencia que el asturiano era más ladino y disimulaba mejor que Romero Robledo.

Sorprendió a no pocos candidatos, con un acta distinta a la esperada (los candidatos, se podían presentar a más de un distrito), como se cuenta de Gaspar Núñez de Arce, que salió por Castellón en 1876, y no por Palencia, donde estaba «encasillado». O cuando derrotaron a Ramón de Campoamor en 1879 en unas elecciones, y se vio sorprendido con el acta por Antequera que le proporcionara su amigo Romero Robledo. Es conocida la anécdota, cuando alguien le preguntó a Campoamor, por dónde había salido diputado a Cortes: «Por... Romero Robledo», contestó.

Tal vez en esa prestidigitación, no todo fuera un caprichoso juego, sido querer hacer ver a los interesados, con toda la intencionalidad política, que debían su mandato a Romero Robledo. Hizo obispos, generales, magistrados, dio a manos llenas actas y credenciales.

El caciquismo fue un hecho sociopolítico característico del mundo rural, y aunque se dio en toda España, fue en Andalucía donde tuvo mayor arraigo, significación y violencia. Se centraba en unas cuantas familias de la alta burguesía que controlaban los aparatos de los partidos a nivel provincial, y que estaban fuertemente imbricados con la red de caciques locales. En Antequera y toda su comarca, el nombre fue Francisco Romero Robledo.

En el medio urbano, aunque también existe el «encasillado», de alguna manera existe una opinión pública, que quienes no hayan sido incluidos en el mismo pueden recurrir a ella para darse a conocer. Además, hay grupos de intereses económicos que no aceptan a los candidatos «cuneros» impuestos desde Madrid, y, sobre todo, las fuerzas al margen del sistema tienen una fuerza más considerable que en el medio rural, que da como resultado que en la ciudad exista una competitividad más elevada, lo que da lugar a algo más parecido a una campaña electoral.

En el medio rural, el candidato oficial recorría el distrito en una verdadera «excursión», en la que no había discursos de contenido ideológico, sino banquetes en el curso de los cuales se aludía, por ejemplo, al bello paisaje, a la belleza de las mujeres de la región o a la patrona del pueblo.

Como en casi todas las provincias andaluzas, el número de electores de los pueblos era superior al de los que residían en el casco urbano, resultaba muy sencillo compensar una derrota urbana con una victoria en el medio rural.

EL CANÓNIGO MORALES

Voy a detenerme un momento en hablar de un personaje, que desde la sombra, manejó los entresijos de la política malagueña del último cuarto del siglo XIX.  He encontrado multitud de referencias sobre su persona, en la documentación que habla sobre la vida de aquella época en la provincia de Málaga, pero en ninguna se profundiza sobre él. Es Francisco Morales García, el “canónigo Morales”, del que buscando por aquí y por allá, he podido juntar estas líneas sobre su vida

Había nacido en Álora el 8 de Abril de 1838. Cursó los primeros años de la 2ª enseñanza en el Colegio de Escolapios de Archidona, donde tuvo por compañero de curso y de pupitre a Francisco Romero Robledo, con quien entabló una fraternal amistad, que duró desde su juventud hasta la muerte de Romero.

Posteriormente estudió Sagrada Teología y Derecho Canónico en el Seminario de San Sebastián de Málaga, graduándose, años después, de Licenciado en el Seminario Central de Sevilla.

Fue cura ecónomo de El Burgo desde 1862, Canónigo del Cabildo de Málaga desde 1877 y Deán de la catedral de Córdoba desde 1893.

Cuando en 1871, para las elecciones de Diputados a Cortes, la demarcación territorial de Álora se incorporó al Distrito de Antequera, Romero Robledo depositó en él su confianza, siguiendo Morales las directrices políticas que le encomendaba su amigo, hasta el punto de llegar a ser su representante político en la capital malagueña, y uno de los hombres de mayor influencia y poder en toda la provincia.

Tenía tanto poder que hasta el mismísimo presidente del consejo de ministros, Francisco Silvela, le escribe: «Le agradeceré que nos ayude en esto que es asunto capital para todos nosotros...».

Tuvieron entre ambos una correspondencia fluida y directa. El canónigo subía y bajaba a Madrid, de vez en cuando, a ver al amigo. Los dos juntos, amañaron, sobornaron, compraron elecciones y cometieron los fraudes pertinentes para ganar lo que había que ganar en los comicios de aquellos tiempos. Nombraban miembros de la Diputación malagueña, nombraban alcaldes, diputados y lo que hiciera falta.

La relación oficial de sus servicios y méritos, en el orden eclesiástico, consta en la «Gaceta de Madrid», del 19 de Noviembre de 1903, al publicarse el Real Decreto promoviéndole a la Dignidad de Deán de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba.

Falleció en Málaga el día 2 de febrero 1913, siendo enterrado el día siguiente en su pueblo natal.

EL SUFRAGIO UNIVERSAL Y EL RESTRINGIDO

Como hecho significativo de esta época, hay que reseñar que siendo ministro de la Gobernación Romero Robledo, se aprobó la ley orgánica Municipal y Provincial (Gaceta del 4 de octubre de 1877)

Cánovas en una conferencia, desde la tribuna del Ateneo de Madrid, dijo sobre el sufragio universal que era una farsa o era comunismo:

«El sufragio universal será siempre una farsa, un engaño a las muchedumbres, llevado a cabo por la malicia o la violencia de los menos, de los privilegiados de la herencia y el capital, con el nombre de clases directoras; o será, en estado libre, y obrando con plena independencia y conciencia, comunismo fatal e irreductible.

