LA COLOCACIÓN DE LA ÚLTIMA PIEDRA DEL PANTANO DEL CHORRO POR EL REY ALFONSO XIII


Rafael Benjumea Burín (1876-1952), fue un ingeniero de caminos sevillano, promotor y artífice de la ejecución del proyecto del pantano de «El Chorro». En agradecimiento a su formidable trabajo, el rey Alfonso XIII, en septiembre de 1921, le concedió el título de Conde de Guadalhorce, “para él, sus hijos y sucesores legítimos”. En su honor, desde 1953, un año después de su fallecimiento, el pantano recibió el nombre oficial, de «Conde de Guadalhorce».

Sus contemporáneos llamaron a Rafael Benjumea “el ingeniero poeta”. Sus obras civiles, fueron calificadas de geniales porque en ellas conjugó la funcionalidad propia de una obra de ingeniería, con el respeto al entorno natural, de forma que armonizaba la utilidad con la belleza de la realización. Durante la dictadura de Primo de Rivera, sería nombrado ministro de Fomento (08/02/1925-30/01/1930).

Casado el 27 de octubre de 1901 con Isabel Heredia Loring (1877-1955), hija de los condes de Benahavís, Rafael Benjumea se instaló en Málaga tras su matrimonio. Su esposa, era sobrina de Jorge Loring Heredia (1851–1905), el cual había obtenido en 1901 la concesión para el aprovechamiento hidroeléctrico del río Guadalhorce.

En Málaga, entabla amistad con D. Francisco Silvela (1843–1905), que estaba casado con Amalia Loring Heredia, hermana de Jorge Loring. Recordemos que Silvela, había sido varias veces ministro y presidente del Consejo de Ministros. La última vez del 6 de diciembre de1902 al 20 de julio de 1903, siendo ya rey Alfonso XIII.

La ciudad de Málaga, tenía un deficiente suministro eléctrico, el cual estaba en manos de una compañía alemana Fiat Lux” y otra británica “Málaga Electricity Company, que fabricaban la electricidad con carbón y máquinas de vapor.

A principios del siglo XX, cuando se descubrió la forma de transportar la energía sin grandes pérdidas, mediante la corriente alterna y la alta tensión, llegaría la hora de las grandes instalaciones hidroeléctricas, que ya no tenían que situarse necesariamente junto a los centros de consumo.

Rafael Benjumea, pensó acertadamente, que el desarrollo industrial de la ciudad de Málaga y la mejora de los servicios ya existentes, serían potenciados con la construcción de nuevos aprovechamientos hidroeléctricos.

El 26 de julio de 1903, Jorge Loring, Rafael Benjumea y Francisco Silvela, pocos días después de abandonar éste último la presidencia del Consejo ministros, fundan la «Sociedad Hidroeléctrica del Chorro», con un capital de dos millones de pesetas, siendo su finalidad la producción de energía eléctrica.

Retomaron un viejo proyecto del ingeniero Leopoldo Werner de crear una central de producción de energía eléctrica en el río Guadalhorce, junto al desfiladero de los Gaitanes. La construcción comenzó ese mismo año 1903.

El salto hidroeléctrico se situó en las cercanías de un antiguo molino hidráulico llamado del Chorro, nombre que asumió la nueva central, que pasó a conocerse como «Central Hidroeléctrica del Chorro». El paraje donde se construyó la central estaba muy cerca de la estación de ferrocarril del mismo nombre. Aquí se emplazó también una fábrica de carburo de calcio, y el chalet donde Rafael Benjumea pernoctaba en sus visitas a la zona, y a donde años después el ingeniero se trasladaría a vivir con su familia. La central de carburo de calcio se construyó para aprovechar los sobrantes de energía producidos por la central hidroeléctrica en aquellas épocas en que el caudal de agua era más abundante.

Muro de derivación de agua al canal 

Canal de agua

Acueducto


Para su funcionamiento, se construyó un muro grueso (azud) en la entrada del desfiladero de los Gaitanes, que derivaba el agua del río Guadalhorce a un canal de unos 4 kilómetros de longitud, que recorría el tajo por su margen derecha, parte en túneles, parte a cielo abierto, hasta cruzar al final a la margen izquierda mediante un acueducto colgado entre ambas paredes. Al final del canal, el agua entraba en unas tuberías de presión que bajaban en pendiente a la sala de turbinas. La altura del salto era de unos cien metros, siendo el caudal que podía circular por el canal de hasta 10 m3 por segundo. La maquinaria eléctrica para la central se contrató con la empresa alemana Siemens, y se componía de tres grupos, dos de 1200 CV y uno de 2500 CV.





Central Hidroeléctrica del Chorro

Para el transporte, la corriente eléctrica producida en la central, era elevada con transformadores hasta 33 000 voltios, y de esa forma era conducida a Málaga por medio de una doble línea de postes de madera. A la entrada de Málaga, se construyó una subestación.

