JUSTIFICACIÓN
Muy pocos, por no decir ninguno, son los historiadores que se han ocupado de Calos Arias Navarro. Es inútil buscar una biografía suya, porque no existe. Tampoco dejó escritas unas memorias en las que nos contara sus vivencias personales y políticas. Salvo algún libro que recoge la declaración programática del gobierno que él presidió en 1974, tras el asesinato de Carrero Blanco, o el discurso que pronunció en las Cortes Españolas el 28 de enero de 1976 o los libros que recogen todo lo referente al tránsito del franquismo hacia la transición, poco más se puede encontrar sobre él.
En ningún libro encuentras nada referente a sus primeros años de vida, o a los cuatro años que pasó en Málaga durante la Segunda República y el principio de la Guerra Civil, o los que estuvo trabajando como notario o como Gobernador civil de León, Tenerife y Navarra.
¿Y por qué me pongo yo a escribir sobre él? Desde luego no por afinidad, ni por admiración. Cuando murió Francisco Franco yo tenía veintidós años, por lo que conozco bien lo que fueron los últimos años del franquismo, precisamente en los que Carlos Arias Navarro fue alcalde de Madrid, ministro de la Gobernación y Presidente del Gobierno.
No puedo presumir de luchador antifranquista, como tantos hoy presumen sin haber movido un dedo en contra del régimen, pero si puedo decir que desde mi modesta situación de estudiante, en el Madrid de los primeros años setenta del siglo pasado, participé desde la Universidad en huelgas y manifestaciones que se organizaron contra la política gubernamental. Lo último que querría es que alguien entendiera esta Crónica como una apología de aquellos tiempos, ni que pretendo elevar a Carlos Arias a los altares.
Es icónica su imagen en la televisión anunciando la muerte de Franco. Yo llevaba entonces dos años trabajando en el Colegio San José de Campillos, y recuerdo perfectamente ese día, cuando apareció compungido en la televisión, donde estaba y con quién estaba.
Hablando de esos momentos en Campillos, quiero traer al recuerdo a mi gran amigo Rafael Padilla Mesa, de Cañete, compañero en el Colegio, al que le apodaban “el comunista”, debido a que en aquellos tiempos tan difíciles, se dirigía a los alumnos con un lenguaje claro que nadie se atrevía a usar. Les hablaba de los poetas malditos, Machado, Lorca, Alberti, Hernández, León Felipe, Celaya…Fue un hermano mayor para mí, que desde su bondad, amor e inocencia, se atrevió a pisar unos terrenos que nadie frecuentaba, lo que le llevó por una simpleza a la cárcel de Ronda.
Fue a finales de diciembre de 1974. Yo había pasado la Nochebuena con mi familia en Córdoba, y marché a Campillos a pasar la Nochevieja. Al llegar al pueblo, sería el 27 o 28, me dijeron que Rafael estaba en la cárcel. Él había pasado la Nochebuena en Cañete, y como yo, iba a pasar también la Nochevieja en Campillos.
No tenía carnet de conducir, y cuando un amigo lo traía, el coche se salió en una curva y volcó. No les pasó nada. El siempre iba con sus poesías y libros.
Cuando acudió la Guardia civil se encontraron desparramados por la carretera papeles con poesías de poetas considerados "subversivos", como Miguel Hernández. Recuerdo que uno de los poemas era "El niño yuntero".
Se ve que lo consideraron un elemento peligroso y se lo llevaron a la cárcel de Ronda, y allí me planté yo para verlo. Estuvo poco tiempo preso, gracias a Pepe Macías que hizo todo lo posible para que lo pusieran en libertad
Falleció prematuramente el 4 de mayo de 1996. El me abrió a los caminos de la poesía, y yo le abrí los de la música, dejándome una huella que, cincuenta años después, aún perdura.
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Rafael Padilla Mesa |
Mi propósito es escribir sobre sus primeros cincuenta años de vida, justo hasta el año 1957 cuando fue nombrado Director General de Seguridad, cargo que desempeñó hasta 1965. A partir de esa fecha su biografía es más conocida: alcalde de Madrid hasta 1973, ministro de la Gobernación durante seis meses, y Presidente del Gobierno tras el asesinato del almirante Carrero Blanco.
Pretendo escribir esos cincuenta años con ecuanimidad, sin apasionamientos, contando los hechos tal como ocurrieron, situando al personaje en el contexto histórico que le tocó vivir. A partir de ahí, tras arrojar un poco más luz sobre su vida, que la historia ponga a Carlos Arias en el lugar que le corresponda. Porque la historia se escribe con datos, no con opiniones.
CARLOS ARIAS NAVARRO
Carlos Arias Navarro, nació en Madrid el 11 de diciembre de 1908, en la calle Humilladero número 3, cerca de la calle Toledo y de la Plaza de la Cebada. Reinaba entonces en España Alfonso XIII, siendo el presidente de Gobierno Antonio Maura y Montaner.
Hijo de Ángel Arias Mascaraque (1868-1911) y de María de las Nieves Navarro Colunga (1878-1943). Era el séptimo de ocho hermanos; José (1899-1960), Ángel (1900-1957), Antonio (1901-1903), Lorenzo (1903-1907), Antonio (1905-1982), Dolores (1907-1911), Carlos (1908-1989) y María Luisa (1910-1990). Tres de ellos fallecieron con muy corta edad.
Su padre, Ángel Arias, falleció el 24 de junio de 1911 a la edad de 42 años, cuando Carlos solo tenía dos años y medio de edad. Formaban una familia de clase media, muy católica y muy trabajadora.
Antonio de Miguel Martin (1894-1979), periodista económico en varios medios de comunicación, escribió sobre Carlos Arias:
Le conocí cuando tenía cinco años (1913). Vestidito de luto. Acababa de morir su padre, un empleado del Matadero de Madrid. Vivía con su madre y sus hermanos en la calle de Toledo, 95, en una casa que estaba bien, nueva y agradable. La madre de Carlos era una señora encantadora. Se llamaba doña Nieves. Y era prima de Felipe Acedo Colunga (que luego sería gobernador civil de Barcelona), compañero mío de bachillerato en el instituto del Cardenal Cisneros
La familia de Felipe Acedo también vivía en la misma casa de la calle de Toledo, en un piso vecino al de doña Nieves. Y yo iba a estudiar con Felipe por las tardes, aunque él hacía Derecho y yo Ciencias.
Un día, doña Nieves me pidió que diera clase a Carlitos y a María Luisa, su hermana menor. Aún no sabían leer ni escribir. Dije: «No se preocupe, que les enseñaré las primeras letras, doña Nieves».
Carlitos era muy reservado, muy callado. Le recuerdo con su jersey negro, sus pantaloncitos negros y muy gordito, porque entonces era un chico redondo. Pero un gran chico, bueno como él solo. La verdad es que nunca hubiera pensado que iba a llegar tan lejos, porque lo cierto es que era completamente normal, un muchacho corriente.