Escójase, pues, entre la falsificación permanente del sufragio universal o su supresión, si no se quiere tener que elegir entre su existencia y la desaparición de la propiedad y el capital; por lo menos, del heredado y transmisible. Lo que hay es que del propio modo que la propiedad se democratiza, haciéndola asequible a todos por virtud del trabajo y el ahorro, el poder se puede democratizar legítimamente, haciéndolo accesible, en más o en menos parte también, a todo el que sea propietario.
Cabría, por consecuencia, admitir dos grados en la democracia para ascender desde la miseria a la participación en el poder o la soberanía: la propiedad, el primero; el segundo, el derecho electoral...»

En 1878, Cánovas decretó la vuelta al sufragio restringido, y para ello una comisión de Senadores, Diputados y funcionarios, redactaría un anteproyecto de ley electoral, que fue promulgada el 28 de diciembre de 1878, y en cuyo artículo 14 se decía lo siguiente:

«Sólo tendrán derecho a votar en las elecciones de Diputados a Cortes los que estuviesen inscritos como electores en las listas del Censo electoral vigente al tiempo de hacerse la elección».

Quiénes tienen ese derecho a ser inscritos en las listas del Censo, lo fija el artículo 15 con estas palabras:

«Todo español de edad de veinticinco años cumplidos, que sea contribuyente, dentro o fuera del mismo distrito, por la cuota mínima para el Tesoro de 25 pesetas anuales de contribución territorial o de 50 pesetas por subsidio industrial».

La condición de elector es extendida por el artículo 19 hasta alcanzar a cuantos ocupen determinados cargos o ejerzan las profesiones que al efecto se detallan.

En estas elecciones, el marco electoral de la provincia de Málaga estaba formado por un distrito que comprendía a la capital y los municipios circundantes, que elegían a tres diputados, y también por otros ocho distritos en los que se eligen un diputado en cada uno de ellos: Archidona, Ronda, Campillos, Antequera, Coín, Gaucín, Vélez y Torrox.

El distrito de Campillos, comprendía los pueblos de Campillos, Almogía, Cañete la Real, Alozaina, Cártama, Pizarra, Casarabonela, Ardales, Sierra de Yeguas y Carratraca. Como podemos observar, los distritos no se componían por proximidad geográfica. Se agrupaban de forma que se pudieran reunir los 40.000 habitantes a que daba derecho tener un diputado. Teba y Cuevas del Becerro, pertenecían Ronda. Los problemas de Campillos no tenían nada que ver con los que tenía, por ejemplo, Almogía. Difícilmente un diputado podía sentirse vinculado a un distrito, con esa disparidad de problemas. Y es que en el fondo les daba igual, lo importante era conseguir el acta.

La división por distritos, daba por resultado la obtención de las mayorías parlamentarias deseadas por los gobiernos. Los distritos de Antequera y Campillos, estaba en mano de los seguidores de Romero Robledo, donde dominan unas amplias y bien estructuradas redes caciquiles.

El 7 de marzo de 1879 el general Arsenio Martínez Campos sustituye en la presidencia del Gobierno a Cánovas del Castillo. Tal como era habitual tras el cambio, el rey Alfonso XII firmaba el decreto de disolución de las Cortes. Se convocaron elecciones, por el sistema restringido, el día 20 de abril de 1879.  El número de votantes para estas elecciones era de aproximadamente unos 847.000, solo el 5% de la población española. En Campillos hubo 278 varones mayores de 25 años, que cumplían las condiciones para poder votar, siendo elegido diputado por Campillos, don Juan Alés y Escobar, marqués de Altagracia, del partido Conservador. Obtuvo 985 votos de los 1920 emitidos en todo el distrito.

En las elecciones generales que hubo el 21 de agosto de 1881, ganó el partido Liberal de Mateo Sagasta, siendo elegido diputado por Campillos Adrián Risueño Pradas, que obtuvo 1.251 votos de los 1.812 emitidos. Era la segunda vez que había salido como diputado por Campillos

En las elecciones generales que hubo el 27 de abril de 1884, ganó el partido Conservador de Antonio Cánovas, siendo elegido, de nuevo, diputado por Campillos José Alarcón Luján, que obtuvo 1378 votos. Era la tercera vez que había salido como diputado por Campillos.

Hasta 1890 no se contempló el restablecimiento de nuevo del sufragio universal masculino. Ley del 26 de junio de 1890 (Gaceta de Madrid del 29 de junio)

Siendo Romero Robledo ministro de Gobernación, el 1 de abril de 1884, fue nombrado Gobernador civil de la provincia de la Habana don Juan Alés y Escobar, marqués de Altagracia. Había nacido en Campillos el 13 de mayo de 1834. Se convirtió en el administrador de las propiedades que tenía, por su casamiento, Romero Robledo en Cuba. No me extiendo más en el marqués de Altagracia, porque muy pronto le dedicaré una Crónica de este Blog.

LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA DE HABSBURGO

Tras la muerte prematura de Alfonso XII en 1885, a los veintisiete años de edad, víctima de la tuberculosis, su hijo heredero, Alfonso XIII, aún no había nacido, por lo que la reina viuda, María Cristina de Habsburgo, se tuvo que encargar de la regencia hasta la mayoría de edad de su hijo en 1902. 

Con el propósito de proporcionar estabilidad a la regencia, que consideraban amenazada, Cánovas del Castillo y Mateo Sagasta, líderes de los dos partidos más importantes, el Conservador y el Liberal, en noviembre de 1885, firmaron el llamado «Pacto de El Pardo», por el cual ambos partidos se alternarían, sin enfrentarse, en la gobernación del país.