En 1906 la «Central Hidroeléctrica del Chorro» entraba en funcionamiento. Inicialmente se limitaba solo a producir energía eléctrica, pero no distribuía a particulares. Los clientes en principio fueron las empresas alemana e inglesa, distribuidoras de electricidad en la propia Málaga, las fábricas de los marqueses de Larios, las compañías concesionarias del ferrocarril de Málaga a Torre del Mar, y la compañía belga de tranvías de la capital. Años más tarde, la compañía del Chorro, compró las empresas eléctricas extranjeras, y también la de tranvías de Málaga, y se dedicó también a la distribución.

Sus primeros años, estuvieron plagados de dificultades. En 1905, murieron dos de los fundadores, Francisco Silvela y Jorge Loring, lo que provocó una gran merma en la confianza de los acreedores y obligacionistas. En septiembre de 1907, unas lluvias torrenciales desbordaron un arroyo, que terminó por anegar la central. Cuando apenas habían conseguido reparar los daños de la inundación, y cuando se iba a reanudar el servicio, el 13 de octubre de 1908 se produjo un incendio en el aceite de uno de los transformadores, que produjo la práctica destrucción de las instalaciones.

Para salvar estos contratiempos económicos, Rafael Benjumea tuvo que vender la mayor parte de su patrimonio familiar, y la familia de su esposa tuvo que aumentar su contribución a la empresa, hasta el punto de hipotecar con el Banco de España, una de sus propiedades más queridas, la finca de la Concepción, hoy propiedad municipal.

Para finalizar con la Central Hidroélectrica, diré que con el tiempo, quedó fuera de servicio, y en el año 1978, cuando se construyó el pantano del Tajo de la Encantada, quedó sumergida bajo las aguas del mismo.

EL PANTANO DEL CHORRO

La «Sociedad Hidroeléctrica del Chorro», tenía problemas estructurales, derivados de la irregularidad de su producción de energía eléctrica, que al no contar con un embalse, dependía totalmente del estiaje del río Guadalhorce.

Los directivos de la sociedad eran conscientes de que la única manera de reflotar a la misma, con graves problemas financieros, pasaba por la construcción de un embalse que garantizase la producción de energía eléctrica durante todo el año.

La solución les vino, cuando se aprobó la Ley de 7 de julio de 1911, de Auxilios para Obras Hidráulicas, elaborada por el ministro de Fomento Rafael Gasset Chinchilla, que permitía una especie de colaboración público-privada entre el Estado y asociaciones y empresas para afrontar las costosas, pero necesarias construcciones hidráulicas destinadas a regadíos.

En el articulado de la ley puede leerse que «podrá otorgarse sin subasta previa, a una Comunidad de Regantes, Asociación de propietarios, Sindicato agrícola, etc., debidamente constituidos, que lo soliciten del Gobierno, la concesión de toda obra hidráulica, destinada a riego de terrenos de secano, con sujeción a un proyecto previamente redactado y aprobado por el Ministerio de Fomento, de acuerdo con las prescripciones de esta Ley, siempre que aquellas entidades representen debidamente a los propietarios de la mitad, por lo menos, de las tierras de la zona regable correspondiente».

Rafael Benjumea, ya tenía en mente la construcción de un pantano en el río Turón para la regulación hídrica de dicho río, que acumulara agua suficiente para garantizar la producción eléctrica, y para regar todo el valle del Guadalhorce.

Por la «Ley Gasset», que así se la conoció, Rafael Benjumea podía conseguir que hasta el 50% del valor de las obras lo costease el Estado. Pero para eso, era necesario que el recién creado «Sindicato Agrícola del Guadalhorce», fuera quien solicitara las obras y aportase el 10% del coste. Benjumea demostró una gran capacidad de persuasión y de organización, pues fue capaz de realizar los trámites burocráticos necesarios para que, en 1914, el Estado y el Sindicato Agrícola del Guadalhorce firmaran la escritura de construcción del pantano del Chorro.

Aunque la palabra “Sindicato” remita a una organización de trabajadores agrarios, la sindicación en este caso fue de diversos propietarios, terratenientes y empresarios.

En definitiva, el Estado les daría el 50% del valor total de las obras, y les adelantaría el 40% durante el período de ejecución, de manera que ellos sólo tendrían que abonar el 10% de los trabajos que fueran efectuando. Un trato más que ventajoso para la parte privada.

Una «Junta de Obras», perteneciente al ministerio de Fomento, se encargaría de administrar el dinero aportado por el Estado y el Sindicato, para la construcción del pantano.

Las obras del pantano y sus canales, importaron, en conjunto, 22 millones de pesetas. Del coste total de la obra abonó la mitad el Estado, pagándose el resto, o sea 11 millones por el Sindicato. Esta última partida, saldría principalmente del gran aumento de producción agrícola que se produjo al convertir miles de hectáreas de secano en regadío, y aunque de las 16.000 hectáreas previstas inicialmente, al final no fueron más de 5.000 las que se beneficiaron del regadío, la inversión se amortizó en pocos años. También hay que contar con el beneficio que produjo el aumento de energía eléctrica disponible para las aplicaciones agrícolas y aprovechamientos industriales. Y con el aumento de la población agrícola en la zona, que se estimaba en más de cien mil puestos de trabajo. Incremento del comercio, mayores exportaciones, etc.

Rafael Benjumea fue el ingeniero que elaboró el proyecto y dirigió las obras, que comenzaron ese mismo año de 1914.

