LA HAMBRUNA DE 1905

 

Arzobispo Marcelo Spínola

A principios del siglo XX, Campillos y gran parte Andalucía, vivió uno de los momentos más difíciles desde el punto de vista social y económico, a causa de la grave penuria en que vivía su agricultura. Los principales cultivos sufrían los estragos causados por la intensa y pertinaz sequía de aquellos años, que se cebó, especialmente, con la mayoría de las provincias andaluzas. En aquella época, el regadío agrícola, hay que decir que sencillamente, no existía.

Así lo describe Baltasar Peña Hinojosa en su libro “Pequeña historia de la villa de Campillos” (páginas 109 y 110):

En los comienzos del año 1905, los labradores comenzaron a intranquilizarse con la sequía y a mirar al cielo con más frecuencia de lo acostumbrado. En los meses de octubre, noviembre y diciembre (1904) no había caído una sola gota de agua. Una pequeña tormenta en septiembre había proporcionado algún jugo para la siembra temprana de las leguminosas, pero en cambio los cereales que, en aquellos años se sembraban en los meses grandes, no habían aún nacido por falta de humedad y tempero.

Pasó el mes de enero y San Benito, Patrón que siempre atendía cuando sus devotos le imploraban, fue sacado en fervorosa procesión de rogativa por la lluvia. Pero aquel año debía tener San Benito alguna deuda sin liquidar con sus pupilos, porque el Santo salió y volvió seco hasta su ermita.
Llegó la primavera sin que en el campo fructificaran más que algunas hazas de habas sembradas prematuramente. La mayoría del ganado hubo de ser llevado a otras zonas por falta de pastos y el pueblo entero sufría los rigores de la falta de alimentos y de trabajo. El pesimismo se agudizó con perspectivas más sombrías en los meses de verano, en los que no existía mies ninguna que segar.

Durante los meses de febrero y marzo de 1905 tampoco llovió. Ante la ausencia total de lluvia, desde el invierno pasado, los labradores empiezan a dar la cosecha de cereal por perdida, prescindiendo ya de realizar ciertas labores tradicionales de primavera, lo que se tradujo en una inmediata y profunda crisis de trabajo, con el hambre amenazando a aquellas familias cuya subsistencia dependía exclusivamente del jornal diario. La aceituna, que era la esperanza de estos trabajadores, también se había perdido.

¡No llueve! ¡La cosecha se pierde!

Las nubes huyen del cielo; el sol abrasa la tierra; la mies se agosta; el hambre se acerca; de todas partes llegan clamores de angustia y desesperación.
De Andalucía las noticias son desconsoladoras; la sequía acaba con los recursos de los pobres, con la esperanza de todos, con el poco jugo que resta al campo...
Sediento el terruño, no nutre unas sementeras que, raquíticas, sin lozanía y sin vigor, se doblan ya amarillas y mustias.
Los olivares presentan pobre esquilmo; los naranjales, devorados por plagas innúmeras, ven sus hojas manchadas, arrugadas y ennegrecidas, enfermo su fruto y secas sus ramas; la vid sufre tremendo azote, y campos que producían verdadero néctar y ríos de oro, campos que semejaban jardines, yacen abandonados y sin cultivo, no conservando ni vestigios de lo que fueron.
Los manantiales decrecen, los arroyos se secan y los pozos se agotan, desapareciendo el verdor, la lozanía, la feracidad y la riqueza de los campos.
El labrador mira con espanto el porvenir, el comerciante y el industrial temen, el propietario se encuentra sin fuerzas ante la desdicha, la clase media perece, el trabajador pide pan con clamores angustiosos y con gritos de amenaza, las autoridades no hallan medios para afrontar el conflicto... y, si no llueve, la miseria y la ruina, la angustia y la desesperación llegarán hasta el año venidero...
Si no llueve... ¡Dios tenga piedad de los pobres... y de los ricos! porque el hambre y la desesperación quizás rebasen todos los límites, y nadie sabe lo que, con hambre y desesperación, puede ocurrir.
Y pasan los días, y el tiempo no se ablanda, y ni una gota de agua cae sobre nuestros campos abrasados...
19050331 001 El Progreso agrícola y pecuario

En algunos pueblos de Sevilla, se acabó por echar a los ganados a los terrenos de siembra, por haberse perdido la esperanza de una mínima cosecha. Un sol y un calor estival que seca, en los primeros días de la primavera, las cosechas, abrasándolas apenas nacidas. El termómetro alcanzó los cuarenta grados centígrados. Los sembrados se acabaron secando y los ganados morían de hambre.

Los grandes daños causados por la sequía no alcanzaron sólo, por desgracia, a los braceros y a sus familias, se extendió también a todos aquellos que de la tierra vivían, y singularmente a los colonos, aparceros, arrendatarios y propietarios de pequeñas tierras. Estos habían perdido, no sólo sus cosechas, sino también los animales de trabajo, el pequeño capital que poseían para las labores y quizás también, los carros y aperos de labranza vendidos o empeñados para pagar la contribución o atender a la subsistencia de sus familias.

Muchos obreros, condenados al paro forzoso, abandonaban de madrugada sus miserables chozas y se diseminaban por los campos y pueblos pidiendo un poco de dinero, un pedazo de pan, pero no a titulo de limosna, sino como adelanto descontable a un futuro trabajo, producto de sus brazos. El espectáculo de ver a miles de hombres llamando de puerta en puerta y pidiendo socorro, resultaba inhumano y vergonzoso.

Más de cien mil obreros, repartidos por toda Andalucía, carecen de trabajo y hambrientos, ven la necesidad retratada en el rostro de los individuos de su familia, la miseria imperando en sus hogares, y para no perecer salen al campo, arrancan patatas, arrebatan el pan que se lleva a los cortijos, comen higos chumbos sin madurar, desentierran raíces y atiborran el estómago con algarrobas silvestres que solo las bestias comen…Pero se acaban las patatas, se agotan las raíces y los frutos silvestres…Los hombres caen desfallecidos en las calles, las madres, piden con voz desesperada pan para sus hijos, las personas pudientes huyen de los pueblos, los municipios concluyen con sus recursos, y los pobres, después de vender hasta el humilde techo, y de reclamar en balde trabajo o socorro, danse cuenta de que tiene derecho a la vida…

José María Javierre – “Don Marcelo de Sevilla” (429-436).

Hasta las páginas de la prensa nacional, saltaron infinidad de noticias sobre la desesperada situación que se empezaba a vivir por diferentes lugares diseminados por toda la geografía andaluza. Veamos lo que se decía, a mediados de marzo, sobre la provincia de Málaga El Heraldo de Madrid (19050316 02) y El Imparcial (19050317 002):

La Cámara Agrícola ha celebrado sesión, acordando dirigir un apremiante telegrama al Gobierno, pidiendo medidas urgentes para la solución de la crisis.
Durante la mañana de hoy (16/03) han caído algunos ligeros chubascos, haciendo concebir esperanzas de que puedan generalizarse las lluvias, única esperanza que tenemos para remediar la crisis que atraviesa la agricultura, pues trascurre el tiempo sin que el gobierno ordene que se emprendan obras que den de comer a los jornaleros.

En Campillos se ha suspendido la vida normal de la población y grandes masas recorren las calles pidiendo limosna, en actitud poco tranquilizadora.

Dicen personas acomodadas, que procuran no salir a la calle, en vista del espectáculo que se presencia. El alcalde (José María Hinojosa Carvajal) ocupó en abrir hoyos de olivo en sus fincas a muchos obreros, invitando a los propietarios a que lo imiten.
En Peñarrubia y Carratraca, los grupos situados frente al Ayuntamiento piden incesantemente pan y trabajo, profiriendo gritos amenazadores.

En Coín se ha alterado el orden público con motivo de la crisis obrera. Se dice que numerosos grupos se lanzaron a la calle pidiendo pan y trabajo, antes de verse obligado a tomar el pan violentamente.

El alcalde publicó un bando prohibiendo las reuniones de más de tres personas, y encargando a la Benemérita que lo hiciera cumplir. La Guardia civil realizó varias detenciones.
Reunidas las autoridades y mayores contribuyentes, acordaron socorrer con una peseta a cada trabajador, ínterin envía recursos el Gobierno. Los trabajadores se han negado a aceptar el socorro, prorrumpiendo en gritos reveladores de la miseria por que atraviesan.
En Yunquera se han agotado los recursos, y los propietarios despiden a los obreros que tenían recogidos, a los que no pueden tener más tiempo.

Igual ocurre en Teba, donde los trabajadores están alojados en casa de los propietarios desde febrero. En vista de la actitud amenazadora de los trabajadores, el alcalde reclama del Gobernador, el inmediato envío de Guardia civil, entendiendo que seguramente se alterará el orden.

En Totalán se ha celebrado una imponente manifestación con una bandera cuyo lema era: «Pan y trabajo». El alcalde disolvió a los manifestantes, prometiendo a los tumultuarios que se gestionarán recursos.

En Alhaurín el Grande se disponen los trabajadores a venir a la capital a gestionar recursos. Una comisión de aquel ayuntamiento vino a visitar al Gobernador civil, con el objeto antedicho y para evitar que vengan los obreros en masa.

También los obreros de Ardales se proponen venir a Málaga para exponerle al gobernador lo crítico de su situación

El municipio de Villanueva del Rosario, se ha constituido en sesión permanente, y su primer acuerdo ha sido alojar a los obreros entre los propietarios.

EN EL GOBIERNO CIVIL DE MÁLAGA

Las autoridades malagueñas, se agitaron temerosas ante los recuerdos de pasados motines y algaradas como consecuencia del hambre, temiendo una llegada incontrolada de campesinos desesperados que recorrieran las calles de la capital, reclamando pan y justicia.