Para ello, se estableció un sistema de turnos pacíficos en el ejercicio del poder. El gobierno actuaba situando alternativamente en el Congreso a los integrantes de la mayoría y la minoría acordadas de antemano, vertebrando para ello, una solida red local de caciques que mantenían en el poder a los conservadores y liberales.

La cesión del poder en 1885, de los conservadores a los liberales, que tras la muerte de Alfonso XII se había acordado, provocó la ruptura de Romero Robledo con Cánovas, a quien intentó convencer de que no debía abandonar el poder, y el acercamiento de Romero al general López Domínguez, con quien formó el partido Liberal-Reformista, y con el que se presentó a las elecciones del 4 de abril de 1886, con el que obtuvo un mal resultado. A raíz de dicha ruptura, Francisco Silvela que en 1885 era ministro de Gracia y Justicia, se convirtió en el nuevo lugarteniente del líder conservador.

En estas elecciones de abril de 1886, que ganó el partido Liberal de Mateo Sagasta, salió como diputado por Campillos Francisco Bergamín García, que obtuvo 761 votos de los 1593 emitidos. Sería la primera de las muchas elecciones que consiguió ser diputado por el distrito de Campillos. Lo fue de forma ininterrumpida por Campillos durante casi veintiocho años, desde el 4 de abril de 1886 hasta el 2 de enero de 1914. Le sucedería su hijo Fabio Bergamín Gutiérrez, hermano del gran escritor José Bergamín.

FRANCISCO BERGAMÍN GARCÍA

Sobre el malagueño Francisco Bergamín García, escribiré más adelante en otra Crónica.

En estas elecciones de 1886, se produjo un rifirrafe con la candidatura al distrito de Campillos, que paso a relatar. Además del candidato oficial del gobierno, Francisco Bergamín, que era la primera vez que se presentaba, hubo otra candidatura, la de Adrián Risueño Pradas, que ya había sido diputado a Cortes por Campillos en dos legislaturas, la que fue del 30 de abril al 28 de junio de 1872, y la que fue del 30 de agosto de 1881 al 31 de marzo de 1884.

Adrián Risueño, que se consideraba afín al gobierno, entendía que el ministerio de Gobernación, debía mantenerse neutral y no favorecer a un candidato novel como era Bergamín. En señal de protesta, hizo público un escrito dirigido a los electores del distrito de Campillos, que fue publicado por la prensa, pero lo hizo ya pasadas las elecciones. Este escrito es el mejor ejemplo de cómo se cocinaban las candidaturas y las elecciones en el puchero del gobierno:

«A los electores del distrito de Campillos y al público:

Siendo candidato adicto el que suscribe, entendía que el Gobernador civil de la provincia había de ser neutral en la lucha de este distrito, donde con idéntico carácter, se presenta otro candidato; pero no ha sucedido así; la autoridad civil de la provincia no ha sabido, o no ha querido, mantenerse en la neutralidad que con reiteración decía el Gobierno venía observando y aun cuando otros hechos pudieran aducirse, bastará mi propósito el que se deduce y el público podrá apreciar por los hechos siguientes:
Ayer se hizo público en esta capital que el Gobernador enseñaba, a cuantas personas querían verlo, un telegrama del Gobierno, en éste manifestaba a aquel que mi candidatura no era la adicta y que se me ordenaba retirar aquella y apoyar la de mi contrario también adicto.
Llegado anoche del distrito, me entero de las manifestaciones del Gobernador y de que este, por conducto de los agentes electorales del otro candidato adicto, había remitido orden a todos los Alcaldes de los pueblos del distrito de Campillos, para que el que lo fuera del (pueblo) en que yo me hallara me comunicara la nueva, y lo que el Gobierno respecto de mí había resuelto, y de lo que de mí demandaba.
No podía dar mi asentimiento a lo que se me contaba y, como es natural, me dirigí al Excmo. Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta) con el siguiente telegrama puesto después de las siete de ayer.
«Madrid – Excmo. Sr. Presidente Consejo de Ministros – Vuelvo del distrito y me entero que Gobernador ha dicho todo el mundo y circulado oficio Alcaldes que V.E. retira mi candidatura y mándame apoyar candidato Bergamín. Contésteme urgencia salgo mañana – Risueño»
A cuyo parte telegráfico me contestó el Excmo. Sr. Presidente del Consejo de Ministros a las once y veinte de la noche con otra telegrama recogido en la mañana de hoy en la estación telegráfica y concebido en estos términos.
«Málaga – Madrid – Presidente Consejo Ministros a Adrián Risueño. – No es exacto rumor de ayer de que me da cuenta – sigue ahí su candidatura como el primer día y recomendada con repetición Gobernador neutralidad absoluta.- Telegrafío Gobernador»
Ahora juzguen los electores y juzgue el público
Adrián Risueño.
Málaga 3 de Abril de 1886
18860406 002 EL AVISADOR MALAGUEÑO

Fue en 1886 cuando, bajo el gobierno del partido liberal de Sagasta, se presentó un proyecto de Ley que, tras un intenso debate parlamentario, se convertiría en la primera Ley general sobre asociaciones, de 30 de junio de 1887, que reconocía asociaciones religiosas, políticas, científicas, artísticas, patronales y obreras. La primera asociación obrera que se creó al amparo de esta nueva ley fue la UGT.