Para asegurar y ampliar los riegos en la vega inferior del río Guadalhorce se proyecta construir un pantano de fábrica que embalse las aguas del río Turón. La presa se situará a unos 400 metros antes de la desembocadura de este río en aquél, tendrá 39 metros de altura sobre el lecho, siendo la capacidad del vaso de unos 27 millones de metros cúbicos, ocupándose 280 hectáreas de terreno en el término municipal da Ardales, provincia de Málaga, y llegando la cola del embalse algo más arriba de la confrontación del cortijo del Chico.

Las zonas donde se asegurarán los riegos miden aproximadamente 4.500 hectáreas, y están enclavadas en la citada provincia, términos municipales de Alora, Pizarra, Cártama, Alhaurín de la Torre y Málaga.

Las obras, valoradas en 1.633.338,82 pesetas, costarán algo más, por haberse dispuesto elevar dos metros más que la proyectada la altura de la presa, y que se estudie una galería de desagüe de fondo a través de dicha presa.

Madrid, 11 de Febrero do 1914.= EÍ Director general, A. Calderón.

GACETA DE MADRID DEL 14 DE FEBRERO DE 1914

Siguiendo con el hilo histórico normativo, en la Gaceta de Madrid se publicaría el 21 de agosto de 1914 la aprobación del proyecto del pantano del Chorro en el río Turón,

REALES DECRETOS

De acuerdo con el Consejo de Ministros, a propuesta del de Fomento, Vengo en decretar lo siguiente:

Artículo 1º Se aprueba definitivamente el proyecto del pantano del Chorro, sobre el río Turón, en la provincia de Málaga, el cual produce un presupuesto total de Administración de 1.805.816,19 pesetas

En la Gaceta del 31 de diciembre de 1914, se dice: “Vista la  escritura de compromiso de auxilio otorgada por el Sindicato agrícola del Guadalhorce para contribuir con el Estado a la construcción de las obras del pantano del Chorro: […], se declara legalizado el compromiso de auxilio para la ejecución de las obras del pantano del Chorro”. El marqués de Sotomayor, sería uno de los vocales representante del Sindicato en la Junta de Obras.

Las obras fueron inauguradas por el ministro de Fomento, D. Francisco J. Ugarte Pagés, el 31 de diciembre de 1914, realizándose un primer embalsamiento de agua de cinco millones de metros cúbicos en el verano de 1918. Al año siguiente, en 1919, se hizo un segundo embalsamiento de 25 millones de metros cúbicos, y el tercero de 42 millones en 1920, en el año 1921, hallándose la presa totalmente terminada, alcanzaba el volumen embalsado a 76 millones de metros cúbicos.

Instituto Geográfico Nacional 1916







El río Turón, nace en la sierra de las Nieves, dentro del término municipal de El Burgo, recorriendo unos 60 kilómetros para unirse al río Guadalhorce, del que es uno de sus numerosos afluentes. El muro de contención de la presa se construyó a unos 400 metros, aguas arriba de la unión de ambos ríos. Aunque el caudal es relativamente pequeño, pero por recorrer un profundo barranco formado por terrenos montañosos, no fue difícil embalsarlo.

Fue el mayor pantano de su época en España, y el primero donde comenzó a utilizarse maquinaria a gran escala para su construcción. Tiene una longitud de nueve kilómetros y medio, por tres kilómetros y medio en los puntos de mayor anchura. Ocupa una extensión superficial de 465 hectáreas.

El muro de contención, que cierra el embalse cortando el rio Turón, mide desde el cimiento a su coronación 72 metros; y 50, desde el lecho del río. Su longitud en la coronación es de 178 metros, y su espesor en la base de 58.

Al no existir carreteras, todo el aprovechamiento de materiales se realizó por medio del ferrocarril, hasta que la realización de embalsados parciales, permitió el aprovisionamiento por medio de barcazas, remolcadas por motor, desde las cañadas lindantes.

EL GAITANEJO Y EL CAMINITO DEL REY

Superados todos los problemas que tuvo la compañía del Chorro en su inicio, decidieron construir otra presa de regulación aguas abajo de la confluencia de los ríos Turón, Guadalteba y Guadalhorce, aproximadamente a unos 200 metros antes de la entrada al desfiladero de los Gaitanes. Estaba pensada para acumular las aguas del Guadalhorce, que no eran recogidas por el pantano del Chorro, y bombearlas a este último. El proyecto primitivo de la presa era de 1913, y había sido obra también de Rafael Benjumea. Esta presa recibió el nombre de «El Gaitanejo».

Al tener la posibilidad de ser una central de bombeo, se mostraba como una buena solución en la regulación de las aguas de los ríos Guadalhorce y Guadalteba que se juntaban unos metros más arriba, y hacían peligrar a veces, con sus periódicas crecidas, el buen funcionamiento de la central del Chorro.

La presa está apoyada sobre las paredes de un estrechamiento del río Guadalhorce. Esta presa de 20 metros de altura fue considerada en España y en el extranjero, como una auténtica innovación de ingeniería. La central eléctrica, estaba justo debajo del aliviadero de la presa, de forma que la cubierta de la central eléctrica, en forma de bóveda, soportaba el aliviadero.



