JUAN MARÍA PÉREZ AVILÉS (1784-1845), CURA Y POLÍTICO. SEGUNDA PARTE
Isabel II, durante la regencia de su madre María Cristina de Borbón |
En la primera parte de esta Crónica, hablé de los primeros días de la vida política de D. Juan María Pérez Avilés, que arrancaron el 26 de julio de 1836, con el levantamiento revolucionario que se produjo en Málaga, y de la que él fue uno de sus líderes, en contra del Gobierno de la nación presidido por Francisco Javier Istúriz, y de rechazo a la actitud tomada por la regente María Cristina de Borbón a favor de los moderados.
La revolución finalizó con éxito, gracias al motín que se produjo en el palacio de La Granja de San Ildefonso, que obligó a la regente a restablecer la Constitución liberal de las Cortes de Cádiz de 1812.
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EL MOTÍN DE LA GRANJA DE SAN ILDEFONSO
En el
palacio de La Granja de San
Ildefonso (Segovia), estaba pasando el verano la familia real, con la reina regente María Cristina de Borbón, y
su hija, la futura reina Isabel II, una niña de 6 años. La guarnición de La Granja estaba descontenta, llevaba
tres meses sin cobrar, y eran conocedores de los sucesos revolucionarios que se
estaban desarrollando en la mayor parte de las provincias.
La tarde del 12 de agosto de 1836, la
mayoría de los oficiales se habían marchado a la ópera a Madrid, mientras la tropa,
en sus cuarteles, había quedado bajo el mando de los sargentos. Sobre las ocho y
media, la guarnición y parte de la
Guardia Real se amotinaron al grito de “¡Viva la Constitución! ¡Viva la
libertad!”.Entraron todos en la plaza contigua a palacio, haciendo disparos al
aire, y dando vivas constitucionales y mueras a los tiranos.
Ante
el temor a que fuera a más la violencia, la regente ordenó que se dejase entrar a
una comisión de los amotinados, compuesta por dos sargentos y un soldado. Tras
horas de conversación, María Cristina se vio
obligada a acceder a sus peticiones, y firmar un decreto ordenando el restablecimiento de la Constitución de
1812, que su marido Fernando VII había derogado en 1814.
MOTÍN DE LA GRANJA |
Al día siguiente, María Cristina retiró la confianza al gobierno moderado de D. Francisco Javier Istúriz y le encargó la formación de uno nuevo al liberal progresista D. José María Calatrava, con Juan Álvarez Mendizábal en la cartera de Hacienda. El objetivo que se propuso el nuevo gobierno, fue ir a unas nuevas elecciones para formar unas Cortes constituyentes.
Así acabó la “Revolución española de 1836”, que se había iniciado en Málaga, contra el sistema político del Estatuto Real de 1834, y en la que muchos vieron los fantasmas de las jornadas de agosto de 1792 de la Revolución francesa.
La Junta de Gobierno de Málaga, al enterarse de lo ocurrido, mandó un escrito a la reina regente, firmado por Juan María Pérez, congratulándose de la adhesión de la misma a la Constitución de Cádiz, diciéndole:
Recibid de ella el abrazo y ósculo
más tierno repitiendo con la misma viva la Constitución, viva la Reina
constitucional, la inocente Isabel, viva la inmortal Cristina verdadera Madre
de la Patria, viva la Unión, viva el Orden, y vivan por siempre los libres que
sostienen tan caros objetos.
Málaga 18 de agosto de 1836.- Juan María
Pérez, vicepresidente.- Gregorio Condom, vocal secretario interino.
Como no se fiaban del paso dado por la regente, al día siguiente, le mandaban otro escrito a María Cristina de Borbón, diciendo que hasta que no existieran unas Cortes con los principios de la Constitución de Cádiz, la Junta de gobierno de Málaga continuaría.
Esta Junta, Señora, que ha sostenido el orden a toda costa: que ha creado
un ejército imponente, y trabaja sin cesar por aumentarlo: que ha hecho mejoras
considerables en la administración, y que en fin, tiene el noble orgullo de
decir a la faz del mundo, que para llevar a cabo tan grandiosos planes, no ha
impuesto contribución alguna, ni alentado contra la fortuna o propiedad
particular, es la que tiene el honor de tributar a V. M. el homenaje de la más
sincera gratitud, y la que le eleva de nuevo los votos de sus comitentes.
Las circunstancias, empero, que produjeron su
pronunciamiento generoso, no han expirado aun. Por consiguiente su Junta de
Gobierno deberá continuar hasta tanto que reunidos los representantes del
pueblo bajo las bases del sagrado Código constitucional, se aseguren y
sancionen sus derechos imprescriptibles.
En el entretanto la Junta seguirá organizando fuerzas, que destinará a
batir los ominosos enemigos del trono legítimo y la libertad de la patria, y
consecuente a la línea de conducta que se ha trazado, adoptará para llenar este
objeto los medios y arbitrios más racionales y benignos, sin atentar de modo
alguno contra el sagrado de la propiedad. Cubrirá todas las cargas de la
Provincia, y pondrá a disposición de V. M. el sobrante que pueda resultar,
después de cumplir con estas atenciones.
La Provincia de Málaga está convencida, en virtud de una fatal
experiencia, de la nulidad de los programas. Confía ciegamente en el alma
generosa de V. M., pero se ve precisada a dudar de la inalterable consecuencia
en principios de los hombres de Estado. Cree por consiguiente indispensable
sostener su posición, ínterin no vea hechos positivos, en vez de palabras
aéreas, ínterin no toque realidades en lugar de sombras y quimeras. Con mérito
a estos principios de innegable razón, ha determinado que el Gobierno inmediato
de todo su distrito continúe a cargo de la Junta durante el imperio de las
actuales circunstancias, y desea que con ella exclusivamente se entienda el
supremo de V. M.
Málaga 19 de agosto de 1836. Señora A. L. R. P. de V. M.
Juan
María Pérez vicepresidente; Gregorio de Condom secretario interino, y 18 firmas
más
El nuevo gobierno progresista de D. José María Calatrava, el 21 de agosto de 1836, convocó elecciones para elegir la tercera Legislatura de las Cortes Generales, aún bajo el Estatuto Real de 1834. Estas elecciones se celebrarían el 2 octubre de 1836. Más adelante, continuaré con el desarrollo de estas elecciones.
JUNTA DE ARMAMENTO Y DEFENSA
Por otra
parte, la "Primera Guerra Carlista" y las pretensiones al reino de España de D.
Carlos María de Borbón continuaban. Para el gobierno de José María Calatrava,
la finalización de la misma era la “necesidad
más urgente de la nación, y como la primera y más indispensable condición para
que llegue a disfrutar los beneficios de la libertad y del orden que se ha
hecho tan acreedora”.
“Para
poner un pronto término a la guerra civil, exterminando la facción sanguinaria
que la sostiene”, desde
el ministerio de la Gobernación, se publicó una Real Orden, creando una «Junta de
Armamento y Defensa» en cada provincia.
Decidida S. M. la Reina Gobernadora a no perdonar medio ni sacrificio
alguno para poner un pronto término a la guerra civil, exterminando la facción
sanguinaria que la sostiene; y deseosa de aprovechar para tan importante
objeto el entusiasmo y fuego patrio que han demostrado los pueblos en la pasada
crisis política, se ha servido resolver que la junta gubernativa creada
últimamente en esa provincia se asocie a la diputación provincial, y constituya
con ella una comisión de armamento y defensa encargada de proporcionar
todos los medios y recursos extraordinarios, sin tocar a las contribuciones y
rentas del Estado, para secundar los deseos de S. M. y conseguir la inmediata
destrucción de las hordas del Pretendiente, procediendo en todo bajo la
dependencia de V. S., y con el debido acuerdo y armonía con la autoridad
militar; […].