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Carlos Arias con trece años, con su hermana María Luisa y su madre |
¿Calladito? ¿Reservado? No tanto. Era lo que se dice un niño travieso y hacía barrabasadas. Fíjese: un día vino del colegio —él estudió en los Escolapios— con la cara así de hinchada. ¿Pero qué ha pasado?, le preguntó nuestra madre. No dijo nada. Y entonces mi madre le pidió a tía Pepa que fuera al colegio a enterarse de lo ocurrido. ¿Sabe qué había pasado? Venga, adivine. Pues que Carlitos le había metido sus zapatos en el bonete del padre Larrañaga...y claro, el padre Larrañaga le dio un escarmiento.Pero era formidable, es formidable mi hermano. Se subía en una escalera de esas que hay en las casas para limpiar, una escalera de tijera, y decía: venga que voy a daros un discurso. Le poníamos a la escalera unas faldas de una ama que teníamos y Carlos subía. «Señoras y señores..., en esta tarde...», y nos soltaba un discurso hasta que ya no podíamos más. Yo creo que facilidad de palabra tuvo siempre, desde pequeño. Y leía mucho: ¿Puede usted creerse que me leyó el Quijote más de una vez? Pues como lo oye: me lo leyó y releyó todo lo que quiso. Si, era travieso. Y jugábamos y nos pegábamos. Si usted ve las cicatrices que tiene en la cara, pues esas cicatrices se las hice yo...de quietecito y modosito y reservado, de eso nada. Pero ya puede decirlo: tiene una hermana que le adora.19740105 035 ABC
La intensa relación que mantuvo con su madre, por la que sentía veneración, marcó fuertemente su carácter. Desde muy niño mostró unas dotes extraordinarias para el estudio, como lo demuestra su expediente académico en el Instituto San Isidro de Madrid, donde finalizó el bachillerato en 1923, con tan solo 14 años. Para iniciar los estudios de Derecho, necesitó una autorización especial. La carrera la terminó en tres años, licenciándose en 1926 en la Universidad Central de Madrid. Fue discípulo aventajado del socialista Julián Besteiro, a quien siempre consideró uno de sus mejores profesores.
Una vez finalizados los estudios universitarios, comienza su carrera como opositor. Fue en estas fechas cuando conoce a Baltasar Peña Hinojosa, cuando este, recién terminada la carrera de Derecho en Sevilla, marchó a Madrid a preparar las oposiciones para el Cuerpo Jurídico de la Armada. Ambos coincidieron en la misma academia, arrancando ahí una amistad que duraría toda la vida, y aunque el trabajo y las circunstancias les condujeron por distintos caminos, siempre mantuvieron una cordial correspondencia. Baltasar era dos años mayor que Carlos Arias.
En julio 1929, y tras aprobar unas oposiciones, ingresó con el número uno, como Oficial de primera clase del Cuerpo Técnico Administrativo del Ministerio de Justicia, siendo destinado a la Dirección General de Registros y del Notariado, siendo su jefe Manuel Azaña, el cual le tenía gran aprecio y consideración.
Pero Carlos Arias quería ser Notario, pero como se exigía para presentarse a la oposición a esa especialidad la edad mínima de veinticinco años, se preparó para otras, y a primeros de junio de 1933, aprobó con el número ocho las oposiciones al Ministerio fiscal (Gaceta de Madrid 9 de junio de 1933), y un mes más tarde, a primeros de julio, era nombrado fiscal de la Audiencia Provincial de Málaga (Gaceta de Madrid 4 de julio de 1933). Tenía entonces veinticuatro años.
Para poder iniciar su nueva andadura de Fiscal en Málaga, solicitó la excedencia voluntaria en el cargo de Oficial de Administración de primera clase del Cuerpo técnico administrativo del Ministerio de Justicia, siéndosela concedida el 6 de julio (Gaceta de Madrid 8 de julio de 1933). Diez años más tarde, en julio de 1943, solicitó el reingreso y la vuelta al servicio activo en ese Cuerpo, petición que le fue concedida (BOE 14 de julio de 1943)
En Málaga se encontró con su amigo Baltasar Peña, al que había conocido en Madrid en 1927. Carlos Arias, que se mantenía soltero, se había convertido en un hombre austero, que vivía sin descanso y sin diversiones. Era totalmente apolítico. La única devoción que inspiraba su vida, además de la práctica religiosa, era su madre Nieves. Baltasar se había casado con María Álvarez Gross, siendo padres, en ese momento, de una niña. Acababa de ser nombrado miembro de la Junta Provincial de la Reforma Agraria de Málaga.
En agosto de 1934 es ascendido y cubre la vacante de Marceliano Sánchez Bajo, en la Audiencia Provincial
Este Ministerio acuerda promover a la plaza de Abogado fiscal de ascenso, vacante por promoción de D. Marceliano Sánchez, a D. Carlos Arias Navarro, Abogado fiscal de entrada, que sirve el cargo de Abogado fiscal en la Audiencia provincial de Málaga, donde continuará prestando sus servicios y que ocupa el número uno en la escala de los de su categoría declarados aptos por el Consejo fiscal, debiendo surtir todos sus efectos esta promoción desde el día 21 de Julio último.Gaceta de Madrid 10 de agosto de 1934
GUERRA CIVIL EN MÁLAGA
En el capítulo III (páginas 45-55) titulado “La revolución en marcha”, del libro «YO ACUSO…», cuyo autor es Remigio Moreno, juez de Instrucción de Santo Domingo, escribe que la tarde del sábado 18 de julio estaba de Juez de Guardia, y se encontraba en la Prisión Provincial de Málaga junto con el fiscal Carlos Arias tomando declaración a varios presos, con motivo de un Sumario que se seguía en su juzgado por un motín ocurrido en la cárcel días antes.
Fuerte tiroteo se oye en la lejanía. Gente aprisa cruza ante el edilicio. Varios coches pasan con velocidad vertiginosa. Más tarde nos llama la atención un buen número de ciclistas que a rápida marcha se encaminan hacia Campanillas y Cártama, pueblos inmediatos a la ciudad. […]A las 9 de la noche el tiroteo arrecia. Las puertas de la prisión se cierran. Se redoblan los puestos de guardia y ocho números de Asalto que también prestaban servicio de vigilancia en la Cárcel, con el pretexto de que debían ejercerla con más rigor en el interior del edificio, quedaron tras los rastrillos cuya cancela de hierro cerró el oficial de Infantería jefe del destacamento de custodia. Más tarde, me enteré por el propio oficial que lo había hecho como medida precautoria «pues de estos individuos después de lo que han hecho en Madrid, no me fío» me dijo.En la Cárcel y con la angustia que se puede suponer, pasé las interminables horas de una noche espantosa. La población penal se sublevó a media noche y hubo necesidad de someterla con violencia, teniendo nosotros que colaborar con el personal y fuerzas destacadas.Desde los torreones vi como gigantescas llamaradas partían del corazón de la ciudad. Las ametralladoras vibraban en la noche calurosa. Nuevas llamaradas, éstas más cerca, estaba ardiendo un caserío distante de la Cárcel unos doscientos metros. Nos parapetarnos tras las aspilleras del edificio, se nos hacia fuego desde diferentes sitios, contestamos guiando la puntería por el fogonazo de los atacantes. […]Las primeras luces del día nos hacen divisar, al fondo y encima de la capital densa humareda, por los caminos circundantes a la Cárcel, numerosos grupos de hombres armados con aspecto de campesinos. Camiones con más hombres. Todos se dirigen a la capital. […]A las 7 de la mañana, un coche con guardias de Asalto va a la Cárcel a relevar a sus compañeros. Me entero de labios de aquellos hombres fatigados y con cara de espanto que el Regimiento de Infantería se había sublevado, que elementos subalternos habían apresado a sus jefes, que otras fuerzas armadas se habían negado a secundar el movimiento y que en definitiva el golpe militar había fracasado, que Málaga era una hoguera, que el desorden era horroroso y que en las calles habla muchos cadáveres.Mi primer pensamiento fue para los míos. Subo en el coche. El camino fue horroroso, nos llovieron los insultos al ver unos paisanos en coche de la fuerza pública. Nos creían detenidos y varias veces intentaron pararnos. Después de la noche pasada los nervios estaban rotos y aquellos momentos llenaban el alma de angustia.
