TERA
Para poder escribir estas «Crónicas del viento solano», de las que pronto va a cumplirse un año de su nacimiento, llevo más de una década realizando un intenso trabajo de búsqueda en bibliotecas, libros, archivos, hemerotecas, etc. de información relativa a la historia sobre Campillos y su comarca, centrándome en la época comprendida entre las primeras décadas del siglo XIX y el final de la Guerra civil.
Al principio fue
una manera de ocupar el poco tiempo libre que mi jornada laboral y mis
obligaciones familiares me permitía, pero la verdad es que lo que empezó como
una curiosidad al final se convirtió en una pasión.
Fui acumulando mucha documentación, información y noticias al respecto, que
conforme las completaba, las intentaba guardar de una forma ordenada, pero sin
saber a ciencia cierta, qué iba a hacer con ellas en un futuro.
Ha sido ahora, cuando el tiempo libre que me ha dado la jubilación, me
permite poner en limpio las muchas notas que he ido acumulando durante tanto
tiempo, y decidí plasmarlo en estas Crónicas que estoy escribiendo.
En esa búsqueda, a veces salen a tu encuentro cosas insólitas y curiosas
que te dejan sorprendido, y que profundizando un poco más en las mismas,
descubres historias muy interesantes que no te esperas. Yo siempre las guardo, y de
vez en cuando vuelvo sobre ellas para releerlas e incluso ampliarlas, buscando
en otros archivos información que las complementen.
Hace algunos años, rebuscando en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional
de España, me encontré con un artículo, o me encontró él a mí, en el “Semanario pintoresco español”, titulado «TERA». Dicho artículo era del 20 de agosto de 1848. Leyéndolo, me sorprendió que
la población llamada Tera, en realidad era Teba, y en dicho artículo se hablaba también
de Campillos, Cañete, Ronda, el castillo de Turón, del de Ortegícar, de Hardales
con H. El artículo venía firmado por un desconocido para mí, Miguel Espinosa.
Desconocido, pero con un apellido muy del lugar.
La sorpresa fue mayúscula, e inmediatamente me puse a leerlo con avidez.
Al llegar al final del mismo, me encuentro con un “Concluirá”. Busco la continuación en el número siguiente de la
revista, que a su vez me remite a un tercera parte en otro número, que es el
final del relato.
En las tres partes del artículo se cuenta la historia de Teba y su
comarca, y va desde la época romana, que ocupa la primera parte del artículo,
hasta el año 1465, en plena lucha fronteriza de los cristianos del Rey Enrique
IV de Castilla con los moros de Ronda, narración que ocupa la segunda y tercera
parte. A modo de referencia, diré que la toma de Antequera por el infante
regente, Fernando de Castilla, fue en 1410, y Ronda sería conquistada por los
Reyes Católicos en 1485.
El artículo «TERA», en su primera parte, empieza diciendo:
«Entre las poblaciones más antiguas de España, y entre las
en que han sucedido hechos dignos de memoria, no deja de merecer un lugar
distinguido la villa de Tera en Andalucía, situada entre Antequera, Osuna y
Ronda a cinco leguas de cada una de ellas; su historia, pues, no puede dejar de
ser leída con interés por los aficionados a antigüedades, y por los amantes de
las glorias de nuestra nación.
La Tera de hoy, con sus mil vecinos,
nada tiene de notable sino su castillo arruinado, su iglesia nueva de tres
naves sobre columnas de jaspe, y sus canteras de piedras de molino.
La Tera antigua era ya notable en los
tiempos de Julio César y de Pompeyo».
Después de darle muchas vueltas, me he decido traer el relato a mis
Crónicas, porque pienso que va a gustar a mucha gente, y porque también aporta
una historia, en general muy desconocida, que se desarrolla, en buena parte,
sobre el lugar donde pocos años más tarde se asentaría el pueblo de Campillos.
Solo voy a reproducir las dos últimas partes del artículo, las que se
refiere a la época árabe y cristiana. La primera parte, la que trata de la
época romana, es algo más árida, y está más relacionada con los yacimientos
arqueológicos que se han encontrado en la comarca y su descripción. De todas
formas, si alguien está interesado en su lectura, solo tiene que mandarme un
correo electrónico y se lo facilito completo o le doy la referencia de dónde puede localizarlo.
En la Crónica, me voy a permitir cambiar la palabra Tera por Teba, y la
de Hardales por Ardales, sobre todo para hacer más natural y cómoda su lectura.