Cuando el agua era soltada para producir energía, la cascada de agua pasaba por encima de una gran cristalera, sólida y resistente, montada sobre una estructura de hormigón armado, para soportar la presión, produciendo un espectáculo de gran belleza desde el interior de la central. Fue la primera vez que se situó un vertedero sobre la propia central


Para unir físicamente ambos saltos, Rafael Benjumea ideó un camino peatonal que facilitara la comunicación entre las centrales eléctricas del Chorro y del Gaitanejo, y que permitiera el transporte de material y la vigilancia del canal de agua ya existente. Este fue el origen del famoso «Caminito del Rey».

Ya en mayo de 1921, cuando se produjo la visita de Alfonso XIII, estaba terminado el «Caminito del Rey» y la presa del Gaitanejo, pero solo como embalse. Faltaba la construcción de la central eléctrica adosada a ella. En la prensa que habla del viaje del rey en 1921, denominaban al embalse «Gaitancillo». La presa y su central eléctrica, quedó finalmente terminada en 1927.

En el desfiladero de los Gaitanes, había una antigua pasarela, construida en 1901, anterior a los trabajos de la compañía hidroeléctrica, que estaba hecha con gavillas de hierro y tablones de madera. Una inundación hizo que fuera sustituida por otra pasarela a mayor altura. Hasta entonces, las pasarelas eran denominadas «Los Balconcillos», pero con la visita del monarca Alfonso XIII, pasó a denominarse «Caminito del Rey».


Rafael Benjumea, fue el encargado de diseñar las pasarelas que aún hoy los visitantes pueden observar a su paso por el renovado trayecto del «Caminito del Rey».

La leyenda en torno a la construcción de las pasarelas, han dicho que fue construido por presos y que murieron muchos operarios, pero la realidad es que solo se tiene constancia de dos accidentes mortales. Además, los trabajadores que construyeron las pasarelas, eran marineros acostumbrados a subirse a los mástiles y que por tanto, estaban acostumbrados a trabajos en altura.

El «Caminito del Rey» que en origen estaba destinado únicamente al trasiego de los trabajadores de ambas centrales y a los vigilantes del canal, poco a poco fue convirtiéndose en un elemento fundamental para la vida cotidiana de las familias que vivían en el Chorro y en el entorno de Gaitanejo. Por este sendero a más de 100 metros de altura, transitaban a diario niños para ir a la escuela, mujeres para avituallarse de productos para alimentar a sus familias.


21 DE MAYO. VISITA DEL REY ALFONSO XIII AL PANTANO DEL CHORRO

Así describe el periódico de Madrid, «La Correspondencia militar», el mismo día 21 de mayo, como era el pantano:

Se ha construido a unos cien metros del muro, en un saliente de la margen izquierda, un chalet muy pintoresco, y en un llano situado detrás y algo más alto que aquél, se ha colocado una amplia terraza para que desde ella el Monarca y séquito puedan apreciar la hermosura del panorama, al mismo tiempo que la terminación de las obras del muro.

Desde la vía férrea, hasta cerca del muro se ha construido una carretera, en la margen izquierda que sirve para transportar los materiales valiéndose de vehículos eléctricos.

Desde el muro hasta casi el principio del pantano se ha prolongado la citada carretera.

Varios cortijos y sus casas de campo, han quedado anegadas por la inmensidad del líquido que se ha embalsado.

En breve se plantarán numerosos eucaliptos a ambas márgenes para evitar el que el agua embalsada sea causa de enfermedades.

COSTO Y OBJETO DE LA OBRA

La totalidad del coste de la obra se ha calculado en 20 millones de pesetas. Actualmente, en el estado en que se encuentra aquélla, se llevan gastados más de 12 millones.

El objeto del pantano es regar la vega de la provincia de Málaga, convertir en terreno de regadío millares de hectáreas que hoy lo son de secano, y aprovechar sus saltos de agua para energía eléctrica.

La obra se empezó hace siete años, y actualmente trabajan en ella 650 obreros.

Las grúas, máquinas machacadoras de piedra, de mezcla y demás aparatos, están movidos por la electricidad, cuyo fluido suministra la fábrica de El Chorro.

LAS VIVIENDAS DE LOS OBREROS. LOS VÍVERES Y LOS JORNALES.

Resulta en extremo pintoresco, el grupo de viviendas construidas por los mismos obreros en los huecos de las rocas situadas a las dos márgenes del río, que han hecho que aquellos lugares se hayan convertido en un pueblo de más de 1.500 habitantes. Pero un pueblo de la Edad Media, como nos describe la Historia.

Los obreros, aun cuando cobran jornales, no tan elevados como los de otros puntos, están encantados de la vida, porque ganan más y adquieren sus víveres y artículos al mismo precio que estaban antes de la guerra europea (Se había creando una Cantina, en la que los seiscientos operarios del pantano, encontraban iodos los artículos de primera necesidad: pan, aceite, azúcar, calzado, etc., a los precios a que se adquirían en el año 1914. El déficit crecido que se registraba en la cantina, se abonaba por la Administración). Para ellos no han subido ni bajado, y por esto están muy satisfechos.

UN COLEGIO.

