DICIEMBRE DE 1930. LA INSURRECCIÓN DE JACA Y SUS CONSECUENCIAS EN TEBA Y CAMPILLOS
La Crónica anterior, «1930, LAS HUELGAS CAMPESINAS EN CAMPILLOS Y ANTEQUERA,…» la finalicé diciendo que el 12 de diciembre de 1930 se produciría un intento de golpe de Estado contra la monarquía, que se inició en Jaca (Huesca), y que conllevó el fusilamiento de dos de sus cabecillas, los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández. Sobre ese hecho, añadido al que se produjo en el aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid por el comandante Ramón Franco y el general Gonzalo Queipo de Llano, y las consiguientes huelgas por los fusilamientos, que se produjeron en toda España, incluyendo Málaga, Campillos y Teba, hablaré en esta Crónica.
https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2023/12/las-huelgas-campesinas-en-campillos-y.html
La dimisión del general Primo de Rivera, provocó un terremoto en la política española, que hizo que el sentimiento republicano se reactivase. Conocidas figuras monárquicas como Miguel Maura, José Sánchez Guerra, Niceto Alcalá-Zamora y Ángel Ossorio, abandonaron la defensa de la monarquía para pasarse al republicanismo, con la clara intención de derribar al rey Alfonso XIII y organizar un Gobierno republicano. Estos nuevos republicanos, quisieron aprovechar la fuerza y organización del socialismo, y formalizaron una alianza con ellos, que fructificó en el «Pacto de San Sebastián»
Este pacto surgió de una reunión que tuvo lugar en la ciudad vasca de San Sebastián el 17 de agosto de 1930, promovida por Niceto Alcalá-Zamora y Miguel Maura. A esta reunión enviaron representantes prácticamente todas las corrientes republicanas, nacionalistas y radicales. Asistió también el socialista Indalecio Prieto, pero a título particular. La importancia de este acto, puede juzgarse por el hecho de que los que participaron en la reunión, Alejandro Lerroux, Manuel Azaña, Alcalá-Zamora, Miguel Maura, Casares Quiroga, Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos..., se convertirían, unos meses después, en el primer Gobierno provisional de la Segunda República.
En dicha reunión, se acordó formar un Comité revolucionario presidido por Alcalá-Zamora, destinado a acabar con la monarquía y sustituirla por una república. Alentado por este Comité, España se fue, poco a poco, llenando de comités provinciales, bajo el control de Madrid, que por medio de delegados llevaban instrucciones y recogían impresiones de estos comités locales.
La conspiración republicana comenzaría a actuar desde Madrid, a partir del mes de septiembre. El centro neurálgico del movimiento revolucionario, se ubicó en el Ateneo madrileño, cuyo presidente era Manuel Azaña, donde se celebraban las reuniones de dicho Comité, y era donde se recibían las visitas de los emisarios de provincias, que traían detalles de las organizaciones provinciales y locales.
Una de las primeras medidas que tomó el Comité, fue crear un Gobierno provisional de la futura república, que estaría presidido por Niceto Alcalá-Zamora, y en el que cada miembro del Comité, asumía una cartera ministerial.
Desde algunos estamentos militares también conspiraba. El general Gonzalo Queipo de Llano era uno de los más entusiastas, el militar más asiduo a las reuniones del Ateneo, y el más activo propagandista del alzamiento entre las guarniciones provinciales. Queipo era una persona muy impetuosa y con una boca muy “ligera”, como se pudo comprobar posteriormente durante la Guerra civil. El general Primo de Rivera lo había pasado a la reserva, por decir que las siglas del partido “Unión Patriótica” (U. P.) fundado por el dictador, también podían significar “Urinario Público”. El nuevo presidente del gobierno, el general Dámaso Berenguer, se negó también a ponerle de nuevo en situación de activo.
Otro conspirador militar era el comandante Ramón Franco, el hermano pequeño del general Francisco Franco, por aquellas fechas mucho más famoso que su hermano mayor, debido al espectacular vuelo que realizó a primeros de 1926, a través del Atlántico Sur, en un hidroavión Dornier Wal, el «Plus Ultra». Este vuelo, el primero que cruzaba el Atlántico Sur, pasó a la historia como uno de los grandes hitos de la aviación mundial. El comandante Franco, a su vuelta, fue condecorado por Alfonso XIII.
EL PACTO DE SAN SEBASTIÁN
La dimisión del general Primo de Rivera, provocó un terremoto en la política española, que hizo que el sentimiento republicano se reactivase. Conocidas figuras monárquicas como Miguel Maura, José Sánchez Guerra, Niceto Alcalá-Zamora y Ángel Ossorio, abandonaron la defensa de la monarquía para pasarse al republicanismo, con la clara intención de derribar al rey Alfonso XIII y organizar un Gobierno republicano. Estos nuevos republicanos, quisieron aprovechar la fuerza y organización del socialismo, y formalizaron una alianza con ellos, que fructificó en el «Pacto de San Sebastián»
Este pacto surgió de una reunión que tuvo lugar en la ciudad vasca de San Sebastián el 17 de agosto de 1930, promovida por Niceto Alcalá-Zamora y Miguel Maura. A esta reunión enviaron representantes prácticamente todas las corrientes republicanas, nacionalistas y radicales. Asistió también el socialista Indalecio Prieto, pero a título particular. La importancia de este acto, puede juzgarse por el hecho de que los que participaron en la reunión, Alejandro Lerroux, Manuel Azaña, Alcalá-Zamora, Miguel Maura, Casares Quiroga, Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos..., se convertirían, unos meses después, en el primer Gobierno provisional de la Segunda República.
En dicha reunión, se acordó formar un Comité revolucionario presidido por Alcalá-Zamora, destinado a acabar con la monarquía y sustituirla por una república. Alentado por este Comité, España se fue, poco a poco, llenando de comités provinciales, bajo el control de Madrid, que por medio de delegados llevaban instrucciones y recogían impresiones de estos comités locales.
La conspiración republicana comenzaría a actuar desde Madrid, a partir del mes de septiembre. El centro neurálgico del movimiento revolucionario, se ubicó en el Ateneo madrileño, cuyo presidente era Manuel Azaña, donde se celebraban las reuniones de dicho Comité, y era donde se recibían las visitas de los emisarios de provincias, que traían detalles de las organizaciones provinciales y locales.
Una de las primeras medidas que tomó el Comité, fue crear un Gobierno provisional de la futura república, que estaría presidido por Niceto Alcalá-Zamora, y en el que cada miembro del Comité, asumía una cartera ministerial.
Desde algunos estamentos militares también conspiraba. El general Gonzalo Queipo de Llano era uno de los más entusiastas, el militar más asiduo a las reuniones del Ateneo, y el más activo propagandista del alzamiento entre las guarniciones provinciales. Queipo era una persona muy impetuosa y con una boca muy “ligera”, como se pudo comprobar posteriormente durante la Guerra civil. El general Primo de Rivera lo había pasado a la reserva, por decir que las siglas del partido “Unión Patriótica” (U. P.) fundado por el dictador, también podían significar “Urinario Público”. El nuevo presidente del gobierno, el general Dámaso Berenguer, se negó también a ponerle de nuevo en situación de activo.
Otro conspirador militar era el comandante Ramón Franco, el hermano pequeño del general Francisco Franco, por aquellas fechas mucho más famoso que su hermano mayor, debido al espectacular vuelo que realizó a primeros de 1926, a través del Atlántico Sur, en un hidroavión Dornier Wal, el «Plus Ultra». Este vuelo, el primero que cruzaba el Atlántico Sur, pasó a la historia como uno de los grandes hitos de la aviación mundial. El comandante Franco, a su vuelta, fue condecorado por Alfonso XIII.
El comandante Franco, sin embargo, se indispuso tanto con el rey como con el dictador Primo de Rivera, tras su fracasado vuelo a Nueva York en julio de 1929. A su regreso, él y sus compañeros fueron investigados por emplear un hidroavión distinto al que la Corona había aprobado para tal aventura, y que se había presentado a nivel mundial como cien por cien fabricado en España. Ramón Franco fue dado de baja en Aviación y pasado a la reserva.
Ramón Franco ingresó en la «Asociación Militar Revolucionaria», una organización clandestina que estaba en contacto con los partidos republicanos. El 11 de octubre fue detenido y llevado a la prisión militar, por su conexión con un intento de revuelta republicana. Sin embargo, el 24 de noviembre conseguiría fugarse de la prisión.
Gonzalo Queipo de Llano y Ramón Franco |
El Comité revolucionario o mejor, el Gobierno provisional, nacido del «Pacto de San Sebastián», después de varios retrasos provocados por diversas causas, fijó la fecha definitiva del 12 de diciembre de 1930, para dar un golpe militar que derribara la monarquía e implantara la república. Se acordó, que los sindicalistas debían declarar para ese día, una huelga general revolucionaria en toda España, singularmente en Madrid, lo cual facilitaría a los militares insurrectos su labor.
Este detalle era muy importante, ya que el fracaso del levantamiento en Madrid fue debido a un desacuerdo con esta orden, y fue motivo de agrias y reiteradas discusiones entre los dirigentes socialistas. Discutían en si el acuerdo de huelga se adoptó subordinando su declaración a la previa salida a la calle de los militares comprometidos, o si era al revés.
Para ese día, a todos los miembros del Gobierno provisional, se les había destinado un lugar de la geografía nacional desde donde, por medio de enlaces, pudieran supervisar y controlar el desarrollo del alzamiento. Para esa fecha, cada uno debía encontrarse en su lugar prefijado.
Sin embargo, a última hora, se decidió retrasar la sublevación unos días, según parece a petición de la guarnición de Valencia. Ese último e inesperado aplazamiento, estaba llamado a producir consecuencias nefastas para el éxito de la operación.
EL LEVANTAMIENTO EN JACA (HUESCA)
El capitán de Infantería Fermín Galán Rodríguez (1899), había nacido en San Fernando (Cádiz). Como teniente de la Legión, había participado en la guerra de Marruecos, donde fue gravemente herido. Ya en junio de 1926, había participado en el fracasado intento de golpe de estado contra la dictadura del general Primo de Rivera, lo que le supuso, tras un Consejo de guerra, seis años de condena en el castillo de Montjuic, donde tendría ocasión de intimar con destacados líderes del anarquismo catalán.
