JUAN ALÉS Y ESCOBAR, MARQUÉS DE ALTA GRACIA. PRIMERA PARTE


Juan Alés y Escobar - 1872

Esta Crónica que hoy presento, no hubiera sido posible sin el trabajo previo de documentación realizado por Ildefonso Felguera Herrera. Gracias a él y a su “Miscelánea Campillera”, conocí la existencia de Juan Alés y Escobar. 

En la página 426, hace una breve presentación:

“Traer a este paisano a nuestras páginas, no tiene más objeto que el de informaros que teníamos a un Marqués que era hijo del pueblo, y que el sacarlo del anonimato, me satisface. Dicho sea de paso, no quiero, mejor dicho, no puedo hacer una biografía de su vida y obra, entre otras cosas porque soy incapaz, pero lo que sí deseo es facilitar todos cuantos datos he podido reunir de él tras laboriosa búsqueda, que culmina con su expediente militar y partida de bautismo, así como la de dos de sus hermanos, que como él fueron militares en Cuba y España.”

Cuando hablando con Ildefonso Felguera, le planteé mi idea de desarrollar un poco más lo que él escribió sobre la vida del Marqués en su libro, no dudó ni un instante en facilitarme toda la documentación que tenía y que había conseguido reunir de una manera admirable. Me contó en un correo:

Me impliqué mucho, al extremo de que en un viaje que hice a Cuba, fui a la Biblioteca de la Ciudad Matanzas y allí pasé un día buscando datos con el joven y empático Director que me facilitó un par de libros de los cuales tomé algunos datos que te adjuntaré. Mejor dicho te facilitaré todo lo que he llegado a reunir sobre el tema.

Muchas gracias, Felguera, por este altruismo y por esta dedicación durante toda una vida que te ha llevado a reunir toda esa información sobre la historia de Campillos, que se hubiera perdido sin tu trabajo, y que dio sus frutos en esos dos grandes libros, “Miscelánea Campillera” y “Documentalia”, que ahí quedan para futuros estudios locales.

*************

Juan Alés y Escobar, nació en Campillos (Málaga) el 13 de mayo de 1834. Era hijo del matrimonio formado por don Ildefonso Alés y Galeote, y doña Catalina Escobar y Palacios (1795), que habían contraido matrimonio el 21 de febrero de 1826 en Campillos. El padre era fabricante de lana. Vivían en la calle Real, 126. Juan Alés fue bautizado el mismo día de su nacimiento por un hermano de su madre, don Juan Escobar y Palacios, presbítero de la Iglesia Parroquial de Campillos. Se bautizó con el nombre de Juan José Mª del Carmen del Corazón de Jesús.

Partida de bautismo de Juan Alés y Escobar

Era el tercero de cinco hermanos, Ildefonso (11/12/1829), Josefa, Juan, Antonio (25/06/1836) y Francisco Alés Escobar.

Sus abuelos por línea paterna, eran don Ildefonso de Alés y Ximénez, natural de Campillos, y doña Josefa Galeote; y sus abuelos maternos, don Juan Escobar e Ibáñez, y doña Mariana Palacios y Padilla. Esta última, en el Padrón de 1817, aparece como viuda, y que vivía en la calle Real 61. Eran sus hijos Catalina, Inés y Juan Escobar Palacios, que sería presbítero
 de la Iglesia Parroquial de Campillos. Tenía una tienda y un peujar. Inés Escobar, en el Padrón de 1872, aparece que vivía en la calle Real 95 y tenía 70 años.

No sabemos nada de la infancia de Juan Alés, aunque debió tener una educación elemental. La primera noticia sobre él, la tenemos cuando ingresa el 12 de abril de 1853, con casi 19 años, en el ejército como soldado voluntario, seguramente siguiendo los pasos de su hermano mayor, Ildefonso, que había ingresado en octubre de 1848, siendo ya por esa fecha sargento 2º.

Realiza la instrucción en Cartagena, hasta el 16 de julio de 1853, que embarcó para Cádiz, permaneciendo de guarnición en esa ciudad en el Regimiento de Infantería Soria nº 9.

Intervino en la revolución que se produjo en España, por el 
pronunciamiento militar del general Leopoldo O’Donnell, entre el 28 de junio y el 28 de julio de 1854, que al frente de un batallón se levantó contra el gobierno, y que finalizó con el nombramiento del general Espartero como presidente del Consejo de ministros. Por los méritos contraídos en esos hechos, le fue concedido el grado de sargento 1º.

El 18 de julio de 1855 embarcó con su batallón para Barcelona, donde acababa de finalizar la primera huelga general ocurrida en España. En Barcelona permaneció acantonado, hasta el 15 de agosto que pasó a Mataró. Estando allí, le fue concedida por los méritos contraídos la Cruz de M. Y. L., conocida como de la "Orden de María Isabel Luisa”. Dicha condecoración, fue creada el 19 de junio de 1833 por Fernando VII. Se trataba de una distinción conmemorativa de la jura, como heredera de la Corona, de la Infanta María Isabel Luisa, la futura Isabel II. Era una Cruz que estaba destinada como condecoración a las clases de tropa.

El 11 de abril de 1856, con su batallón, abandonó Barcelona, embarcando para Valencia, donde permaneció hasta septiembre, fecha en que salió para Cartagena, Granada y Málaga.

En Málaga y Granada permaneció algo más de tres años, hasta el 19 de julio de 1859, que embarcó para Melilla. Allí estuvo cuatro meses, hasta el 25 de noviembre, que regreso a la península, pasando por Málaga, Cádiz y Sevilla.

El 15 de marzo de 1860 obtiene el empleo de subteniente por antigüedad en el mismo regimiento de Soria, y el 27 de abril es nombrado abanderado del mismo, por elección.

El 20 de junio de 1861, sale de operaciones con su batallón, en dirección a Granada, “formando parte de la Brigada, al mando del Excmo. Sr. Brigadier Riquelme, en persecución de los facciosos republicanos socialistas que se levantaron en Loja, permaneciendo hasta el 8 de septiembre, que terminó la completa dispersión y captura de los insurrectos, habiendo sido recompensado por el mérito (de guerra) que contrajo con el grado de teniente”. Tenía 27 años.

La sublevación de Loja, fue un levantamiento armado popular que puso en jaque durante una semana a las autoridades del país. Tuvo lugar el 28 de junio de 1861, durante el reinado de Isabel II, cuando un numeroso grupo de jornaleros, encabezados por Rafael Pérez del Álamo y al grito de "¡Viva la República y viva la Libertad!" asaltaron el cuartel de la Guardia Civil de Iznájar.

Rafael Pérez del Álamo
La rebelión popular era consecuencia del incremento de la presión fiscal que estaban imponiendo los gobiernos de la monarquía de Isabel II, de las pésimas condiciones de trabajo, de los abusos e injusticias que sufrían los campesinos que veían como las desamortizaciones incrementaban la desigualdad en el reparto de la tierra y condenaba los jornaleros andaluces a la pobreza. El levantamiento tuvo su centro en Loja, y se extendió a otros pueblos cercanos como Iznájar o Archidona.

