EL ATAQUE POR PARTE DE LAS MILICIAS DE CAMPILLOS A LA CASA CUARTEL DE EL SAUCEJO

 

Para los militares sublevados en la ciudad de Sevilla, era de vital importancia hacerse rápidamente con el control de los pueblos de la provincia, así como asegurar los enlaces entre los pueblos en los que había triunfado el levantamiento militar. Estos se fueron uniendo entre sí, por el avance de las columnas que salieron de Sevilla, formadas por miembros del ejército regular, falangistas, requetés y voluntarios de derechas.

La ocupación de los pueblos se llevó a cabo con cierta rapidez. Una semana después del levantamiento militar, la tercera parte de los pueblos de Sevilla estaban ya en poder de los sublevados. En apenas doce días los militares se habían hecho con el control de casi la totalidad de las localidades que aseguraban las comunicaciones por carretera con Córdoba capital, con Jerez y con Cádiz.

El Saucejo, con 6.588 habitantes, situado en el sureste de la provincia de Sevilla, era una localidad con un ayuntamiento socialista presidido por José Armayones Martín. Los pueblos más próximos habían ido cayendo en poder de los sublevados: Osuna el día 20 de julio, Morón de la Frontera el 25, Estepa el 26, Aguadulce y Gilena el 28, Pedrera el 30, La Puebla de Cazalla el 31 de julio.

En Osuna, localidad de referencia para El Saucejo, estaba la Caja de Recluta nº 11 al mando del teniente coronel de Infantería Manuel Delgado, y la 2ª Compañía de Sevilla Exterior de la Guardia civil al mando del capitán Francisco Rodríguez de Hinojosa. La mañana del día 19, miembros de las milicias del Frente Popular, comenzaron a realizar registros domiciliarios en busca de armas de fuego, y a practicar detenciones de personas de derechas. La tarde del lunes 20 de julio, el capitán de la Guardia civil, Rodríguez de Hinojosa, en vista de los acontecimientos que estaban ocurriendo, sacó sus fuerzas a la calle, se encaminó directamente al Ayuntamiento, abriéndose paso a tiros de fusil entre la gente que con escopetas había por el entorno. Tomó el Ayuntamiento, y en un par de horas se hizo con el mando de Osuna. En la refriega hubo varios muertos y heridos de ambos bandos.

El Saucejo, junto con Villanueva de San Juan, Martín de la Jara y Los Corrales, a finales de julio, habían quedado totalmente aislados del resto de la provincia sevillana. Eran de los últimos pueblos que no habían sido ocupados por las tropas de Queipo de Llano. Su única esperanza era recibir ayuda desde Málaga y sus pueblos más próximos. Y hacia allí se dirigieron, desde ese momento, todas sus gestiones.

En El Saucejo había un puesto de Carabineros, cuyo cuartel estaba en la calle San Pedro, y otro de la Guardia civil, cuyo cuartel se encontraba en la calle Alberquilla. En este último cuartel, radicaba la cabecera de Línea, que además de El Saucejo comprendía a los puestos de Martín de la Jara, Los Corrales, Villanueva de San Juan, Algámitas y Pruna.

La mañana del 18 de julio, una vez sabido que la sublevación militar se había puesto en marcha, desde los grupos de izquierda empezaron a adoptarse las primeras medidas de resistencia contra ella, como la orden de huelga cursada por el comité del sindicato obrero a todos los trabajadores del término municipal, y la orden dada a los jornaleros que se encontraban en los cortijos para que abandonaran éstos y se volvieran al pueblo.

EL ACUARTELAMIENTO DE LA GUARDIA CIVIL

El día 19, por la mañana, llegaron a El Saucejo los guardias civiles de los puestos de Martín de la Jara y Los Corrales, y se encerraron con los de la localidad en el cuartel de la calle Alberquilla, donde también se habían concentrado el cabo y tres carabineros del puesto de El Saucejo.

Los puestos de la Guardia civil de Pruna y de Villanueva de San Juan se concentraron en el cuartel de Algámitas

El acuartelamiento de la Guardia civil en sus cabeceras de línea, al iniciarse el golpe de estado, fue un hecho muy común en todos los pueblos de España. Los comandantes de los puestos seguían la “Circular Muy Reservada”, núm. 278, de 16 de diciembre de 1933, dictada por la Inspección General de la Guardia civil.

El origen de esta nota viene de los sucesos que ocurrieron en Casa Viejas, en enero de 1933, cuando un grupo de campesinos anarquistas, iniciaron una insurrección. Rodearon, armados con escopetas y pistolas el cuartel de la Guardia civil, donde se encontraban un sargento y tres guardias. Se produjo un intercambio de disparos a consecuencia de los cuales el sargento y un guardia resultaron gravemente heridos, falleciendo poco después.


Para evitar casos como éste se volvieran a repetir, en la circular se exponía que: “es preciso procurar por todos los medios que no se produzcan bajas en nuestra fuerza como consecuencia de las luchas desiguales que forzosamente se han producido, y habrían de producirse, manteniéndose los pequeños destacamentos en plan defensivo dentro de las Casas-Cuarteles al ser atacados a fondo por las grandes masas de perturbadores, en espera de auxilio, que al tratarse de un movimiento general y por infinidad de circunstancias pudieran tardar en llegar. Por ello, se impone la solución forzosa, de la concentración de los Puestos, de menor dotación o con peores vías de comunicación, sobre aquellos otros de mayor contingente y con mayores medios de defensa.”

El descubrimiento de esta nota ha sido gracias a la labor de investigación del coronel de la Guardia civil, Jesús N. Núñez Calvo, doctor en Historia.

https://www.europasur.es/san_roque/gran-duda-Replegarse-San-Roque_0_1585042120.html 

Por tanto, al inicio de la guerra civil, los pequeños destacamentos de la Guardia civil, para no quedar aislados, fueron a concentrarse en las cabeceras de línea o en otros puestos que tuvieran mejores medios de defensa, a la espera de órdenes o refuerzos. El acuartelamiento, no era, por sí mismo, un posicionamiento a favor del golpe, sino seguir una orden superior ya escrita con anterioridad.

Sin embargo, desde un primer momento de la sublevación, la guardia civil de El Saucejo perdió el enlace telefónico con la Comandancia de Sevilla, lo que impedía a la guardias poder contactar con sus superiores inmediatos, y recibir órdenes.

En El Saucejo había pasado lo mismo que en otras muchas localidades en las que su población era mayoritariamente afecta al Frente Popular, y no había triunfado el golpe. Al no pronunciarse abiertamente el puesto de la Guardia civil en contra de la sublevación militar, y acuartelarse preventivamente en espera de instrucciones de su cadena de mando, generó inmediatamente un clima de desconfianza contra los acuartelados. Los miembros del Comité del Frente Popular vigilaban estrechamente la Casa cuartel, y continuamente instaban a la Guardia civil a que se entregaran, a lo cual éstos se negaban a hacerlo.

  • Los guardias civiles que estaban dentro del cuartel eran:
  • El alférez José Rodríguez Rodríguez, jefe de Línea.
  • El sargento Francisco Hidalgo Avalos, comandante del puesto de El Saucejo.
  • El sargento Ricardo Nadales Muñoz
  • El cabo José Molina Toledo, cabo de Los Corrales.
  • Los guardias Manuel Corredera Romero, Abundio Escobar Macías, Manuel López Domínguez, Blas Orellana Chacón, Ramón Pérez González, Alfonso Sánchez Barea, Miguel Gómez Provencio, Fernando Salvador Gallego (aspirante).
  • Juan Moreno Haba, guardia del puesto de Martín de la Jara.