Cuando llevaba cumplidos tres años y medio de reclusión, se produjo la dimisión de Primo de Rivera, y, gracias a la amnistía decretada por el general Berenguer, salió de la cárcel y solicitó su reincorporación al servicio activo. En junio de 1930, con el grado de capitán, fue destinado al Regimiento de Infantería Galicia n.º 19 con guarnición en la ciudad de Jaca (Huesca), una plaza considerada como lugar de castigo.
El capitán Fermín Galán, pertenecía a un grupo de militares jóvenes, cuya ideología próxima a la CNT, y según algunos autores, era el “típico extremista de izquierdas”, como la mayoría de los anarquistas “cuya propaganda leía” (Stanley Payne).
A pesar de que el Comité revolucionario, presidido por Alcalá-Zamora, parece ser que avalado por Alejandro Lerroux, designó al capitán Galán como su delegado para todo Aragón, dicho Comité desconfiaba de Galán. Sus relaciones con él, habían sido tema constante de discusión. Según Miguel Maura, miembro del Comité, “estábamos seguros que acabaría por obrar a su antojo […]. Y así, desgraciadamente ocurrió”.
El propio Lerroux dijo de él, en su libro «La pequeña historia», página 88
“Dos veces intervine para calmar y contener la impaciencia de Galán. Poco antes del suceso le llamé a Madrid para tratar del asunto. Marchó impresionado, al parecer, por mis argumentos. Pero era un alma de fuego y un temperamento impresionable. Después se reunía con la juventud revolucionaria, tan movida y lanzada en aquel tiempo, y regresaba a sus cuarteles más incendiado que nunca.”
También Fermín Galán desconfiaba de los miembros del Comité; consideraba a sus miembros “moderados y poco eficaces” y entendía que “si nosotros no empezamos, ellos no empezarán nunca”. Manifestaba una impaciencia que le llevaba a presionar constantemente al Comité.
Cuando se decidió atrasar unos días el inicio de la insurrección, el Comité envió varios mensajeros para comunicar personalmente a Galán que debía esperar. No estando seguros que obedeciera, mandó a Santiago Casares Quiroga, miembro del Comité, para transmitirle personalmente las órdenes, y evitar un levantamiento precipitado.
Al mediodía del jueves 11 de diciembre, Casares salió en automóvil de Madrid en dirección a Jaca. Se entretuvo a cenar en Huesca, y cuando llegó a Jaca, ya iniciada la madrugada del día 12, se fue a dormir en lugar de contactar con Fermín Galán, lo que provocó el desastre. Cuando despertó, ya todo estaba en marcha.
Se discute por los propios protagonistas, cual es la verdad de cómo sucedió ese hecho. Hay quien afirma que Galán fue informado, si no por Casares por otros enviados, pero que al no ponerse en contacto con él el miembro del Comité, optó por proseguir con los planes.
Lo cierto es que la madrugada del 12 de diciembre, el capitán Fermín Galán, subleva al Regimiento de Infantería Galicia nº 19 del cuartel de la Victoria, y proclama la República en Jaca, dando al traste con los planes del Comité.
Sorprenden en sus domicilios al general gobernador de la plaza, al coronel del regimiento Galicia nº 19 y al teniente coronel del batallón de La Palma nº 8, así como a otros jefes y oficiales que dormían alojados en la Ciudadela de Jaca. Aunque la resistencia opuesta al alzamiento fue escasa, se produjeron tres muertos (el sargento de la guardia civil, comandante del puesto, y dos Carabineros), y varios heridos en los enfrentamientos callejeros de los rebeldes con los leales al gobierno.
Cuando se decidió atrasar unos días el inicio de la insurrección, el Comité envió varios mensajeros para comunicar personalmente a Galán que debía esperar. No estando seguros que obedeciera, mandó a Santiago Casares Quiroga, miembro del Comité, para transmitirle personalmente las órdenes, y evitar un levantamiento precipitado.
Al mediodía del jueves 11 de diciembre, Casares salió en automóvil de Madrid en dirección a Jaca. Se entretuvo a cenar en Huesca, y cuando llegó a Jaca, ya iniciada la madrugada del día 12, se fue a dormir en lugar de contactar con Fermín Galán, lo que provocó el desastre. Cuando despertó, ya todo estaba en marcha.
Se discute por los propios protagonistas, cual es la verdad de cómo sucedió ese hecho. Hay quien afirma que Galán fue informado, si no por Casares por otros enviados, pero que al no ponerse en contacto con él el miembro del Comité, optó por proseguir con los planes.
Lo cierto es que la madrugada del 12 de diciembre, el capitán Fermín Galán, subleva al Regimiento de Infantería Galicia nº 19 del cuartel de la Victoria, y proclama la República en Jaca, dando al traste con los planes del Comité.
Sorprenden en sus domicilios al general gobernador de la plaza, al coronel del regimiento Galicia nº 19 y al teniente coronel del batallón de La Palma nº 8, así como a otros jefes y oficiales que dormían alojados en la Ciudadela de Jaca. Aunque la resistencia opuesta al alzamiento fue escasa, se produjeron tres muertos (el sargento de la guardia civil, comandante del puesto, y dos Carabineros), y varios heridos en los enfrentamientos callejeros de los rebeldes con los leales al gobierno.
Una vez controlada la situación en Jaca, se procedió a la requisa de unos cincuenta camiones para el transporte de la tropa. No había tal cantidad de vehículos en el pueblo, pero ese día era viernes, y se celebraba mercado en Jaca, por lo que pudieron requisar los vehículos de los comerciantes que acudieron al mismo.
La columna, mandada por Galán, partió por carretera sobre las 14,30 horas hacia Ayerbe, para desde esta localidad continuar la marcha hacia Huesca. La tardanza con que la columna partió de Jaca y el lentísimo transcurrir de la misma, propició que el Gobierno pudiera tomar las medidas necesarias para hacer frente a los sublevados.
Los soldados de la columna, ignoraban de qué se trataba. Les dijeron que se había proclamado la República en Madrid, en Barcelona, y en toda España, y que era necesario realizar un movimiento de apoyo a los soldados de la guarnición de Huesca. En la columna iban muchos paisanos, que se habían vestido con un uniforme militar.
Según Miguel Maura “todo el secreto del éxito de la empresa que emprendió Galán, al amanecer del día 13, estribaba en llegar a Huesca en horas y lograr hacerse con la guarnición de esta plaza”
El plan inicial era tomar Huesca, en donde se les uniría el regimiento de Artillería, posteriormente se amagaría con ir hacia Zaragoza, cuando en realidad marcharían a Lérida, y desde allí continuar hasta Barcelona, donde esperaba contar con la colaboración de la CNT.
De hecho, en Lérida, tras el fracaso de la sublevación, el gobierno procedió a disolver el Regimiento Navarra, acusado de haber estado implicado en el alzamiento de Jaca y de "ser un nido de republicanos".
El gobierno del general Berenguer, estaba muy al tanto de los movimientos del capitán Fermín Galán. Así se lo hizo saber en una carta al mismo Galán, dos semanas antes, el general Emilio Mola, entonces director de la Dirección General de Seguridad, al que conocía desde los años de la Guerra de África.
Madrid, 27 de noviembre de 1930
Señor don Fermín Galán – JACA
Mí distinguido capitán y amigo:
Sin otros títulos para dirigirme a usted que el de compañero y el de la amistad que me ofreció en agradecimiento por mi intervención en el violento incidente de “Cudia Mahfora”, le escribo. Sabe el Gobierno y sé yo sus actividades revolucionarias y sus propósitos de sublevarse con tropas de esa guarnición: el asunto es grave y puede acarrearle daños irreparables. El actual Gobierno no ha asaltado el poder, y a ninguno de sus miembros puede echársele en cara haber tomado parte en movimientos de rebelión: tienen, pues, las manos libres para dejar que se aplique el Código de Justicia Militar inflexiblemente sin remordimiento de haber sido ellos tratados con menor rigor. Eso, por un lado; por otro, recuerde que nosotros no nos debemos ni a una ni a otra forma de gobierno, sino a la Patria, y que los hombres y armas que la Nación nos ha confiado no debemos emplearlos más que en su defensa. Le ruego medite sobre lo que le digo, y, al resolver, no se deje guiar por un apasionamiento pasajero, sino por lo que le dicte su conciencia. Si hace algún viaje a Madrid, le agradecería tuviera la bondad de verme. No es el precio a la defensa que de usted hice ante el general Serrano, ni menos una orden; es simplemente el deseo de su buen amigo que le aprecia de veras y le abraza, Emilio Mola.
En el camino, de Ayerbe a Huesca, en la noche del día 12 al 13 de diciembre, la columna es interceptada por tropas leales al gobierno que habían salido de Huesca y Zaragoza. Las fuerzas eran muy desiguales. Las tropas gubernamentales comienzan el ataque con fuego de artillería y fusilería. Cuando suena los primeros disparos, se produce una desbandada general en la columna de los rebeldes.
En la refriega, que apenas dura hora y media, hubo cuatro muertos, y más de una veintena de heridos. El número de prisioneros hecho fue de unos quinientos. El capitán Fermín Galán, aunque logró huir en un coche, se entregó posteriormente a las autoridades.
El gobierno de Berenguer estableció ese día la censura de prensa, según dijo “únicamente por dos o tres días, y que no pasaba nada grave”. Recalcaba que “en ninguna otra provincia, ni capital de España fue alterado el orden”
Ese día en Zaragoza, al conocer lo sucedido, se declaró la huelga general.
«Durante el sábado el paro se generalizó de manera extraordinaria; únicamente salieron algunos tranvías […] pero conducidos por militares y obreros esquiroles y custodiados por tropas […]. Hasta los cafés cerraron sus puertas faltos de personal […] el servicio, que se prestó al público en algunos establecimientos por los dueños, encargados y botones, y en otros por grupos de jóvenes de conocidas familias zaragozanas […] La huelga cundió en todas las fábricas, talleres, obras.»