—Nuestro corresponsal de Granada nos escribe con fecha 4 lo que sigue:
Granada. —Ayer llego a este desde Madrid, en posta, el general Serrano del Castillo, conferenció con el de esta provincia, y salió a las seis horas con dirección a Loja. Se incorporó a la fuerza que estaba en la Venta Nueva, a una legua de aquella población. También había llegado a Archidona el brigadier Riquelme, con fuerzas de Sevilla y Málaga.
Al hacer saber esto a la provincia, el gobernador consigna estas palabras:
“El gobierno de S. M., resuelto a que el imperio de la ley rija con toda su fuerza, no puede, ni quiere otorgar ningún género de garantía, ni de consideración a los sublevados”
En un boletín extraordinario que pública el señor gobernador, se dice que bajan fuerzas de Jaén para acudir a donde sea necesario; que las del brigadier Riquelme están cerca de Loja; que ha desembarcado artillería en Málaga; que la ley de 17 de abril se cumplirá contra los rebeldes; que el campamento de la Venta Nueva se ha levantado, aproximándose a la vista de Loja.
Estando yo en una casa de comercio esta tarde a las dos, me dijeron que acababa de llegar uno de Loja, quien a varias preguntas que se le hicieron, contestó que venía desde Málaga en una galera cargada de tabaco, hierro y azúcar para esta; que los sublevados se apoderaron de ella y siguen gastando el género; que del hierro hacen chuzos y clavos; que están muy contentos; que tienen comida abundante; que algunos creen que el reino entero está en revolución; que los capitanea Pérez (del Álamo) y otro sujeto de buen porte, sin bigote ni perilla, y que van siempre juntos a caballo con buenas espadas.
Añade que hay dentro de Loja mucha gente, que tienen dos músicas con las que tocan a todas horas el himno de Riego, que gritan ≪¡Viva la Libertad!≫ y ≪¡Viva la República!≫, que hay buen orden, que lo pagan todo, y que han exigido al ayuntamiento 10.000 duros.
Dice el mismo, que la mitad de los sublevados están bien armados y los demás con hondas y chuzos.
Habían desempedrado las calles.
El narrador de estos hechos no podía salir de Loja porque estaba prohibido que se abandonase la población. Pero él, a los tres días de encierro, saltó una tapia, subió a la sierra por un terreno quebradísimo, sufriendo el fuego de unos veinte sublevados, que no le acertaron.
Finalmente, dice que se escuchaba algún ligero tiroteo por O. entre los sublevados y las tropas del brigadier Riquelme, y que en Loja se encontraban quince guardias civiles desarmados.
Las tropas del L. de Loja serán unos 500 hombres, las de la otra parte sobre 1.000; unas y otras sin artillería; esta sin duda será la causa porque no atacan, y esperan las fuerzas y pertrechos que están en marcha sobre Loja.
18610706 001 CRÓNICA DE AMBOS MUNDOS

Viéndose acosados los revolucionarios, deciden dirigirse hacia Granada, única forma de conseguir que su rebelión tuviese fuerza para arrastrar a otras ciudades, pero cansados y cada vez más mermados, son derrotados por el numeroso ejército gubernamental, siendo apresados o dispersados los supervivientes. Rafael Pérez del Álamo, tras su fracaso, logró esconderse, hasta que más tarde fue amnistiado y confinado en Arcos de la Frontera.

ISLA DE CUBA

El hermano mayor de Juan, Ildefonso Alés Escobar, cuatro años mayor que él, como ya he comentado, había ingresado en el ejército en octubre de 1848. En julio de 1854, ya era subteniente, y en 1855, como su hermano Juan, había intervino en Cataluña.

A mediados de 1856, destinan a Ildefonso Alés al ejército de Cuba. En la Gaceta de Madrid del 5 de junio de 1856, aparece una Real resolución de la reina Isabel II, diciendo que “en virtud de propuestas reglamentarias, ha tenido a bien nombrar S. M. para servir en el Ejército de la Isla de Cuba al subteniente D. Ildefonso Alés y Escobar, destinándolo al Regimiento de Nápoles, quinta compañía con la categoría de teniente”.

Embarcó en Cádiz con destino a La Habana, donde desembarcó el 22 de noviembre de 1856, partiendo seguidamente a la ciudad de Trinidad para incorporarse a su regimiento. Después de pasar por diversas guarniciones, a mediados de mayo de 1862 fue trasladado a la ciudad de Matanzas.

El 25 de octubre de 1865, fue ascendido a capitán por antigüedad, siendo destinado del batallón del regimiento de Nápoles, nº 4, al regimiento de la Corona, nº 3 (Gaceta de Madrid del 4 de noviembre de 1865). Sin embargo, no llegó a realizarse el cambio, ya que pudo realizar una permuta con otro capitán, permaneciendo en el regimiento de Nápoles con guarnición en Matanzas.

En la Gaceta de Madrid del 24 de setiembre de 1866, aparece que le conceden licencia para casarse. Por lo que se ve, hasta para eso tenían que pedir permiso. He podido averiguar, que al menos tuvo una hija llamada Irene Alés D’Costa (19001122 09 D.O. Ministerio de la Guerra)

Juan Alés subteniente de cazadores de Soria, nº 9, posiblemente queriendo seguir los pasos de su hermano Ildefonso, solicita ser destinado al Ejército de la Isla de Cuba, donde se incorpora con el empleo de teniente (Real Orden del 10 de septiembre de 1861). Embarca en el puerto de Málaga el 23 de noviembre y desembarca en La Habana el 15 de diciembre de 1861. Es destinado al Regimiento de Nápoles nº 4, el mismo regimiento de su hermano Ildefonso. Llevaban al menos, cinco años sin verse.

En septiembre de 1862, un año más tarde, su hermano Antonio, marchó también para Cuba. Antonio Alés y Escobar había nacido el 25 de junio de 1835, siendo bautizado en la parroquia de Campillos el día siguiente. Entró en el ejército por su quinta en junio de 1857. Cuando llegó a Cuba era sargento 1º. Permaneció en Cuba hasta primeros de 1883. Llegó en marzo de 1889 al empleo de teniente coronel de Infantería.

Juan Alés, el 7 de abril de 1862, embarcó con rumbo a Méjico, desembarcando el día 12 en la plaza de Veracruz. Volvió a La Habana el 10 de mayo, volviendo ese mismo día a la ciudad de Matanzas, distante, en dirección Este, unos cien kilómetros de La Habana.

El 5 de diciembre de 1863, se casa en Matanzas con doña Luisa Aranzabe y Alpízar, hija de don Juan Antonio Aranzabe y Aramburu (1800), natural de Albistu (Guipúzcoa), y de doña María del Rosario Rodríguez de Alpízar y Arévalo. Luisa Aranzabe, había nacido en Matanzas el 25 de julio de 1846. Tuvieron cinco hijos:
  • Juan Enrique Alés y Aranzabe, nació en Matanzas el 3 de noviembre de 1862.
  • Julia Ales y Aranzabe, nació en Matanzas el 23 de noviembre de 1867. Murió en 1891
  • Guillermo Alés y Aranzabe, nació en Matanzas el 9 de febrero de 1869.
  • María Luisa Alés y Aranzabe, nació en Matanzas el 25 de mayo de 1872. Murió en 1898
  • Eduardo Alés y Aranzabe, nació en Madrid el 15 de agosto de 1878.
Juan Alés, permaneció en el Regimiento Nápoles hasta finales de julio de 1864, en que pasa a la 5ª compañía de la 1ª Sección de Milicias de Color de guarnición también en Matanzas, hasta fin de enero de 1867, que queda en “expectación de activo”, según disposición del Excmo. Sr. Capitán General de Cuba. 