Madrid 25 de agosto de 1836
GACETA DE MADRID DEL
29 DE AGOSTO DE 1836
De esa
forma, por esta Real Orden, la Junta de Gobierno que en cada provincia se habían creado, y la Diputación de la misma, quedaban unidas en una sola entidad.
Pero en la provincia de Málaga, existía la particularidad de que no existía dicha Diputación, ya que el 26 de julio, cuando se produjo el pronunciamiento y se prestó el juramento a la Constitución, se disolvió voluntariamente. La única autoridad existente durante un mes, fue la Junta de Gobierno. Esta Junta, fue una representación democrática de los pueblos de la provincia, elegida de una forma similar a como se realizaba la elección de los miembros de la Diputación.
“Así
fue cuando se previno nombrasen todos los pueblos, previa la elección
parroquial, un elector que pasando a la cabeza de partido, practicaran en ella
la de un vocal diputado que viniera a unirse y formar parte en esta
corporación.
Practicáronlo así y desde
entonces fue esta Junta de Gobierno una amalgama de la nueva diputación
provincial, elevada por aquella autoridad superior de gobierno de su provincia”.
Tras la Real Orden del 25 de agosto,
la Junta de Gobierno de Málaga, siguió dirigiendo el gobierno de la provincia, hasta que
fuera reemplazada por la Junta de Armamento y Defensa. Para el nombramiento de
esta Junta, se procedería a la elección el 6 de septiembre, por parte del
Ayuntamiento de catorce individuos “convocando dos personas de cada clase y
gremio, a los comandantes de los batallones de Milicia Nacional, capitanes de
compañías, un individuo por clase de oficiales de la misma y dos por la de
sargentos, cabos y soldados”. Estos serían los que sustituirían a la Junta de Gobierno.
En paralelo, se volverían a convocar elecciones en los pueblos de la
provincia, para el nombramiento de un diputado por partido judicial, que
formaría parte de la Diputación provincial.
La Junta de Gobierno de la que era vicepresidente D. Juan María Pérez Avilés, se disuelve el 9 de septiembre de 1836, estableciéndose ahora con el nombre de Junta de Armamento y Defensa asociada a la Diputación, que se reinstaura cuatro días más tarde, el día 13 de septiembre. Entre el día que mataron a los dos gobernadores y ese 13 de septiembre, siete semanas, hubo un vacío en el gobierno de la provincia que fue ocupado por la Junta de Gobierno, al frente de la cual estuvo Juan María Pérez.
HABITANTES
DE LA PROVINCIA DE MÁLAGA
Constituida
esta Junta de Gobierno por el voto unánime de la provincia, en los momentos que
su formación se conceptuó necesaria para salvar a la Patria, amenazada por los
enemigos de la Libertad, creyó uno de sus principales deberes la franqueza en
sus deliberaciones, de que ha dado pruebas repetidas. Sus deseos y esperanzas
han sido satisfechos al ver la marcha libre y constitucional que ha emprendido
el gobierno de S. M., y por lo mismo es necesario para que lleve a cabo nuestra
regeneración política, dejarlo expedito y sin trabas para su realización.
La
continuación de esta Junta con el carácter Gubernativo que hasta aquí ha
tenido, lo impediría; y si multitud de asuntos pendientes la obligaron a seguir
en el mismo estado, después del decreto para la formación de la de Armamento y
Defensa a que debe unirse, accediendo en ello a los deseos de los habitantes de
esta ciudad, cree es llegado el caso de disolverse.
[…]
Málaga 9 de
septiembre de 1836
Finalmente el 13 de septiembre se formó la Junta de Armamento y Defensa, siendo nombrado Jefe político de la misma D. Juan María Pérez Avilés.
HABITANTES
DE LA PROVINCIA
La
Junta de armamento y defensa de esta provincia instalada en obedecimiento de
las órdenes de S. M. la Reina Gobernadora, se apresura a dirigiros su voz y a
manifestaros franca y sencillamente los sentimientos que la animan y el objeto
que se propone en sus tareas, como uno de los primeros deberes de toda
autoridad bajo el régimen constitucional restablecido por el voto unánime de la
Nación.
[…]
La
Junta va a ocuparse con infatigable celo en llevar a efecto las importantes
medidas acordadas por el Gobierno para terminar de una vez esa guerra
fratricida que devora nuestros hijos, destruye los campos, y aniquila la
industria y el comercio, impidiéndonos gozar de los beneficios del sistema
constitucional. Vosotros secundareis sus esfuerzos, y con vuestro apoyo sabrá
vencer todas las dificultades por insuperables que parezcan.
¡Malagueños!
Habéis sido siempre idólatras de la libertad: lo habéis demostrado con acciones
dignas de eterno renombre: acabad de probarlo prestándoos gustosos a los
sacrificios que reclaman imperiosamente la Patria, el honor nacional y la
defensa de nuestras vidas y de nuestros más caros intereses.
Málaga 13 de
Setiembre de 1836.= Juan María Pérez:
Jefe Político interino, presidente.=José Márquez Espinosa: diputado por
Álora. = José Pérez de los Ríos: por Colmenar. = Esteban Castell: por Coín. =
Miguel Bray: por Estepona.= Vicente Rafael de Salas: por Gaucín.= Juan
Kreisler: por Málaga.= José Fariñas: por Málaga.=Francisco Gutiérrez: por
Marbella. = Juan Joaquín Melgares: por Ronda. Francisco Baeza: por Torrox. =
Felipe Gómez.= Rafael de Sobremonte. =Francisco Reboul Sobrino.= Juan Serrano.
=Juan Pedro Hernández.=Tomás Sáenz. =Nicolás Guerrero. = Manuel Pérez. =José
Marín García.= Antonio de Miguel, secretario.
LA GUERRA CARLISTA LLEGA A ANDALUCIA. LA COLUMNA DEL GENERAL MIGUEL GÓMEZ DAMAS
En 1835, ya avanzada la Primera guerra Carlista (1833-1839), hubo un intento de levantamiento carlista en Andalucía,
con foco principal en Sevilla y Écija, aunque la conspiración se extendería a poblaciones como Carmona, Osuna, Córdoba y Lucena. En
los primeros meses de 1836, también se habían producido pequeñas acciones en la
comarca de Antequera entre los “isabelinos” y los “carlistas”, donde hubo
varios muertos y heridos.
Uno de los
acontecimientos más interesantes de la Primera guerra Carlista, fue la
expedición militar del general Miguel Gómez Damas, el cual durante el segundo
semestre de 1836, recorrió media España
con el propósito provocar el levantamiento de
los adictos a la causa de Carlos María de Borbón, a la par que reclutar
adeptos para su ejército, y propagar los ideales carlistas.
El general
Gómez Damas, había sido jefe del estado mayor del general carlista Tomás de
Zumalacárregui. En 1834 asumió la jefatura de la
comandancia general de Vizcaya, posteriormente la
de Guipúzcoa, alcanzando el grado de Mariscal
de campo.
Como ya comenté con anterioridad, el carlismo tuvo sus focos más importantes en el País Vasco, Navarra, parte de Cataluña y en el Maestrazgo. El 26 de junio de 1836, el general Gómez Damas partió desde Amurrio (Álava), al frente de una columna de unos tres mil hombres, 2.700 de infantería y dos escuadrones de caballería, mandados por el brigadier Santiago Villalobos, con un obús y un cañón de montaña. Durante seis meses recorrieron Asturias, Galicia, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía.
En
la mañana del día 20 de septiembre, cuando la columna del general Gómez Damas
iba a iniciar la marcha, abandonando Villarrobledo con dirección a la capital de
España, se encontraron con las tropas de Alaix, que no habían interrumpido la marcha
durante la noche, les había dado alcance, y les hacían frente con unas fuerzas
muy superiores en número.