REUNIÓN EN EL GOBIERNO CIVIL – PETICIONES AL GOBIERNO – DESIGNACIÓN DE UNA COMISIÓN

Málaga 29 (6 tarde).- En vista de las alarmantes noticias que se reciben de los pueblos de la provincia sobre la crisis agraria, el gobernador civil (José Godoy Garcia) convocó a una reunión en su despacho, con asistencia del senador señor Rodríguez Muñoz, y de los diputados a Cortes señores (Eduardo) España y (Jaime) Parladé, del alcalde de este Ayuntamiento (Agustín Martín Carrión) y de la mayoría de los diputados provinciales.
El gobernador dijo, que en vista de las gravísimas noticias recibidas respecto a la triste situación de los pueblos, les reunía para estudiar y buscar inmediatas soluciones, y evitar el conflicto del hambre, que empezaba a surtir sus efectos en varios pueblos de esta provincia.
Examinado detenidamente el conflicto se reconoció que eran insuficientes los recursos que enviaba el Gobierno, se hacían necesarias mayores sumas para comenzar inmediatamente el mayor número posible de obras.
Se acordó nombrar una comisión compuesta del senador señor Rodríguez, del diputado señor España y del presidente de la Diputación (Silvestre Fernández de la Somera), los que constituidos en sesión permanente, redactarán un telegrama dirigido al Gobierno, exponiendo el estado del conflicto y pidiendo su inmediata solución. En caso contrario, declinarán toda responsabilidad en los sucesos que puedan ocurrir.
También se autorizó a los señores que componen esta comisión para ir a Madrid y recabar las medidas que reclaman las circunstancias.
Las autoridades están muy preocupadas con la solución de esta crisis, que pudiera ocasionar gravísimos trastornos que comienza a ocasionar el hambre.
19050330 003 El Imparcial
19050330 002 El Heraldo de Madrid

En vista de las alarmantes noticias que habían comenzado a circular en las últimas horas de la tarde del día 29, los periodistas se pusieron al habla con el gobernador civil, José Godoy García, preguntándole lo que había de cierto en esos rumores.

Lo que me ha manifestado, es que ha poco ha recibido un telegrama del alcalde de Antequera, en que se dice que, a pesar de haber recargado el Ayuntamiento a los propietarios el reparto de jornaleros, braceros hambrientos, habían asaltado un carro de pan, repartiéndosele violentamente. Parece ser que al pasar los carros con pan, algunos obreros avanzaron, cogiendo un pan, y lo siguieron los demás hasta sin dejar sin uno de los setecientos panes que conducían los carros.

En este telegrama se pide el envío de fuerzas de la Guardia civil para reprimir los desmanes iniciados, y que no se sabe cómo terminarán.
La situación obrera está agravada por la paralización de la mayoría de las fábricas de mantas, a causa de la falta de agua. Los obreros hambrientos, ocupan las principales calles de Antequera, en actitud amenazadora.
El gobernador ha telegrafiado al jefe de la Guardia civil de Antequera, ordenándole evite los desmanes que se cometen en aquel pueblo, donde hoy se han repetido nuevamente los sucesos de ayer, siendo asaltado un carro cargado con doscientos panes, que se han repartido los hambrientos.

También me ha dicho el gobernador que se ha alterado el orden en Coín, donde se habían comenzado los trabajos de cinco caminos vecinales.

El origen del conflicto parece que ha sido el haberse presentado mayor número de trabajadores de los que podían ocuparse en las obras, y que no conformándose éstos con quedar parados, ejercieron violenta coacción sobre sus compañeros, para obligarles a dejar los tajos.
La Guardia civil ha tenido que intervenir en al asunto, conjurando el peligro inmediato, pero sin tenerse la seguridad de que la tranquilidad siga.
El alcalde de Campillos telegrafía que no cesan los robos de trigos, harinas y comestibles. Comisiones de Campillos, Teba y Peñarrubia han visitado al gobernador detallándole el estado de sus respectivos pueblos, que no pueden ser más graves.
Los trabajadores de Sierra Yeguas y Colmenar recorren las calles, pidiendo pan y trabajo. Los propietarios han entregado setecientas pesetas para socorro de los hambrientos.
El alcalde de Yunquera ha distribuido nuevamente a cuatrocientos hombres entre los propietarios. El cura tiene a diez en su casa.
Desde Casarabonela, Alozaina y otros pueblos, fueron a Málaga por la carretera de Cártama unos dos mil trabajadores hambrientos. El Gobernador envió fuerzas de la Guardia civil montada, al encuentro de los manifestantes para impedirles que llegasen a Málaga; pero no pudo contenerlos. La Guardia se abstuvo de emplear la fuerza, en vista de la actitud de los trabajadores. Unos seiscientos de éstos llegaron hasta el Gobierno civil. Subieron al despacho y el Gobernador les prometió proporcionarles trabajo en la carretera de Peñarrubia a Carratraca.
El Presidente de la Diputación ordenó que en el Asilo de los Ángeles se diese comida a los hambrientos. Desfilaron los manifestantes por el centro de la capital con mucho orden, revelando en sus rostros la mayor angustia, inspirando profunda compasión.
Esta mañana, después de repartirles un rancho, ha conseguido que regresen a Casarabonela los seiscientos vecinos que vinieron ayer, mediante la promesa de que desde pasado mañana quedarán establecidos turnos, ya que sea imposible colocarlos a todos.
Los jornaleros hambrientos de Casarabonela ruegan a la prensa de Madrid envíe corresponsales a los pueblos para que informen sobre la verdad de la situación horrible y desesperada de miles de familias.

En otros pueblos, según las noticias comunicadas por el gobernador a los reunidos, era insostenible la actual situación. Los alcaldes no cesan de pedir auxilios urgentes, declinando la responsabilidad de todo cuanto pueda ocurrir si no se atiende acto seguido la demanda. No hay seguridad en la propiedad, ni en las personas. Son frecuentes los robos de trigos, harinas y pan en los pueblos.

La penuria es tal que ya los rostros macilentos y taciturnos de los vecinos dicen bien claro las penalidades que pasan y la falta de esperanza que poco a poco va apoderándose de todos. Nuestro comunicante añade que si a tal situación no se le pone remedio, aquel y otros muchos pueblos de Andalucía, pueden ser un serio peligro para el orden, pues no hay peores consejeros que el hambre y la desesperación.
Los propietarios de los pueblos, que vienen contribuyendo con dinero y especies al socorro de los desvalidos, evitan con su actitud loable mayores males. Las iniciativas particulares en los pueblos están evitando desbordamientos de las masas.
El obispo y el cabildo invitan a los malagueños a las rogativas “ad petendam pluviam” que comenzarán mañana en la catedral.
La Cámara Agrícola ha celebrado sesión y, en vista de que el gobierno no ha resuelto nada para resolver la crisis, ha acordado dirigir un telegrama al mayordomo mayor de Palacio, pidiéndole que interese al Rey para que se preocupe de la situación de la provincia, que es más grave que en el resto de España.

Noticias extraídas de EL HERALDO DE MADRID, LA ÉPOCA, EL IMPARCIAL Y EL PAÍS, los días 30 y 31 de marzo de 1905

Remedios tradicionales como los alojamientos o las obras emprendidas por los municipios. aliviaron la situación sólo temporalmente. A principios de abril los fondos municipales se mostraban ya insuficientes para emplear a todos los trabajadores en paro. En algunos lugares, acordaron trabajar por un jornal más bajo, para así dar cabida a todos los necesitados.

¿Qué ocurrirá, se pregunta la gente, cuando los donativos particulares y oficiales se agoten, hecho que no tardará en ocurrir y el hambre espolee en la desesperación de esos hombres, que como los demás, tienen derecho a una vida digna?...

Los ayuntamientos, en su mayoría, se dirigieron en solicitud de amparo al gobierno y a las personalidades pudientes de sus respectivas localidades, apenas se inició la crisis. Unos y otros ofrecieron y dieron auxilios, con los que hasta ahora, se hizo frente por las corporaciones a la miseria de los obreros en paro; mas de las arcas municipales de aquellos ayuntamientos que el caciquismo nombró, no sabemos hayan salido cantidades en consonancia con sus medios, para contener el mal que crece con ímpetu terrorífico. Y justo es, ya que del caso nos ocupamos, recriminar a quienes en esa forma vienen procediendo.
Corresponde, pues, culpabilidad en este pavoroso problema del hambre al caciquismo cuya perniciosa Influencia en la administraciones municipales de los pueblos, hace que estas sean, cuando menos, de dudosa moralidad.
Hay que usar procedimientos enérgicos para el remedio de estos males. Bien está que se emprendan obras y se acuda en auxilio de los braseros que desfallecen, faltos de alimentos en los pueblos andaluces, pero bueno es también que los gobernadores exijan a esos municipios justificación de muchas cantidades evaporizadas, que hoy podrían servir para detener el conflicto que amenaza seriamente; y de no poder justificar aquella, serviría de saludable enseñanza, para el futuro, la imposición de enérgicos correctivos.
19050331 003 El País

Para remediar en lo posible esta crisis, se reunió el Consejo de Ministros, y acordó telegrafiar en el acto a los Gobernadores civiles de Málaga, Sevilla y Cádiz para que, previo acuerdo con los ingenieros jefes de dichas provincias, se procediese sin pérdida de tiempo a promover las obras proyectadas o comenzadas en las referidas provincias, dando preferencia a los caminos vecinales y a las carreteras del Estado. En realidad, poco podía hacerse, pues el crédito de que se disponía sólo era de pocos millones de pesetas.