Desde esa fecha, quizás por influencia de la familia de su esposa, abandona temporalmente el ejército y pasa a desarrollar una vida más ligada a la vida civil y a la política.

LA GUERRA DE LOS DIEZ AÑOS - BATALLONES DE VOLUNTARIOS

La Guerra de los Diez Años, se desarrolló desde el 10 de octubre 1868 al 10 de febrero 1878, y fue la primera de las tres guerras por la independencia de Cuba. Fue una guerra civil y una guerra de razas. Por un lado había unos pocos terratenientes blancos, que contaban con sus esclavos, y también con los negros libres, y por otro el ejército colonial español, junto a los colonos contrarios a realizar cualquier reforma en el status de la isla. Los dos objetivos fundamentales que perseguían los cubanos rebeldes, era la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud. La guerra terminó diez años más tarde con la capitulación de los independentistas cubanos, frente a las tropas españolas.

El momento elegido para el levantamiento rebelde, parecía propicio. En la península, tres semanas antes, el 18 de septiembre, se había iniciado la revolución conocida por “La Gloriosa” que destronó a la reina Isabel II. Los terratenientes cubanos, estaban molestos por los impuestos que se veían obligados a pagar a los españoles, que eran usados para asuntos ajenos al interés de la isla. España negaba a los cubanos el derecho de reunión, como no fuera bajo la supervisión de un jefe militar; no existía la libertad de prensa; era ilegal formar partidos políticos. La región occidental de Cuba, estaba más desarrollada, tenía más esclavos, mayor producción y más facilidades de comercio que la zona oriental. Esto hacía que muchos hacendados orientales se arruinaran. Muchos cubanos, sobre todo en la zona oriental, estaban dispuestos a rebelarse contra esta situación.

Cuando en la metrópoli, los españoles se rebelaron contra un gobierno reaccionario y proclamaron "La Gloriosa" en septiembre de 1868, en la isla, los que deseaban la independencia, les pareció un momento propicio e irrepetible. El capitán general de Cuba, en el momento de la rebelión, era el general Francisco Lersundi.

Encabeza la insurrección el abogado Carlos Manuel Céspedes, que el 10 de octubre, en el oriente de la isla, se alzó en armas al mando de 147 hombres, y al grito de «¡Viva Cuba Libre!», proclamó la independencia de Cuba. Poco a poco fue creciendo el número de partidarios que lo seguían, llegando a tener cerca de 17.000 hombres.

El mismo día que se alzaba en armas Céspedes, por decreto de 10 de octubre de 1868, se nombraba a Francisco Romero Robledo, subsecretario del Ministerio de Ultramar.

El manifiesto de la "Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba", dirigido a sus compatriotas y a todas las naciones, redactado por Céspedes, exponía como razones de la insurrección la falta de libertades, el mal gobierno y las deficiencias en la distribución de los impuestos, en la instrucción pública y en la inmigración blanca, ofreciendo la igualdad, justicia, sufragio, emancipación de los esclavos y libre cambio.



Durante los primeros meses de guerra, Lersundi se aprestó a hacer frente a la amenaza rebelde, pero en la isla solo había unos 22.000 soldados, la mayoría consumidos y devorados por varias enfermedades tropicales. A lo que se unía la inevitable tardanza de la llegada de los refuerzos que había de enviar el Gobierno desde la península. Ante este problema, se vio la necesidad de organizar en la isla batallones de voluntarios, con jefes y oficiales del ejército. Dichos batallones, deberían estar compuestos por jóvenes nacidos en Cuba o aclimatados a vivir en la isla, y mayormente que hubieran servido ya, en los cuerpos del ejército o milicias.

El general Serrano, presidente del Gobierno provisional de Madrid, no conforme con la actuación del general Lersundi, ordenó su destitución, nombrando en su lugar al teniente general Domingo Dulce y Garay, el cual con fecha 19 de noviembre de 1868, expidió un decreto en cuyo preámbulo decía que: "Deseando proporcionar a los buenos españoles, así naturales de esta provincia como peninsulares, la ocasión de compartir la gloria que ya ha empezado a alcanzar el ejército combatiendo la insurrección, y con el fin de restablecer pronto la tranquilidad perturbada en el Departamento Oriental de la Isla," mandaba proceder al alistamiento y organización de dos batallones de Voluntarios, que debían ser mandados por jefes y oficiales que hubiesen servido con buenas notas en el ejército, y solicitaran el honor de formar parte de los nuevos cuerpos. En el mismo decreto se expresaban las condiciones del enganche de voluntarios, de su paga y de las ventajas que pudieran obtener al terminar su compromiso, que sería al darse por terminada la guerra.

En La Habana, en muy pocos días se alistaron suficiente número de jóvenes decididos a marchar a campaña para formar los dos batallones de "España" y del "Orden" de más de mil plazas cada uno, y quedaron todavía para formar el batallón de “Matanzas” y los demás que se crearon sucesivamente.

No tardaron en comprender el ventajoso resultado de la formación de dichos batallones, resolviendo el problema de un ejército de segunda línea, pero esta medida no bastaba, por sí sola, para satisfacer las múltiples necesidades que iban imponiendo la gravedad de los sucesos.

Los batallones, se organizaron generalmente en las grandes poblaciones, y sus individuos pertenecían, casi sin excepción, a empleos completamente sedentarios. No se avenía bien su espíritu con el abandono de ese género de vida, y por eso, aun cuando su número creció rápidamente, hasta contar con 40 o 50.000 hombres, nunca pudieron movilizarse en unidades de alguna entidad, y solo se emplearon en guarnecer ciertas poblaciones.

A pesar de ello, con esto prestaron un gran servicio, pues permitieron disponer de las fracciones del ejército que estaban entretenidas en semejante cometido; pero no podían pretenderse de ellos otro servicio, por lo cual no representaban verdaderamente más papel que el de unas reservas territoriales o sedentarias.

El pueblo de La Habana, el de Matanzas, el de Cárdenas y de otras poblaciones se suscribieron por respetables cantidades, con objeto de pagar voluntarios movilizados, ayudar a los gastos de la guerra, comprar armamento nuevo a los cuerpos y cubrir otras necesidades desde el principio de la campaña.

En todos los pueblos había voluntarios, y en todos pagaron el armamento, el uniforme y el equipo por medio de donativos. Había un fondo para los inutilizados en campaña, producto también de donativos especiales.

En el expediente militar de Juan Alés Escobar, se puede leer que en 1868 entregó 1.500 escudos, “para el mantenimiento del Batallón movilizado de Matanzas que salió a campaña en el mes de noviembre de ese año”.

Siguiendo con su expediente militar, podemos ver que, dos años después de pasar a la situación de “expectación de activo”, vuelve a su carrera militar, para desde marzo de 1869 hacerse cargo de la organización de los batallones de voluntarios de Matanzas, siendo nombrado el 10 de junio de 1869 teniente coronel del tercer Batallón de Voluntarios de Matanzas.



En la primeras refriegas de la guerra, su hermano Ildefonso cayó muerto por herida de bala en Sierra de Cubitas (Camagüey), el 23 de enero de 1869, cuando tenía 39 años de edad.