El motivo por el que autor, Miguel Espinosa, utilizó estos vocablos, y cambió
el nombre a los pueblos lo ignoro. Quizás fuera una licencia literaria, al
igual que Diego Moreno llamó en “Sin
trompetas ni tambores”, Campochico a Campillos, o José Miguel Carbonero en
su “El tiempo no hace prisioneros” lo
llama Campollano.
Pero a diferencia de las dos anteriores, la «TERA» de Miguel Espinosa no es una novela, ya que lo que describe en el relato, son hechos reales.
«Tera está colocada en lo alto de la
sierra de su nombre y situada en un rellano rodeado de cuatro cerros, sobre uno
de los cuales, al S. E. se halla el castillo; este consta de un alto torreón,
que tiene delante una plaza de armas cercada de su muralla con torres; y el
todo dentro y al E. de una gran plaza de más de mil varas por todos lados
rodeada de murallas, torres, obras avanzadas en los puntos más accesibles, y un
tajo escarpado al S. E. de varias construcciones, romanas, moriscas, etc.; tal
era el lugar en que habitaban los moros de Teba desde su establecimiento en
España, y donde se creían a cubierto de los ataques de los cristianos.
Mas por los años de 1326
habiendo logrado el Rey de Castilla y León D. Alonso el Onceno, apaciguar los
tumultos fomentados por los mal contentos de Toledo y las Castillas, y
hallándose en paz, se propuso, para distraer sus ánimos turbulentos, emprender
la conquista de las Andalucías. Para ello convocó a los maestres de las órdenes
militares, y a los principales señores e hijos-dalgos de sus reinos, como los
Portocarreros, Leibas, Monsalves, Marmolejos, etc., todos los cuales acudieron
con sus gentes, y formaron un ejército de hasta cinco mil infantes y dos mil
lanzas, con el que se dirigió contra Teba, no obstante estar amurallada y
guarnecida por más de seis mil moros, capitaneados por Hacen Andalí, que era
descendiente de Ronda.
El rey supo que los
moros, aunque tenían abundantes bastimentos, carecían de agua, y que tenían que
ir por ella a la fuente grande del lugar arruinado que está camino de Cañete,
hoy llamado del Pilarejo, y a otra de las viñas llamada del Marmolejo. Que los
moros de Ronda, acudían a socorrer a los de Teba, cuando estos les pedían
auxilio, y les hacían señales para ellos, poniendo un hachón encendido en la
torre más alta del castillo, lo que era repetido por otra torre que está a un
cuarto de legua hacia Ronda.
Con estas noticias el
Rey D. Alonso tuvo consejo de guerra al que asistieron los maestres y
caballeros que venían en su compaña, y en él se acordó formar del ejército tres
divisiones; que una fuese a sorprender la fuente de las viñas, otra la fuente
grande, y la tercera marchase a sitiar la plaza. Así lo hicieron, saliendo
todos de la dehesa, donde tenían sus reales o campamento, y que hoy es el sitio
en donde está la villa de Campillos.
La división que fue a
las viñas hizo 192 prisioneros entre hombres y mujeres. La que fue a formar el
sitio, acampó en la llanura frente de Teba, lo que visto por los moros
principiaron estos a fortificarse y prepararse a la defensa. La que fue a la
fuente grande, después de guarnecerla, destacó una compañía a la torre de la
atalaya, que fue sorprendida, demolida y muerto el moro que vivía en ella y
toda su familia, para que no pudiese hacer señas a las otras torres, ni estas
avisar a los moros de Ronda, para que viniesen a socorrer a los de Teba.
Esta medida fue muy
útil, porque los moros de Teba, luego que descubrieron al ejercito cristiano,
principiaron a poner tos hachones encendidos en la torre más alta del castillo,
para pedir socorro; mas como no se repetía la señal en la otra torre, la
noticia no llegaba a Ronda.
Viendo los de Teba que
el agua de los aljibes y pozos se les iba acabando, salieron una noche, y en la
fuente del Marmolejo llenaron 20 cántaros; pero sentidos por los centinelas,
fueron atacados, escaparon doce, y los demás quedaron prisioneros.
A fines del año 1327, el
Rey D. Alonso mandó un parlamento a los moros cercados de Teba, proponiéndoles,
que si abandonaban el lugar y lo dejaban libre, les entregaría 192 moros y 64
mujeres que tenia cautivos, y les permitiría se llevasen consigo sus caudales y
cuanto tenían, prometiéndoles no hacerles daño alguno; antes sí, custodiarlos
hasta Ronda o Antequera, pues estaba resuelto a tomar de cualquier modo el
lugar. Hacen Andalí le respondió, que si entregaba a Teba, los moros de Ronda
lo matarían por cobarde, y que todos los suyos estaban resueltos a defenderse
hasta morir debajo de las ruinas de la fortaleza o de hambre, o matados por
Mahoma.