Las manifestaciones del gobierno revelan que la crisis del hambre en Andalucía, continúa revirtiendo la misma gravedad. Han sido giradas ayer a Sevilla y a Málaga nuevas cantidades para atender a nuevas obras.
Cree el gobierno que con los medios que facilita al ministro de Obras Públicas, y el decreto que anteayer apareció en la Gaceta (Real Decreto publicado el 29 de marzo de 1905), podrá atender a conjurar en gran parte el conflicto obrero.
19050331 003 El País

Nuevamente se han reunido en el despacho del gobernador los representantes en Cortes, las autoridades y los presidentes de las Cámaras de Comercio y Agrícola, conviniendo en que la gravedad de las circunstancias exige que se adopten rápidas soluciones. Esta noche continuarán deliberando.

Los representantes en Cortes y el presidente de la Diputación han telegrafiado al presidente del Consejo participándole que el acto realizado por el pueblo de Casarabonela, invadiendo las calles de Málaga, pidiendo pan, se disponen a realizarlo también otros pueblos, lo cual demuestra que no son bastantes las medidas de carácter general adoptadas para combatir la actual crisis y que hacen falta otras medidas más eficaces en consonancia con la gravedad de las circunstancias.
Termina el telegrama, consignando que la responsabilidad de cuanto ocurra no será de estas autoridades, que carecen de medios para conjurar el conflicto, estando ya advertido el gobierno de la trascendencia de la crisis
19050403 001 El Imparcial

AZORIN – LA ANDALUCÍA TRÁGICA

La situación conflictiva del campo andaluz, fue tema de una serie de crónicas escritas por José Martínez Ruiz, Azorín, para el diario madrileño El Imparcial durante la primavera de 1905. El periódico lo envió como corresponsal con el fin informar sobre lo que estaba ocurriendo en los campos andaluces, y lo que consiguió Azorín, con sus artículos, fue retratar la miseria que se vivía en el campo.


En el casino de Lebrija (Sevilla), el escritor se reunió con las víctimas de la hambruna: los jornaleros. Y de esos encuentros nació La Andalucía trágica, título que engloba los cinco artículos publicados en El Imparcial, publicados los días 3, 5, 7, 17 y 24 de abril, que escandalizaron en Madrid, hasta el punto de dejar de publicarse otras dos últimas entregas. Azorín sensibilizó a las sociedades europeas y norteamericana, que se volcaron en ayudas para los campesinos.

Los señores no salen de sus casas; no ponen sus plantas en la calle. «Hace pocos días—me decía en Sevilla un prestigioso periodista,— hace pocos días tuve que ir a un pueblo de la provincia a ver a un amigo, y me aseguró que hacía dos meses que no salía a la calle». La muchedumbre campesina no es mala; tiene sencillamente hambre. La sequía asoladora que reina ha destruido los sembrados; las viñas están devastadas por la filoxera. ¿Cómo van a salir del tremendo conflicto que se avecina propietarios y labriegos? Lebrija es una población de 14.000 almas; hay en ella unos 3.000 jornaleros. De estos 3.000, unos 1.500 son pequeños terratenientes; tienen su pegujar, tienen su borrica. Los otros no cuentan más que con el producto de su trabajo; mas todos, unos y otros, están ya en igual situación angustiosa.

Existía antes para estos braceros un recurso: casi todos ellos encontraban trabajo en los viñedos cercanos de Jerez. Pero Jerez atraviesa por honda crisis; no puede dar trabajo; los jornaleros de Lebrija no salen ya de este término. Todos están parados, inactivos. «Es un dolor—me dicen los propietarios ver cómo estos buenos trabajadores entran en nuestras casas y nos dicen que no pueden comer, que sus mujeres y sus hijos tienen hambre».
Desde el 18 de Febrero los propietarios están facilitando medios de vida a los labriegos; el Ayuntamiento reparte entre ellos lo que se recauda en consumos. Pero estos recursos van agotándose; lo que a cada labriego toca apenas si puede hacerle tolerable la vida: la crisis se va acentuando de día en día; la paciencia se va acabando; hace pocas noches la muchedumbre, exasperada, entró a saco en una tienda de comestibles. ¿Qué sucederá dentro de ocho de diez, de veinte días? ¿No hay acaso ninguna solución por el momento?
19050405 001 El Imparcial

A preguntas de Azorín, un labriego de Lebrija le contesta:

—Hoy no tenemos jornal los trabajadores de Lebrija estamos repartidos entre los propietarios; estos propietarios dan diariamente a cada jornalero 60 céntimos. Con estos 60 céntimos ya supondrá usted que no podernos pasar; con estos 60 céntimos nos compramos pan, lo cocemos en agua, y esto es lo que comemos.

—¿Qué jornal ganan ustedes en tiempos normales en Lebrija?
—En tiempos normales, ganamos tres reales y una telera de pan. Además nos dan media panilla de aceite y un poco de vinagre.
19050407 001 El Imparcial

Durante un paseo por Lebrija, con don Luis, el médico del pueblo, mientras este realizaba unas cuantas visitas a algunos enfermos, en las casas de vecinos de los barrios obreros, este le comentaba:

—Señor Azorín—me dice D. Luis, —yo ya no puedo más; yo estoy enfermo. Yo no puedo continuar haciendo por más tiempo este esfuerzo que hago cada vez que entro en una de estas casas.

Y después, tras una breve pausa:
—Todos estos hombres, todos estos enfermos que hemos visto son pobres; necesitan carne, caldo, leche. ¿Ve usted la ironía aterradora que hay en recomendar estas cosas a quien no dispone ni aun para comprar pan del más negro? Y esto ha de repetirse todos los días, en todas las casas, forzosamente, fatalmente. Y la miseria va creciendo, extendiéndose, invadiéndolo todo: las ciudades, los campos, las aldeas. Casi todos los enfermos que acabamos de ver, Sr. Azorín, son tuberculosos; este es el mal de Andalucía. No se come; la falta de nutrición trae la anemia; la anemia acarrea la tisis. En Madrid la mortalidad es del 34 por 100; en Sevilla rebasa esta cifra; en este pueblo donde yo ejerzo, en Lebrija, pasa del 40 por 100.
—Yo no sé—prosigue el buen doctor—qué solución tendrá a la larga este problema; lo cierto, lo innegable, es que de este modo es imposible vivir. No vivimos: morimos.
—Sr. Azorín—me dice el doctor,—esta es la realidad, que yo me veo obligado a contemplar todos los días. Y sobre este dolor, en un medio tal de muerte y de ruina, ponga usted este antagonismo, este odio, cada día más poderoso más terrible, entre el obrero y el patrono. Una honda diferencia separa a unos y a otros; el patrono rebaja y escatima en el jornal cuanto puede; el obrero dilata cuanto puede los descansos en el trabajo, y hace éste con la mayor desgana. Las tierras son cultivadas someramente. Enormes extensiones permanecen incultas, en tanto que los brazos están parados. Los señores viven hoscamente metidos en sus casas; no quieren saber nada de los trabajadores; no tienen trato ni comunicación con ellos. Y el odio de estos labriegos acorralados, exasperados, va creciendo, creciendo.
—Es la verdad escueta, Sr. Azorín. No hay tregua ni piedad en esta lucha, de momento en momento más enconada. Este obrero andaluz es bueno, es sencillo, es sumiso; pero en su cerebro se han metido dos ideas únicas, fundamentales, que constituyen a la hora presente toda su psicología; estas dos ideas son las siguientes: primera, «el amo es el enemigo»; segunda, «las leyes se hacen para los ricos». No busque usted más; será completamente inútil. Esta no es una demagogia razonada, libresca, literaria; es un nihilismo instintivo, natural, espontáneo. Y es un nihilismo que fomenta el desvío de los señores, el desamparo del Estado, la inanición, la muerte lenta y angustiosa que la tuberculosis trae a estos cuerpos exangües...
19050417 003 El Imparcial

LA ACTUACIÓN DEL ALCALDE DE CAMPILLOS

En 1905 era alcalde de Campillos don José María Hinojosa Carvajal, de 44 años de edad, hijo de Francisco Hinojosa Casasola (alcalde de Campillos y Senador Real con Amadeo de Saboya) e Isabel Carvajal Vergara, natural de Pedrera. Estaba casado con Ángela Lacarcel Carreras. Vivía en la calle Real, 9. Tenía cinco hijos, Isabel, Victoria, Francisco, José María y Ángela. Era tío del poeta José María Hinojosa Lasarte y de Baltasar Peña Hinojosa.


Su alcaldía duró desde el 1 de agosto de 1901 hasta el 10 de febrero de 1908, cuando fue sustituido por su hermano Salvador Hinojosa Carvajal, padre del poeta José María Hinojosa. Volvió a ser alcalde del 1 de abril de 1920 hasta el 2 de octubre de 1923, poniendo fin a su mandato la llegada de la dictadura de Primo de Rivera.

Su actuación ante el hambre de su pueblo en el año 1905, tuvo resonancia nacional. Así lo cuenta el periodista Juan José Morato Caldeiro, en el periódico El Heraldo de Madrid

Y viajando por estas tierras, oyendo en el vagón-—el mejor centro de información y el más imparcial e independiente-— las conversaciones de negociantes, ganaderos, aperadores, obreros y hasta mendigos y mujeres, se llega a saber que en Jaén, y en Córdoba, y en Huelva aún hay buenas esperanzas; que en Granada, las Alpujarras son una desdicha, y que en aquellas partes de Sevilla y de Cádiz no visitadas por este andariego cronista de penas y de trabajos, el estado de los campos después de las lluvias viene a ser como el de los llanos de Osuna, Morón, Lebrija y Jerez.