Tras la promulgación de la Constitución de 1869 las Cortes Constituyentes, el 18 de junio, invistieron con el cargo de regente del Reino al general Francisco Serrano.

Unos días más tarde, el 28 de junio, el teniente general Antonio Caballero y Fernández de Rodas, ocupó la capitanía general y el gobierno civil de Cuba, con el mandato de pacificar la isla y acabar con la corrupción en la administración. Fue bien recibido por los sectores más españolistas. Sustituía al teniente general Domingo Dulce y Garay (Gaceta de Madrid del 29 de mayo de 1869).

Teniente general Antonio Caballero y Fernández de Rodas

Francisco Romero Robledo, cesa en el cargo de subsecretario del ministerio de Ultramar el 16 de julio de 1869, al presentar su dimisión. Hago aquí un pequeño seguimiento de la trayectoria de Romero Robledo, por la importancia futura que tendría en la vida de Juan Alés Escobar.

Sobre Francisco Romero Robledo, ya escribí una Crónica pasada

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2022/10/francisco-romero-robledo-y-el-caciquismo.html

En 1869 le otorgaron a Juan Alés, la Cruz del Mérito Militar de primera clase, como comprendido en el Decreto de Gracia de 10 de octubre de 1868.

El 1º de febrero de 1870, con su Batallón y una sección del 2º Escuadrón de Caballería de Voluntarios de Matanzas, salió a custodiar los ingenios embargados por el Estado (Concepción, Santa Ana, San José, Santo Domingo y Armonía), hasta el 1º de marzo que fueron relevados, recibiendo un oficio del Excmo. Sr. Capitán General, señor Caballero y Fernández de Rodas, y otro del Excmo. Sr. Brigadier Comandante General, dándole las gracias por el buen estado en que encontró la columna al pasarle revista.

En abril de 1870, se le otorgó el título de “Benemérito a la Patria” según concesión hecha por las Cortes Constituyentes, y el 18 de agosto de ese año, es nombrado Coronel de Voluntarios.

COMITÉ NACIONAL CONSERVADOR DE MATANZAS Y SU JURISDICCIÓN

Volvamos a primeros de 1869. En paralelo con la constitución de los Batallones de Voluntarios, a nivel civil, se constituyó en Matanzas un Comité Nacional Conservador: «cuyo objeto principal es formar una agrupación de insulares y peninsulares, que bajo la enseña de España, acuerden cuanto se crea de necesidad en hombres y dinero para lograr la pacificación de la isla, prestando su leal y decidido apoyo a las autoridades superiores».

El acto fundacional tuvo lugar el 13 de febrero en el teatro Esteban, siendo elegida una directiva que estaría formada por: Presidente, Sr. Aballi; vicepresidentes, Sres. Serrato; Cardenal y M. Navarro; secretarios, Sres. Coronado, Ceballos, Michelena y Arias y Avalos; entre los veinticuatro vocales, estaba Juan Alés y Escobar.

El Comité de Matanzas, nada más constituirse, dirigió un telegrama al Capitán General de la Habana cuyo contenido es el siguiente:

«El comité Nacional conservador de Matanzas y su jurisdicción, compuesta de 32 individuos, elegidos por una reunión de más de 3.000 vecinos, con anuencia de la autoridad local, saludan á V. E. en nombre de sus asociados y le ofrecen su leal y decidido apoyo para conservar el orden y la integridad nacional».

El capitán general contestó, acto seguido, dando las gracias al Comité por su saludo, y que «esperaba de su celo y patriotismo le ayudarían al restablecimiento de la tranquilidad, conservación del orden y consolidación de la Nacionalidad Española, ofreciendo al mismo tiempo ponerlo en conocimiento del gobierno provisional».

El 14 de febrero salió de Matanzas para La Habana una comisión nombrada por el Comité, con objeto de ofrecer su cooperación al Capitán General, y pedirle permiso y armas para la formación de los nuevos batallones que han de establecerse en dicho punto, así como para la movilización de todo el regimiento de milicias de Matanzas.
18690318 006 LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA

En EL ECO DE ESPAÑA, periódico que se publica en Matanzas, referente a dicho acto, leemos lo siguiente:

« ¡ESPAÑOLES!—Anoche a la sombra del lábaro santo de nuestra invicta y gloriosa bandera, se reunieron «tres mil españoles» a demostrar ahora y siempre que están dispuestos a sacrificar sus vidas y fortunas en aras de nuestra integridad nacional; grandioso espectáculo, cual nunca lo había ofrecido el ilustrado pueblo de Matanzas, en que, en el recinto del teatro «Esteban» a pesar de la inmensa concurrencia, no había más que una idea, un solo pensamiento, basado en la unión de los leales, para combatir al lado de la autoridad a esos mal llamados libertadores de esta preciosa provincia española, a combatir, sí, a esos apóstoles del incendio, de la destrucción y del pillaje.
Allí, en medio del frenético entusiasmo, en medio del inmenso amor que a todos inspira la gloriosa bandera que en los campos de batalla de Bailen, África y que bajo las blindadas baterías del Callao, siempre ha salido triunfante; allí se dio un solemne mentís a los que nos creían divididos. Unámonos y venceremos, se dijo. Y ya estamos unidos, sí, para perder antes la vida que consentir se arríe de los fuertes la enseña que plantó en estas playas Cristóbal Colon.»
18690318 003 LA DISCUSIÓN

En el expediente militar de Juan Alés Escobar, se puede leer que en 1869, también entregó 1.500 escudos, “para el mantenimiento del Comité Nacional Conservador de Matanzas y su Jurisdicción, cuyos fondos se pusieron a disposición del Excmo. Sr. Capitán General”.


ALCALDE DE MATANZAS
Vemos ya en 1870 a Juan Alés totalmente integrado en la vida civil y política de Matanzas, hasta tal punto que ese mismo año era el alcalde municipal de la ciudad.

Matanzas es la capital de la provincia del mismo nombre. Está situada en la costa, al norte de Cuba, en su lado occidental.

En el año en que Juan Alés llegó a ser alcalde, la provincia de Matanzas tenía unos 240.000 habitantes, de los cuales unos 140.000 eran hombres y 100.000 mujeres. Había una mayoría de personas de raza blanca, en el entorno del 60%.

En 1861, Matanzas era el segundo territorio que más ingenios o centrales azucareras poseía, el 26 % del total nacional. Ya en el año de 1877, Matanzas aumenta el número de sus fábricas productoras de azúcar hasta cinco, convirtiéndose en la provincia con más industrias de este tipo.

Dicha industria estaba basada en la esclavitud como mano de obra barata. Ante las presiones extranjeras, hubo intentos fracasados de sustituirla por trabajadores blancos libres y por coolies chinos. Las últimas importaciones cuantiosas de negros a Cuba fueron en el año 1860.

Mientras en la región oriental del país, la guerra del 1868 alcanzaba cada vez más fuerza, en la provincia de Matanzas sus efectos en la economía no se sentían, debido a la influencia que ejercían los grandes hacendados azucareros y los ricos comerciantes españoles asentados en la provincia.



HURACÁN EN LA ISLA DE CUBA

En los días 7 y 8 de Octubre de 1870 se desencadenó un terrible huracán en la parte occidental de la isla de Cuba, la más poblada y más productora, destruyendo gran parte de su inmensa riqueza y causando la muerte de miles de personas. Aunque en La Habana y sus inmediaciones causó bastante daño, fue en Matanzas donde más personas perecieron, y donde los desastres fueron más grandes. Sin embargo, gracias al valor y la decisión de muchos voluntarios, guardias civiles y particulares, que expusieron heroicamente sus vidas, pudieron salvarse un gran número de personas.

