LA TOMA DE ANTEQUERA POR EL GENERAL JOSÉ E. VARELA
General José E. Varela Iglesias
El golpe militar contra el Gobierno republicano, se hizo realidad en Melilla la tarde del 17 de julio de 1936. Fue el resultado de una larga actividad conspirativa que tenía en la península profundas ramificaciones controladas por los generales Sanjurjo, Mola, Queipo de Llano y Franco; éste último sólo incorporado al complot a última hora. El mapa de España del día 20 de julio, mostraba como los dos tercios del país habían quedado en zona gubernamental, con ciudades tan importantes como Madrid, Barcelona y Valencia. Las industrias pesadas, manufactureras y militares, también estaban en poder del Gobierno de Madrid; toda la costa mediterránea, así como todos los puertos importantes, más los recursos financieros del Banco de España, y la mayoría de las Fuerzas Armadas y de Orden Público.
El plan para realizar el alzamiento militar, tal y como había sido planificado por sus organizadores, había sido un gran fracaso. En esas condiciones, y con las fuerzas militares disponibles en la Península, teóricamente, era imposible derrocar al Gobierno del Frente Popular. Las tropas africanas, convertidas en un recurso fundamental para los sublevados, estaban bloqueadas al otro lado del Estrecho.
En Andalucía, al igual que en el resto de la Península, la sublevación militar, también fracasó. Los militares rebeldes sólo lograron imponerse en las capitales andaluzas de Sevilla, Córdoba, Cádiz y Granada (ésta el 20 de julio); fracasaron en Málaga, Huelva (el 29 de julio pasó al control del bando sublevado), Jaén y Almería, y en la mayor parte de los pueblos importantes, que permanecieron al lado del gobierno.
En Jaén, salvo tres municipios del sur que fueron tomados por las tropas rebeldes (Alcalá la Real, Porcuna y Lopera), el resto de la provincia se mantuvo leal al bando gubernamental hasta el final de la contienda. Toda la provincia de Almería estuvo siempre en el lado republicano, y Málaga cayó en manos de las tropas de Queipo de Llano en febrero de 1937.
En los pocos pueblos que triunfó el golpe, la situación era muy precaria: aislados de otros núcleos rebeldes, con poco personal al frente de la rebelión, generalmente los seis o siete guardias civiles del puesto con el apoyo de algún elemento civil, pero en cambio, poseían un mejor armamento que las milicias populares.
De esta forma se crearon, en esos primeros días, pequeños islotes de tropas sublevadas, que se encontraban sitiadas, casi sin esperanzas de mantener esa situación. Para los militares sublevados en Sevilla y en las otras capitales, era de vital importancia hacerse rápidamente con el control de los pueblos más próximos, así como asegurar los enlaces entre los pueblos en los que había triunfado el levantamiento militar. Estos se fueron uniendo entre sí, por el avance de las columnas que salieron de Cádiz y Sevilla, formadas por miembros del ejército regular, falangistas, requetés y voluntarios de derechas.
En Jaén, salvo tres municipios del sur que fueron tomados por las tropas rebeldes (Alcalá la Real, Porcuna y Lopera), el resto de la provincia se mantuvo leal al bando gubernamental hasta el final de la contienda. Toda la provincia de Almería estuvo siempre en el lado republicano, y Málaga cayó en manos de las tropas de Queipo de Llano en febrero de 1937.
En los pocos pueblos que triunfó el golpe, la situación era muy precaria: aislados de otros núcleos rebeldes, con poco personal al frente de la rebelión, generalmente los seis o siete guardias civiles del puesto con el apoyo de algún elemento civil, pero en cambio, poseían un mejor armamento que las milicias populares.
De esta forma se crearon, en esos primeros días, pequeños islotes de tropas sublevadas, que se encontraban sitiadas, casi sin esperanzas de mantener esa situación. Para los militares sublevados en Sevilla y en las otras capitales, era de vital importancia hacerse rápidamente con el control de los pueblos más próximos, así como asegurar los enlaces entre los pueblos en los que había triunfado el levantamiento militar. Estos se fueron uniendo entre sí, por el avance de las columnas que salieron de Cádiz y Sevilla, formadas por miembros del ejército regular, falangistas, requetés y voluntarios de derechas.
Los enlaces habían de lograrse a toda costa, señalándose como inaplazable el de Cádiz y Algeciras con Sevilla. En dichos puertos habían desembarcado los dos primeros Tabores de Regulares que Marruecos pudo enviar a la Península antes de la sublevación de la marinería de la Escuadra, y era obligado que llegaran cuanto antes a Sevilla. Urgía el establecimiento de una "cabeza de puente" que asegurase la llegada de las tropas marroquíes.
GENERAL QUEIPO DE LLANO
La aparentemente ventajosa situación de la República, desde el punto de vista territorial, ocultaba sin embargo, una importante diferencia cualitativa entre ambos bandos. Los oficiales sublevados, que eran alrededor de 14.000 frente a unos 8.500 que permanecieron leales al Gobierno, contaban con un ejército profesional a su mando. Un ejército en el que se integrarían más tarde, las elitistas tropas africanas, un conjunto de 40.000 hombres, repartidos entre el llamado Tercio de Extranjeros (Legión) y las tropas indígenas (Regulares).
Allí donde la sublevación triunfó, la autoridad militar estableció un poder único. Ello supuso unidad de acción en la dirección política y militar de la guerra. Por el contrario, en el lado republicano la prioridad de combatir a los militares sublevados, produjo una respuesta improvisada, cuya característica más importante fue el protagonismo que adquirieron los elementos civiles del Frente Popular y los anarquistas, los cuales carecían de los recursos humanos y materiales imprescindibles para poder oponer una resistencia seria a las columnas de los sublevados, actuando en cada una de las localidades, de una forma descoordinada y autónoma.
En aquellos primeros instantes, la delimitación de los frentes era muy incierta, sin una definición clara, cambiando incluso algunas poblaciones varias veces de bando en pocos días.
Transcurridas esas primeras jornadas en las que se definió el fracaso o el triunfo local de la rebelión militar, cada bando intentó extender sus respectivas zonas de operaciones. A tal efecto se organizaron pequeñas columnas de muy heterogénea composición y dotación, levantadas generalmente en las capitales de las provincias, o en los pueblos más importantes.
Respecto a la organización y composición de esas columnas, se apreciaron desde el primer momento diferencias muy notables entre ambos bandos, que determinaron finalmente la victoria de los rebeldes sobre los gubernamentales.
Las columnas de los primeros solían contar, en muchos de los casos, con el refuerzo de las experimentadas unidades procedentes del Ejército de África, cuya sola presencia, especialmente la de los Regulares, causaba habitualmente un profundo temor e incluso pánico. Eran columnas bien instruidas y dotadas del armamento necesario, siendo dirigidas por cualificados cuadros de mandos profesionales y con una experiencia de campaña acreditada en su mayor parte en Marruecos. Las milicias de requetés y falangistas nutrieron con grandes contingentes de voluntarios que, a diferencia de lo ocurrido en el campo republicano, quedaron militarizados bajo una única autoridad y una única disciplina militar.
En cambio las columnas de los segundos, estaban lideradas en la mayoría de las ocasiones por dirigentes políticos o sindicales que carecían de los más elementales conocimientos de táctica militar, desconfiando por lo general de los mandos del Ejército afines, o de las fuerzas de Orden Público, que no se habían sublevado el 18 de julio. Eran por tanto, un conjunto de fuerzas heterogéneas e irregulares en su composición, carentes de cuadros y de disciplina, y sin más armas que fusiles y escopetas.
Frente a la coordinación, centralización y unificación del mando que desde Sevilla implantaron los sublevados, organizando el Ejército del Sur y dando al general de Brigada de Infantería José Enrique Varela Iglesias, desde el 28 de julio, el mando único de todas las columnas de operaciones, los gubernamentales no lo hicieron hasta el 15 de diciembre de 1936, fecha en la que el Ministerio de la Guerra creó su también denominado Ejército del Sur, dando el mando único al general de Brigada de Infantería Fernando Martínez-Monje.
Desde Cádiz y Sevilla los sublevados organizaron columnas para dominar sus respectivas provincias. Los amplios territorios que habían quedado en manos de la República se convirtieron en un objetivo prioritario para los generales Queipo y Varela, entre ellas la unión de Algeciras, Cádiz y Jerez con Sevilla, el enlace entre Sevilla y Córdoba, y el auxilio a Granada. Era una estrategia tendente a fortalecer las posiciones ganadas y a conjurar la amenaza proveniente de Andalucía oriental y de las regiones del levante mediterráneo sobre Granada.
SE ORGANIZAN LAS COLUMNAS DE OPERACIONES
Transcurridos unos diez días del inicio de la sublevación, se comenzó desde el Estado Mayor de la 2ª División Orgánica (Sevilla) a tomar el control de todas esas columnas, que carecían hasta ese momento de una visión estratégica, adelantándose así a los gubernamentales, cuyas columnas no se encontraban todavía eficazmente organizadas, coordinadas, ni dirigidas.