El día 14 de diciembre a las nueve de la mañana, en un juicio sumarísimo (Causa nº 327/1930), presidido por el general de brigada Arturo Lezcano, celebrado en Huesca, en el cuartel Pedro I, y que solo duró unos cuarenta minutos, se declara al capitán Galán y al capitán Ángel García Hernández, reos de alta traición y se los condena a muerte. Al resto de los acusados se les condenó a cadena perpetua, con la accesoria de pérdida de empleo.
En el banquillo de los acusados se sentaban los capitanes Fermín Galán, Ángel García Hernández y Luis Salinas García, los tenientes Manuel Muñiz Izquierdo y Miguel Fernández Gámez y el alférez Evaristo Gisbert Bay.
Le fue impuesta la pena de muerte a Fermín Galán, por considerársele jefe de la rebelión militar, y al capitán Ángel García Hernández (1900), por suponer que llevaba el mando de la compañía de ametralladoras en la columna.
A las 11,30 el capitán general de Aragón, D. Jorge Fernández de Heredia, comunica la sentencia al Gobierno. Desde Madrid le piden que espere. Tras un consejo de ministros, a las 13,30 el presidente del gobierno, el general Berenguer, comunica al capitán general que proceda a ejecutar la sentencia. En el consejo de ministros, no todos estuvieron de acuerdo con la decisión tomada.
Ese mismo día, a las tres y diez de la tarde, ambos capitanes fueron fusilados en Huesca, en las tapias del antiguo polvorín del camino viejo de Fornillos. A diferencia de Galán, García Hernández aceptó los auxilios espirituales.
El fusilamiento de los dos capitanes fue un mayúsculo error del régimen monárquico, de tal modo que la derrota militar se transformó, por obra y gracia de la sangre derramada, en un triunfo moral de los republicanos. Ambos capitanes se convirtieron en verdaderos iconos del republicanismo español, pasando a ser considerados como mártires de la causa republicana. Ello despertó en todo el país un sentimiento contrario a la monarquía que se extendería rápidamente, lo que precipitaría el curso de los acontecimientos con la llegada, cuatro meses después, de la Segunda República.
Cuando se proclamó la Segunda República, en Campillos, la corporación repúblicana, en el pleno del 20 de junio de 1931, acordó poner dos calles con sus nombres: la calle Lavados pasó a llamarse Fermín Galán, y la calle San Sebastián, Ángel García Hernández, y en el pleno del 2 de noviembre de 1931, se acordó nombrar alcalde honorario de Campillos, a D. Pío Díaz Pradas, alcalde de Jaca durante los días de la revolución de diciembre de 1930.
Miguel Maura, en su libro «Así cayó Alfonso XIII», dice en la página 110:
Cuando se proclamó la Segunda República, en Campillos, la corporación repúblicana, en el pleno del 20 de junio de 1931, acordó poner dos calles con sus nombres: la calle Lavados pasó a llamarse Fermín Galán, y la calle San Sebastián, Ángel García Hernández, y en el pleno del 2 de noviembre de 1931, se acordó nombrar alcalde honorario de Campillos, a D. Pío Díaz Pradas, alcalde de Jaca durante los días de la revolución de diciembre de 1930.
Miguel Maura, en su libro «Así cayó Alfonso XIII», dice en la página 110:
«Lo ocurrido en Jaca fue un lamentable error, la locura de un exaltado, que redimió su grave culpa dejándose matar en vez de escapar, lo que le valió entrar en la Historia por la puerta roja de los mártires, cuando, en realidad, sólo censuras merecía, por su insubordinación, por su ligereza y por la ausencia total de capacidad en el mando de la acción revolucionaria. [...] Ni política, ni estratégica, ni militarmente tiene la menor justificación la aventura de Fermín Galán».
Y, más adelante, en las páginas 111 y 112, Miguel Maura, refiriéndose a lo que Casares Quiroga contó a los miembros del Gobierno Provisional, cuando se encontraban detenidos en la cárcel Modelo de Madrid, puntualiza:
«De su relato detallado vinimos a sacar la convicción de que Galán había pretendido locamente llevar por su cuenta, y sin contacto alguno con nosotros, una revolución de carácter anárquico. Amigos de Galán, presos en la cárcel de Huesca, le habían referido que tenía preparados los decretos y las órdenes para instaurar un gobierno libertario que pensaba había de residir en Zaragoza, hasta el momento de entronizarlo en Madrid, pura locura propia de un desequilibrado. Cuanto nos dijo Casares, quedó luego confirmado.[…] Hacer de Galán el protomártir de la Segunda República es quizá muy emocionante y muy poético, pero es una falsedad histórica, Galán no fue otra cosa que un anarquista suelto y desbocado, que hizo con su conducta grave daño a la República, daño sin duda irreparable y definitivo de no haber estado ya desahuciada la Monarquía».
Los sucesos de Jaca, ocurrieron el sábado 13 por la mañana, y las autoridades gubernativas cuidaron de que nada trascendiese al público hasta tener dominada la situación. La mañana del domingo 14, en Madrid y en el resto de las provincias, prácticamente se ignoraba lo que había ocurrido el día anterior en Jaca. Solo se conocían algunos detalles, pero sin la menor precisión, y por supuesto nada del fusilamiento, que no se produjo hasta primera hora de la tarde.
Al atardecer del sábado, se reunió el Comité revolucionario en el Ateneo de Madrid. Así lo cuenta Largo Caballero en el libro «Escritos de la República» (página 16):
Efectivamente, en el Ateneo se encontraba la mayoría del Comité; de la información recibida resultaba que, imprescindiblemente, la huelga general debía comenzar el lunes (15); los militares saldrían de los cuarteles a las ocho de la mañana; era sábado. ¿Cómo comunicar la orden a los trabajadores? En la Casa del Pueblo, por ser más de media noche, ya no habría nadie; pero el domingo se verificaba en el teatro Alcázar un festival al cual estaban invitadas todas las Juntas Directivas de sociedades obreras. Largo Caballero fue al teatro Alcázar, habló con De Gracia, Trífón Gómez, Murrio y otros directivos, diciéndoles que al día siguiente debía declararse el paro general, pero que éste habría de ser pacífico; que se imprimiesen unas hojas y se repartieran en las afueras de Madrid al tiempo que los obreros se dirigiesen al trabajo, aconsejándoles que no provocasen incidentes. A provincias debían mandar delegados con las mismas instrucciones.
Esa mañana del domingo 14 de diciembre, comenzaron las detenciones de los miembros del Comité revolucionario, que fueron conducidos a la Cárcel Modelo. Los primeros fueron Miguel Maura, Alcalá-Zamora y Álvaro de Albornoz. A Casares Quiroga lo detuvieron en Huesca. Dos días más tarde, la mañana del día 17, los socialistas Largo Caballero y Fernando de los Ríos, que se habían ocultado, y viendo el fracaso de la insurrección, se entregaron e ingresaron en la cárcel.
Del resto de los integrantes del Gobierno provisional, Marcelino Domingo, Indalecio Prieto y Martínez Barrio, lograron huir a Francia, mientras que Manuel Azaña y Alejandro Lerroux permanecieron en Madrid, ocultos sin ser vistos, y no salieron hasta que fue proclamada la Segunda República, el 14 de abril de 1931.
LA SUBLEVACIÓN EN MADRID
La sublevación en Madrid, fue un rotundo fracaso, principalmente debido a que los sindicatos no declararon la huelga que tendría que haberse hecho para dar cobertura a la sublevación militar. No llegó a conocerse fehacientemente de quien fue la responsabilidad, aunque años después, Julián Besteiro, que estaba en contra de apoyar el movimiento insurreccional, reconoció su responsabilidad en el fracaso de la huelga.
Según Miguel Maura, en «Así cayó Alfonso XIII», en página 112:
«El movimiento debía comenzar el lunes con el paro en el tránsito rodado y la huelga general en Madrid. Al amanecer del lunes, esperábamos cada uno en nuestra celda, percibir los síntomas precursores, es decir, la falta de los tranvías que desde las celdas se oían perfectamente circular por la calle Princesa. A las seis de la mañana, con más estrépito que nunca, por delante de la cárcel, como si los tranviarios quisieran advertirnos a los que dentro estábamos, que no secundaban las órdenes recibidas».
A las seis de la mañana del lunes 15 de diciembre, el comandante Ramón Franco y el general Queipo de Llano, a la cabeza de un grupo de oficiales pertenecientes principalmente al cuerpo de Aviación, se apoderaron del aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid. Ya en el camino en coche hacia el aeródromo, observaron que la capital estaba muy tranquila, y no se observaba el menor indicio del inicio de una huelga obrera.
Una de las primeras medidas que tomaron al llegar a Cuatro Vientos, fue hacerse con la estación de radio, para, a continuación, radiar la noticia de la proclamación de la República a toda España. Esperaban, de forma algo inocente, que la población se uniría incondicionalmente a ellos. En las ondas se escuchó el mensaje del general Queipo de Llano: «¡Sublevada guarnición de Madrid; proclamada República, toque diana!».
Unos minutos antes de las ocho de la mañana, dos aviones “Breguet 19” levantaban el vuelo de Cuatro Vientos, para arrojar sobre Madrid, unas octavillas que anunciaban la proclamación de la República. En dicho vuelo se observó que la tranquilidad en la capital era absoluta, y que los sindicatos obreros no habían iniciado la huelga general.
A las diez de la mañana, uno de los enlaces informó al socialista Largo Caballero, que la huelga general no había comenzado. Este le dio la orden de que debía realizarse inmediatamente, y sí por cualquier motivo no era posible hacerlo por la mañana, debiera hacerse por la tarde. Por la tarde vuelve el enlace y dice que la huelga no ha sido declarada todavía. ¿Qué había sucedido para que los trabajadores madrileños no cumplieran su compromiso? Largo Caballero tomó la decisión de salir (estaba escondido en casa de un médico en la calle Claudio Coello), arriesgando ser detenido, para averiguar lo que estaba pasando.
En la sede del partido Socialista, en la calle Carranza nº 20, le dijeron que no se había declarado la huelga general porque no habían salido los militares. Largo Caballero les recordó que el compromiso era que los obreros declarasen la huelga y esto tenía que ser antes de la salida de los militares de los cuarteles.
