LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN CAMPILLOS Y SU COMARCA DURANTE LA GUERRA CIVIL

 

Cruz que se encontraba en "La Alberquilla"

La idea de escribir esta Crónica, me surgió hace pocos días, cuando leí el artículo de D. Antonio Nadal, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga, sobre “Las destrucciones en la Diócesis de Málaga”, donde expone la lista de sacerdotes y religiosos muertos violentamente en dicha diócesis, desde 18 de julio de 1936, hasta el 8 de febrero de 1937, fecha de la entrada de las tropas nacionales en Málaga.

https://verdadhistorica.org/de-la-memoria-historica-a-la-memoria-democratica/destruccion-de-la-iglesia/

Según dicho artículo, el total de religiosos asesinados en la diócesis fue de 170, de los cuales 110 eran sacerdotes del clero secular, 27 del clero regular, 3 ordenados in sacris, 2 clérigos, 26 legos, coadjutores y hermanos, y 2 seminaristas no ordenados. La cifra de víctimas, según D. Antonio Nadal, suponía el 67,5% del clero adscrito a la diócesis de Málaga. Este porcentaje, solo lo supera la diócesis de Barbastro con un 87,8%.

En la relación nominal de las 170 víctimas religiosas, que Nadal expone en su artículo, no aparece ninguna de las muertes habidas en los pueblos de la comarca de Campillos, y el motivo es que durante la guerra civil, Campillos y los pueblos de su entorno, pertenecían a la Archidiócesis de Sevilla, pasando el 25 de enero de 1958 a pertenecer a la Diócesis de Málaga, junto con Sierra Yeguas, Alameda, Peñarrubia, Teba, Almargen, Cañete la Real y Ardales.

Por tanto, si queremos saber el número de víctimas religiosas totales, producida por la barbarie del Frente Popular durante ese periodo en la provincia de Málaga, a la cifra de D. Antonio Nadal, habría de sumarse las habidas en estos pueblos.

Pues bien, con la intención de rellenar ese vacío, me puse a investigar y documentarme sobre las muertes que ocurrieron en cada uno de los pueblos malagueños pertenecientes a la Archidiócesis de Sevilla, y de ahí extraer las muertes debidas a la represión religiosa.

Para realizar esta Crónica, me ha sido de gran ayuda, el libro "MÁLAGA. TIERRA DE MÁRTIRES", del sacerdote D. Pedro Sánchez Trujillo

1.- CAUSAS DE LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN ESPAÑA

Situándonos en el ámbito temporal de la Segunda República y la Guerra civil, como ya hemos visto en anteriores Crónicas, la persecución religiosa en España no se inicia el 18 de julio de 1936, día del levantamiento militar, sino que comienza con la quema de conventos de mayo de 1931, y continúa con la matanza de sacerdotes en la revolución de Asturias de octubre de 1934. Por ello, no se sostiene la tesis, defendida hasta la saciedad por algunos historiadores, de que la persecución religiosa no es más que una reacción a la rebelión militar que desencadenó la guerra civil.

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2022/09/madrid-malaga-y-campillos-la.html

Aprovechando la revolución, las milicias armadas camparon a sus anchas, mientras el gobierno asistía indolente a los atropellos que estaban ocurriendo. Las calles y las carreteras se llenaron de controles milicianos. En la confusión imperante, muchos delincuentes comunes, afiliados a partidos y sindicatos, disfrazaban sus fechorías de actos revolucionarios en defensa de la República. Menudearon los registros y detenciones ilegales, los saqueos, los robos bajo la forma de incautaciones, el confinamiento en cárceles del pueblo, la tortura y el asesinato.

Las detenciones y ejecuciones se realizaron sin intervención alguna del poder judicial, sin dar a las víctimas la oportunidad de defenderse y sin previo proceso. Y es que la autoridad real ya no estaba en manos de los poderes tradicionales, sino en manos de sectores mucho más radicales que pretendían una transformación total de la sociedad.

El manual del revolucionario, establece que la Iglesia es el “opio del pueblo”, y cómplice secular de la clase explotadora. Hacía décadas que la propaganda anticlerical acusaba a la Iglesia de vivir en la opulencia, indiferente a la miseria de las clases más desfavorecidas, en flagrante contradicción con la doctrina evangélica. La imagen del obrero demacrado y cargado de hijos, contrastaba con el clérigo que, desde la perspectiva revolucionaria, disfruta de una existencia ociosa y regalada a costa del sudor proletario.

Ese odio, acumulado durante generaciones, estalla en el verano de 1936, y se dirigió contra la Iglesia, los sacerdotes y los religiosos. Al término de la contienda, habían sido asesinados unos siete mil religiosos, un 16 % del total. Según Antonio Montero Moreno, en su “Historia de la persecución religiosa en España (1936-1939)”, exactamente, 13 obispos, 4.184 sacerdotes diocesanos (uno de cada siete), 2.365 frailes y 283 monjas (uno de cada cinco). Pero es que en el año que va de julio de 1936 a julio de 1937, ya habían sido asesinados casi 6.500 sacerdotes y religiosos. Se puede decir, que en los dos últimos años de guerra civil, la «caza del cura» puede considerarse un hecho excepcional.

Además hay que decir que los sacerdotes, religiosos y religiosas sacrificados, rara vez fueron juzgados. En la gran mayoría de los casos, prevaleció la condición religiosa o sacerdotal sobre otras razones personales o políticas. Los eclesiásticos y religiosos fueron asesinados, sencillamente, porque eran hombres y mujeres de Iglesia.

Según palabras de Hugh Thomas: "Posiblemente en ninguna época de la historia de Europa, y posiblemente del mundo, se ha manifestado un odio tan apasionado contra la religión y cuanto con ella se encuentra relacionado».

El gobierno del Frente Popular presidido por José Giral, además de no condenar el terror contra todo lo religioso, tomó algunas medidas que podrían ser percibidas como una convalidación de los ataques a la Iglesia. El 27 de julio de 1936, ordenó la ocupación inmediata de todos los edificios que habían sido utilizados por órdenes y congregaciones religiosas con fines educativos. El 11 de agosto de 1936, decretó el cierre de todos los establecimientos religiosos cuyos propietarios hubieran favorecido directa o indirectamente el levantamiento militar. Cierto es que no se aprobaba explícitamente la persecución religiosa, pero estaba claro que no se ponía ningún interés en defender a la Iglesia y a los católicos de los ataques que estaban sufriendo.

A veces, dicha persecución religiosa se ha presentado como la acción criminal de unos incontrolados. Pero los hechos no sucedieron así. No es fácil de demostrar, pero puede sospecharse, como señalan algunas publicaciones y declaraciones de comités y patrullas en cuanto a órdenes recibidas, que hubo una consigna emitida desde algunos ámbitos de la izquierda, de exterminio de la Iglesia.

Así lo manifiesta el diplomático y literato francés Paul Claudel, en un artículo publicado en «Le Fígaro»:

“No es posible concebir, sin una consigna y una organización metódica, que hayan podido ser incendiadas todas las iglesias sin excepción en la zona roja, todos los objetos religiosos minuciosamente buscados y destruidos, y la casi totalidad de los prelados, religiosos y religiosas, asesinados con refinamiento de crueldad inaudita, acosados en todas partes como bestias feroces”

“Solidaridad Obrera”, órgano de la CNT de Barcelona, abría su número del 15 de agosto de 1936, con el significativo título «¡Abajo la Iglesia!», y con los siguientes subtítulos: «Treinta siglos de oscurantismo religioso envenenaron las mentes del pueblo español.- La Iglesia se ha caracterizado siempre por su sentido reaccionario.- El cura, el fraile y el jesuita mandaban en España.- Hay que extirpar a esta gente»; «La Iglesia ha de ser arrancada de cuajo de nuestro suelo. Sus bienes han de ser expropiados».