Para ello al mediodía del 28 de julio llega a Sevilla en un vuelo desde Tetuán, el general Franco para reunirse con los generales Varela, Queipo de Llano y Luis Orgaz. El general José Enrique Varela, que se había sublevado en Cádiz, recibe el encargo de hacerse cargo del mando de las columnas de operaciones rebeldes que operaban en el frente de Córdoba, y que junto al resto de las fuerzas de las guarniciones sublevadas de la 2ª División Orgánica, pasaban a integrar el denominado «Ejército de Operaciones de Andalucía», mandado por Queipo de Llano desde la capital hispalense. Varela regresó esa misma tarde a Cádiz para preparar su nuevo cometido, y Franco regresó a Tetuán.
Allí donde la sublevación triunfó, la autoridad militar estableció un poder único. Ello supuso unidad de acción en la dirección política y militar de la guerra. Por el contrario, en el lado republicano la prioridad de combatir a los militares sublevados, produjo una respuesta improvisada, cuya característica más importante fue el protagonismo que adquirieron los elementos civiles del Frente Popular y los anarquistas, los cuales carecían de los recursos humanos y materiales imprescindibles para poder oponer una resistencia seria a las columnas de los sublevados, actuando en cada una de las localidades, de una forma descoordinada y autónoma.
En aquellos primeros instantes, la delimitación de los frentes era muy incierta, sin una definición clara, cambiando incluso algunas poblaciones varias veces de bando en pocos días.
Transcurridas esas primeras jornadas en las que se definió el fracaso o el triunfo local de la rebelión militar, cada bando intentó extender sus respectivas zonas de operaciones. A tal efecto se organizaron pequeñas columnas de muy heterogénea composición y dotación, levantadas generalmente en las capitales de las provincias, o en los pueblos más importantes.
Respecto a la organización y composición de esas columnas, se apreciaron desde el primer momento diferencias muy notables entre ambos bandos, que determinaron finalmente la victoria de los rebeldes sobre los gubernamentales.
Las columnas de los primeros solían contar, en muchos de los casos, con el refuerzo de las experimentadas unidades procedentes del Ejército de África, cuya sola presencia, especialmente la de los Regulares, causaba habitualmente un profundo temor e incluso pánico. Eran columnas bien instruidas y dotadas del armamento necesario, siendo dirigidas por cualificados cuadros de mandos profesionales y con una experiencia de campaña acreditada en su mayor parte en Marruecos. Las milicias de requetés y falangistas nutrieron con grandes contingentes de voluntarios que, a diferencia de lo ocurrido en el campo republicano, quedaron militarizados bajo una única autoridad y una única disciplina militar.
En cambio las columnas de los segundos, estaban lideradas en la mayoría de las ocasiones por dirigentes políticos o sindicales que carecían de los más elementales conocimientos de táctica militar, desconfiando por lo general de los mandos del Ejército afines, o de las fuerzas de Orden Público, que no se habían sublevado el 18 de julio. Eran por tanto, un conjunto de fuerzas heterogéneas e irregulares en su composición, carentes de cuadros y de disciplina, y sin más armas que fusiles y escopetas.
Frente a la coordinación, centralización y unificación del mando que desde Sevilla implantaron los sublevados, organizando el Ejército del Sur y dando al general de Brigada de Infantería José Enrique Varela Iglesias, desde el 28 de julio, el mando único de todas las columnas de operaciones, los gubernamentales no lo hicieron hasta el 15 de diciembre de 1936, fecha en la que el Ministerio de la Guerra creó su también denominado Ejército del Sur, dando el mando único al general de Brigada de Infantería Fernando Martínez-Monje.
Desde Cádiz y Sevilla los sublevados organizaron columnas para dominar sus respectivas provincias. Los amplios territorios que habían quedado en manos de la República se convirtieron en un objetivo prioritario para los generales Queipo y Varela, entre ellas la unión de Algeciras, Cádiz y Jerez con Sevilla, el enlace entre Sevilla y Córdoba, y el auxilio a Granada. Era una estrategia tendente a fortalecer las posiciones ganadas y a conjurar la amenaza proveniente de Andalucía oriental y de las regiones del levante mediterráneo sobre Granada.
SE ORGANIZAN LAS COLUMNAS DE OPERACIONES
Transcurridos unos diez días del inicio de la sublevación, se comenzó desde el Estado Mayor de la 2ª División Orgánica (Sevilla) a tomar el control de todas esas columnas, que carecían hasta ese momento de una visión estratégica, adelantándose así a los gubernamentales, cuyas columnas no se encontraban todavía eficazmente organizadas, coordinadas, ni dirigidas.
Para ello al mediodía del 28 de julio llega a Sevilla en un vuelo desde Tetuán, el general Franco para reunirse con los generales Varela, Queipo de Llano y Luis Orgaz. El general José Enrique Varela, que se había sublevado en Cádiz, recibe el encargo de hacerse cargo del mando de las columnas de operaciones rebeldes que operaban en el frente de Córdoba, y que junto al resto de las fuerzas de las guarniciones sublevadas de la 2ª División Orgánica, pasaban a integrar el denominado «Ejército de Operaciones de Andalucía», mandado por Queipo de Llano desde la capital hispalense. Varela regresó esa misma tarde a Cádiz para preparar su nuevo cometido, y Franco regresó a Tetuán.
LOS GENERALES FRANCO, VARELA Y ORGAZ, EN SEVILLADurante la mañana de hoy llegaron, sucesivamente, a Sevilla, en aviones, los generales Franco, Varela y Orgaz, quienes celebraron una reunión con el general Queipo de Llano en el edificio de la División Militar.La presencia de dichos generales en la antigua Capitanía General fue acogida con muestras de entusiasmo. Este culminó a la llegada del general Franco, a quien se vitoreó entusiásticamente.Los generales Franco y Varela regresaron a sus puestos de mando a primera hora de la tarde.19360728 007 ABC
Ha sido conferido el mando de todas las tropas del Ejército salvador que operan en Córdoba y su provincia al Excmo. Señor general, dos veces laureado, Excmo. Sr. Don José Enrique Varela Iglesias.19360806 008 ABC
Con objeto de marcar las oportunas directrices y objetivos tácticos, así como alcanzar la imprescindible acción de conjunto sobre las columnas propias que operaban en las provincias andaluzas, el general Queipo de Llano dispuso para su control, coordinación y reorganización, que dichas columnas, en lo sucesivo dejarían de actuar por iniciativa de sus responsables provinciales o locales, debiendo atenerse exclusivamente a las instrucciones que se impartieran desde su jefatura sevillana.
Así en la "Orden General del Ejército de Operaciones de Andalucía" correspondiente al 1 de agosto de 1936 y redactada en Sevilla por su jefe de Estado Mayor, el comandante José Cuesta Monereo, se ordenó que:
Así en la "Orden General del Ejército de Operaciones de Andalucía" correspondiente al 1 de agosto de 1936 y redactada en Sevilla por su jefe de Estado Mayor, el comandante José Cuesta Monereo, se ordenó que:
Los Jefes de columna que hayan estado desde el día 18, darán cuenta sucinta por escrito del resultado de las operaciones, forma en que han dejado los pueblos que han sometido, armamento facilitado, refuerzo dejado en los pueblos y demás datos que puedan interesar a este Cuartel General. En lo sucesivo cada Jefe de columna será provisto de unas instrucciones dictadas por este Estado Mayor, que servirán de norma de conducta y actuación en las operaciones encomendadas.
El 2 y 3 de agosto, dos columnas de regulares y legionarios, que habían sido transportados a la península en el puente aéreo, del que después hablaré, iniciarán desde Sevilla por la N-630 la marcha hacia Extremadura, con el fin de unir las zonas Sur y Centro, que se encontraban en poder de los sublevados. Cada una de las dos columnas estaba al mando del teniente coronel Carlos Asensio y del comandante Antonio Castejón. Era la primera acción coordinada desde el Estado Mayor sevillano.
El comandante Antonio Castejón Espinosa, era el jefe de la V Bandera de la Legión, y había llegado desde África el día 20 a Sevilla, y tras reafirmar el control del golpe en la capital hispalense, salió de la misma la noche del 24 de julio, con una columna formada por una sección de legionarios, una compañía de soldados de Infantería, una sección de morteros, guardias civiles, zapadores, dos piezas de artillería y dos autos blindados, por la carretera que lleva a La Roda de Andalucía, ocupando los pueblos sevillanos de Morón el día 25, Estepa el 26, Aguadulce el 28, Lora de Estepa y La Roda el 29, Casariche y Herrera el 31, y finalmente el pueblo cordobés de Puente Genil, el 1 de agosto. La columna de Castejón permaneció unas horas en Puente Genil ese día, y tras entregar el mando al comandante Rafael Corrales regresó a Sevilla para descansar un día, y ponerse en marcha en dirección a Extremadura el día 3 de agosto.