En una casa construida por la Compañía se ha instalado, una escuela mixta, a la que asisten, desde que se comenzaron los trabajos, unos 60 alumnos.

La enseñanza es obligatoria entre los obreros que carecen de ella y a la clase de adultos, por la noche, asisten un buen número de ellos.

19210521 La Correspondencia militar (Madrid).

Hago seguidamente, un resumen del contenido de los periódicos de la época (El Imparcial, El Siglo Futuro, El Sol, La Acción, La Voz), que recogieron el viaje de tres días del rey Alfonso XIII, que además de realizar la colocación de la última piedra del pantano, también estuvo en Málaga, Sevilla y Córdoba, como más adelante veremos.

SALIDA DE MADRID DEL REY ALFONSO XIII

En el expreso de Andalucía salió anoche (20 de mayo de 1921), a las ocho y veinte de la tarde, para Málaga su Majestad el rey Alfonso XIII.

Acudieron a despedir al monarca el Gobierno en pleno, el capitán general de Madrid, el director general de Seguridad, el marqués de la Torrecilla y otras muchas personalidades.

Acompañando al rey en el viaje, salieron lambien: el ministro de Fomento, D. Juan de la Cierva y Peñafiel; el mayordomo mayor de Palacio, marqués de Viana; el ex ministro de Fomento, D. Emilio Ortuño, y el ayudante del rey, general Rodríguez Mourelo.

Su Majestad, qué vestía uniforme caqui, fue aclamado repetidas veces por el pueblo, que llenaba los andenes de la estación del Mediodía. Desde que salieron de Madrid no dejó de llover un solo instante.

En la estación de Vilches (Jaén), el tren que conducía al rey, hubo de detenerse dos horas y media, a consecuencia de la rotura de la máquina del expreso, que en dirección contraria, iba de Sevilla a Madrid, que no pudo dar paso al tren real.

EL PASO POR CÓRDOBA.

S. M. el Rey pasó por Córdoba a las ocho y media de la mañana del día 21, con 2 horas y 40 minutos de retraso. En la estación estaban esperando las autoridades cordobesas, varias comisiones y un inmenso gentío, que aclamaba entusiásticamente al monarca.

Los señores Juan de la Cierva, Emilio Ortuño y marqués de Viana, bajaron a los andenes y conversaron con las autoridades y los periodistas, excusando al monarca. Confirmaron que el rey se detendría en Córdoba a su regreso a Madrid.

BOBADILLA

Con la necesaria antelación, habían llegado a Bobadilla, con objeto de esperar la llegada de su majestad, el gobernador civil señor Salas, y el marqués de Larios. Además de ellos aguardaba en andenes el juez de instrucción, señor Chacón, el diputado a Cortes D. José Luna Pérez, el alcalde de Antequera, el coronel de la Guardia Civil, el senador marqués de Sotomayor, y otras personalidades.

Allí se enteraron del retraso que traía el tren real, motivado por la avería sufrida por el expreso que iba de Sevilla a Madrid.

UN TREN ESPECIAL DESDE MÁLAGA

A las siete de la mañana había salido para Gobantes, un tren especial llevando a las autoridades, diputados y senadores, miembros del “Sindicato Agrícola del Guadalhorce” y representaciones de las fuerzas vivas de Málaga, con objeto de recibir al rey y asistir a la inauguración del pantano. El tiempo era muy lluvioso.

Las estaciones de Pizarra, Alora, El Chorro y Gobantes, aparecían adornadas vistosamente y con letreros alabando al regio visitante



RECIBIMIENTO ENTUSIASTA EN GOBANTES

El tren regio llegó a la estación de Gobantes a las once y media de la mañana, con dos horas de retraso, tributándose al monarca un entusiasta recibimiento. Allí entre otros le dio la bienvenida el alcalde de Peñarrubia, don Francisco Gómez Ramos


D. Francisco Gómez Ramos, dando la bienvenida al rey Alfonso XIII

Seguidamente, Don Alfonso y los invitados tomaron unos automóviles que les estaban esperando, y se dirigieron desde la estación de Gobantes, por carretera a Ardales, hacia la cola del pantano del Chorro, en el que se había improvisado un embarcadero. La lluvia arreció en ese momento, causando no pocas molestias a los expedicionarios.


EMBARCADERO Y PRESA

Cuando llegaron a dicho embarcadero, su majestad el rey subió en la canoa-gasolinera (así le llamaban a una barca movida por motor) propiedad del conde de Mieres, acompañado del ministro de Fomento, del marqués de Viana, del marqués de Larios, de D. Rafael Benjumea, ingeniero director de las obras del pantano, del ingeniero jefe de la División Hidráulica, D. Ramón Díaz Petersen; del gobernador civil y del alcalde.


Rápidamente, bajo un verdadero diluvio, recorrió la gasolinera los 14 km del embalse. El monarca rechazó un impermeable que se le ofrecía, y aguantó la lluvia, que no era escasa, mientras escuchaba las explicaciones que daba el señor Benjumea.

Estratégicamente situados, se veían en las orillas numerosas representaciones de los pueblos de la zona regable, agrupadas bajo enormes banderas españolas en las que se leía el nombre de cada pueblo. Al paso de la gasolinera real, en la que ondeaba el pendón de Castilla, se oían estruendosos vítores, entre los estampidos de cientos de cohetes.