En la madrugada del 19 de julio de 1936, cuando se confirmó en Málaga el fracaso del golpe militar, Baltasar Peña recibió en su casa de La Caleta una llamada telefónica de su amigo Carlos Arias:
A las tres de la mañana me llaman al teléfono. Es Carlos Arias, fiscal de la Audiencia y gran amigo mío, al que le han cogido los acontecimiento en la cárcel tomando declaraciones a unos procesados, y ante la intranquilidad reinante, no se había atrevido a salir de allí donde se sentía protegido por la Guardia civil de vigilancia.Me dice que tiene noticias de que por la mañana las turbas irían a asaltar y a quemar la Caleta, pues ya estaba comprobado que había fracasado el movimiento militar, y que era necesario que sacara a María inmediatamente de la casa. Le contesto que no podía hacerlo por la fiebre que tenía y por su estado delicado, ya que hasta la matrona se había quedado esta noche a su lado.De madrugada me vuelve a llamar y a insistirme que salga de la casa como sea, reiterándole que aunque quisiera hacerlo no podría, ya que a esa hora no pasaba ningún coche ni podía llevar andando a mi mujer a ningún lado.A las seis de la mañana (aquí difiere la hora con lo descrito por Remigio Moreno) se presenta Carlos con un taxi y dos guardias de asalto y nos insta a que sea como sea monte en el automóvil mi mujer, la matrona, mi hija Maruja y la recién nacida (Cristina nacida el 7 de julio) para llevarlas al Hotel Vasconia en dónde él vivía.Me asegura que de un momento a otro van a asaltar e incluso quemar las casas de los ricos en la Caleta y Miramar.Liamos a mi mujer con un abrigo mío, cubrimos a las niñas con lo que encontramos más a mano, y entran en el coche con mi suegra, con Carlos en cuclillas y los dos guardias en el asiento delante con el conductor. Yo me iré andando hacia el Vasconia. […]Cómo podía yo pensar que en un paseo de veinte minutos andando, iba yo a tardar ese día cerca de doce horas.La llegada al Hotel Vasconia, en donde encontré a mi mujer y mis hijos, a Carlos Arias y a otros amigos, me causó de momento una gran tranquilidad que pronto se vería sobresaltada por los trágicos sucesos que días después nos tocó vivir en Málaga, máxime teniendo en cuenta que nuestro hotel fue uno de los más vigilados, visitados y molestados por fuerzas y patrullas.
El Hotel Vasconia se encontraba en Fernando de Lesseps núm. 3 y 5, una callejuela perpendicular a la calle Nueva.
Cuenta Baltasar Peña en unas declaraciones que realizó ante el Juzgado Militar eventual nº 7, por una denuncia que hubo contra él por parte de los mandos de Falange de Málaga a finales de 1939, y por lo que se le abrió un Sumario, el 81 de 1940, que posteriormente fue sobreseído:
Después de mil peripecias y peligros, llegué a refugiarme en el Hotel Vasconia donde se encontraba mi íntimo amigo D. Carlos Arias Navarro, Abogado Fiscal de esta Audiencia, sufriendo en dicho Hotel toda clase de vejaciones y registros, librándome de parte de ellos por haber permanecido en la habitación de mi mujer gravemente enferma, habitación que se libró los primeros días de los registros.La única salida que hice a la calle fue a la Audiencia, en compañía del citado Sr. Arias, los días creo veinte y veintiuno (julio), estando en dicho edificio unos minutos para hablar con el Presidente asesinado después (22/09/1936), y sin que desde entonces hasta el día 26 de agosto en que fui detenido pisara la calle, ni tan siquiera la pequeña callejuelita en donde está situado el Hotel.
PRIMERA DETENCIÓN DE CARLOS ARIAS
El 22 de julio, día siguiente de la estancia de Baltasar Peña y Carlos Arias en la Audiencia Provincial, donde fueron a entrevistarse con Mariano Avilés Zapater, el presidente de la misma, unos individuos anarquistas recién excarcelados, detienen a Carlos Arias en el Hotel Vasconia. Así lo relata él mismo, en la Causa General (CG 1060.3)
Que el día 22 de Julio de 1936 fue detenido en el Hotel Vasconia, de Málaga, donde se encontraba hospedado, por una patrulla de anarco sindicalistas que capitaneaba un tal García Llamas, apodado “el León”, y de la que formaba parte entre otros un pistolero que como el anterior habían sido acusados recientemente por tenencia de armas y que se llamaba Sedeño, aunque más conocido era por el apodo de “Místico”; patrulla formada por conocidos extremistas que habían sido excarcelados momentos antes, y que el mismo día habían sacado del Hotel a don Salvador Álvarez Net (tío de María Álvarez, la esposa de Baltasar Peña).Que gracias a la intervención de los dueños del Hotel, que requirieron la presencia de Guardias de Seguridad, el declarante consiguió ser llevado al Gobierno Civil donde el propio Gobernador (José Antonio Fernández Vega) dio orden de que quedase detenido en el edificio de la Aduana, en donde permaneció por espacio de unos quince días aproximadamente, en unión de los Jefes y Oficiales del Ejército y de la Guardia Civil, que también se encontraban custodiados por milicias y detenidos en distintas dependencias del Gobierno.Que al ser libertado regresó al Hotel donde se alojaba… (alrededor del 6 de agosto)
SEGUNDA DETENCIÓN
Volvemos al relato de Baltasar Peña en sus memorias no publicadas “Reencuentros conmigo mismo”:
El día 26 de Agosto una patrulla de la FAI, al registrar el Hotel tomó mi nombre y el del Sr. Arias, y cuando marcharon, ante el temor de que vinieran a detenernos, inmediatamente marchamos a la Audiencia no bien había anochecido, para pedir cobijo al Presidente aquella noche, ya que allí había una pareja de Guardia civil, y al pasar por el Hotel Regina fuimos detenidos y conducidos a la Comisaria.
https://cronicasdelvientosolano.blogspot.com/2025/05/baltasar-pena-hinojosa-republica-y.html
También se encuentran en una de las dependencias del Gobierno Civil, a disposición de la autoridad oportuna, Baltasar Peña Hinojosa y Carlos Arias Navarro.19360828 004 Julio
De la Comisaria nos llevaron conducidos por Guardias de Asalto al fatídico Comité de Salud Pública (instalado en Villa Salcedo), en donde permanecí más de tres horas, sin que en el mismo por la confusión que había y la hora me tomaran declaración alguna, y ante ello y mi requerimiento me condujeron nuevamente los Guardias a la Comisaría en donde ya estaba el Sr. Arias, conduciéndonos nuevamente a unas dependencias del Gobierno Civil donde quedamos detenidos, hasta el día 29 de Agosto en que aprovechando la confusión producida por un bombardeo aéreo y el no tener vigilancia, logramos salir encaminándonos al Consulado de Bolivia situado en la Cortina del Muelle, a unos metros de la Aduana, domicilio de un pariente mío en donde he permanecido oculto hasta el día de la entrada de las Gloriosas tropas Nacionales.