Seguía después un amplio editorial en el que se atacaba de forma brutal a la Iglesia y a sus jerarcas:

En España, la religión se ha manchado siempre con la sangre de los inocentes. Los curas y los más altos dignatarios de la “Santa Madre Iglesia” han asesinado como vulgares matones. […]

Los ensotanados han corrompido todos los hogares. En los confesionarios traman las artimañas más vergonzosas. Pulsan a las esposas de los maridos idiotas, para aprovecharse de las flaquezas de las mujeres que por candidez e ignorancia acuden a la reja del cuchitril que está empapado del vaho que escupe el aliento del confesor. […]

La Iglesia ha de desaparecer para siempre. Los templos no servirán más para favorecer las alcahueterías más inmundas. No se quemarán más blandones en aras de un costal de prejuicios. Se han terminado las pilas de agua bendita.

Es horrible constatar que los republicanos madrileños no se han percatado de la verdadera importancia de las ráfagas incendiarias que tiñeron durante las primeras jornadas de julio nuestro firmamento social.

No existen covachuelas católicas. Las antorchas del pueblo las han pulverizado. En su lugar renacerá un espíritu libre que no tendrá nada de común con el masoquismo que se incuba en las naves de las catedrales.

Pero hay que arrancar la Iglesia de cuajo. Para ello es preciso que nos apoderemos de todos sus bienes que por justicia pertenecen al pueblo.

Las Órdenes religiosas han de ser disueltas. Los obispos y cardenales han de ser fusilados. Y los bienes eclesiásticos han de ser expropiados.

Manuel de Irujo, miembro del PNV y ministro sin cartera en el gobierno de Largo Caballero, el 7 de enero de 1937 presentó al Consejo de Ministros un Memorándum, sobre la persecución religiosa en la zona republicana, que es la síntesis más autorizada de cuanto había ocurrido hasta ese momento:

La situación de hecho de la Iglesia, a partir de julio pasado, en todo el territorio leal, excepto el vasco, es la siguiente:

a) Todos los altares, imágenes y objetos de culto, salvo muy contadas excepciones, han sido destruidos, los más con vilipendio.

b) Todas las iglesias se han cerrado al culto, el cual ha quedado total y absolutamente suspendido.

c) Una gran parte de los templos, en Cataluña con carácter de normalidad, se incendiaron.

d) Los parques y organismos oficiales recibieron campanas, cálices, custodias, candelabros y otros objetos de culto, los han fundido y aun han aprovechado para la guerra o para fines industriales sus materiales.

e) En las iglesias han sido instalados depósitos de todas clases, mercados, garajes, cuadras, cuarteles, refugios y otros modos de ocupación diversos, llevando a cabo los organismos oficiales que los han ocupado en su edificación obras de carácter permanente, instalaciones de agua, cubiertas de azulejos para suelos y mostradores, puertas, ventanas, básculas, firmes especiales para rodaje, rótulos insertos para obras de fábrica y otras actividades.

f) Todos los conventos han sido desalojados y suspendida la vida religiosa en los mismos. Sus edificios, objetos de culto y bienes de todas clases fueron incendiados, saqueados, ocupados o derruidos.

g) Sacerdotes y religiosos han sido detenidos, sometidos a prisión y fusilados sin formación de causa por miles; hechos que, si bien amenguados, continúan aún, no tan sólo en la población rural, donde se les ha dado caza y muerte de modo salvaje, sino en las capitales. Madrid y Barcelona y las restantes grandes ciudades suman por cientos los presos en sus cárceles sin otra causa conocida que su carácter de sacerdote o religioso.

h) Se ha llegado a la prohibición absoluta de retención privada de imágenes y objetos de culto. La policía que practica registros domiciliarios, buscando en el interior de las habitaciones la vida íntima personal o familiar, destruye con escarnio y violencia imágenes, estampas, libros religiosos y cuanto con el culto se relaciona o lo recuerda.

El mismo Irujo, en carta dirigida al cardenal Vidal el 23 de mayo de 1938, afirmaba: «No puedo negar, después de haberlo pública y reiteradamente reconocido, y rechazado con vergüenza y con dolor profundo, el hecho lamentable de las iglesias cerradas, de los sacerdotes perseguidos cuando no asesinados, de los templos incendiados, de las imágenes religiosas menospreciadas o destruidas con vilipendio y de la persecución que un momento arrastró la reacción producida en la zona leal contra el hecho militar. Negarlo sería negar la verdad».
VICENTE CÁRCEL ORTÍ “La persecución religiosa en España durante la Segunda República”. Páginas 229 a 231. E. RIALP

Los documentos de que se disponen y los datos hasta ahora conocidos no permiten afirmar que la Iglesia interviniera, ni directa ni indirectamente, en el «alzamiento» de los militares frente al gobierno del Frente Popular. Incluso, aunque no consta documentalmente, es aceptable la hipótesis de que un sector del episcopado creyera que ésta era la única solución para resolver la caótica situación en que se encontraba el país en la primavera de 1936. Pero de esto no se puede llegar a concluir que la Iglesia apoyase la sublevación.

En sus primeras proclamas, los militares no se refirieron a la defensa de la Iglesia o de la religión. Por ejemplo, el general Mola declaró que la Iglesia y el Estado debían separarse, por el bien de ambas instituciones. El mismo Franco, en octubre de 1936, afirmó que el Estado no sería confesional. Los falangistas deseaban que hubiera buenas relaciones entre la Iglesia y el Estado, pero querían una separación clara entre ambos. Por otra parte, el primer jefe de la Junta de Defensa Nacional, el general Cabanellas, era masón y favorable al partido Radical, bien conocido por su anticlericalismo. Los insurrectos no se levantaron por motivos religiosos, pero la persecución religiosa en la zona republicana hizo que la inmensa mayoría de los católicos practicantes abrazara la causa nacional.

2.- DETENCIÓN DE SACERDOTES

He querido realizar un relato secuencial en el tiempo de los hechos, y evitar realizarlo nominativo, pueblo por pueblo. Tomé esa decisión cuando puse sobre un papel las fechas de las detenciones y de las muertes de los religiosos habidos en la zona, y me di cuenta de la interrelación que había entre unos hechos ocurridos en un pueblo y los ocurridos al mismo tiempo en otro.

En la relación de pueblos sobre los que hago la Crónica, no aparecen ni Peñarrubia, ni Alameda, ambas también pertenecientes a la Archidiócesis de Sevilla, y el motivo es que en ellas no se produjo ninguna muerte de religiosos. En Peñarrubia, se produjeron destrozos en la iglesia parroquial de Ntra. Sra. del Rosario. En Alameda, igualmente ocurrió con la iglesia parroquial de la Purísima Concepción. Pero en ninguno de las dos localidades, como ya he dicho, aparece información alguna sobre religiosos asesinados en el pueblo.

Sobre la quema de las imágenes y retablos de las iglesias de Campillos y su comarca, ya publiqué un Crónica que pongo en este enlace.

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2022/06/21-de-julio-de-1936-quema-de-las.html

22 DE JULIO. ARDALES

El 22 de julio, se produjo la primera detención de un sacerdote en la comarca de Guadalteba. Se trató del párroco de Ardales, D. José Vera Berrocal, de 66 años de edad. También se detuvo al sacristán, D. José Campano Fernández, de 64 años. Ambos fueron detenidos en sus domicilios.

El párroco D. José Vera, había nacido en Ardales en 1870, hijo de Antonio y Fernanda. Estudió en el Seminario de Sevilla. Licenciado en Teología. Vivía en la calle Andrade Navarrete, nº 9.