Es decir, que la crónica enfermedad que sufre esta región pasará este año por una crisis infinitamente más tremenda que la de los dos años últimos y que este Gobierno y todos, que los políticos, conservadores y los liberales y los republicanos, deben pensar muy seriamente en la adopción de radicales medidas legislativas, que hagan más llevadera, menos mala, la situación del más desdichado proletariado de España.
Cuando yo salí de Málaga, el gobernador, los elementos oficiales, calculaban que en aquella provincia había sobre 40.000 obreros sin trabajo; por muchos que se hayan ocupado en las obras públicas, ¿no quedará un número formidable de gentes sin trabajo, sin pan y hasta sin la esperanza de ganar un jornal, no tan mezquino como el de invierno, en las faenas de la recolección?
Yo no quiero hablar ahora del arraigo que puedan tener ciertas ideas entre los braceros, de si miran o no con odio a las grandes y ricas ciudades, de si sienten o no sienten ira cuando ven al fastuoso ricacho, cruzar las calle y los caminos montado en brioso caballo enjaezado con ostentación; pero sí sé, porque lo he oído muchas veces, que las mujeres maldicen cuando lloran y que los hombres del termino de Aguadulce, de Osuna, de Estepa, de Morón y aun de Lebrija y Puente Genil, admiran las hazañas de El Vivillo, continuador de las tristes glorias de Diego Corrientes y de tantos otros criminales enaltecidos por una leyenda popular malsana, personajes trágicos, considerados aquí—y aun fuera de aquí—como supremos justicieros que subsanan en parte un tremendo desequilibrio social.
Las mujeres, que maldicen sollozando, y los hombres, que comentan con fruición los robos y homicidios del nuevo bandido generoso, son un síntoma social nada halagüeño para la paz, como es síntoma tristísimo la opinión de algunos despiertos intelectuales de esta región, que ven la raíz de todo mal en la ausencia o escasez de clases medias.
Que erraría quien atribuyera a espíritu novelesco propio de la raza, esta admiración a un criminal vulgar, lo indica un hecho elocuentísimo: las alabanzas que todos prodigan a un alcalde modelo, a un hombre de ideas ultraconservadoras, a un hombre de corazón grande y de honradez inmaculada, al alcalde de Campillos, cuyo nombre he olvidado, y lo siento, porque debería ser de todos conocido (José María Hinojosa Carvajal).
Campillos es uno de los pueblos donde la crisis es mayor. Pues bien; en él, ni un solo día ha faltado jornal a los braceros, y no un jornal que fuera como una limosna, sino el jornal corriente. La honrada gestión del alcalde hizo que hubiera fondos en caja, y todos se emplearon en sostener a los braceros; y cuando faltaron los fondos, el alcalde sacó dinero de su bolsillo y corrió a Madrid para gestionar la construcción de obras de verdadero y de legítimo interés general; y los socialistas, y los republicanos, y los hombres de los demás partidos, y los neutros, y hasta las mujeres y los niños, aclamaron a esta autoridad modelo, que con modestia no fingida rechazaba todo elogio y huía de toda manifestación de agradecimiento.
Y el caso se conoce y se comenta en toda la región, y los mismos que hablan de El Vivillo con malsana fruición alaban al alcalde modelo, y por comentario de sus alabanzas añaden: « ¡Si todos fueran como el alcalde de Campillos!..,»
Así hablan los obreros que tienen dinero para viajar en ferrocarril ¿que no se dirá y contará en las inmundas gañanías y en los ratos que se suspende al trabajo a la voz del aperador para «echar un cigarro», cuando ninguna mordaza ni ningún temor puede atar las lenguas ni ningún respeto desfigurar los pensamientos.
Y si de esta modestísima observación de este andariego cronista resulta que si una parte de las clases populares admiran al Vivillo, porque es una especie de nivelador social y porque con amenazas trata a veces de poner dique a las injustas demasías de algunas autoridades locales, y esa misma parte de las clases populares quizá daría su vida por el alcalde bueno, la consecuencia que salta a la vista es que, no en tiempo de crisis—y aparte las reformas radicales—, sino en todos, lo que hay que hacer es que todos los pueblos tengan buenos alcaldes y buenos Ayuntamientos, gentes de corazón que administren los intereses de todos como administrarían los propios y que consideren como empeño de honor el evitar que entre el hambre en los hogares pobres.
El espectáculo del lujo y de la ostentación al lado de la más negra miseria, con nada comparable, es demoledor; pero un derivativo poderoso de este mal, ya que no un remedio, es el restablecimiento del principio de autoridad basado en el cariño y en el respeto, para lo cual es indispensable una buena, celosa y equitativa administración municipal.
Y conste que hablo así dejando a un lado mis convicciones sociales, como observador imparcial y fiel narrador, que de otro modo yo celebraría esta situación, dolorosa, es cierto; pero agente eficaz de propaganda subversiva del régimen económico actual.
JUAN JOSÉ MORATO. Jerez, Abril 1905
19050415 Heraldo de Madrid

Juan José Morato, era miembro del partido socialista, por lo que al referirse a un alcalde monárquico "ultraconservador", da mucho más valor a sus elogios.

https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Jos%C3%A9_Morato 

Sobre la labor del alcalde, dice Baltasar Peña en su libro (página 110):

El Alcalde, Don José María Hinojosa, marchó a Madrid para visitar al diputado por el distrito, Don Francisco Bergamín y García, exponiéndole la angustiosa situación de la villa. El Sr. Bergamín, que hasta esta fecha se había preocupado poco por las necesidades del pueblo que le concedía su representación en Cortes, se hizo cargo inmediatamente de la gravedad del problema, movilizando sus influencias políticas, y consiguió en pocas semanas que se comenzaran los trabajos de las carreteras de Sierra Yeguas, Gobantes, Peñarrubia, Carratraca y explanación del Saucejo a Peñarrubia.

En una sesión extraordinaria del ayuntamiento de Campillos, el alcalde expuso el resultado de su visita a Madrid.

En sesión extraordinaria, el alcalde D. José María Hinojosa Carvajal da a conocer la gestión realizada en Madrid por el anterior ministro de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas, José de Cárdenas Uriarte, acompañado de nuestro representante en las Cortes señor Bergamín, para conseguir la continuación de los trabajos de la carretera de Sierra de Yeguas a Gobantes, Peñarrubia a Carratraca, así como la explanación de la de El Saucejo a Peñarrubia. Todo ello para remediar la escasez de trabajo y la sequía y miseria que se padecía en la Villa.

19050607 MISCELÁNEA – 338

A finales de mayo la tensión en Málaga, se agrava. Los trabajadores rodean el edificio del Gobierno civil.

Málaga, 24 (6 tarde). Acaban de llegar dos millares de trabajadores hambrientos procedentes de Colmenar, Casabermeja, Alfarnate, Alfarnatejo y Riogordo, que han atravesado las calles en imponente manifestación.

Una comisión de propietarios de los citados pueblos, que acompañaba a los manifestantes, subió a conferenciar con el Gobernador civil, José Godoy García, exponiéndole la crítica situación de los pueblos respectivos. Como las cosechas están por completo perdidas, los propietarios añadieron al Gobernador, que no podían ofrecerle que los trabajadores se resignaran a regresar a sus pueblos.
En vista de ello, el Gobernador llamó a una comisión de trabajadores, diciéndoles que era imposible que permaneciesen en Málaga e indispensable que regresaran a sus hogares, negándoles su petición de pedir limosna y advirtiéndoles que emplearía la fuerza si no atendían sus indicaciones.
Los trabajadores siguen rodeando el edificio del Gobierno y las inmediaciones, la mayoría de ellos tendidos en el suelo y dispuestos a no moverse hasta que se les dé trabajo. Se teme un conflicto si no se logra que los trabajadores depongan su actitud.

El día 4 de julio, el gobernador civil de Málaga, D. José Godoy García, agobiado por los sucesos, presentó la dimisión, siendo nombrado nuevo gobernador D. León Urzaiz Cuesta.

Comunica el gobernador civil de Málaga que más de mil obreros sin trabajo recorren en manifestación las calles de Campillos implorando la caridad pública.
19050718 003 El Día
19050719 005 LVG
19050719 El Correo Militar

EL CONDE DE ROMANONES VIAJA A ANDALUCÍA

Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones (1863-1950), pertenecía al gobierno del partido Liberal presidido por Eugenio Montero Ríos, ocupando la cartera de Fomento, que englobaba, nada más y nada menos. Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas. 

Romanones, era un hombre de negocios, propietario de grandes fincas en Toledo y Guadalajara, su feudo electoral. Dedicó toda su vida a la política, siendo un maestro en el manejo del caciquismo, en la manipulación electoral y en las componendas típicas de la política oligárquica de la Restauración. Pasó por casi todas las carteras ministeriales. Entre 1910 y 1919, fue presidente del Congreso y tres veces presidente del Consejo de Ministros. Desde 1886 a 1923 fue Diputado en las Cortes de la Restauración, por Guadalajara. También fue Diputado en las Cortes de la Segunda República y Procurador en las Cortes franquistas. Todo un animal político.

A primeros de julio de 1905, el conde de Romanones, dio cuenta a sus compañeros de Gobierno, de los informes que le estaban llegando de los gobernadores civiles respecto a la crisis agraria en Andalucía, informes que presentaban aquel problema con caracteres de verdadera gravedad.

“Que para conocer aquel mal con toda verdad y ponerle remedio, tenía el propósito de girar en breve una visita de inspección a diferentes provincias andaluzas. Y una vez hecho esto, habrá necesidad de conjurar el conflicto que trae consigo la crisis agraria, procurando el fomento de las obras públicas en aquella región, aplicando para ello fondos considerables que, no teniendo consignación en el presupuesto vigente, habrán de ser suplidos con créditos extraordinarios”.