Hasta ahora, el general Gómez, nunca se había dejado sorprender por las tropas “isabelinas”. El resultado de aquel encuentro fue una gran victoria de las tropas del brigadier Alaix, que puso en fuga a las tropas carlistas, a las que hizo muchos prisioneros. Por ese hecho, la Reina regente, ascendió a Isidro de Alaix a Mariscal de campo.
En su huida, la División expedicionaria del general Miguel Gómez se dirigió a Villanueva de los Infantes, en Ciudad Real. De ahí se dirigieron el 22 de septiembre hacia Andalucía, entrando por la provincia de Jaén. El 24 y 25 llegaron a Úbeda y Baeza, y el 27 estaban en Andújar.
El 27 de septiembre, la Junta de Armamento y Defensa de Málaga, cuyo Jefe Político era D. Juan María Pérez, tiene noticias de la llegada de las tropas carlistas a Úbeda:
JUNTA DE ARMAMENTO Y DEFENSA.
Los señores don Miguel Bray y don Manuel Pérez, vocales de esta Junta, en oficio fecha de hoy y desde Priego, dan parte de la entrada de la facción en la ciudad de Úbeda, y refiriéndose a testigos presenciales contestes, indican que el número de las tropas organizadas de que consta no excede de dos mil quinientos hombres, siendo el resto gavillas desordenadas de frailes, clérigos y mozos arrancados a la fuerza de sus casas; que vienen en completa derrota, y perseguidos de cerca por la fuerza de nuestro valiente ejército; y en fin que la pérdida que sufrieron en Villarrobledo, fue mucho más considerable de lo que refieren los partes, habiendo sufrido una mortandad horrorosa.
La División expedicionaria de esta provincia continuaba en Jaén, para adonde marchaba el Excmo. Señor Capitán general del reyno y costa de Granada.
Lo que se noticia al público para su debido conocimiento.
Málaga 27 de Setiembre de 1836 a las once de la noche.
E. G. S. P. I. Juan María Pérez.
P. A. de S. E. Antonio de Miguel, Secretario.
Aunque la noticia dada por la Junta habla de “una mortandad horrorosa” en Villarrobledo, lo cierto es que hubo muchos prisioneros, pero apenas si hubo muertos, porque no llegó a plantarse una batalla.
El día 28 la Junta de Armamento y Defensa, vuelve a sacar un comunicado dirigido a todos los malagueños:
MALAGUEÑOS:
La facción del rebelde Gómez, derrotada en los campos de Villarrobledo, ha osado invadir las “Andalucías” para librarse de la activa persecución de nuestro valiente ejército que por todas partes la sigue, sin dejarla un instante de reposo. Nuestra División expedicionaria (mandada por el comandante Juan Antonio Escalante, como ya vimos), se ha replegado sobre Jaén en el mejor orden, retirándose siempre a la vista de los enemigos, tan superiores en número, sin perder un hombre, y en la actitud más imponente, demostrando el valor y la disciplina de los cuerpos de que se compone. Jaén está ya a cubierto de los insultos de los rebeldes, y nuestras tropas unidas a la benemérita Guardia Nacional de aquella provincia, que ha volado a las armas al primer llamamiento, sabrán escarmentar a esas bandas de asesinos, incapaces de expugnar los pueblos que tienen ánimo y decisión para ponerse en defensa.
Las fuerzas de Granada, Sevilla y Cádiz se concentran para oponerse a los movimientos de los rebeldes, detener su marcha y dar lugar a la llegada de la División del general Alaix, que con 20.000 hombres viene en su alcance en alas de la victoria.
Malagueños: Vuestra Junta de Armamento y Defensa, íntimamente unida a todas las autoridades de la provincia, se ocupa sin descanso, en alejar cuantos riesgos puedan amenazarnos. Hoy mismo se pone en marcha nuestro digno Comandante general al frente de todas las tropas disponibles de la guarnición para salir al encuentro de los facciosos. La Guardia Nacional movilizada le seguirá en breve para tomar parte en las glorias del ejército; y todos contribuiremos hasta con la última gota de nuestra sangre, para poner término a los males que nos cercan. […]
Malagueños: A las armas […] ¡Viva la Constitución! ¡Viva Isabel II Constitucional! ¡Viva la Reina Gobernadora! ¡Viva la provincia de Málaga!
Málaga 28 de Setiembre de 1836.=E. G. P. I. Juan María Pérez, presidente
Ese mismo 28 de septiembre, la Junta malagueña, ante el temor de que “esas hordas de vándalos navarro-aragoneses, que solo saben destruir los pueblos inermes, […] que han osado penetrar por sierra Morena”, pudieran atacar la provincia y la capital, declara la Ley Marcial; ordena que la Guardia Nacional quede acuartelada; hace una llamada a toda la población masculina “desde edad de 16 a 50 años, para que se presenten armados con escopetas y otras armas que tengan y puedan adquirir, formando con ellos pelotones por cuarteles”; dichos pelotones, estarán bajos las órdenes de “los oficiales retirados, ilimitados, licenciados y a los que se hallan sirviendo destinos civiles”.
Entre otras más cosas, se ordenó “que se tapen o inutilicen las entradas de esta ciudad que convenga inutilizarse y taparse, en lo que se ocupen todos los presidiarios y los materiales que den los conventos en derribo, sin perjuicio de ampliarse esta disposición a emplear en el trabajo a todos los albañiles y carpinteros con sus correspondientes maestros”. “Que los faluchos de guerra se alisten inmediatamente, y estén prontos a operar en las playas del Carmen y la Caleta”. “Se formará un cuartel general en esta ciudad y otro en la de Ronda”. “La defensa y seguridad de la Serranía se encarga muy particularmente al señor comandante general de Ronda”.
Finaliza con “Y sin perjuicio a seguir adoptando las demás providencias que se crean necesarias para el logro del fin sagrado que nos hemos propuesto, ordena la junta se imprima, publique y circule para que a todos les conste y cada uno se preste por su parte a la defensa de la patria y sostenimiento de la tranquilidad pública en esta capital y su provincia.
Málaga 28 de septiembre de 1836
E. G. P. I. P.= Juan María Pérez.
P. A. D. S. E.=Antonio de Miguel, secretario”.
La Junta llegó incluso a pedir la cooperación del cónsul de británico en Málaga, solicitando el auxilio de buques de guerra y fusiles, el cual mandó dicha petición al general gobernador de la plaza de Gibraltar.
Pero no fue necesaria esa ayuda, porque las tropas carlistas no se dirigieron a Málaga, sino a Córdoba, que fue tomada el 1 de octubre por el general Gómez, consiguiendo el alzamiento de parte de la provincia a favor del pretendiente Carlos María de Borbón.
Esa columna malagueña, el día anterior, 3 de octubre, ya había entrado en Baena. Así lo cuenta Escalante en una comunicación al capitán General de Granada
“Excmo.
Señor: Hallándome todavía en Alcaudete recibí la noticia de que varios pueblos,
y entre ellos Baena, hablan proclamado a Carlos V; en este caso no titubeé en
marchar sobre este último para hacerle entrar en su deber a toda costa, y como
a las tres de la tarde me presenté a su vista, y lo mandé circunvalar por
algunas tropas. No bien mi primera operación había principiado a ejecutarse,
cuando ya el pueblo comenzó a tocar a rebato y a hacer fuego. Sobre el acto
dispuse reforzar algunos puntos, y que tomasen la población 150 carabineros
acompañados de algunos caballos. Posesionados de la plaza y del castillo entré
con la demás fuerza y todo quedó tranquilo. No sé los muertos que habrá habido
de parte del enemigo, porque no me importa mucho el contarlos, aunque sé hubo
algunos. Un individuo que en medio de la calle hizo fuego al pasar el Teniente
de Carabineros, y que herido me lo presentaron al llegar a la plaza lo mandé
fusilar sobre el acto, y otros dos que fueron cogidos con las armas en la mano
y que me han presentado hace poco, los fusilaré por la mañana, y la misma
suerte correrá todo el que se halle en el mismo caso que estos.