Según declaración en la Causa General, de Enrique Vera Berrocal, hermano de D. José Vera:

Fueron llevados a la cárcel del pueblo el 21 y 22 de Julio, donde fueron objeto de muy malos tratos, insultos, sufriendo muchas vejaciones con motivo de su sagrado ministerio, mostrando gran entereza ante el peligro, sin amilanarse ante las afrentas continuas que le dirigían tanto los milicianos del pueblo como los forasteros; distinguiéndose en causarle molestias por la noche, con chistes grotescos y macabros, y cantares alusivos próximo asesinato, los cuales acompañaban con la guitarra Diego Rodríguez Mora “Diego el del Capellán”, que era el Jefe de los Municipales

El sacristán D. José Campano, había nacido en Ardales, el 25 de julio de 1872. Era hijo de José y de Ana. Amigo de la infancia del párroco. Fue monaguillo. Trabajaba como zapatero remendón, organista y cantor de la iglesia. Casado en 1897 con Francisca Bravo Albejano, con quien tenía tres hijos, José (33 años), que fue capuchino con el nombre de Fray Guillermo, Ana (31) e Isaías (27), que después fue sacristán. Vivía en la calle Iglesia, nº 41, “una pequeña casa que se comunicaba con la iglesia parroquial por la capilla de los bautismos, con  una ventana, desde la cual veía el sagrario y sabía si la lamparilla está encendida o apagada”. Gracias a que pudo ocultarlo en su casa, en mayo de 1931 se pudo salvar la imagen del Señor de la Sangre de la destrucción y quema de imágenes.

Su hijo Isaías Campano, declaró en la Causa General:

Fue encarcelado en la cárcel del pueblo, en donde le molestaron los rojos más que a ningún otro detenido, haciendo mofa de sus creencias religiosas, y haciéndole objeto de un trato inhumano; de tal modo que llegó a enfermar gravemente, y no obstante esto, los dirigentes socialistas hicieron el menor caso de atenderle, ni mandarle médico.

En total ese día fueron detenidas, en Ardales, veintiséis personas, las cuales fueron conducidas a la cárcel. La orden de la detención la dio Antonio Villalba Berrocal (a) “Moniche, que era el presidente del primer Comité del Frente Popular que se formó en Ardales al iniciarse la guerra. En vista del tumulto que hubo en el pueblo, pidiendo la libertad de los presos y con el fin de apaciguarlos el Comité ordenó la libertad de unos cuantos. Algunos de los liberados, lo fueron tras satisfacer las familias, importantes cantidades económicas.


23 DE JULIO. CAMPILLOS

La noche del 23 de julio, es detenido D. Cecilio Sánchez Molina, de 56 años, coadjutor de la iglesia parroquial de Ntra. Sra. del Reposo, por un grupo de milicianos, entre los que estaba, según testimonio de su hermana Rafaela, Juan Berdún Pérez, (a) “el Pato”, y un antiguo monaguillo, con quien había desempeñado oficio de padre. Entre insultos y mofas, a los que respondía que: "jamás había hecho nada contrario a su ministerio", le condujeron a la cárcel. En el camino uno de los milicianos, amenazándole con una faca, le dio en el pecho tan fuerte golpe que le tiró a la pared de enfrente, cayendo sobre la acera y dándose un tremendo golpe en la cabeza.

D. Cecilio, había nacido en Campillos el 3 de febrero de 1880. Hijo de Manuel Sánchez Tornería y Rafaela Molina Vera. Ordenado sacerdote el 19 de diciembre de 1903. Fue cura ecónomo de Cañete la Real, y finalmente cura regente y coadjutor de Campillos. Vivía en la calle Guzmanes, nº 33, con sus hermanas Carmen, de 58 años, y Rafaela Sánchez Molina de 49.



También esa noche el párroco D. Ramón García Ruiz, de 63 años, es detenido por Antonio Parejo García, por orden de Antonio Albarrán Bermudo, uno de los dirigentes del Comité de Campillos, siendo conducido a la cárcel.

D. Ramón García, había nacido el 28 de noviembre de 1872 en Gilena (Sevilla). Hijo de Antonio y Dolores. Ordenado sacerdote el 3 de abril 1897. Fue cura ecónomo de Cañete la Real, párroco de Campillos, y desde el 5 de febrero de 1907, arcipreste. En compañía de D. Ramón, vivían dos sobrinas, Concepción y Dolores Chías García de 46 y 44 años de edad. La primera de las cuales murió de tuberculosis y la segunda se fue a vivir a Gilena cuando las tropas nacionales ocuparon Campillos.



Ese mismo día fueron detenidas, al menos, otras quince personas, y encerradas en el depósito municipal. La detención no fue realizada por algún cuerpo de seguridad de la República, como la guardia civil o como la guardia municipal, sino por lo que llamaban “fuerza cívica”, es decir, militantes del partido socialista y de la UGT. Cada detención era acompañada de una notificación al alcalde de Campillos, Pedro Velasco Olmo, por parte del encargado del Depósito Municipal, Francisco González Escribano.

Tengo el honor de participar a usted que en el día de hoy por “fuerza cívica” de esta localidad han sido ingresados en éste Departamento Municipal de mi cargo.




25 DE JULIO. TEBA

D. Rafael Galán Escalante, de 47 años, era cura ecónomo, párroco de San Bartolomé y de San Esteban de Sevilla. Nacido en Teba, hijo de Rafael y María. Había sido con anterioridad párroco de su pueblo natal.

El 25 de julio, cuando se encontraba pasando unos días de vacaciones en su pueblo, fue sacado del domicilio de su hermana Cruz, en la calle Grande, nº 7, por un grupo de milicianos de la localidad que le llevaron a la cárcel. Allí le despojaron de su sotana violentamente y le quitaron de un tirón el rosario que llevaba al cuello, diciéndole que "aquí no vale eso, lo que vale es la revolución", destruyéndolo y arrojándolo al corral de la cárcel. Luego unos milicianos lo sacaron al patio de la prisión y le apalearon cruelmente para que blasfemara.

Durante los días 26 y 27 lo insultaban a cada momento, y no le entregaban la comida que le llevaban sus familiares. En la mañana del 28, le torturaron horriblemente, pretendiendo obligarle a que dijera donde tenía las armas. Y el 29 le presentaron tres bombas de "piña", diciéndole que las habían encontrado en la iglesia y que él las había traído de Sevilla, sólo con el objeto de preparar al pueblo, volviendo con tal motivo a apalearle bestialmente

A continuación le sacaron de la cárcel, diciéndole "pocas horas te quedan ya de ser bueno", y con el pretexto de una declaración le llevaron a otra prisión, donde ya se encontraba el párroco de Teba, don Francisco Algarín Sigüenza, y algunos seglares

Rafael Galán Escalante

D. Francisco Algarín Sigüenza, de 32 años de edad. Cura ecónomo de la parroquia de Santa Cruz de Teba. Natural de El Coronil, (Sevilla), hijo de Manuel y Carmen. Antes de ir a Teba había sido superior del Seminario.

Cristóbal Moriel García (a) "El Verdugo", que había intervenido en los graves sucesos de octubre de 1934, era el carcelero, encargado de la custodia de los presos. Cuando acabó la guerra, en abril de 1939, regresó a Teba. Fue acusado por testigos de maltratar a los presos de palabra y obra, de quitarles a los presos el dinero y los objetos personales, quedándose con ellos, y de no entregarles la comida que le llevaban los familiares.

Francisco Algarín Sigüenza

3.- ASESINATO DE SACERDOTES

31 DE JULIO. TEBA

La noche del 31 de julio, los dos sacerdotes, en unión de siete personas más fueron amarrados fuertemente, y sacados de la cárcel. En un camión los llevaron al lugar conocido por "Fuente de los perros", entre Peñarrubia y Gobantes, a unos 2 km de la estación de Gobantes, donde fueron asesinados a tiros de pistola. Los cuerpos quedaron insepultos, hasta el día siguiente que fueron quemados con gasolina.