Los carabineros acuartelados, eran el cabo Eulogio Rodríguez y tres números llamados Manuel Mendoza Melo, José Bonilla Prieto y Antonio Fernández Vallejo. Los habitantes de El Saucejo sospechaban que los cuatro Carabineros estaban encerrados contra su voluntad, y que no salían del cuartel por miedo a las represalias de la Guardia civil. 

He de decir que yo no me fiaba del cabo de carabineros, ni de los números de este cuerpo, porque recibían visitas constantes de los dirigentes de los partidos del Frente Popular. (Declaración del guardia civil Miguel Gómez Provencio)

En total, dentro del cuartel de la calle Alberquilla, se juntaron 13 guardias civiles y cuatro carabineros, algunos con sus familias. Es posible que hubiera más guardias civiles, pues en el listado, solo aparece uno del puesto de Los Corrales y otro de Martín de la Jara, cuando este último declaró que el día 19 de julio, por la mañana, llegó “a El Saucejo, concentrado al igual que todos mis compañeros del puesto de Martín de la Jara”. En alguna documentación habla de diecinueve guardias civiles.

En el cuartel se encontraban también algunos familiares de los guardias. Entre ellos: Félix Corredera Pardallán, el padre del guardia Manuel Corredera Romero; también Ricardo Nadales Prieto, sargento retirado de la guardia civil, y la esposa de éste, padres del guardia Ricardo Nadales Muñoz, y suegros de los guardias Abundio Escobar Macías y Alfonso Sánchez Barea.

El día 20 de julio, el sargento Francisco Hidalgo Avalos, comandante del puesto de El Saucejo, salió del cuartel con algunos guardias civiles, y se dirigieron al Ayuntamiento para hablar con las autoridades municipales. Fue acompañado, entre otros, por José Molina Toledo, cabo de Los Corrales, y Juan Moreno Haba, guardia del puesto de Martín de la Jara. Los guardias se situaron en la plaza del pueblo controlando los accesos a la misma, mientras el sargento hablaba con el alcalde José Armayones Martín, y con los miembros del Comité del Frente Popular, a los que requirió que entregaran el Ayuntamiento. Pasada media hora, ante la negativa del alcalde, los guardias civiles se retiraron de nuevo al cuartel, donde el sargento transmitió la respuesta negativa del alcalde al alférez José Rodríguez, jefe de la línea.

Según declararía en febrero de 1937, el guardia civil Miguel Gómez Provencio, cuando fue detenido en Málaga, el alférez José Rodríguez, quiso salir y apoderarse por la fuerza del Ayuntamiento, pero desistió de ello por los consejos que le dieron el cabo de carabineros, “llamado Eulogio”, y el sargento jefe del puesto, Francisco Hidalgo, los cuales le advirtieron de que el pueblo estaba “muy armado” y se hallaban “muy próximos” los puestos de Campillos y Málaga. Desde ese día quedó claro que la guardia civil del pueblo estaba a favor de los sublevados.

Los guardias se hicieron fuertes a la defensiva dentro del cuartel, aunque esto sólo se tradujera en permanecer encerrados en el mismo, esperando órdenes y refuerzos desde Sevilla. Las provisiones y el agua, para más de una veintena de personas, no debía de sobrarle.

Tan pronto se acuarteló la Guardia civil, se empezó a ver por las calles individuos, realizando registros en los cortijos y en los domicilios de las personas de derechas, en busca de armas y requisando alimentos.

Con el armamento requisado se montaron puestos de guardia en las salidas del pueblo y en algunos lugares estratégicos, y se organizaron patrullas de caballería por el campo.

Los alimentos que se requisaron, fueron principalmente, garbanzos, aceite, tocino, judías, arroz, patatas, azúcar, bacalao, morcilla, etc., que después eran repartidos de forma gratuita entre la población. También eran requisadas las vacas, ovejas y cabras que eran conducidas al matadero, de donde la carne, ya guisada, se llevaba al Ayuntamiento para su reparto entre los vecinos.

En esta primera semana, fueron llegando al pueblo una gran cantidad de personas que venían huyendo de las localidades próximas que habían sido conquistadas por las tropas nacionales, sobre todo de Osuna y de La Puebla de Cazalla, a los que hubo de dar refugio y alimentación.

El día 23 de julio, un grupo numeroso de personas, jóvenes en su mayoría, asaltó la iglesia parroquial de San Marcos, construida en el siglo XVIII, destrozando su interesante retablo mayor, de la segunda mitad del XVII, con sus imágenes correspondientes. También resultaron destruidos ocho retablos laterales y las imágenes que en ellos se veneraban. Cuadros, libros y otros objetos dedicados al culto fueron destruidos, sacados al exterior y quemados en una hoguera alimentada con gasolina.



También se produjo la detención de muchas personas de derechas, que fueron encarceladas, acusadas de ser desafectas a la República, pero sin que les ocurriera ningún daño físico. Los lugares en que estuvieron presos fueron el edificio del Ayuntamiento, y las iglesias de Navarredonda y Mezquitilla.

De acuerdo con el testimonio realizado por el guardia civil Miguel Gómez Provencio, el 31 de julio se presentaron en el cuartel, para intimarlos a la rendición, un cabo de Asalto, un carabinero y un guardia civil del puesto de Málaga, a quienes les contestó el alférez Rodríguez que él no obedecía más que “las órdenes de Sevilla, y no las de Málaga”. Este hecho fue recogido por la prensa de malagueña.

SALIDA DE FUERZAS PARA EL SAUCEJO.  
En la tarde de ayer una sección de guardias de Asalto, al mando del suboficial Enrique Monedero Cruz, salió con dirección a El Saucejo, al objeto de parlamentar con las fuerzas de Carabineros y Guardia civil de aquel pueblo para que se entreguen, ya que, según  parece, se encuentran indecisas y desamparadas. 19360801 002 El Popular

LA SITUACIÓN EN SAUCEJO
Ayer logramos saber, por boca del suboficial de Asalto señor Enrique Monedero Cruz—que fue a El Saucejo con una sección de guardias—que la situación en el pueblo es tranquila, estando las milicias armadas en el pueblo. Las fuerzas de la Guardia civil y Carabineros permanecen en sus respectivos cuarteles. 19360802 002 El Popular

En Osuna, el día 1 de agosto fue detenido, por fuerzas de Falange, Francisco Armayones Martín, hermano del alcalde de El Saucejo, cuando se hallaba dedicado a las faenas agrícolas en el cortijo de Calderón, siendo ingresado en la cárcel de Osuna. El motivo de la detención era intentar realizar un intercambio del prisionero con los detenidos de derechas de El Saucejo.

Miguel Ángel Govantes Soto, que fue alcalde de Osuna con anterioridad a la Segunda República, fue mandado como emisario a El Saucejo, con el fin de que negociar con el alcalde José Armayones, la liberación de las personas de derechas que se encontraban allí detenidas, a cambio de la libertad de su hermano Francisco.

El acuerdo fue satisfactorio, y el 3 de agosto, el teniente de la Guardia civil de Osuna lo puso en libertad, a la par que eran excarceladas en El Saucejo, las personas de derechas que estaban allí detenidas. Al ser puesto en libertad, Francisco se marchó a El Saucejo, donde estuvo justamente un mes, hasta el día de la toma de la localidad por la columna del comandante Luis Redondo García. Huyó entonces en dirección a la provincia de Málaga.