Comandante Antonio Castejón |
EL EJÉRCITO DE ÁFRICA
Los organizadores del movimiento habían otorgado a la Escuadra un papel trascendental. Debían realizar en los primeros días del alzamiento el transporte a la península de las fuerzas militares de Marruecos, las mejores preparadas y equipadas. Consideraban que la rápida presencia del ejército africano era un factor decisivo en el golpe de estado. Para ello el general Mola, planeó el paso por mar a la península de dos columnas del Ejército de África; una columna iría desde Melilla a Málaga, y la otra desde Ceuta a Cádiz y a Algeciras. Una vez en la península, ambas columnas confluirían en Córdoba, y continuarían hacia Madrid por el camino de Despeñaperros.
Sin embargo, la mayoría de los barcos de guerra se pronunciaron por la República. Las tripulaciones se apoderaron de la dirección de los barcos y encerraron a los mandos, registrándose actos de brutalidad, siendo algunos de ellos fusilados y arrojados al mar. Los que sobrevivieron, excepto unos pocos leales a la República, se adaptaron a la revolución de la marinería. No tenían otro motivo que el miedo para continuar en sus puestos.
Existía una gran desproporción de fuerzas en el mar a favor de los gubernamentales, sobre todo en lo que se refiere a destructores (16 a 1) y submarinos (12 a 0). La flota republicana era mucho más numerosa, tenía el control del Estrecho, pero carecía de mandos cualificados y además padecía una gran descomposición interna.
En definitiva, el Ejército de África no podía atravesar el Estrecho ni desembarcar en suelo español. Estaba embotellado; había perdido el dominio del mar en una zona vital para el desarrollo del conflicto.
Tampoco tenían aviación de transporte para traer a las tropas a la península, pues los únicos aviones de este tipo estaban en poder del gobierno del Frente Popular.
En la tarde del 19 de julio, tuvo lugar una reunión en el aeródromo de Sania-Ramel (Tetuán), en la que el capitán de aviación Francisco Arranz Monasterio, que era también ingeniero aeronáutico, explicó a Franco que la aviación había progresado tanto que el paso del Estrecho se podía hacer por aire sin depender de los barcos. El capitán Arranz impresionó tanto a Franco, que fue nombrado por éste Jefe de Estado Mayor de la Aviación en Marruecos. Pero para realizar este puente aéreo, el Ejército de África solo contaba con seis o siete aviones, y de una capacidad muy limitada.
La operación pudo y debió haber fracasado, pues la aviación republicana contaba con medios para haberla impedido o, al menos, obstaculizado seriamente: pero ninguno de los miembros del Gobierno de Madrid se percató de que la guerra se estaba decidiendo a 600 kilómetros de allí. Estaban obsesionados por la defensa de Madrid, concentrando allí sus medios aéreos. Durante las primeras semanas de la contienda, la superioridad numérica de su aviación era tan aplastante, que hubiera podido gozar de la supremacía aérea simultáneamente en ambos frentes de operaciones.
El lunes 20 de julio de 1936 se realizó el primer puente aéreo de la historia militar, que permitió al ejército de África burlar el bloqueo marítimo republicano del Estrecho. Tres trimotores Focker F-VII, volaron entre los aeródromos de Sania-Ramel (Tetuán) y Tablada (Sevilla). Ese día por la mañana toma tierra en Tablada el primer Fokker, pilotado por Ricardo Guerrero, que trasportaba nueve legionarios de la V Bandera al mando del teniente Francisco Gassol. La capacidad de los aviones Fokker era de 10 plazas, pero transportaban de 12 a 14 en cada vuelo.
Tropas de Regulares, descendiendo de un avión Fokker |
A estos trimotores se les unió el mismo 20 de julio por la tarde, el hidroavión Dornier “Wal” D-8, pilotado por el teniente de navío Enrique Ruiz de la Puente, transportando en cada uno de los dos vuelos que realizó esa tarde, una docena de Regulares pertenecientes al 3º Tabor de Larache al mando del comandante de Infantería Enrique Rodríguez de la Herrán. Los vuelos se realizaron entre los puertos de Ceuta y Algeciras. Los Dornier “Wal” tenían muy limitada su capacidad de carga, pero suplían esta deficiencia realizando entre cuatro y seis viajes diarios, dado que era más corto su trayecto. En cada vuelo pasaban doce o trece hombres, aparte de la tripulación.
Al final del día 20 habían sido llevados por ésta vía más de ochenta soldados del Ejército de África a Sevilla. El efecto moral y propagandístico fue enorme para todos. Pocos días después, estos mismos aparatos conseguirán efectuar cuatro viajes diarios cada uno, logrando trasladar cada vez a 16 hombres de Regulares y de la Legión, con sus equipos.
Hasta el 28 de julio, los aviones nacionales habían trasladado a la Península dos Banderas del Tercio (las V y IV), a un ritmo de unos 100 a 130 legionarios al día. Con esas tropas se afirmaban Sevilla y Cádiz, y se tomaba Huelva el 29 de julio, asegurando además Granada con un vuelo de refuerzo directo a esta población.
El 29 de julio se habilitó el nuevo aeródromo de Jerez de la Frontera (Zarandilla), con lo que también los aviones terrestres redujeron su recorrido y pudieron aumentar su carga útil y el número de sus rotaciones.
Alemania contribuyó sustancialmente a consolidar el puente aéreo, con la llegada de los primeros trimotores Junkers Ju-52, avión de transporte alemán. El primer Junkers Ju-52 llega el 30 de julio a Tetuán. Los restantes, hasta un total de veinte, fueron saliendo en vuelo, hasta el 13 de agosto, desde la fábrica en Dessau, al sur de Hamburgo, a Sevilla y Tetuán, en solitario o por parejas. No llevaban montados ni el armamento de la versión militar, ni las butacas de la civil; en su lugar incorporaban depósitos adicionales de combustible en el interior del fuselaje.
Hasta el 4 de agosto los pilotos nacionales y en menor medida alemanes, habían llevado en vuelo a la península tres de las seis banderas del Tercio (V, IV y VI por este orden) y tres de los quince Tabores de Regulares (1° y 2° de Tetuán, y 3° de Larache), a los que debían agregarse los dos Tabores pasados en barco en la noche del 18 al 19 de julio (1° y 2° de Ceuta).
En diecisiete días, del 19 de julio al 4 de agosto, fueron ocho los batallones trasladados a la Península, un tercio de los existentes, fuerza a todas luces insuficiente para cubrir los objetivos que a las tropas del Ejército de Marruecos deberían realizar en el movimiento iniciado.
Este sistema era lento y al general Franco le urgía pasar un contingente importante de tropas. Además esos hombres precisaban el material pesado de guerra, que los aviones no pueden transportar más que en escaso e insuficiente volumen. Cuaja así la necesidad de organizar urgentemente un convoy marítimo antes de que los republicanos tomaran la iniciativa e hicieran fracasar la única posibilidad que tenían para alcanzar la victoria.
Después de algunas dilaciones, el día 5 de agosto tiene lugar el paso del estrecho de un pequeño convoy, que luego sería llamado el “Convoy de la Victoria”, que burló la vigilancia de la flota republicana y llevó a Algeciras importantes fuerzas marroquíes.
El total de efectivos transportados, eran la i Bandera del Tercio, con su Plana Mayor y sección de Transmisiones de la 2ª Legión del Tercio, el 3º Tabor de Regulares de Melilla y personal del 3º Tabor de Regulares de Larache con material de transmisiones, 1.200 proyectiles de artillería, dos ambulancias, 76 hombres de la sección de Automovilismo, una estación de radio móvil y dos millones de cartuchos de fusil.
El convoy salió a las 17.50 de la tarde y a las 20.00 horas entraba en Algeciras. La flota gubernamental, tuvo tiempo más que suficiente para concentrarse íntegra en el Estrecho, hundir a todos los barcos nacionales y derribar o ahuyentar a los escasos aviones que protegían al convoy, pues la capacidad de fuego antiaéreo de sus cruceros y acorazados, representaba una potencia superior a la débil de los viejos y lentos aviones nacionales.
Teóricamente el convoy no tenía ni la más pequeña posibilidad de cumplir su misión; todos los barcos que lo componían debieron ser hundidos sin remisión. El que no sucediera así, resultó un fracaso para el gobierno y sus mandos militares.
CÓRDOBA
A finales del mes de julio, el general José Miaja, jefe entonces de la 3ª División Orgánica (Valencia), que se había mantenido fiel a la República, recibe la orden gubernamental de constituir una fuerte columna y marchar con ella, sobre Córdoba.
La acción de Miaja forma parte de la defensa de Madrid, una defensa lejana que trata de impedir el acceso a la meseta de las fuerzas africanas, bloqueando el camino tradicional que conduce al centro de España desde Sevilla y Córdoba a través del paso de Despeñaperros. En ese momento aún no se había iniciado el avance de los nacionales por Extremadura.
Inicialmente la columna de Miaja la componen fuerzas pertenecientes a la 3ª División y a la Base naval de Cartagena. La columna avanzó desde Albacete, y siguiendo la carretera que pasa por Alcaráz, Úbeda y Linares, llega el día 28 de julio a Montoro (Córdoba), donde fija su cuartel general. Dada la dificultad en tomar la capital, Miaja se centra en los pueblos, comenzando por la zona norte de la provincia cordobesa. De haber atacado en ese momento la ciudad, es muy posible que no hubiera resistido.