Todo
el reino de Córdoba, o al menos la mayor parte, ha proclamado a Carlos V a
estas horas. La facción va a aumentarse de una manera increíble y a poner las
“Andalucías” en un estado de guerra espantoso, si con una grande energía no se
cortan tamaños males. Mi cooperación para evitarlos será decidida, pero V. E.
comprenderá que con la fuerza poca que tengo, no me será fácil imponer a la vez
a los pueblos y a la facción; por lo tanto ruego a V. E. encarecidamente por el
bien de la Patria, única cosa que ocupa mi corazón, que dé sus órdenes para que
se me reúnan los batallones de África y Murcia, al menos el primero, que yo
respondo a V. E. del más feliz éxito”
Cuartel general de
Baena 3 de Octubre de 1836
La mañana del día 5 de octubre, el general Gómez decide pasar al ataque. Las escasas tropas de Escalante, al avistar al enemigo en las proximidades de Baena, se baten en retirada presionadas por las tropas carlistas, y en las cercanías de Alcaudete (Jaén) sufre una derrota espectacular. La columna malagueña queda inoperante y sus miembros son perseguidos hasta Martos.
Las tropas de las que disponía Escalante, según el coronel José María de Jara, que participó en la escaramuza, “era en infantería, los carabineros […] setenta y cinco hombres del provincial de Málaga, que a más de ser muy jóvenes, tan sin instrucción, que la mayor parte de ellos ni aun echar armas al hombro sabían (pero hágaseles justicia, que hicieron mucho más de lo que se podía esperar de ellos), y ciento sesenta y cinco desgraciados Granaderos que fueron víctima de su buen comportamiento; la caballería era de Carabineros y cincuenta caballos del escuadrón ligero de la constitución que sin saber casi montar, sin más armas, los más de ellos, que su espada, sin espuelas y con caballos que apenas obedecían el bocado, les mandaron salir”.
Después de un periplo por
Extremadura, la expedición carlista volvía a penetrar en tierras andaluzas. El
4 de noviembre, el general Miguel Gómez llegaba a Guadalcanal, en la provincia
de Sevilla. Allí descansó y supo que sus perseguidores, desorientados de su
paradero, se habían retrasado, deteniéndose hasta saber sus intenciones, que lo
mismo podía ser ir sobre Sevilla o de nuevo sobre Córdoba. Aprovechando esta
indecisión, Gómez decidió encaminarse hacia la serranía de Ronda, región donde
creía encontrar antiguos partidarios y que, al ofrecer ventajas naturales por
lo accidentado del terreno, pensaba que podría asentarse la guerra si lograba
fortificar allí algunos puntos.
Con ese nuevo objetivo, la
columna de Gómez comenzó su movimiento y el día 9 fue por Alanís a Constantina
y Palma del Río, pasando el día 10 el río Guadalquivir. Después de varias
escaramuzas, Gómez llegó a Écija, descansando en esta ciudad el día 12 y
siguiendo el 13 a Osuna y, por Marchena y Olvera, en dirección a Ronda, donde
llegó el día 16 de noviembre con el propósito de descansar, después de que
hubiera sido abandonada la ciudad por el brigadier “isabelino” Antonio Ordoñez,
a cuyo cargo estaba el cuidado de la Serranía, y quien se retiró con su
columna, formada por 1.500 hombres entre tropa y guardias nacionales, a
Casares.
El grueso de las tropas carlistas permaneció en Ronda los días 17 y 18 de noviembre, en los que Gómez reorganizó el ejército expedicionario, formando dos divisiones y durante los que se presentaron algunas personas afectas y con influjo en la serranía ofreciendo sus servicios.
La columna de Gómez abandonó precipitadamente Ronda el mismo día 19 a las cuatro de la tarde con dirección a Gaucín donde llegó el día 20, y el día 21 de noviembre, parte de la expedición estaba en San Roque. Era una demostración más de la rapidez de sus movimientos.
Cuando dos días después, los carlistas se encontraban ejecutando trabajos de fortificación en Gaucín, y haciendo acopio de víveres, el 23 de noviembre, las tropas del general “isabelino” Felipe Rivero cayeron repentinamente sobre Gaucín. Los carlistas se vieron obligados a abandonarlo precipitadamente en dirección a San Roque.Derrotada al fin la
expedición en Arcos de la Frontera, y posteriormente en Alcaudete (Jaén), el 29
de noviembre, acosada por las tropas “isabelinas”, tiene que emprender el
camino de regreso al Norte sin haber cumplido ningún objetivo concreto.
La expedición del general Miguel
Gómez llegaría a Orduña (Vizcaya) el día 20 de diciembre, después de recorrer
toda España, ahora de sur a norte. Tras
un periplo de más de cuatro mil kilómetros, se hallaba otra vez en el País
Vasco. Los resultados de su aventura fueron nulos.
ELECCIÓN A CORTES CONSTITUYENTES
Mientras se estaba desarrollando los enfrentamientos entre los carlistas y los “isabelinos” en Andalucía, como ya dije con anterioridad, el nuevo gobierno de D. José María Calatrava, el 21 de agosto de 1836 convocó elecciones para elegir la tercera Legislatura de las Cortes Generales bajo el Estatuto Real de 1834. Serían unas cortes Constituyentes que darían lugar a la «Constitución de 1837»
Estas elecciones se celebraron el 2 octubre de 1836, siguiendo
lo dispuesto en la Constitución de 1812, es decir, por sufragio universal
indirecto, siendo electores “todos los ciudadanos (varones, mayores de 21
años) avecindados y residentes en el territorio de la parroquia
respectiva, entre los que se comprenden los eclesiásticos seculares”.
Asimismo, las condiciones para ser elegible eran: ser varón, mayor de 25 años, vecino y residente en la parroquia, partido y provincia, de estado seglar o eclesiástico secular, y tener “una renta anual proporcionada, procedente de bienes propios”.
Ese mismo día de las elecciones, el 2 de octubre, de nuevo era nombrado Gobernador Civil de Málaga D. Ignacio López Pinto (Gaceta del 10 de octubre), y como tal, también estaba al frente de la Diputación. Se mantendría en el cargo hasta el 30 de marzo de 1838, fecha en que cesó al ser nombrado Jefe Superior Político de Valencia. Sería sustituido por D. Simón de Roda.
En esas elecciones a Cortes, D. Juan María Pérez Avilés, se presentó como candidato del partido Progresista por la provincia de Málaga, siendo elegido en las votaciones a Procurador. En el momento de las elecciones, era Jefe político de Málaga, pero no había sido un nombramiento realizado por el gobierno, sino por las circunstancias que se iniciaron con el asesinato en julio de 1836 de los gobernadores civil y militar
Como era normativo, cuando presentó sus credenciales en la comisión de Poderes de las Cortes, esta elaboró un dictamen en la que opinaba que “debe admitirse al Sr. Pérez, no obstante estar desempeñando el cargo de jefe político en aquella provincia cuando las elecciones, por resultar que lo verificó, no por nombramiento del Gobierno, sino por acuerdo de la Junta de Málaga”.
Diario de Sesiones de las Cortes del 24 de noviembre de 1836 (página 379).
El ser jefe político de la provincia, acarreaba ser también presidente de la Junta electoral, y esto, según algunos procuradores, “destruye la elección por la falta de libertad y de independencia en los electores”. Argumentaban que el artículo 97 de la Constitución de Cádiz, decía que “Ningún empleado público nombrado por el Gobierno, podrá ser elegido diputado de Cortes por la provincia que ejerce su cargo”.