El Saucejo pasó en ésta situación, de calma tensa, hasta el 19 de agosto en que, según la declaración del guardia Miguel Gómez, “se presentó en El Saucejo el Comité de la Guardia civil de Málaga, y a una nueva intimación suya para que los insurrectos depusieran su actitud, respondió el alférez Rodríguez que ya lo pensaría y al día siguiente daría la contestación. Llegado el día 20, el alférez mandó recado al Comité del pueblo para ver si facilitaba a los acuartelados la salida hacia Osuna; pero ese día, por la tarde, ya se había puesto en marcha el operativo para asediar y someter al cuartel”.

En todo este tiempo, salvo la detención de las personas de derechas, que el 3 de agosto fueron puestas en libertad, y otros pequeños incidentes, en El Saucejo, no se produjo ningún atentado contra las personas de ideología de derechas, ni ningún asesinato.

LAS MILICIAS DE CAMPILLOS

El día 20 de Agosto, el alcalde de Campillos, Pedro Velasco Olmo, tras entrevistarse con el Gobernador civil de Málaga, José Antonio Fernández Vega, y a requerimiento del mismo y del comandante militar, fue a El Saucejo a llevar un escrito en el cual pedía a los guardias civiles de El Saucejo que salieran del cuartel y que marcharan a Málaga. Hay que recordar que en ese momento, Pedro Velasco era una importante autoridad de Málaga, porque además de alcalde de Campillos, era presidente de la Diputación provincial.

Pedro Velasco Olmo

En un coche y dos camiones, Pedro Velasco, movilizó en Campillos a un grupo de sesenta milicianos armados con fusiles a los que se unieron, ya en El Saucejo, otros milicianos provenientes de Teba, Cañete y Almargen.

Al llegar a El Saucejo, sobre las seis de la tarde, tras bajarse de los camiones, que quedaron estacionados en las afueras del pueblo, con una guardia puesta para vigilarlos, Pedro Velasco y Antonio Albarrán, concejal socialista de Campillos, fueron al Ayuntamiento a entrevistarse con el alcalde, José Armayones. Este mandó al jefe de los municipales a entregar la carta que traía Pedro Velasco, conminándoles a entregarse en el plazo de una hora. Desde el cuartel volvieron a contestar, que no podían recibir más órdenes que aquellas que vinieran de Sevilla.

Sobre las once de la noche, Pedro Velasco ordenó a los cerca de doscientos milicianos presentes, entre los que se encontraban también los milicianos del propio pueblo y algunos que habían llegado de Villanueva de San Juan, que tomaran posiciones alrededor de la Casa cuartel, con la misión de no dejar pasar a nadie hacia la calle Alberquilla. Ordenaron también a la población, que nadie permaneciera fuera de su domicilio y que nadie se asomara a las puertas o ventanas.

COMIENZA EL ATAQUE AL CUARTEL

A las dos y media o tres de la madrugada del día 21 de agosto, los milicianos que lo rodeaban, comenzaron a disparar contra el cuartel con fusiles, pistolas y escopetas de perdigones y, desde el interior, la guardia civil, inició la defensa frente a los atacantes, manteniéndose un tiroteo, con intervalos e intensidad variable.

Mientras se producía el ataque al cuartel, a eso de las ocho de la mañana, sobrevoló el pueblo una avioneta nacional, posiblemente realizando un reconocimiento. Algunos milicianos, temerosos, huyeron al campo y no volvieron hasta pasadas cerca de dos horas, cuando vieron que no había peligro.

La mañana del día 21, los milicianos que atacaban el cuartel, veían que el simple intercambio de disparos, no daba los resultados esperados. Contra el mayor número de atacantes, la guardia civil disponía de un mejor armamento. Así que decidieron utilizar bombas de mano y botellas de líquido inflamable. Al no disponer de ellas, mandaron ir a buscarlas a Teba, Cañete y Almargen.

Declaración de Miguel Basilio García: “Me hicieron ir a Teba, donde no encontramos las bombas, por lo que tuvimos que dirigirnos a Almargen y en este pueblo sí que cogimos dos o tres bombas y una o dos botellas de líquido inflamable, que fueron las que luego tiramos sobre la citada casa cuartel”.

Miguel Basilio García, alias el “Cerezo”, era un vecino de Osuna que huyó de su pueblo, el día 24 de julio, con un coche turismo. Actuó en El Saucejo como chofer al servicio de las autoridades locales, haciendo viajes a Málaga y otros puntos. El día 21 de agosto fue con otros en un coche a Teba para “recoger las bombas que después lanzaron sobre el edificio del cuartel de la Guardia civil” y luego participó en el asedio del mismo, así como en la muerte de las fuerzas que lo constituían.

Diego Romero Rosado, vecino y natural de Cañete, declaró que: Francisco Baca Trujillo, estuvo en unión  de otros milicianos de esta localidad en el pueblo de El Saucejo, donde tomó parte en el asalto del Cuartel de la Guardia Civil […] Con tres o cuatro milicianos regresó en un coche a Cañete para llevar una bomba, pues el declarante, al encontrarle tan caluroso y tan sofocado, le contestó que había venido a por una bomba a ver si podían tomar el cuartel. La bomba la arrojaron en el tejado de dicho edificio. […] Posteriormente se paseaba por el pueblo con un correaje amarillo de la Guardia civil, que lo recogió en el pueblo de El Saucejo.

Parece ser, que sobre las 13 horas del día 21, procedente de Osuna, avanzó una pequeña columna de fuerzas nacionales, llegando prácticamente hasta la aldea de Navarredonda, pero se volvieron sin llegar a entrar en El Saucejo, ignorándose los motivos por lo que lo hicieron. Pienso que posiblemente iban a intentar sacar del cuartel a la Guardia civil, de ahí el vuelo de reconocimiento de la avioneta, y que la causa de la retirada fuera, encontrarse la concentración de milicianos que ese día había en el pueblo.

A pesar de la retirada de los nacionales, por el pueblo corrió la noticia de que los fascistas atacaban, cundiendo el pánico entre la población. Muchas familias, salieron huyendo de lo que pensaban era un ataque, y temiendo represalias, abandonaron el pueblo dispersándose por el campo o en dirección a localidades próximas como Almargen, caminando o en el medio de transporte que pudieran tener.

A las tres de la tarde, con el lanzamiento de bombas de mano y de botellas de líquido inflamable, se intensificó el ataque contra el cuartel. El guardia civil Miguel Gómez, en la declaración que prestó en Málaga unos meses después, dijo que en el cuartel, se estuvieron defendiendo hasta el día 21 por la tarde, en que a eso de las tres “arreció el ataque y se sentía el ruido de los golpes para colocar un barreno hacia la sala de armas”. Efectivamente, desde unas casas cuyas traseras daban al cuartel, se le estaba colocando al edificio unos cartuchos de dinamita para hacerlo volar.

El cuartel estaba acribillado a balazos, y el pabellón superior izquierdo de la planta alta, que tenía un agujero grande en el tejado por efecto de las bombas, se estaba quemando. Parecía que iba a derrumbarse.

Era imposible resistir más. Los guardias se vieron perdidos, y el jefe de línea José Rodríguez, decidió evacuar el cuartel, saliendo los guardias del mismo con sus familiares, huyendo y dispersándose entre los olivares que había por allí, en dirección a Osuna, cada cual por donde pudo. Todos se encontraban con una gran debilidad física, producto de llevar más de un mes racionando los alimentos y el agua, y en alerta casi permanentemente esperando a cada momento ser atacados.

Fueron perseguidos como en una cacería, por un tropel de milicianos, del pueblo y de los venidos de fuera, a pie, a caballo y en coche, siendo alcanzados ocho guardias y el padre de uno de ellos, que vivía con su hijo en el cuartel, siendo asesinados en el lugar en que fueron alcanzados. El jefe de línea (Rodríguez), un guardia civil (Sánchez) y un carabinero (Mendoza), a unos dos kilómetros, en el sitio conocido como “Las Arenas”, y los otros a unos cinco kilómetros del pueblo y en terrenos del cortijo Infantes. No hubo prisioneros.