También a las diez de la mañana, desde Cuatro Vientos, elevaba el vuelo el avión del comandante Ramón Franco dispuesto a bombardear el Palacio Real de Madrid, residencia de Alfonso XIII. El propio Ramón Franco recogerá en su libro «Madrid bajo las bombas», lo siguiente:
«...En contra de la opinión de algunos, que ya lo dan todo por perdido, salgo decidido a bombardear el Palacio. Me acompaña Pablo Rada que se encargaría de hacer el bombardeo. Llegamos sobre Palacio. Hay dos coches en la puerta. En la Plaza de Oriente y explanadas juegan numerosos niños. Las calles tienen ya su animación habitual. Paso sobre la vertical del Palacio dispuesto a bombardear, y veo la imposibilidad de hacerlo sin producir víctimas inocentes. [...] ¿Qué pasaría si una de las bombas por nosotros lanzada matara, por ejemplo, a una pobre mujer y media docena de criaturas? La reacción más espantosa se levantaría contra la República y todo el terreno ganado para ésta se perdería en un solo día...»
Fue en ese momento cuando el comandante Ramón Franco dio todo por perdido. Tras aterrizar y comunicar a sus compañeros la situación de Madrid, todos comprenden la imposibilidad de continuar con la rebelión.
El general Franco, que era el jefe del Estado Mayor, y hermano del comandante sublevado, ordenó a un regimiento de artillería que se dirigiera hacia Cuatro Vientos. A la par, el general Queipo intentaba llegar con una columna a los cuarteles de Campamento, teniendo que retornar a la base aérea, al encontrarse en el camino con las tropas mandadas por el general Luis Orgaz, que habían sido enviadas para sofocar el alzamiento.
Cuando llegan a las inmediaciones de Cuatro Vientos, el general Orgaz ordena a los carros de combate que rodearan el aeródromo, y a los artilleros que emplazaran las baterías a la vista de los rebeldes.
Tras avisar a los oficiales que estaban con las tropas, que todo era inútil, los jefes más significados de la rebelión, tomaron tres aparatos que había en los talleres de Cuatro Vientos, y con los depósitos llenos de combustible, despegaron rumbo a Lisboa. Una escuadrilla de aparatos de caza de Getafe, cuyos jefes y oficiales permanecieron adictos al Gobierno, se elevó y emprendió la persecución de los aparatos sediciosos, no logrando alcanzarlos. Cuando los rebeldes llegaron a Lisboa, fueron retenidos por las autoridades portuguesas.
El resto de los militares no secundaron el alzamiento, y no se movieron de los cuarteles, lo que permitió al general Berenguer hacerse sin problemas con el control de la situación.
A la vista de la gravedad de los sucedido, el Consejo de ministros acordó proclamar el Estado de guerra en toda España. A las doce de la mañana del lunes 15, con el ritual habitual, fueron colocados los bandos declarando el Estado de guerra en la Puerta del Sol y en los lugares céntricos de la capital, asumiendo el mando el capitán general de la región, D. Federico Berenguer, hermano del presidente del gobierno..
La Dirección de Seguridad, ordenó que fuerzas de la Guardia civil y del cuerpo de Seguridad, constituyendo grupos de tres o cuatro individuos, patrullaran por la capital y los barrios, situándose preferentemente, cerca de los cuarteles militares. Para entrar y salir de Madrid en automóvil, era necesario tener un permiso de las autoridades.
En aquellos momentos, el gobierno podría haber desarticulado con relativa facilidad el movimiento revolucionario, procediendo a juzgar severamente a unas personas que habían intentado derrocar a la monarquía mediante la violencia armada de un golpe de estado. Sin embargo, no lo hizo. Por el contrario, la clase política de la monarquía, quiso optar precisamente por el diálogo con los que deseaban su destrucción.
Buen ejemplo de ello, es que tras la dimisión de Dámaso Berenguer, el 14 de febrero de 1931, cuando José Sánchez Guerra recibió del rey Alfonso XIII el mandato de formar gobierno, lo primero que hizo fue personarse en la cárcel Modelo para ofrecer a los miembros del Comité revolucionario encarcelados, dos carteras ministeriales. Los miembros del comité se negaron a establecer cualquier tipo de pacto con la monarquía, por lo que Sánchez Guerra declinó la oferta del rey de formar gobierno.
Con todo, como confesaría Azaña en sus memorias, en aquel momento, la república parecía una posibilidad muy remota. Nadie se planteaba, y nadie preveía que la monarquía se iba a desplomar sola. Pero lo cierto es que la monarquía estaba muerta, y seguramente llevaba muerta muchos años.
LA HUELGA A NIVEL NACIONAL
La orden para que se declarar el Estado de guerra en cada una de las provincias, partiría desde el Ministerio y se dirigió a los gobernadores militares, y de éstos a los alcaldes. La orden, no llegó a publicarse en la Gaceta de Madrid.
A la par que la declaración del Estado de guerra, la censura de prensa que ya estaba establecida, pasó a ejercerla las capitanías generales y los gobernadores militares de provincias. Se prohibieron las conferencias telefónicas, salvo las realizadas desde centros oficiales, y también los telegramas. Las comunicaciones, no fueron restablecidas hasta la mañana del día 17, dos días más tarde. La finalidad, no era otra que aislar los focos locales de huelga, y que no se tuviera conocimiento del estado de la misma en otros lugares.
Ya hemos visto, que la sublevación fue un fracaso sin paliativos en la capital española. En el resto del país las cosas no fueron mucho mejor. La ejecución de los dos militares republicanos en Jaca, desencadenó una huelga general en casi toda España desde el lunes 15 de diciembre, pero con resultados muy desiguales.
En San Sebastián, se intentó asaltar el Gobierno civil; en Gijón fue saqueada la iglesia de los jesuitas; en Santander, un choque con la fuerza pública produjo dos muertos; en la provincia de Alicante, menudearon los sucesos revolucionarios, que fueron abortados por una bandera de la Legión; lo mismo ocurrió en Valencia, con la llegada de otra bandera. Hubo huelgas generales en Barcelona, Zaragoza, Navarra, Bilbao, Santander, Oviedo, Logroño, Coruña, Orense, Jaén, Puertollano (Ciudad Real), Huelva y en muchas otras pequeñas poblaciones.
El gobierno del general Berenguer, en previsión de posibles complicaciones durante la huelga general, solicitó la presencia en la península de dos Banderas de la Legión. Desde el ministerio del Ejército, se decidió que fueran la Primera Bandera, con acuartelamiento en Melilla, y la Sexta Bandera, con destino en Ceuta.
La primera Bandera, partió de Melilla en el vapor «España nº 5» con destino a Valencia, donde llegó la mañana del miércoles 17:
El gobierno del general Berenguer, en previsión de posibles complicaciones durante la huelga general, solicitó la presencia en la península de dos Banderas de la Legión. Desde el ministerio del Ejército, se decidió que fueran la Primera Bandera, con acuartelamiento en Melilla, y la Sexta Bandera, con destino en Ceuta.
La primera Bandera, partió de Melilla en el vapor «España nº 5» con destino a Valencia, donde llegó la mañana del miércoles 17:
A las nueve y cuarenta minutos de esta mañana llegó a este puerto el vapor «España 5», que atracó junto al crucero «Miguel de Cervantes». Poco después desembarcaron de aquel buque dos compañías de fusiles, una de ametralladoras, haciendo un total de 536 hombres; 108 mulos y ocho caballos.[…] Manda la bandera el comandante don Francisco Altolaguirre. Los expedicionarios desfilaron por las calles de la capital siendo ovacionadísimos. El capitán general presenció el desfile y seguidamente marcharon los legionarios al campamento de Paterna.
La sexta Bandera, salió de Ceuta el día 16 en el vapor «Lulio» en dirección a Algeciras. Después de tomar el rancho, las tropas salieron a las ocho de la noche en un tren militar para Madrid. Debían llegar la mañana del día 17. Estaba previsto que en la estación de Atocha, les recibiera el general Millán Astray.
Pero al llegar el tren a la estación de Alcázar de San Juan, recibieron orden de cambiar de destino y dirigirse hacia Alicante, donde tanto en la capital como en los pueblos de la provincia, las protestas por el fusilamiento de los capitanes Galán y García Hernández, se habían generalizado. Había huelgas y disturbios en Alicante, Elche, Villena, Novelda, Monovar, Aspe, Callosa de Segura, Orihuela y Elda.
A la estación de Alicante, llegó el tren la noche del día 17, con bastante retraso, debido a que los huelguistas habían levantado las vías del tren entre Villena y Elda.
En Alicante se había declarado la huelga general, pero fue una huelga relativamente pacífica, no habiendo grandes disturbios en la capital. Lo más significativo fue la huelga de tranvías, y la clausura del Centro Republicano, en el que se detuvieron a tres personas.
La mañana del martes 16, las fuerzas militares patrullaron por las calles, obligando a abrir los comercios. Según la prensa, el aspecto de la población es tristísimo y el público invadía las tahonas para abastecerse de pan.
Las tropas de choque de la Legión, que se encuentra en esta desde ayer, han puesto fin a los desórdenes en la ciudad. Varios obreros resultaron heridos en las refriegas del lunes y de ayer, pero no ha habido muertos. Los daños materiales han sido importantes y los ferrocarriles están paralizados.
En las localidades alicantinas de Elda y Monovar se produjeron alteraciones de orden público, interrumpiendo las comunicaciones telegráficas y telefónicas. La llegada de las fuerzas militares a esos pueblos, restableció en el acto la normalidad, volviendo a abrirse los comercios.
Concretamente en Elda, una compañía de la Legión tuvo que expulsar a los huelguistas que habían tomado posesión de la Estación ferroviaria, y detuvieron a los cinco individuos que cortaron las vías férreas, levantando los carriles. El Círculo Republicano, así como de las sedes sindicalistas y socialista, fueron clausurados
Cerca de Novelda, al igual que en Elda, los huelguistas interrumpieron la línea férrea, con detención de los trenes, que reanudaron su marcha una vez reparada la avería.