El Rey estaba persuadido
de que se entregarían por hambre y sed. Mas siendo esto por enero (1328),
sobrevinieron abundantes lluvias, y se llenaron de agua los aljibes y pozos,
con lo que los moros cobraron alientos. Sabedor el Rey de esto, se decidió a
asaltar la plaza. El día 2 pues se dio el primer asalto, del que se defendieron
los moros valerosamente valiéndose, entre otros medios, de arrojar desde las
murallas grandes piedras, con tal fuerza, que en su caída arrollaban muchos
soldados, y las que se rompían herían a muchos con sus pedazos, de suerte que
en este primer asalto murieron sesenta soldados y hubo muchos heridos.
Lo mismo sucedió en
otros dos asaltos que se dieron de noche, por lo que acordaron el Rey y su
consejo, que se construyese frente al torreón grande, una torre de gruesos
maderos, que resistiese a las piedras, y que se resguardasen las tropas, de
modo que estando cubierto cerca de la muralla, pudiesen avanzar de pronto.
Así se hizo; se trajeron
de la dehesa de Campillos grandes árboles, que unidos con sogas, formaron un
parapeto fuerte, tras del cual se ocultaron los soldados, y saliendo de repente
dieron un nuevo asalto, en el cual llegaron a cuchilladas hasta la muralla; mas
no pudiendo trepar por ella, se volvieron y favorecieron en su torre de madera.
El 6 en la noche,
salieron sigilosamente del castillo veinte moros, y bajando encubiertos por las
muchas peñas que hay desde el castillo hasta el sitio en que estaba la torre de
madera, lograron pegarla fuego por tres partes; los que estaban dentro, que
serian hasta unos trescientos hombres, en lugar de salir a atacar a los moros
empezaron a gritar «¡fuego, fuego!» y corrieron a ampararse al campamento de su
ejército, que estaba a la falda del monte grande llamado la Camorra, dejando
ardiendo la torre de madera.
En vista de este
accidente, el Rey, los maestres, y los demás Señores que le acompañaban,
tuvieron consejo de guerra y en él se resolvió, que era conveniente reunir las
tropas, que estaban separadas, guardando las fuentes, las viñas y el camino de
Ronda, para impedir que llegasen socorros a los sitiados, y que juntas todas
las tropas se diese un asalto general por todas parles a la muralla, espada en
mano y rodela al brazo en medio del día, para ver venir las piedras. Así se
aprobó, y el día 19 se dispuso y arrimó todo el ejército alrededor de las
murallas, dando a cada comandante las órdenes correspondientes y la señal de la
hora y el modo.
El 20 de enero de 1328,
a las cuatro de la mañana se dio principio al asalto; los moros, que se vieron
acometidos por todas partes, acudieron feroces a la defensa; mas no tenían
piedras con que defenderse en todos los puntos del ataque. Al mismo tiempo las
tropas, que atacaban por el frente de Antequera, habían conseguido abrir una
brecha, capaz de entrar por ella, y dieron aviso de ello a las demás, que
acudieron al punto, y se precipitaron dentro del castillo, matando a cuantos
moros se oponían al pase.
Viendo estos que las
tropas cristianas estaban dentro del castillo, huyeron hacia la puerta de la
Calzada, y hallándola desamparada, por haber acudido toda la tropa a la brecha,
que estaba al lado opuesto, se fugaron por ella, logrando escapar y retirarse a
Ronda.
Serian las seis de la
tarde del 20 de enero de 1328, día del glorioso San Sebastián, cuando las
banderas del Rey D. Alonso tremolaban sobre las murallas de Teba, y al día
siguiente se les dio libertad a los moros cautivos, a sus mujeres e hijos, que
no pudieron marcharse.
El Rey repartió todo el
botín entre los soldados, y mandó se les diese de comer y beber de lo que
llevaba para sí, descansó y todos sus caballeros en Teba oyeron misa, y dieron
gracias a Dios por la victoria alcanzada.
Puso por Alcaide de Teba
D. Sancho Rodríguez de Mendaz, caballero de Écija, al que mandó que reparase
las murallas, y cerrase la brecha.