Al saltar el rey a tierra en el desembarcadero, junto a la presa del pantano, fue objeto de un caluroso recibimiento por parte de una inmensa muchedumbre de obreros.

Seguía el mal tiempo, pero su majestad no perdonó detalle, visitando la presa y enterándose de los más minuciosos detalles de las obras, actualmente terminadas, y que habían durado cinco años, con un embalse de 80.000 metros cúbicos, cifra que se elevará, a la conclusión definitiva, hasta los 100.000, como mínimo.

Posteriormente, se dirigió a la casa de la administración, donde descansó en el gabinete de trabajo del señor Benjumea, esperando llegasen las dos barcazas que desde la cola del pantano,  venían remolcadas por una gasolinera, y en las que iban los restantes expedicionarios. Una de ellas pudo llegar, pero la otra se vio obligada a regresar, ante el peligro que corría a causa de la lluvia y del excesivo número de personas que llevaba. En la casa, don Rafael Benjumea, describe al monarca, mostrándole los planos, la gran obra de ingeniería que estaba contemplando.

UN BANQUETE

Tras de un breve descanso en el pabellón administrativo, se celebró un banquete en uno de los sitios más pintorescos; en una amplia terraza existente sobre un promontorio desde el que se domina el pantano, se había montado una tienda de campaña, en la que ondeaba el pendón de Castilla.

Vista de la carpa situada por encima de la casa de administración

Las mesas se hallaban adornadas con millares de claveles. La Banda Municipal de Málaga amenizó el banquete. Los comensales, a quienes el rey autorizó para que permaneciesen cubiertos, fueron unos doscientos.

Debido a la fuerte lluvia que seguía cayendo, Alfonso XIII se levantó de la mesa, e invitó a entrar a los guardias civiles que protegían el entorno a la carpa donde la comitiva estaba comiendo, lo que los periodistas interpretan como una prueba de sus «sentimientos democráticos».

El rey tenía a su derecha a los señores Juan de la Cierva, al marqués de Viana, al gobernador civil Sr. Sala, al alcalde de Málaga, al marqués de Villaviciosa, a don Emilio Ortuño, al marqués de Torrenueva; y a su izquierda, al señor Obispo de Málaga, al marqués de Larios, al ayudante del rey Sr. Rodríguez Mourelo, al gobernador militar Sr. Perales, a don Jorge Silvela, al presidente de la Diputación, al ingeniero jefe de Obras públicas y algunos diputados por la provincia.


A los postres, don Jorge Silvela Loring, hijo de Francisco Silvela, y secretario del Sindicato Agrícola, pronunció un discurso agradeciendo, en nombre de los elementos agrícolas e industriales, su asistencia al rey; ensalzó la labor del ingeniero de la División hidráulica; hizo hincapié en la satisfacción con que se vería, que se concediese alguna distinción a don Rafael Benjumea, y terminó personificando en el rey, los más altos conceptos espirituales y positivos de la Patria.

Seguidamente se levantó a hablar el ministro de Fomento, don Juan de la Cierva. Después de un cordial saludo a los asistentes, pronunció un extenso discurso, en que glosó el pronunciado por el señor Jorge Silvela.

EL REY COLOCA LA ÚLTIMA PIEDRA DE LA PRESA

Terminado el banquete, el rey y todos los asistentes, se dirigieron al pantano del Chorro, colocando el Rey la última piedra del muro de contención.

En el lugar donde habían de darse por concluidas las obras del embalse se levantaba un artístico altar con crucifijo. Un poco separado de él, y labrada en piedra de la que se empleó para el pantano, se veía un “sillón real y una mesa” sobre la que se hallaba el acta en pergamino, que había de firmar Don Alfonso.

Bendijo la piedra el señor Obispo, echando las últimas “palustradas” de mezcla, una el monarca, y otra el señor Benjumea; y “cayó lenta la gran piedra labrada, quedando un momento suspensos por la emoción los que presenciaron la ceremonia”.


El acta firmada por Don Alfonso, dice así:

«Reinando la Católica Majestad de Alfonso XIII, el día 21 de Mayo de 1921, se terminaron las obras del pantano del Chorro, cuya última piedra fue colocada por la augusta mano del Monarca español, por cuya importante vida hicieron votos todos los que se honran estampando su firma a continuación de la de S. M.»


Sillón del rey

Terminado el acto, el rey se dirigió, por el sitio llamado el «Balconcillo de los Gaitanes», al chalet del señor Benjumea, un camino construido sobre las rocas a una altura de 150 metros.

Don Alfonso se detuvo numerosas veces en el fantástico Balconcillo, para admirar la maravillosa obra que en aquel punto alcanza a la sublimidad.






A la mitad del originalísimo paseo se había colocado, a inconcebible altura, una gran guirnalda sostenida por cuatro águilas disecadas, con un letrero que decía: «Al Rey»

En uno de los picos de la montaña montaban la guardia dos civiles, a quienes se divisaban pequeñísimos, por la enormidad de la altura.