En los días siguientes se contaban por centenares los cadáveres de todas las edades, sexos y condiciones que se recogían en las orillas de la bahía de Matanzas. Muchas víctimas desaparecieron, sin que en aquellos días supieran sus deudos si habían muerto o si vivían.

«Por do quiera que se fije la mirada, no se ve más que llanto y desolación, presentando Matanzas uno de esos terribles cuadros de consternación general que son á la vez precursores de gran miseria y de pérdidas irremediables. No hay familia que no haya sentido los funestos estragos de ese terrible huracán, que, a durar algunas horas más, hubiese arrasado completamente a la ciudad, sucumbiendo todos entre ruinas y escombros, o pereciendo ahogados por la corriente.»

En una sesión extraordinaria del Ayuntamiento de Matanzas, presidida por el general Caballero de Rodas, capitán general de Cuba, y con la presencia de su alcalde, Juan Alés y Escobar, se acordó atender inmediatamente a la reparación de lo destruido, y mandó hacer sin demora cuatro puentes de hierro, en reemplazo de los que habían sido arrastrados por la corriente de las aguas. Caballero de Rodas, escuchó a cuantos le hacían la relación dolorosa de sus desgracias. En muy breve tiempo, quedaron abiertas suscripciones caritativas para el socorro de tantas desgracias.

Estas determinaciones, otras muchas reservadas y el donativo de cuatrocientos mil pesos, produjeron un efecto admirable entre los afligidos habitantes de la ciudad que bendecían al representante del gobierno español en Cuba.
Los hombres que más se habían distinguido por su patriotismo, los que habían sacrificado una parte de sus fortunas por la causa de España, se apresuraron a contribuir con cantidades considerables a la buena obra, procurando dar a los desgraciados el único lenitivo en el infortunio. El mismo capitán general en una comunicación dirigida a la señora doña Luisa Fernández, su esposa, al regresar de Matanzas, en donde había observado los aterradores efectos de la inundación, excitaba el caritativo sentimiento de la asociación de beneficencia, cuya presidenta era la señora del capitán general, y hacia la indicación oportuna, de que el producto de objetos del Bazar, ya mencionado en otra ocasión, se destinasen al socorro de aquellos desgraciados. La idea fue aceptada y los resultados en extremo satisfactorios.
HISTORIA DE LA INSURRECCIÓN Y GUERRA DE LA ISLA DE CUBA. TOMO 3 (1871)

Véase ahora cómo desde la alcaldía de Matanzas, se expresaba su gratitud al general Antonio Caballero de Rodas, y al secretario del Gobierno General de la isla de Cuba, don Cesáreo Fernández Duro (eran cuñados), en los dos telegramas siguientes:


Al capitán general gobernador superior político de la isla de Cuba, excelentísimo señor don Antonio Caballero de Rodas:
El ayuntamiento de la muy noble y leal ciudad de Matanzas, en sesión celebrada el día de hoy, ha proclamado a V. E. por unanimidad hijo adoptivo, de esta población, débil pero sincero homenaje de un pueblo agradecido a los constantes beneficios que le ha hecho V. E., acordando además que una comisión ponga en manos de V.E. copia certificada del acuerdo.
El alcalde municipal, Juan Alés.
Matanzas, 9 de diciembre de 1870

Igual distinción recibió el secretario del gobierno superior don Cesáreo Fernández Duro, comunicándoselo con el siguiente despacho:

Al excelentísimo señor don Cesáreo Fernández, secretario del gobierno superior político:
El ayuntamiento de la muy noble y leal ciudad de Matanzas, le ha proclamado hijo adoptivo de dicha ciudad en sesión celebrada en el día de hoy, y que una copia certificada de dicho acuerdo sea entregada por una comisión de su seno, como recompensa de su cariñoso afecto hacia esta población.
El alcalde municipal, Juan Alés.
Matanzas, 9 de diciembre de 1870

Pocos días después, el 13 de diciembre de 1870, el general Antonio Caballero de Rodas presentó su dimisión como Gobernador y Capitán General de Cuba, siendo sustituido por el general Blas de Villate, conde de Valmaseda.

Con la llegada a primeros de enero de 1871 de Amadeo I de Saboya a España, la trayectoria de Juan Alés y Escobar, continúa en ascenso, y el 28 de  octubre de ese año, recibe la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. 

El 24 de junio de 1872, es nombrado coronel del tercer batallón de cazadores voluntarios de Matanzas.

LOS CENTROS HISPANO-ULTRAMARINOS

En 1871, aparecen en La Habana y en algunas provincias españolas, unas asociaciones que tienen como objeto fortalecer los lazos entre la península y las Antillas españolas, y así evitar su independencia. Son los Centros Hispano-Ultramarinos. Pese a su aparente y proclamado apoliticismo, se vieron inmersos en la vertiginosa vorágine política del Sexenio Revolucionario.

El Centro Hispano-Ultramarino de La Habana tendría su sede en el Casino Español de dicha ciudad, que había sido fundado por el sector cubano más integrista. En diciembre de 1871, circuló el programa que señalaba su finalidad:

Conservar la integridad del territorio; promover cuanto necesario sea al adelanto moral y material de las provincias de Ultramar; estrechar más y más los vínculos que las unen a la Madre Patria; destruir las ideas de rebelión que el error ha producido en ellas; impedir que la simiente del desorden caiga en su suelo y aniquile su riqueza; convencer a todos los partidos, observando una neutralidad constante entre ellos, de que esas tierras deben salvarse a toda costa para bien de la nación.

A Juan Alés y Escobar, cada vez más integrado y con más protagonismo en la vida política cubana, sobre todo como representante del Comité Nacional Conservador de Matanzas y su jurisdicción, lo encontramos firmando una protesta por un discurso realizado por el diputado Nicolás Salmerón en una sesión de las Cortes:

Los delegados de los Centros Hispano-ultramarinos a nombre de éstos y del elemento leal de las provincias de Ultramar, consideradas las palabras vertidas por el señor diputado por Barcelona D. Nicolás Salmerón en sesión de Cortes de 14 del corriente y que han leído con dolor y asombro en el Diario oficial, protestan que nunca, cualesquiera que las circunstancias sean, permitirán la segregación de aquellas provincias del territorio nacional a que aspira aquel señor diputado, contra los acuerdos unánimes de las Cortes, las declaraciones de los gobiernos de todos los matices políticos, la conducta patriótica observada por el partido a que pertenece y la resolución de la nación entera que viene resistiendo a la fracción de hijos espurios, que renegando de su origen trabajan en aquel sentido.
Que rechazan por absurdas las calificaciones que dicho diputado y el señor Díaz Quintero se han permitido verter contra los voluntarios de la Habana, que en unión de los demás dé la isla de Cuba y de la de Puerto-Rico son firmísimo sostén del orden y de la integridad nacional, que no pueden romperse mientras exista tan noble institución.
Que nuestros hermanos de América y Asia deben continuar confiando en que la dignidad y decoro de la patria española no tolerará la vergüenza de que se arranque un girón a su bandera, ni es capaz de infamarse enviando a sus hijos a que lidien y mueran por ella para entregarla a sus enemigos después de haberla salvado su honra con sus heroicos esfuerzos.
Madrid, 15 de octubre de 1872.
Por el Comité nacional conservador de Matanzas y su jurisdicción, señor don Juan Alés y Escobar.
18721018 003 LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA

En diciembre de 1872, el rey Amadeo I, recibió a una numerosa comisión de los Centros Hispano-Ultramarinos, encargada de solicitar que no se llevaran a cabo las reformas que proyectaba el gobierno de Manuel Ruiz Zorrilla en Ultramar, defensor de una cierta autonomía, que equivalía a una descentralización política y administrativa. De la comisión, formaba parte Juan Alés, como representante del Comité Nacional Conservador de Matanzas.