Mientras tanto, otro grupo de milicianos asaltaron y saquearon el cuartel, donde habían quedado dos guardias civiles heridos, Abundio Escobar Macías al que dieron muerte de dos disparos, y Manuel López Domínguez al que mataron arrojándolo por encima de una barandilla de las habitaciones de la planta alta, al patio del cuartel.

José Pimentel Romero, fue uno de los primeros que entró en el Cuartel de El Saucejo, apoderándose del caballo que montaba el alférez, una pistola de las reglamentaria de Guardia Civil que encontró en una de las habitaciones, una cartera de camino también de Guardia Civil y una bandolera de oficial de Guardia Civil, que cuando regresó a este su pueblo (Cañete) lo efectuó subido en el expresado caballo, con la pistola en la mano, y siendo muy aplaudido por sus compañeros marxistas y haciendo él gran alarde de su victoria. (Causa 5517. Juzgado 29 de Campillos. Año 1939)

Muriendo en total once personas, un oficial, un sargento, un cabo, seis guardias civiles y un carabinero, y el padre de uno de los guardias.

Tres guardias civiles consiguieron escapar, huyendo en dirección a Osuna: el sargento Ricardo Nadales Muñoz, el guardia del puesto de Martín de la Jara, Juan Moreno Haba, y el aspirante a guardia Fernando Salvador Gallego, que prestaba sus servicios en el puesto de Las Navas de la Concepción, pero que en los meses de julio y agosto se encontraba en El Saucejo. Este último, se que pudo escapar porque se escondió entre la maleza del arroyo Infantes.

El sargento retirado de la guardia civil Ricardo Nadales Prieto y su mujer, que eran los padres del sargento Ricardo Nadales Muñoz, y suegros de dos de los guardias civiles muertos (Escobar y Sánchez), pidieron auxilio al encargado del cortijo de la Saucedilla, el cual los ocultó a ambos en esta finca.

Ángela Galván Orán, esposa del guardia Ángel Fernández Ordóñez, el cual se hallaba ausente del cuartel, y que en su huida llevaba en brazos a una hija suya de tres años, viendo como en su presencia asesinaban a los compañeros de su marido, se arrojó a un pozo con la niña. Tras permanecer en su interior con su hija en brazos, ya que el agua le llegaba por encima de la cintura, desde las tres de la tarde del día 21 de agosto hasta las siete de la mañana del día 23, cuarenta horas, las dos pudieron ser rescatadas por unos vecinos que oyeron sus lamentos al pasar casualmente cerca del pozo.

El guardia segundo Ángel Fernández Ordóñez, como se ha dicho, el 18 de julio no estaba en el cuartel de El Saucejo, por lo que se libró de la suerte de sus compañeros. En los años 1937 y 1938, intervino, junto con el teniente Francisco Pujalte Peralta, jefe de la línea y comandante militar de El Saucejo, en la toma de declaración de los sospechosos de haber tomado parte en los sucesos ocurridos entre el 18 de julio y el 4 de septiembre, fecha de la toma del pueblo por comandante Luis Redondo. En 1939, ya era cabo habilitado y comandante militar en funciones del pueblo.

Varias mujeres y niños, familiares de los guardias muertos, fueron recogidos en el campo y traídos a El Saucejo. Tres mujeres de guardias y un niño de corta edad, volvieron con heridas de perdigonadas de carácter leve, y recibieron atención sanitaria en el pueblo.

Igualmente se prestó asistencia sanitaria a varios milicianos heridos, uno de los cuales, falleció aquel mismo día. Parece ser que ser que éste, cuando golpeaba el cadáver de uno de los guardias, al darle un culatazo con la escopeta en la cabeza, se le disparó aquella alcanzándole el tiro de lleno en el vientre.

Durante dos semanas, los cadáveres de los asesinados, quedaron insepultos en el campo, en los lugares de su muerte, hasta que la columna del comandante Luis Redondo ocupó la población, el 4 de septiembre de 1936.

El guardia Miguel Gómez Provencio, el cabo de Carabineros, Eulogio Rodríguez, y dos números de este cuerpo, José Bonilla Prieto y Antonio Fernández Vallejo, no huyeron del cuartel y se entregaron a los milicianos, quienes los pusieron a disposición de las autoridades del pueblo, acordando estas que fuesen llevados a Málaga.

Veamos la declaración que realizó el alcalde de Campillos, Pedro Velasco Olmo, sobre este suceso en la causa 6113 que se le abrió en el juzgado nº 29 de Campillos al finalizar la guerra:

Que se encontraba en el Ayuntamiento de Campillos, cuando vino a verle un teniente de Carabineros, manifestándole que fuese a la villa de Villanueva en socorro de la misma, pues era atacada por Fuerzas nacionales, diciéndole al propio tiempo, de que acompañase a las milicias con el fin de que entregasen al llegar al Saucejo al cabo de Carabineros de guarnición en aquella localidad, una carta firmada por él, recomendándole que se juntase a las fuerzas rojas, pues suponía dicho teniente que aquel cabo se encontraba en el Saucejo en rehenes y que cuando llegase a su poder aquella carta, inmediatamente se sumaría a las fuerzas rojas, organizándose una caravana a base de dos camiones y un coche de turismo en el que iba el indagado, y una vez que hubieron llegado al Saucejo, se les avisó que no continuasen hacia Villanueva, pues aquella villa ya había sido ocupada por la Tropas nacionales, y recordando el indagado el encargo que le había hecho el teniente, entró en El Saucejo, efectuándolo así mismo los milicianos que iban en los dos camiones, los cuales confraternizaron con la población, juntándose también a los pocos minutos milicianos de Almargen, Cañete y otras villas, los cuales en actitud exaltada querían asaltar el cuartel de la Guardia civil que se había hecho fuerte por no querer los guardias de guarnición sumarse a ellos, oponiéndose el indagado a que se emplease la violencia, enviando a este efecto un papel subscrito de su puño y letra para que se rindiese la guarnición, conminándoles para que lo efectuasen dentro del plazo de una hora, no dignándose el jefe de aquella a contestar dicha orden, siéndole materialmente imposible a partir de aquel momento de sujetar a los milicianos, iniciándose el tiroteo hasta que se quedaron sin municiones y entonces el indagado le disuadió para que se volviesen a sus respectivos pueblos, pero no sabe procedente de donde trajeron más munición e inclusive bombas de mano, continuando nuevamente el tiroteo hasta las doce o la una de la tarde, ignorando lo que le aconteció a la guarnición de la Guardia civil, pues el dicente creía que habían logrado escaparse.

Hay que decir sobre la declaración de Pedro Velasco, que Villanueva de San Juan no fue tomada por los falangistas hasta el día después de que las milicias de Campillos estuvieran en El Saucejo, por lo que era falso que le avisaran que no fuera a dicho pueblo porque ya estaba ocupado. Su intención quizás fuera hacer ver al tribunal militar que lo de El Saucejo no estaba en sus planes y que fue algo no premeditado.

Muchos de los que participaron en el ataque al cuartel, sobre todo los que habían llegado de la provincia de Málaga, estuvieron a mediodía, comiendo y bebiendo en el café de Juan Rueda Díaz, en la plaza del Ayuntamiento.