  • JUAN MESA ALMELLONES
  • DIEGO CAMPOS PEÑA
  • RAFAEL GALÁN ESCALANTE
  • FRANCISCO ALGARÍN SIGÜENZA
  • FRANCISCO LORA VERA
  • JOAQUÍN GÓMEZ RAMOS
  • JOSÉ GALLEGOS HINOJOSA
  • RAFAEL ÁLVAREZ GALLEGOS
  • FRANCISCO HIDALGO VEGA


Como se puede ver, en el pedestal de la cruz falta una persona, Rafael Álvarez Gallegos

3 DE AGOSTO. CAMPILLOS

D. Ramón García, párroco, y D. Cecilio Sánchez, coadjutor de la iglesia de Campillos, estaban detenidos en la cárcel desde la noche del 23 de julio.

En el depósito municipal había más de veinte personas detenidas, a los que los sacerdotes les dieron consuelo espiritual. Según testimonios, D. Ramón y D. Cecilio soportaron los días de prisión con gran entereza. En la cárcel fueron maltratados e injuriados para arrancarle alguna blasfemia y que violaran el secreto de confesión.

En la madrugada del 3 de agosto, con el pretexto de que necesitaban tomarles declaración en Antequera, ambos fueron sacados de la cárcel, junto con don Rafael Núñez Núñez, maestro nacional, y con don Juan Gallegos Cuellar, alcalde de Campillos desde 1924 al 1930, siendo trasladados los cuatro hasta los terrenos del cortijo de “La Alberquilla", en la carretera de Campillos a Antequera, en donde los hacen descender del coche, siendo asesinados.

Los cadáveres quedaron insepultos, siendo quemados con gasolina a los tres días, y los restos dispersados por el campo.

https://verdadhistoricacampillos.blogspot.com/2022/05/declaraciones-de-testigos-fc_21.html

De Juan Gallegos Cuellar, ya hablé en una Crónica dedicada a él y a su obra como alcalde.


De Rafael Núñez Núñez, puedo decir que era maestro escuela, de 40 años de edad. Vivía en la calle Real nº 46. Estaba casado con Dolores Alés Palop, por tanto, concuñado de Federico Manzano Sancho, que estaba casado con Trinidad Alés Palop. En el momento de su muerte era padre de dos hijos llamados Rafael y Alfonso de seis y dos años de edad, respectivamente. A los tres meses de su asesinato nació su tercer hijo llamado Juan Ramón. Era hermano del farmacéutico Diego Núñez Núñez, soltero de 30 años de edad, que fue asesinado también en Campillos, el día 28 de agosto de1936. Ambos habían nacido en Periana (Málaga).

Según testimonios de los familiares de las víctimas, realizados para la Causa General, en la muerte participaron José Escribano Haro (a) “[...]”, Benito Sánchez Trigo (a) “el Bobo” y seguramente también Antonio González Maldonado (a) “Mentirilla”.
  • JUAN GALLEGOS CUELLAR
  • RAFAEL NÚÑEZ NÚÑEZ
  • RAMÓN GARCÍA RUIZ (PÁRROCO)
  • CECILIO SÁNCHEZ MOLINA (COADJUTOR)
Tras la entrada de las tropas del general Varela en Campillos, el 13 de septiembre, sus restos fueron trasladados al cementerio municipal. Así lo cuenta Federico Manzano Sancho en sus “Memorias”:

Cuando regreso a Campillos, recojo sus calcinados restos mezclados con tierra y algunos pedazos de huesos. Entre ellos encuentro la alianza de oro de tío Juan que le doy a tía Juana. Posteriormente ésta le erigió una Cruz en el sitio de su muerte, que aún existe, y un Panteón en el Cementerio. En éste se enterró ella después, y ruego a mis sucesores lo respeten y cuiden.

Se refiere Federico Manzano, a Juana María Palop Casasola, esposa de Juan Gallegos. Ella fue la que erigió la cruz que existió en “La Alberquilla”, en el margen izquierdo de la carretera que va a Antequera, y que hace muchos años fue retirada, sin que nadie sepa en la actualidad cuál fue su paradero.


Esquela de D. Cecilio Sánchez, y placa recordatoria que hasta hace unos años estaba al lado del Altar Mayor de la Iglesia Parroquial de Campillos, y que hoy se encuentra en la Casa de Hermandad de una Cofradía de Semana Santa. Creo que es hora de restablecer dicha placa a su lugar original en la Parroquia.

3 DE AGOSTO. ARDALES

En la madrugada del 3 de agosto, el mismo día que asesinaron a los dos sacerdotes en Campillos, en Ardales, los milicianos sacan de la cárcel a trece personas. Los amarraron y los subieron en un camión, diciéndoles que los llevaban a Málaga. Entre ellos iban el cura párroco don José Vera Berrocal, el sacristán don José Campano Fernández, el juez municipal, dos guardias municipales, un guardia civil retirado, un ex alcalde y el presidente de Acción Popular. Tomaron la carretera de Carratraca y Álora, parando el camión a medio camino, en el lugar denominado “Puerto de Lucianes”.

José Vera Berrocal, había nacido en Ardales el 27 de junio de 1869. Estudió en el Seminario de Sevilla, licenciándose en Teología.

José Vera Berrocal

Al sacristán lo sacaron en un camastro y lo subieron con los otros detenidos en el camión. Según declaraciones de su hijo Isaías Campano Bravo, en la Causa General 1058.5, su estado era tan débil que él mismo “se vio obligado a vestir a su padre, para que lo llevaran al suplicio”.

Desde el momento en que los bajaron del camión hasta que los asesinaron, el cura párroco don José Vera Berrocal estuvo orando y exhortando a los demás a que muriesen con resignación, con palabras de perdón para sus enemigos, y a cada compañero que iba cayendo le absolvía, dándole la bendición, por lo que los milicianos le pegaron un tiro en la mano derecha para que dejara de hacerlo. Siguió entonces las bendiciones con la izquierda, y así continuamente rezando acabaron con su vida de varios disparos. A continuación quemaron los cadáveres con gasolina.

  • JOSE VERA BERROCAL (PÁRROCO)
  • ANTONIO VERA RIOBOO (SOBRINO DEL PÁRROCO)
  • ANTONIO DUARTE BARBERANA
  • ANTONIO MARTIN BERDUGO
  • ANTONIO DOMINGUEZ MORA
  • ANTONIO ROMERO OLIVARES
  • JOSE GONZALEZ VERDUGO
  • JOSE CAMPANO FERNANDEZ (SACRISTÁN)
  • FRANCISCO SANCHEZ PALOMO
  • FRANCISCO RAMIREZ BANDERAS
  • FRANCISCO SANCHEZ TORRES
  • MANUEL ALMAGRO GOMEZ
  • JUAN BARRIENTOS TORRES

Días antes de morir, el cura párroco, estuvo exhortando a sus compañeros de prisión a que lo soportasen todo por Dios, consiguiendo que se confesasen.

CRUZ DE PUERTO LUCIANES

El que había sido primer presidente del comité de Ardales, Antonio Villalba Berrocal (a) “Moniche”, fue el que dio la orden desde Málaga, mediante una carta, de que fueran ejecutados los presos que se encontraban en la cárcel. Antonio Villalba ejercía una gran influencia que sobre los milicianos del pueblo. A finales de julio o primeros de agosto, había cambiado la presidencia de dicho comité, pasando a serlo Francisco Rodríguez Gómez (a) “Paco el Cartucho”, que era el que estaba al frente del mismo cuando se produjeron los trece asesinatos.