Los miembros de dicha comisión, el 8 de diciembre firmaban un manifiesto dirigido AL PUEBLO ESPAÑOL, “haciendo abstracción cada uno y todos de diferencias de partido, y unidos en una sola aspiración, dirigen su voz sincera enérgica, a ese pueblo, invitando a que les preste apoyo en servicio de una causa que es su causa, para salvar derechos que son suyos, para impedir la destrucción de su poder en el mundo de Occidente, que peligran si a realizarse llegan proyectos que a la improvisación obedecen, a la malicia o al error”.

En la comisión, estaban en contra de las reformas que calificaban de inoportunas y violentas, que vendrían a agravar la situación de las islas de Cuba, en plena guerra, y de Puerto Rico. Pedían el “aplazamiento temporal hasta el momento en que la paz y la concordia reinen en las dos Antillas, para establecer entonces las modificaciones que aconseje la prudencia y no destruyan la seguridad del territorio”
18721211 002 La Época
18721211 001 La Iberia

¿Cuáles eran las reformas a las que se refieren en el manifiesto? El gobierno de Manuel Ruiz Zorrilla se había declarado partidario de la abolición de la esclavitud, la separación de mandos civiles y militares, la aplicación de la Constitución de 1869, una mayor autonomía de gobierno para las islas, aplicación de la ley de ayuntamientos y el sufragio universal, es decir, de implantar una asimilación político administrativa y de una identidad de derechos políticos y civiles, que igualara los derechos de los habitantes de las Antillas y los de la península.

Ya el gobierno progresista del general Prim, siendo ministro de Ultramar Segismundo Moret, promulgó el 4 de julio de 1870, una ley llamada de “libertad de vientres” que concedía la libertad a los futuros hijos de las esclavas, que irritó grandemente a los contrarios del abolicionismo.

Dentro del gobierno radical de Ruiz Zorrilla, el ministro de Ultramar, Eduardo Gasset y Artime, era partidario de una abolición gradual e indemnizada de la esclavitud.

LA LIGA DEFENSORA DE LA INTEGRIDAD NACIONAL

Estando los representantes de los Centros Hispano-Ultramarinos en Madrid, con motivo de gestionar el aplazamiento de las reformas y de visitar al rey, se reunieron y fundaron una Liga que según pensaron podía convertirse en una coalición que se enfrentara al gobierno, no sólo por las reformas en Ultramar, sino en todos los terrenos y por todos los medios, y la llamaron Liga Defensora de la Integridad Nacional, dándose la particularidad de que las cuestiones que trataban podían tener una tendencia política, mientras que los Centros estaban desprovistos de un  matiz político en sus estatutos. Ello había permitido la entrada en las filas de los Centros, de militantes de todos los partidos, que ahora unidos en un único grupo estaban decididos, hasta la rebelión, para evitar las reformas.

Reunidos a las dos y media en el local del Centro hispano-ultramarino de Madrid los hombres públicos más importantes de España, abrió la sesión el señor marqués de Manzanedo, presidente del Centro hispano-ultramarino de Madrid. Dio cuenta de los trabajos realizados hasta el presente para evitar que el gobierno se lanzara por la funesta senda que ha emprendido, y concluye diciendo que todo había sido inútil por desgracia, que el gobierno se obstinaba en perder la patria.
El Sr Romero Robledo manifestó que había llegado el momento de obrar, de hacer algo para oponer al gobierno una resistencia poderosa, para evitar que se pierdan las Antillas. La crisis es temible; jamás la patria ha corrido mayor peligro; es preciso sacrificar vidas y haciendas, como hacen los españoles de Ultramar; es preciso emprenderlo todo o marcharse a llorar como mujeres la vergüenza de España.
Pero que el encontrarse allí reunidos a todos los partidos, le probaba que todos los españoles estamos dispuestos a vender cara la honra y la dignidad nacional, pues no se trataba de una coalición electoral, sino de salvar la causa santa de la patria.
Propuso se firmara una protesta unánime por todos los allí reunidos, […] añadió: «¿Dejaremos que se diga a los insurrectos, soltad hoy las armas, que de aquí a dos meses os daremos la independencia con los reformas? ¿Consentiremos que se entregue cobarde y villanamente la isla de Cuba a nuestros enemigos? ¿No están los voluntarios y los soldados muriendo allá? ¿Qué tememos?
Al final de la reunión, se nombraron las personas que habían de formar la Junta directiva de la Liga Nacional defensora de la integridad de España en Ultramar, entre las que se encontraban el marqués de Manzanedo (presidente), Cánovas del Castillo, Abelardo López de Ayala, Romero Robledo, el general Caballero de Rodas, el vicealmirante de la Armada Juan Bautista Topete, etc. hasta cerca de cuarenta personas. Entre ellos Juan Alés como representante del Centro Hispano-Ultramarino de Cuba.

18721215 003 La Época
18721216 002 La Esperanza

El telegrama dirigido a Cuba por los miembros de la «Liga Nacional» en representación de todos los partidos políticos, estaba concebido en los siguientes términos:

«Constituida la Junta directiva de la Liga Nacional en defensa de la integridad del territorio, saluda a los defensores de la patria, les aconseja la prudencia y la confianza, y les manda la seguridad de que nunca estarán solos en la defensa de su santa causa; pues la Nación española, sin distinción de partidos, tiene hecho voto solemne de unir su suerte a la de sus provincias de Ultramar»
18721219 002 La Esperanza
18721219 003 La Iberia

El 21 de diciembre de 1872, el ministro Gasset y Artime, presentó su dimisión como ministro de Ultramar. Su sustituto, Tomás María Mosquera, diputado puertorriqueño, se decidió a presentar el 24 de diciembre de 1872 un proyecto para la abolición inmediata de la esclavitud en Puerto Rico, en parte para demostrar a los revolucionarios cubanos, en guerra con España, que la paz permitía la libertad.

Por motivos políticos y militares, sólo se quería iniciar la abolición en Puerto Rico, y no en Cuba, ya que había 31.000 esclavos puertorriqueños, mientras que en Cuba eran 400.000 los esclavos. Además de la situación de guerra que se vivía en la isla cubana.

En vista de ello, el 19 de enero de 1873, la Liga Nacional, publica otro manifiesto A LA NACIÓN. En él ya se hace mención a la reforma que quería realizar el gobierno de Manuel Díaz Zorrilla, en contra de la cual estaban, de una forma matizada, los miembros de la misma, pero que hasta ahora no lo habían manifestado de una forma explícita: la abolición de la esclavitud.