Los procuradores defensores de
su validez para ser Procurador, acogiéndose a este mismo artículo, argumentaban
que: “El Sr. Pérez no puede ser de ningún modo comprendido en el art. 97 de
la Constitución, puesto que no era un empleado, ni podía considerarse como
agente del Gobierno, sino como un simple particular en quien el pueblo de
Málaga ha depositado su confianza”.
El procurador por Málaga, D. Cayetano Cardero defendió a D. José María Pérez: “La provincia de Málaga, por lo extraordinario de las circunstancias políticas, se vio en la necesidad de adoptar un sistema de gobierno que después se hizo general en toda la Nación. Este suceso dio lugar a que se viese sin autoridades y abandonada al desorden; el pueblo de Málaga, celoso por el orden, halló en este individuo una persona honrada en quien no dudó depositar su confianza, a cuyo efecto le nombró autoridad. […] Ruego al Congreso que teniendo en consideración las circunstancias extraordinarias en que se vio esta provincia, siendo la primera que proclamó el grito de Constitución, y cuya voluntad se halla inclinada a la representación del Sr. Pérez, se sirva aprobar sus poderes, y admitirle a tomar asiento”.
Sin embargo, el dictamen de
la comisión fue votado en el pleno de las Cortes, siendo rechazado,
por lo que a pesar de ser elegido, no pudo ser Procurador. (Diario de Sesiones
de las Cortes del 25 de noviembre de 1836, páginas 390 a 392).
Su puesto fue ocupado por el
antequerano D. José María Casasola y Cuellar, el cual
tres meses después, el 19 de febrero de 1837, renunció a su cargo de Procurador
por motivos de salud. En 1849 recibiría en sucesión de su hermano, el título de Marqués de Fuente Piedra.
La
dimisión de D. José María Casasola, fue cubierta, esta vez sí, por D. Juan
María Pérez, que ya había dejado de ser el jefe político de Málaga. Fue elegido
por la Junta electoral de Málaga el 19 de marzo de 1837.
- Pasan a comisión sus Poderes.- Diario de Sesiones de las Cortes del 03 de abril de 1837 (página 2444).
- Quedan aprobados. Jura el cargo y toma asiento.- Diario de Sesiones de las Cortes del 10 de abril de 1837 (página 2627).
Los
Procuradores por Málaga en aquel momento de la legislatura, eran:
- D. José María Blake y Monsegur,
- D. Cristóbal de Pascual,
- D. Antonio Verdejo,
- D. Juan María Pérez Avilés.
- D. Francisco Reboul Sobrino
- D. Francisco Corona
CONSTITUCIÓN DE 1837
Diario de Sesiones de las Cortes del 18 de junio de 1837 (4125).
María Cristina jura la Constitución de 1837, acompañada de su hija Isabel II |
Al poco de jurar la Constitución, el
Congreso concedió a Juan María Pérez, “licencia
de tres meses para pasar a su casa, con motivo del peligroso estado de salud en
que se hallaba su madre, y también para tomar baños minerales”. Diario de
Sesiones de las Cortes del 28 de julio de 1837 (5011).
Según las normas de la nueva ley electoral aprobada el 20 de
julio de 1837, se volvió al sufragio
censitario, desechando el sufragio universal
masculino indirecto, consagrado en la Constitución de 1812, con lo que el
derecho al voto quedó reducido a los que tenían capacidad económica, lo cual
venía a consagrar el dominio político de la burguesía.
Esa legislatura finalizó el 4 de noviembre de 1837, por lo que, pasados los tres meses de permiso, Juan María Avilés, prácticamente no tuvo tiempo de volver a su escaño. No hay constancia alguna de que formara parte de alguna comisión parlamentaria durante esa legislatura.
Las elecciones del 22 de septiembre de 1837, fueron las
primeras celebradas bajo la Constitución de 1837. Juan María Pérez, se presentó en las listas del partido
Progresista para ser senador por Málaga en esa primera legislatura, no siendo
elegido.
La
noche del 18 de junio de 1839, se celebró en Málaga una asamblea, a la que asistieron más
de mil personas, la cual estuvo presidida por D. Juan María Pérez, siendo secretario D.
Cristóbal de Pascual, con el fin de dar forma a una candidatura de “Progreso
legal” para las elecciones que se iban a celebrar el 24 de julio de ese año. En dicha
asamblea, se aprobaron las bases de dicha candidatura compuesta de doce puntos,
entre los que destaco:
1ª.- Que los diputados y senadores que se elijan y propongan, han de
renunciar previamente a todo empleo o condecoración para sí, exceptuando el
cargo de ministro de la corona, durante el periodo de su misión, y a toda
agencia en favor de sus parientes y allegados.
4ª.- Que han de poner todo su conato en la pronta conclusión de la guerra
civil que nos devora, haciendo resistencia formal a cualquiera idea o proyecto
que tienda a menoscabar bajo cualquier concepto el honor y la independencia
nacional.
7ª.- Que también han de trabajar cuanto puedan porque caiga la cuchilla
de la ley sobre los cuellos de los grandes ladrones del Estado.
9ª.- Que han de activar la formación de la ley orgánica de ayuntamientos
y diputaciones provinciales, y hacer cuanto puedan porque estas corporaciones
sean una verdadera representación de los pueblos, y tengan toda la latitud
compatible con las instituciones vigentes.
12º.- Que todos los candidatos que se presenten en listas por la comunión
del “progreso legal”, han de hacer inmediatamente que lo sepan, su profesión de
fe política, con aceptación de estas bases, comprometiéndose a su cumplimiento
y quedando en su defecto sujetos a la responsabilidad moral, y al odio y
execración de todos sus conciudadanos.
18390625 03 y 04 El Eco del comercio.
D. Juan María Pérez también se presentó para senador en esas elecciones, por el “Progreso legal”, no siendo elegido.
En dichas elecciones, ganaron los progresistas, sin embargo el gobierno moderado de Evaristo Pérez de Castro, no dimitió para dar paso a un nuevo gobierno más en consonancia con la mayoría existente en las Cortes.
Con la connivencia de la Reina regente, Pérez de Castro disolvió las nuevas Cortes para convocar, en enero de 1840, nuevas elecciones que le proporcionaron una mayoría al partido Moderado. El motivo que adujo Pérez de Castro para disolverla, fue que era necesario consultar la voluntad nacional tras la finalización de la Guerra Carlista.
FIN DE LA PRIMER GUERRA CARLISTA
El 31 de agosto de 1839 y con el "Abrazo de Vergara", se ponía fin a la Primera Guerra Carlista en el norte de España, que desde 1833, tras la muerte de Fernando VII, había sumido a España en una guerra civil.
Voy a transcribir el mensaje de apoyo y adhesión de la villa de Campillos a
través de sus representantes municipales, aparecido en la Gaceta
de Madrid del 4 de octubre de 1839:
Señora:
El
ayuntamiento constitucional de la villa de Campillos, provincia de Málaga, y
cabeza del partido judicial a que da nombre, puesto A L. R. P. de V. M., rinde
el homenaje debido de sumisión por los sucesos que ha sabido preparar el
invicto e ilustrado caudillo del valiente y disciplinado ejército del Norte,
abriendo en Vergara el camino fácil y seguro para la próxima llegada de la paz,
que tanto anhelaba la nación, el afianzamiento de vuestra excelsa Hija en el
trono de San Fernando, que tan legítimamente le pertenecía, y porque sus
verdaderos adoradores y amantes súbditos no rehusaban sacrificio alguno, y la
consolidación de la Constitución, espontánea y solemnemente jurada por V. M.
como bandera de unión para todos los españoles: baluarte indestructible de las
prerrogativas de la corona y fortaleza inexpugnable en que se conservan y
garantizan los derechos sagrados del pueblo.