Así cuenta este episodio Carlos Arias Navarro:
Que al ser libertado regresó al Hotel donde se alojaba y del que intentó marchar con motivo de nuevos registros y detenciones, siendo detenido al salir del edificio de la Audiencia en compañía del abogado Don Baltasar Peña, que con el declarante había ido para ver la posibilidad de encontrar sitio en que esconderse dada la persecución de que eran objeto.Que fueron trasladados a la Comisaria del Gobierno Civil, donde después de extender la ficha correspondiente a ambos detenidos les internaron en un cuarto inmediato a la guardia y en el que constantemente entraban milicianos de la FAI para llevarse detenidos, por lo que comprendiendo el declarante el peligro gravísimo en que se encontraban y aprovechando el que los guardias que allí estaban eran los que habían llevado en su anterior detención, pidió subir al Gobierno y lo consiguieron.Una vez en presencia de un Teniente de Asalto, cuyo nombre no recuerda, le expuso el peligro que representaba el permanecer en poder de aquellas patrullas, contestándole que nada podía hacer y que nos retirásemos inmediatamente, cosa que fingimos hacer, pero que aprovechamos para escondernos en el cuarto en el que antes estaba instalado el teletipo y que el declarante conocía por ser uno de los que habían sido habilitados para detenidos en los primeros días, y en el que precisamente había estado.Allí estuvimos por espacio de dos o tres días, hasta que conseguimos gracias a las gestiones de don Rafael Blázquez Bores (cuñado de Baltasar) que nos admitieran en el Consulado de Bolivia en el que apenas permanecí unas horas pues el Cónsul me rogó que lo abandonase pues había sido descubierto mi escondite y comprometía con mi presencia a los demás asilados.
Como vemos, cuando Baltasar Peña y Carlos Arias escaparon del Gobierno Civil a finales de agosto, encontraron refugio en el consulado de Bolivia, que era el domicilio del cónsul don José Huelin Sans, pero Carlos Arias a las pocas horas tuvo que abandonarlo, dirigiéndose a la Fiscalía para pedir ayuda al Fiscal Jefe, Francisco Checa Guerrero. Este habló con el oficial de Sala, Felipe Varea Viniegra, que tenía instalada una pensión en el centro de la capital, y en ella se refugió Carlos Arias por espacio de dos meses, hasta el 23 de octubre.
Al abandonar dicho Consulado me trasladé a la Fiscalía para exponer mi situación al Fiscal Jefe don Francisco Checa (q. e. p. d.), y por su iniciativa se consultó el Oficial de Sala Felipe Varea que tenia instalada una Pensión, y que por sus antecedentes extremistas suponía alguna protección en aquellas circunstancias, si quería admitirle en su casa, cosa que permitió y en la que estuvo por espacio de dos meses sin salir ni ser visto por nadie…
De Felipe Varea Viniegra hablaré más adelante.
Que en el Comité de Salud Pública que estuvo instalado en Villa Salcedo también estuvo al ser detenido con el Sr. Peña recordando que al mismo tiempo que el declarante llevaban detenidos a Don Alberto Laverón Reboul, Abogado del Estado, a Don Modesto Escobar y al Jefe de la Guardia Municipal de Málaga. Que los miembros de aquel Comité son harto conocidos en Málaga pero que a juicio del que declara, los que más se distinguieron por su crueldad y dureza fueron Millán, un tal Ortiz Acevedo, Eduardo Pérez (Gutiérrez) el Oficial de Santo Domingo y otro cuyo apellido no recuerdo si era Zapata o algo parecido (Julio García Zaplana, de la UGT).
LA JUSTICIA EN MÁLAGA EN LOS DOS PRIMEROS MESES DE GUERRA
Durante la Segunda República, y antes de la guerra civil, la justicia era ejercida por los «tribunales ordinarios», que seguían la escala jerárquica que iba desde el Tribunal Supremo hasta los Juzgados Municipales. Por debajo del Tribunal Supremo, estaban las Audiencias provinciales, las cuales tenían competencia en las causas por delitos cometidos en la provincia, en los pleitos civiles de divorcio, en los expedientes contra “vagos y maleantes”, apelaciones contra las sentencias de los Juzgados de Primera instancia, etc.
Por debajo de las Audiencias estaban los Juzgados de Primera instancia, que desempeñaban labores de instrucción, y además eran competentes para conocer en segunda instancia, por ejemplo, de los juicios de faltas. Estos delitos de faltas, eran competencia de los Juzgados Municipales que eran el último escalón del orden jurisdiccional civil y penal.
En Málaga capital había tres Juzgados de Primera Instancia e Instrucción. El del distrito de la «Merced» (Manuel Puertas Oliveros), el de «Alameda» (Rafael Blázquez Bores) y el de «Santo Domingo» (Remigio Moreno González). Había también, tres Juzgados Municipales, correspondientes a los tres distritos antes mencionados.
Esta organización de la administración de la justicia, fue profundamente alterada por el levantamiento militar del 18 de julio. La justicia ordinaria no sólo quedó colapsada, sino que el gobierno fue incapaz de responder a esta anormal situación.
Durante el primer mes de la guerra, aparecieron en el territorio controlado por el gobierno del Frente Popular, «Comités de salud pública» y «Tribunales revolucionarios» que administraban su “justicia” aplicando sus propios códigos y sirviéndose de sus organizaciones de vigilancia y de control. Muchas de esas actuaciones constituyen unas de las páginas más negras de la reciente historia de España, en las que en nombre de la revolución se llevaron a cabo gran número de asesinatos, “paseos”, secuestros, ataques a las personas y a la propiedad, etc., por grupos de revolucionarios “incontrolados”.
A pesar de ello, los tres Juzgados de Instrucción de Málaga, continuaron desarrollando sus cometidos desde el primer día de la guerra: Remigio Moreno González, que estaba al frente del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Santo Domingo, escribió en su libro «YO ACUSO…», página 133:
Los juzgados recibimos la orden de estar de guardia permanente, no como acontecía en tiempo normal. Desde entonces, los tres no se alternaban. Los tres estábamos permanentemente constituidos en la Audiencia, y sirviendo cada cual el respectivo territorio que la ley tenía desde hace años asignada.
Así se recogía también en la prensa malagueña:
Desde el primer día de los sucesos, en el Palacio de Justicia se constituyeron, por orden del presidente de la Audiencia, los tres Juzgados de Instrucción, los cuales comenzaron a practicar diligencias de todos aquellos sucesos que tenían conocimiento.El número de víctimas ocurridas durante las jornadas trágicas es bastante crecido, calculándose los heridos en varios centenares y los muertos en treinta.En el Cementerio de San Miguel recibieron ayer sepultura 10 cadáveres de víctimas y 12 en el de San Rafael, y, probablemente, hoy se les dará sepultura a los restantes.19360723 005 El Popular
El presidente de la Audiencia Provincial de Málaga era Mariano Avilés Zapater (1886). Había sido nombrado el 11 de noviembre de 1935, por el gobierno de Joaquín Chapaprieta. El 21 de septiembre de 1936, sobre las diez de la noche, fue detenido en su domicilio por una patrulla de milicianos, siendo conducido al Comité de Investigación y Vigilancia, y de allí, después de interrogado, fue llevado al cementerio de San Rafael, donde fue asesinado el 22 de septiembre.