En el manifiesto de la Liga del 10 de Enero de 1873 se acusaba al Gobierno de haber violado el artículo 21 de la Ley de julio de 1870 que prohibía tocar la cuestión de la esclavitud sin la intervención de los representantes de Cuba.
La Liga acusaba al Gobierno de actuar anticonstitucionalmente: según el artículo 108 de Constitución de 1869, solo las Cortes Constituyentes tenían la facultad para reformar el sistema de gobierno de las provincias de ultramar.
18730113 01 02 La Época
18730113 01 La Esperanza


Como hemos visto, Juan Alés Escobar, formó parte de la Junta directiva de la Liga, representando al Círculo Hispano-Ultramarino y a los representantes de la industria, agricultura y comercio de Cuba. Por esas fechas, era ya propietario de fincas azucareras en Matanzas, alcalde municipal de esta ciudad en 1870, y uno de los hombres más influyentes de la futura Unión Constitucional de aquella provincia, como ya veremos.

Francisco Romero Robledo, que había sido subsecretario del ministerio de Ultramar, entre octubre de 1868 y julio 1869, y de Gobernación entre enero y julio de 1871, era también miembro de la directiva de la Liga, había actuado desde 1870 como portavoz de los conservadores antillanos en las Cortes, terciando en defensa de los voluntarios, actitud que le había valido el nombramiento de “Voluntario Honorario”.

De estas fechas arranca la relación entre Juan Alés y Francisco Romero, uno de Campillos y otro de Antequera. Mantuvieron una gran amistad y una muy estrecha relación hasta finales de la década de los noventa. 

Más adelante comentaré lo referente al matrimonio de Romero Robledo con una hija de Julián Zulueta, uno del personajes más influyentes y ricos de la isla de Cuba. A la muerte de éste, su hija recibió en herencia un gran patrimonio, que Romero Robledo se encargó de administrar. Este hecho fue determinante para la vida de Juan Alés como ya veremos.

Como adelanto, mencionaré que Juan Alés, cuatro años mayor que Romero Robledo, sería nombrado gobernador de la Región Central y provincia de Matanzas, cuando Romero desempeñaba el cargo de ministro de Ultramar en 1892. En Matanzas era donde radicaban las fincas y los negocios que poseía Romero Robledo, y que vigiló y administró, como su apoderado, Juan Alés.

11 DE FEBRERO DE 1873, PROCLAMACIÓN DE LA PRIMERA REPÚBLICA

Con la proclamación de la Primera República, el 11 de febrero de 1873, se derrumbó casi todo el quehacer de la Liga Nacional y de los Centros Hispano-Ultramarino. Solo al Centro de Madrid se le encuentra en algún acto de homenaje personal. Juan Alés, a finales de marzo de 1873, se marcha de Madrid, toma el barco y vuelve a Matanzas.

Nuestro querido amigo el Sr. D. Juan Ales y Escobar, coronel de voluntarios de Matanzas, ha salido para dicha ciudad de la isla de Cuba.
18730328 LA PRENSA

La ley por la que se abolía la esclavitud en Puerto Rico, fue finalmente aprobada el 22 de marzo de 1873, un mes después de la abdicación del rey Amadeo I, y de haberse votado la proclamación de la Primera República Española. 

Sin embargo, no se pudo conseguir plenamente en el caso de Cuba, tardando más de trece años en llegar la abolición. En la "Paz de Zanjón", que acaba con la guerra en Cuba en el año 1878, se consiguió un compromiso por parte del general Martínez Campos de abolir la esclavitud, pero el asunto tardó unos años más, y solo pudo concretarse definitivamente el 7 de octubre de 1886, durante la regencia de María Cristina de Habsburgo, por un Real Decreto del Ministerio de Ultramar, firmado por Germán Gamazo. 

España fue el último país europeo en abolir la esclavitud en sus colonias americanas.

REGRESO A MATANZAS

Durante el periodo de la Primera República (1873-1874), Juan Alés se dedicó en Matanzas a su familia y sus negocios. Por esa época, ya tenía cuatro hijos, la menor, María Luisa, de un solo año.


Su hermano Antonio Alés y Escobar, siendo comandante, se casó en la parroquia de Artemisa, provincia de Pinar del Río (Cuba), el 15 de septiembre de 1873, con doña María Ana Quintana y Pedroso, hija de don Rafael Quintana y Zayas-Bazán, y de doña María Micaela Pedroso y Herrera (Falleció el 20/09/1869). Tuvieron por hijos a María del Amparo Alés y Quintana, natural de Artemisa, y a Rafael Alés y Quintana.

En octubre de 1874, volvemos a encontrarnos a Juan Alés en Madrid, en un acto de homenaje que se dio 
por parte del Círculo hispano-ultramarino de Madrid, a José Ferrer de Couto, militar, historiador y periodista español, fundador de “El Cronista de Nueva York”, en el restaurante Lhardy.
18741004 004 La Época

No me resisto a transcribir unos párrafos sobre el pensamiento de Ferrer de Couto sobre la esclavitud de los negros. Entiende que la misma es en realidad "el rescate de aquellos infelices de sus atroces condiciones originales en África y que la aplicación de sus fuerzas a la agricultura y a la industria es un hecho civilizador y humanitario. No duda en atribuir históricamente a España y Portugal la responsabilidad del tráfico de esclavos a gran escala. Estima que este flujo permitió arrancarlos de los altares del Demonio y trasplantarlos a tierras cultas donde al fin alcanzaban el conocimiento de Dios y de la vida social, por los caminos de la religión y el trabajo".

FIN DE LA PRIMERA REPÚBLICA E INICIO DE LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA

El fin de la Primera República se produjo con el pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos en Sagunto, en diciembre de 1874, marcando el comienzo de una nueva época en España. Se iniciaba la Restauración borbónica (1875–1923), en la figura del rey Alfonso XII.

A primeros de mayo de 1875, en el vapor-correo “Guipúzcoa”, llegó a Santander, procedente de La Habana, Juan Alés y Escobar.

Ha regresado a Madrid procedente de la isla de Cuba, el Sr. D. Juan Alés, coronel que ha sido de voluntarios de Matanzas, donde ha prestado grandes servicios a la causa española. Anteayer ha celebrado una conferencia con el señor ministro de Ultramar (Abelardo López de Ayala).
18750509 03 LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA

Francisco Romero Robledo, sería ministro de Gobernación durante el reinado de Alfonso XII en tres ocasiones. La primera fue entre el 31 de diciembre de 1874 y el 7 de marzo de 1879, en los gobiernos que presidirían sucesivamente Antonio Cánovas y Joaquín Jovellar Soler.

El 8 de diciembre de 1875, se casó en Madrid con doña Josefa Zulueta y Samá, la mayor de los cuatro hijos que tuvo don Julián Zulueta y Amondo, con su primera esposa, Francisca Samá y Mota. El ya era ministro de Gobernación, tenía 37 años y ella 25. 

Julián Zulueta, era natural de la provincia de Álava. Fundador del partido españolista de Cuba, y uno de los máximos exponentes del capitalismo de la isla, posición que alcanzó como almacenista de víveres, tratante de esclavos negros y culíes chinos, con varios ingenios de azúcar y acciones en ferrocarriles. Al enviudar, se casó dos veces más, con dos sobrinas suyas, Juliana y Juana María Ruiz de Gámiz y Zulueta; con todas ellas tuvo una numerosa descendencia.