Fiel
intérprete de los votos y sentimientos de estos naturales, sus administrados,
que idólatras de tan caros objetos no han dudado jamás prestarse a todo por su
consecución, llenando para ello cumplidamente, y sin esperar reconvenciones o apremios,
sus respectivas extraordinarias y ordinarias obligaciones, a pesar de
experimentar más de una vez las inexplicables afecciones que les produjera un
desprendimiento que les privara de los únicos recursos de subsistencia para sus
hijos y familia, anteponiendo a su existencia y de tan interesantes prendas su
Reina, su Constitución y felicidad de sus semejantes; faltaría al más sublime
de sus deberes, si no trasmitiere a V. M. los alegres parabienes, con que no
desmintiendo la unión y puros deseos que les caracteriza, desahogan sus leales
corazones.
Enajenados
de gozo y de placer, e inundadas sus almas de la más dulce y extraordinaria
alegría al recibir tan satisfactoria como inesperada nueva, prorrumpieron en
expresiones capaces de conmover a los mas insensibles, y alternando los vivas a
Isabel, a Cristina, a la Constitución y a la paz, resonaban repetidos también
al soldado valeroso, al hombre entendido, al dichoso verdadero español, que
salvando todos los principios, ha conseguido y sabido dar nacionalmente un día
de tanta gloria y engrandecimiento a su patria; mas sin demora dirigieron al
cielo sus clamores, y esperan ver en breve premiados sus desvelos y
recompensados con usuras sus sacrificios, para que libre y desembarazada S. M.
con la dulce eterna cuanto encantadora paz, podrá sin estorbo dedicarse a poner
en acción los recursos de su sublime ilustración, haciendo con su maternal
cariño que esta nación, que tanto le adora, llegue bajo su soberana protección
a disfrutar las ventajas y consecuencias de su constitucional Gobierno,
elevándola al grado de ventura, esplendor y grandeza a que es acreedora por sus
virtudes.
Dígnese
V. M. acoger benigna esta sencilla como reverente manifestación de los
sentimientos que animan a esta corporación y sus representados, entretanto que
ruegan al Todopoderoso conserve su interesantísima vida dilatados años.
Salas capitulares de la villa de
Campillos 14 de Septiembre de 1839. = A L. R. P. de V.M. = El alcalde primero,
José Asiego. = El alcalde segundo, Anselmo Pineda. = El regidor primero,
Agustín Herrera. = El regidor segundo, Cristóbal Casasola. = El regidor
tercero, Francisco Assiego. = El regidor cuarto, Juan Gallegos y Sánchez. = El
regidor quinto, Nicolás Corona. = El regidor sexto, Pedro Clavijo. = El regidor
séptimo, Juan de Casasola. = El regidor octavo, Esteban Romero. = El síndico
primero, Pedro Berdum. = El síndico segundo, Pedro de Asiego. = Secretario,
Pedro Sánchez y Luna.
LA REGENCIA DEL GENERAL ESPARTERO
La ruptura entre los partidos moderados y progresistas se acentuó cuando el gobierno moderado de Pérez de Castro presentó ante las nuevas Cortes afines, un proyecto de ley de ayuntamientos, en el que se recortaban las competencias municipales, como era que el nombramiento del alcalde correspondía al Gobierno en las capitales de provincia, y a través de los jefes políticos provinciales, en los pueblos. Dicha ley de ayuntamientos «estaba pensada para debilitar los apoyos populares con que contaban los progresistas» e impedir así que «pudieran volver en el futuro al poder».
Para evitar la promulgación de esa ley contraria al «espíritu de la Constitución de 1837»,
los progresistas iniciaron una campaña desde la prensa y desde los
ayuntamientos para que la regente María Cristina no sancionara la ley bajo la
amenaza de no acatarla, y cuando vieron que la regente estaba dispuesta a
firmarla, dirigieron sus peticiones al general Baldomero Espartero, que tras su triunfo en
la guerra contra los carlistas, despertaba una gran admiración en gran parte de las
capas populares.
Para apaciguar ese malestar popular, María Cristina, pidió a
Espartero que aceptara la presidencia del Consejo de Ministros, pero este le
exigió que no sancionara la ley de Ayuntamientos. Cuando el 15 de julio de 1840
firmó la ley, Espartero le presentó la renuncia de todos sus grados, empleos,
títulos y condecoraciones.
De resultas de ello, en Barcelona y Madrid se produjeron
graves altercados entre partidarios de María Cristina y de Espartero. A partir
del 1 de septiembre las revueltas de los progresistas se extendieron por toda
España, formándose juntas revolucionarias que desafiaron la autoridad del gobierno
moderado y de la Regente María Cristina.
Dicha
insubordinación, supuso la abdicación de María Cristina de Borbón como Regente,
y la llegada del general Baldomero Espartero al poder. Doña María Cristina abandona el país. Embarca en Valencia
en dirección a Francia. Tal como se recogía en la Constitución, el presidente
del gobierno, en este caso el general Baldomero Espartero, la sucede en la
regencia interinamente.
El general Espartero al llegar al poder, suspendió la ley de
Ayuntamientos, y convocó elecciones a Cortes, que se celebraron el 1 de febrero
de 1841, las cuales dieron una amplia victoria al partido Progresista. Era la quinta Legislatura de la Constitución de 1837.
La
sesión de apertura del Senado se realizó el 19 de marzo de 1841, y al poco
tiempo, el 10 de abril, el senador electo por Málaga, D. Antonio Remón Zarco del Valle, del partido
Moderado, renuncia al cargo. Había sido senador por Málaga durante tres legislaturas la
1838-1839, la 1840 y la 1841.
Según
el artículo 47 de la ley
electoral del 20 de julio
de 1837: “Las vacantes de
Senador y las de Diputados que ocurran después de haber estos tomado asiento en
el Congreso, se reemplazarán por elecciones parciales y sucesivas, que se han
de celebrar de un modo enteramente conforme a las elecciones generales”. Por tanto, para sustituir al
senador dimitido, hubo que ir a nuevas elecciones en la provincia de Málaga.
El
resultado de la elección, lo podemos ver en el Acta electoral que D. Juan María
Pérez envió al Senado:
ACTA ELECTORAL.- En la Ciudad de Málaga Capital de la Provincia del mismo nombre a 18 de junio de 1841; reunidos en Junta de escrutinio general de votos los Diputados Provinciales de la misma con los Comisionados de los distritos electorales, a saber: (aquí se relacionan los pueblos y el nombre de sus representantes que están presentes en la reunión, también la relación de los pueblos que están ausentes pero han remitido sus actas, y también los pueblos donde no se han celebrado elecciones), presididos por el Sr. Jefe Político (el Gobernador civil era D. Francisco de Paula Álvarez), se procedió a sacar por suerte los nombres de los cuatro Comisionados que deben ejercer en esta Junta funciones de Secretarios (aquí se relacionan cuatro nombres).
Hecho el resumen
general de votos por las actas electorales de los Distritos, resultaron
propuestos Senadores en reemplazo de D. Antonio Remón Zarco del Valle, que ha
renunciado a dicho cargo.
·
Sr. Conde
de la Camorra 1103 votos
·
Sr. D.
Juan María Pérez 798
votos
·
Sr. D.
Bartolomé Benegas 784 votos
Teniendo
presentes las listas generales de los electores de la provincia y las de los
que han formado parte en elección de cada distrito, resulta que siendo el
número de aquellos de 11.960. Ha sido el de estos últimos 1.560.
Y que han tenido votos, además de los propuestos definitivamente para senadores (se da una relación de 31 personas)
Con lo que se da por terminado este acto […]
Presidente: Francisco Javier Rodríguez de Vera
Según la ley
electoral del 20 de julio
de 1837, los senadores se elegían por ternas, entre las cuales el rey o reina
elegía a uno de ellos, en este caso el regente Baldomero Espartero. De la terna ganadora, se eligió a D. Juan María Pérez, a pesar que no era el candidato más
votado, seguro que por afinidad ideológica al regente.