La sobremesa debió ser muy fraternal, porque aquella misma tarde, un grupo de estos milicianos fueron a la casa donde se encontraban ocultos el cura párroco del pueblo, don Salvador Lobato Pérez de 35 años y su hermano Rafael de 28 años, de profesión carpintero (eran de Algodonales), siendo conducidos a las afueras del pueblo, por el camino que va a la aldea de Navarredonda, siendo asesinados a tiros por milicianos del pueblo y por algunos de los venidos de Málaga. Posteriormente, los cadáveres fueron trasladados al cementerio siendo quemados y enterrados.

Estos asesinatos, debieron ser inducidos por las milicias venidas de la provincia de Málaga, ya que hasta ese día no se había asesinado a nadie en El Saucejo.

Isidoro Arjona Orozco, de Almargen, 30 años, zapatero, manifestó que por sus propias manos había dado muerte en El Saucejo a un cura y a un hermano de este. (Sumario nº 82 del Juzgado Militar nº 7). Fue fusilado el 14 de noviembre de 1939 en las proximidades del cementerio de San Rafael.

Los milicianos que vinieron de los pueblos de Málaga, cuando al atardecer abandonaron El Saucejo, recogieron en los camiones a muchas personas que iban andando por el estrecho andén de la carretera que va a Almargen. Algunos milicianos iban fanfarroneando de su hazaña y diciendo que no había quedado ni el “apuntaor”. Muchos de ellos llevaban de regreso y mostraban como trofeos de victoria, correajes con la cartuchera, tricornios, vestimentas y zapatos de los guardias civiles muertos, así como las batas y delantales de las mujeres de los guardias, puestos encima de su propia ropa. Uno de Villanueva, llevaba el sable del alférez asesinado.

Hay una declaración escrita por parte de un miliciano de Campillos, Felipe Govantes Betes, que fue uno de los que fue a El Saucejo, en la que hace un relato de su actuación durante las horas que estuvo en dicho pueblo. Forma parte de un documento más amplio, en el que describe en forma exculpatoria sus actividades durante los primeros días de la guerra civil en Campillos. 

Respecto a mi viaje a El Saucejo fue motivada por un requerimiento del Alcalde de Campillos que habiendo tenido una entrevista con el Gobernador de Málaga, tenía que portar un escrito en el cual le pedía a los Guardias Civiles de aquel pueblo que marcharan a Málaga. Al montar yo en el coche me entregaron un rifle para que lo llevara allí, y nos pusimos en marcha. Al llegar al pueblo subieron al Ayuntamiento el Alcalde y un tal Albarrán entrevistándose con el Alcalde. Dicen que mandaron la carta al Jefe del Cuartel, el que contestó que ellos no podían recibir otras órdenes que aquellas que emanaran de Sevilla. Entonces el Alcalde, como podrá comprobarse en la prensa de aquellos días, ordenó a los milicianos que tomaran posiciones alrededor del cuartel, como así lo hicieron. El rifle a que me refiero al principio lo entregué en el Ayuntamiento a uno de aquellos paisanos. Yo dije que me quedaría alrededor de la plaza, lugar donde se encontraba la clínica de urgencia. El Alcalde se encogió de hombros y allí estuve unas veces en la puerta sentado y otras paseando alrededor de la plaza. Al anochecer se presentaron unos individuos con una joven que decían ser hija de uno de los guardias. Yo estuve hablando con ella, indicándole que no tuviera temor alguno pues no le ocurriría nada. Pretendiendo irse le dije que me parecía un disparate y que lo mejor que hacía era quedarse allí con la enfermera, puesto que eran amigas suyas y así lo hizo. A eso de las diez de la noche comenzaron el asalto al cuartel, encontrándome como digo en la plaza, permaneciendo en el mismo puesto hasta que llegaron unos aparatos nacionales, a eso de las ocho de la mañana aproximadamente. Me fui corriendo hacia el campo y allí estuve entre aquellos olivos cerca de dos horas. Regresé nuevamente y me dicen entonces unos obreros de aquel pueblo que venían los fascistas por un pueblecito llamado Nava-Redonda. No por eso dije nada. Al poco tiempo, sonó una detonación muy grande que me hizo suponer que era producida por una bomba como así fue. Esa bomba me enteré luego que pertenecía a unos individuos llegados de Cañete la Real, y que fue arrojada como la prensa aclaró por Pedro Velasco, Alcalde de Campillos. Después de la bomba pude enterarme por el mismo conductor, que los Guardias Civiles cercados así como sus familias salieron por la puerta principal y con dirección al campo. Corren en estos la voz de que los fascistas atacaban el pueblo y como se sentía por el campo un fuerte tiroteo, marché yo hacia la salida de la carretera en donde estaba un coche a punto de salir en el cual subí y regresamos a Campillos sin saber lo que ocurrió en El Saucejo posteriormente. Aquella tarde llevaba en el pueblo unas tres horas cuando regresaron los milicianos, los cuales venían contando que habían matado en el campo al Teniente y tres números, logrando huir los demás con dirección a Osuna. Debo también decir, que durante mi permanencia en El Saucejo pude desengañar a unos cuantos individuos que querían proseguir sus fechorías de siempre, que no tocaran a nadie ni a nada, pues eso solo debía decidirlo el Comité de dicho pueblo. Lo referido es la fiel veracidad de toda mi actuación.

Felipe Govantes Betes, había sido sometido a un Consejo de Guerra, y con este documento, quería defenderse de sus actuaciones en Campillos, en contra de las acusaciones que le hacían otras personas. No le sirvió de nada, porque en febrero de 1938 fue fusilado. Tenía 29 años y trabajaba de comercial. 

El alcalde de Campillos, el guardia civil Miguel Gómez, junto a los tres carabineros, que se habían entregado, al llegar a Málaga se presentaron en la Comandancia militar, informando de lo que había sucedido en El Saucejo. El guardia civil, y los tres carabineros se unieron posteriormente a las fuerzas del Frente Popular.

El guardia civil, Miguel Gómez declaró: “Una vez en Málaga, me agregaron a la comandancia de la guardia civil de esta capital, donde he prestado mis servicios; también he estado en los frentes de Venta de Zafarraya, Carratraca y Monda, aunque “en servicio de retaguardia”, por lo que no he disparado contra las tropas nacionales”

Miguel Gómez Provencio, era natural de Alhama de Murcia, de 29 años de edad y estado civil soltero. Fue detenido por los nacionales en Málaga el día 12 de febrero de 1937. Tres días después, el 15 de febrero, fue juzgado por el Consejo de guerra permanente número 1, cuya sentencia declaró que los hechos constituían un delito de rebelión militar, del que, por su participación directa y voluntaria como autor, era responsable el procesado, en quien concurría la circunstancia agravante de “la trascendencia del delito”; y, por ello, lo condenó a la pena de muerte. Fue fusilado en Málaga, el día 17 de febrero de 1937.