En Orihuela, los amotinados apalearon al Alcalde, y hubo muchos choques entre los huelguistas y los obreros que a todo trance querían seguir trabajando: Entre los lesionados, habían tres mujeres empleadas en una fábrica de sedería.
A Elche, llegó un radiotelegrama en el se que se decía, que se había proclamado la República en España. Eso llevó a los republicanos a proclamarla en el pueblo. El líder del movimiento era el médico Julio López Orozco, presidente del Casino Republicano. Poco después, al darse cuenta de la falsedad de la noticia, se declaró la huelga general, produciéndose alteraciones de orden público e interrumpiendo las comunicaciones telegráficas y telefónicas
Desde Alicante, se mandaron refuerzos militares para sofocar la rebelión, produciéndose choques entre los huelguistas y la fuerza pública, con bajas por ambas partes. Pero finalmente, se restableció por completo el orden. Se practicaron detenciones, entre ellas la de Julio López Orozco, al que se le acusó de ser el promotor de los desórdenes. Estuvo tres meses en la cárcel. Posteriormente, fue diputado en las elecciones generales de 1931
Pero fue en las poblaciones de Callosa de Segura y Aspe, donde se produjeron las colisiones más importantes entre los huelguistas y los miembros de los cuerpos de seguridad.
En Callosa de Segura, se declaró la huelga general. Los huelguistas se adueñaron del pueblo, sin que las autoridades pudieran hacer nada para impedirlo. Se intentó asaltar el Ayuntamiento y el puesto de la Guardia civil, al que rodearon con la intención de incendiarlo, por lo que desde el Ayuntamiento se pidieron refuerzos a la capital.
El martes 16 los revolucionarios, a la llegada de las fuerzas, quisieron intimidarlas lanzándoles piedras y ligero tiroteo, apostados en las estribaciones de la montaña, con propósito de paralizar la circulación, mientras que otros grupos destruían los cables telefónicos, para interrumpir las comunicaciones.La Guardia Civil hubo de repeler la agresión, y en la lucha cayó muerto un joven de diez y ocho años que estaba parapetado tras de una roca.Más tarde vino una compañía del regimiento Sevilla, número 33, de guarnición en Murcia, que declaró la ley Marcial, y desde ese momento los sucesos se desarrollaron sin mis incidentes.
La sección de telégrafos del regimiento Sevilla, reparó las averías, restableciéndose las comunicaciones. Poco después llegó en un camión, una sección del regimiento Tenerife, mandado por un capitán, que se hizo cargo de la población, publicando un bando en el que se declaraba el Estado de guerra, practicándose varias detenciones.
En Aspe, fueron agredidas cuatro parejas de la Guardia civil del pueblo, por un grupo numeroso de personas. Se pidieron refuerzos, que llegaron la mañana del 18 de diciembre en un autobús ocupado por ocho parejas, al mando de un teniente. Al llegar a la plaza del pueblo, el vehículo fue apedreado por los huelguistas allí congregados. Al descender el teniente, recibió un impacto, y viéndose acorralado por la muchedumbre, ordenó abrir fuego. Los guardias comenzaron a disparar desde el interior del vehículo, y aprovecharon la huida de la gente para bajar del mismo.
Entre la población, hubo tres muertos, entre ellos una niña de tres años, y ocho heridos, algunos de ellos por perdigones, dos de ellos graves. Entre los guardias, hubo cuatro heridos, uno de ellos el teniente que iba al mando, que fue herido de bala. Al autobús, que quedó en mitad de la plaza, los revolucionarios le prendieron fuego.
Desde el Ayuntamiento se informó inmediatamente al Gobernador militar, solicitando más refuerzos. Al mediodía llegaron a Aspe otros dos autobuses con diez parejas de guardias civiles al mando de un comandante. Pocos más tarde, llegaron varios vehículos más, transportando una compañía de la Legión, al mando de un capitán.
Restablecida la normalidad, el comandante de la Guardia civil, dictó un bando en el que se conminaba a los vecinos, a entregar inmediatamente toda clase de armas que tuvieran en su poder. Se recogieron unas doscientas armas, entre pistolas y escopetas. Fueron detenidas cerca de veinte personas que fueron trasladas a la prisión provincial de Alicante.
En Torrelavega (Santander), un numeroso grupo intentó desarmar a una pareja de la Benemérita, logrando arrebatar el fusil a un guardia. El compañero repelió la agresión e hirió a dos de los atacantes, uno de los cuales falleció. En su ayuda, acudieron fuerzas de la Guardia civil, al mando de un teniente. Los revoltosos dispararon contra los guardias e hirieron al teniente y a un guardia. Entonces la fuerza hizo fuego, y mató a dos de los sublevados e hirió a varios, restableciéndose el orden inmediatamente.
En Santander, un grupo de personas pretendió asaltar a un cuartel, que la tropa impidió a tiros, matando a dos del grupo agresor.
En San Sebastián, a las seis y media de la madrugada, un numeroso grupo de obreros armados de pistolas intentó asaltar el Gobierno civil y la central de Telégrafos y Correos, disparando contra los guardias de Seguridad que custodiaban el edificio del Gobierno, matando a dos individuos (un sargento y un guardia del cuerpo de Seguridad) e hiriendo a otros cinco, teniendo los agresores varios heridos, uno grave.
En Bilbao se declaró la huelga general, y aunque fue muy extensa, el orden público no se alteró. Fueron clausurados varios centros políticos y obreros, como el Círculo Socialista, el Casino Republicano y el Centro Vasco.
Fueron detenidos nueve individuos “por repartir manifiestos comunistas y republicanos”, entre ellos estaba un joven Ramón Rubial, que llegaría a ser presidente del PSOE desde 1976 hasta su muerte en 1999, y que así relató los hechos posteriormente:
"A mí me detuvieron cuando repartía el manifiesto del Comité Revolucionario, cuyos integrantes formaron el primer Gobierno de la República meses después. Estuve setenta y dos horas detenido. […]Vizcaya tuvo tres días de huelga. No había una coordinación muy directa entre el Comité Revolucionario y las fuerzas que se comprometieron a sublevarse. Había ya alguna desconfianza por determinada experiencia entre las fuerzas obreras y militares. El compromiso fue que la fuerza obrera dijo que no saldría a la calle mientras no hubiera pronunciamiento de la otra parte, y que no fuera al revés como ocurrió alguna otra vez. Vizcaya estuvo un tanto desconectada y ese fue el motivo de que se diera la orden de huelga que duró tres días hasta que Madrid nos comunicó que en el resto de España no se había declarado la huelga porque los militantes –hubo algunos individuales que personalmente cumplieron con su palabra–, pero el ejército comprometido no se movió, motivo por el cual tampoco se declaró la huelga general, si exceptuamos Vizcaya por falta de información”
En Gijón, la mañana del lunes 15, los piquetes recorrieron las calles, obligando a cerrar a todos los comercios, llegando el paro a ser absoluto hacia las diez y media de la mañana. Algunos establecimientos que se negaban al cierre fueron apedreados.
Los primeros sucesos violentos, tuvieron lugar en la plaza del Instituto, que en aquella época se llamaba plaza del General Primo de Rivera. Los allí concentrados, arrancaron y destrozaron la placa que daba la denominación a dicha plaza, y que estaba fijada en uno de los laterales de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, de los jesuitas.
A continuación, y en forma tumultuaria, un centenar de personas penetraron en la iglesia de los jesuitas, y a los pocos momentos salían al exterior conduciendo bancos, confesionarios, sillas, estandartes e incluso la imagen de la Virgen de Covadonga, todo lo cual depositaron en el centro de la calle, haciendo una gran hoguera frente a la entrada principal del Instituto de Jovellanos. Mientras tanto, otros individuos prendían fuego al interior de la iglesia, donde continuaban los destrozos.
Cuando el incendio en el interior del templo era más imponente, llegaron a la calle de Jovellanos y sus inmediaciones, fuerzas de caballería de la Guardia Civil. De pronto, sonaron dos disparos, cayendo un hombre al suelo mortalmente herido. El fallecido fue identificado como Carlos Tuero Morán de 25 años de edad. Los grupos de revoltosos se disolvieron inmediatamente.
Los trabajos de extinción del incendio fueron muy duros, consiguiéndose en las últimas horas de la tarde dejar sofocadas las llamas.
Los incidentes terminaron a las tres de la tarde, al proclamarse la ley marcial por una compañía del Regimiento de Tarragona, de guarnición en el cuartel de Alfonso XIII.
En Sama de Langreo (Asturias), el lunes 15 se declaró la huelga general. Un numeroso grupo de mineros que se manifestaban paseando por las calles de la población con una bandera roja, fueron disueltos por la Guardia civil. Se practicaron varias detenciones, resultando varios heridos y contusos durante la refriega.
El miércoles 17, una comisión de huelguistas fue al Ayuntamiento, pidiendo al alcalde que quitara la placa que daba el nombre de Primo de Rivera a una de las calles de la villa. Al negarse el alcalde, los manifestantes se dirigieron a dicha calle y destrozando la placa.
La Guardia civil dio una carga, que puso a los congregados a la fuga. Sonaron unos disparos, y una bala alcanzó al joven de dieciséis años Carlos Lantero García. El proyectil le interesó la vejiga. Dejó de existir un par de días después.
También el guardia civil Raimundo Santano, recibió un balazo que le perforó los intestinos. Murió en el Hospital de la Sociedad Duro-Felguera, en Sama.
Después del choque fueron detenidos unos muchachos, a los cuales les fueron ocupadas unas pistolas. Hubo tres heridos de bala.
El jueves 18, fueron enviadas desde Oviedo, fuerzas del Regimiento de infantería del Príncipe, al mando de un comandante. Esa tarde fueron repartidas unas octavillas, firmadas por los Comités de las sociedades obreras, ordenando la vuelta al trabajo en todos los ramos a partir del viernes.
El miércoles 17, una comisión de huelguistas fue al Ayuntamiento, pidiendo al alcalde que quitara la placa que daba el nombre de Primo de Rivera a una de las calles de la villa. Al negarse el alcalde, los manifestantes se dirigieron a dicha calle y destrozando la placa.