Con el partido Liberal y Mateo Sagasta en el poder, en el que se va a mantener hasta julio de 1890, se produjo el período más estable de toda la Restauración, cinco años sin cambio de partido gubernamental ni elecciones, y legislativamente muy fecundo.

EL FINAL DEL SIGLO XIX

Mateo Sagasta finalizó su periodo de gobierno publicando el 26 de junio de 1890 una nueva Ley electoral (Gaceta de Madrid del 29 de junio), que introducía el sufragio universal. Significó un importante avance en la consecución de los derechos políticos en España.

Artículo 1º Son electores para diputados a Cortes todos los españoles varones, mayores de veinticinco años, que se hallen en el pleno goce de sus derechos civiles Y sean vecinos de un Municipio en el que cuenten dos años al menos de residencia.

Artículo 3º Son elegibles para el cargo de diputados a Cortes todos los españoles varones, de estado seglar, mayores de veinticinco años, que gocen de todos los derechos civiles.

En el gobierno de Cánovas, que relevó al de Sagasta en julio de 1890, Francisco Silvela ocupó el puesto de ministro de Gobernación. Él era partidario de la limpieza en los actos electorales, lo que le enfrentó con Romero Robledo, encarnación de la picaresca en los comicios. Desde su ministerio, se dispuso a poner las bases para la pulcritud y el respeto de los comicios electorales, en base a la nueva ley aprobada por Sagasta.

Se convocaron elecciones para el 1 de febrero de 1891. El paso de 847.000 electores del sufragio censitario de Cánovas (5% de la población total), a 4.800.000 electores varones mayores de 25 años, que intervienen políticamente con su voto, significó un paso cualitativo que tanto republicanos como socialistas valoraron positivamente.

El ampliar el censo electoral no significó una mayor limpieza en las elecciones, sino hacerse patente la necesidad, por parte de los caciques, de movilizarse más en cada zona de influencia cada vez que se tuvieran que celebrar comicios.

Ganaron los conservadores de Cánovas.En el distrito de Campillos, volvió a salir elegido Francisco Bergamín García. De los 9524 votos emitidos, obtuvo 8053. El censo en el distrito era de 11.488 electores. A pesar de votar más personas, los resultados finales no se modificaron.

Los partidarios de Francisco Romero Robledo, se llevaron el triunfo en Ronda con Lorenzo Borrego Gómez, en Archidona con Antonio González Solesio, en Campillos con Francisco Bergamín y en Antequera, donde triunfó Romero Robledo.

Los pueblos siguieron bajo sus influencias tradicionales, y no se percibieron atisbos de que la política comenzara a perder su carácter oligárquico, ni que la supuesta competitividad que previsiblemente se debería suscitar, pusiera en peligro el sistema del turno. Sólo en las capitales, el sufragio universal introdujo mayores posibilidades de autenticidad en las votaciones, especialmente por la presencia de republicanos y socialistas, capaces de movilizar a muchos electores.

En junio de 1891 tomó posesión de la Alcaldía Don José Hinojosa Carvajal que, en años posteriores, había de ostentar dicho cargo como representante de la política conservadora. Durante más de 22 años se turnaron consecutivamente en la alcaldía Don José Hinojosa, con su hermano Don Salvador y su cuñado Don Francisco Peña (Calvente).
El turno entre liberales y conservadores quedó reducido en nuestra villa a un pacífico turno de la familia Hinojosa. Durante todos estos años se forjó la figura política de Don José Hinojosa, cacique, si se le quiere aplicar este nombre, pero cacique de los buenos, de aquellos que pusieron toda su influencia y todo su trabajo en beneficio del pueblo y de los vecinos.
No fueron años de grandes realizaciones en la vida administrativa de nuestra villa, pero sí años de paz y tranquilidad que dejaron gratos recuerdos en los que los vivieron.
Baltasar Peña Hinojosa «Pequeña Historia de la Villa de Campillos», página 107

Aunque el PSOE se fundó en mayo del 1879 en una fonda de la calle Tetuán en Madrid, la implantación del socialismo, en los finales del siglo XIX, era escasa. Antiguos políticos socialistas creyeron llegada la oportunidad, con la aprobación del sufragio universal, de poder crear un poderoso partido socialista que mande diputados al Congreso para defender los derechos de las clases trabajadoras y que haga lo mismo en los municipios. Estas elecciones de 1891, fueron la primera batalla que iban a librar en las urnas los republicanos y los socialistas, con los partidos burgueses. Su objetivo fue fomentar la participación obrera en las elecciones, para fortalecer la organización y acabar con el caciquismo.

Continúa excitación que aumenta por momentos porque atropellos e ilegalidades se multiplican. Puerta colegios e interior de los mismos, dependiente autoridad con uniforme, reparten candidaturas de Romero Robledo, impidiendo, cuando pueden hacerlo, que los republicanos distribuyan las mismas. Retirándose interventores republicanos para evitar inminentes conflictos personales.