En vista de la amenaza que se cernía sobre Córdoba, la mañana del 4 de agosto el general Varela marchó de Cádiz hacia Sevilla, acompañado de un nutrido grupo de oficiales del Ejército, que conformaban su nuevo cuartel general, y una escolta de la Guardia Civil, presentándose a primera hora de la tarde ante el general Queipo de Llano para recibir instrucciones. A la mañana del día siguiente, se entrevistó nuevamente con Queipo marchándose seguidamente para Córdoba, reforzando la guarnición de la capital y dirigiendo diversas operaciones de ocupación de la zona del sureste comprendida entre los pueblos de Castro del Río, Espejo y Nueva Carteya, entre otros.
GRANADA
El 18 de julio de 1936, Granada era la sede de la 3ª Brigada de Infantería, perteneciente a la 2ª División Orgánica, que tenía su sede en Sevilla. Al mando estaba el general de Brigada Miguel Campins Aura, nombrado unos días antes del levantamiento militar (Gaceta de Madrid del 8 de julio). La guarnición militar de Granada estaba compuesta por unos 300 soldados del Regimiento de Infantería Lepanto nº 2, al mando del coronel Basilio León Maestre, y 180 soldados del Regimiento de Artillería ligera nº 4 (obuses), al mando del coronel Antonio Muñoz Jiménez, además de 120 Guardias de asalto y 100 Guardias civiles. En total unos 700 efectivos, entre militares y cuerpos de seguridad.
Tras unos días de tensión y de indecisión por parte del general Campins, la tarde del 20 de julio la guarnición de Granada se sublevó contra el Gobierno del Frente Popular. A las 17:00 horas, bajo el mando del coronel Antonio Muñoz, las tropas salieron de sus cuarteles y se dirigieron al centro urbano de Granada. Al general Miguel Campins, se le obligó a firmar el Bando de Guerra, llevándoselo posteriormente detenido a la Comandancia militar.
Este sistema era lento y al general Franco le urgía pasar un contingente importante de tropas. Además esos hombres precisaban el material pesado de guerra, que los aviones no pueden transportar más que en escaso e insuficiente volumen. Cuaja así la necesidad de organizar urgentemente un convoy marítimo antes de que los republicanos tomaran la iniciativa e hicieran fracasar la única posibilidad que tenían para alcanzar la victoria.
Después de algunas dilaciones, el día 5 de agosto tiene lugar el paso del estrecho de un pequeño convoy, que luego sería llamado el “Convoy de la Victoria”, que burló la vigilancia de la flota republicana y llevó a Algeciras importantes fuerzas marroquíes.
El total de efectivos transportados, eran la i Bandera del Tercio, con su Plana Mayor y sección de Transmisiones de la 2ª Legión del Tercio, el 3º Tabor de Regulares de Melilla y personal del 3º Tabor de Regulares de Larache con material de transmisiones, 1.200 proyectiles de artillería, dos ambulancias, 76 hombres de la sección de Automovilismo, una estación de radio móvil y dos millones de cartuchos de fusil.
El convoy salió a las 17.50 de la tarde y a las 20.00 horas entraba en Algeciras. La flota gubernamental, tuvo tiempo más que suficiente para concentrarse íntegra en el Estrecho, hundir a todos los barcos nacionales y derribar o ahuyentar a los escasos aviones que protegían al convoy, pues la capacidad de fuego antiaéreo de sus cruceros y acorazados, representaba una potencia superior a la débil de los viejos y lentos aviones nacionales.
Teóricamente el convoy no tenía ni la más pequeña posibilidad de cumplir su misión; todos los barcos que lo componían debieron ser hundidos sin remisión. El que no sucediera así, resultó un fracaso para el gobierno y sus mandos militares.
CÓRDOBA
A finales del mes de julio, el general José Miaja, jefe entonces de la 3ª División Orgánica (Valencia), que se había mantenido fiel a la República, recibe la orden gubernamental de constituir una fuerte columna y marchar con ella, sobre Córdoba.
La acción de Miaja forma parte de la defensa de Madrid, una defensa lejana que trata de impedir el acceso a la meseta de las fuerzas africanas, bloqueando el camino tradicional que conduce al centro de España desde Sevilla y Córdoba a través del paso de Despeñaperros. En ese momento aún no se había iniciado el avance de los nacionales por Extremadura.
General José Miaja Menant |
Inicialmente la columna de Miaja la componen fuerzas pertenecientes a la 3ª División y a la Base naval de Cartagena. La columna avanzó desde Albacete, y siguiendo la carretera que pasa por Alcaráz, Úbeda y Linares, llega el día 28 de julio a Montoro (Córdoba), donde fija su cuartel general. Dada la dificultad en tomar la capital, Miaja se centra en los pueblos, comenzando por la zona norte de la provincia cordobesa. De haber atacado en ese momento la ciudad, es muy posible que no hubiera resistido.
En vista de la amenaza que se cernía sobre Córdoba, la mañana del 4 de agosto el general Varela marchó de Cádiz hacia Sevilla, acompañado de un nutrido grupo de oficiales del Ejército, que conformaban su nuevo cuartel general, y una escolta de la Guardia Civil, presentándose a primera hora de la tarde ante el general Queipo de Llano para recibir instrucciones. A la mañana del día siguiente, se entrevistó nuevamente con Queipo marchándose seguidamente para Córdoba, reforzando la guarnición de la capital y dirigiendo diversas operaciones de ocupación de la zona del sureste comprendida entre los pueblos de Castro del Río, Espejo y Nueva Carteya, entre otros.
GRANADA
El 18 de julio de 1936, Granada era la sede de la 3ª Brigada de Infantería, perteneciente a la 2ª División Orgánica, que tenía su sede en Sevilla. Al mando estaba el general de Brigada Miguel Campins Aura, nombrado unos días antes del levantamiento militar (Gaceta de Madrid del 8 de julio). La guarnición militar de Granada estaba compuesta por unos 300 soldados del Regimiento de Infantería Lepanto nº 2, al mando del coronel Basilio León Maestre, y 180 soldados del Regimiento de Artillería ligera nº 4 (obuses), al mando del coronel Antonio Muñoz Jiménez, además de 120 Guardias de asalto y 100 Guardias civiles. En total unos 700 efectivos, entre militares y cuerpos de seguridad.
Tras unos días de tensión y de indecisión por parte del general Campins, la tarde del 20 de julio la guarnición de Granada se sublevó contra el Gobierno del Frente Popular. A las 17:00 horas, bajo el mando del coronel Antonio Muñoz, las tropas salieron de sus cuarteles y se dirigieron al centro urbano de Granada. Al general Miguel Campins, se le obligó a firmar el Bando de Guerra, llevándoselo posteriormente detenido a la Comandancia militar.
El comandante José Valdés Guzmán, junto a otros militares, salió de los cuarteles y se dirigió al Gobierno civil, donde destituyó y detuvo al Gobernador civil, César Torres Martínez, y se autoproclamó gobernador civil de Granada. Lo primero que hizo fue ordenar, mediante un telegrama a todos los jefes de Línea y puestos de la Guardia civil de la provincia, que declarasen el estado de guerra, así como que destituyeran a las autoridades locales del Frente Popular, y procedieran a nombrar comisiones gestoras en esos ayuntamientos. El comandante Valdés, además de militar, era jefe de las milicias de Falange en Granada.
Comandante José Valdés Guzmán |
Apoyadas por milicias falangistas, las tropas militares lograron hacerse rápidamente con el control del centro urbano. En poco tiempo se habían tomado todos los organismos oficiales. Los sublevados también lograron ocupar otros puntos estratégicos, como la fábrica de explosivos de «El Fargue», que se encuentra a unos siete kilómetros de Granada. Era la mayor instalación de explosivos y pólvora de España, y una de las más grandes de Europa. La fábrica jugará un papel decisivo en el curso de los acontecimientos posteriores.
Al atardecer de aquel día la mayor parte de la ciudad se encontraba bajo control de los sublevados. El número era escaso, por lo que se limitaron a organizar la defensa de Granada, controlando las vías de entrada a la misma, y realizando esporádicas y limitadísimas operaciones de salida.
Entre el 20 y el 21 de julio, una mayoría de los puestos de la Guardia civil de Granada secundaron las órdenes de sus superiores, proclamando el estado de guerra y suspendiendo a los ayuntamientos de izquierdas. Ante la resistencia popular que intenta hacer frente a la insubordinación, la Comandancia de la Guardia Civil ordena el 22 de julio que las fuerzas de los puestos se concentren en las cabeceras de Líneas, con el fin de “defenderse mejor de las turbas rojas”.
Es por lo que a la guarnición de Granada, habría que añadir los guardias civiles que se replegaron hacia la capital, procedentes de Lorca, de la comandancia de Jaén, capital que se había mantenido fiel al gobierno, y de muchos otros pueblos donde no había triunfado el levantamiento. Todas estas fuerzas, quedaron al mando del coronel Basilio León Maestre, que se convirtió en el nuevo comandante militar de Granada tras la destitución del general de brigada Miguel Campins. Este sería fusilado por Queipo de Llano en Sevilla el 16 de agosto de 1936, tras un Consejo de Guerra sumarísimo (Causa nº 122/36).