Dejó en el castillo dos
mil hombres de guarnición, y con los demás marchó y conquistó el castillo de
Ortegícar, distante una legua del pueblo. Revolvió enseguida sobre Álora y la
tomó, y dando la vuelta a Teba, se halló, que su Alcaide no había reparado las
murallas, por lo cual lo separó y puso en su lugar D. Pedro de Aguilar Montes
de Oca, que lo acompañaba en su ejército.
Entre los caballeros
hijos-dalgos, que iban en el ejército del Rey D. Alonso y que contribuyeron a
estas conquistas, se hallaba Juan Ramírez y Guzmán, a su costa y misión
sirviendo al Rey. Este, luego de ganada Teba, presentó al Rey una solicitud, en
la que manifestaba, que antes de entrar los moros en España, había pertenecido
esta villa a la casa de Daza, que era la de Guzmán, y suplicaba, que se le
vendiese, pagando los gastos hechos para su conquista, pues por la pragmática
de las conquista sabia que había perdido el derecho a ella. EI Rey, al fin de
su reinado, se la concedió.
Cincuenta años después
de la conquista de Teba, se celebró una escritura ante Pedro de Aguilar
escribano público y del Rey en la que se hallaban las cláusulas y condiciones
siguientes:
Que como había 50 años
de su conquista, estaba poblada, pero no tanto, que pudiese defenderse de los
moros de Antequera y Ronda, que diariamente la asaltaban, por lo que pedía que
los soldados que en ella, como presidio y frontera, viviesen y la defendiesen,
fuesen socorridos con veinte y cinco mil maravedís al año, y lo restante,
pagaría el dicho Juan de Guzmán. Así se le concedió.
Que por estar dicha
villa tan guerreada de moros, se le diese privilegio para que todo delincuente
que viniese a su costa a servir, no se le hiciese daño ni prendiese, excepto
los crímenes que S. M. tuviese a bien incluir. También se le otorgó este
privilegio, que llamaban de los “Homicianos”, tan amplio, que de él quedó el
refrán: “Mata y vete a Teba”.
Que no pagasen
alcabalas, veintena, ni otra contribución los vecinos de Teba que saliesen a
vender por el reino, pues con esta franquicia y libertad vendrían muchos a
vivir en Teba.
Se le concedió, mas
habiéndose perdido la escritura por malicia de los alcaides, o en un incendio
grande que hubo, se suplicó por el consejo de Teba al Rey D. Enrique IV le
diese nuevo privilegio, y con información se lo dio en 1457.
Como la villa de Teba fue
ganada en 1328 fue frontera de moros 163 años, que mediaron hasta lo conquista
de Granada, y 81 de Antequera, hasta que el Infante D. Fernando, tutor de D.
Juan II, aun niño y general de sus tropas, después de muchos trabajos, gastos y
pérdida de gente y tiempo, por ser muchos los moros que tenia dentro, y por una
batalla sangrienta que dieron a los cristianos, la rindió y quedo por el Rey en
marzo de 1409 (realmente fue en septiembre de 1410).
Después se ganó Málaga,
Ronda, Álora, El Burgo, Casarabonela y Setenil de las Bodegas. Que los de Teba se
hallaron en la toma de Málaga, consta en el pleito y alegato de servicios que
tuvo esta villa con el fiscal del Consejo de Hacienda sobre las alcabalas.
La gente de Teba por
necesidad tenía que ser valiente, por ser la villa frontera de moros, y estar
metida entre Antequera y Ronda, que ellos poseían.
Boabdil, el Rey chico de
Granada, deseoso de conquistarla, aguardó ocasión en que la gente de Teba estuviese combatiendo con los de Ronda,
como todos los días sucedía, e informado de que estaban fuera, se presentó ante
ella con numeroso ejército, cuando solo había dentro mujeres, viejos y niños.
Atemorizados todos
trataban de entregarse; pero una valerosa mujer, llamada María Hernández
Lebrón, o la Lebrona, con ánimo varonil dispuso, que todas las mujeres se
pusiesen sombreros y capotes, y se asomasen a las murallas, y ella se puso una
calderilla en la cabeza, por cuya causa le pusieron la Calderona; tocó tambores
y la campana de rebato, y disparó alguna piedras con grande ruido, de modo que
los moros creyeron, que habían sido engañados, y que la gente de Teba estaba
dentro, y aunque la tuvieron cercada se fueron a tomar a Cañete la Real, que
era del marqués de Tarifa, y de allí, al cabo de veinte y siete días, se volvió
a Granada.