Los interventores romeristas niegan a los interventores republicanos llevar listas de los votantes, los presidentes cambian las candidaturas a vista de todos, niegan derecho electoral a los incluidos en el censo. Los dependientes de la autoridad votan con nombres supuestos e impiden entrada electores en los colegios. Alcaldes de Humilladero y Fuente Piedra expulsan nuevamente a las comisiones de electores ayudados por la guardia civil.
Los colegios están huérfanos de electores republicanos. Un romerísta deposita descaradamente en la urna un puñado de candidaturas, otro con guasa dijo: pues yo también depositaré unas cuantas, y lanzó a las urnas un buen número de ellas. Interventores republicanos retirándose protestando.
Comienzan las prisiones. Ya hay dos republicanos en la cárcel. Exacérbanse los ánimos.
18910202 y 03 La Unión Mercantil

Testimonios como el que a continuación se transcribe, respecto a las actas de Castellón, deja ver que la máquina electoral funcionó como siempre: «El delegado del Gobernador reúne al Ayuntamiento y alecciona al alcalde: —Usted, que va a presidir la mesa electoral, lo que tiene que hacer es escamotear las candidaturas de oposición, y, en su lugar, meter en la urna las ministeriales; usted lo que tiene que hacer es volcar el puchero, si fuera necesario para dar el triunfo al candidato ministerial; y, en último término, sí ninguno de estos resortes y medios son bastantes para conseguirlo, válgase usted de todo género de recursos, en la inteligencia de que detrás de usted estoy yo como delegado del Gobernador, y detrás de mí está el Gobernador de la provincia y el Gobierno mismo».

Francisco Romero Robledo, había retornado a las filas del partido Conservador en 1890. Cuando Cánovas del Castillo, quiso renovar su gobierno en noviembre de 1891, y dar entrada a Romero en la cartera de Ultramar, manteniendo a Francisco Silvela en Gobernación, este último invocó motivos de pública honestidad para no formar parte de un Gabinete en que estuviera el señor Romero Robledo, presentando su dimisión. 

Francisco Silvela, con gran número de diputados, formó un grupo disidente dentro del partido, los «Silvelistas», con un programa en el que preconizaba la creación de una moralidad política que impidiera el funcionamiento del caciquismo. Pretendió realizar un proyecto regeneracionista desde arriba, que después sería continuado por Antonio Maura Montaner.

Romero ocuparía la cartera ministerial de Ultramar entre el 23 de noviembre de 1891 y el 11 de diciembre de 1892.

Cuando a Romero Robledo, se le manifestó la dolencia que tan seriamente amenazó su vida en 1892, muchos aconsejaron que se apartase de la política para atender a su curación; pero él se resistió a ello, y hasta que el gobierno en que figuraba cayó del poder, no se trasladó a Berlín donde el 12 de Abril de 1893 fue operado por el doctor Bergman de un cáncer en la cara. Su rostro quedó algo desfigurado, perdiendo la mitad de la cara que tuvo que ser sustituida por un hábil aparato de prótesis, pero pudo articular y hablar perfectamente. Hubo de sufrir también una segunda operación en la garganta para completar la hecha en la nariz.

Romero Robledo fue posteriormente, ministro de Gracia y Justicia, entre el 23 de marzo y el 14 de diciembre de 1895, también bajo la presidencia de Antonio Cánovas. Tuvo que dimitir debido a los casos de corrupción declarados en su ministerio.

El 22 de junio 1896 fallece en Madrid su esposa, Josefa Zulueta y Samá a la edad de 45 años.

Al ser asesinado Cánovas del Castillo por un anarquista, en agosto de 1897, en un balneario de Mondragón (Guipúzcoa), Romero Robledo pretendiendo ser su continuador. Convocó a sus numerosos amigos de Madrid y de provincias a una gran Asamblea en la que intentaba demostrar ante la corona y el país que cuentan con fuerza, disciplina y organización bastantes para hacerse cargo del poder cuando las circunstancias lo demandasen. Eran del orden de sesenta diputados y senadores, que demostraron que ningún otro hombre público tenía amigos tan consecuentes y leales, tan dispuestos al sacrificio, y tan sumisos y obedientes a los mandatos del jefe.

Romero Robledo con Francisco Bergamín a su izquierda y el general Francisco Borrero a su derecha, en la inauguración del Nuevo Círculo Romerista (1900)


Fue la época de los enfrentamientos de Romero Robledo con Francisco Silvela. Ambos pretendían ser los sucesores de Cánovas, y se convirtieron en enemigos irreconciliables. Silvela consiguió hacerse con el control de las fuerzas conservadoras, bloqueando el ascenso de Romero Robledo. Al ser incapaz de hacerse con el liderazgo del partido, creó dentro del mismo su propia facción, conocida como «Romerista».

No cabe duda de que el romerismo, como fuerza política, tiene su cuna en Antequera y Campillos, estando presente siempre en el Parlamento en virtud de las actas conseguidas siempre en estos dos lugares. Aquí dominan unas amplias y bien estructuradas redes caciquiles, llegando a disponer hasta de un periódico: «El Avisador Malagueño», vehículo de sus proclamas.

En Antequera y Campillos, de las 16 elecciones que se realizaron en el período 1891-1923 no hubo en realidad verdadera lucha, ya que en 12 se presentó un solo candidato, o cuando se presentó más de uno, no obtuvo más del 5 % del total de los electores. (Javier Tusell – El sistema caciquil andaluz)

A finales del siglo XIX, Romero Robledo, se encuentra claramente fuera de los mecanismos del poder, salvo en sus distritos malagueños, donde los controla y los utiliza a la perfección. De las seis actas que consiguieron los «romeristas» en el conjunto del país, en las elecciones del 27 de marzo de 1898, tres de ellas fueron obtenidas en Málaga: Adolfo Suarez de Figueroa y Ortega en Málaga, Francisco Romero Robledo en Antequera y Francisco Bergamín García en Campillos.

La crisis del 1898 provocada por la pérdida de las últimas colonias, Cuba, Puerto Rico y Filipinas, hizo nacer grupos de oposición al sistema: republicanos, nacionalistas, el incipiente movimiento obrero, etc. Ante la pasividad y la mentalidad derrotista, un grupo de intelectuales presenta un programa de regeneración basado en la limpieza del sistema electoral, la reforma educativa y la acción encaminada al bien común (obras públicas, ayuda social), no al de la oligarquía.