La mañana del 21 de julio es conquistado el aeródromo de Armilla, cercano a Granada por las tropas sublevadas. Las fuerzas republicanas consiguieron destrozar, antes de marcharse, los dos aviones de reconocimiento que quedaban en los hangares. A poco de ser conquistado, tomaban tierra en él tres aviones de caza Nieuport Ni-52 que venían de Getafe, los cuales eran ignorantes de que aquel aeródromo se encontraba ya en manos de los nacionales. Estos aviones supusieron un inesperado y valioso refuerzo a los sublevados de Granada, cuya situación resultaba difícil al estar rodeada de capitales que se habían mantenido fieles al Gobierno. La patrulla de Nieuport quedó dedicada a la defensa de la ciudad, prácticamente sitiada.
En los siguientes días, cuando se hubo consolidado las posiciones de las milicias republicanas que se resistieron al golpe, desde las provincias limítrofes, se inició una ofensiva de columnas mixtas hacia la capital granadina, que fue contrarrestada mediante esporádicas y limitadas operaciones terrestres.
Entre el 20 y el 21 de julio, una mayoría de los puestos de la Guardia civil de Granada secundaron las órdenes de sus superiores, proclamando el estado de guerra y suspendiendo a los ayuntamientos de izquierdas. Ante la resistencia popular que intenta hacer frente a la insubordinación, la Comandancia de la Guardia Civil ordena el 22 de julio que las fuerzas de los puestos se concentren en las cabeceras de Líneas, con el fin de “defenderse mejor de las turbas rojas”.
Es por lo que a la guarnición de Granada, habría que añadir los guardias civiles que se replegaron hacia la capital, procedentes de Lorca, de la comandancia de Jaén, capital que se había mantenido fiel al gobierno, y de muchos otros pueblos donde no había triunfado el levantamiento. Todas estas fuerzas, quedaron al mando del coronel Basilio León Maestre, que se convirtió en el nuevo comandante militar de Granada tras la destitución del general de brigada Miguel Campins. Este sería fusilado por Queipo de Llano en Sevilla el 16 de agosto de 1936, tras un Consejo de Guerra sumarísimo (Causa nº 122/36).
La mañana del 21 de julio es conquistado el aeródromo de Armilla, cercano a Granada por las tropas sublevadas. Las fuerzas republicanas consiguieron destrozar, antes de marcharse, los dos aviones de reconocimiento que quedaban en los hangares. A poco de ser conquistado, tomaban tierra en él tres aviones de caza Nieuport Ni-52 que venían de Getafe, los cuales eran ignorantes de que aquel aeródromo se encontraba ya en manos de los nacionales. Estos aviones supusieron un inesperado y valioso refuerzo a los sublevados de Granada, cuya situación resultaba difícil al estar rodeada de capitales que se habían mantenido fieles al Gobierno. La patrulla de Nieuport quedó dedicada a la defensa de la ciudad, prácticamente sitiada.
En los siguientes días, cuando se hubo consolidado las posiciones de las milicias republicanas que se resistieron al golpe, desde las provincias limítrofes, se inició una ofensiva de columnas mixtas hacia la capital granadina, que fue contrarrestada mediante esporádicas y limitadas operaciones terrestres.
En esos primeros días de la guerra, predominaba la euforia en el bando gubernamental y se consideraba que la caída de Granada era inminente y fácil, dado el "cerco de hierro" impuesto a la guarnición insurrecta, con escasa tropa y sin posibilidades de enlazar con Sevilla. La capital granadina, desde el día 23, incomunicada con el exterior, por teléfono y telégrafo, estuvo siendo sometida a un intenso y cómodo bombardeo por parte de los aviones republicanos con base en Málaga y en Guadix.
Por la carretera de Antequera a Granada, como ya hemos visto en la Crónica «LOS PRIMEROS VEINTICINCO DÍAS DE LA GUERRA CIVIL EN ANTEQUERA», el día 23 de julio, una columna miliciana formada en Antequera por el alcalde socialista, Antonio García Prieto, con el apoyo posterior de otra procedente de Málaga, conquistan Loja, replegándose la Guardia civil sobre Huétor Tajar, y de aquí, marcharon hacia Granada.
Otra columna partió de Almería el día 22, al mando de Antonio Pretel Fernández, diputado comunista por Granada, estando formada por las milicias comunistas, socialistas y anarquistas, y por tropas republicanas venidas de Alicante, con fusiles, cuatro ametralladoras y bombas de mano. En la madrugada del 23 de julio, llegan a Guadix y sitian el cuartel de la Guardia civil. El día anterior, las fuerzas de dicho cuartel habían recibido un refuerzo de cuarenta guardias civiles enviados desde Granada. El 24 de julio, llegó un grupo de mineros de Alquife con cargas de dinamita, y se entabló una dura batalla que duró doce horas. Finalmente la guardia civil y algunos falangistas que se encontraban en el interior, evacuan el cuartel y se dirigen a Granada. En el combate murieron veinte defensores del cuartel y fueron hechos prisioneros otros cincuenta.
Ante el avance de las milicias por la carretera de Guadix, el día 28, los sublevados refuerzan con una Compañía de Infantería el control de la fábrica «El Fargue». La fábrica, está a mitad de camino de la carretera de Granada a Huétor Santillán, por lo que el control de este pueblo era fundamental para frenar a las tropas provenientes de Guadix. Para ello se mandaron desde de la capital granadina, sesenta guardias civiles al mando del teniente de la Guardia civil, Mariano Pelayo Navarro, que ocuparon el pueblo.
La ofensiva organizada la tarde del 29 de julio, desde Guadix contra Granada, fracasó al quedar las columnas milicianas detenidas en Huétor Santillán, por la acción de los sesenta guardias civiles venidos de la capital granadina. Al día siguiente una columna de milicianos trató otra vez de conquistarla, pero los republicanos fueron rechazados de nuevo, con la ayuda de dos aviones provenientes de Armilla, que dejaron caer varias bombas sobre la columna atacante, sembrado el pánico en la misma. Los milicianos se retiraron dejando atrás un buen número de muertos y gran cantidad de armamento. Los nacionales capturaron veinte prisioneros.
El general Queipo de Llano en sus emisiones radiofónicas desde Radio Sevilla, hizo un “Elogio de la guarnición de Granada”.
Yo saludo con el mayor entusiasmo, aunque ya lo he hecho personalmente a uno de ellos, a esos bravos aviadores de Granada, que con el mayor entusiasmo están infringiendo duro castigo a los pueblos de Guadix y Loja, que abiertamente se han puesto al lado del Gobierno. Esos dos pueblos han sufrido tan duro castigo, que seguramente perdurará en ellos la memoria de este día de ayer, día de Santiago. Pero esos dos aviadores forman parte de una guarnición, la de Granada, que tan brillantemente se portó prendiendo al general Campins, que los tuvo engañados, y que reaccionaron dignamente, y lo encarcelaron, poniéndose inmediatamente a nuestro lado. Esa guarnición de Granada, compuesta por un regimiento de Infantería y otro de Caballería, auxiliados por varios miles de falangistas, de todos, los hombres que sienten la dignidad de la Patria, están haciendo una admirable labor de abnegación y de heroísmo. Granada puede dormir tranquila, porque tiene en los pechos de esos bravos la muralla que ha de defenderla contra los avances de la canalla marxista. ¡Bien por la guarnición de Granada!19360727 003 ABC
Tengo un parte oficial de Granada, adonde había acudido ayer una columna con el objeto de atacarla, parte que dice así: El combate duró varias horas y el resultado de él está conseguido en los siguientes términos:Formada por marineros de San Javier, soldados de Los Alcázares y artilleros de Cartagena y unos 800 paisanos, llegó esta columna, que fue rechazada hasta Guadix, dejando en nuestro poder dos piezas de artillería con doscientos proyectiles, tres ametralladoras, un camión con dinamita, nueve camiones, dos coches con menaje y equipajes de la columna. El enemigo dejó abandonada gran cantidad de municiones, así como 26 uniformes.de marineros, una guerrera de teniente y nueve muertos, sin que nos hayan causado baja alguna. (Charla de Queipo de Llano)
19360731 013 ABC
La masacre que sufrieron la columna estaba cantada desde que se metieron por un terreno que es muy fácil de perderse y difícil de defenderse (...) desde luego los que vinieron al mando y aquellos milicianos no sabían donde se metían (...) y así terminó aquello.
Sin duda alguna, este primer fracaso de las columnas, fue un factor decisivo para levantar la moral de los nacionales granadinos, hasta entonces agobiados por el cerco que habían tejido las columnas republicanas sobre Granada.
También desde Motril, una columna llegada desde Almería, tras asegurar la situación de la población de Motril al sector republicano, y reforzarse con milicianos procedentes de Málaga y del propio Motril, la tarde del día 30 de julio, inició un avance en dirección a Granada, al mando del diputado comunista Adriano Romero Cachinero. Cuando llegaron a las inmediaciones del río Ízbor, encontraron una fuerte resistencia por parte de la Guardia civil que allí se encontraba, deteniendo el avance de la columna miliciana, quedando estabilizado el frente en ese punto.