Al regreso de Pedro Velasco Olmo a Málaga, la noticia de la derrota de los guardias civiles en El Saucejo, fue recogido por la prensa

EL SAUCEJO ESTÁ EN PODER DE LOS LEALES
Vamos a referirnos a un nuevo rasgo de la lucha del pueblo contra, los que pretenden volver a ser sus tiranos. Se trata de un episodio registrado en El Saucejo, en el día de ayer. El citado pueblo, como es sabido, de la provincia- de Sevilla, estaba en poder de los facciosos. Diecinueve guardias civiles al mando de un oficial, mantenían la rebeldía, pero el alcalde de Campillos, dispuesto a terminar con ese foco, dispuso el ataque acompañado de milicianos de Campillos, de Teba y de otros puntos.
Al llegar, los facciosos se hicieron fuertes en el cuartel, pero el asedio con bombas de mano, botellas de líquidos inflamables y tiros a granel, fue tan decisivo, tan rápido, que el enemigo hubo de abandonar el reducto, dejando ocho muertos. Los fugitivos no se entregaban y hubo que hacerles fuego. De los 19 solo lograron escapar con vida cuatro, que desaparecieron. Los rebeldes tenían en rehenes a cuatro carabineros leales, que fueron libertados.
El alcalde llegó ayer de Campillos con los carabineros, presentándolos en la Comandancia militar.
El heroico ciudadano: fue felicitadísimo, como así algunos de los que con el combatieron, que le acompañaban.
19360823 003 El Popular
19360823 002 La Libertad

El 22 de agosto, al igual que el día anterior tras la huida de los guardias, se produjeron nuevos registros y saqueos en el cuartel; del que entre otras cosas se llevaron varias pistolas extraídas del interior del pozo, al que habían sido arrojadas antes del abandono del edificio. También estuvieron diversos familiares de los guardias, con el propósito de recuperar sus enseres domésticos respectivos.

Pasados tres o cuatro días y en vista de que no venían las tropas nacionales, fueron apareciendo nuevamente en El Saucejo muchas de las personas que había huido el día 21..

El día 28 de agosto, empezaron de nuevo los desmanes, saqueos y asesinatos de personas de derechas. La tarde de ese día, asesinaron en las afueras del pueblo al vecino de Villanueva llamado Basilio Recio Zamudio, de 38 años. El día 31 dieron muerte a José Martínez Pérez, de 51 años, y al médico Francisco Senín Ruiz, de 38 años. En la madrugada del día 1 de septiembre, asesinan a Antonio Valdivia Castro, de 63 años, que había sido alcalde de El Saucejo durante la Segunda República, desde el 24 de marzo de 1934 al 20 de febrero de 1936.

El Saucejo, fue finalmente ocupado por la columna del comandante Luis Redondo García el día 4 de Septiembre de 1936.

Quiero realizar una última reflexión. No encuentro ninguna explicación de por qué las fuerzas nacionales abandonaron a su suerte a los guardias civiles. En Osuna sabían perfectamente la situación de El Saucejo, como lo demuestra el intercambio de prisioneros que hubo el 3 de agosto. Las fuerzas del comandante Antonio Castejón, saliendo de Sevilla, y siguiendo la carretera que va a Antequera, conquistaron el 25 de julio Morón, el 26 Estepa, el 28 Aguadulce, el 29 Lora de Estepa y La Roda, el 31 Casariche y Herrera, y el 1 de agosto Puente Genil. Una pequeña columna motorizada que se hubiera adentrado hacia El Saucejo, a poco más de veinte kilómetros de Osuna, hubiera bastado para ayudar y rescatar a los guardias civiles que estaban acuartelados.

REGRESO DE LOS MILICIANOS A VILLANUEVA DE SAN JUAN

Cuando los milicianos de Villanueva que habían ido a El Saucejo, regresaron a su pueblo la noche del 21 de agosto, culminaron la fiesta con el incendio y destrucción de la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista. Con repiques de campanas, quemaron en la plaza de la Iglesia, llena de gente, los objetos de culto e imágenes, arrastrando éstas a la hoguera con cuerdas al cuello. Ardieron seis esculturas y tres retablos del siglo XVIII. También resultó destrozado el archivo parroquial.

En la madrugada del día 22, poco antes salir el sol, comenzaron a oírse voces de alarma que advertían: ¡Qué vienen los fascistas! ¡Qué vienen los fascistas! Y enseguida empezó a sonar un intenso tiroteo, la gente emprendió la huida y al rato irrumpió una columna formada en Olvera, procedente de Morón, dirigida por el teniente de navío Manuel Mora-Figueroa, y compuesta por falangistas y Guardia civil de Cádiz, a la que se incorporaron otros falangistas de Villanueva, Morón de la Frontera, El Arahal, Puebla de Cazalla y Lantejuela.

Manuel Mora-Figueroa con el uniforme de la División Azul

Ese día huyeron de Villanueva más de seiscientas personas. Unos se fueron al campo, otros a El Saucejo, a unos diez kilómetros andando, y la mayoría tomaron la dirección de Almargen.

La columna falangista de Manuel Mora-Figueroa se retiró de Villanueva el mismo día 22, después de entregar una treintena de fusiles y algunas municiones a sus correligionarios locales, y tras haber dejado también constituida una Comisión gestora municipal.

El día 28 de agosto, sobre las cinco de la mañana, una columna de milicianos y carabineros, formada en Almargen y El Saucejo, y reunida en Algámitas, se dirigió a Villanueva con el propósito de echar del pueblo a los falangistas. Aunque algunos de sus componentes venían a caballo, el grueso de la fuerza llegó en camiones de transporte de mercancías requisados. Los camiones se quedaron a unos tres o cuatro kilómetros de la población, mientras que los milicianos avanzaron desplegados por el Toril.

Al llegar a Villanueva comenzaron a disparar. La lucha que se entabló fue dura y prolongada. La resistencia duró hasta las doce del mediodía en que los pocos defensores que quedaban pudieron huir hacia Morón y Puebla de Cazalla. Una patrulla de caballería, que se había apostado en el lugar por donde forzosamente tenían que pasar los nacionales al evacuar el pueblo, les cortó la retirada, siendo asesinados ocho falangistas.

Muchos de los vecinos que habían huido el día 22 y que el 28 regresaron a Villanueva al amparo de la columna, lo que hicieron fue recoger a sus familiares y volverse a ir. Y como ese día también se marchó, asustada, mucha gente que hasta entonces no se había movido del pueblo, éste se quedó casi vacío, con las calles desiertas y las casas abandonadas.

Villanueva de San Juan, junto con Algámitas, quedó definitivamente en poder de la columna del comandante Luis Redondo el 11 de septiembre de 1936.

MILICIANOS DE CAMPILLOS QUE FUERON A EL SAUCEJO

Como ya se ha dicho, de Campillos salió para El Saucejo, un coche y dos camiones cargados de milicianos. Es imposible saber quiénes eran. A través de las declaraciones propias, de testigos y de terceros he podido identificar a poco más de diez de ellos. Ya hablé anteriormente de Felipe Govantes Betes. Estos son los datos que sobre los restantes he podido averiguar y recopilar.

PEDRO VELASCO OLMO. De 35 años de edad. Alcalde de Campillos, del que ya hablé en la crónica “Sucesos ocurridos en Campillos los días 28 y 29 de mayo de 1936”.

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2022/06/sucesos-ocurridos-en-campillos-los-dias.html

En la causa 6113 que se le abrió en el juzgado nº 29 de Campillos al finalizar la guerra, varios milicianos de los que fueron a El Saucejo, declararon sobre él:

Presidente del Comité de guerra durante la dominación marxista en Campillos, habiendo asistido en unión de un tal Juan de España, un tal Sebastián Molina Guillén “Furrinchao” y unos sesenta milicianos más, al asalto del cuartel de la Guardia civil de El Saucejo, que llegados a dicho punto el mencionado Pedro Velasco, juntamente con el teniente de los milicianos llamado Fernando Parejo envió una carta al Jefe de la fuerza que defendía el edificio militar que se menciona anteriormente, y al contestarle negativamente el Jefe citado, que a la sazón lo era un alférez de la Guardia civil, el mencionado Pedro Velasco Olmo, Juan de España y otros milicianos principiaron a arrojar botellas de líquido inflamable al interior del mencionado cuartel y posteriormente bombas de mano contra los defensores, acusando al tal Pedro como principal autor directo de dicho asesinato y asalto de los defensores y familiares de éstos que se encontraban en el interior del mismo.