En aquellos primeros días de guerra, dichos Juzgados de Instrucción, instruyeron numerosos procedimientos por la aparición de cadáveres en diferentes lugares de la ciudad (Camino Nuevo, tapias del Hospital Civil, tapias del manicomio, carretera de Cártama, Arroyo del Cuarto, carretera de Torremolinos, cementerio de San Rafael, etc.). Así lo cuenta Remigio Moreno:
Con varios centenares de cadáveres tuvimos que instruir diligencias. Se abría un sumario por cada delito y en él se agrupaban todos los que se encontraban en un mismo lugar. Si se identificaba se hacía constar, nombre, apellidos, edad que aparentaba, fecha, hora, lugar donde fue hallado y se recogían sus efectos. Cuando era imposible la identificación, se hacia una descripción de la víctima, sus ropas, su estatura, etc. Se ordenaba la práctica de la autopsia y se ordenaba su enterramiento por oficio que personalmente llevábamos los jueces a la Agencia funeraria que tenia contratado de varios años ese servicio con el Ayuntamiento. Se ordenaba la inscripción en el Registro de Defunciones y ¡Oh, sarcasmo! oficiábamos a la Comisaria, dando cuenta de la perpetración del delito y recabando se detuvieran a los autores. Para más sarcasmo, la Comisaria contestaba acusando recibo y diciendo se comenzaba la busca y captura de los autores.La Ley así lo ordena y así quedara para siempre de una manera oficial y auténtica, que la Justicia estimando delito lo que el propio Gobernador considero «hay que dejar al pueblo hacer su justicia» (comunicación dirigida al Director de la Cárcel), pedía su persecución.La Justicia no prevaricó, la Justicia continuaba en su puesto, realizando hasta la obra de misericordia de enterrar a los muertos, y vigilante pedía a la autoridad gubernativa y recordaba diariamente que Málaga estaba invadida de asesinos a los que había que perseguir. Tan es así, tan diligente estaba la Justicia, que hacia el día 20 o 22 de agosto se recibió la orden a la Audiencia, en nombre del Comité de Salud Pública que no salieran más los Juzgados de diligencias, que no lo permitían, que serían asesinados los que se atrevieran a faltar a la orden.Tan insólito proceder fue puesto en conocimiento del Gobernador para pedir protección del propio Ministro de Justicia, denunciando y advirtiéndole que esa orden de aquel Comité de forajidos era el deseo de operar en la clandestinidad más absoluta y de aumentar el número de víctimas. Así fue en efecto.Desde esa fecha que indico, cuya exactitud puede comprobarse en los archivos de los Juzgados y cuya nota de sumarios poseo, el Juzgado no actuaba. Nadie conocía ya lo que sucedía. Solamente el conserje del Cementerio iba remitiendo diariamente al Juez Decano una relación como esta: “En el día de hoy se va a proceder al enterramiento de cincuenta y tres cadáveres, traídos a esta necrópolis por la Agencia funeraria”. O de treinta o de ochenta.El propio Comité de Salud Pública, telefoneaba a la Agencia notificándole los lugares a donde tenía que enviar los coches para la recogida de cadáveres en los diversos lugares de ejecución.Remigio Moreno «YO ACUSO…» (160 a 162)
El gobierno se mostraba tibio para cortar estas actuaciones de algunos de los miembros de los Comités que se formaban auspiciados por los partidos del Frente Popular y anarquistas, y que perseguían a los desafectos al régimen.
Evidentemente ser monárquico era ser notorio desafecto al régimen, ser católico era en muchos casos considerado ser enemigo del régimen, ser de derechas era considerado ser hostil al régimen. No hacía falta haber intervenido en el levantamiento, bastaba ser considerado enemigo. No hacía falta ni siquiera una acción contraria al régimen.
Pero el 22 de agosto de 1936, vinieron a ocurrir dos sucesos que obligaron al gobierno de José Giral a tomar decisiones. Estos fueron el asalto por las milicias de izquierdas a la cárcel Modelo de Madrid, a la que prendieron fuego, siendo tiroteados desde las terrazas de los edificios vecinos, los presos que se encontraban en los patios de la cárcel. Cuando acabó el tiroteo, algunos de los milicianos que habían tomado el control de la prisión decidieron formar un tribunal revolucionario para decidir qué hacer con los presos derechistas que habían sobrevivido. Tras un corto simulacro de juicio, en la madrugada del día 23, muchos fueron fusilados en los sótanos de la quinta galería. Se calcula que en total, fueron asesinados de 28 a 30 presos, entre ellos algunos diputados y ministros de derechas de la República, y muchos militares de alta graduación.
Tras el asalto a la cárcel Modelo de Madrid, la reputación del Gobierno del Frente Popular, que no había sido capaz de controlar a la muchedumbre y evitar la matanza, quedó gravemente afectada, provocando las protestas del Cuerpo diplomático acreditado en Madrid.
Ese mismo día en Málaga, como respuesta al bombardeo por parte de la aviación nacional de las instalaciones del puerto y de los depósitos de CAMPSA, que produjeron unos treinta de muertos y un centenar de heridos, se produjo el asalto por parte de las milicias a la Prisión Provincial de Málaga. Un grupo de milicianos encabezados por dos miembros del temido Comité de Salud Pública, Francisco Millán López y Miguel Ortiz Acevedo, seguidos de una multitud armada y sedienta de venganza, se presentaron en la Prisión Provincial con una lista de presos elaborada en el despacho del Gobernador Civil, José Antonio Fernández-Vega. Aquella lista sirvió para excarcelar a las cuarenta y seis víctimas de la primera “saca”, que fueron conducidos entre insultos, golpes y amenazas hasta las tapias del Cementerio de San Rafael, donde fueron fusilados. Entre ellos estaban los campilleros Salvador Hinojosa Carvajal, y sus hijos Francisco y José María Hinojosa Lasarte.
Estos dos hechos, el de la Prisión Provincial de Málaga y el de la Cárcel Modelo de Madrid, fueron los desencadenantes de la creación de los Tribunales Especiales Populares.
Esa misma noche se reunió el Consejo de Ministros para tratar sobre los graves sucesos ocurridos ese día. En el mismo, deciden crear un Tribunal Especial, inicialmente solo en Madrid, compuesto por tres funcionarios judiciales en calidad de Jueces de Derecho y catorce jurados, denominados Jueces Populares, que mediante proceso sumarísimo, decidirían sobre los delitos de rebelión y sedición, y los cometidos contra la seguridad del Estado. Los tres Jueces de Derecho serían designados por el Ministerio de Justicia, y los catorce jurados por los partidos del Frente Popular y organizaciones sindicales afectas al mismo. Contra las sentencias dictadas por estos Tribunales no procedía recurso alguno.
Estos Tribunales Especiales fueron la respuesta del Gobierno a una situación de violencia extrema e incontrolada que ya duraba un mes, y que exigía ponerle fin, encauzando lo que se entendía como persecución de los enemigos de la República, hacia una forma legal y con garantías.
El gobierno pretendía hacerse de nuevo con el control de la administración de la Justicia, cortar con la experiencia de los “tribunales revolucionarios”, terminar con la práctica indiscriminada de las “sacas” de presos de las cárceles para ser asesinados, y con la existencia de las “checas”. A cambio el gobierno hubo de otorgar importantes concesiones a los partidos del Frente Popular, a los anarquistas y a las centrales sindicales en la composición de los tribunales y en las atribuciones a los jueces de hecho.
No se puede considerar a este Tribunal Especial como representativo de la voluntad del pueblo, sino como una clara representación política y de izquierdas, dominado plenamente por las organizaciones que formaban el Frente Popular, y en el que entraron a formar parte individuos de la FAI y de la CNT, que no tenían representación alguna en el Gobierno, ni en el Parlamento, ni en el mismo Frente Popular. La presencia de miembros de la CNT y de la FAI impide considerarlos como una representación de lo votado en las urnas. Con su presencia se pretendía la integración en la legalidad, de los responsables de la “justicia popular espontánea” que ejecutaban los Comités de Salud Pública.