Poco después de las cuatro de la tarde, llegaron el monarca y su acompañamiento al magnífico chalet que don Rafael Benjumea posee en el Chorro, donde tomaron el té. Un inmenso gentío, congregado en las cercanías de la fábrica, vitoreó al rey incesantemente.

Después del té, Don Alfonso marchó a colocar la primera piedra para la obra de los canales de riego del valle inferior del rio Guadalhorce. En el sitio elegido se había colocado una mesa para firmar y un sillón regio, confeccionados con cañas dulces. El acta firmada por el rey estaba redactada en iguales términos que la de la piedra del pantano del Chorro. A pesar de la colocación de la primera piedra, hasta 1924 no inició la construcción del canal de riego en la margen derecha del Guadalhorce. 

Después, el monarca estuvo recorriendo las dependencias de la Fábrica Hidroeléctrica del Chorro, que suministra fluido a Málaga.

Terminado el acto, desde el chalet del señor Benjumea, salió el soberano en automóvil hacia la estación de El Chorro, para tomar el tren con dirección a Pizarra, donde pernoctó en el palacio del marqués de Puerto Hermoso.

EL REY MARCHA A PIZARRA

El tren llegó a Pizarra a las siete y media de la tarde. En la estación fue recibido por los condes de Puerto Hermoso, de Mieres y todas las autoridades que le esperaban.

Acompañado de éstas, se trasladó al palacio de los condes, donde se hospedó. Desde la estación al palacio, fueron colocados varios arcos de flores.

En el palacio se sirvió una comida íntima a la que asistieron además del rey y las personas de su corte, los dueños de la casa, y hasta una docena de amigos íntimos. Cuentan los cronistas, que el rey estuvo charlando hasta bien entrada la noche, dando pruebas de gran vitalidad.

La casa Palacio del conde de Puerto Hermoso, una construcción imponente, albergaría el 4 y 6 de febrero de 1922 la «Conferencia de Pizarra», sobre la guerra de Marruecos. El palacio y su valioso archivo histórico, sería incendiado en 1936 por los milicianos de la zona, lo que obligaría a su reconstrucción posterior, aunque el archivo se perdió para siempre.

22 DE MAYO. MALAGA

A las nueve de la mañana, abandonó el soberano el palacio de los condes de Puerto Hermoso, dirigiéndose en auto a la estación, rodeado por el pueblo, que lo aclamaba,

Minutos después de las diez de la mañana del domingo 22, llegó a Málaga el tren especial en que venía el rey Alfonso XIII, procedente de Pizarra. Esperaban en la estación el infante don Carlos de Borbón, que era capitán general de la Segunda Región, y su ayudante, el duque de la Victoria, que habían llegado de madrugada en automóvil desde Sevilla, una representación del Cabildo, senadores y diputados de la provincia, el marqués de Larios, el alcalde de Málaga don Francisco García Almendro, y otras autoridades civiles y militares.

En la misma estación, rindió honores una compañía del Regimiento de infantería Ávila, con escuadra, bandera y música, que fue revisada por el monarca.

Posteriormente, asistió a misa en la Catedral, y a su finalización se dirigió al Ayuntamiento, donde fue recibido por el alcalde y los concejales municipales.

El rey Alfonso XIII, el alcalde de Málaga y el infante Carlos de Borbón

Apenas terminada la recepción, se celebró en el Ayuntamiento un banquete que la ciudad de Málaga ofreció al rey. A su derecha se sentó el infante don Carlos, cuñado del rey, y a la izquierda el ministro de Fomento, don Juan de la Cierva.

Terminado el banquete, Don Alfonso se dirigió al acto de colocar la primera piedra del Gran Hotel «Príncipe de Asturias», actual Hotel Miramar. Para su construcción, se había constituido una sociedad anónima con un capital de tres millones y medio de pesetas, de cuyo Consejo formaban parte, el conde de Mieres, el marqués de Torrelaguna, y también, como accionista, S. M. el Rey. Se tardaría dos años en terminar de construirse, dotando a Málaga de un alojamiento de lujo acorde con su importancia comercial y demográfica.

Tras pasear por el barrio de la Caleta y visitar la mansión de los marqueses de Larios, donde se sirvió un refrigerio, se procedió a la colocación de la primera piedra del «puente de la Aurora», destinado a unir el barrio de la Trinidad con el centro de la ciudad, y cuya denominación oficial es la de «puente de Alfonso XIII». Seguidamente Don Alfonso y la comitiva salieron para la estación de ferrocarril, para tomar el tren con dirección Sevilla.

SEVILLA

A las cuatro en punto salió de Málaga el tren, tocándose la Marcha Real. El monarca y sus acompañantes, cenaron en el mismo, llegando a Sevilla a las nueve y media de la noche. El rey, el señor De la Cierva y su séquito, se hospedaron en el Real Alcázar.

A las ocho y media de la mañana del día 23 de mayo, el monarca y el ministro de Fomento, abandonaron Sevilla para visitar las obras de riego del Valle Inferior del Guadalquivir, situado entre las provincias de Sevilla y Córdoba, y entre la margen derecha de dicho río, y las primeras estribaciones de Sierra Morena.