A pesar de las declaraciones de los familiares que le implican a él, directamente en los asesinatos, según sus declaraciones realizadas en el sumario nº 5.286 de 1939, del Juzgado Militar nº 29, abierto contra él:

Que cuando vinieron para asesinar a los trece primeros, se encontraba el declarante en su domicilio y al tener conocimiento de ello se apresuró a llegar hasta el comité y no pudo evitar que se los llevaran.

Según testimonios de los familiares, fueron asesinados por Francisco Florido (a) “El Policía”, Cristóbal Gómez Vera (a) “Bermejo”, Antonio Vallejo Castilla (a) “Tranquín”, Raimundo Naranjo García (a) “el de Naza”, Alonso Martin Paz (a) “el Luco” que vivía en El Chorro y por milicianos de la barriada de El Chorro.

Al entrar en el pueblo las fuerzas nacionales, a primeros de febrero de 1937, fueron hallados los cadáveres, completamente destrozados, en el lugar citado. Aparecieron impactos de balas en los quitamiedos de la carretera. Fue difícil identificar los cadáveres, ya que aparecieron sus huesos mutilados y quemados con gasolina, no pudiendo apreciarse las heridas que presentaban.


24 DE AGOSTO. ALMARGEN

D. Francisco Torres Torres. Natural de Almargen. Tenía 23 años de edad. Era Fraile Minorista. Se hospedaba en casa de su tía paterna Modesta Torres Barquero, cuando fueron a detenerlo milicianos de Almargen, el día 23 de agosto.

D. Andrés Pavón Torres. Nacido en Almargen, tenía 26 años de edad. Presbítero. Estaba recién ordenado sacerdote en Sevilla (6 de junio), y aun no había ocupado ningún cargo ministerial. Fue detenido por milicianos de Almargen, en el domicilio paterno, el día 23 de Agosto. Era hijo de Francisco Pavón Barquero, de 58 años, que fue asesinado el 27 de agosto, cuatro días más tarde que su hijo. Francisco y Andrés eran primos. 

Andrés Pavón (izquierda) junto a su primo Francisco Torres

El mismo día que fueron detenidos, unos milicianos que habían venido de Ronda, en un camión se llevaron a los dos religiosos a la cárcel rondeña.

Al pasar el camión frente a la Estación, camino de Ronda, Isabel Solís Pinto (a) “La Patacona”, se puso delante del camión, que tuvo que detenerse. Demostrando un gran regocijo, bailando y dando grandes voces a los milicianos, les pedía que los matasen allí mismo, para que ella lo viera y convencerse de que no escaparían. Esa mujer, viuda de 43 años, fue sometida en Málaga, por varios delitos, a un proceso sumarísimo, el número 187, por el que fue condenada en un Consejo de guerra a 12 años y un día de reclusión.

En la noche del 24 de agosto, los dos sacerdotes fueron sacados de la cárcel, y subidos al coche de la muerte, que en Ronda llamaban "Drácula", los llevaron cerca a una casa blanca, que está distante un kilómetro del cementerio, donde fueron asesinados a tiros. Posteriormente, un camión de carga transportó sus cuerpos al cementerio.

24 DE AGOSTO. CAÑETE LA REAL

El párroco de Cañete, era D. Cayetano Espinosa Morales, tenía 48 años y era natural de Teba. En los primeros días de la guerra se marchó a Málaga, al sanatorio de San José, que estaba atendido por doce hermanos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.

En ausencia del párroco, hacía sus funciones el capellán del convento de las MM. Carmelitas de Cañete, D. Alfredo Serra García de la Lama. Tenía 33 años.

El 24 de agosto, hacia las doce de la noche, cuando había terminado de rezar el breviario, llamaron a la puerta principal de la casa en la que se hospedaba, encontrándose allí también su madre que habla venido a pasar unos días con su hijo. La dueña se asomó y vio a una patrulla de unos 25 hombres aporreando la puerta, pero antes de abrir fue a avisarle para que huyera por la puerta falsa que daba al campo.

Don Alfredo pudo salir y acercase a las casas próximas para pedir auxilio, pero en ninguna casa quisieron abrirle la puerta. Al dar las doce se encontró rodeado, y al verse entre sus enemigos dijo: «¡Me prendéis a la misma hora que al Señor!», y sin más diálogo se entregó a ellos diciendo: «Sea todo por Dios». A esto, por toda respuesta, un miliciano le atravesó con un machete, bárbaramente. Y otro de los presentes, al verle sufrir, le disparó un tiro para terminar con su vida. Después, éste contó que al atravesarle con el machete suspiró diciendo: “¡Ay mi alma!” Fue enterrado en el cementerio de Cañete.

El jesuita Bernabé Copado, que iba acompañando a la columna del comandante Luis Redondo cuando conquistó para los nacionales el 14 de septiembre el pueblo de Cañete, en su libro “Con la columna Redondo. Combates y conquistas, Crónica de Guerra”, dice:

Volvimos a Cañete, donde el Señor me preparaba una gracia singular y un consuelo extraordinario entre los muchos de esta jornada, llena de beneficios de Dios. Al volver a media tarde de Teba se me presento un muchacho de unos veinte años, y muy cortado me dijo que su novia tenía que manifestarme algo muy importante, pero que no se atrevía por temor a que la impusiéramos algún castigo. Acompañado por él me presenté en casa de la muchacha, que temblando, me dijo tenía el Santísimo guardado.

Me llevo a la habitación mejor de la casa, y allí tenía sobre la mesa una cajita de aseo, y dentro, en medio de cosas y objetos de costura, un sobre en el cual se encontraban las Sagradas Formas: junto a la cajita ardía una lámpara de aceite.

En presencia del Señor me contó lo siguiente, ya un poco más animada viendo mi alegría por el hallazgo. El 18 de Julio comenzó en el pueblo el levantamiento y la chusma se hizo dueña de la situación. Pasaron días, y no molestaron, ni al Párroco ni a las Carmelitas Calzadas que allí tenían un convento; pero les llego el turno, y a las monjas las arrojaron de su casa que convirtieron en granero, y al Señor Cura le pidieron la llave de la iglesia parroquial. Antes de entregarla saco el Santísimo y lo llevó a su casa. A las pocas horas fueron los forajidos por el Párroco, lo sacaron fuera del pueblo y lo fusilaron.

Al ver la muchacha lo que habían hecho con el Párroco, fue a la casa, cogió las Sagradas Formas, las metió en un sobre grande de cartas y se las escondió en el pecho. Para ponerlas más a salvo, se fue a un cortijo distante del pueblo y allí las puso en un sitio que ella sola conocía. Cuando se presentaban a hacer registros, se las escondía en el pecho; y así estuvo hasta que llegó la columna.


El día 15 (septiembre) lo pasamos en Cañete preparando las cosas para la jornada siguiente. Dos escenas y dos sentimientos se me ofrecieron este día. Quise ver detenidamente la iglesia parroquial, y el espectáculo fue horrible y la impresión tristísima, Tiene el templo una cripta en la parte central dedicada a enterramiento: habían destrozado las bóvedas: habían profanado las tumbas y se habían estado entreteniendo sacrílegamente en lanzar de una parte para otra los cráneos y los huesos.

De allí pase a la casa parroquial, y la escena que se presentó ante mis ojos es de aquellas que ni el tiempo ni otras impresiones fuertes y hondas pueden borrar.

Una casa pobre y humilde pero limpia: un patio de reducidas dimensiones embaldosado con losetas de barro; flores y macetas en un rincón; una anciana de facciones demacradas y rostro pálido en el que se distinguía el sello inconfundible de los sufrimientos más hondos y desconsoladores; junto a ella una buena vecina mujer del pueblo, y al otro lado la joven que defendió y guardó como don preciadísimo al Señor.