El conde de Romanones solicitaba 12,95 millones de pesetas. Seis de ellos para pago de deudas contraídas por el anterior Gobierno, y cuyos capítulos correspondientes estaban agotados, y los otros para poder continuar las obras públicas suspendidas, principalmente en Andalucía, con motivo de la terrible crisis agraria por la que atravesaba aquella región.

Finalmente el Gobierno presidido por el liberal don Eugenio Montero Ríos, decidió conceder un crédito extraordinario al ministerio del conde de Romanones, de seis millones de pesetas para la ejecución de obras públicas extraordinarias y caminos vecinales, en las provincias andaluzas donde exista la crisis agraria, a fin de aliviar las necesidades de la subsistencia de la clase obrera. Se concedió asimismo, un suplemento de crédito de 2,95 millones de pesetas del presupuesto vigente de 1905. A esto había que añadir el  suplemento de crédito de 4,1 millones de pesetas, ya concedido por ley de 6 de Julio de ese año. La concesión se hizo mediante un Real Decreto, que fue firmado por todos los ministros del gabinete, y que apareció en la Gaceta de Madrid del 25 de julio de 1905.

Una vez firmado el Real Decreto, y sin esperar a su publicación en la Gaceta, el conde de Romanones partió en tren para realizar un agotador periplo por Andalucía, soportando unas temperaturas superiores a los cuarenta grados, en el que visitó las provincias de Sevilla, Cádiz, Málaga y Córdoba. El propósito que llevaba el ministro era estudiar la crisis agrícola sobre el terreno, y poner de inmediato remedio a la precaria situación de los trabajadores.

El recorrido puso a prueba la resistencia del conde de Romanones: «Ocho días recorriendo Andalucía en pleno verano, soportando una temperatura de horno, oyendo el trágico clamor de los propietarios en ruina y de los obreros en hambre…», escribe el periodista Dionisio Pérez, que le acompañó en el viaje, junto a más de diez periodistas de otros periódicos, y que lo contó para la revista ilustrada “Nuevo Mundo”.

De Madrid a Sevilla (16 de julio), y de aquí a Lebrija (17), Utrera (17), Morón (18) y Osuna (18). Luego continuó a Jerez (18), Arcos y Cádiz (19), donde tomó un barco y fue a Algeciras (20). De allí a Ronda (21) «de Ronda a Málaga (21), de Málaga a Antequera (22), de Antequera a Córdoba (22), de Córdoba a Bujalance (22) y a Montoro, y de Montoro a Madrid (23), trazando un recorrido de 1.951 kilómetros en ferrocarril, bordeando la costa gaditana en un trasatlántico, y llegando a poseernos el vértigo de la velocidad en coches y automóviles»

«Ninguno de los periodistas hubiésemos sido capaces de realizar solos tal esfuerzo; lo hemos logrado gracias al estímulo y es posible, que al contagio, de esta voluntad de hierro, única en España, que alienta en el conde de Romanones. Algunos días ha pronunciado quince discursos, en el andén de las estaciones, en las salas y en los balcones de los ayuntamientos; ha conferenciado con multitud de comisiones que de trayecto en trayecto le acompañaban, ha leído y tomado nota de centenares de exposiciones que le eran entregadas... Es sencillamente admirable. »

El panorama que se encontró fue tan dramático que Dionisio Pérez, valorando la iniciativa del ministro, no se conformará con describir los hechos al dictado oficial, sino que también tomará partido por los más débiles frente a personajes más poderosos.

ANDALUCÍA HAMBRIENTA – EL VIAJE DEL MINISTRO
[…] De este modo Andalucía, sorprendida por la visita del ministro, no ha tenido tiempo de disfrazar la verdad trágica y real en verdad oficial. Donde ha habido su poquitín de comedia, se ha visto enseguida e! artificio del mal prendido retablo. En las estaciones, en los ayuntamientos, en las calles, Romanones ha hablado con los obreros y con los labradores, con los siervos del terruño y los señores monopolistas de la tierra, con los caciquillos y cacicones, con los explotados y los explotadores... Et discurso preparado quedaba interrumpido y cortado por una pregunta del ministro; la palabra vacilaba en los labios que iban a fingir o a mentir, y una segunda pregunta y una tercera arrancaban la verdad doliente, abrumadora.
No ha sido ese rápido viaje una investigación sociológica ni una información oficial; ha sido un examen de conciencias. Más que la crisis agraria, agudizada este año por la sequía y por la pérdida de las cosechas, más que el atraso cultural y los problemas de canalizaciones y regadíos, cultivos nuevos, etc., ha aparecido ante nuestros ojos la crisis de la raza andaluza con una fuerza de visión que espanta.
Allí la tierra ofrece este raro contraste del desierto y el oasis, de los ríos caudalosos cruzando las estepas infecundas; allí las almas nos enseñan cómo el señor feudal dominante y acaparador y el siervo de la gleba conviven todavía.
Todos los males sociales, todos los errores colectivos han arraigado en Andalucía. Así, la crisis agraria no es allí más que una parte del problema.
No hay que esperar la salvación de estas provincias en ruina del esfuerzo de sus habitantes. Acaso sería injusto censurarles porque, en el ambiente en que viven, no puedan hacer más de lo que hacen. Romanones ha repetido en todos sus discursos que el Estado no hace ni ha hecho en parte alguna milagros de ninguna clase; el Estado inicia, dirige, encauza, protege, ampara, y la iniciativa particular y el esfuerzo común son los que engrandecen y enriquecen a los pueblos, pero estas palabras no encarnarán jamás en el alma de los andaluces para quienes la vida es un azar o es una fatalidad.
Todo desaparece, todo muere en aquella región en medio de la indiferencia indigna de grandes capitalistas y la resignación cobarde de grandes hambrientos. Esa es la crisis honda, permanente e incurable de Andalucía.
No puede remediarse con los escasos elementos que la estrechez del mezquino presupuesto de Obras Públicas de España puede dar al conde de Romanones. Es una crisis de educación, de temperamento, de creencias, de atavismos y no se la puede combatir sino industrializando la región entera, logrando que el impulso de trabajo lo dé el volante de la máquina y no el azadón, que el tiempo se cuente por minutos que valen dinero, y no por estaciones de fruto dejando al azar de la lluvia o la sequía.
DIONISIO PÉREZ
Nuevo Mundo (27 julio 1905)

En el viaje, encuentra a menudo «cuadros de miseria», como en Lebrija (17/7), donde “recorrió el ministro las casas de los obreros. La gente duerme amontonada en las casas. Las familias, hambrientas, vierten lágrimas al presentarse el ministro. Los que vimos estos tristes espectáculos, quedamos impresionados, emocionadísimos”

En Lebrija, durante el invierno nevó dos veces, en una tierra donde nunca lo hace, y su efecto sobre la tierra heló la simiente. Era ya el tercer año que no había una cosecha que alimentase al campo. En Osuna, de diez mil hectáreas sembradas de avena, tan solo se pudieron recoger 500 y en muy mal estado.

 

Apenas llegados al ayuntamiento de Lebrija, en el salón de plenos se abría la sesión exponiendo el alcalde y algunos propietarios la angustiosa situación del pueblo pidiendo trabajo, y que cese el espectáculo de ver pidiendo limosna por las calles a centenares de trabajadores. Habló también un campesino con más de cincuenta años en el campo, José Doña, cuyo relato es merecedor de poner con mayúsculas:

En nombre de los obreros lo hizo José Doña, hombre envejecido en el trabajo, que se captó la simpatía de su auditorio. Sus palabras, exentas de todo artificio, producían el efecto que está reservado a las que, pronunciadas de modo sincero, nos revelan la verdad.

Aquí hay dos cuestiones—habla Doña—la de las carreteras y la de la crisis agraria. Respecto a la primera, tengo que decirle al ministro que creo que el Estado señala como jornal mínimo el de dos pesetas, y aquí en Lebrija sólo se abonan seis reales. Yo no sé por qué será esto.

Lamenta que la colocación de obreros en los trabajos dependientes del Estado, obedezca a recomendaciones, postergando a los padres de familia más necesitados. Aquellos que sufren más necesidades son los últimos para el trabajo si no cuentan con influencias.

En cuanto a la crisis agraria yo, que tengo más de cincuenta años de trabajo en el campo, lo conozco bien y puedo afirmar que ningún pueblo esta tan necesitado como Lebrija. Antes tenía vida por Jerez, pero la filoxera atacó a las viñas y arruinó a ambos pueblos.

Denuncia el hecho escandaloso de que la tercera parte del término de Lebrija esté destinado a la ganadería. 86.000 fanegas que para nada sirven; para el cultivo son inútiles.

Si el otoño próximo es bueno, la crisis se conjurará. Añadiendo que el hambre en Lebrija no es periódica, sino perpetua.

Qué se quiere hacer con nosotros, ¿que nos contentemos con ganar 65 céntimos de peseta? Eso sería empujarnos a la mendicidad. Eso no; yo quiero para mí y para mis hijos la vida del trabajo.

Solicita la creación, por parte del Estado, de un Banco Agrícola que facilite dineros al labrador para que puedan tomar terrenos en arrendamiento, ya que está demostrado que cada obrero produce tres veces el valor de cuanto le presten. Afirma que el Banco pueda recobrar en un año el anticipo.

Protesta de la existencia de los intermediarios, que toman del propietario en arrendamiento las tierras para subarrendarlas después, triplicando, en provecho propio, el importe de la renta. Cita el caso del marqués de Alcañices, que cobra 10 u 11 pesetas por una fanega de tierra, y yo he pagado 31’25, porque hay un intermediario que se come la diferencia. Afirma que sólo hay 600 arrendatarios en Lebrija, cuando podían pasar de 1.500.