Cuéntase de la referida
María H. L. la Calderona la anécdota siguiente. Habiéndose juntado los
principales vecinos de Teba para tratar de ir a incorporarse al ejército de los
Reyes Católicos, D. Fernando y Doña Isabel, que empezaban la conquista de
Granada, el padre de la María entró en su casa muy triste y lloroso, y
habiéndole preguntado sus hijas, que eran la dicha María y otras seis hermanas,
cual era la causa de su pesar, les dijo el noble viejo: sabed, que vengo apesadumbrado
de tener siete hijas, porque si fuerais varones, hoy saldríais con la gente de
Teba, que van al ejército del Rey a ganar a Granada. La María le respondió:
padre, V. no sabe conocer las gracias y beneficios que le debe a Dios por ser
nosotras hembras, y no varones, porque con nosotras puede servir mejor a su Rey
de esta manera: denos V. siete maridos y llévelos a la guerra, y si los
matasen, denos V. otros siete, y si mueren estos segundos, nos puede dar otro siete,
y así tendrá V. señor padre siempre siete hombres con que servir al Rey, con
tener siete hijas, pero si fuéramos varones solo con los siete podría servir al
Rey; vea pues V. padre como es más ventajoso tener siete hijas que siete hijos.
A dos leguas de Teba está
el castillo de Turón, próximo a otro castillo y lugarejo, de donde recibía
socorros por estar cerca uno de otro. Aquí se acogieron muchos moros de los que
salieron de Teba, y como eran prácticos en el terreno, entraban de noche,
asolaban las viñas y caseríos, robaban cuanto encontraban y escapaban sin poder
ser cogidos, a pesar de las tentativas que para ello se hacían por ser muy
astutos. Visto lo cual y conociendo el grande daño que hacían, D. Juan Ramírez
tuvo consejo con los principales del pueblo y acordaron ponerlo en noticia del
Rey y pedirle su licencia y permiso, para que, la tropa que tenía en Teba, los
vecinos y demás auxiliares que pudiesen juntar, emprendiesen a costa y misión
de todos, la destrucción de los moros de Turón.
Enterado que fue el Rey,
de los perjuicios que sufrían los vecinos de Teba, contestó: que D. Juan
Ramírez y Guzmán, a su costa y responsabilidad fuese a dicha expedición; pero
que no llevase toda la tropa, ni todos los vecinos, sino que quedase la mitad
de unos y otros guardando a Teba, y que los expedicionarios tuviesen salario
doble; todo lo que aceptaron y cumplieron fielmente los vecinos de Teba.
Juntaron cuanta gente
pudieron, prometiéronles dones, y así ese hallaron por lista 3.240 hombres. Con
esta gente bien armada marchó D. Juan para Turón por el camino bajo del lugar
desmoronado de Castillejo, y cerca ya, fueron sentidos de los moros de Turón,
que viendo los muchos cristianos que venían, no aguardaron, desampararon el
castillo y se fueron a favorecer al de Ardales.
Viendo la gente de Teba tan
buen principio determinaron derribar el castillo por no poder dejar guarnición,
que les haría falta, y se dirigieron hacia Ardales. Los moros que ya sabían su
venida por los de Turón, se dispusieron para defenderse fuera del castillo,
porque este tenía una pared derribada, y era muy fácil entrar en él; así pues
principiaron la batalla denodadamente arrojando piedras y chuzos con tal furor,
que a ser igual el número de los moros al de los cristianos, y a estar tan bien
armados como ellos, el éxito hubiera sido dudoso.
Destrozados los moros, y
aterrados principiaron a retirarse a las seis de la tarde hacia el lugarejo;
los cristianos los persiguieron matando a muchos, y venida la noche se
suspendió la batalla; por la mañana habían desaparecido los moros, y fueron a
ampararse a Casarabonela, llevándose todo cuanto tenían.
D. Juan Ramírez y su
gente entraron en Ardales, que era un lugarejo de noventa y dos casas
miserables, la mitad chozas de palma situadas al pie del castillo. A los seis
días se volvió a Teba, dejando allí alguna gente y desmantelando el castillo.
Se tomó Ardales el 24 de
marzo de 1389. Se dio parte al Rey de tan feliz suceso, e informado este de la
acción, le hizo merced de Ardales y parte de su término al D. Juan y sus
sucesores.
Por los años de 1465 los
de Teba se veían frecuentemente atacados por los moros de Ronda, y también el
Rey Chico de Granada, no se descuidaba en venirlos a atacar, corno sucedió por
tres ocasiones.