La Guardia civil dio una carga, que puso a los congregados a la fuga. Sonaron unos disparos, y una bala alcanzó al joven de dieciséis años Carlos Lantero García. El proyectil le interesó la vejiga. Dejó de existir un par de días después.
También el guardia civil Raimundo Santano, recibió un balazo que le perforó los intestinos. Murió en el Hospital de la Sociedad Duro-Felguera, en Sama.
Después del choque fueron detenidos unos muchachos, a los cuales les fueron ocupadas unas pistolas. Hubo tres heridos de bala.
El jueves 18, fueron enviadas desde Oviedo, fuerzas del Regimiento de infantería del Príncipe, al mando de un comandante. Esa tarde fueron repartidas unas octavillas, firmadas por los Comités de las sociedades obreras, ordenando la vuelta al trabajo en todos los ramos a partir del viernes.
En Andalucía, se produjeron algunas detenciones de huelguista en algunos pueblos de Sevilla, como en Marchena, Puebla de Cazalla, Osuna y Camas, y también en Puente Genil en Córdoba, por realizar coacciones. Se cerraron algunas Casas del Pueblo, como la de Écija.
En Puebla de Guzmán (Huelva), el lunes 15, informados erróneamente de que el pronunciamiento de Jaca había triunfado, un grupo de personas encabezadas por el maestro Francisco Liáñez Martínez, que era el presidente de la Agrupación socialista del pueblo, enarbolaron una bandera republicana con la que recorrieron las calles, y proclamaron la República en el pueblo.
Se produjo un enfrentamiento callejero con la Guardia civil, que acabó con un número más que notable de heridos y con un saldo de más de cuarenta detenidos. Uno de los heridos, el secretario del juzgado D. Bartolomé Guzmán, falleció pocos días después a causa de las heridas recibidas.
Los detenidos, aunque aún no se había declarado la ley marcial en la provincia de Huelva, serían juzgados por la jurisdicción militar. Se les ocupó 22 escopetas y un puñal. La mayoría de los presos fueron puestos en libertad a mediados de enero de 1931. Los restantes fueron libertados cuando llegó la Segunda República. Fue una de las primeras medidas que ordenó el nuevo gobernador civil, Ramón González Peña, al estrenar el cargo.
Ramón González Peña, era el secretario del Sindicato Minero de Huelva, y a la llegada de la república, se encontraba en prisión a la espera del juicio por los sucesos ocurridos en diciembre. En octubre de 1934 sería uno de los líderes de la insurrección en Asturias. Durante la Guerra civil fue presidente del PSOE.
En Peñarroya (Córdoba), el martes 16 de diciembre, sobre las once de la mañana, un grupo de huelguistas intentó asaltar la sucursal del Banco Español de Crédito, arrollando a las fuerzas que Io custodiaban. El jefe de línea con varios números a sus órdenes, se presentó en el lugar del suceso, intimando a los revoltosos a retirarse, y lejos de obedecer, agredieron a la guardia civil con piedras, que alcanzaron a algunos números. Al hacer fuego para repeler la agresión, resultaron dos personas muertas y dos heridas.
En Belmez (Córdoba), el mismo día, cerca del mediodía, uno numeroso grupo de huelguistas intentaron asaltar la Casa Cuartel, arrojando piedras, que hirieron a un cabo y dos guardias civiles, los cuales repelieron la agresión, resultando dos personas muertas y una herida.
LA HUELGA EN MÁLAGA
A las siete de la mañana del lunes 15 de diciembre, como de costumbre, los obreros ferroviarios de la Compañías de los Andaluces y de Suburbanos, entraron al trabajo, pero momentos después de empezar sus tareas, delegados de las organizaciones obreras, los invitaron al paro en señal de protesta por los fusilamientos de Jaca, ocurridos el día anterior.
Cerca de las nueve, y al enterarse de que los ferroviarios habían abandonado el trabajo, hicieron lo propio los gremios de metalúrgicos, albañiles y madereros, afiliados a la Confederación General del Trabajo (CGT). La mayoría de los obreros huelguistas, se dirigieron a las calles céntricas de Málaga, invitando a parar a los obreros, tranviarios, así como también a los chóferes y obligando al comercio a que cerrase sus puertas.
El Gobernador Civil, D. Alfredo Queipo de Llano, al enterarse del movimiento ferroviario, dispuso que fuerzas de la Guardia Civil, en evitación de desórdenes, saliera de su cuartel tomando los sitios estratégicos, y adoptando las naturales precauciones. Igualmente mandó reforzar la vigilancia con parejas del cuerpo de Seguridad.
Serian las nueve y cuarto de la mañana, cuando un albañil que se dirigía a la obra en que trabajaba, al pasar por la calle Molina Lario, observó que tres o cuatro individuos, se dedicaban a vaciar sobre los quicios de una de las ventanas bajas del Palacio Episcopal, varias botellas de gasolina y petróleo, prendiéndole fuego. Los incendiarios, al notar la presencia del albañil y de otros transeúntes, se dieron a la fuga. Entre las personas que pasaban por aquel lugar y algunos empleados del Palacio Episcopal, lograron apagar las escasas llamas, que chamuscaron tan solo las maderas de las ventanas.
El Gobernador Civil, en vista del planteamiento de la huelga revolucionaria de los ferroviarios, y de diversos gremios, así corno otros hechos aislados, creyó oportuno celebrar una reunión con las autoridades militar, municipal y judicial, para cambiar impresiones, sobre el desarrollo de los acontecimientos, y adoptar medidas.
Así, a las once de la mañana, se reunieron en el despacho de la autoridad gubernativa, el señor Queipo de Llano, el Presidente de la Audiencia, don Enrique de la Blanca, el alcalde de Málaga don Narciso Briales, y el señor Antonio Cano Ortega, coronel del Regimiento de Borbón nº 17, que ostentaba la representación del Gobernador Militar, el general don Carlos Batlle que se encontraba enfermo. En la reunión, todos apreciaron la gravedad de la situación, tanto en Málaga como en el resto del país.
Desde el ministerio de la Gobernación, el gobernador civil Queipo de Llano recibió órdenes para que se suspendieran las conferencias telefónicas. Inmediatamente cursó las órdenes oportunas a los jefes de Telégrafos y Teléfonos, a la vez que se les ordenaba, que todos los telefonemas y telegramas que se cursaran, debían pasar por la censura previa.
A la una y media de la tarde, se recibió de Sevilla un despacho de la Capitanía General de la 2ª Región militar, al frente de la cual estaba el general José Cavalcanti, disponiendo que fuera declarado en Málaga y su provincia, al igual que en toda la región andaluza, el Estado de guerra, lo cual implicaba que la autoridad civil entregaba el mando a la militar.
Pocos minutos más tarde, acudía al despacho del Gobernador Civil el Gobernador Militar interino, coronel Cano Ortega, que se hacía cargo del mando de la provincia, el cual cursaba las órdenes oportunas para la proclamación de la ley Marcial y la colocación de los acostumbrados bandos.
La Guardia civil dispara contra los huelguistas en Peñarroya |
En Belmez (Córdoba), el mismo día, cerca del mediodía, uno numeroso grupo de huelguistas intentaron asaltar la Casa Cuartel, arrojando piedras, que hirieron a un cabo y dos guardias civiles, los cuales repelieron la agresión, resultando dos personas muertas y una herida.
LA HUELGA EN MÁLAGA
A las siete de la mañana del lunes 15 de diciembre, como de costumbre, los obreros ferroviarios de la Compañías de los Andaluces y de Suburbanos, entraron al trabajo, pero momentos después de empezar sus tareas, delegados de las organizaciones obreras, los invitaron al paro en señal de protesta por los fusilamientos de Jaca, ocurridos el día anterior.
Cerca de las nueve, y al enterarse de que los ferroviarios habían abandonado el trabajo, hicieron lo propio los gremios de metalúrgicos, albañiles y madereros, afiliados a la Confederación General del Trabajo (CGT). La mayoría de los obreros huelguistas, se dirigieron a las calles céntricas de Málaga, invitando a parar a los obreros, tranviarios, así como también a los chóferes y obligando al comercio a que cerrase sus puertas.
El Gobernador Civil, D. Alfredo Queipo de Llano, al enterarse del movimiento ferroviario, dispuso que fuerzas de la Guardia Civil, en evitación de desórdenes, saliera de su cuartel tomando los sitios estratégicos, y adoptando las naturales precauciones. Igualmente mandó reforzar la vigilancia con parejas del cuerpo de Seguridad.
Alfredo Queipo de Llano |
Serian las nueve y cuarto de la mañana, cuando un albañil que se dirigía a la obra en que trabajaba, al pasar por la calle Molina Lario, observó que tres o cuatro individuos, se dedicaban a vaciar sobre los quicios de una de las ventanas bajas del Palacio Episcopal, varias botellas de gasolina y petróleo, prendiéndole fuego. Los incendiarios, al notar la presencia del albañil y de otros transeúntes, se dieron a la fuga. Entre las personas que pasaban por aquel lugar y algunos empleados del Palacio Episcopal, lograron apagar las escasas llamas, que chamuscaron tan solo las maderas de las ventanas.
El Gobernador Civil, en vista del planteamiento de la huelga revolucionaria de los ferroviarios, y de diversos gremios, así corno otros hechos aislados, creyó oportuno celebrar una reunión con las autoridades militar, municipal y judicial, para cambiar impresiones, sobre el desarrollo de los acontecimientos, y adoptar medidas.
Así, a las once de la mañana, se reunieron en el despacho de la autoridad gubernativa, el señor Queipo de Llano, el Presidente de la Audiencia, don Enrique de la Blanca, el alcalde de Málaga don Narciso Briales, y el señor Antonio Cano Ortega, coronel del Regimiento de Borbón nº 17, que ostentaba la representación del Gobernador Militar, el general don Carlos Batlle que se encontraba enfermo. En la reunión, todos apreciaron la gravedad de la situación, tanto en Málaga como en el resto del país.
Desde el ministerio de la Gobernación, el gobernador civil Queipo de Llano recibió órdenes para que se suspendieran las conferencias telefónicas. Inmediatamente cursó las órdenes oportunas a los jefes de Telégrafos y Teléfonos, a la vez que se les ordenaba, que todos los telefonemas y telegramas que se cursaran, debían pasar por la censura previa.