La pobre anciana, con voz insinuante al principio, con súplicas que iban empapadas en lágrimas y en sangre de un corazón dolorido y atravesado, y con lamentos y gritos desgarradores después, preguntaba por su hijo; era la madre del Párroco asesinado. Le habían dicho que se lo habían llevado a Málaga; querían sostener aun la piadosa mentira y el caritativo engaño. ¡Pobre anciana! Ya habrá descubierto la tristísima realidad. Málaga está en poder nuestro y el piadoso hijo no ha vuelto a llenar con su presencia aquella casita ni a consolar a aquel corazón lastimado, maltrecho y herido de muerte, había ido a ocupar el sitio que le corresponde a los mártires.



26 DE AGOSTO. SIERRA YEGUAS

D. Antonio Heredia Bazo, de 56 años, natural de Torrenueva (Granada), era el cura párroco de Sierra de Yeguas. Hijo de José Heredia Fernández y María Bazo Collado.

Era un cura muy caritativo. No tenía nada suyo, todo lo daba a los pobres. Nunca llegó un necesitado a su puerta que no fuera generosamente socorrido, hasta el extremo de que muchas veces, por haber dado todo lo que tenía, se vio obligado a pedir prestado para salir adelante. Era muy prudente, siendo respetado tanto por las personas de derechas como de izquierdas.

"Estuvo en casa sin ser molestado hasta el 15 de agosto, en que fue encarcelado con otros vecinos y después puesto en libertad”. Un día que los aparatos nacionales bombardearon el pueblo, al huir los milicianos al campo, una señora abrió la puerta de la cárcel y puso en libertad a todos los presos.

En la noche del 25 al 26 de agosto, estando en su domicilio, volvieron a detenerlo y llevado al cuartel de la Guardia civil, que era el cuartel de las milicias. Transcurridas unas horas, ya en la madrugada del 26 de agosto, “fue obligado a subir a un coche por cuatro milicianos del pueblo que lo llevaron detenido hacia el pantano de El Chorro, pasando por Ardales donde se subieron otros dos de la F.A.I. Durante el camino preguntó a los milicianos qué había hecho él para que lo mataran, pero le obligaron a callar, siendo asesinado con otras dos personas a orillas del pantano del Chorro. Después echaron sus cuerpos al agua".

  • ANTONIO HEREDIA BAZO. Su cadáver no fue encontrado.
  • FRANCISCO CASERO RAMÍREZ. Su cadáver tampoco fue encontrado. Solo encontraron el sombrero.
  • JOSÉ FRÍAS GARCÍA. Su cadáver, sí fue hallado en el pantano del Chorro.

28 DE AGOSTO. CUEVAS DEL BECERRO

Aunque no entra en el ámbito de este trabajo por haber pertenecido a la Diócesis de Málaga, quiero referir, en este momento, el caso del párroco de la iglesia de San Antonio Abad de Cuevas del Becerro, y de la de Ntra. Sra. del Rosario de Serrato.

D. Antonio del Canto Montero. Era párroco de Cuevas del Becerro y de Serrato. Natural de Ubrique, de 26 años. Ingresó pronto en el Seminario de Málaga y se ordenó sacerdote en Granada en 1935, siendo Cuevas del Becerro su primer destino parroquial. 

Ante el peligro que corría en la fonda donde se hospedaba, una familia decidió acogerlo. La detención la realizó la Guardia civil, por orden Francisco Rosado Camacho, vicepresidente del Comité. Lo metieron en el Ayuntamiento, donde estuvo detenido tres o cuatro días.

Antonio del Canto Montero

Al mediodía del 24 de Agosto, vino a por él, Francisco Cruz Sánchez alcalde de Ronda, del PCE, y otros dos individuos. Ese día el presidente del Comité no estaba en el pueblo. Fue trasladado al Ayuntamiento de Ronda donde había de quedar detenido. En Ronda se encontró con bastantes refugiados de Ubrique, que empezaron a dar palmas, alegrándose de su detención y decían que había que matarlo, toda vez que a su padre lo consideraban como el más fascista del pueblo, y tener a los dos hermanos mayores afiliados a la Falange, Rafael que había sido detenido y Manuel que estuvo escondido mientras dominaban los marxistas en este pueblo.

El día 26 de Agosto lo juzgaron y acordaron entre el Alcalde de Ronda Francisco Cruz y el concejal Juan Paradas Jiménez, la pena de muerte. El sobrino de éste ultimo Ovidio Carrasco Paradas, que estaba presente, dijo que había que matarlo, porque en Ubrique estaban los fascistas matando y quemando a sus compañeros.

El día 28 de Agosto, a la una de la noche se presentaron cuatro marxistas en la cárcel para llevarse a fusilar a don Antonio Peñalver, don Miguel Conde, vecinos de Ronda y a Antonio del Canto, a los cuales ataron por las muñecas con alambre, oprimiéndoles tanto que les dijo que no le hostigaran, que ellos sabían que iban a morir, a lo que contestaron que traían órdenes de apretar hasta hacer sangre. Una vez que fueron atados los subieron en una camioneta, fueron conducidos a un olivar colindante con el cementerio y sobre una de las vallas del olivar fueron fusilados. El cadáver no fue hallado.

15 DE SEPTIEMBRE. ARDALES

D. Joaquín Cantalejo Ortiz, era coadjutor de la parroquia de Ardales. Había nacido en Ardales y tenía 68 años de edad. Hijo de José Cantalejo Vera y Joaquina Ortiz Solano. Vivía en la calle Andrade Navarrete, nº 5, junto a sus hermanas Ana y Francisca, ambas solteras, de 78 y 70 años de edad, respectivamente. Ana y Francisca regentaban una pequeña tienda de alimentos. Además el P. Cantalejo y sus hermanas, poseían unas tierras que les proporcionaban una vida digna aunque austera.

Al sacerdote y sus hermanas, las milicias les hicieron varios registros en su casa, llevándose todo lo que hallaban en la misma. Les amenazaban, y de esa forma, consiguieron que les entregaran dinero. El párroco había estado enfermo durante la época que precedió a su detención.

Una patrulla de milicianos de Alora y Pizarra, en la madrugada del 15 de Septiembre sacaron de su domicilio a los tres hermanos, y los llevaron en un camión, junto a los hermanos Paulino y Rafael Fernández Leria, por la carretera de Carratraca y a Álora, hasta puerto Lucianes, donde les dieron muerte con armas de fuego. Sus cadáveres no fueron recuperados hasta febrero de 1937, varios meses después de su muerte, muy destrozados, no pudiendo apreciarse las heridas.

  • PAULINO FERNANDEZ LERIA
  • RAFAEL FERNANDEZ LERIA
  • JOAQUIN CANTALEJO ORTIZ
  • ANA CANTALEJO ORTIZ
  • FRANCISCA CANTALEJO ORTIZ

Quiero hacer, en este punto, la observación de que dos días antes del asesinato de estas cinco personas, el 13 de septiembre las tropas nacionales habían entrado en Campillos, el día 14 en Sierra Yeguas, y el día 15 en Peñarrubia y Teba. Es indudable que en la muerte ese día de estas cinco personas, influyó grandemente, que los milicianos de Ardales tenían la seguridad de un próximo ataque al pueblo de las tropas del general Varela, y no querían dejar a alguien en el pueblo, que pudiera testimoniar sobre los sucesos allí ocurridos. Sin embargo, no fue así y las tropas nacionales, en su avance, pasaron de Ardales, y se dirigieron directamente a Cuevas del Becerro y Ronda, que era el objetivo final.