En una de sus correrías
los de Ronda se llevaron porción de ganados, y los de Teba, deseando vengar
este ultraje, tuvieron un consejo, al que asistieron el Señor y los principales
vecinos, y acordaron marchar sobre Ronda con el mayor número de gentes que
pudieran juntar, para si podían recuperar sus ganados, y cuando no escarmentarlos.
Marcharon pues y luego que los moros los sintieron en sus tierras, salieron de
la ciudad con doble gente, y en el Mercadillo, sitio que entonces estaba
despoblado, se dio una batalla tan sangrienta, que de una y otra parte murió
mucha gente; mas el destrozo que hicieron los de Teba fue superior al que
recibieron.
Hicieron muchos
prisioneros de los principales de Ronda, y también dejaron en ella muchos
cristianos cautivos. Los de Teba se retiraron, y los moros mandaron emisarios a
tratar de ajuste y de rescatar a los prisioneros, que eran de lo más principal
de Ronda.
Vinieron en ello los de
Teba; pero la primera condición que propusieron a los moros fue que para dar
libertad a los prisioneros, se habían de comprometer del modo más solemne, y bajo
el más sagrado juramento, que jamás, de allí en adelante, obligarían a los
cautivos cristianos a que subiesen el agua en los saques por la mina arriba a
la ciudad.
Era este un trabajo tan
grande, que muchos morían en la mina, la que tenía 400 escalones desde lo
profundo hasta arriba en la ciudad. Hecho el pacto, los cristianos entregaron
los prisioneros, y los moros los cautivos, verificándose este canjeo en la
torrecilla que fue el sitio señalado por los moros».
MIGUEL
ESPINOSA
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Por situarnos en el contexto temporal, después de conquistado el castillo
de Teba por los cristianos (1328), en una de las muchas batallas que se
produjeron en la frontera contra los moros, el 30 de agosto de 1330 murió el
escocés Sir James Douglas. Pero esa es otra historia, muy conocida y divulgada.
Juan
Ramírez de Guzmán, nieto del primer Juan Ramírez de Guzmán, casado con Doña
Juana Ponce de León, compra en el año 1454 la fortaleza de Teba a don Pedro
Fernández de Córdoba, señor de Aguilar, a quien se la había entregado el Rey
Enrique IV, cinco años antes.
Se
le otorga el título de Señor de Teba en el año de 1464, que en 1465 acrecentó, por donación de Enrique IV,
con la villa de Ardales.
Es
a su hijo, don Diego Ramírez de Guzmán y Ponce de León, a quien el emperador
Carlos V, en fecha 22 de octubre de 1522, otorga el título de primer Conde de
Teba.
Felipe
II, el 31 julio de 1557, otorga el título de primer Marqués de Ardales a Luis
de Guzmán y Córdoba, hijo de Diego Ramírez de Guzmán, y por tanto también segundo
Conde de Teba.
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SEMANARIO
PINTORESCO ESPAÑOL, fue
fundado por Mesonero Romanos, y se publicó desde abril de 1836 hasta diciembre
de 1857. En total fueron 144 números. TERA,
apareció en los números del 20 y 27 de agosto, y 10 de septiembre de 1848.
Para
conseguir publicar este semanario, Mesonero Romanos importó de Francia una prensa mecánica, que suponía un gran avance técnico respecto a las prensas
anteriores; introdujo el grabado xilográfico que permitía imprimir el grabado
al mismo tiempo que el texto, y soportaba indefinidas copias.
Respecto
a los temas a tratar se propuso “popularizar
entre la multitud aquellos conocimientos útiles o agradables” de las
ciencias, las letras y las artes. En el semanario escribieron autores como Gil
y Zárate, Bretón de los Herreros, Hartzenbusch, Carolina Coronado, Fernán
Caballero, Lafuente y los poetas Zorrilla, Bermúdez de Castro, Enrique Gil,
etc.
Alcanzó
una difusión insólita para la época, seis mil suscriptores, y fue ampliamente
imitado por otras publicaciones posteriores.
Sobre el autor del artículo, Miguel Espinosa, del que desconozco su segundo apellido, solo he encontrado una referencia que dice que “es un vecino muy entendido de aquella villa”, refiriéndose a Teba. Parece ser que era un gran coleccionista de arte antiguo.
Gracias por la divulgación, desde luego se trata de un tema muy interesante para los apasionados de la Historia.
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