El 17 de mayo de 1902, Alfonso XIII, hijo póstumo de Alfonso XII, asumió personalmente la corona al cumplir los dieciséis años de edad.

El 15 de enero de 1903, fallece a los 77 años Práxedes Mateo Sagasta, le sustituye al frente del partido Liberal, Eugenio Montero Ríos.

En las elecciones generales del 30 de abril de 1903, ganan los conservadores de Francisco Silvela, siendo de nuevo elegido diputado por Campillos Francisco Bergamín García. Era la novena vez consecutiva que salía elegido, y lo volvería a ser tres veces más. El ministro de la Gobernación era Antonio Maura Montaner.

También en estas elecciones se presentó por primera vez, siendo elegido por el distrito de Tuy (Pontevedra), Mariano Ordoñez y García (1874-1938), yerno de Romero Robledo. Era abogado. Se había casado el año anterior con su hija Francisca. Siguió siendo elegido durante diez legislaturas consecutivas por el mismo distrito, hasta la llegada de la dictadura de Primo de Rivera en 1923. Fue ministro de Gracia y Justicia, de Hacienda y de Marina durante el reinado de Alfonso XIII

Estas elecciones de 1903, según palabras de Emilio Junoy de Unión Republicana, supusieron «un positivo, un notable mejoramiento de nuestras costumbres electorales». Se quiso transmitir al ciudadano medio, que era necesario intervenir en la vida política, para lo cual se intento dar una pureza efectiva al sufragio. Pero fue sobre todo, el empeño, el empuje y la unión de los partidos republicanos los que posibilitaron que en las grandes circunscripciones (Madrid, Barcelona, Valencia y Zaragoza), triunfaran las candidaturas de la recién nacida Unión Republicana de Nicolás Salmerón, que obtuvo en toda España 30 escaños.

A nivel local, aunque en estas elecciones de 1903, volvieron a repetirse los resultados de siempre, por primera vez se produjo una confrontación entre el incipiente movimiento socialista existente en Campillos, que ya contaba con un Centro Obrero, y las autoridades locales, de la que resultaron varios detenidos por la Guardia civil. Sobre esta historia merece la pena detenerse y escribir una futura Crónica en el Blog.

Romero Robledo, llegó a presidir el Congreso de los Diputados entre octubre de 1903 y agosto de 1905, pero dado que el cargo no se ajustaba bien con su carácter partidista, tuvo que hacer frente hasta a tres votos de censura.

Hubo un puesto que no ocupó Romero Robledo, que no cabe duda ambicionó al máximo y que moriría con la amargura de no haber logrado: el de Presidente del Consejo de Ministros.

Murió en Madrid el 3 de marzo de 1906 a los 68 años de edad de un sarcoma pleuro-pulmonar. A las tres de la tarde del día siguiente se efectuó la conducción desde su casa al palacio del Congreso, en una carroza tirada por ocho caballos, quedando expuesto en la rotonda hasta las cuatro, en que se efectuó el traslado a la estación de Atocha, para conducirlo al panteón de la familia en Antequera.

LLEGADA EN TREN Y ENTIERRO EN ANTEQUERA

Estaba en posesión de la Gran Cruz de la Orden de Carlos III desde 1879, y la de Isabel la Católica y muchas condecoraciones extranjeras.

Fue presidente de la Academia de Jurisprudencia y Legislación (1882-1884), académico de la de Ciencias Morales y Políticas (1882-1906), presidente del Círculo de Bellas Artes (1899).

LA PERSONALIDAD DE FRANCISCO FRANCISCO ROMERO ROBLEDO

Extracto del libro: «Un político de la Restauración: Romero Robledo» - José Ayala Pérez


La popularidad y la gran cantidad de amistades de Romero Robledo eran proverbiales en toda España: duques, marqueses, toreros, artistas, empresarios, literatos, gentes de todas las clases sociales. Tal cantidad de amigos, y no de simples conocidos, sino de fervientes e incondicionales amigos, no se consiguen sólo con un carácter simpático, con facilidad de palabra o con una mayor o menor brillantez en el trato. Para llegar a ese resultado es necesario comprometerse, estar dispuesto al sacrificio por algo o por alguien; y demostrarlo. Y esto lo supo hacer Romero Robledo a todo lo largo de su vida, y, hasta tal punto, que llegó a convertirse en un rasgo sustancial de su personalidad.

El don de Romero Robledo para captarse amigos, amigos sobre todo, pero correligionarios al mismo tiempo, dará un carácter personalista a una gran parte de sus actuaciones como político. Y es que para Romero Robledo la amistad personal privaba sobre otro cualquier factor. Su casa es de sus amigos y sus amigos son sus correligionarios, los cuales estaban también dispuestos siempre a sacrificarlo todo por el jefe. Decía Francisco Romero Robledo que la fuerza más importante que mueve a los hombres es la gratitud.

La gran desenvoltura de Romero en los ambientes madrileños de todo tipo, no está reñida sino por el contrario respaldada por el entronque con Antequera, su ciudad natal. Y no sólo porque desde Antequera es de donde le traen puntualmente, su acta de diputado; allí están sus familiares, su casino, sus juegos, sus caballos, sus posesiones que le permiten despreocuparse del ejercicio de una profesión o de la subordinación a un puesto público retribuido.