Cita José Doña, abusos cometidos por la usura, que cobra un 25 por 100 de interés a los préstamos que hace a los obreros en el plazo de tres meses. Afirma que no es un cuento, porque él lo ha sufrido. Tomó 200 reales el 4 de Mayo, y el 24 de Junio tuvo que pagar 250.

El conde de Romanones, como cuantos le oímos, quedamos encantados de la forma sencilla, pocas palabras y muchas ideas, con que nos dio a conocer los términos del problema, el obrero José Doña.

“He aprendido más que pudiera aprender en cuatro meses de estudio en mi despacho a vuelta de informes y dictámenes técnicos”, dijo el conde de Romanones.

19050718 Heraldo de Madrid

19050719 002 El Liberal

Esa miseria, así demostrada, necesita remedio urgentísimo y ese remedio es perfectamente conocido. José Doña en Lebrija le señalaba diciendo que por el momento, mientras no es posible reanudar las faenas agrícolas, es necesario emplear a los labriegos en obras públicas y luego facilitarles los medios necesarios para que saquen de la tierra todo el producto que al trabajo del labrador deba corresponder para que el producto escaso de la tierra sea para el propietario que la posee, ya que eso es inevitable por el momento y dentro de la legislación actual, y para el trabajador que la cultive, no para el subarrendatario que establece una nueva forma de parasitismo social, completamente inadmisible, ni para el prestamista que cree el valor del dinero superior a todos los valores conocidos, y quiere para él todo el producto de las tierras y de los hombres.

Doña, pues, y con él todos los labradores verdaderamente necesitados, y ese es otro signo de su verdadera necesidad, no piden como los patrones andaluces mucho sin ofrecer nada en cambio, sino que, al revés, ofrecen de antemano algo que compense el sacrificio que el Estado haga; la devolución íntegra y con creces del dinero que el crédito agrícola les anticipe cuando puedan trabajar en su oficio; el trabajo realizado mientras laboren en las obras públicas, aguardando tiempos mejores.

19050724 001 El País

Cuando el conde de Romanones pasó por Osuna, le solicitaron la inmediata apertura de una carretera que le ponga en comunicación con Campillos.

19050719 006 LVG


A las diez y media de la noche (20), llegamos a Algeciras (desde Cádiz) a bordo del «Joaquín Piélago». El viaje se realizó con toda felicidad, aun cuando la mar estaba algo picada, soplando viento de Levante, lo que produjo a bordo algunos mareos.
En Algeciras nos recibieron las autoridades, encaminándonos desde el muelle a la Casa Ayuntamiento, donde saludaron al ministro comisiones de obreros de los pueblos de Teba, Campillos y Gaucín, que pidieron lo mismo que los Ayuntamientos de Ceuta, La Línea, San Roque, Jimena y Los Barrios, que se emprendieran obras para dar de comer a los braceros.
19050722 001 El Imparcial

La mañana del día 21 llegó a Ronda desde Algeciras, también en tren. En el Ayuntamiento, recibió a las comisiones llegadas de los pueblos que les presentaron sus reclamaciones. Terminada la recepción, el ministro dirigió la palabra desde el balcón de la Casa Consistorial, prometiendo al pueblo atender en lo posible a los deseos de todos.

A la una de la tarde salió el ministro en dirección a Málaga. En el trayecto, en algunas estaciones del tránsito, como las de Campillos, Teba y Almargen, numerosos grupos de obreros, con lágrimas en los ojos, solicitaron protección del ministro. La miseria en ellos era patente; el cuadro proporcionaba; la voz de los solicitantes, ahogada y temblorosa, conmovió a todos y contrastó visiblemente con la oratoria fría y estudiada de otras Comisiones.

19050722 002 La Correspondencia de España
19050725 001 El Globo

En Bobadilla esperaban el Sr. Romero Robledo y numerosas comisiones de Municipios del distrito de Antequera, que fueron presentados al ministro en el breve espacio que paramos en Bobadilla para tomar el tren de Málaga.

De nuevo el Sr. Romero Robledo invitó al conde de Romanones a visitar el Romeral.
En el trayecto de Bobadilla a Málaga se acentúan las notas que hacen saltar a la vista la negrura del cuadro que ofrece la crisis.
En las estaciones de Gobantes, el Chorro y otros pueblos obreros, mujeres y niños, todos ellos con caras famélicas y con el más mísero de los aspectos, se agolpan en torno del tren pidiendo trabajo y solicitando que se emprendan obras hidráulicas y se construyan caminos vecinales.
Muchos obreros saludan con entusiasmo al conde de Romanones, llamándole padre de los pobres.
El alcalde de Álora solicita que se emprendan los trabajos de la carretera de Carratraca a Peñarrubia.
Las frases que salen de boca de los trabajadores y sus apenadas familias acreditan lo angustioso de su situación.
Con estas tristes impresiones hemos llegado a Málaga, donde se ha hecho al ministro un cariñoso recibimiento.
19050722 001 El Imparcial

El antequerano Francisco Romero Robledo, era el Presidente de la Cortes en la Legislatura 1904-1905, desde el 3 de octubre de 1904 hasta el 17 de agosto de 1905.

LA PROVINCIA DE MÁLAGA

Hemos visto la crisis del hambre en la provincia de Sevilla; allí es puramente agraria, debida principalmente a las malas cosechas. La hemos visto muy atenuada, si es que existe, y debida a otras causas, en la provincia de Cádiz. La acabamos de ver ahora, muy aguda, pero revistiendo nuevos aspectos, en la provincia de Málaga.
Aquí la crisis no es agraria, si por crisis agraria se entiende la que es consecuencia de malas cosechas; lo es, porque de ella sufren los trabajadores del campo. Que las cosechas no han sido malas lo demuestra lo dicho por el alcalde de Ronda en la reunión del Ayuntamiento; se fijó preferentemente en la necesidad de construir carreteras para facilitar el arrastre, hasta la vía férrea, de los productos del campo que no pueden hoy llegar a mercados alejados por falta de comunicaciones y que no tienen salida en los centros de producción.
También lo prueba la cantidad de naranjas que han salido este año de Teba, alcanzando el precio de 14 a 16 reales el ciento. Se podrían dar muchos ejemplos del mismo género.
No es esto decir que la sequía no haya hecho estragos. En la plaza del pueblo de Campillos están en permanencia 300 obreros famélicos que no tienen donde trabajar y se mueren de hambre; cuando pasamos por la estación las mujeres se precipitaban hacia los coches del tren lanzando lastimeros quejidos y gritando: “¡No queremos más que pan y trabajo!”.
En Almargen solo han producido los campos de una de las riberas del río; del otro lado se ha perdido la cosecha. Saliendo ya de la serranía de Ronda, en Gobantes, Coín, Cártama, la sequía ha hecho de las suyas y centenares  de familias sufren el martirio del hambre, perecen poco a poco de inanición.
[…]
Aquí también, en la zona que acabamos de recorrer, se presenta la cuestión del subarriendo. El propietario no explota directamente sus cortijos, los arrienda a capitalistas de la localidad, y estos, a su vez, los fraccionan y subarriendan a precios elevados. Es la eterna cuestión de los intermediarios entre el capital y el trabajo, verdaderos parásitos que de todo sacan jugo sin reparar en los medios.
En cuanto al mal reparto de la propiedad, un solo ejemplo bastará, podríamos dar muchos. La riqueza de la zona de Teba es grande, su cosecha de naranjas una de las mejores de España. Pues bien, en Teba son a lo sumo siete u ocho los propietarios. Los trabajadores tienen que someterse a su voluntad. CALZADO
19050725 008 ABC

VUELTA DEL CONDE DE ROMANONES A MADRID

El día 27 de julio, se celebró Consejo de ministros, en el que la crisis agrícola en Andalucía, fue el asunto principal. El conde de Romanones hizo un discurso, que duró tres cuartos de hora, para dar cuenta a sus compañeros de las impresiones que habla recibido en su viaje de Andalucía y exponerles las pretensiones que los diferentes pueblos le habían formulado en su visita a la misma.

Romanones redactó un plan inicial de obras públicas, que presentó a los restantes ministros, siendo aprobado por unanimidad. Las primeras obras se realizarían en las provincias de Sevilla, Cádiz, Málaga, Córdoba, Jaén y Badajoz. Sucesivamente, y en lo que restaba de año, se iría atendiendo a la crisis agraria según demandasen las circunstancias.

Mientras comenzaban las obras, el hambre seguía. En los pueblos se espera en vano que se emprendan las varias obras públicas que están estudiadas ya, pero que no acaban de emprenderse. Este retraso, inexplicable después de las solemnes promesas del conde de Romanones, lleva a la desesperación a los habitantes, que acabaron por provocar, todavía más, serios conflictos.

Málaga 29 (3 t.)—El alcalde de Campillos se ha dirigido al gobernador exponiéndole la situación difícil porque atraviesa allí la clase obrera. El municipio carece de recursos y asimismo los particulares.

Dicha autoridad pido que se dé comienzo en seguida a las obras que se han de hacer en aquél término.
19050730 001 El País

En Osuna, la noche del 9 al 10 de agosto, varios grupos, compuesto cada uno de ellos de quince a veinte jornaleros, salieron al campo acosados por el hambre, y penetraron tumultuariamente en varios cortijos, mataron ovejas, y regresaron de madrugada a la población, trayéndose la carne de las reses sacrificadas. La situación era cada día más insostenible, porque no había medio de socorrer a tres mil braceros que carecían de todo recurso. El pánico era tal, que los vecinos atrancan las puertas al anochecer.