Como ya he comentado, la capital estaba cercada, rodeada por otras provincias donde el golpe había fracasado, aunque sin verse sometida a una presión agobiante, ya que conservaba una amplia zona de influencia que llegaba a los quince o veinte kilómetros en las direcciones oeste, norte y este, y más de cuarenta hacia el sur. La captura del aeródromo de Armilla situado a varios kilómetros de Granada, permitía mantener el contacto con las demás zonas sublevadas, especialmente con Sevilla, así como la recepción de armamento, medicamentos y refuerzos por vía aérea.
El 30 de julio llegó a Granada por avión desde Sevilla el coronel Antonio González Espinosa, hombre de toda confianza de Queipo de Llano, para hacerse cargo del mando de la plaza en sustitución del coronel Basilio León Maestre. Los días 3 y 4 de agosto, llegan también por vía aérea tres compañías de la Legión a Granada (VI Bandera de la Legión y el Tabor núm. 4 de Larache) para reforzar las defensas de la capital.
En los primeros días de agosto, el general Toribio Martínez Cabrera, comandante militar de Cartagena, organizaría unas nuevas columnas republicanas, mucho más reforzadas, que se dirigen de nuevo hacia Granada para su conquista definitiva. Bajo su mando, también tendría a las columnas que se organizarían en Almería y Málaga. En las mismas, ya había una estructura, organización y mando militar. Estaban integradas por fuerzas del Regimiento de Infantería de Marina nº 34 de Cartagena, de marinería, de Aviación, de la Guardia Civil, de Carabineros y de Asalto, a la que se unió una sección del Batallón de Ametralladoras nº 3 de Almería y un grupo de soldados de Aviación de la base de Armilla evadidos de Granada. Durante su avance fueron ocupando gran número de pueblos de la provincia, a la par que se le iban uniendo las milicias locales.
Por el norte, avanzaron dos columnas, una que penetraba por la carretera de Jaén, y otra por la de Guadix. Desde Almería, procedían otras dos columnas, una que marchaba por la falda sur de Sierra Nevada, hasta Órgiva, y otra que venía por la costa, en dirección a Motril, para después coger la carretera hacia el interior.
Otras dos columnas procedían de Málaga, una iba por la costa para unirse en Motril a la columna que procedía de Almería, y otra que avanzaba por la carretera de Torre del Mar en dirección a Alhama de Granada.
El avance de las columnas de Loja y Alhama, se paralizaron a partir del día 7 de agosto. La causa fue el fortalecimiento de las fuerzas rebeldes, por la entrada en combate de las compañías de la Legión que habían llegado a Granada en avión, y por el continuo bombardeo que estaban sufriendo los milicianos por parte de la aviación de Armilla.
El propio gobernador civil de Málaga, José Antonio Fernández Vega, tras pasar revista el día 9 de agosto, al frente de Alhama de Granada describe una situación poco propicia para que los republicanos de la zona cooperen a la ocupación de Granada. Apunta a la falta de disciplina de las milicias, las incursiones del enemigo, escaso nivel de instrucción de las fuerzas voluntarias, así como la carencia de armamento y munición.
En Alhama, el cuartel general de las mismas, he podido observar la moral elevada y la disciplina de todas las fuerzas regulares del Ejército, Asalto, Guardia Civil y Carabineros. La falta de disciplina e instrucción de las milicias obstrucciona el avance de las fuerzas regulares y dificultan extraordinariamente esta labor. Las milicias que allí operan deprimidas por la presencia constante de aviones enemigos y más que por esto por su poco deseo de actuar como fuerzas de choque tratando de justificar esta actitud censurable por el abandono en que el Gobierno les tiene no facilitándoles medios análogos a los que posee el enemigo...
Vista la inacción con respecto a Córdoba, del general Miaja desde su cuartel general en Montoro, el general Varela preparó un plan para socorrer a la capital granadina. Las incursiones republicanas eran continuas, y daba la sensación que esa situación no podría mantenerse durante muchos días. La única comunicación existente entre Sevilla y Granada, era exclusivamente a través de avión.
En este sentido, el mando rebelde marca el 11 y el 12 de agosto como fechas para el inicio de las operaciones militares sobre esta zona. Y esas acciones pasaban por la ocupación de Antequera, y los municipios norteños de su término, Fuente de Piedra, Humilladero y Mollina.
LA TOMA DE ANTEQUERA
El día 10 de agosto, el general José E. Varela se encontraba en Córdoba, dedicado a la formación de las columnas y al estudio de planes para la operación que se iba a iniciar sobre Antequera. En base a esos planes, ordenó que a las 17 horas del día siguiente, las columnas que iban a entrar en combate, empezaran a concentrarse en La Roda, Casariche, Estepa, Lora de Estepa y Puente Genil.
Con el fin de dirigir las maniobras directamente, el general Varela, a las 17,50 horas salió de Córdoba con su Estado Mayor, ayudante y escolta con dirección a Estepa, llegando a las 20 horas en donde pernoctó.
Las concentraciones de fuerzas que se realizaron en cada pueblo, muchas de ellas venidas en avión de África, fueron:
LA RODA
3º tabor de Regulares de CeutaUna batería de artillería de 75 mm de SevillaCinco autos blindados
CASARICHE
Una compañía de Zapadores de cuatro seccionesUna compañía del Tercio de la 6ª Bandera
ESTEPA
Un tabor de Regulares de MelillaUna compañía de marineríaUna batería de artillería de 70 mm de Córdoba
LORA DE ESTEPA
Una compañía de Sanidad Militar
PUENTE GENIL
Dos compañías del Regimiento Infantería Granada nº 6Un escuadrón de Regulares pie a tierraUna sección de ametralladoras transportadaDos secciones de obuses 155 mm.Una batería de 75 mm transportada de CórdobaColumna de municionesTres estaciones ópticas y una de radio
La misión de la columna era la ocupación de Antequera con objeto de establecer las comunicaciones con Granada. La maniobra de ataque consistía en fijar por el fuego artillero las defensas situadas al sur de Antequera, y envolver por el este y oeste las alturas que dominan a la población. Todas las fuerzas llevaron dos días de rancho frío correspondientes a los días 12 y 13 de agosto.
Los objetivos intermedios eran la toma de los pueblos al paso: primero Fuente de Piedra, segundo Humilladero y Mollina, y tercero la carretera de los Enamorados a Campillos. El pueblo de Alameda quedaba fuera de los planes de ataque inminentes (sería conquistada el 19 de agosto), así como Cartaojal (el 26 de agosto)
Los informes de que disponía el Estado Mayor del general Varela de la situación de estos pueblos, mostraban un denominador común en todos ellos: la baja moral, la escasa capacidad y motivación para la resistencia y la prácticamente nula disciplina de las milicias para con sus mandos. Se sabía de la existencia de algunas trincheras, mal defendidas, principalmente en la carretera entre La Roda y Humilladero.
En cuanto a Antequera, los informes decían que en el cuartel de la Guardia civil que se encontraba a la entrada de la población, permanecían unos cincuenta guardias dispuestos a unirse a los nacionales en cuanto les fuera posible. En la misma entrada, y un poco más dentro de la ciudad, contaban con una “gran masa fortificada de milicianos”, con 2 o 3 ametralladoras, unos 100 fusiles y unos 2.000 hombres con escopetas y pistolas.
De noche, en la primera hora del día 12 de agosto, empezaron a moverse las primeras tropas que constituirían la vanguardia de la columna. Esta estaba mandada por el coronel de Infantería Eduardo Sáenz de Buruaga, cuya actuación fue decisiva para asegurar el control de Tetuán el 17 de julio, y estaba constituida por cinco autos blindados, un tabor de Regulares, una batería de 75 mm, una batería de 70 mm, una compañía de Zapadores y una estación óptica. Las fuerzas de vanguardia siguieron el itinerario de la carretera general de La Roda a Fuente de Piedra. El grueso de la columna, unos tres mil hombres, siguió a la vanguardia a una distancia de tres kilómetros.
Coronel Eduardo Sáenz de Buruaga |
Ante la preocupación por la actuación de la aviación republicana, procedente de Málaga, se ordenó que se mantuviera una distancia de seguridad de hasta doscientos metros entre los camiones que constituían el grueso de la columna, y con instrucciones precisas para que en caso de bombardeo, se realizara la ocultación de vehículos, materiales y estación de radio, entre árboles, abrigos naturales o en los pueblos ya ocupados.
A la hora de entrar en los municipios, se estableció la obligación de adelantar vehículos ligeros de vigilancia, que efectuaran una primera exploración y comprobarían la veracidad de los informes, realizando posteriormente la ocupación del pueblo por envolvimiento, evitando así caer en emboscadas y dejando al enemigo, ya aislado, sólo una salida, a través de la cuál podría ser fácilmente batido con ametralladoras situadas en puntos estratégicos.
A las 3,45 horas salió de Estepa el general Varela con su Estado Mayor, ayudante y escolta para dirigir la operación.