Algo similar había ocurrido en Campillos, cuando el 15 de agosto hicieron una limpieza de presos de la cárcel y asesinaron a más de veinte personas cerca de El Arquillo. El 12 de agosto habían entrado los nacionales en Antequera, y el 14 en Bobadilla.

13 DE OCTUBRE. MÁLAGA - CAÑETE

D. Cayetano Espinosa Morales, había nacido en Teba en 1888. Hijo de Cayetano Espinosa Verdugo y Carmen Morales Guerrero. Estudió en el Seminario de Málaga y en el de Sevilla. Era párroco de Cañete la Real.

En los primeros días de la guerra civil, había marchado a Málaga, para encamarse en el sanatorio de San José, que estaba atendido por doce hermanos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. En aquella época daba asistencia a unos 120 pacientes psíquicos.

El Sanatorio de San José en Málaga fue fundado en el año 1923. El origen de este recinto fue la residencia señorial de los marqueses de Heredia. La residencia-palacio estaba rodeada de un hermosísimo parque compuesto por plantas y árboles tropicales traídos de América. Un lugar lleno de paz, tranquilidad y sosiego, ideal para atender a los enfermos mentales.

El 17 de agosto, sobre las siete de la tarde, cuando los hermanos de la Orden de San Juan de Dios, estaban empezando a distribuir la cena a los enfermos del sanatorio, se presentaron seis camionetas con sesenta milicianos de la FAI, armados con fusiles y pistolas. Entre insultos y golpes fueron sacados del sanatorio siete religiosos, e introducidos en los coches, con el pretexto de que se los llevaban a la cárcel. Pero lo cierto es que los trasladaron a las tapias del cementerio de San Rafael, donde fueron inmediatamente asesinados. Alguien informó a los milicianos que faltaba un octavo religioso. Se presentaron en el sanatorio y lo reclamaron; cerca de la finca lo fusilaron.

De los doce hermanos que servían en el sanatorio San José, ocho fueron inmolados por los milicianos de la FAI. Tres estaban de viaje acompañando enfermos mentales; quedando en el centro los ocho que asesinaron y el superior, D. José María Gil, que salvó la vida de milagro.

Cayetano Espinosa Morales
A partir de esa fecha, se encargó de regir el Sanatorio un Comité revolucionario, con personas del mismo sanatorio, que se hicieron cargo de la administración. Dicho comité, entre otras cosas, obligaba a los enfermos a trabajar en la huerta y a limpiar el establecimiento.

El 10 de septiembre, dicho comité, sospechando de Cayetano Espinosa, que se encontraba en el mismo como enfermo, lo entregó al Gobernador civil de Málaga, quien después de ocho días de prisión lo puso en libertad. (Aparece entre los detenidos del 10 de septiembre, en el listado de la Comisaría de Investigación y Vigilancia de Málaga, en la Causa General 1060 Exp. 2)

Una vez en libertad, al ver que habían asesinado a los religiosos del sanatorio que cuidaban a los enfermos, no volvió al mismo y se alojó en una pensión de Málaga, de donde fue sacado el 13 de octubre por un grupo de milicianos de Cañete, siendo asesinado en el pantano del Agujero.

Al entrar las tropas nacionales, sus restos fueron recuperados y hoy descansan en la cripta de la Catedral de Málaga.

Era hermano de Francisco Espinosa Morales, dos años menor que Cayetano. También estaba escondido en una pensión en Málaga, quizás la misma que el hermano. El 29 de septiembre fue asesinado por una patrulla de la FAI en el camino de Antequera.

*********************

Hasta aquí la historia de los religiosos asesinados en los pueblos de la provincia de Málaga que en 1936, pertenecían a la Archidiócesis de Sevilla. Recopilando sus nombres son:

  • RAFAEL GALÁN ESCALANTE (Ecónomo de San Bartolomé y de San Esteban de Sevilla.- Teba. 31 de agosto
  • FRANCISCO ALGARÍN SIGÜENZA (Ecónomo).- Teba. 31 de agosto
  • RAMÓN GARCÍA RUIZ (Párroco).- Campillos. 3 de agosto
  • CECILIO SÁNCHEZ MOLINA (Coadjutor).- Campillos. 3 de agosto
  • JOSE VERA BERROCAL (Párroco).- Ardales. 3 de agosto
  • JOSE CAMPANO FERNANDEZ (Sacristán).- Ardales. 3 de agosto
  • FRANCISCO TORRES TORRES. (F. Minorista).- Almargen/Ronda. 24 de agosto
  • ANDRÉS PAVÓN TORRES. (Presbítero).- Almargen/Ronda. 24 de agosto
  • ALFREDO SERRA GARCÍA DE LA LAMA (Capellán).- Cañete la Real. 24 de agosto
  • ANTONIO HEREDIA BAZO (Párroco).- Sierra de Yeguas/El Chorro. 26 de agosto
  • JOAQUIN CANTALEJO ORTIZ (Coadjutor).- Ardales. 15 de septiembre
  • CAYETANO ESPINOSA MORALES (Párroco).- Cañete la Real/Málaga. 13 de octubre

4.- DOS RELIGIOSOS MÁS DE CAÑETE ASESINADOS

Pero no quiero acabar aquí la Crónica, sin hacer mención a dos religiosos más que nacidos en Cañete, pertenecían a la diócesis de Málaga y que también fueron asesinados.

Uno de ellos era D. José González Campos (Fray Ángel de Cañete). Había nacido en Cañete, el 24 de febrero de 1879. Hijo de Pedro y María. En 1897 tomó el hábito y en 1901 fue ordenado sacerdote. Fue profesor y director del Colegio Seráfico de Antequera, Guardián de Granada, Antequera, Sevilla, Ubrique y Sanlúcar de Barrameda. Tres veces Definidor Provincial, y dos veces Custodio General. Al inicio de la guerra, era Guardián del Convento de los Capuchinos de Antequera. “Guardián”, es el nombre con el que se suele denominar al Superior y responsable de un convento franciscano.

El 6 de agosto, fue fusilado en Antequera, después de besar el crucifijo que llevaba en su mano, al pie del monumento de la Inmaculada en la plaza del convento de los Capuchinos, ante una gran turba congregada en la explanada que pedía su muere a grandes gritos.


Se han escrito magníficos trabajos sobre el asesinato de los siete capuchinos de Antequera del 3 al 7 de agosto de 1936, entre ellos destaco el de M.A. Melero Vargas, que se puede encontrar fácilmente en internet. No es mi intensión hacer un trabajo tan erudito, y me limito a transcribir lo que apareció en “El Sol de Antequera” el 11 de octubre de 1936, porque en un breve texto refleja muy bien la tragedia que vivieron los frailes capuchinos, entre ellos el padre Guardián, Ángel de Cañete.

EL MARTIRIO DE LOS CAPUCHINOS

Ciertamente que entre las hondas conmociones que sintió Antequera durante el dominio rojo, una de las más intensas ha sido la que sufrió la Venerable Comunidad de los Padres Capuchinos y la de su Colegio Seráfico, donde se educaban sesenta y siete niños para el sacerdocio.

Con justicia, damos un lugar preferente a los sucesos, que tuvieron por escena el histórico Convento y la explanada del Triunfo. «El Adalid Seráfico» publica un documentado estudio de esta tragedia y de él vamos a entresacar el material de nuestro artículo, que aparece en la doble plana central, seguros, de interesar a nuestros lectores.

[…]

Uno de los religiosos capuchinos, que estaba en el asedio del convento, hace la siguiente relación, que recogemos de la información a que nos referimos en la primera página:

«El día 19 (de Julio) ardían en Antequera las casas de los más destacados propietarios, como preludio de la revolución. Días después trece víctimas abrían la serie de asesinatos, que no terminaron hasta la llegada de las tropas. Un religioso trinitario y un sacerdote secular fueron las primeras víctimas religiosas, y, desde entonces, un misterioso presentimiento nos decía que la mano de Dios también segaría flores franciscanas en nuestro Colegio.