El rey llegó al sobre las doce y media de la mañana, a la presa de Peñaflor, visitando a continuación la presa y el canal de riego principal del Valle Inferior, del cual se inauguraban los dos primeros tramos. Dicho canal, medía en aquel momento 31 kilómetros y afectaba a un regadío de 20 mil hectáreas.

Después del acto de inauguración, se celebró un banquete en una terraza cercana a la presa, y bajo unas tiendas de campaña, asistiendo a la misma unos trescientos comensales, presidiendo el rey, con el ministro de Fomento, el ex ministro D. Emilio Ortuño, el marqués de Aracena, y otras autoridades.

23 DE MAYO. CÓRDOBA

Finalizada la comida, el rey y su séquito, se dirigió en automóvil a Córdoba, donde llegó sobre las 18:30, entrando en la capital por la carretera de Almodóvar. La parada en Córdoba se hacía respondiendo a la invitación hecha al monarca por doña Carmen Martel Arteaga, marquesa del Mérito.

En Córdoba, visitó la Electro-Mecánica, el cuartel de Artillería, el Tiro de Pichón, siendo obsequiado con un té en el palacio de la marquesa del Mérito.

Por la noche, a las 21:00 horas, asistió a una cena en su honor celebrada en el Salón Liceo del Círculo de La Amistad, a la que asistieron el alcalde Fernández de Mesa, el conde de Hornachuelos, el gobernador civil, el ministro Juan de la Cierva, el marqués de Viana y la alta sociedad cordobesa.

Esa noche, Alfonso XIII vivió uno de los momentos más importantes de su reinado, al pronunciar un discurso en el que el soberano, por primera vez, se mostraba abiertamente crítico con el sistema parlamentario. A los postres, el monarca tomó la palabra y tras saludar a las autoridades dijo:

Tengo intensa afición al estudio constante de los problemas que interesan a mi país; por eso he podido apreciar que en gran parte de España, y especialmente en Andalucía, son deficientísimos los medios de transporte y que estas deficiencias fueron mayores aún durante la guerra (...). En este momento mi Gobierno tiene presentado al Parlamento un proyecto de verdadera trascendencia sobre este problema. Ahora bien, el Rey no es absoluto, ni puede hacer otra cosa que autorizar con su firma que los proyectos vayan al Parlamento, pero no puede hacer nada para que salgan de allí aprobados (...).

Es evidente que el juego de la política, con sus movimientos pasionales, con sus arrebatos, con todo lo que constituye la lucha política, frustra muchas veces el buen deseo y el ánimo decidido que los gobiernos tienen de hacer labor útil para el país.

Presenta un proyecto mi Gobierno; lo combaten y cae. Los ministros que suceden a los caídos tampoco pueden adelantar, porque los anteriores se han convertido en oposición. ¡Cómo van a ayudar a quienes los sustituyeron! (...).Así las cosas, se convocan y disuelven los parlamentos sin que se logre nada útil.

Comprendo la necesidad de que las provincias inicien un movimiento de apoyo al Rey y entonces en el Parlamento no triunfarán las ideas políticas, sino el bien de la nación. Entonces los políticos se comportarán como deben comportarse, [...] y el pueblo hará efectivo su voto, aquel voto que les dio en las urnas.

El monarca dijo que no quería salirse de la Constitución, sin embargo, nunca se había atrevido a hablar así de los políticos y gobernantes del país. Fue un discurso de corte antiparlamentario, considerado el de mayor calado político del monarca, y podía  interpretarse como una llamada de atención a los políticos, y que le llevaría a emprender un cambio drástico en las reglas del juego, dos años más tarde con la dictadura de Primo de Rivera.

El marqués de Viana confeccionó en 1923, un pergamino caligrafiado con el texto del discurso, firmado por el rey, que está expuesto en el comedor del Circulo de la Amistad de Córdoba.

El 8 de marzo anterior, habían asesinado al jefe del Gobierno D. Eduardo Dato. En la mente de todos estaba muy clara la consecuencia última que podrían traer aquellas palabras dichas por el rey, que expresadas dentro de la atmósfera explosiva que vivía el país, inmerso en la impopular guerra africana, y sumido en el caos económico y social, no podía tener otra salida que la instauración de una dictadura militar, con el visto bueno de Alfonso XIII.

Las reacciones por parte de los políticos, no se hicieron esperar. La mayor parte de los diarios comentaron favorablemente las palabras del monarca, encontrando los apoyos más claros en la prensa de derechas.

En las Cortes, cuatro días después, el socialista Julián Besteiro señaló que el rey había tenido «palabras de desprecio para el Parlamento», e Indalecio Prieto exclamó que «¡El Parlamento tiene más dignidad que el Rey!».

Años después, ya en el exilio, el monarca lo evocará diciendo: «La que se armó por mi discurso de Córdoba, en el año veintiuno, porque censuré al Congreso de los Diputados... No podía hablar, aunque viese como crecía la anarquía y cómo los políticos estaban medio hipnotizados por el parlamentarismo».

DE VUELTA A MADRID

A las once de la noche, salió el Rey con su séquito, del Círculo de la Amistad, y se dirigieron a la estación de ferrocarril. Le acompañaban la mayoría de las personas que habían concurrido al Círculo.

El Infante don Carlos de Borbón, y el marqués de Viana, se quedaron en Córdoba. 

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