Conseguido el primer objetivo intermedio, que era Fuente de Piedra, continuó la vanguardia y ocupó Humilladero y Mollina, siguiendo luego por la carretera general hasta la bifurcación (kilómetro 12) en que los tabores de Regulares continuaron por la carretera de la estación de Fuente de Piedra a Antequera, pasando el río Guadalhorce por el vado que existe inmediato a dicha carretera, continuando por la cañada y alturas que dominan Antequera por el Oeste. […] La maniobra de la vanguardia fue apoyada por el grueso y completada por el mismo. […] Todos los objetivos de esta operación se alcanzaron con escasa resistencia por parte del enemigo. […] En todos los pueblos que constituyeron los objetivos intermedios, se procedió al nombramiento de la comisión gestora. Se pasaron a nuestras filas un brigada de la Guardia civil, un sargento y 17 guardias. Tres aparatos de bombardeo enemigos bombardearon dos veces nuestras fuerzas durante un periodo de veinte minutos. […] Nuestras bajas fueron las siguientes: tres muertos de tropa (Regulares), un oficial de Caballería herido, el cadete don Ricardo Aguilar herido, diez de tropa heridos y uno de tropa contuso.
Los aparatos de bombardeo republicanos a los que se refiere el informe, eran tres Vickers Vildebeest, que habían despegado de Málaga, del aeródromo El Rompedizo, y que iban protegidos por un caza. A su encuentro fue el capitán Joaquín García-Morato, que con un caza Nieuport, que había despegado de Córdoba, iba protegiendo el avance de la columna del general Varela. Uno de los Vickers fue interceptado y derribado por García-Morato, cayendo en Cártama. En el diario de vuelo de éste se puede leer:
12 de Agosto, desde Córdoba, con Nieuport, protección Breguet y columna Varela que se dirige a Antequera, impidiendo bombardeo enemigo, atacando a tres Vickers y un caza, y derribando un Vickers
La ocupación de Fuente de Piedra y Humilladero se realizó sin apenas oposición. Mayor fue la resistencia en Mollina, donde a primera hora de la mañana llegó la vanguardia de la columna del coronel Sáenz de Buruaga. Eran solo una treintena de milicianos, que con más heroicidad e ilusión que armas y preparación para la defensa, pretendían detener a toda una columna de militares profesionales, muy superior en número. En escaso tiempo los defensores se fueron dispersando, siendo perseguidos dentro del pueblo por los Regulares, que les iban abatiendo mientras corrían, al mismo tiempo que lo hacían con algunos vecinos que se encontraban accidentalmente en la calle. Entre los muertos y heridos, hubo algún soldado de los atacantes.
El asalto a Antequera, se dio después de una intensa preparación artillera y de bombardeo de la aviación nacional. Esa mañana, sobre las siete, un bombardero Breguet de los nacionales, que iba protegido por el caza de García-Morato, había dejado caer unas bombas en la población. Fue la señal para iniciar la desbandada de los defensores con sus familias. Así lo cuenta un testigo de lo ocurrido en «El Sol de Antequera» del 12 de agosto de 1938:
Me ha despertado el bordoneo de los motores de una patrulla de aviones. Mi escondite tiene un balcón a un patio y por él veo en el cielo uno de los aparatos que vuela muy bajo. Son las seis y cuarenta minutos de la mañana. Comienzan a sonar explosiones de bombas continuando los estampidos con cortos intervalos hasta las siete y cinco. Poco después soy informado de que una bomba ha derribado en el Paseo a «la Negrita» castigo acaso a encontrarse disfrazada de miliciana comunista. Otras han caído en las inmediaciones de la plaza de Abastos y en el barrio de Santiago.8 de la mañana. — Me traen la noticia de que las tropas nacionales acaban de ocupar sin resistencia Fuente de Piedra y que marchan sobre Humilladero.9 de la mañana. — He logrado ver la calle por una rendija en el momento en que pasaba García Prieto con el «Niño Isidro». El primero viste traje marrón y camisa sport blanca, cuyo cuello vuelve sobre el de la americana. Lleva colgados una pistola ametralladora y unos prismáticos. El «Isidro» lleva pantalón negro, camisa ¡azul! y corbata roja; sobre el hombro, cogido por el cañón, un máuser. Va diciendo a García Prieto:— Hay que acabar con los bulos. Hoy dicen que los «farsiosos» han «tomao» Fuente-Piedra.—Lo malo es, contesta Prieto, que la han «tomao» sin pegar un tiro.Hay extraordinario movimiento de camionetas con milicianos. Todas parecen dirigirse a Mollina.11 de la mañana. —Me dan la noticia de que ha sido tomado Humilladero.1 de la tarde. — Dicen que es tan intenso el tiroteo, que las camionetas que fueron a Mollina tuvieron que volver desde la Fuente de dicho pueblo.Se espera la llegada de tropas rojas.3 de la tarde. — La hora de nuestra liberación está muy próxima. La artillería del Ejército Nacional ha comenzado el bombardeo. Los estampidos de los cañones y las explosiones de las granadas se suceden sin interrupción. Aunque las mujeres y los niños están horrorizados, en mis oídos suenan como toque de gloria.Ha llegado un tren militar de los rojos con la locomotora tan averiada que no ha podido pasar de esta estación. Al cruzar los llanos de la Dehesilla fue tiroteado por un fuerte núcleo de Regulares que avanzaban hacia los cerros, desplegados, ocupando una considerable longitud. También aseguran que la carretera de Mollina a Antequera está totalmente ocupada por una enorme columna de camiones.Otro notición es que los marxistas han comenzado a huir de Antequera y la población se está quedando sola.5 de la tarde. —He vuelto a asomarme por una rendija y ver la calle. Una camioneta que hay parada se dispone a salir al encuentro de las tropas nacionales. Un individuo advierte a sus ocupantes que ya no se puede llegar al puente por la carretera de Mollina y en vista de ello los rojos de la camioneta dicen que van a establecer una avanzadilla en las laderas de la Torre del Hacho, y se marchan por la carretera de Málaga. Comienza a oírse fuego de fusilería.7 de la tarde. — Suena repetidamente un toque de sirena. En la entrada de la Alameda se oye gritar ¡Viva España! La calle está sola y a oscuras. Por el lado de la Torre del Hacho se oye algún que otro disparo de fusil. En el cuartel de la Guardia Civil y alguna otra casa de la entrada de la Alameda han puesto banderas blancas.Un largo silencio. Unas increpaciones por haber puesto las banderas blancas y orden de quitarlas. Nuevo silencio.Sobre las 9 de la noche. — Antes de que se oiga esta hora vuelve a oírse intensamente la sirena. Unos guardias civiles van ordenando que se abran puertas y ventanas, encendiendo las luces de los portales y habitaciones exteriores y que se pongan banderas blancas.De pronto rompe la oscuridad el haz luminoso de un reflector que desde el final de la Alameda ilumina alternativamente las entradas de calle Cantareros y calle Estepa.Un fuerte ruido de pasos acompasados. La luz del proyector que se quiebra sobre unas largas filas de cascos de acero que avanzan por las aceras, voces varoniles que cantan:«Soy valiente y leal legionario, soy soldado de brava legión...»Me lanzo al balcón abierto y rompiendo el nudo con que la emoción atenaza mi garganta, grito con toda la fuerza de mis pulmones: ¡Viva España! ¡Viva el Ejército!Y un hombre, vestido con un «mono» blanco, cuyo pecho cruza la gloriosa Bandera bicolor, a modo de banda, (José García Carranza, «El Algabeño») me contesta, indicando a un jinete que avanza por el centro de la calle:— ¡Viva el general Varela!
Una gran mayoría de los milicianos, autoridades y población civil, sabedores de la proximidad de las tropas de Varela, y del inminente avance de las mismas, huyeron a la capital malagueña, entre ellos el alcalde Antonio García Prieto y el teniente de alcalde, Juan Villalba Troyano, que lo hicieron por la carretera de Villanueva de Cauche, dejando atrás días de una violencia implacable contra religiosos y personas de derechas. Otros se ocultaron en el campo o en las sierras próximas. El resto permaneció en la ciudad con la esperanza de no ser culpados al no haber cometido delitos de sangre.