El Decreto fue publicado de forma rápida, para poner coto a la violencia desatada, que había culminado con los hechos de la Prisión Provincial de Málaga y de la cárcel Modelo. Restringía la actividad de estos tribunales, de momento, solo a Madrid, donde la situación de violencia había adquirido proporciones desmesuradas.
El Decreto de constitución de los llamados Tribunales Especiales Populares, que apareció en la Gaceta del 26 de agosto de 1936, nos dejó perplejos a todos, sin saber qué era aquel nuevo engendro, ni su alcance ni lo que se proponía. Ignorábamos así mismo el por qué de su creación.YO ACUSO… Remigio Moreno (199)
Se pretendía realizar una justicia rápida y ejemplar, pero que no estuviera exenta en su ejercicio de las necesarias garantías. Incorporaba el “procedimiento sumarísimo” y diversos elementos de la jurisdicción militar. Todo procesado debía estar sentenciado en poco más de una semana, desde el instante de ser recibida la denuncia en el Tribunal Especial. Pero realmente nunca fue así. Los tiempos se acabaron dilatando muchísimo más.
Una semana más tarde del Decreto, el Ministerio de Justicia, acuerda que se constituya otro Tribunal Especial Popular en Málaga, y se nombra a los tres Jueces de Derecho que lo van a presidir:
ÓRDENESIlmo. Sr.: De conformidad con lo dispuesto en el Decreto de 25 de los corrientes,Este Ministerio acuerda se constituya en la provincia de Málaga, con el fin de conocer de los delitos de rebelión y sedición a que en el mismo se hace referencia, el Tribunal especial que integrarán los funcionarios judiciales D. Atilano Lorente González, Magistrado de la Audiencia de dicha capital; D. Francisco Bermúdez del Río, Juez de primera instancia e instrucción de Vélez-Málaga, y D. Felipe Varea Viniegra, Juez de primera instancia e instrucción, con carácter interino, electo de Vinaroz, actuando el primero como Presidente.Madrid, 28 de Agosto de 1936.Gaceta de Madrid. — Núm. 244 - 31 Agosto 1936
Felipe Varea Viniegra, de 63 años, era oficial de Sala de la Audiencia de Málaga, dueño de la pensión en la que se había refugiado Carlos Arias Navarro un par de días antes. Era el padre de Pelayo Varea Rodríguez, Diputado 1º de la Junta del Colegio de Abogados. No era juez, ni siquiera abogado, sino un simple Oficial de la Audiencia. Una Orden ministerial del 28 de agosto, lo convirtió, con carácter interino, en juez de primera instancia de Vinaroz (Castellón).
Este Ministerio acuerda nombrar, con carácter interino, para la plaza de Juez de primera instancia e instrucción de Vinaroz, dotada con el haber anual de 10.000 pesetas y vacante por separación preventiva del servicio de D. Diego Ortega, a D. Felipe Varea Viniegra, Oficial de Sala. Madrid, 28 de Agosto de 1936.Gaceta de Madrid - Núm. 245 - 1 Septiembre 1936
Unos días antes, el 26 de agosto cuatro miembros del Colegio de Abogados de Málaga, Pelayo Varea Rodríguez, Manuel Laza Palacios, Sebastián Briales Jáuregui (asesinado el 9 de noviembre de 1936) y Cipriano Aragoncillo Sevilla, habían procedido a la incautación del Colegio malagueño, y se autoproclamaron para regir la vida del mismo como Junta de Gobierno, que ellos mismos denominaron «Junta de Gobierno del Frente Popular», que quedó formada por:
- Decano, Emilio Baeza Medina, perteneciente a Izquierda Republicana. Diputado a Cortes por Málaga en 1936
- Diputado 1º, Pelayo Varea Rodríguez, CNT y de Izquierda Republicana.
- Diputado 2º, Manuel Laza Palacios, Socialista.
- Tesorero, Sebastián Briales Jáuregui, Socorro Rojo Internacional.
- Secretario, Cipriano Aragoncillo Sevilla, Izquierda Republicana.
Ellos cuatro fueron los que tomaron parte en el nombramiento de los miembros del Tribunal Especial Popular de Málaga, proponiendo al Gobierno los nombres de los jueces de instrucción y de los fiscales, que ellos deseaban fueran designados.
Como Fiscales propusieron a:
- Remigio Moreno González, que estaba al frente del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Santo Domingo
- Aurelio Valenzuela Moreno, Aspirante de la Judicatura
- Francisco Pastor Menéch, Juez Municipal de La Merced (Fiscal Suplente)
- Manuel Prieto Delgado, Juez de Instrucción de Marbella,
- Juan Such Martín, Juez de Instrucción excedente (El 12 de septiembre, quedaría nombrado Francisco Javier Ciezar Guerrero).
- Sebastián Briales Jáuregui, abogado en ejercicio, y miembro de la Junta de Gobierno del Colegio de abogados.
Para la Junta de Gobierno, el nombramiento de Fiscal de Carlos Arias, por razones claras para ellos, e "interpretando sentir pueblo malagueño", era incompatible para el desempeño de tal misión, y acordaron dirigir al Fiscal General el siguiente telegrama:
«Nombrados Fiscales Tribunal Popular Málaga, Remigio Moreno, Francisco Pastor y Aurelio Valenzuela, a propuesta esta Junta Gobierno nos causa profunda extrañeza y disgusto nuevo nombramiento a favor Carlos Arias, sin previa propuesta esta Junta, interesando su anulación inmediata de V.E., interpretando sentir pueblo malagueño. Por Junta Gobierno del Frente Popular Colegio Abogados, Decano Varea, Secretario Aragoncillo.»
La contestación que dio el Fiscal General de la República, en un claro ejemplo de servilismo, la podemos ver en el acta del Colegio de Abogados de 15 de septiembre. :
Se da cuenta del telegrama del Fiscal General de la República, explicativo del nombramiento para Fiscal del Tribunal Popular de Carlos Arias, y su propósito de dejar sin efecto el nombramiento si se estima innecesario. Se acuerda telegrafiarle interesando la anulación de dicho nombramiento.
Una vez nombrados por los partidos del Frente Popular y por los sindicatos obreros, los dieciséis jueces populares (finalmente de catorce pasaron a dieciséis), el Tribunal Especial Popular de Málaga se constituyó por primera vez, el 6 de septiembre, de acuerdo a la normativa del Decreto del Ministerio de Justicia de 25 de agosto. Uno de los dieciséis miembros era Francisco Millán López del partido Sindicalista, el ejecutor de la saca en la Prisión Provincial del 22 de agosto.