A la una y media de la tarde, se recibió de Sevilla un despacho de la Capitanía General de la 2ª Región militar, al frente de la cual estaba el general José Cavalcanti, disponiendo que fuera declarado en Málaga y su provincia, al igual que en toda la región andaluza, el Estado de guerra, lo cual implicaba que la autoridad civil entregaba el mando a la militar.
El general José Cavalcanti |
Pocos minutos más tarde, acudía al despacho del Gobernador Civil el Gobernador Militar interino, coronel Cano Ortega, que se hacía cargo del mando de la provincia, el cual cursaba las órdenes oportunas para la proclamación de la ley Marcial y la colocación de los acostumbrados bandos.
En efecto, sobre las tres de la tarde, salió un piquete del regimiento de Borbón, integrado por cuarenta hombres al mando del teniente Juan García López, que fue proclamando en las calles y plazas, que por orden del Gobierno de S. M., se declaraba el Estado de guerra en Málaga y su provincia, siendo colocados los bandos en los sitios más estratégicos, bandos que eran leídos con avidez por el público presente.
Don Antonio Cano Ortega, coronel militar de la Plaza y Provincia.Hago saber:Que declarado por el gobierno de S.M. el estado de guerra en las provincias del Reino y resignado el mando por la autoridad civil, acabo de asumir en mi autoridad la plenitud de atribuciones que la ley de Orden público de 23 de Abril de 1870 y demás disposiciones vigentes me confieren, por lo que queda declarado el Estado de Guerra en esta capital.Málaga 15 de Diciembre de 193019301216 03 La Unión Mercantil
Enseguida que el coronel Cano Ortega, se hizo cargo del mando de la provincia, dio las órdenes oportunas a todas las fuerzas armadas dependientes de él, para garantizar el orden público y la libertad de trabajo. En los cuarteles los regimientos fueron acuartelados, y en los lugares más destacados de Málaga: Aduana, La Parra, Normal de maestros, se establecieron retenes del Ejército, de la Guardia civil y del cuerpo de Seguridad. En manos de la autoridad civil, quedó delegada la censura de prensa.
A las seis de la mañana, del martes 16 de diciembre, en la plaza de la Constitución, Acera de la Marina y otras explanadas céntricas se establecieron varias secciones de Infantería, con ametralladoras, al mando de oficiales. Los lugares estratégicos, barriadas obreras y el extrarradio también fueron ocupados militarmente. En los puentes de Tetuán. Alfonso XIII (Aurora), Santo Domingo y Armiñán, se situaron secciones de soldados, y fueron tomadas las entradas de la población, para controlar los accesos a Málaga. Las tropas que vigilaban las carreteras, pedían los documentos a todo aquel que entraba o salía de la capital, y cuando no podían identificarse plenamente, eran detenidos.
Eran medidas de precaución; más que para garantizar el orden, para darle al malagueño la sensación de que se contaban con los elementos suficientes para garantizar la libertad del trabajo y la tranquilidad. Durante las primeras horas de la mañana, la capital presentaba un aspecto normal, trabajando los obreros de todos los oficios, abriendo el comercio sus puertas. Los obreros ferroviarios de los “Andaluces”, entraron todos al trabajo, quedando solo unos cuarenta operarios de los Suburbanos en huelga. En general, la situación de la capital era muy tranquila.
En las primeras horas de la tarde, por orden de la autoridad militar, comenzaron a retirarse las fuerzas del Ejército a sus respectivos cuarteles. A las ocho de la noche ya no quedaban soldados en la calle, en ninguna parte de la capital.
En la provincia, se produjeron huelgas en Vélez-Málaga y en Alhaurín el Grande, pero gracias a las gestiones de los respectivos alcaldes, se solucionaron rápidamente. En Alhaurín fueron detenidos dos individuos por coaccionar a los que querían trabajar.
LA HUELGA GENERAL EN TEBA Y CAMPILLOS
Como ya comenté en la anterior Crónica sobre «Las huelgas campesinas de Campillos y Antequera…», la comarca norte de la provincia de Málaga, atravesaba a finales de 1930, una enorme crisis de trabajo. Desde que terminó la recolección del cereal, hacía más de tres meses, la mayoría de los jornaleros, no habían podido encontrar ocupación, por lo que miles de familias estaban condenadas a pasar un invierno de hambre.
Con un otoño muy seco, los pocos trabajos que había en el campo, se pagaban miserablemente, a cambio de una jornada agotadora.
Además la cosecha de aceituna que venía, era prácticamente nula: menos de un tercio de una cosecha normal.
En pueblos como Alameda, esencialmente agrícolas, al faltar, como el año presente, la cosecha de aceite, falta ocupación a multitud de desgraciados, que tras un otoño larguísimo de escasez y miseria, ven en lontananza dibujarse con pavorosos colores la siniestra figura del hambre al entrar la estación de los fríos y las nieves. El invierno, que en otro tiempo fue esperanza y promesa, hoy es decepción y temor.19301219 02 El Socialista
No había trabajos públicos; la única actividad que ocupaba mano de obra, era la construcción de la carretera de Ronda a Gobantes.
Una obra pública que absorbía mucha mano de obra, hacía unos años que se había abandonado. Era la construcción del pantano de los “Aviones”, también llamado de “Andrade”, en el curso del río Turón, cerca de Ardales, que debía regar más de dos mil hectáreas de terreno. La construcción de éste pantano comenzó mucho antes que la del Chorro. El desprendimiento de unas rocas en el punto de la margen izquierda, donde debía estribarse la presa, originó la completa paralización de la obra. Después de dieciocho años de trabajos y de haberse gastado el Estado más de tres millones de pesetas, se convenció la Administración de que el proyecto era descabellado.
Tampoco los patronos podían ofrecer mucho más trabajo, tenían problemas con la venta del trigo cosechado.
Una comisión del pueblo de Campillos, ha visitado al gobernador de Málaga para darle cuenta de la crisis que allí se atraviesa por la paralización total de la venta de trigo. El gobernador ofreció reunir a los fabricantes de harina de Málaga para que adquieran trigo.19301028 006 El Sol
Aunque los parados acudían a la autoridad municipal en busca de ayuda, no estaba en mano de los Ayuntamientos, dar una solución. Los alcaldes hacían cuanto estaba a su alcance, visitaban al Gobernador civil y enviaban telegramas a los ministros de Gobernación y Fomento pidiendo soluciones, pero casi siempre se quedaban sin respuesta. A los patronos les pedían que los obreros parados, se los repartiesen entre ellos, y les dieran trabajo en sus propiedades, pero eso no era la solución, y no siempre era posible.
También dijo el gobernador que en varios pueblos de la provincia, se agudiza la crisis obrera, habiéndole visitado varios alcaldes para pedir remedio.19301107 022 ABC19301107 004 Heraldo de Madrid
La crisis obrera de trabajo se agudiza en ésta provincia, presentando graves caracteres en Campillos, donde los propietarios que venían sosteniendo a los parados, no pueden continuar haciéndolo. El alcalde dio cuenta de ello al gobernador, quien lo comunicó al ministro de Fomento.19301230 025 ABC
Para remediar en parte la necesidad de los obreros parados por la crisis de trabajo en este pueblo, el Sindicato Agrícola “Unión Agraria de Teba”, compuesto de labradores humildes, abrió una suscripción, repartiéndose entre las familias obreras de la localidad 58 fanegas de trigo y 244 pesetas de dinero. En total 2.084 raciones de pan.19301231 14 La Unión Mercantil
La solución tenía que venir del Gobierno.
El presidente de la Diputación y el ingeniero provincial estuvieron en el Gobierno, entregando una nota de las obras que pueden efectuarse para remediar la crisis gravísima de trabajo que reina en la provincia. El gobernador ha conferenciado con el ministro señor (José) Estrada, para pedirle la ejecución de obras públicas.19301120 024 ABC19301120 002 El Siglo Futuro
Si nos centramos en el ámbito local, el 4 de noviembre de 1930, el Gobernador civil de Málaga, D. Alfredo Queipo de Llano, nombraba alcalde de Campillos a D. Diego Moreno Layna. Sustituía a D. Antonio Avilés Fontalba, que llevaba en el cargo siete meses y medio.
Diego Moreno Layna, era hijo de Diego Moreno Cuellar y de Teresa Layna Avilés, sobrino por tanto de Juan Moreno Cuellar, que había sido alcalde de Campillos desde el 2 de octubre de 1923 al 8 de marzo de 1924.
El 15 de noviembre, cuando aún se estaba desarrollando la huelga agraria de Antequera, que ya vimos en la Crónica anterior, en Campillos, la patronal del campo, creó el “Sindicato Agrícola de Campillos”, con domicilio en la calle Guzmanes, nº 6, siendo presidente D. Salvador Hinojosa y secretario D. Andrés Guerrero, siendo reconocido legalmente el 3 de diciembre de 1930
El Reglamento del Sindicato lo podemos ver en la MISCELÁNEA CAMPILLERA (145 a 149) de Ildefonso Felguera y en DOCUMENTALIA (PÁG. 211)
En esta situación, en este ambiente de miseria y desesperación para la mayoría de los obreros agrícolas, a mediados de diciembre se produjeron los sucesos de Jaca y el llamamiento sindical para la declaración de la huelga general. En Teba y Campillos, se encontró un terreno preparado para el éxito de la misma.
A pesar de la censura de prensa que hubo durante esos días, y en los que los gobiernos provinciales, no permitieron que se publicara lo que estaba ocurriendo en múltiples poblaciones, he podido hacer una reconstrucción, creo que bastante fiel, de lo ocurrido en Teba y Campillos a raíz de las huelgas declaradas el día 15 de diciembre por los fusilamientos de los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández.