Sobre las ocho de la tarde, las primeras tropas que constituían la avanzada, hicieron su entrada en la población, sin encontrar apenas resistencia alguna, pasando a ocupar lugares estratégicos.Mediada la tarde de aquel 12 de agosto se dio la orden de partida desde el cruce de Campillos, en cuya vanguardia iba R. nuestro corresponsal. Al mando del capitán legionario Juan Salguero, llegaron a la Verónica al atardecer. “Ni un tiro ni una alarma, y como ya se caminaba con precauciones entre las huertas el paso era lento y nos llegó la noche” nos dice. Estando allí analizando los peligros, otro confidente les comunica que en el cuartel de la Guardia civil hay unos 50 guardias dispuestos a cambiar de bando, dispuestos a unirse a ellos, y tras los permisos correspondientes disponen liberarlos, y justifica su presencia en el grupo de “libertadores” por ser conocedor de la ciudad.Con las debidas precauciones suben la cuesta ya noche en un blindado: a una banda y otra del carro el comandante médico Blázquez Bores, el cabo Salomón Pizarro, los guardias José Marín Mora, Luis Martos Álvarez, Francisco Espada Jiménez, y el chofer, de cuyo nombre no se acuerda, pero sí que murió al día siguiente en un bombardeo de la aviación republicana.R. nos dice que por confidencias de un pasado “se suponían en Antequera unos dos mil hombres armados con alguna fortificación en la venta de la Piscina y en Colegio de San Luís, quizás con algunas ametralladoras emplazadas en esos sitios y quizás también en la Plaza de Toros”.Suben la cuesta disparando descargas cerradas en torno al paseo y al parque con el reflector encendido y con potente sirena aullando, y hubo un momento de peligro, pues nos dice que oyeron ruidos y vieron a milicianos armados rondar entre las sombras a los que hicieron huir a base disparos y bombas de mano, y como no tenían claro la sincera adhesión de los guardias civiles enfilaron sus cañones tiroteando al cuartel hasta que una bandera blanca y un enronquecido ¡Viva España! rompió el silencio que tanto le sobrecogía y desasosegaba… Eso, ocurrió entre las nueve y media y las diez de la noche del día doce, y según R. minutos después hacía su entrada el general Varela por la Alameda.Cuando sobre la diez de la noche aparca el blindado en la puerta del cuartel de la Guardia civil, Antequera era una ciudad casi fantasmal.Julio colérico – J.L. Conde Ayala - De la Toma de Antequera, Notas de un testigo. R.- EL SOL DE ANTEQUERA
A las 22,30, montado a caballo, entró el general José E. Varela en la población, con todo su cuartel general y escolta, así como los diestros taurinos, el rejoneador cordobés Antonio Cañero Baena y el torero sevillano José García Carranza, «Pepe el Algabeño». También entraron ese día, varios antequeranos, como los hermanos José y Ramón Casaus Arrese-Rojas, capitanes de Infantería e Intendencia respectivamente, y el médico Francisco Blázquez Bores.
Al frente de la tropa que venía de Sevilla, llegó un camión blindado, que se paró a la puerta del Hospital. De él descendió un oficial de la Legión —el teniente Morales-- y un señor mayor vestido con un mono azul y pistola al cinto. Era el doctor D. Francisco Blázquez Bores insigne médico, natural de Antequera, que ejercía en Sevilla, y venia a interesarse por sus familiares. Los recibí en la puerta a donde me había ido al sentir los tiros.Doctor Francisco Giménez Reyna – MEMORIAS DE UN CIRUJANO RURAL
A la entrada de las tropas sublevadas en la ciudad, aún permanecían en la misma algunos milicianos, como los que constituían el relevo entrante de la guardia del Hospital:
Llega a la puerta del Hospital un grupo de unos diez individuos con traje de paisano, brazal rojo en el brazo izquierdo y armados con fusiles y escopetas de caza. Uno de ellos se queja del excesivo calor y Sáenz de Buruaga pregunta quiénes son:— La guardia que entra a relevar a la que se marchó antes de llegar usted— contesta el director del Hospital.Entonces el jefe legionario dice al que parecía ser el jefe de los recién llegados:—¡Muchacho, hay que gritar Viva España!Y el interpelado contesta que él no sabe gritar eso, que sólo aprendió a gritar —¡Viva la República! —.Una sonora bofetada retumbó como un cañonazo en el silencio de la noche, a la vez que salía del Hospital un grupo de legionarios a los que su jefe ordenó que se llevaran detenidos a los milicianos.
Juan Salguero Infantes, aunque en un párrafo anterior, se le nombra como capitán, realmente era teniente de Infantería en la VI Bandera de la Legión. Había nacido en Campillos el 1 de julio de 1911, y era hijo del médico don Juan Salguero Morales, y de doña Emilia Infantes Pineda. Tenía por tanto 25 años. Falleció el día 25 de noviembre de 1936, a consecuencia de las heridas recibidas en acción de guerra en el frente de Madrid.
En las memorias de Federico Manzano Sancho, en su página 100 dice:
Algunos días después llega a Granada el teniente legionario Juanito Salguero, gran amigo y pariente, y almorzamos con él, mi tío Federico y yo en un Restaurant y nos dice que han tomado Bobadilla (14 de agosto) y que por el cortijo de la Alberquilla han matado y quemado a algunos de Campillos (3 de Agosto) y que el Capitán no le quiso dar permiso para ir a ocupar este pueblo y salvar a su padre.
Al padre del teniente Salguero, Juan Salguero Morales (57 años), lo asesinaron en Campillos el 6 de septiembre. Ese día, a las 13 horas, se presentaron en el domicilio del médico, unos milicianos armados, llevándoselo detenido. No se tiene información de donde fue asesinado y por quién. El 13 de septiembre, al entrar las tropas nacionales en el pueblo, fue descubierto su cadáver insepulto, a las afueras del mismo.
La ocupación de Antequera hizo temer a los mandos republicanos que la siguiente maniobra se dirigiese hacia la capital malagueña, distante sólo a cincuenta kilómetros. Sin embargo, de momento el objetivo principal de Queipo de Llano era el levantamiento del cerco de Granada, que se produciría seis después, el 18 de agosto.
En el parte diario del Ejército del Sur, se dice:
12 de agosto de 1936. Ejército del Sur: Una columna al mando del general Varela ocupó Fuente de Piedra, Humilladero, Mollina y Antequera, derrotando a los elementos marxistas que opusieron resistencia en Fuente de Piedra y Humilladero y muy fuerte en Mollina, efectuando a continuación el envolvimiento de Antequera. El enemigo huyó por la sierra del Torcal. Durante la dominación marxista cometieron muchos asesinatos, robos, saqueos e incendios, especialmente en Antequera donde el número de asesinatos fue de 84.
La ocupación de Antequera, a pesar de su enorme importancia, oficialmente es ignorada, tanto por los partes oficiales del Ejército de la República, como por la prensa malagueña, en un claro intento de no socavar la moral entre la población civil y las milicias, y también sobre las propias autoridades republicanas de otras zonas.
Pero a pesar de ese silencio, las autoridades y la prensa no pudieron ocultar la gran cantidad de refugiados que estaban llegando a la capital. Al principio quisieron disfrazarlo de voluntarios que venían a alistarse en las columnas que se estaban formando, pero finalmente la verdad no la pudieron esconder, porque la población civil veía la cruda y desgarradora realidad en las calles, repletas de familias buscando un refugio.
LLEGADA DE MILICIANOS DE LOS PUEBLOSDiariamente y procedentes de los pueblos de la provincia—unas veces en camionetas y otras andando— llegan centenares de milicianos de los distintas localidades, al objeto de inscribirse en las columnas que se forman.Todos ellos vienen influidos de entusiasmo sin límites y de una alegría y una decisión extraordinarias, porque van a combatir para defender la República y las libertades ciudadanas.19360813 002 El Popular
UN NIÑO ANTEQUERANO RECOGIDO POR UN CARABINEROAnoche, por el carabinero Manuel Toscano Villarejo, domiciliado en la Alameda de Capuchinos, 13, fue amparado y recogido en su domicilio, el niño de diez años, Antonio Burgos Garrido, natural de Antequera y habitante en la calle del Rif, número 20 de la citada población.Según manifestaciones del pequeño, sus padres se llaman Antonio y Pilar.19360814 003 El Popular
RASGO GENEROSOLa niña de seis años Remeditos Pérez—que llegó a ésta procedente de Antequera y que, según dice, desconoce el paradero de sus padres— ha sido recogida por el cabo de Seguridad don Juan Peña Romero, el cual, como es natural, la atiende con la mayor solicitud y la tiene en su poder hasta que sea recogida por sus padres.RASGOS GENEROSOS QUE DEBEN CONOCERSEAyer recibimos la siguiente nota de la Sociedad obrera de productos químicos «La Constancia»:Por la enérgica, viril y persuasiva labor de unos compañeros de la Directiva y Comité Permanente de la Sociedad obrera de productos químicos «La Constancia», que en este caso refrenda su nombre, fueron alojadas en diferentes hoteles y casas particulares, muchas familias de pobres compañeros huidos de Antequera y refugiados en ésta.Para patentizar nuestro agradecimiento y en nombre de estos hermanos desvalidos, damos las gracias desde estas columnas, tanto a los particulares como entidades que han demostrado en estos momentos exquisita sensibilidad, altruismo sin límite y ese hospitalario sentimiento innato de nuestra Málaga.19360815 002 El Popular
RASGO HUMANITARIO DE UN MATRIMONIOEl matrimonio compuesto por Antonio Jiménez Baena y Encarnación Lora Prados, habitantes en el número 34 de la calle Huerto de los Claveles, que cuenta con seis hijos y con un sueldo de diez pesetas el marido, ha recogido en su casa a 18 hombres, siete niños y cinco mujeres huidos de Antequera.19360818 002 El Popular
De lo que sucedió en Antequera a partir de ese miércoles 12 de agosto, día de la entrada de las tropas del general Varela en la ciudad, hasta el día 13 de septiembre, día que salieron de la misma para ocupar Campillos y finalmente Ronda el día 16 del mismo mes, hablaré en la próxima Crónica.
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