CONSTITUCION DEL TRIBUNALAyer recibimos la siguiente comunicación:«Me complazco en participarle, para su publicación y que llegue a conocimiento del público en general que en el día de hoy ha quedado constituido el pleno de este Tribunal con los tres jueces de Derecho, los dieciséis jurados populares propietarios y sus suplentes que han sido designados por los partidos del Frente Popular y Sindicales Obreras, el fiscal nombrado, Remigio Moreno González y habiendo sido designado secretario de este Tribunal Eduardo Pérez Gutiérrez, oficial de sala Antonio Bueno Romero y auxiliar mecanógrafo Baltasar Gutiérrez Vargas.Salud y República. — Málaga a 6 de septiembre de 1936. —El presidente, Atilano Lorente» 19360908 003 EL POPULAR
En Málaga se crearon tres juzgados instructores. El juzgado nº 2 estaba a cargo de Sebastián Briales Jáuregui, tenía competencias en los sumarios de la capital. En los de la provincia, los juzgados nº 1 a cargo de Manuel Prieto Delgado, juez de instrucción de Marbella, y el nº 3 a cargo de Francisco Javier Ciezar Guerrero, un joven que acababa de aprobar las oposiciones al cuerpo de Aspirantes a la Judicatura. Éste último se hizo cargo provisionalmente del juzgado nº 2 cuando asesinaron a Sebastián Briales el 9 de noviembre de 1936.
Remigio Moreno, en su libro «YO ACUSO…», se refiere a los magistrados del Tribunal Atilano Lorente, Francisco Bermúdez y Felipe Varea:
[…] un «compañero» que el Gobierno les dio llamado Felipe Varea Viniegra, oficial de Sala de la Audiencia, hecho de golpe y porrazo Juez de 1ª Instancia de Vinaroz y por «haber ingresado en la carrera judicial» lo hicieron Magistrado de Málaga. No era ni abogado.
Diariamente conocíamos que tenían con él una reyerta por cada asunto, pues como deudor del Gobierno de su rápida carrera, quería fiscalizarlo todo y a todo se oponía, aleccionado como estaba por su hijo Abogado de la Confederación Nacional del Trabajo y de la F.A.I., masón y sindicalista.
Si los momentos no hubieran sido tan trágicos había risa para largo tiempo, cuando se le veía sentado en la Sala de Togas alternando con aquellos hombres — Jueces, Fiscales y Magistrados de Málaga — que habían encanecido sus sienes tras largos años sirviendo a la Justicia. Los ujieres abrían la puerta anunciando.—El Sr. Magistrado Don Felipe Varea.¡Tal vez la vanidad de ese ignorante hombre era lo que explotaban en aquella casa para conseguir su aquiescencia a tanta cosa como se iba realizando!YO ACUSO… Remigio Moreno (277 – 278)
En sustitución de Remigio Moreno González nombrado Fiscal en el Tribunal Popular, y que era el Juez de Primera Instancia e Instrucción en el Juzgado de Santo Domingo, fue nombrado el 21 de septiembre, Benito Luna Anoria, con carácter interino.
Excmo. Sr. Presidente del Tribunal Supremo.En vista de la propuesta formulada por el Presidente del Tribunal especial popular de Málaga,Este Ministerio acuerda, de conformidad con lo dispuesto en el Decreto de 15 de Agosto último, nombrar Juez de primera instancia e instrucción, con carácter interino, a D. Benito Luna Anoria, cuya actuación se limitará en ese tribunal a los casos a que se refiere el artículo 1º del Decreto de 15 del corriente mes.Madrid, 21 de Septiembre de 1936Gaceta de Madrid número 269 de 25 de Septiembre de 1936
Una de las primeras causas vistas por el Tribunal Popular malagueño fue por un delito de espionaje del que se acusó a Juan Ruiz Ramos, miliciano de la UGT, natural de Villanueva de Algaidas, supuestamente pasado al ejército nacionalista y detenido por una patrulla de carabineros.
Instruido el sumario nº 3 por el juez Manuel Prieto Delgado del Juzgado Instructor Especial nº 1, el juicio se celebró el 14 de septiembre en la Cárcel, en una gran nave que servía de patio al pabellón de presos políticos. El fiscal sería Remigio Moreno. El Jurado Popular después de deliberar pidió la pena de muerte para el reo, que fue ratificada, en una situación de violencia, por los tres magistrados: Atilano Lorente González, Francisco Bermúdez del Río y Felipe Varea Viniegra.
Los jueces coincidieron en que actuaron presionados por el fiscal Remigio Moreno, a quien a su vez presionaban los dieciséis jueces populares, porque de no votar la pena capital, el Tribunal acabado de constituirse corría un gran peligro.
MÁLAGA, 15. Hoy se ha constituido por primera vez el Tribunal Popular para ver y fallar sobre la causa 3, que se sigue por el delito de espionaje.El procesado, Juan Ruiz Ramos, vecino de Villanueva de Algaidas, salió el día 6 de aquella localidad, pretendiendo informarse de los efectivos en cañones y armamento existente en las avanzadillas leales. Fue detenido y trasladado a Málaga, donde le fueron encontrados un escapulario y abundante documentación fascista.Practicada la prueba, informaron las partes. El Jurado ha emitido veredicto de culpabilidad, y el procesado ha sido condenado a muerte, en virtud del párrafo tercero del artículo 238 del Código de Justicia Militar.19360916 002 El Sol19360916 002 El Día
Uno de los tres magistrados, Felipe Varea Viniegra, el que era oficial de Sala de la Audiencia de Málaga, dueño de la pensión en la que se había refugiado Carlos Arias Navarro, y al que una Orden ministerial, lo convirtió, con carácter interino, en juez de primera instancia, estaba claramente alineado con los jurados populares nombrados por las organizaciones del Frente Popular
El vocerío es imponente. Los gritos horribles. Aprovecho aquel barullo para acercarme a los magistrados. Me dicen que el Oficial-magistrado Felipe Varea, en unión de los Jurados, les han maltratado, me muestra Bermúdez del Río una fuerte contusión que tiene en el pecho, producida por el cañón de una pistola. La sentencia fue redactada por Varea y el infame Secretario del Tribunal Eduardo Pérez.YO ACUSO… Remigio Moreno (287 – 294)
SENTENCIA QUE SE CUMPLEAyer, a las cuatro y cuarenta de la tarde, tuvo lugar en el patio de la Prisión Provincial, la ejecución de la sentencia de pena de muerte, dictada por el Tribunal Popular de esta, contra Juan Ruiz Ramos, por el delito de espionaje.19360919 002 El Popular
Tampoco los magistrados y fiscales se libraron de la persecución de los "incontrolados". El Presidente de la Audiencia de Málaga, Mariano Avilés Zapater (1886) fue asesinado el 22 de septiembre de 1936. Unos días antes, el 13 de septiembre, habían asesinado al abogado-fiscal de la Audiencia Fernando Cortés Gálvez. El juez Sebastián Briales Jáuregui, que estaba al frente del Juzgado de Instrucción nº 2, sería asesinado el 9 de noviembre, y el Fiscal Jefe de la Audiencia, Francisco Checa Guerrero (1878), en enero de 1937 en la calle Álamos, por tres individuos de la FAI
Aunque en el Decreto publicado en la Gaceta el 26 agosto, se establecían unos plazos de forma que todo procesado debía estar sentenciado en poco más de una semana desde el instante de ser recibida la denuncia por el Juez Instructor, hasta que el Tribunal Popular dictaba la sentencia, la realidad es que los tiempos se dilataron muchísimo más.
Los dos Jueces de Derecho, Atilano Lorente y Francisco Bermúdez, ordenaron a los jueces instructores y a los fiscales, no dar por finalizados los sumarios rápidamente, mandando continuamente instruir nuevas diligencias para verificar las acusaciones. Para ralentizar los procesos, los jueces instructores desplegaron diversas estrategias, sobre todo la ocultación de sumarios para evitar que los acusados llegaran a comparecer ante los jurados populares. A los detenidos les dieron la oportunidad de defenderse y de proponer a sus propios testigos, los cuales eran citados, llegando, en algunos casos, a someter a careo a los acusados y acusadores.