A mediados de agosto, por fin se publicaron los Reales órdenes a la Gaceta de Madrid

MINISTERIO DE AGRICULTURA, INDUSTRIA, COMERCIO Y OBRAS PÚBLICAS

REAL ORDEN
S. M. el Rey (Q. D. G.), de conformidad con el acuerdo del Consejo de Ministros, ha tenido a bien disponer que se ejecuten por el sistema de administración las explanaciones y obras de fábrica del trozo primero de la carretera de Osuna a la de la Peña de los Enamorados, a Campillos, en la provincia de Sevilla, importante el presupuesto 72.765‘37 pesetas, y la obra máxima que se autoriza para este año, 40.000, con cargo al crédito extraordinario de 6.000.000 de pesetas concedido por el mencionado Real decreto de 20 de Julio para auxilio de la clase obrera.
De Real orden lo digo a V. I. para su cumplimiento. Dios guarde a V. I. muchos años. Madrid 16 de Agosto de 1905.
C. DE ROMANONES
Sr. Director general de Obras públicas.
GACETA DE MADRID 17 DE AGOSTO DE 1905

MINISTERIO DE AGRICULTURA, INDUSTRIA COMERCIO Y OBRAS PÚBLICAS

REAL ORDEN
S. M. el Rey (Q. D. G.), de conformidad con el acuerdo del Consejo de Ministros, y como adición a la primera y segunda parte del plan de obras extraordinarias de carreteras y caminos vecinales publicados en las Gacetas de Madrid de los días 1.° y 12 del mes actual, ha tenido a bien disponer que se ejecuten por administración las obras siguientes:
[…]
Carretera de Osuna a la de la Peña de los Enamorados a Campillos, trozo 1°; obras de afirmado, con un presupuesto de 49.619,79 pesetas y un gasto máximo probable en el año corriente de 20.000.
El coste de las referidas obras, como las expresadas en la Real orden de 28 del presente mes, publicado en la Gaceta del día 29, se aplicará al crédito extraordinario de 6.000.000 de pesetas concedido por el mencionado Real decreto de 20 de Julio último.
De Real orden lo digo a V. I. para su cumplimiento.
Dios guarde a V. I. muchos años. Madrid 31 de Agosto de 1905.
C. DE ROMANONES
Sr. Director general de Obras públicas.
GACETA DE MADRID 1 DE SEPTIEMBRE DE 1905

No pero no fue solo el plan de obras públicas, el conde de Romanones, al frente del ministerio de Agricultura, para atender a las apremiantes necesidades del momento, dio la posibilidad de facilitar crédito público para la sementera, ya que sin medios económicos para hacerla, “no habrá trabajo en otoño, ni después labores en primavera, ni más tarde cosecha, aun cuando el tiempo fuera bonancible”. (GACETA DE MADRID 23 DE AGOSTO DE 1905)

Para ello, los labradores debían organizarse en Sociedades mutuas agrícolas que puedan por medio del crédito público, adelantar a los asociados las cantidades necesarias para allegar las simientes, adquirir abonos, reponer los animales de trabajo y recobrar, los aperos, cosas tan indispensables para la próxima sementera”. Dicho crédito se obtendría a través del Banco de España, en unas cantidades proporcional a la garantía de los mismos labradores, asociados para su mutuo auxilio.

Esta medida según el ministerio, “salvará a colonos, aparceros, arrendatarios y propietarios pequeños de la ruina, creando al mismo tiempo trabajo para los obreros y abriendo a  la esperanza los horizontes de la próxima cosecha”.

En la Gaceta de Madrid del 12 de marzo de 1907, veinte meses después de la visita del conde de Romanones a Andalucía, se publicaba un informe por provincias, declaradas en crisis agraria, del estado de las inversiones para carreteras y caminos vecinales, del crédito extraordinario de 6.000.000 de pesetas, concedido por Real decreto de 20 de Julio de 1905, hasta el 31 de Diciembre del mismo año. 

De la zona próxima a Campillos aparecen:

  • Puerto de las Pedrizas a Málaga. —Sección segunda, trozo 2º
  • Sierra Yeguas a la estación de Gobantes. —Sección única, trozos 1°, 2° y 3°
  • El Saucejo a Peñarrubia. —Sección única, trozos 1°; 2° y 3°
  • Peñarrubia a estación de Álora. —Sección primera, entre Peñarrubia y Carratraca, trozos 1°, 2 y 3º
  • Bobadilla a la de Cuesta del Espino a Málaga por el Valle de Abdalajís y Almogía. Sección tercera, trozos 1°, 2º y 3°
  • Antequera a Archidona a la de Loja a Torre del Mar. —Sección segunda, trozos 1°, 2° y 3°
  • Puerto de Mataliebres a la Alameda por Mollina, con un ramal de Los Carvajales a Fuente Piedra. —Sección única, trozos 1°, 2°, 3° y 4°
  • Osuna a la de Peña de los Enamorados a Campillos. —Sección primera, trozos 1º, 2º y 3º

Como dice Baltasar Peña en su libro (página 110), “se consiguió en pocas semanas que se comenzaran los trabajos de las carreteras de Sierra Yeguas, Gobantes, Peñarrubia, Carratraca y explanación del Saucejo a Peñarrubia que, no sólo vinieron a solucionar el problema de la falta de trabajo planteado, sino que proporcionaron a Campillos una red radial de carreteras, convirtiéndolo en nudo de comunicaciones importantísimo, y que de una manera decisiva han contribuido al desarrollo y prosperidad de nuestra villa”.

EL CARDENAL MARCELO SPINOLA

Marcelo Spínola y Maestre, nació en San Fernando (Cádiz), el 14 de enero de 1835. Hijo de Juan Spínola Osorno, marqués de Spínola y capitán de fragata, y Antonia Maestre, también hija de marinos. Fue el segundo de ocho hermanos, pero siendo el primer varón, era el heredero del marquesado de su padre, aunque nunca tomó el título de marqués, ya que no llegó a satisfacer el impuesto especial correspondiente, por lo que quedó “vacante la expresada dignidad, a fin de que los que se consideren con derecho a ella puedan ejercitarle acudiendo al Ministerio de Gracia y Justicia”. Gaceta de Madrid 16 de febrero de 1870.

Debido a los traslados sucesivos de su padre por su profesión de militar, los estudios, de primaria y secundaria los realizó en distintos lugares de España. Estando destinada la familia a Alicante, comenzó sus estudios de Derecho en la Universidad de Valencia en 1849, y los terminó en Sevilla en 1852. Los culminó con el título de Doctor en Derecho, conseguido el 29 de junio de 1856.

Ese mismo año de 1956, fue destinado su padre, como comandante, al puerto de Huelva. Marcelo Spínola, con 21 años, abrió un bufete de abogado en la ciudad onubense, donde recibió el calificativo de “abogado de los pobres”, por su generosidad en llevar los pleitos de la gente humilde que no podía pagarle sus honorarios.

En junio de 1858 sintió la vocación religiosa y comenzó a estudiar Teología como alumno externo del Seminario hispalense. Ordenado sacerdote el 21 de mayo de 1864 por el cardenal Luis de la Lastra, arzobispo de Sevilla, celebró su primera misa en la iglesia del Oratorio de San Felipe Neri, el 3 de junio de 1864.

Fue capellán de la iglesia de la Merced de Sanlúcar de Barrameda, párroco de San Lorenzo en Sevilla. En 1879 fue nombrado canónigo de la catedral hispalense, y en 1881 obispo Auxiliar de la diócesis de Sevilla.

En agosto de 1884, su fecunda labor pastoral ya había traspasado las fronteras, y León XIII lo nombró obispo de Coria, Cáceres (Gaceta de Madrid 27 de agosto de 1884) y, aunque tuvo una estancia corta en ella, de apenas año y medio, le fue suficiente para recorrer una de las diócesis más pobre de España. A los tres meses de su llegada a la diócesis, emprende la visita a las Hurdes. Spínola las recorrerá montado en una mula, en jornadas de duro caminar.

Y en 1886 es nombrado obispo de Málaga (Gaceta de Madrid 20 de mayo de 1886). Siendo de constitución física muy frágil, flaco y pálido, y alimentándose poquísimo, sin embargo pudo desplegar una gran actividad, predicando continuamente, recibiendo a todos y dirigiendo los asuntos de las diócesis.

Se le concede la Gran Cruz de Isabel la Católica (Gaceta de Madrid 28 de agosto de 1886)

El obispo se identifica con el pueblo y, de su lado, trabaja por solucionar problemas y apagar el hambre. Proporciona comida, en colaboración con la autoridad civil a cientos de malagueños hambrientos. Consigue abrir el Asilo de Nuestra Señora de la Merced, para dar cobijo a los sin techo. En 1891 bendice el edificio que levantan en El Limonar las Hermanas Carmelitas de San Juan de Dios, para niñas huérfanas, donde reciben pan y cultura. Así mismo abre las Escuelas Dominicales y las Escuelas Nocturnas para jóvenes obreras. Consiguió la llegada a Málaga de los Padres Salesianos para la enseñanza de obreros especializados. Y en fin, visitaba de continuo los hospitales, las cárceles, para confortar a los enfermos y a los detenidos; y compartía con los pobres todo lo que había en su casa.

En Febrero de 1891, los obispos de la zona de Granada lo eligen su representante en el Senado de España.

El 1 de Noviembre de 1895 muere el Cardenal de Sevilla D. Benito Sanz y Forés, y D. Marcelo Spínola recibe el nombramiento de Arzobispo de Sevilla (Gaceta de Madrid 15 de noviembre de 1895), llegando allí cargado con los recuerdos de su primera estancia en la ciudad. En la estación, le despidió la ciudad entera de Málaga, y en la estación de Bobadilla, muchas representaciones oficiales.


Preocupado por la formación de sacerdotes y seminaristas, logró de la Santa Sede que el Seminario hispalense fuese elevado al rango de Universidad Pontificia, con la facultad de conferir los grados académicos de licenciado y doctor en Filosofía, Teología y Derecho Canónico (1897), y de la duquesa de Montpensier, María Luisa Fernanda de Borbón, la donación testamentaria del magnífico palacio de San Telmo, que se estrenó como Seminario el curso 1901- 1902. Hoy es la sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía.