Era el mayor contribuyente del pueblo, con grandes propiedades agrarias, mantenía la fábrica textil de su tío Vicente y contaba, desde 1890, con la fábrica de azúcar de remolacha, «Azucarera Antequerana». Poseía más de 3600 fanegas de tierra, y el cortijo El Romeral, lugar de cita obligado de políticos y personalidades del último cuarto del siglo XIX.

Es verdad que Romero Robledo contó siempre con Antequera que no le negó su apoyo y sus votos a todo lo largo de su vida política. Vital Aza, en su artículo «Así se escribe la Historia» (En la revista «Antequera en fiestas» de 1 de agosto de 1903) llegará a decir medio en broma, medio en serio: «Los geógrafos dicen que Antequera pertenece a Málaga. No es cierto. A quien pertenece es a D. Francisco Romero Robledo, su hijo predilecto y constante protector». Porque Antequera recibió también un decidido apoyo de Romero Robledo: empleos para todos los antequeranos que asomaban por Madrid, mejoras urbanísticas, subvenciones oficiales para reconstrucción de iglesias y monumentos antequeranos, establecimiento de las primeras industrias azucareras, junto con las de mantas y los célebres mantecados, las únicas de la ciudad, mejoras agrícolas, etc.

La imagen que hemos presentado de Romero Robledo como hombre a la moda, quizás un poco superficial, pero siempre ingenioso y amigo de sus amigos; como señorito andaluz y poderoso terrateniente, vigilante atento de la marcha de sus tierras y protector pertinaz de su ciudad de procedencia, corresponde a la visión que tenían de él, como hombre, sus contemporáneos y creemos que es la que más exactamente se aproxima a la realidad del personaje.

Romero Robledo en Madrid y su tío Vicente en Antequera, formaban un engarce de fecundos resultados. D. Vicente Robledo era, de hecho, el prototipo de cacique que tejía y destejía situaciones haciendo sentir el peso de su influencia económica en toda la comarca antequerana, y cuando convenía a los planes de su sobrino, se convertía en el centro de tramas electorales de más amplios horizontes. Por estar más en contacto con la «impura realidad» en él convergía también, en muchas ocasiones, la misión de premiar afecciones o castigar desafecciones. Los premios traducidos a cargos o prebendas, cuando su sobrino triunfaba, eran consecuencia ineludible para conservar la «clientela política».

Romero Robledo, «El pollo de Antequera», hizo y deshizo gobiernos, manipuló listas electorales y se convirtió en la pieza clave del mecanismo de alternancia de partidos que duró hasta la muerte de Cánovas del Castillo. Ha pasado a la historia como un virtuoso del caciquismo, como el político que creó una gran red de intereses en torno al partido Conservador. Romero Robledo no tenía escrúpulos en sus prácticas caciquiles porque creía que eran el único medio de que los diputados tuvieran vínculos con los electores y estuvieran en deuda con el partido. Administraba cuidadosamente el reparto de dineros y favores entre periodistas, escritores y artistas.

Azorín definió bien a Romero Robledo: «Romero Robledo ha representado en la política española, digámoslo claro, la intriga, el favoritismo, el atropello de las leyes y de las conveniencias sociales. Romero para favorecer a un amigo no se entretenía en decorar y adobar el favor con aspectos y matices legales». Romero Robledo daba y recibía grandes favores. Romero Robledo simbolizaba la conjunción y máxima expresión del caciquismo y la ceguera de los políticos de aquella época.

******************

FRANCISCO ROMERO ROBLEDO

RELACIÓN DE ELECCIONES EN LAS QUE FUE DIPUTADO


22. Elecciones 31.10.1858 (Málaga)

23. Elecciones 11.10.1863 (Málaga)

24. Elecciones 22.11.1864 (Málaga)

25. Elecciones 1.12.1865 (Málaga)

27. Elecciones 15.1.1869 (Málaga)

28. Elecciones 8.3.1871 (Málaga)

29. Elecciones 2.4.1872 (Málaga)

31. Elecciones 10.5.1873 (León – La Bañeza)

32. Elecciones 20.1.1876 (León – La Bañeza)

32. Elecciones 20.1.1876 (Madrid)

33. Elecciones 20.4.1879 (Córdoba - Montilla)

33. Elecciones 20.4.1879 (Madrid)

34. Elecciones 21.8.1881 (Madrid)

34. Elecciones 21.8.1881 (Málaga)

35. Elecciones 27.4.1884 (Madrid)

35. Elecciones 27.4.1884 (Málaga)

36. Elecciones 4.4.1886 (Málaga)

37. Elecciones 1.2.1891 (Cuba)

37. Elecciones 1.2.1891 (Madrid)

37. Elecciones 1.2.1891 (Málaga)

38. Elecciones 5.3.1893 (Cuba)

38. Elecciones 5.3.1893 (Málaga)

39. Elecciones 5.4.1896 (Cuba)

39. Elecciones 5.4.1896 (Málaga)

40. Elecciones 27.3.1898 (Málaga)


VECES QUE FUE MINISTRO

Ministro de Fomento

1872

Ministro de Gobernación

18741879

18791881

1884 - 1885

Ministro de Ultramar

1891 - 1892

Ministro de Gracia y Justicia

1895


Ministro de Fomento 20/02/1872 [BOE 22/02/1872] a 26/05/1872 [BOE 28/05/1872];

Ministro de Gobernación 31/12/1874 [BOE 31/12/1874] a 09/01/1875 [BOE 10/01/1875];

Ministro de Ultramar Interino hasta la llegada del titular 31/12/1874 [BOE 31/12/1874] a 03/01/1875 [BOE 04/01/1875];