El tercer juez Felipe Varea estaba claramente alineado con los jueces populares nombrados por las organizaciones del Frente Popular, y en franca oposición a sus dos compañeros magistrados.
Diariamente conocíamos que tenían con él una reyerta por cada asunto, pues como deudor del Gobierno de su rápida carrera, quería fiscalizarlo todo y a todo se oponía, aleccionado como estaba por su hijo (Pelayo) Abogado de la C.N.T. y de la F.A.I., masón y sindicalista.YO ACUSO… Remigio Moreno (278)
En Málaga, desde el 7 de septiembre de 1936, hasta el 3 de febrero de 1937, en los tres Juzgados de Instrucción, en esos cinco meses, se abrieron un total 280 sumarios. Las dos terceras partes de los mismos fueron abiertos por el Juzgado de Instrucción nº 2, al frente del cual estaba el juez Sebastián Briales, que como hemos visto sería asesinado el 9 de noviembre de 1936.
De esos 280 sumarios, en 83 de ellos las causas fueron sobreseídas, al no observarse ninguna responsabilidad penal. Recordemos que los delitos que se juzgaban en los Tribunales Populares eran los de rebelión y sedición, y los cometidos contra la seguridad del Estado.
En la mitad de los sumarios instruidos, 140, se produjo la inhibición del Tribunal Popular a favor de la Jurisdicción ordinaria, del Tribunal de Urgencia al frente del cual estaba Benito Luna, o de otros Tribunales Especiales.
Hasta el día 3 de febrero solo fueron a juicio oral en el Tribunal Popular un total de 10 sumarios de los 280 abiertos. De estos diez, solo en cuatro hubo condenas, quedando absueltos los acusados en los otros seis. El único caso de condena a muerte, fue el sumario nº 3 del Juzgado nº 1, instruido por el juez Manuel Prieto Delgado, contra Juan Ruiz Ramos por un delito de espionaje del que ya he hablado.
Atilano Lorente y Francisco Bermúdez del Río, decisión tras decisión, auto tras auto, iban aprobando los sobreseimientos y las revocaciones, y tanto unos como otras, siempre llevaban un argumento más para ratificarlas y demostrar su firmeza.
Siempre recibimos de ellos, tanto los jueces como nosotros, la ayuda necesaria y el consejo acertado y el estímulo necesario para hacer en lo posible ineficaz las enormidades gubernamentales y estrechamente unidos al resto de los compañeros de la Audiencia, a los que íbamos dando cuenta de nuestra labor con el consiguiente beneplácito de ellos, íbamos pasando los días.YO ACUSO… Remigio Moreno (276 – 277)
En el mes de Octubre y con motivo de la bomba que había destruido las Almacenes Masó, fue visto por uno de los milicianos de la FAI que registraron el inmueble. El declarante se percató inmediatamente de que había sido reconocido, y de que aquella cara le era recordada como de algún procesado, y expuso al Sr. Varea la inmediata necesidad de trasladarse a otro sitio pues no tardarían en intentar detenerlo, por lo que el hijo de este llamado Pelayo Varea le propuso que se escondiera en el pueblo.de Pizarra en el que actuaba como Secretario del Ayuntamiento.Accedió a ello el declarante y a los pocos momentos de partir se presentaban para detenerle, y al saber que había marchado, iniciaron pesquisas hasta dar con su paradero a los pocos días, presentándose a las tres de la madrugada en la taberna de Pizarra en la que estaba oculto y procediendo a su detención que no pudieron evitar por ningún medio.Ante tal insistencia y comprendiendo el don Pelayo Varea que los propósitos de la patrulla era que no llegase a Málaga, accedió a entregarme pero acompañándome, y así pudo llegar a la capital donde le dejaron en un organismo, que habían montado en la calle del Cister, y que creo se llamaba Comité de Enlace, desde el cual fue trasladado al Cuartel de la Trinidad donde fue violentamente interrogado y registrado, y donde permaneció en un calabozo inmundo sin asistencia ni comida, y únicamente atendido por lo que voluntariamente le daba un miliciano que también estaba detenido por sospechoso y que se llamaba Florido.Que al frente de aquella Checa estaba un tal Cruz las Heras o por lo menos así cree que le llamaban, y del que se decía que era empleado de Correos, y que había estado en Ronda. Este era el que más se distinguía por sus malos tratos a los detenidos, y el declarante lo comprobó en los interrogatorios a que le sometió aprovechando para intimidarle las horas en que sacaban a los que iban a ser asesinados y poniéndole junto a ellos y golpeándole con la pistola que constantemente tenía sobre la mesa.Que en estos interrogatorios le auxiliaba al tal Cruz, un joven de unos 20 años que se titulaba Comandante de un Batallón comunista y cuyo nombre no recuerda, pero del que sí resaltaba como defecto apreciable el ser tuerto y muy delgado.Que los detenidos permanecíamos totalmente incomunicados y sin asistencia alguna sin duda por ser Checa, en la que desgraciadamente las detenciones no se prolongaban mucho, ya que según pudo comprobar a los dos o tres días, y casi siempre de madrugada, desaparecían parte de los detenidos.
Remigio Moreno, cuenta en su libro «YO ACUSO...» (195 – 196)
Como en otras capitales, Málaga tuvo sus cárceles clandestinas, esto es prisiones que tenían las distintas organizaciones sindicales. La FAI tenía dos, una establecida en el cuartel llamado de Capuchinos y la otra en un chalet de Bella Vista. Quien tenía la desgracia de entrar en ellas aparte de no saber nadie su desaparición, corrientemente era asesinado.Conozco parte de la vida en ellas por la narración que me hizo un compañero Abogado-Fiscal, el Sr. Arias Navarro. No le daban absolutamente nada de comer, este amigo y compañero pudo irse sosteniendo los varios días que estuvo preso por una buena mujer, esposa de uno de los guardianes que le llevaba una taza de café y pan dos veces al día y cuya mujer me sirvió de enlace con él, hasta que el gobernador se interesó por el caso y consiguió se lo entregaran las gentes de la FAI, labor que realizó el gobernador llamado Francisco Rodríguez (nombrado el 17/09) por presión del doctor (Vicente) Sarmiento, el que a su vez fue presionado por su consuegro, un conocido abogado malagueño y hombre extraordinariamente conservador, que pago su hombría de bien siendo asesinado más tarde por los correligionarios de su consuegro, un día del mes de enero de 1937.Arias vio desfilar para la muerte a varias docenas de personas que con él convivieron en los sótanos del Cuartel de Capuchinos. Fue torturado, se le amenazó con la muerte para que escribiera de su propia mano al margen de una lista de compañeros la palabra «fascista» con la cual querían presentarse al gobernador y organizar «legalmente» la eliminación de todos nosotros. La entereza y casi podemos llamarlo, el heroísmo de nuestro compañero nos salvó a todos y gracias también al plazo que sus carceleros le dieron para ese menester, pudo ser salvado.
Aunque Remigio Moreno habla del Cuartel de Capuchinos, Carlos Arias afirma que era en el de la Trinidad, donde estuvo preso.
En su breve estancia en cárcel del Cuartel de la Trinidad (unos diez días), es reconocido por un amigo suyo que era camarero y que pertenecía a la CNT, el cual intercede por él y es puesto en libertad. Entonces Arias Navarro desaparece del panorama de la ciudad hasta febrero de 1937, cuando las tropas nacionales entran en Málaga.
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