“Como Regente del Reino durante la
menor edad de la Reina Doña Isabel II, y en su Real nombre, usando de la
prerrogativa que expresa el art. 15 de la Constitución, conforme con el parecer
del Consejo de Ministros, vengo en nombrar Senador por la provincia de Málaga a
D. Juan María Pérez en reemplazo de D. Antonio Remón Zarco del Valle”.
18410704 01 GACETA
En la sesión del Senado celebrada el 3 de julio, se pasó a “la Comisión de actas, oficio del señor
ministro de la Gobernación de la Península, fecha 2 del actual, en el que
traslada para conocimiento del Senado el decreto del Regente del Reino del día
anterior, por el cual ha nombrado Senador por la provincia de Málaga al Sr. D.
Juan María Pérez en reemplazo de D. Antonio Remón Zarco del Valle”.
El 28 de julio de 1841, D. Juan María envió al Senado los documentos acreditativos de su elección, con el fin de obtener su condición de senador. La carta está escrita y firmada con su puño y letra.
Por ese documento, podemos ver todas las propiedades que tenía nuestro protagonista en ese momento. Poseía una veintena de terrenos, que iban desde las 0,4 a las 22 hectáreas, que tenía alquilados a D. Luis de Cuellar Rueda por cuatro años (1841-1844) por 11.500 reales vellón anuales. Algunos eran terrenos de olivar, y otros dedicados a cultivos.
El terreno principal de su propiedad lo tenía en el Calvario y cerro Pelado. Eran 45 fanegas de terreno plantado de viñas, que además contenía 600 higueras y 800 almendros, con algunos árboles frutales como nísperos, membrillos, manzanos, melocotones, perales y priscos, teniendo también entre las viñas ochenta olivos. Las viñas las tenía destinadas para elaboración de aguardiente.
La fábrica de aguardiente estaba situada al final de la calle Alta, en la esquina de la carretera. Estaba ubicada en unos terrenos amplios en los que además de la fábrica, había viviendas para familias, tenía un corral con árboles frutales, pozo, pila, cuadras, etc.
El terreno de las viñas y la fábrica de aguardiente se los tenía alquiladas a D. Andrés Manjarón Serrato por cuatro años (1841-1844) por 24.000 reales vellón anual.
Estos dos alquileres sumaban 35.500 reales, a los que había que añadir otras pequeñas cantidades de otros arriendos, que daban la suma final de 38.230 reales vellón que presentaba al Senado como sus ganancias anuales.
Como vemos, además de presbítero y político liberal, fue un rico propietario con un buen patrimonio, que en julio de 1841 lo constituía distintas propiedades rústicas arrendadas a algunos vecinos del pueblo.
D. Juan María Pérez conocido por el
clérigo del Campillos, eclesiástico que ha reunido algún dinero con los abastos
de aguardiente de dicho pueblo.
18430211 01 El
Heraldo
En el Senado, el 5 de agosto, dan entrada a la documentación presentada, que es remitida a la Comisión de Actas:
El Sr. D. Juan María Pérez, nombrado Senador por la provincia de Málaga en Decreto de 1º de julio de 1841, en reemplazo del Sr. D. Antonio Remón Zarzo del Valle, perteneciente a la Segunda renovación del Senado.
Presenta para la admisión:
- Acta de elecciones, fecha 18 de junio de 1841
- Partida de bautismo que expresa haber nacido el día 4 de marzo de 1784
- Y documentos que acreditan producen sus bienes anualmente de renta 38.230 reales vellón
Palacio del Senado 5 de agosto de 1841
«La Comisión de actas ha examinado la de
escrutinio general celebrado en Málaga en 18 de junio último para la propuesta
de un Senador en reemplazo del Sr. D. Antonio Remón Zarco del Valle, que
renunció y pertenecía a la segunda renovación de la tercera parte de los Sres.
Senadores, y hallándola corriente y sin defecto alguno, es de parecer que el
Senado puede servirse aprobarla.
Palacio del Senado 6 de Agosto de 1841»
En el Diario de Sesiones del Senado, del 7 de agosto de 1841, se refleja que: “El Senado quedó enterado de que el Sr. D. José María Pérez no podía asistir a la sesión de este día por hallarse indispuesto”.
Su estancia en el Senado fue muy breve, ya que el 23 de agosto se publica un Real Decreto, suspendiendo las sesiones de las Cortes. En definitiva, fue admitido como senador, pero no llegó a jurar su cargo.
Finalmente optó por seguir en Málaga, representando a Campillos en la Diputación Provincial, de la que era diputado desde el 3 de diciembre de 1840, cuando se puso al frente de la misma el brigadier D. Francisco Javier Rodríguez de Vera, y en la que se mantuvo al menos hasta finales de septiembre de 1845.
La nueva diputación provincial de Málaga no va a ser diputación provincial, sino concilio, sí hemos de juzgar por el número de clérigos
que en ella han ingresado. Es
una verdadera irrupción eclesiástica. No por eso se crea que el clero de la provincia va a estar más atendido;
porque si bien clérigos, los diputados son progresistas, que es la más repugnante y monstruosa de las combinaciones.
18410101 El Correo Nacional
No es de extrañar la presencia de clérigos en la vida política de aquellos tiempos. En las Cortes de Cádiz, el clero fue el grupo más numeroso, representando un tercio del total del parlamento. Su importancia no fue sólo cuantitativa sino también cualitativa, pues la mayoría de ellos, gracias a su formación académica, estaban mejor preparados y cualificados que el resto de los diputados.
De su paso por la Diputación han quedado pocos vestigios, principalmente debido al incendio que se produjo en el edificio de la Aduana en la madrugada del 25 al 26 de abril de 1922, en la que hubo 28 muertos. Quedó destruida la techumbre y buhardilla, así como el segundo piso. En esas fechas el palacio albergaba numerosas dependencias administrativas, perdiéndose numerosa documentación de los diferentes archivos de las oficinas que estaban en el edificio.
En base a lo que he podido encontrar, vemos que el 8 de junio de 1841, desde la Diputación se mandó un escrito a las Cortes en defensa del obispo de Málaga, D. Valentín Ortigosa, firmada por su presidente D. Francisco Javier Rodríguez de Vera, y por los vocales, entre los que estaba D. Juan María Pérez:
Una triste experiencia hace lamentar a la diócesis de Málaga los efectos de esta situación precaria. Vacante la mitra muchos años ha, y faltando al digno Obispo electo la consagración, se encuentra huérfano del pasto espiritual que con este requisito suministraría el caritativo celo del Pastor, y lo que es aun más deplorable, se ve expuesta a sufrir los conflictos que producir pudiera el aventurado paso de haber comprendido en la censura de la alocución del Papa al Ilmo. Señor Ortigosa, cuya sabiduría, virtudes y acendrado patriotismo le concitan la venganza y emulación de los amantes de los abusos. 18410620 03 La Crónica
D. Valentín Ortigosa,
había nacido en el municipio de Arriate en el año 1784. Fue elegido obispo de la diócesis
de Málaga el 12 de marzo de 1836, por el cabildo a instancias del gobierno. Se convirtió en un
obispo no “querido” por el Vaticano, desde el momento en que la reina Isabel II
decidió su nombramiento sin contar con el refrendo papal. Gobernó el obispado hasta el año 1841 como vicario capitular.
Nunca fue consagrado por la Santa Sede.
El
3 de diciembre de 1841, dirigían desde la Diputación otro escrito al Regente,
el general Espartero, de apoyo y gratitud por haber resistido al movimiento
insurreccional que se había producido en octubre, que pretendía la vuelta de María Cristina, a la Regencia. El movimiento
de carácter militar, se inició en Pamplona al anochecer del 1 de octubre, por
el general Leopoldo O’Donnell. Siguió en
Vitoria el día 4. Otras poblaciones como Zaragoza o Bilbao lo siguieron en los
primeros días de octubre. El pronunciamiento resultó un absoluto fracaso.