Sobre Fernando Parejo Romero hablaré más tarde. En esta declaración queda claro que estuvo en El Saucejo, aunque él lo negó en la Causa 6061 que se le abrió en el juzgado militar nº 29 de Campillos al finalizar la guerra.

Posiblemente, en un futuro haga un pequeño monográfico sobre Pedro Velasco.

FRANCISCO GONZÁLEZ ESCALANTE (PICAILLO) De 27 años de edad. Soltero. Vivía en la calle Lavados. Era hermano de José González Escalante, muerto en los sucesos del 28 de mayo de 1936. Perteneció al partido Socialista desde el 29 de Enero de 1929.

Durante los primeros días de la guerra, en Campillos fue uno de los elementos más radicales y sanguinarios, participando en el asesinato de veintiuna personas el 15 de agosto, y de Juan Gallardo Escribano el 1 de septiembre en el cortijo Morales. Juan Gallardo era guarda rural y había participado en los incidentes que ocurrieron el 28 de mayo, en los que murió el hermano del “Picaillo”.

Declaración de un testigo: Que los primero días del Movimiento Nacional, salieron varias personas de esta villa armados con fusiles al objeto de atacar al cuartel de la Guardia civil de El Saucejo (Sevilla), que vio al denunciado trayendo de regreso y mostrando como trofeos de victoria, correajes y zapatos de guardias civiles asesinados en dicho puesto.

También participó en los ataques por las milicias de Campillos a Olvera y La Roda.

Huyó a Málaga cuando la ocupación de Campillos por las tropas nacionales, donde perteneció al Batallón nº 8 “Pablo Iglesias”. Se marchó de Málaga en febrero de 1937, al ser ocupada por los nacionales. Volvió a Campillos al finalizar la guerra.



En el Consejo de guerra permanente de Málaga, celebrado en Campillos el 7 de junio de 1939, fue condenado a muerte por Rebelión militar, siendo ejecutado el 6 de diciembre de 1939 en Málaga.

FRANCISCO ESCOBAR VALLE De 27 años de edad. Casado. Vivía en la calle Lavados. Afiliado al partido Socialista desde 1930 y a la UGT desde 1931.

Participó en la quema de la iglesia de Campillos y en el asalto a las sedes del Sindicato agrícola y la de Acción Popular. Participó también en el ataque al cuartel de la Guardia civil de El Saucejo.

Declaración de un testigo: Recuerda que al efectuarse el asalto al cuartel de la Guardia civil de El Saucejo, faltó como unos dos o tres días de su domicilio, enterándose por la propia madre del mismo, de que había participado en el hecho de autos, porque se quejaba le pudiese suceder algún percance. El declarante lo vio entre los camiones y las masas de gentes que estaban preparándose para salir y seguramente saliera con dirección a dicho pueblo, recordando que no lo vio regresar.

Otro testigo, dice de Francisco Escobar: Le consta que fue uno de los muchos milicianos que fueron con los grupos a El Saucejo, ya que aunque el declarante no lo vio entre los grupos, pero estando en el café de Antonio Herrera, le oyó decir al encartado, quizás en la misma tarde que regresaron de dicho pueblo, que había estado en El Saucejo y además recuerda perfectamente que le vio con un correaje con una cartuchera, propios de los que usa la Guardia civil, sin comentar detalle alguno sobre los hechos vandálicos allí realizados.

Además del ataque al cuartel de la Guardia civil de El Saucejo, también participó en los ataques por las milicias de Campillos a Olvera y Puente Genil.

Que él solamente salió una vez con una columna formada de veinte o treinta milicianos que fueron a Sierra Yeguas a recoger ganado por orden del Comité para abastecer de carnes a la villa de Campillos, sin autorización de los dueños, pero que tampoco llegaron a traérselas a Campillos.

Cuando fue tomado Campillos, huyó a Ardales, y de aquí a Málaga, donde se enroló en el Batallón Nº 8 Pablo Iglesias.

Ingresó en el cuerpo de Carabineros (19361114 003 El Popular), ascendiendo a cabo de infantería de dicho cuerpo el 19 de marzo de 1937 (Gaceta de la República del 23 de Mayo, página 864).

De Málaga huyó a Almería y de aquí a Orihuela (Alicante), pasando a ingresar en el 18º Batallón de guarnición en aquella localidad. De aquí a Madrid, donde le cogió la terminación de la guerra. Estuvo prisionero en León en el Convento de “San Marcos” (actual Parador) y en el de “Santa Ana”, convertidos en campos de concentración, siendo trasladado mas tarde a la Prisión Provincial de Málaga.

Campo de concentración de San Marcos

Fue sometido a un Consejo de Guerra en Málaga, siendo condenado a doce años y un día de reclusión menor, por el delito de auxilio a la rebelión. En el mismo Consejo de guerra el tribunal propone la conmutación de la pena impuesta por la de seis meses y un día de prisión menor. Fue excarcelado el 17 de noviembre de 1942.

ANTONIO ALBARRÁN BERMUDO De 33 años de edad. Vivía en la calle Vallejos. Había sido elegido concejal del ayuntamiento de Campillos, en las elecciones del 30 de mayo de 1931. Perteneció a la junta directiva de la Sociedad de Obreros Agrícolas “El Primero de Mayo” (El obrero de la tierra 19321119 003)

Durante la guerra en Campillos, perteneció al Comité del Frente Popular que se erigió en la única autoridad existente en el pueblo, en todo lo referente la dirección de la guerra..

Al caer Campillos, marchó a Málaga, e ingresó en las Brigadas Mixtas del cuerpo de Carabineros el 27 de marzo de 1937 (Gaceta de la República del 30 de Marzo, página 1431)

JUAN ESPAÑA ROMERO. Había sido miembro de la directiva del “Sindicato de campesinos y oficios varios de Campillos”, adscrito a la CNT. Acusado de fabricar botellas de líquido inflamable

SEBASTIÁN MOLINA GUILLÉN (FURRINCHAO). Participó en la quema de la iglesia de Campillos. De él ya hablé en la crónica sobre la quema de imágenes e iglesias.

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2022/06/21-de-julio-de-1936-quema-de-las.html

JUAN SANCHEZ PADILLA (PICHITA). De 25 años de edad. Vivía en la calle Silla, zapatero. Perteneció al partido Socialista desde 1931. Prestó servicios como miliciano voluntario, haciendo vigilancia desde la torre de la Iglesia de la llegada de aviones enemigos. Tras la caída de Campillos, pasó a Málaga donde ingresó en el batallón nº 1 Metralla, actuando en el frente de Valle de Abdalajís. Tras la toma de Málaga pasó a Almería.

Se le acusó de participar en los ataques a los pueblos de Los Corrales (Sevilla), Setenil (Cádiz), al cuartel de la Guardia civil de El Saucejo y de la muerte de unas veinte personas más. A mí no me consta que participara en muerte alguna, si bien es cierto que no he podido consulta los papeles de su Concejo de guerra. Fue ejecutado el 7 de diciembre de 1939 en Málaga.

FRANCISCO AGUILERA PEREZ (AGUILERILLA). De 23 años de edad, soltero. Afiliado al partido Socialista desde 1931 y a las Juventudes Socialistas Unificada. Prestó servicio de guardias como miliciano voluntario con fusil, asistiendo a los ataques de Setenil, Olvera, Torrelahaquime, Sierra de Yeguas, Los Corrales, La Roda y El Saucejo.

Tomado Campillos por las fuerzas nacionales, huyó a Álora y de aquí a Málaga, donde ingresó en el Batallón nº 8 Pablo Iglesias y en el nº 1 Metralla, actuando en los frentes de Valle de Abdalajís, El Chorro, cuesta de la Reina, El Burgo y San Pedro.