Ministro de Gobernación 09/01/1875 [BOE 10/01/1875] a 12/09/1875 [BOE 12/09/1875];

Ministro de Ultramar Interino durante la ausencia del titular 06/08/1875 [BOE 07/08/1875] a 23/08/1875 [BOE 25/08/1875];

Ministro de Gobernación 12/09/1875 [BOE 12/09/1875] a 07/03/1879 [BOE 08/03/1879];

Ministro de Gobernación 09/12/1879 [BOE 11/12/1879] a 08/02/1881 [BOE 10/02/1881];

Ministro de Gobernación 18/01/1884 [BOE 20/01/1884] a 13/07/1885 [BOE 14/07/1885];

Ministro de Ultramar 23/11/1891 [BOE 24/11/1891] a 11/12/1892 [BOE 13/12/1892];

Ministro de Gracia y Justicia 23/03/1895 [BOE 24/03/1895] a 14/12/1895 [BOE 15/12/1895]


***************
MIEMBROS DE SU FAMILIA QUE FUERON DIPUTADOS

VICENTE ROBLEDO CHECA (1810-1884)

28. Elecciones 6.3.1871

Circuns.: Málaga Torrox: 13/04/1871 Baja: 24/01/1872

29. Elecciones 2.4.1872

Circuns.: Málaga Torrox: 28/04/1872 Baja: 28/06/1872

32. Elecciones 20.1.1876

Circuns.: Málaga Antequera: 18/02/1876 Baja: 30/12/1878


EDUARDO ZULUETA Y SAMA (1852-1913)

Nació en Vigo

Cuñado de Francisco Romero Robledo

35. Elecciones 27.4.1884

Circuns.: Córdoba – Montilla: 24/05/1884 Baja: 08/03/1886


ERNESTO ZULUETA Y SAMA (1856-1919)

Nació en La Granja (Segovia)

Cuñado de Francisco Romero Robledo

35. Elecciones 27.4.1884

Circuns.: Cuba – La Habana: 31/05/1884 Baja: 08/03/1886


FRANCISCO JAVIER BORES Y ROMERO (1861-1939)

Profesión: Abogado

Hijo de su hermana Concepción Romero Robledo

37. Elecciones 1.2.1891

Circuns.: Tarragona  Roquetas: 27/02/1892 Baja: 05/01/1893

38. Elecciones 5.3.1893

Circuns.: Málaga - Antequera: 09/08/1893 Baja: 05/06/1895

40. Elecciones 27.3.1898

Circuns.: Valencia - Torrente: 01/04/1898 Baja: 16/03/1899

42. Elecciones 19.5.1901

Circuns.: Valencia - Torrente: 29/05/1901 Baja: 27/03/1903

43. Elecciones 30.4.1903

Circuns.: Málaga - : 02/05/1903 Baja: 17/08/1905

44. Elecciones 10.9.1905

Circuns.: Granada - Huescar: 19/09/1905 Baja: 30/03/1907

47. Elecciones 8.3.1914

Circuns.: Canarias - Santa Cruz de Tenerife: 14/10/1914 Baja: 16/03/1916


JOSE BORES Y ROMERO

Fecha y lugar nacimiento: 11-12-1860 en Antequera (Málaga)

Abogado - Ingeniero de Caminos

Hijo de su hermana Concepción Romero Robledo

37. Elecciones 1.2.1891

Circuns.: Málaga - Antequera: 03/03/1892 Baja: 05/01/1893

39. Elecciones 5.4.1896

Circuns.: Málaga: 20/04/1896 Baja: 26/02/1898

53. Elecciones 12.9.1927

Apartado: Representantes del Estado Alta: 31/10/1929 Baja: 07/01/1930


ALFREDO ZULUETA Y RUIZ DE GAMIZ

Nació en La Habana en 1865

Abogado

Hijo de su suegro Julián Zulueta y de Juana Ruiz de Gamiz, su segunda esposa

39. Elecciones 5.4.1896

Circuns.: Cuba – Cárdenas (Matanzas): 19/05/1896 Baja: 26/02/1898


MARIANO ORDOÑEZ Y GARCIA

Nació en Madrid (1874-1938)

Abogado

Yerno de Romero Robledo. Casado en 1902 con su hija Francisca

Ministro de Gracia y Justicia, de Hacienda y de Marina durante el reinado de Alfonso XIII

43. Elecciones 30.4.1903 Tuy (Pontevedra)

44. Elecciones 10.9.1905 Tuy (Pontevedra)

45. Elecciones 21.4.1907 Tuy (Pontevedra)

46. Elecciones 8.5.1910 Tuy (Pontevedra)

47. Elecciones 8.3.1914 Tuy (Pontevedra)

48. Elecciones 9.4.1916 Tuy (Pontevedra)

49. Elecciones 24.2.1918 Tuy (Pontevedra)

50. Elecciones 1.6.1919 Tuy (Pontevedra)

51. Elecciones 19.12.1920 Tuy (Pontevedra)

52. Elecciones 29.4.1923 Tuy (Pontevedra)



Comentarios

Entradas populares de este blog

CAÑETE LA REAL, VERANO DEL 36

SIERRA DE YEGUAS, VERANO DEL 36

LA CANTINA ESCOLAR

JUAN MARÍA PÉREZ AVILÉS (1784-1845), CURA Y POLÍTICO. SEGUNDA PARTE

LA GUERRA DE INDEPENDENCIA EN CAMPILLOS. 18 DE MARZO DE 1810