Al tino, actividad y
celo que en las azarosas circunstancias felizmente acabadas ha sabido V. S.
desplegar, debe la provincia de Málaga el verse libre de toda tentativa por
parte de los enemigos de nuestras instituciones, y el no haber siquiera tocado
un asomo de los desórdenes que el desencadenamiento de las pasiones en otros
puntos por desgracia produjera. V. S. tiene la gloria de ser el baluarte de la
tranquilidad y calma que en estos habitantes se envidiara. El testimonio con
que la diputación provincial signifique a V. S. su gratitud, será una expresión
tan sencilla como sincera
El escrito lo firmaba D. Francisco Javier Rodríguez de Vera, como jefe superior político y comandante general de Málaga, y por los vocales de la Diputación, entre los que estaba D. Juan María Pérez. En él comunicaban que le obsequiaban con una faja de Mariscal de campo de los ejércitos nacionales.
El 18 de mayo de 1842 suscribía un escrito dirigido a las Cortes, pronunciándose en contra del proyecto de la «Ley sobre las Diputaciones provinciales y Gobiernos políticos», leído en el Senado el 18 de abril por el ministro de la Gobernación D. Facundo Infante Chávez, calificándolo de “anticonstitucional y monstruoso”.
No juzga necesario esta Diputación
engolfarse en el laberinto de consideraciones que a primera vista el consabido
proyecto ofrece; ni sería prudente analizar por menor el inmenso cúmulo de
inexactitudes y de crasos errores que tan desacertada obra incluye, al
dirigirse a los padres de la patria, cuya capacidad y virtudes los reconocerán
con mas extensión cuando a su juicio se someta. Sí asegurará que habría sido
tal vez menos reparable extinguir de una vez la institución, que hacerla jugar
un papel tan depresivo y poco digno, pues tanto se barrena el artículo
constitucional con la supresión absoluta, como con la nulidad a que de hecho se
la condena.
Dicho escrito lo firmaba D. Juan María Pérez como presidente accidental de la Diputación.
Comenzó entonces una guerra de
barricadas protagonizada por la milicia, apoyada por paisanos armados, contra
el ejército. El capitán general de Barcelona ordenó a sus hombres que
abandonaran la ciudad y que se replegaran hacia el castillo de Montjuic. El
repliegue de las tropas gubernamentales fue considerado un triunfo por los
sublevados.
El conflicto
finalizó 3 de diciembre por el «método castrense en la resolución de los
conflictos», bombardeando Barcelona con los cañones existentes en el castillo
de Montjuic. Al día siguiente la ciudad se rendía y entraba de nuevo el
ejército. Se dispararon más de mil proyectiles, hubo veinte víctimas
mortales e innumerables incendios por toda la ciudad.
Ese mismo día 3 de diciembre, cuando aún en Málaga no se sabía el final de la rebelión, se mandó desde la Diputación un escrito al Regente, firmado por el entonces presidente D. Agustín Álvarez de Sotomayor, y como los anteriores por D. Juan María Pérez.
La rebelión de Barcelona, ese acto
arrebatado y violento que ha causado la mayor ansiedad en
toda la nación, y que ha querido destruir todos los poderes del Estado,
grabando en la historia una página de sangre, ha llenado de amargura a este cuerpo provincial, justamente en los momentos en que veía con placer abrirse el
santuario de las leyes, y cuando esperaba que los representantes del pueblo
dedicasen exclusivamente sus altos conocimientos a mejorar la situación de esta
nación tan trabajada y tan digna de mejor suerte.
La diputación provincial de Málaga, que solo
considera justo lo que está estrictamente dentro de la ley; que ha jurado la
Constitución de 1837, el trono de la Segunda Isabel y la Regencia legal de V.
A., faltaría a su deber al ver atacados tan caros objetos si no manifestase su
decidida disposición a defenderlos con todas sus tuerzas.
El 11 de agosto de 1843, volvía a firmar como presidente accidental de la Diputación un escrito dirigido al Ayuntamiento, protestando por el cupo de la contribución del Culto y Clero:
Entre
los gravámenes menos soportables que se han impuesto a esta provincia, lo fue
el cupo de la contribución general del culto y clero. La Diputación se afligió
a vista de la excesiva cuota que se le designaba, y reuniendo todos los recados
necesarios para evidenciar en exceso e injusticia del pedido, acudió con ellos
ante las Cortes, con una sentida exposición en 28 de mayo de 1842. […]
Acudieron, pues, a la
Diputación el señor gobernador del obispado y cabildo eclesiástico demostrando
el estado lamentable del clero y del culto, y el cercano golpe amenazante de
que a los fieles fuese negado ejercer sus piadosos actos, cerrados los templos
del Señor.
Por estos hechos, en Málaga, la mañana del 25 de septiembre
de 1843, por invitación hecha por el Sr. D. Agustín de Chinchilla, Intendente
de rentas de la provincia y jefe político interino de la misma, se reunieron
bajo su presidencia en la Diputación provincial, miembros de Junta auxiliar de
gobierno, de la Diputación provincial, entre los que estaban D. Juan María
Pérez, del Ayuntamiento, de la Junta de comercio, el comandante general D.
Agustín Caminero, el gobernador del Obispado D. Joaquín Aragonés, el Juez de 1ª
instancia D. Vicente Gómez Sancho, y abundantes autoridades militares, para
tratar sobre “los tristes acontecimientos
que se han presentado en algunos pueblos de la península, y que pueden
calificarse como preludio de otros más generales, sabido que los enemigos del
actual orden de cosas extiende sus trabajos y ramificaciones a todas las
capitales y puntos de importancia, reclamaban que las autoridades,
corporaciones y funcionarios adictos al Gobierno existente, cuya representación
les llama a tomar una parte activa en los sucesos políticos, tratasen de anudar
sus esfuerzos para robustecer al poder aclamado por la nación, y para
inutilizar los siniestros planes de algunos enemigos y mal contentos.”
Se acordó nombrar una comisión, entre los que estaba D. Juan María Pérez, para redactar un comunicado resumiendo lo manifestado y convenido en la reunión, de la que se remitiría al Gobierno de la nación:
Que los individuos
que componen la presente asamblea, deploran por sí y como órganos de las clases
que respectivamente representan, los lamentables sucesos de Barcelona, y más
particularmente los que han abortado en Zaragoza, porque ellos rebelan ya de
una manera explícita y marcada, la espantosa reacción a que se nos pretende
encaminar, y que encubiertos bajo falaces protestos, solo tienden los enemigos del
reposo público a reconquistar una causa condenada por el voto unánime de los
españoles.
Esta es la última información que he podido recabar sobre D. Juan María Pérez Avilés. Pocas semanas después era proclamada Isabel II, reina de España.
ISABEL II, REINA DE ESPAÑA
El 8 de
noviembre de 1843, Isabel II, con solo 13 años, fue declarada mayor de edad en
las Cortes por 193 votos a favor frente a 16 en contra. Dos días después,
Isabel II juró la Constitución en sesión solemne ante las Cortes, siendo proclamada
Reina.
Dos años
después, el 7 de noviembre de 1845, fallecía D. Juan María Pérez Avilés, a los
61 años de edad.
Según afirma D. Antonio Aguilar y Cano, en su libro escrito en 1890: “Hay quien, fundándose en signos encontrados en su sepultura con motivo de una recomposición, y en la posición del cadáver, sospecha que fue sepultado en estado cataléptico”. Debió ocurrir este hecho, poco antes de 1881, fecha en que D. Antonio Aguilar, cesó en el puesto de Registrador de la Propiedad de Campillos. Lo mismo afirma D. Baltasar Peña, pero equivoca la fecha al situar el descubrimiento a principios del siglo XX.
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