Al ser tomada la capital, ingresó en la 52 Brigada a la que estaba adscrita su Batallón. Ingresó voluntariamente en el cuerpo de Carabineros. Estuvo en los frentes de Villanueva de Córdoba, Pozoblanco y de guarnición en Madrid, donde la cogió el final de la guerra.

Regresó entonces a Campillos para presentarse a la Guardia civil el 15 de mayo de 1939. Procesado, fue condenado a doce años y un día de prisión por el delito de auxilio a la rebelión. Obtuvo la libertad condicional el 22 de diciembre de 1942 y la definitiva el 13 de mayo de 1951.

ALONSO ESCRIBANO GARCIA (GARCIILLA). De 33 años de edad, casado, vivía en la calle Lavados. Perteneció al partido Socialista desde 1929. Fue tesorero en la Junta directiva de la Sociedad de Obreros Agrícolas “El Primero de Mayo” (El obrero de la tierra 19330520 003)

Al ser ocupado Campillos, marchó a Ardales, Álora y Málaga, donde ingresó en el Batallón nº 8 Pablo Iglesias, con el que estuvo en los frentes de Baeza y Alcalá la Real. Luego ingreso en Carabineros, pasando a la 87 Brigada, donde ascendió a cabo; paso después a la 5ª Brigada, destacada en frente del Jarama y después a Madrid, donde le cogió el final de la guerra. Al igual que Juan Sánchez Padilla, no he encontrado ninguna declaración de familiares que le implicara en algún caso de asesinato de personas de derechas. Fue ejecutado el 9 de diciembre de 1939 en Málaga.

FERNANDO PAREJO ROMERO. De 27 años. Soltero. Vivía en la calle San Sebastián. Estaba afiliado a la UGT desde 1930.


Al iniciarse el alzamiento militar, el comité de Campillos lo nombró jefe de los milicianos, colocándose una estrella de alférez para visualizar su autoridad.

DECLARACION DE JUAN MESA GALLARDO: Que conoce al encartado por haber trabajado juntos bastante tiempo; era un elemento destacado de la Juventudes Socialistas y que una vez iniciado el Movimiento, le vio frecuentemente con los grupos de milicianos ostentando una estrella de Alférez.

DECLARACION DE JOSE GALEOTE MORENO: Que conoce al encartado, constándole que aunque de ideas socialistas, no lo tiene mal conceptuado, sabiendo que era Jefe de Milicianos, aclarando que en una ocasión en que fueron a detenerlo unos milicianos desconocidos, el encartado les mandó retirarse.

Según el médico de Campillos, Jacobo Lanzas Orellana, “a los seis o siete días de iniciado el Movimiento prestó su asistencia facultativa a Fernando Parejo Romero, el cual, según referencias, había sido herido por otro compañero suyo involuntariamente, indicando que la herida que presentaba el mentado sujeto era de poca consideración por tratarse de un sedal y que aproximadamente al término de los quince días fue dado de alta definitivo”. Si sumamos los días, sale que sobre el diez de agosto, recibió el alta.

Esta información es corroborada por el otro médico del pueblo, Francisco Mesa Rodríguez, “que a los pocos días de iniciado Movimiento recibió una herida por arma corta de fuego en sedal, en la región del triangulo de Scarpa derecho, debido a una imprudencia de un compañero suyo, mientras se encontraba prestando servicio de guardia en el Ayuntamiento de Campillos. Estuvo convaleciente  de su herida como unos quince o veinte días, y por lo tanto supone no participó en el primer asalto al Cuartel de la Guardia Civil de El Saucejo. Según este testimonio, una semana antes del ataque al cuartel de El Saucejo ya había recibido el alta.

Hay tres milicianos que fueron a El Saucejo, y que declararon en el Consejo de guerra contra Pedro Velasco Olmo, que Fernando Parejo estuvo en el ataque al cuartel, aunque él, en el Consejo de guerra a que le sometieron, se defendió diciendo que no fue “…y por cuya razón niega su participación en el asalto al Cuartel de la Guardia Civil de El Saucejo, supuesto que en aquella fecha se encontraba herido”.

Cuando las tropas nacionales ocuparon Campillos, marchó a Málaga y de aquí a Almería.

Según sus propias declaraciones: “Sirvió en el ejército desde el 20 de Noviembre de 1937 al 28 de Marzo de 1939, desempeñó los empleos de sargento en la 51ª Brigada de guarnición en Almería, siendo destinado más tarde a los frentes de Herrera del Duque (Córdoba) y en el de Iznayoz (Granada), pasando de aquí a la Academia de Paterna (Valencia) de donde salió con la graduación de teniente, siendo asignado a la 58ª Brigada de guarnición en Castellón, pasando de ésta a los frentes de Levante, y después fue con dicha Brigada a los frentes de Monterrubio en Extremadura, más tarde a Cuevas de Velasco (Cuenca), siendo trasladado a Fuentidueña de Tajo (Madrid) donde organizó la Brigada, siendo trasladado después a Ocaña donde le cogió la total terminación de la guerra”. Fue hecho prisionero en Alicante, en casa de un tío suyo, el 22 de Abril de 1939.

Como afirma en su declaración, curso estudios en la Escuela Popular de Guerra nº 3 de Paterna, saliendo con la graduación de Teniente. (Diario oficial del Ministerio de Defensa, 26 de marzo de 1938)

En la causa 6061 que se le abrió en el juzgado militar nº 29 de Campillos al finalizar la guerra, se defendió diciendo que no fue a El Saucejo por la herida que tenía en el muslo derecho. En dicha Causa no testificaron los milicianos que acusaron a Pedro Velasco en la Causa 6113 que se le abrió al alcalde. Solo lo hicieron personas que no hablaron mal de Fernando Parejo, entre ellos los médicos, que suponían que no había podido ir por la herida que tenía. Esto fue muy importante para él, pues si llega a demostrarse que estuvo allí y que pudo participar en la muerte de los guardias civiles, la sentencia hubiera sido otra.

En el Consejo de Guerra, celebrado en Málaga el 28 de marzo de 1941, fue condenado a seis años y un día de prisión mayor por auxilio a la rebelión militar.

Estando en la Prisión Provincial de Málaga, el 25 de septiembre de 1941, según Orden del Ministerio de Justicia, se le concede la libertad condicional a propuesta del Patronato Central de Redención de Penas por el Trabajo. (BOE del 17 de octubre de 1941). Teniendo en cuenta el tiempo que había pasado en prisión provisional, le quedaban todavía tres años menos dos meses de cumplimiento de condena. 

Según me han podido informar, Fernando Parejo pudo conseguir la libertad condicional, gracias a la mediación de Antonio Llamas Campos, alcalde de Campillos en aquellas fechas. Cuando salió de la prisión, fijó su residencia en Baeza (Jaén)

En las elecciones municipales celebradas el 3 de abril de 1979, fue elegido alcalde de Campillos por el PSOE. Tenía 70 años.

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Para la elaboración de ésta Crónica, ha sido fundamental el excelente trabajo realizado por Félix J. Montero Gómez recogido en el libro “EL SAUCEJO, 4 DE SEPTIEMBRE DE1936: CONSECUENCIAS DE LA REBELIÓN MILITAR”, del cual he tomado información. También de los libros de Alfonso Ruiz Padilla, “CAMPILLOS, 1936” e “HISTORIAS DE PUEBLOS DEL NORTE DE MÁLAGA DURANTE LA GUERRA CIVIL”. Mi agradecimiento a ambos.


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