En Teba, y pienso que en Campillos debió pasar igual, según la prensa, el lunes 15, “llegó a dicho pueblo un automóvil misterioso ocupado por varios desconocidos, que repartieron unas hojas diciendo que había sido proclamada la República comunista de España, y que en breve plazo llegaría el comisario encargado del reparto de los bienes de los propietarios, invitando al mismo tiempo a que se declarasen en huelga. Así lo hicieron los obreros, y hasta el jueves 18, permanecieron en actitud pacífica; pero en vista de que el comisario no llegaba, decidieron actuar por su cuenta, y divididos en grupos se desparramaron por los cortijos, y después de maniatar a los colonos, se llevaron cuanto encontraron en las despensas respectivas, pero dejando todo lo demás. Uno de los cortijos es propiedad de un hijo político del acaudalado propietario don Diego Durán Villavicencio, cuya despensa fue víctima de los desafueros de los asaltantes”.
Ya he contado que en Málaga y su provincia, había quedado suspendidas las conferencias telefónicas, y que los jefes de Telégrafos y Teléfonos, había recibido órdenes para que todos los telefonemas y telegramas que se cursaran, debían pasar por la censura previa. Por tanto los cabecillas de la huelga a nivel provincial, tenían problemas para hacer llegar los comunicados a los pueblos, y no les quedó otra solución que llevarlos personalmente en coche.
La huelga durante los primeros días de la semana se desarrolló con tranquilidad, tanto en Teba como en Campillos.
Prosigue el paro con tendencia a disminuir en Teba y Campillos, únicos pueblos de Málaga en que existe huelga.19301218 01 El Sol
Continúa la huelga de obreros agrícolas en Teba y Campillos sin incidente alguno. Mantienen una actitud pacífica.19301219 08 El Sol
Dijo el gobernador civil, que había recibido un oficio de los alcaldes de Teba y Campillos, participando que la huelga de dichos pueblos sigue mejorando y que muchos obreros han salidos ayer al trabajo.19301219 07 El Cronista
Pero cuando la huelga a nivel nacional, prácticamente estaba finalizando, y la inmensa mayoría de los trabajadores se habían incorporado al trabajo, en Teba la huelga se complicó.
Nota de la Capitanía General de Sevilla.- Continúa la normalidad en toda la región, excepto en Teba, provincia de Málaga, donde hubo alteración del orden público ya reprimida.19301220 08 El Adelanto
La mañana del viernes 19, en la carretera de Almargen, unos ciento cincuenta huelguistas de Teba, armados de palos y pistolas, se encontraron con una pareja de la Guardia civil, a la que desarmaron y agredieron. Uno de los guardias cayó con heridas en la cabeza. Según algunos periódicos, “hirieron con arma blanca, a uno de los guardias, al que cortaron una oreja”. Después de esto, los huelguistas cortaron los hilos del teléfono, dejando incomunicado el pueblo.
La noticia de lo sucedido en Teba, llegó a las autoridades de los pueblos próximos, que inmediatamente lo comunicaron a la autoridad gubernativa de Málaga.
A primera hora de la tarde, y en un autobús, fueron enviadas a Teba y Campillos, fuerzas de la Guardia civil, compuestas por un capitán y quince parejas. En automóvil, también salió el teniente coronel de la Benemérita, D. Agustín Piñol Riera, y en varios taxis otras diez parejas más.
La Guardia civil rodeó el pueblo de Teba, no permitiendo la entrada ni salida de nadie, siendo detenidos los revoltosos. La tranquilidad quedó restablecida en seguida en el pueblo, no volviéndose a alterar el orden público.
Una avioneta, procedente de la base aérea de Tablada, cumpliendo órdenes de la Capitanía general de Sevilla, voló sobre Teba, a escasa altura, con el propósito de explorar lo que ocurría en el pueblo y en la comarca, no observando nada anómalo y comprobando que se hacía una vida normal.
El sábado día 20, llegó al pueblo, a primera hora de la mañana, un capitán de infantería del regimiento Borbón para instruir un expediente sobre lo sucedido en Teba. El Centro Obrero “Adelante” fue clausurado. (La Sociedad de obreros agrícolas y similares “Adelante” de Teba, había sido fundada el 15 de julio de 1908).
Ese mismo día quedó solucionada la huelga en Campillos.
La Guardia civil rodeó el pueblo de Teba, no permitiendo la entrada ni salida de nadie, siendo detenidos los revoltosos. La tranquilidad quedó restablecida en seguida en el pueblo, no volviéndose a alterar el orden público.
Una avioneta, procedente de la base aérea de Tablada, cumpliendo órdenes de la Capitanía general de Sevilla, voló sobre Teba, a escasa altura, con el propósito de explorar lo que ocurría en el pueblo y en la comarca, no observando nada anómalo y comprobando que se hacía una vida normal.
El sábado día 20, llegó al pueblo, a primera hora de la mañana, un capitán de infantería del regimiento Borbón para instruir un expediente sobre lo sucedido en Teba. El Centro Obrero “Adelante” fue clausurado. (La Sociedad de obreros agrícolas y similares “Adelante” de Teba, había sido fundada el 15 de julio de 1908).
Ese mismo día quedó solucionada la huelga en Campillos.
LA HUELGA DE CAMPILLOS SOLUCIONADAEl gobernador civil, señor (Alfredo) Queipo de Llano, recibió un telegrama del alcalde de Campillos, comunicándole que ha quedado resuelta la huelga planteada allí desde hace algún tiempo19301221 05 La Unión Mercantil
Sobre la huelga en Campillos, Baltasar Peña, dejó escrito en su libro “La pequeña historia de Campillos”:
En el año 1930 y cuando la intentona revolucionaria en España, Pedro Velasco Olmo fue el alma de la sublevación en Campillos, que ante la imposibilidad de manifestarse dentro de la localidad, se trasladaron los afiliados socialistas y la mayoría de la población civil a las inmediaciones del cementerio. En la manifestación figuraba a la cabeza Pedro Velasco, hasta que fue disuelta por la fuerza pública.
Sobre Pedro Velasco Olmo, ya escribí con anterioridad una Crónica:
https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2023/06/pedro-velasco-olmo-apuntes-para-una.html
El lunes 22, se dio por finalizada la huelga en Teba, entrando todos los obreros al trabajo.
El gobernador civil dijo ayer por la mañana a los periodistas, que acababa de celebrar una conferencia con el alcalde de Teba, quien le dio cuenta de la entrada al trabajo de los obreros huelguistas.Han seguido parados, por falta de ocupación, unos 250 jornaleros, pero para conjurar la situación de los mismos, procurándoles trabajo, conferenció ayer mismo el señor Queipo de Llano con los señores (Diego) Durán Villavicencio e Hinojosa, a los cuales acompañaba un contratista de obras, decidido a ejecutar varias de las proyectadas.Con propósito de activar unos trámites imprescindibles para que las obras empiecen, el gobernador acompañó a los citados señores a visitar al delegado de Hacienda.19301223 05 La Unión Mercantil
En los días siguientes, los detenidos en Teba, fueron trasladados por la Guardia civil, a la cárcel de Málaga, donde ingresaron a disposición del Juzgado militar, acusados de estar complicados en los sucesos acaecidos en el pueblo. Según la prensa, el día 26 de diciembre había un total de treinta detenidos, “entre los cuales se supone se encuentran los promotores de los sucesos ocurridos en aquel pueblo”.
LOS ÚLTIMOS DÍAS DE LA MONARQUÍA
En la Gaceta del 16 de marzo de 1931, se convocaron elecciones municipales para el 12 de abril de 1932. Fueron las elecciones que trajeron la Segunda República a España.
La apertura de la campaña electoral, coincidió con el Consejo de Guerra contra seis de los miembros del Comité revolucionario, firmantes del «Pacto de San Sebastián», y a los que se les responsabilizaba de los sucesos revolucionarios de diciembre de 1930. El juicio comenzó el 20 de marzo de 1931.
El 22 de marzo, la Gaceta publicaba el Real Decreto de restablecimiento de las garantías constitucionales. Durante siete años y medio los derechos ciudadanos que la Constitución reconocía habían sido anulados.
El martes 24 de marzo, el Tribunal militar dictó la sentencia contra los participantes en el Pacto de San Sebastián. Fue una sentencia testimonial: seis meses y un día de prisión. Al tener cumplida más de la mitad de la condena, fueron puestos en libertad condicional. La tarde de ese día, salieron de la cárcel Modelo de Madrid. Era la semana anterior a la Semana Santa.
Para esa semana estaba previsto que se celebrara el Consejo de Guerra para ver y fallar el sumario instruido por la jurisdicción militar, con motivo de los sucesos ocurridos en Teba. Estaban encartados en el proceso diecinueve personas, acusadas de rebelión y agresión a la fuerza armada. El fiscal pedía la pena de cadena perpetua para dos de los procesados, y para los restantes, penas que oscilaban entre dos y veinte años.
Pero visto lo ocurrido en Madrid con los cabecillas del movimiento, el estar en campaña electoral, y no querer dar una baza a los republicanos, el Consejo de Guerra no se celebró, y los procesados fueron puestos en libertad:
Teba, 31.- El 29 de marzo (Domingo de Ramos), fueron puestos en libertad los compañeros de esta localidad detenidos con motivo de los sucesos de diciembre. A esperarlos a la estación acudieron numerosos trabajadores. Al apearse del tren, el entusiasmo de la muchedumbre se desbordó, dándose vivas a los presos y otros más significativos.Seguidamente se organizó una imponente manifestación, que fue poco a poco engrosándose, en tal forma, que al llegar al pueblo se calcula que la formaban dos mil personas.[…]CRISTOBAL MORENO19310402 03 El Socialista
El autor del artículo, Cristóbal Moreno Verdugo (a) «Zorrita», participó en la fundación de la Agrupación Socialista de Teba en 1931, y fue elegido concejal del ayuntamiento en las elecciones municipales celebradas en abril de ese año. Desempeñó el cargo de alcalde desde abril a octubre de 1934, siendo detenido por su participación en la revolución, y condenado a quince años de prisión por rebelión militar y seis meses, y un día por tenencia ilícita de armas. Salió de prisión en febrero de 1936, tras el triunfo del Frente Popular, ocupando de nuevo la alcaldía de Teba.
Dos semanas más tarde de la puesta en libertad de los detenidos de Teba, el 12 de abril de 1931, se celebraron las elecciones municipales que trajeron la Segunda República a España.
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