A finales de noviembre de 1876, Juan Alés, regresa de nuevo a la península.

Esta noche salió para Cádiz embarcándose en el próximo correo D. Juan Ales y Escobar, persona muy estimada en Cuba por los importantes servicios prestados a la causa da la integridad nacional.
18761127 02 La Correspondencia de España

MARQUÉS DE ALTA GRACIA

El 13 de octubre de 1877, el rey Alfonso XII, recibió en audiencia particular a Juan Alés y Escobar, al que le otorgó el título de marqués de Alta Gracia. Carta de 15 de Noviembre.
18771014 01 La Correspondencia de España.

En 1878, vemos como Juan Alés con toda su familia, ya se han establecido en Madrid. Su hijo menor Eduardo Alés y Aranzabe, nació en la capital de España el 15 de agosto de 1878, y a sus hijos mayores los vemos por la prensa, matriculados en colegios madrileños. Vivían 
en el barrio de Salamanca, en la calle Marqués de Duero, número 5. 

Juan Enrique Ales y Aranzabe estudió en el Colegio Hispano-Romano de Nuestra Señora de la Esperanza en la calle Libertad.
18800606 003 El Imparcial

En mayo de 1878, falleció en Colón, municipio perteneciente a la provincia de Matanzas, el suegro de Romero Robledo, Julián Zulueta y Amondo. Hacía tres meses que había finalizado la Guerra de los Diez años, sin que los rebeldes cubanos, consiguiera ninguno de los dos objetivos principales de la guerra: la abolición de la esclavitud y la independencia de Cuba. España autorizó que se formaran partidos políticos que no lucharan contra su poder, y otorgó libertad de prensa y reunión, mientras no sirvieran para atacar a la metrópoli.

La esposa de Romero Robledo, heredó de su padre, la cuarta parte del centro azucarero denominado “Ingenio España”, incluyendo todos los terrenos comprados alrededor de este, dándole una mayor extensión a la finca para que así fuera entregado como herencia a Josefa, Salvador, Ernesto y Eduardo, hijos del primer matrimonio de Julián Zulueta.

Desde entonces, Romero defendió a ultranza sus propios intereses, que también eran los de los esclavistas azucareros de la isla. Se convirtió en un acérrimo enemigo de la autonomía y obviamente de la independencia, así como en activo defensor de la esclavitud.

El 23 de marzo de 1879, falleció en Campillos Ildefonso Alés y Galeote, el padre del Juan Alés y Escobar, el marqués de Alta Gracia.
18790406 La Correspondencia de España

JUAN ALÉS ELEGIDO DIPUTADO A CORTES POR EL DISTRITO DE CAMPILLOS

El 7 de marzo de 1879 el general Arsenio Martínez Campos sustituye en la presidencia del Gobierno a Cánovas del Castillo. Tal como era habitual tras el cambio, el rey Alfonso XII firma el decreto de disolución de las Cortes. Se convocaron elecciones, por el sistema restringido, para el día 20 de abril de 1879. El número de votantes para estas elecciones era de aproximadamente unos 847.000, solo el 5% de la población española.

Francisco Romero Robledo, que había sido ministro de Gobernación en el gobierno de Cánovas, convenció a Juan Alés para que se presentara por diputado por el partido Conservador en el distrito de Campillos. En la Crónica que dediqué a Romero Robledo, ya vimos las artimañas que desarrollaba para sacar las actas de diputado.

En Campillos había 278 posibles votantes, siendo elegido diputado, Juan Alés y Escobar. Obtuvo 985 votos de los 1920 emitidos en todo el distrito.

Con el triunfo de D. Juan Alés, marqués de Altagracia, por el distrito de Campillos, en donde han luchado cuatro candidatos; la representación de Cuba, tendrá un diputado más, pues el señor Alés ha prestado grandes servicios a la causa de la integridad nacional y conoce mucho aquel país.
18790505 La Correspondencia de España

En su expediente histórico, existente en las Cortes españolas, aparece como fecha de alta el 5 de junio de 1879 y como fecha de baja el 25 de junio de 1881.

Su labor parlamentaria fue muy escasa. En dicho expediente, aparece que participó en varias Comisiones:
  • Mensaje de contestación al discurso de la Corona, núm. 37, pág. 616.
  • De felicitación a SS. MM. por haberse librado del atentado del 30 de Diciembre, núm. 82, pág. 1396.
  • Ferrocarril desde La Palma, en la línea de Sevilla a Huelva, a Palos de la Frontera, núm. 181, pág. 4391
En la prensa, solo he encontrado una noticia referente a su labor como parlamentario:

Los diputados Sres. Carvajal, Dávila, Larios y Alta Gracia conferenciaron ayer con el ministro de Fomento para manifestarle el deplorable estado en que se encuentran las carreteras de la provincia de Málaga y la conveniencia de convertir en carretera de primer orden la de Málaga a Vélez.
18810119 004 El Liberal

********************** 

Quiero finalizar aquí la primera parte de la Crónica que estoy dedicando a Juan Alés y Escobar. Empezando de la nada, ha desarrollado una esplendida carrera militar. En la vida civil, ha sido alcalde de Matanzas; ha conseguido distinciones tales como la “Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica”; ha sido representante de los ciudadanos conservadores de la isla de Cuba; diputado en las Cortes españolas por el distrito de su pueblo natal, Campillos. Difícilmente se puede aspirar a más cuando se tiene solamente 47 años. Pero sus actuaciones a nivel político, siempre se han desarrollado en un segundo plano, sin un protagonismo eminente.

Desde junio de 1881 que finaliza su actuación en el Congreso de los Diputados, hasta marzo de 1884, cuando se le nombra Gobernador civil de La Habana, Juan Alés se dedica en Madrid a la vida familiar, sus hijos mayores están finalizando sus estudios, participa solo de vez en cuando en algún acto social.

A partir del nombramiento como Gobernador civil de La Habana, su vida cambia totalmente. De estar en la sombra ha pasado a la primera línea del frente político, y en un lugar como es la capital cubana, que tras la guerra de los Diez Años, se ha convertido en un núcleo efervescente de confrontación entre los independentistas, los abolicionistas y los españolistas. Y todo ello alimentado por una prensa que a raíz de la Paz de Zanjón, ha recuperado su libertad informativa y aprovecha, desde el lado más liberal, para realizar la crítica más descarnada contra las instituciones oficiales. En esta situación, Juan Alés se coloca en el centro del huracán.

Si hasta ahora podemos hablar de una vida exitosa, a partir de ese momento esa estrella se le difumina, y su vida comienza a discurrir por lugares más conflictivos, en el que la desgracia se hace presente en algunos momentos. Pero esto ya lo desarrollaré en la segunda parte de esta Crónica.

Pongo un enlace de la segunda parte de la Crónica del Marqués de Alta Gracia

https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2022/11/juan-ales-y-escobar-marques-de-alta_29.html


Comentarios

Entradas populares de este blog

CAÑETE LA REAL, VERANO DEL 36

SIERRA DE YEGUAS, VERANO DEL 36

LA CANTINA ESCOLAR

JUAN MARÍA PÉREZ AVILÉS (1784-1845), CURA Y POLÍTICO. SEGUNDA PARTE

LA GUERRA DE INDEPENDENCIA EN CAMPILLOS. 18 DE MARZO DE 1810