Fundó El Correo de Andalucía, que salió a la calle el 1 de febrero de 1899, con un editorial en el que se decía que dicho periódico no era “ni carlista ni integrista, sino eminentemente católico y noticiero”.

Cuando sobrevino la sequía de 1905, con una situación desesperante de paro, hambre y calamidades para los más pobres, don Marcelo Spínola, tomó la decisión: de organizar cocinas económicas que paliaran el hambre de la gente, y salió a la calle, como un mendigo, pidiendo limosnas para los pobres. Buscó real a real, las pesetas necesarias para remediar el hambre de los desesperados, hasta que llegara la solución gubernamental. Decía que “con arena se forman las montañas

Santiago Montoto, en el ABC del 7 de octubre de 1958, recuperó el testimonio de humildad del arzobispo Marcelo Spínola, que estando gravemente enfermo salió dos días de agosto a la calle para pedir limosnas para los obreros hambrientos.

Aquel mes de Agosto de 1905 el arzobispo Spínola hace frente a la triste realidad rural sevillana. El día 18 convoca en el Palacio Arzobispal a un grupo de personas para organizar la ayuda más urgente: suscripciones públicas, cocinas económicas…Y el primero que sale a la calle a pedir limosnas es don Marcelo. No faltan las almas piadosas que se escandalizan, pero el Arzobispo de Sevilla era firme en sus propósitos: “Iré a todas partes, recurriré a todo, me desprenderé de lo poco que tengo para remediar el hambre de mis diocesanos”. Y allá fue don Marcelo Spínola de puerta en puerta, por tabernas y barberías, por casinos y plazas de abasto, por comercios y palacios, por los corrales…”Iba destocado; sobre sus hombros llevaba la capa morada de lanilla; el sol lo abrasaba; el sudor bañaba su rostro, lívido, sofocado por el calor; en los labios su inefable sonrisa; su caminar era lento; andaba por calles céntricas y por los barrios bajos; entraba en los palacios y bajaba a los tugurios; visitaba casinos y entraba en las tabernas. En todas partes tendía su mano esquelética pidiendo para los pobres hambrientos, y en todas partes ni uno solo le negó el consuelo que pedía”.

Don Marcelo Spínola estaba muy enfermo y la fiebre se unía al sofocante calor de aquel mes de agosto sevillano. La Junta de Sevilla contra el hambre, que constituyó, reunió 327.895 pesetas. De todos los lugares del mundo llegaron donativos para los pobres. El ejemplo de don Marcelo había conmovido a medio mundo. El gobierno quiso condecorarlo, pero él respondió: “No he hecho otra cosa que cumplir con mis deberes de obispo”

En la necrológica del doctor Gabriel Lupiañez y Estévez, que se publicó en El Correo de Andalucía, el 20 de septiembre de 1929, se recuerda que el médico acompañó al arzobispo Spínola cuando salió a las calles de Sevilla a pedir limosnas, y dejó escrito como testimonio de aquella experiencia que, en aquellos días, que don Marcelo tenía una fiebre alta, y que como médico, le aconsejó que guardara reposo. La respuesta del prelado fue inapelable: «Ni pensarlo, Gabriel. Si ahora supiera que en la Cruz del Campo había una peseta para los pobres, iría inmediatamente por ella». El doctor Gabriel Lupiañez, añadió: «Al fin del mundo iría este señor por pan para los pobres, a pesar de la fiebre, del calor y del mundo entero que lo quisiera estorbar, y después de ir por pan, se iría al cielo y quizás nos lleve a todos nosotros».

El 23 de Octubre de1905 es nombrado Cardenal, por S.S. Pío X, y el 31 de diciembre, en Madrid, el rey Alfonso XIII le colocó la birreta cardenalicia.

El arzobispo Spínola recibió el capelo cardenalicio demasiado tarde, tanto que ni siquiera pudo a ir al Vaticano a postrarse ante el Papa. Fue un reconocimiento tardío.

Flaco y decaído, sufrió a causa de este viaje a Madrid, que repitió el 12 de enero de 1906 para asistir en la Corte a la boda de la hermana del Rey, la infanta María Teresa. Su salud se debilita a grandes pasos y fallece el 19 de Enero de 1906, a los 71 años.

Dejó escrito en su testamento que no se olvidaran de su pobreza, que no le enterraran con pompa y lujo, que no se pronunciara oración fúnebre, que no embalsamaran su cadáver, ni se erigiera sepulcro en capilla alguna... Pero no fue así.

Los restos mortales de Spínola fueron llevados a hombros, en procesión, desde el Palacio Arzobispal hasta la Catedral, entrando por la puerta del Baptisterio, para seguir hasta la cripta del Sagrario, donde estuvo hasta 1913, cuando fueron trasladados al mausoleo de la capilla de los Dolores. El Ejército le rindió honores de Capitán General.

MINISTERIO DE LA GUERRA

REAL DECRETO

Deseando dar una muestra del aprecio que Me merecen los eminentes servicios prestados a la Iglesia y al Estado por el Cardenal, Arzobispo de Sevilla, D. Marcelo Spínola y Maestre, cuyo fallecimiento ha tenido lugar en el día de ayer en dicha capital de acuerdo con el Consejo de Ministros,

Vengo en disponer que al cadáver del expresado Cardenal se le tributen los honores fúnebres que las Reales Ordenanzas señalan en su título, 5°, tratado 3.°, para el Capitán General de Ejército que muere en una plaza en la que tiene mando en Jefe.

Dado en Palacio a veinte de Enero de mil novecientos seis.

ALFONSO

El Ministro de la Guerra

Agustín Luque.

GACETA DE MADRID 21 DE ENERO DE 1906

Tuvo siempre fama de santo, por ello en 1956 se abrió el proceso de beatificación, que culminó con la beatificación celebrada por el Papa Juan Pablo II, en la Basílica Vaticana el 29 de marzo de 1987. Para los sevillanos fue santo desde mucho antes de morir, y quienes visitan la Catedral pueden ver que en la capilla de los Dolores, donde está su sepulcro, casi siempre hay ramos de flores y gentes rezando.

Campillos pertenecía por esas fechas a la Archidiócesis de Sevilla, pasando el 25 de enero de 1958 a la Diócesis de Málaga, junto con Sierra Yeguas, Alameda, Peñarrubia, Teba, Almargen, Cañete la Real y Ardales.

Baltasar Peña, dice en su libro “La pequeña historia de la villa de Campillos” (páginas 110 y 111):

El entonces Eminentísimo y Reverendísimo Sr. Arzobispo de Sevilla, Don Marcelo Spínola, se hizo eco de las necesidades de este pueblo de su feligresía, aportando todo el tiempo que duró la calamidad un pan para cada familia que se encontraba sin trabajo.

No es necesario destacar la caridad inagotable de dicho Prelado, tan conocida de todos; el pueblo de Campillos, en recordación de ello y para unirse también al júbilo y satisfacción experimentados al saber su exaltación al cardenalato, acordó, que la plaza Mayor de esta villa se llamara en lo sucesivo Plaza del Cardenal Spínola.

Pero no fue solo en Campillos; hubo muchas poblaciones que le pusieron su nombre a alguna calle o plaza. Tal es el caso actualmente, que yo sepa, de Cañete la Real, Puebla de Cazalla, Écija, Marchena, Morón, El Saucejo, San Fernando, Sevilla, Málaga, etc.

Con respecto a la Plaza del Cardenal Spínola en Campillos, actual Plaza de España, quiero decir que se le puso ese nombre en 1905, y lo mantuvo hasta 1931, que con  la llegada de la Segunda República, pasó a llamarse Plaza de la Libertad. En septiembre de 1936, volvió a llamarse del Cardenal Spínola, hasta que con la muerte de Franco, se pasó a llamar Plaza de España. El Cardenal Spínola, ha pasado de tener la plaza más importante de Campillos, al olvido total.

Baltasar Peña, que en su libro dice (página 111):

En este año se operó una profunda renovación en nuestra agricultura. Muchos labradores conscientes de sus deberes, ante la necesidad de dar trabajo a los obreros en paro, comenzaron la apertura de hoyos para plantar nuevos olivares, con lo cual, no sólo se solucionaban las necesidades del momento, sino que mejoraban notablemente sus fincas. Una calamidad iba a ser causa de futuras riquezas. Más de dos mil fanegas de tierra calma o cerealista, pasaron de esta forma a transformarse en el transcurso de pocos años en frondosos olivares que equilibraron la producción y el trabajo de nuestro suelo. Dios concedió una vez más el ciento por uno a aquellos labradores que a la par que hacían una obra de caridad vieron incrementadas sus fortunas con transformación tan importante.

El año 1906, compensó con una espléndida cosecha las privaciones del anterior.

Termino con las Memorias de Federico Manzano Sancho:

Éste fue un año pésimo porque no llovió nada, de tal manera de que ni nació ni se recolectó ningún producto, originándose una falta de trabajo que me imagino sería desastrosa para el obrero, dado el concepto que en aquella época se tenía de la propiedad. Únicamente sé que se repartía mucho pan y que el Cardenal Spínola, Arzobispo de Sevilla, hizo esfuerzos inauditos para salvar esa situación. Quedó el refrán para lo malo de “ERES PEOR QUE EL AÑO CINCO”.

Comentarios

  1. Encomiable trabajo de investigación y acopio de datos. Es de lamentar el triste final del presente artículo, comprobar como la política local al dar nuevo nombre a la Plaza, solapa la obra magna de este Cardenal. ¡Enhorabuena Bartolo¡

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