Dejamos los quehaceres materiales para preparar el alma a la lucha, que la revolución nos presentaba, y nuestro pensamiento no se apartó desde entonces del Sagrario. En el tribunal de la penitencia purificamos la conciencia y en el Sagrario templamos el alma, para luchar como valientes en el puesto de honor que Dios nos deparaba en la gran cruzada de librar a España de la tiranía marxista.

Al quedar totalmente aislados del resto de la población, sin visitarnos siquiera una persona, ni recibir los víveres indispensables, nuestra vida se concentró alrededor de Cristo y de su Madre Santísima, uniéndonos más unos con otros con el vínculo de la caridad fraterna.

Nos considerábamos en el huerto de la agonía, y pensábamos cuál sería nuestra calle de la amargura.

Un registro efectuado con todos los atropellos de gente inculta y sin educación, nos advirtió la suerte que nos esperaba. Treinta milicianos armados de escopetas entraron violentamente en el Convento, y, después de despertar a los niños de nuestro Colegio se llevaron las camas, y, encañonando a los religiosos y dándoles fuertes golpes con la escopeta, los llevaron por todo el Convento para que entregáramos las armas, que decían teníamos escondidas.

En la iglesia encontraron a fray Crispín de Cuevas, delante del altar de la Divina Pastora; lo derribaron en tierra y sacándolo al jardín con el P. Ignacio de Galdácano, los pusieron en actitud de ser fusilados, no llevándolo a cabo por la intervención de elementos moderados. La misma suerte corrió el M. R. P. Guardián, al que tiraban del capucho y le daban fuertes empellones.

El P. Luis de Valencina, al tirarse por una ventana, se fracturó una pierna, y, al ser llevado al Hospital en una camilla de la Cruz Roja, lo rodeó una turba de salvajes, que gritando «muera» y tocando cornetas, lo pasearon por las principales calles hasta las afueras de la población.

Al sacarlo de la camilla, se postró de rodillas diciendo: «En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.» Ellos contestaron con horribles blasfemias a la piadosa invocación, y herido por cien balas cayó en tierra y voló a los cielos.

Pasados los primeros momentos de estupor, algunos religiosos quisieron ponerse a salvo, saliendo del Convento Fr. Pacífico de Ronda, quien, cogido por la guardia roja y llevado a la cárcel, fue asesinado en plena calle de Estepa.

Y llegó el día de la gloria: La Transfiguración del Señor. A las tres y media de la noche, un camión paró a las puertas del Convento, queriendo adelantar la hora señalada por el Comité revolucionario. Lo impidió la Guardia que nos custodiaba, y una vez más, la última para ello, pudimos ofrecer a Dios el sacrificio del Cuerpo y Sangre de Cristo y el sacrificio de nuestra vida por la salvación de nuestra Patria, rogando especialmente por aquel que Dios había señalado, para que con una bala nos abriera las puertas del Cielo.

Apenas comimos, pues muchas almas vivían más para el cielo que para la tierra, y nuestra conversación era, de la dicha de ver en el cielo la hermosura de la Virgen Santísima, y aquella faz resplandeciente como el sol y aquel vestido blanco como la nieve del divino Jesús, reclinado en el Tabor del cielo.

Hicimos un pacto inocente: el primero que muera, esperará a los otros para presentarnos unidos delante de Dios, como unidos sufrimos los diez y ocho días de prisión.

En vísperas conmemoramos el glorioso martirio de los Beatos Agatángelo y Casiano, y no nos cupo duda que ellos serían nuestros maestros en la hora difícil de dar la vida por Dios. Gran consuelo sentimos, considerando su martirio y esperando su eficaz protección.

A las cinco llamaron a la puerta y exigieron que salieran los Padres. Cogimos el Crucifijo y vestidos con nuestro hábito salimos a la puerta, donde nos esperaban doce escopeteros. El P. Guardián se hincó de rodillas y les dijo las muchas limosnas que en aquella portería habíamos dado a los pobres, la mucha caridad que siempre habíamos tenido con los obreros y que éramos inocentes de los crímenes por los que querían quitarnos la vida. Insensibles a todo ruego, señalaron a tres para que quedáramos con los niños y exigieron a los demás salieran fuera.

En el patio otra vez el P. Guardián les dirigió la palabra, queriendo convencerlos del crimen que iban a cometer, para que arrepentidos pidieran a Dios perdón. Todos estaban cabizbajos; pero uno se adelantó furioso y con una blasfemia horrible le cortó la palabra y amenazó a sus compañeros tratándolos de cobardes.

Una gran muchedumbre los esperaba en la explanada del Convento, y al aparecer en la puerta les abrieron calle hacia el Triunfo, que la piedad de nuestros antiguos Padres levantó en honor de la Concepción sin mancha de la Virgen.

Sobre un gracioso pedestal estaba la imagen bendita de María, como una promesa, y en la fachada del Convento la estatua del Seráfico Padre, como una bendición.

El P. Guardián, guardando en su boca un pequeño Crucifijo, llegó hasta la verja que rodea el monumento; se cogió a ella ansiando coger el manto azul de la Inmaculada y al caer herido por las balas, salpicó con su sangre el basamento del pedestal: sublime homenaje de la Provincia de la Inmaculada a su Patrona y Madre.

El P. Gil avanzó rezando en su «diurno» queriendo sin duda llegar hasta la verja; pero una descarga lo derribó antes de llegar a ella.

Y siguió el P. Ignacio. Un tiro de escopeta le destrozó el hombro; al sentirse herido levantó los brazos al cielo, miró a la Inmaculada, vitoreó a Cristo Rey y al recibir la segunda descarga cayó bañado en su sangre.

Fr. Crispín y Fr. José, estrechando en sus manos el Santísimo Rosario, cayeron a pocos pasos de sus hermanos, y todos unidos, acompañados de los Beatos, a quien se habían encomendado, volaron al cielo a recibir de Dios la palma inmortal de los mártires.

A los pies del hermoso cuadro de la Inmaculada, que preside el altar mayor de nuestra iglesia, los niños del Colegio Seráfico, rezaban fervorosos para que el Señor coronara el triunfo de los que tanto trabajaron por ellos en la tierra, y que en el cielo tienen ahora por seguros intercesores.

Herido el pastor, se dispersaron las ovejas. Miembros del Comité nos obligaron a salir del Convento y en un camión nos condujeron al cuartel de las milicias. Eran las nueve de la noche, triste como la que siguió a la tarde del Viernes Santo.

El segundo religioso de Cañete era D. José Casasola Domínguez, de 62 años de edad. Hijo de Juan y María. Era párroco de San Felipe Neri de Málaga. Había sido párroco de Melilla, donde construyó la iglesia del Sagrado Corazón y bendijo la inauguración de las Escuelas del Ave María.

Según declaraciones de su hermana Encarnación Casasola, en la Causa General, fue detenido en su domicilio, calle Molinillo del Aceite nº 2, el 1 de agosto, por Guardias de Asalto siguiendo órdenes del Gobernador civil, y conducido a la Comisaría. Fue puesto en libertad y embarcado en el vapor “Monte Toro” el 21 de agosto con dirección a Alicante, sin que desde entonces se haya sabido más noticias del mismo, creyendo la hermana que había sido asesinado. Según comentario popular fue arrojado al mar.

A esta feligresía pertenecía el sanatorio de San José, atendido por los Hermanos de San Juan de Dios, del que ya he hablado antes, cuando me he referido al asesinato del párroco de Cañete, D. Cayetano Espinosa Morales.


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